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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Sólo puedo decir que el capítulo estaba listo desde el jueves pero debido a que me las dí de entrenador pokemon aplazé la correción y releerlo hasta hoy aajajaj lo lamento.

quiero cmo siempre darle las gracias a todos lo que siguen este fic, que como dije no lo dejaré de lado, volví a leer lo que he escrito para retomar hilos que había dejado atras y me pasó que dije "ooh cierto que había escrito eso" ajajaj en fin sin dar más lata espero les guste el capítulo otsho.

Advertencias: miel, corazones, saga badass, odio momentaneo, frases cliché.

 

CAPÍTULO VIII

ATAQUE AEREO, SOMBRAS DEL PASADO Y UNA FRASE CLIHÉ

 

Saga escuchó el alarido de un ave y un apresurado aleteo que se aproximaba a gran velocidad, la sirena intentaba con todas sus fuerzas zafarse del agarre de su captor pero sin tener ningún resultado, el gemelo analizaba su entorno ideando un estrategia antes de que las criaturas llegaran, estaba sólo, como habían dicho las sirenas no podrían luchar y menos ser una ayuda, su armadura estaba demasiado lejos incluso para poder llamarla con su cosmos al igual que el castaño, no recordaba la última vez que había blandido sus puños en batalla y si lo recordaba bien su entrenamiento duró hasta que portó la armadura de géminis.

La luz de la luna dejaba ver a aquellos seres alados cubiertas de plumas por todo el cuerpo, un híbrido de un humano con ave de carroña, las garras de sus pies lucían brillante al fulgor lunar, dos mujeres, dos arpías, dos alaridos casi burlones  y ansiosos por tomar su presa.

– ¡Huyan! –la sirena había gritado desesperada hacía las otras, su grito era de dolor, lastimoso y tras soltar sollozos se escuchó un sonido de chapoteos en el agua cuando ya se habían marchado.

El ser de rubios cabellos comenzó a llorar  resignada a su destino, no había podido zafarse de aquel hombre y ahora tanto él como ella serian el alimento para aquellos malvados monstruos. Primero se escuchó una risa y luego el sonido de un cuerpo en picada, en sólo segundo la mujer había sido lanzada con brusquedad hacía otro lugar perdiéndose entre las rocas mientras que la arpía se quejaba de dolor contra las rocas.

Saga sabía lo que tenía que hacer, su primer movimiento era decisivo y debía ser calculado con precisión, al último segundo fue capaz esquivar el ataque de la arpía y había puesto a la sirena “a salvo”, su cosmos se elevó volviendo a sentir ese cosquilleo bajo su piel como un nostálgico recuerdo, su cuerpo se cubrió con una luz dorada, no tendría su armadura en ese momento, pero no sería una presa fácil de atrapar, se acercó a la criatura que había impactado contra las rocas, esta gritaba de dolor mientras movía estrepitosamente sus alas intentando levantarse sin tener resultado.

Saga se posó frente a la criatura, su cosmos ahora lucía como una bruma color oro que cada vez aumentaba más de intensidad, sus ojos por un momento se volvieron de un color rojo y al levantar su mano pronunció  “Satán imperial” y de su mano derecha un rayo de luz atravesó la cabeza del ser mitológico que al instante se calmó; Saga miró de soslayo a la otra arpía que aún estaba en el aire agitando sus alas incrédula de la situación.

–Aelo, deja de jugar y mata al humano, no tenemos tiempo para jugar con la comida– la criatura alada había hablado dirigiéndose a su hermana en tono molesto y sin quitarle los ojos de encima, pero está no respondía e inclusive tras haberse parado del suelo yacía inmóvil en el mismo lugar.

– No te escuchará ahora, la arpía responde a mis órdenes ¿No es cierto Aelo? –la mencionada asintió con la cabeza tras ser nombrada y el gemelo sonrió satisfecho al ver la cara de la otra mujer en el cielo verse retorcer en odio, todo estaba saliendo tal como él lo había planeado, pero aún le quedaba la otra, no deseaba pelear, quería evitar cualquier enfrentamiento que pudiese amenazar su vida y el control mental que podría ejercer sobre las arpías era su carta de triunfo.

Pero Saga no contaba con la reacción que tendría la criatura, la arpía se lanzó en picada hacía el mar y tras unos segundos apareció entre las aguas dirigiendo sus patas hacía él las cuales alcanzaron a arañar su brazo dejando un profundo corte del cual comenzaba a correr hilos de color rojo por su brazo, aún junto a él está lanzó otro golpe con sus alas pero Saga pudo esquivarlo agachándose y rápidamente contratacando con un puñetazo que golpeó el rostro de la arpía.

Saga sintió el ardor proveniente de su brazo derecho y sintió el tibio líquido carmesí correr entre sus dedos, no podía hacer que su  batalla durase más tiempo, no podía seguir perdiendo sangre, tenía que seguir barajando sus opciones y buscar la que más le fuese de ayuda.

– ¡Aelo ataca a la otra arpía!–ordenó el gemelo a la criatura que aún seguía bajo su control y sin esperar una segunda ordenen esta comenzó a mover sus alas intentado golpear a la otra, Saga había conseguido la distracción perfecta para poder escapar del ser que lo había estado atacando hacía unos momentos veía como ambas arpías lanzaban golpes tantos con sus alas y sus garras, una buscando destruir a su contrincante y la otra esquivándola.

Saga se puso otra vez frente a ambas figura que seguían luchando sin fijarse que él nuevamente había elevado su cosmos, debía dejarlas fuera de juego lo antes posible, se repetía a sí mismo que por culpa de ellas Santorini estaba aterrorizada, buscaba excusas en su mente para justificar lo que estaba a punto de hacer, era como si otra vez tuviese aquella daga, era como si otra vez estuviese tras la espalda del patriarca levantando el filo dorado del arma esperando sigiloso la oportunidad para incrustarla en él, su mente mezclaba lo que veía con sus recuerdos de aquella vez, sus manos comenzaron a temblar, no podía perder, él había ganado se repetía así mismo, le había ganado a  Kanon  y  su maldad.

Saga se encontraba en medio de una disputa interna en la cual peleaba consigo mismo una vez más en sus deseos de no ser como aquella obscuridad, él actuaría en pos de la justicia  y la protección de personas esta vez, porque de aquello se convencía, de que si era capaz de acabar con la arpías los habitantes no tendrían por qué estar en peligro, ni ellos ni las sirenas tendrían problemas, se acabaría el miedo pero él no quería matar, no quería ser quien despojara la vida de alguien fuera tanto humano como una criatura, simplemente no quería hacerlo y no se sentía capaz de lograrlo pero sabía que sólo tenía una opción en esta situación.

Explosión de Galaxias

Su cuerpo se ilumino y utilizando su manos lanzó su ataque, todo lo que se encontraba a su alrededor, todo lo que alcanzó a tocar su técnica desapareció, un gran estallido se logró escuchar por alrededor de toda la costa, las roca y el agua de mar salieron disparadas en distintas direcciones, Saga calló de rodillas con sus ojos empapados en lágrimas odiándose a sí mismo por lo que acababa de hacer, se sentía horrible, aquella sensación había sido peor de lo que había imaginado, se sentía asqueado de sí mismo y no podía detener la profunda decepción y tristeza que sentía dentro de su corazón.

Su mirada azulada se levantó mirando el brillo plateado de  la luna y alcanzó a observar como una figura que a débiles aleteos surcaba los cielos en dirección a los acantilados, su ataque sólo había destruido a una de las arpías y probablemente era aquella que había sido controlada con su satán imperial, la culpa no aminoraba, pero sabía que mucho ya no podía hacer por ella.

Saga limpió los retos de lágrimas que aún había en sus ojos y se levantó quejándose por el dolor que aún permanecía latente en su brazo, la sangre no había dejado de salir y aún debía encontrar a la sirena. Con su mirada comenzó a buscar entre las rocas hasta toparse con la cola color plata y los cabellos rubios de ella, Saga la tomó rápido entre sus brazos y al acercarse a ella se dio cuenta que le costaba respirar, avanzó con ella rápido hasta la orilla del mar y la introdujo en las aguas, la mujer abrió los ojos bajo el agua mientras se vía como un montón de burbujas  que salían de la boca de la chica y reventaban en la superficie del agua.

La sirena aún algo temerosa se atrevió a asomar su cabeza frente al humano y lo miró directamente a los ojos, viendo aquellos rastros que habían dejado sus lágrimas y el enrojecido tono que había tomado su globo ocular, la sirena se acercó y con uno de sus dedos quitó la humedad de su ojo derecho que aún se mantenía entre sus pestañas sin apartar sus ojos grises de él.

– Tienes unos ojos hermosos humano, llenos de tanta pureza pero a la vez de tanta tristeza ¿Qué tuviste que pasar para poder tener esta belleza tan agridulce? – la sirena poseía una voz dulce, casi hipnótica pero una mirada que podía perforar tu alma y ver hasta tus más íntimos secretos, tus miedos y tristezas, sus ojos nuevamente amenazaban con comenzar gotear para la sirena lo detuvo.

–Por favor no llores– la suave mano de la chica acarició su rostro mientras volvía a hablar– gracias por salvarme, no tenías por qué hacerlo, yo también sentía ese dolor, yo no quería que las arpías sacrificaran a mis hermanas una vez más, no quería que ellas se llevaran a los humanos, pero no había nada que pudiéramos hacer, gracias, gracias por salvarme a mí, a mis hermanas y a los tuyos– aquellas palabras calaron en lo más hondo del gemelo, esas habían sido las palabras que había deseado escuchar, su carga no aminoraba, aquella sensación le producía repulsión aun pero sabía que sus acciones lograban un bien.

– Me llamo Teles y ¿Tú? – el rostro de la sirena había cambiado, ahora era mucho más amigable y Saga no podía notar si era sólo un truco más de aquella criatura.

– Soy Saga, caballero de dorado de géminis– al nombrar su puesto como santo de Athena la sirena miró asombrada para luego sonreírle.

–Ahora entiendo porque nuestro canto y nuestras ilusiones no te afectaron en lo más mínimo, no éramos rival para ti, ni si quiera esas arpías– mencionó la chica de rubios cabellos mientras mecía su cola en las aguas, Saga se puso a mirar con mayor detenimiento aquella parte de la criatura, sus escamas brillaban como la plata y las aletas se mecían suavemente entre las aguas.

– No lo creas, su canto es realmente hermoso, pero algunos de mis poderes son similares a los de ustedes, a diferencia que yo no sé cantar–Saga soltó una pequeña risilla la cual la sirena respondió con una sonrisa.

– ¿También puedes crear ilusiones? – Teles parecía entusiasmada con Saga y lo miraba con sus ojos plateados llena de curiosidad y a la vez Saga comenzaba a sentirse a gusto conversando con la chica mitad pez.

Saga asintió con su cabeza, luego de aquello cerró sus ojos y su alrededor se comenzó a transformar, copió aquella ilusión que las sirenas le mostraron, aquel prado rebosante de flores y cuando al chica si miró así misma pudo notar como un vestido blanco cubría su cuerpo y más abajo pudo observar un par de piernas– wow, esto… esto es maravilloso, hasta creo poder sentir y mover estos pies– el escenario se desvaneció mostrando nuevamente la figura habitual de la sirena y la iluminada noche en la que estaban.

Saga volvió a sentir el dolor en su brazo, un repentino mareo lo obligó a cerrar sus ojos y apoyar amabas manos sobre la fría roca, la sirena miró al chico sin entender lo que le ocurría hasta que pudo notar la sangre que corría por su brazo.

–Debes marcharte, Saga, tu cuerpo no resistirá más si sigues así, debes curar esa herida– Teles se acercó a Saga preocupada apoyando sus manos sobre las rodillas del gemelo– puedo llevarte hasta la costa frente al poblado nadando–

Saga por un momento dudó de aceptar su ayuda, aun no tenía clara las intenciones de la sirena pero cuando un nuevo mareo removió su entorno aceptó la ayuda de la chica. Saga se quejó de dolor al sentir el agua salada hacer contacto con su piel abierta tras meterse al mar, la rubia  puso uno de los brazos del muchacho por sobre su cuello y ella hizo lo mismo con el suyo  y cuando consideró que el chico estaba suficientemente firme comenzó a batir sus aletas, nadando lo más rápido que su cola podía a través del mar.

Al llegar a la orilla la Teles ayudó a Saga ponerse de pie, su piel lucía cada vez más pálida pero con el frío de las aguas y el agua salada parecía haber detenido en algo el profuso sangrado del brazo del geminiano, Saga caminó por la playa hasta lograr salir del agua, sus oídos alcanzaron a  escuchar el salpicar del agua detrás de él lo que significaba que Teles se había marchado, con las poca fuerzas que le quedaban y su ropa completamente empapada a paso lento fijó su curso hasta la posada.

 

***°***°***°°***°***°***

 

Saga sabía que algo como eso podía ocurrir y de hecho sabía que pasaría en el mismo momento en que vio a las arpías aparecerse sobre el cielo, Aioria lo miraba molesto y no parecía querer cambiar esa mueca de enojo sobre su rostro, Saga suspiro por séptima vez desde que había llegado a su habitación.

Al llegar a la posada se había dirigido directo a su habitación intentando en todo momento no meter ningún ruido, pero su esfuerzo fue en vano ya que al atravesar por la puerta el castaño se encontraba despierto y sentando en la cama observándolo. El rostro del león se había transformó por completo luciendo casi tan pálido como él venía y se puso rápidamente frente a él, al ver la herida sobre el brazo de Saga el castaño se llenó de ira, su cosmos aumentó demasiado en pocos segundo llegando a ser casi asfixiante para la cercanía de Saga, sin decir una sola palabra el leonino tomó a Saga del brazo y lo llevó hasta al baño y ahí dictó un par de ordenes como  “quítate la ropa y date una ducha yo buscaré un botiquín para curar esa herida” y para evitar problema Saga obedeció sin rechistar, pero avergonzándose de quitarse la ropa frente al castaño a pesar de que ya lo había visto desnudo en una ocasión.

Ahora Aioria lo miraba fijo, conteniendo su rabia interna, mirando sus azulados ojos para después mirar el brazo vendado, el gemelo aún no se atrevía a dirigirle directamente  la mirada por miedo a encontrarse con una de odio por parte del castaño, sabía que aquella situación no podía durar más y si Aioria no quería preguntar qué había pasado él sería el que tendría que dar el paso. – Lamento haber salido sin avisar, Aioria… pero no tuve tiempo de hacerlo, escuché los pasos de una persona corriendo, después el canto, luego las sirenas y sin darme cuenta estaba luchando contra dos arpías, no volverá a ocurrí, lo prometo– pronunció el geminiano.

– No te disculpes, comprendo porque lo hiciste, Saga, estoy molesto por no haber estado ahí y no haberme dado cuenta y muy molesto con esos malditos monstruos que te hicieron esto– la mano del castaño acarició el brazo de Saga por sobre la venda.

– Soy un chico fuerte puedo con un par de seres mitológicos– Saga se atrevió a bromear, mientras veía como Aioria alzaba una mano para tomarlo de la barbilla.

–No lo dudo, recuerda que la primera vez que te vi estabas furioso, haciendo temblar las cosas y tu hermano estaba inconsciente sobre los escombros de una pared, esa vez hasta yo tuve miedo – Aioria se acercó a los labios de Saga para darle un corto beso– pero supongo que el rostro inocente que pusiste después hizo que no me pudiera olvidar de ti en días– Aioria se había sonrojado gracias a sus propias palabras y podía ver como en Saga había tenido el mismo efecto, ambos recordaban la forma poco usual en la que se habían conocido y la seguidilla de sucesos que habían ocurrido para que ellos terminaran de esa forma mirándose directamente a los ojos sintiendo que estaban en el lugar correcto a la hora correcta.

Aioria recordó algo más en ese momento, algo que por estupidez del momento y por el exceso de información de aquel día había pasado por alto, Saga había pasado por varios problemas en su juventud, se había soportado a sí mismo y su hermano que tenía un insano amor por su gemelo, recordó las palabras de Saga que le habían dicho que aquel hombre tocaba su cuerpo con lujuria y un sentimiento de celos apareció de repente dentro de corazón de Aioria.

– ¿Saga odias a tu hermano? –su preguntaba había terminado con aquel ambiente de enamorados que se había creado dando paso a un momento de profunda incomodidad, Saga rehuyó de su mirada y el castaño se dio cuenta que había hecho mal en preguntar.

– ¿Por qué preguntas? –La voz de Saga no se escuchó como siempre, se escuchaba más seria e inclusive se atrevía a decir que más fría, pero aún con todo eso Aioria no pudo dejar el tema de lado.

– Recordé lo que me dijiste, recordé cuando me confesaste del ser obscuro que estaba en ti, recordé ese amor que sentía Kanon por ti y…–el león hizo una pausa casi mordiéndose la lengua evitando hablar de más – ¿Kanon sólo te tocó? – la mirada que le dedicó el mayor en ese momento pareció helarlo por completo, Aioria pasó pesadamente saliva por su garganta, la había cagado, no había otra frase que pudiese explicar mejor lo que había hecho, simple y llanamente la había cagado.

Pero con Saga las cosas no pasan como deberían ocurrir y aquella mirada que detuvo su pulso ahora destronaba su corazón, los ojos del chico de cabellos azules se anegaron en lágrimas unos iris azulosos cual zafiro demostraban dolor, sus labios inferior parecía temblar pero aun así Saga habló–no, no lo odio, es mi hermano, no podría odiarlo aunque quisiera y no sólo me tocó a veces pasaba su lengua por mi cuello, por mi espalda y cuando parecía que quería hacer algo más con mi cuerpo me lanzaba lejos de su vista al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacerme ¿Eso quería saber? – la voz de Saga no se quebró en ningún solo momento a pesar de que sus lágrimas no dejaban caer una a una desde la comisura de sus ojos.

–Saga yo… no llores– Aioria no sabía cómo enmendar su error y no encontraba las palabras precisas para hacerlo– soy un tonto, perdón–Aioria tomó el cuerpo de Saga entre sus brazo el cual se dejó abrazar y mantener la cercanía con el leonino.

– Eres el más grande de todos los tontos– dijo Saga apoyando su cabeza en el pecho del castaño.

Esa noche Aioria no durmió hasta que sintió que las lágrimas de Saga habían cesado entre las caricias que el daba en su cabello y por el cansancio de la lucha física y mental por la que había pasado esa noche.

 

 

***°****°***°°***°***°***

 

Saga despertó esa mañana rodeado del calor del cuerpo de Aioria, admitía que le gustaba estar de esa forma con el castaño y también comenzaba admitir que tal vez luego de la misión se le dificultaría dormir en la soledad de su cuarto, era su tercera vez compartiendo una cama, su tercera vez durmiendo junto a Aioria y esperaba que siguiera siendo de esa manera a pesar de que aún se sentía algo molesto/dolido por lo que había ocurrido en la noche, pero si debía ser sincero consigo mismo agradecía poder compartir ese dolor que había sentido durante muchos años con alguien más.

Al abrir sus ojos pudo notar que ya era de día, que el sol ya había iluminado la costa de Santorini, a abrir sus ojos y ser consiente del resto de su cuerpo se sintió viviendo otra vez una situación por la que ya había pasado, era de esperarse, ambos eran hombres y tal como a él a Aioria también le ocurría lo mismo, su mejillas se enrojecieron, su corazón empezó a palpitar más rápido de lo normal, el nerviosismo había logrado que la temperatura corporal no fuese igual en todo su cuerpo, su centro hervía mientras sus manos y pies se encontraban heladas hasta el punto de sentir como tiritaban sus dedos.

Su ingle estaba pegada a la de Aioria, sintiendo la erección del castaño chocar contra la suya; las imágenes de su noche en Paros aparecieron vividas en sus memoria, sus jadeos y los de Aioria, la fricción de su cuerpo y aquellas ansias de saber que paso venía después de lo que ya habían hecho. La tensión sexual que se había formulado entre ellos ya estaba sobrepasando la inocencia que aún conservaba, la imagen de Aioria mirándolo con deseo y una fricción de su ropa interior erizaron su piel, su mano se guío casi sola hasta su entrepierna y separando un poco su cuerpo del otro Saga metió su mano dentro de su bóxer y acarició su virilidad sintiendo al instante un escalofrío que lo hizo suspirar.

Su mano se movía lenta apenas tocando su piel, tanteando un terreno que nunca había explorado de su propio cuerpo, nunca lo había hecho, nunca había sentido aquella necesidad carnal pero ahora esta se encontraba casia flor de piel y el aroma que expelía el león de su cuerpo no ayudaba en nada a apaciguar sus ansias, dio un gemino casi inaudible cuando deslizó uno de sus dedos en la punta de su miembro el cual se había humedecido, la sensación era tan agradable que no se dio cuenta cuando su voz había empezado a sonar más fuerte y sus movimientos comenzaban a ser más notorios.

Cerró sus ojos para hundirse en las sensaciones que comenzaba a tener y concentrarse en el placer que estaba sintiendo pero se detuvo al sentir como unas manos que pertenecían a alguien que hace unos minutos estaba dormido se colaban por debajo de su ropa comenzando a tocar la piel de su espalda y bajar sin pedir permiso alguno hasta toparse con sus posaderas, Saga soltó un gemido por el roce que había sentido y sintió que por unos instantes su frecuencia cardiaca se había detenido, sus ojos azules se encontraron de frente con los fieros y verdes ojos de un león que estaba a punto de devorar a su presa, casi literalmente.

Aioria atacó el blanco cuello de Saga, lo besó, lo lamió, succionó para terminar con un mordisco que logró sacar un quejido entre dolor y excitación por parte del mayor, Aioria con una de sus manos había bajado la ropa interior del geminiano como la propia, ahora ambos miembros se encontraban friccionándose uno contra el otro uno sabiendo lo que hacía y otro reaccionando a la oleada de estímulos que sentía, el aire caliente que botaba el castaño desde su boca iba a parar al blanquecino cuello de Saga logrando que este sintiera una corriente eléctrica por todo su cuerpo.

– ¿Dónde quieres que te toque? –una voz grave, un rugido lujurioso por parte del león atravesó los tímpanos del de cabellara azul, Saga sabía exactamente qué es lo que quería pero su mente debatía entre el control y el deseo, entre sucumbir a los brazos del castaño o poner un alto.

–Aquí, Aioria– Saga eligió sucumbir tomando la mano del menor la dirigió hasta su entrada, pudo notar como este se había tensado para después quitar la mano de donde la había puesto Saga y llevarla  a su boca.

Saga vió los dos dedos morenos de Aioria cerca de sus labios y por simple instinto abrió su boca y comenzó a pasar su lengua humedeciéndolos por completo sintiéndose avergonzado por lo que estaba haciendo y la atenta mirada del otro sobre él; al abandonar su boca la mano del leonino se dirigió hasta el lugar donde había señalado y lentamente comenzó a sentir como uno de ellos hacía comenzaba a introducirse dentro de él mientras el otro acariciaba el borde, Saga no pudo evitar soltar un gemido y arquear su espalda, no había esperado sentir esa descarga eléctrica, ese desborde en éxtasis que se acrecentaba a medida que la longitud de los dígitos se adentraban en su ano.

Saga sintió ingresar el segundo dedo y con desesperación buscó la boca de Aioria la cual no le rehuyó, sus labios se movían con sincronización sintiendo como todo en su interior se encendía, la mano de Saga que había estado sobre el pecho del moreno bajó hasta tomar el pene del león y al igual que como él lo había estado haciendo con el suyo hace unos momentos comenzó a acariciar y mover su mano en un suave vaivén que sacó jadeos por parte de Aioria.

Ambos chicos querían avanzar, pero ambos no sabían cómo hacerlo, como dar aquel paso, si debían preguntar antes, si debían dejar que se diera por si sólo o simplemente quedarse como estaban, Saga comenzaba a dilucidar como era que funcionaba las relaciones entre los hombres y por el otro lado Aioria tenía claro lo que su cuerpo pedía. Los dedos del moreno salieron desde del interior de Saga sus miradas se encontraron ambos lucían exaltados y con su respiración apresurada, Aioria se puso sobre el mayor colándose entre las piernas de él que se abrieron para que se acomodare entre ellas, Saga se sentía vulnerable, indefenso, Aioria miró el cuerpo desnudo de Saga, blanco con alguna que otra marca rojiza que él mismo había dejado; saga cubrió su rostro con su brazo intentado de alguna manera esconder el rojo de sus mejillas–Saga mírame– el rostro del león  se había acercado al suyo y sus manos habían quitado las de él de su rostro.

– Quiero hacerlo, pero no deseo obligarte, si quieres que me detenga lo haré– un tierno beso fue depositado sobre su frente y una calidez envolvió el corazón del geminiano, aquello era lo que hacía falta, esa muestra de cariño, el saber que al igual que él Aioria estaba nervioso y que lo que estaban haciendo era igual de importante para ambos.

– Si, Aioria, quiero seguir–con una voz deseosa envolvió el cuello de moreno con sus pálidos brazos, aprovechando también la cercanía sus bocas para darse un beso.

Aioria con la ayuda de su mano posicionó su miembro frente a la entrada del mayor, ingresando centímetro a centímetro dentro del virginal cuerpo del  caballero de la tercera casa, deteniéndose cada vez que veía una mueca de malestar en el rostro de su Saga; cuando logró ingresar por completo soltó un gemido, el interior de Saga lo apretaba, generando una caliente presión en su pene; lentamente comenzó a moverse sintiendo el temblor de las piernas del gemelo al igual como esos gemidos involuntarios que empezaban a salir de aquellos labios color coral.

Aioria sacaba su miembro por completo para volver a entrar en aquella cavidad generando un sonoro gemido de Saga, al ver su rostro sabía que lo estaba disfrutando al igual que él, produciendo que aumentara su excitación y el ritmo que llevaban, la piel del trasero del gemelo chocaba contra la ingle del moreno provocando un sonido que se escuchaba por toda la habitación, la cama comenzó a rechinar a medida que las estocadas aumentaban, el de cabellos añil cerraba los ojos sin saber qué hacer con todo aquel goce, la mano del castaño se dirigió a su entrepierna que tanto necesitaba atención y comenzó a moverla al mismo ritmo al que él entraba y salía del interior de Saga.

–Aio… ria no aguanto más–entre jadeos avisó al menor que el punto culmine venía y que ya no había retorno, cuando Saga dijo su nombre con aquella voz quebradiza su cuerpo comenzó a moverse con más ímpetu hasta ver que el chico a bajo de él se retorcía de placer y veía como un espeso liquido perlado quedaba regado sobre su níveo cuerpo, unos minutos después Aioria llegó al éxtasis en el interior del gemelo soltando un sonoro gemido y teniendo que apoyar una mano sobre el colchón para no caer con todo su peso sobre el otro.

Sus bocas se volvieron a encontrar aún con las secuelas del orgasmo, besos lentos, tranquilos, llenos de ternura consumando su enlace, demostrándole al otro todo el cariño que sentían por él, Aioria se puso junto a Saga y atrajo la cabeza del gemelo para que reposara sobre su pecho ¿Qué se podía decir después de haber sentido el éxtasis? ¿Que se podía decir después de lo que habían experimentado? El vocabulario de ambos no lograba encontrar aquellas palabras perfectas para describirlo y sabían que probablemente no existiría ninguna aún.

– ¿Saga, quieres estar conmigo? – la palabra lo tomó por sorpresa y no supo que responder a ella, ya que Saga daba por hecho que ya estaba con él, Aioria vio la mirada confusa del gemelo y se dio cuenta que su pegunta no había sido bien formulada.

– Creo que no lo dije bien– dijo el castaño al momento que sus morenas mejillas se teñían de rojo – ¿Quieres ser mi novio? – el problema no era decirlo, lo que sucedía era que Aioria le avergonzaba decir una frase cliché, una frase que quizás no se adaptaba a la edad que ellos tenían.

– Si, yo… quiero ser tu novio, Aioria– Saga sentía lo mismo que el castaño pero de todas formas y a pesar de su notorio tono colorado había respondido.

Aioria tomó el mentón de Saga y lo besó, era su primer noviazgo, su primer beso con su novio, el flujo natural de los pasos que se dan en uno se habían alterado pero aquello no le quitaba lo especial.

 

 


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