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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Bueno, les traigo otro capítulo de fic, espero les guste, gracias por seguir leyendo y no abandonar esta historia un saludo para todos y gracias de ante mano por leer el nuevo cap :3

dudas, sugerencias y/o reclamos me dicen jajaja

 

 

CAPÍTULO VII

SANTORINI Y EL CANTO DE LAS SIRENAS


 

Su cabeza le dolía a montones, su boca estaba tan seca como un desierto, sentía náuseas y el sabor a vino aún no salía de su boca, Saga no se atrevía abrir los ojos, o más bien dicho aún no podía hacerlo, se preguntó así mismo si es que así se sentía una resaca, se preguntó así mismo si es que había hecho bien aceptar el desafío de Dionisio y no tardó más de un segundo y un retorcijón en sus entrañas en concluir que había errado en sus decisiones, Saga en ese mismo instante se prometió nunca más volver a beber y muchos menos aceptar una copa de Dionisio.

Entre mareos y nauseas logró abrir uno de sus parpados el cual se enfocó en la pared que estaba frente a él, recuperando poco a poco los sentidos pudo notar un calor que lo envolvía y no tuvo que pensar mucho que era, ya que las escenas de su noche anterior a él como una bofetada que enrojeció su rostro, Aioria aún lo abrazaba por detrás, podía sentir el aliento de su compañero en la nuca. Saga estaba avergonzado, recordó sus palabras, su actuar y esas extrañas necesidades que había descubierto tras su apasionada noche con el león, se preguntó si había sido lo correcto, si es que Aioria lo miraría de la misma forma al despertar o se sentiría asqueado tras haber compartido aquel momento con otro hombre, tanto su respiración, su palpitar y su cosmos se alteró cosa que no pasó desapercibida por un castaño que aumentó la fuerza de su agarre atrayendo al geminiano más hacia su cuerpo.

–Buenos días, Saga– la voz de Aioria le acarició el oído, aumentando su nerviosismo sin saber lo que sería correcto decir luego de lo que había pasado entre ellos.

–Bue..buenos días Aioria–por más que intento su voz no sonó como el la imaginaba o al menos como él quería que se escuchara, sonando débil y temblorosa.

– ¿Saga, no me odias? –el castaño dijo palabras similares a la noche anterior mientras la frente se pegaba a la nuca del gemelo.

–No te odio y tú ¿Me odias? –Saga no podía odiarlo, él mismo se sentía culpable de haber provocado ese desenlace y lo menos que deseaba oír en ese momento era una respuesta positiva a la pregunta que había hecho.

–No– respondió–no podría aunque quisiera, estoy molesto conmigo, me dejé llevar siento que te hice algo horrible, me aproveché de ti, deberías detestarme–las dudas que tenía el castaño eran iguales a las de él, ambos se sentían culpables y saber eso dejaba una sensación agridulce entre ambos.

– ¿Está bien lo que hicimos?–el caballero de la tercera casa soltó la pregunta más para sí mismo– ni si quiera yo lo sé, pero creo que no me arrepiento, pero temo que este sentimiento se haga más fuerte, si esto sigue así no podré mirar a Athena a los ojos, no podré jurar mi eterna devoción a ella, temo que ya no pueda, porque si esto sigue así todo aquello lo tendrás tú, Aioria–

El castaño abrió sus ojos dejando de lado cualquier sensación de resaca que pudo haber tenido, sus mejillas se enrojecieron y se quedó sin habla no estaba seguro de tomarlo de esa manera, pero parecía que Saga se le estaba confesando sin que este mismo lo notara, esas palabras inocentes, cargadas de duda fue un canto de ángeles para sus odios y un flechazo directo a su corazón.

Aioria se despegó de gemelo y se levantó de la cama; Saga sintió el frío y su pecho apretarse por un segundo, sitió que había arruinado todo, que sus sentimientos y sus acciones había terminado por alejar a Aioria, mordió su labio inferior evitando que aquella angustia que tenía en un pecho condensaran sus ojos, pero el sentimiento fue remplazo por confusión cuando su cuerpo fue tomado por los brazos del moreno y él y las sábanas blancas que cubrían su desnudes eran llevados por el castaño hacía el baño que tenía la habitación. Alzó su mirada para apreciar la barbilla del menor y una mirada decidida color esmeralda.

Aioria entró junto con Saga en brazos a las tibias aguas del baño, demasiado grande para ser una bañera, pero muy pequeño para ser una piscina y se sumergieron por completo dentro de las agua claras; Saga se adelantó a respirar luego de que por unos segundos se le fue negada esta opción, sus cabellos estaban completamente mojados, algunos flotaban en el agua al igual que la tela blanca, miró a los ojos al castaño por la extrañeza de su actuar para después recibir un beso que unió sus bocas, Saga dejando de lado la confusión de su mente le dio el paso a sus instintos que le obligaban a seguir con el beso, seguir jugueteando con sus lenguas y sus labios.

– Me atrapaste, Saga, me tienes en la palma de tu mano, me siento de la misma manera, ahora sólo estas tu antes que todo el santuario ¿Cómo lo haces? –dijo el castaño y volviendo a besar los labios ya enrojecidos del otro– eres como esas ninfas, no… eres como una sirena, que me seduce, que me atrapa, que busca llevarme con ella a lo más profundo del océano– el gemelo se quedó petrificado por un segundo, el color carmesí que había que había estaba en sus labios se emparejaba con el de sus mejilla, se sentía pequeño entre aquellos brazos, con una nueva extraña sensación de sumisión en la cual aceptaría todo lo que el otro le pidiera sólo para que mantuviera esa misma mirada  que el moreno  tenía hacia él por todo la eternidad.

–Lo de ayer no sé si fue lo correcto, pero de lo que estoy seguro es que estuvo bien para mí y si también lo estuvo para ti no debería importar nada más– Saga se soltó por un momento del agarre de Aioria y se sumergió dentro de las agua para salir y darle la espalda al castaño.

–Dices cosas muy vergonzosas, caballero de Leo– no quería mirarlo en ese momento, no podía y no quería, aún no se acostumbraba a las palabras tan directas de su compañero y no podía evitar huir frente a ellas para que no verse completamente loco y perdido por él.

– En parte es su culpa, caballero de géminis– se escuchó una corta risilla del castaño  mientras este se le acercaba por la espalda al mismo tiempo en que le mordía el hombro derecho de su presa produciendo un quejido por parte de él.

 

***°****°****°***°***°***°***°***°***

 

Los dorados abandonaron el templo de Dionisio apenas terminaron de asearse y preparar su equipaje, habían dado por concluido su paso por Paros y entre pucheros y ofertas del Dios del vino, que tuvieron que educadamente rechazar y explicarle que no podían quedarse por más tiempo debido a la misión que se les había encomendado; el Dios comprendió no sin antes darles la bendición para que llegaran bien a su próximo destino y desde ya dejarlos invitados a su templo la próxima vez que pasaran por Paros.

La próxima isla a la cual debían llegar era Santorini su último destino antes de completar la misión que se les había encargado, por lo que el informe decía en esta se encontraban la mayor dificultad en su viaje por lo que debían apresurar su llegada a la isla del mediterráneo.

Los barcos no fueron su opción de transporte, les dijeron en el puerto que habían dejado de zarpar barcos en dirección hasta la isla, ningún marinero se atrevía a visitar Santorini, no uno que apreciara su vida ya que los últimos que se habían aventurado al viaje  no alcanzaban ni a  llegar ni a volver.

La única opción que les quedaba era el avión, algo que saldría más caro, pero que sería la única forma de llegar hasta el lugar y al parecer la manera más rápida de trasladarse. La bendición del Dionisio había resultado, los pasajes habían salido la mitad del precio habitual y además habían logrado dar a tiempo con el vuelo que estaba próximo a salir.

Una vez sentados dentro del avión no se decidían cuál de los dos estaba más nervioso, para ambos era la primera vez dentro de una avión, la primera vez en que volarían y entre ambos podrían jurar sentir el palpitar en el pecho del otro cuando el avión comenzó moverse, sus manos se mantuvieron enlazadas durante el despegue hasta que el susto inicial cesó para dar paso a sonrisas y risas al darse cuenta de su propio comportamiento.

 

***°***°***°***°***°***°***°***°***

Al bajar del avión Saga sintió aquellos restos de resaca revolviéndole el estómago, no mucha gente se bajó, pero mucha gente parecía querer irse de la isla, rostros preocupados, fatigados, semblantes cansados pero ninguno que demostrar alguna mueca de felicidad en su rostro, Saga recordó que no había mucho en el informe acerca de Santorini, relataban desapariciones, ruidos y figuras extrañas proveniente de los desfiladeros, pero fuera de aquello la carpeta no tenía nada más.

Al salir del aeropuerto el sol comenzaba a descender los rayos del astro comenzaban a ponerse de un tono dorado lo que les decía a ambos chicos que tenían pocas horas para encontrar donde quedarse y buscar información por los alrededores, a sus espaldas como siempre el brillo dorado de las cajas de pandora que mantenían sus armaduras llamaban la atención de aquellas personas que volvían sus rostros para verlos con detenimiento, no pasaban desapercibidos de ninguna forma, sobre todo para el caso de Saga, su piel blanca y sus cabellos añiles eran el principal foco de atención causando en el mayor ciertas inquietud al verse preso de aquellas miradas.

– Muchachos– se escuchó una voz– Santorini ya no es un buen lugar para vacacionar, por su propio bien abandonen a isla– un anciano de cabellos canosos, baja estatura, y encorvado les detuvo el paso.

– Tenemos algo que hacer en esta isla, gracias por la advertencia señor, que tenga una buena tarde– Aioria muchas veces no tenía tacto para decir las cosas, o quizás el tono que empleaba para decirlo no era el correcto Saga resopló reviviendo en su mente el encuentro con las ninfas y la forma poco amigable de ser que tenía el castaño con las demás personas.

– Lamento la rudeza de mi compañero–se excusó el dorado–  debido a que ya  no es un lugar seguro venimos a ayudar, venimos desde Paros donde algo parecido a al que está ocurriendo acá  estaba pasando y pudimos resolverlo, si pudiera darnos más información estaríamos muy agradecidos. – La voz de Saga era calmada, cálida y amigable, el anciano tras escucharlo meditó por unos instantes y los examinó a ambos con la mirada.

– ¿Podría saber quiénes son ustedes jóvenes? –El rostro avejentado ahora se veía dudoso observando al tranquilo chico de cabellos largos y mirada azulada.

–Mi nombre es Saga y él es Aioria, somos caballeros dorados de Athena y como dije anteriormente venimos a ayudar en lo que podamos– el rostro del anciano pareció cambiar y dar una mueca de asombro para después mostrar una sonrisa esperanzadora que se formó en sus labios.

– Debieron partir por aquello, síganme aclararé todas las dudas que puedan tener muchachos– el encorvado hombre dio la media vuelta y se dispuso a caminar, mientras que por otro lado Aioria miraba a Saga preguntándole con la mirada si debían seguirlo.

Ambos chicos decidieron seguir al hombre entre las calles del pueblo hasta llegar a una gran casa de dos pisos, al igual que la mayoría de las casas de la isla por fuera sus paredes eran completamente blancas y sobre ellas una cúpula azulada resaltaba y a la entrada de la casa había un gran letrero con las palabras “Posada Aquamarine” Aioria agradecía la suerte que tenía el gemelo y la forma que tenía de llegar a las persona, era segunda vez en su viaje que al hablar había terminado arreglando las cosas.

– Pasen muchachos –el añoso hombre los invitó a pasar a la residencia y quedaron asombrados por cómo se veía por dentro.

Contrastando con el exterior la “posada” parecía más una casa lujosa, con un techo alto, baldosas de piedra blanca y lisa, altos pilares con hermosos detalles y mientras más avanzaban más hermoso se veía la estancia, un amplio comedor con hermosos detalles desde las patas de la mesa hasta la cubierta al igual que las sillas donde fueron invitados a sentarse.

– No me he presentado aún, mi nombre es Amaranto, soy dueño y administrador de esta posada, es un honor tener a los míticos caballeros de Athena en esta isla– dijo el anciano hombre a la vez que les sonreía.

Saga y Aioria ya se habían sentado uno al lado del otro en aquella gran mesa, ambos le devolvieron la sonrisa al hombre aún dudosos si es que se encontraban en el lugar correcto, Aioria por una parte estaba embelesado por la fachada de la casa, estaba claro que algo como aquello no podrían pagarlo con su ajustado presupuesto, sólo esperaba que el anciano no demorara mucho con su plática antes que se oscureciera aún más y se quedaran sin lugar donde pasar la noche.

–El gusto es nuestro, señor, pero volviendo al tema nos gustaría que nos digiera todo lo que sabe– Saga se mostraba serio, su rostro había cambiado, al mirarlo Aioria se preguntaba si era el mismo hombre que la noche anterior había estado entre sus brazos sonrojado y jadeando por él, se notaba que géminis era un signo complejo, con muchas caras, aun no se aventuraba a decir que era bipolar o inestable, no, ya que cuando ambos estaban solos Saga era el mismo siempre atribuía estas acciones a la versatilidad que poseía Saga  a esa facilidad que poseía de adaptarse a la ocasión sin mayor esfuerzo.

– Verán hace un tiempo atrás Santorini era un lugar que rebosaba de gente y alegría pero todo cambio de la noche a la mañana, por las noche se podían escuchar los gritos de personas pidiendo auxilio, otros desaparecían misteriosamente sin dejar rastro alguno– Ambos jóvenes escuchaban atentos el relato del anciano, había algo diferente en esta isla, se notaba que el peligro acechaba el lugar y seguramente no se trataría esta vez de unos animados borrachos y un Dios que disfrutaba de las fiestas temáticas.

– Las noches dejaron de ser seguras, se impuso un toque de queda para todo aquel que habitara en Santorini, tras la puesta de sol era el plazo límite para volver al hogar, por un tiempo eso bastó para evitar las desapariciones pero luego siguieron ocurriendo, gente que salía en medio de la noche desde sus casas y no volvían, Se escuchaban gritos, cantos y aleteos de vez en cuando, nadie en la isla se atreve a salir en barco, ya no se puede pescar, todo aquel que se aventura en las aguas no vuelve y tampoco su embarcación. Santorini ya no es seguro y los habitantes que quedamos somos muy ancianos o muy jóvenes para cambiar algo– el semblante de amargura y tristeza se posó sobre el hombre al terminar de relatar su historia, Saga entendía su pesar, entendía lo que era sentirse inútil y sin poder hacer nada para remediarlo, recordó sus tiempos de letargo, su pasado sombrío el que había vivido junto a su hermano.

– ¿Qué piensa usted que pueda ser señor Amaranto? –Esta vez había sido el castaño el que habló al ver la perdida mirada del gemelo que al parecer se había hundido en sus recuerdos; un pensamiento pasó por su mente, uno en que le decía que aun existían cosas que no conocía de Saga pero se fue rápidamente al recordar en el lugar que estaban y la falta de tiempo que poseían.

– Quizás me tome por loco joven Aioria– rió el anciano– pero pienso que son criaturas, un humano no podría ser capaz de hacerlo, quizás la vejez me está afectado y mi vista ha dejado de ser buena pero recuerdo haber visto unas aves demasiado grandes que volaban hacia los desfiladeros hasta perderse.

–Arpías– susurró Saga, uno que no alcanzó a ser escuchado por el león pero si por el anciano que abrió sus ojos y luego asintió tras escuchar sus palabras.

– En efecto joven Saga, arpías mujeres pájaro malvadas, corruptas y crueles aquellas que en el mito robaban la comida de Fineo impidiéndole probar un vacado del festín, aquellas mismas criaturas, son las que creo que atormentan a mi amada isla–Saga parpadeó un par de veces al darse cuenta que había sido escuchado por el canoso hombre.

– No lo tomamos por loco, creo que tiene mucha razón en sus sospechas–Aioria fue el que continuó hablando– y si se tratan de ellas usaremos nuestras fuerzas para obligarla a abandonar la isla e evitar que siga impartiendo el miedo en este lugar. –El menor golpeo con su puño su palma demostrando su determinación y sacando otra sonrisa en el dueño de la posada.

–Les traeré algo para cenar, la plática y el viaje les debe haber dado algo de hambre, enseguida regreso– sin que pudieran decir algo el hombre había desaparecido de la estancia dejando tanto a Saga como a Aioria con las palabras en la boca.

– ¿Saga crees que pueda tratarse de Arpías? – Al mismo tiempo que realizaba su pregunta su mano buscó la del otro por debajo de la mesa hasta que pudo enlazarla con la propia generando un sonrojo notorio en el blanquecino rostro del mayor, ahí estaba devuelta aquel Saga que él conocía, ese del que había quedado prendado y babeando, no dirigiéndole la mirada de vuelta por la vergüenza que debía tener en ese momento pero sin rehuir de su toque.

–Ya hemos tratado con hipocampos, ninfas, sátiros y un dios ebrio, o me extrañaría que fueran arpías las que atormentan a Santorini y sus pobladores–dijo Saga aún sin devolverle la mirada al castaño el cual sonreía para sí por lograr sacar esas adorables reacciones que tenía el caballero de géminis.

–Tienes razón… uuuf–dijo para luego dar un suspiro intencionalmente cerca del cuello de su compañero de viaje logrando que este se tensara por un momento– no es buena idea que lo comprobemos hoy, la noche parece ser su aliada, no conocemos el terreno y nuestra visión disminuye por la noche sería muy arriesgado atacar y buscar a esos monstruos–concluyó el castaño para luego solo obtener un asentir de la cabeza de Saga.

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– El señor Amaranto fue muy amable al invitarnos a quedarnos por el tiempo que deseáramos–dijo Saga acomodando las cosas que traía dentro de su bolso en los muebles de la habitación.

–Sí lo sé, sobre todo porque nos prestó una habitación con cama matrimonial para nosotros dos solos– el castaño se le acercó por la espalda sus palabras habían sido sugerente  y con un tono coqueto que le erizó toda la piel de su cuerpo. Saga se vio obligado a detener sus movimientos y su andar por el aprensivo agarre del león que ceñía sus brazos alrededor de su cintura.

–Él nos quería dar dos habitaciones pero todas son matrimoniales, sólo quisimos no causar más molestias de las necesarias y ocupar una sola–respondió el geminiano con la voz entre cortado al sentir como el menor introducía una de sus manos por entre su ropa, logrando sacar suspiros y espasmo dándose por victorioso.

– ¿Eso quiere decir acaso…que no quieres dormir junto a mí?–preguntó Aioria tan cerca del oído del gemelo tanto como le fue posible, hundiendo su nariz por entre las finas hebras de color azul logrando sacar aquel estremecimiento que tanto esperaba.

Aioria se encontraba ansioso de tener a Saga junto a él lo había sentido desde el momento en que el dueño había llegado con comida y tuvo que separar su mano del otro, su ansiedad no disminuyó tras comer y seguir conversando trivialidades con el anciano, tampoco cuando se les fue ofrecida una habitación, debía admitir que esta aumento más sus niveles y cuando ya se encontraron solos dentro de la recamara ya estaba a punto de desbordar, se sentía como un drogadicto con síndrome de abstinencia, porque eso era lo que el eón tenía en ese momento, abstinencia de Saga, de su droga, una que después de haber probado deseaba probarla otra vez más hasta saciarse.

–Yo no he dicho eso, pero podrías dejarme terminar de ordenar aquí, sólo será un momento–el castaño resopló aburrido y cedió a la petición de Saga abandonando la cercanía de su cuerpo y dejando que el otro terminara sus tareas.

Cuando las luces se apagaron ambos chicos estaban uno junto al otro Saga apoyando la frente contra el pecho del moreno y este otro oliendo el sutil olor a shampoo del cabello del gemelo, Saga se encontraba calmado y tranquilo entre aquellos brazos, comenzaba aceptar la cercanía del león casi como si fuese una necesidad creciente y el castaño por otra parte ya había aceptado que Saga se estaba transformando en una necesidad a la hora de dormir, su olor su calor, los latidos de su corazón y el aire caliente que soltaba al respirar, esa noche no se atrevieron a repetir lo de su noche anterior, el cansancio los había aturdido y la cómoda posición en la que estaban los arropó en el sueño de Morfeo casi al instante, sin saber en qué momento sus mentes se apagaron.

 

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Saga despertó a mitad de la noche, podía escuchar la respiración del castaño a un costado de él, el viento soplar y el estruendoso sonido del mar en la costa. Saga se acomodó buscando retomar nuevamente su sueño pero después de unos minutos y el calor que comenzaba a sentir se dio cuenta que era perder el tiempo, ya no tenía sueño, al abrir sus parpados se sentía tan despierto como si fuese de día, resopló pesado y se levantó de la cama lentamente y sin meter ruido para no perturbar el descanso de otro.

Bajó las escaleras de la posada hasta el segundo piso y se dio el permiso de salir por la puerta que daba al patio trasero de la residencia, la brisa causó un escalofrío en el cuerpo de mayor, su ropa de dormir consistía en una playera y un short corto de algodón que tapaba la mitad de su muslo, la noche estaba fría, abrigó sus brazos con sus propias manos buscando el calor y observando lo que había alrededor, una terraza, un par de mesas con un quitasol y una piscina cerca de ellas, que no se sorprendió de ver luego de haber visto el interior de la lujosa posada.

Saga se sentó a un borde de la piscina y hundió sus pies en ella, el agua estaba menos helada de lo que podía haber pensado, al medio de la gua se podía observar el brillo plateado de la luna reflejándose en ella, movió sus pies y observó el horizonte, no ocurría nada extraño como lo que el anciano le había relatado ese misma tarde, no se veían figuras, no se escuchaban disturbios ni aleteos, parecía ser una noche tranquila como cualquier otra.

Pero entre la brisa primaveral se comenzó a escuchar un sonido, uno que se fundía muy bien con el viento y que pasaba casi desapercibido, pasado un tiempo el sonido cambió y pasó a ser diferente al de aire, era casi una melodía, una canción como había descrito el dueño del lugar. Buscó con sus ojos el lugar de donde provenía la música pero no encontrarlo, sólo veía mar y el reflejo de la luna en ella.

El gemelo escuchó a lo lejos los pasos de una persona corriendo por las calles y sin pensarlo dos veces decidió avanzar ágilmente por entre los techos de las casa corriendo y saltando, hasta que pudo observar la figura de un hombre de su misma edad corriendo en dirección hacia la playa; mientras más se acercaba a la costa la canción se hacía más clara y cuando pudo estar cerca del sujeto lo detuvo agarrando su muñeca, pudo ver como este tenía los ojos nublados, hipnotizado y no tenía conciencia propia de su cuerpo, el sonido no se detenía y parecía que también quería nublar su mente, cosas que nunca pasó, si había algo que no se podía hacer con Saga era apoderarse de su mente, ya no, si ni su parte oscura pudo hacerlo nada podría.

El gemelo sacó del trance al hombre, posando su dedo en su frente y dejando salir un poco de su cosmos, el asustado sujeto al verse en un lugar que no era su casa se alarmó y temió por su vida pero dando uso de su facilidad de hablar con las personas lo calmo y le pidió que volviera a su casa lo más rápido que pudiera. Cuando Saga perdió de vista al sujeto comenzó a caminar alrededor de la costa, buscando de dónde provenía exactamente aquella melodía.

Saga avanzó hasta más allá de donde la arena de la playa le permitía y mientras más lo hacía el sonido parecía hacerse más fuerte, ya tenía una clara idea de que se podía tratar y no sería fácil capturar a una y pedir respuestas, mientras caminaba por entre los roquerios comenzó a trazar un plan en su cabeza que asegurara al menos tener la ventaja, no traía su armadura consigo, Aioria por otra parte ni si quiera sabía que no estaba junto a él en el cuarto y seguramente el castaño se molestaría con él una vez volviera.

Al estar más cerca del agua el escenario comenzó a cambiar, escuchó risas, chapoteos de agua, se vió rodeado de un inmenso campo de flores y a lo lejos un árbol en el que descansaba una persona, Saga confirmó sus sospechas pero siguiendo con el teatro que habían hecho para él siguió caminando, la voces se hacían más claras y aquellas risas más cercanas, sus pies y piernas estaban mojadas, una voz que se acercaba más y más le decía que siguiera avanzando hasta que sintió el frio tacto de una mano húmeda enroscarse contra su muñeca y fue cuando decidió que era su tiempo de actuar.

El escenario se hizo añicos en cosa de segundos al mismo tiempo en que comenzaba liberar su cosmos, agarró con su mano el brazo de aquella criatura que hace unos instante lo había detenido y usando su fuerza extrajo con brusquedad su cuerpo del agua y lo azotó contra las rocas, una de sus manos aún en su brazos y la otra tirando de aquellos largos, mojados y adornados cabellos rubios.

La sirena con mueca de miedo se removía intentado huir, su cola se mecía de lado a lado buscando liberarse, el canto había cesado y podía escuchar como atrás de él las demás sirenas permanecían incapaces de realizar cualquier movimiento.

– Esto no tardará mucho tiempo, díganme que hacen con las personas que atraen al mar, no sabía que la sirenas tenían esa predilección por la carne humana– dijo el gemelo mirando directamente a los ojos de la mujer.

– Nosotras no hacemos nada, son ellas, lo hacemos para protegernos, ya se llevaron a dos de las nuestras y eran los humanos o nosotras– respondió la rubia sirena, sus ojos grises parecían brillar bajo la luz de luna, Saga comprendió en ese momento que las sirenas no eran el único enemigo en esa isla, y de seguro no tardaría en descubrirlos porque unos aleteos y gritos anunciaban la llegada de aquellos otros seres causantes de todo lo que ocurría en Santorini.

–Llegaron las arpías…–la sirena mantenía una mueca de horror en el rostro mientras sus ojos se enfocaban en las dos siluetas que venían agitando sus alas hasta donde se encontraban ellos.

 

 

 


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