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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Hola lamento la demora, pero me sucede que cuando comienzoa  escrbir el capítulo necesito muchas cosas que escribir para que todo encaje y aún así siento que es poco jajja espero les agrade el nuevo cap, enserio espero que sí

gracias a todos por los reviews y por leer este fic saludos.

PD: hay una especie de "regalo" en las notas finales.

 

 

CAPÍTULO IX

ARPIAS, EL LABERINTO Y LA ANFORA


 

— ¿Una vez más, explícame porque este debería ser la mejor manera de llegar? — su frente sudaba, su larga cabellera azulada no ayudaba en lo más mínimo en aplacar el calor que sentía y mucho menos el metal dorado que amenazaba con freírlo al sol, Saga deseaba dos cosas en ese momento, unas tijeras para deshacerse del frondoso azul que crecía de su cabeza que no recordaba porqué había decidido dejarlo crecer y lo otro era una botella de agua.

— Ya te lo dije, necesitamos el factor sorpresa, esos monstruos no sabrán que fue lo que los golpeó cuando lleguemos, aguanta sólo un poco más Saga ya casi veo la cueva— Aioria le sonrió, con aquella mueca que tanto le había empezado a gustar a Saga, una hilera de dientes blancos le saludaba pero que al mismo tiempo lo cegaba, temió por un momento perderse en ella y caer desde donde estaba afirmado.

Los caballeros dorados habían salido de la posada apenas estuvieron listos, en el desayuno había trazado un plan para llegar hasta donde se encontraba la arpía restante y con ayuda del dueño de la posada decidieron que debido a la geografía del acantilado la única manera de poder acceder a las cuevas que podrían albergar a aquellas criaturas era escalando varios metros la roca del desfiladero, para ellos no tendría por qué ser una tarea dificultosa, pero al parecer terminó siéndolo, el terreno no ayudaba, la roca era frágil en muchas secciones y cedían pedazos de ella al solo querer apoyar sus manos.

Su destino estaba a unos cuantos metros más arriba, o al menos eso esperaban ambos, siguieron escalando haciendo uso de sus habilidades para avanzar paso a paso, mano a mano, entre el dificultoso sendero que habían decido tomar, le sol no daba tregua y el aire marino tampoco parecía querer ayudar con el sofocante calor que sentían, la roca se calentaba más a medida que el tiempo pasaba, las manos de Saga comenzaban teñirse de rojo y estaba obligado limpiar aquel liquido de sus manos para prevenir resbalarse, el gemelo había olvidado lo que era estar en una misión, se sentía nuevamente en un entrenamiento, el tiempo de encierro en el templo de géminis había dejado un rastro y ese rastro le estaba pasando la cuenta.

Ambos chicos escucharon un alarido salir de la cueva, un alarido que Saga sabía reconocer en donde fuese y tras sentir que su factor sorpresa se había acabado vieron como dos mujeres pájaro salían de la cueva y  se dirigían en picada a atacarlos, Aioria fue primero en esquivar a una de ellas mientras que Saga al moverse había quedado suspendido en el aire anclado a la roca con sólo una de sus manos debido que la piedra cedió, al mirar hacia abajo el gemelo vió que nada bueno le esperaría si caía, rocas duras y  muchas con puntas serían su colchón de aterrizaje si se desconcentraba tan sólo por un momento.

Saga entendió que la noche pasada había acabado con tan sólo una de ellas, con Aelo la menor a la que en los libros la llamaban “viento tempestuoso” y de seguro las otras que quedaban aun vivas y alzaban su vuelo eran Ocípete y Celeno, vuelo rápido y la obscura respectivamente y podía intuir cual era cual, Celeno, la obscura de plumaje negro, con afiladas garras que lucían como el filo de una daga con una rostro atemorizante arrugado y que desde las cejas y el cuello comenzaba a cubrir piel por aquel manto color ébano, la otra de alas más largas de un color marrón opaco, la misma que había estado en la costa, a la misma que había dejado herida pero que ahora lucía como nueva, lo veía con odio, en especial a él y ya se podía imaginar cual era la razón de tanta furia.

El segundo ataque no se hizo esperar pero esta vez aquellos seres mitológicos que los atacaban fueron los perjudicados, Aiora logró ensartarle un patada  que luego del golpe su vuelo comenzó a tambalear, no podía usar su técnica o al menos no libremente debido a las circunstancias en la que estaban, necesitaba precisión para realizarla tan sólo necesitaba asestar un golpe contra ese monstruo y estaría acabado pero pensarlo era mucho más fácil que hacerlo y lograrlo con total éxito. El castaño dirigió su mirada hacía Saga que por unos momentos pareció perderlo de vista y al no encontrarlo cerca de él temió, sintió un escalofrío recorrer su piel, miró hacia abajo con el miedo de encontrarse con sus pensamientos hechos realidad,  pero el único azul que alcanzaban ver sus ojos era el azul del mar que se encontraba más allá.

Aioria sintió una oleada de cosmos, aquella que sintió cuando por primera vez conoció cara a cara al caballero de la tercera casa, ese poderoso cosmos que amenazaba con seguir elevándose y destruir todo a su paso, la tierra a su alrededor tembló y Aioria tuvo que aferrare como pudo a la roca, dando un vistazo rápido vio a las arpías frente al acantilado, una con una mirada feroz y amenazante mientras que la otra mantenía un mueca de horror en su rostro como si supiese lo que estaba a punto de pasar.

¡Satán Imperial!

Aioria observó como un rayo de luz atravesó el cielo desde la cueva de donde seguramente se encontraba Saga llegar directo a la arpía de plumaje negro, la pose amenazadora que había tenido hace unos momento había cambiado, lucía ida, tan sólo volaba en el mismo lugar, Aioria se preguntaba que pasaba sin entender realmente lo que estaba ocurriendo y en un par de segundos volvió a escuchar aquellas mismas palabras y el mismo rayo de luz terminó dándole de lleno a la otra arpía dejándolas ambas en las mismas condiciones, ninguna atacaba, miraban el vacío y el castaño podía asegurar de que si no se encontraran volando permanecerían completamente inmóviles.

— ¡Celeno, Ocípite bajen a tierra y no se muevan hasta que yo se los ordene! —El león parpadeo por unos instantes, había escuchado la voz de Saga y por un momento se preguntó si es que este sabía lo que estaba haciendo, no era posible que le ordenara a ambas criaturas que le obedecieran como si nada pero al ver como las arpías descendían el vuelo hasta tierra firme se dio cuenta que había mucho que aún no conocía de Saga.

El leonino miró hacia arriba en dirección de donde vino la luz y pudo a ver a Saga con un rostro preocupado extendiéndole la mano para que pudiera subir hasta donde él se encontraba. Aioria escaló un poco más y tomó la mano del gemelo quien lo impulsó hasta  estar dentro de la cueva, el león cayó sobre Saga que lo miraba con sus mejillas ruborizadas por su cercanía, Aioria un no podía creer que aquel hombre que fue capaz de sobrevivir al ataque de una arpía de noche sin armadura y que además  que en tan sólo unos segundos logró domar a las bestias ahora luciera tan frágil y avergonzado debajo de él, era quizás unas de las interrogantes que jamás se podría aclarar pero que no le importaba si ese Saga que lucía tan lindo cerca de él no cambiaba.

— Tu factor sorpresa no nos sirvió de nada— dijo Saga mirándolo ahora totalmente serio pero aun con su rostro teñido de rojo.

— Tú eras el factor sorpresa, lo que hiciste no lo vieron venir y a decir verdad ni yo sé muy bien que ocurrió— el castaño miraba directamente a los ojos de Saga, mientras este otro intentaba duras penas mantener su verdosas esferas hacia el frente.

— Saga… ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo sabías sus nombres?— el león se distanció del gemelo y se sentó sobre la fría y dura roca, Saga hizo lo mismo pero en completo silencio, como eligiendo adecuadamente las palabras que debía decir y sin saber por dónde partir exactamente.

— Sus nombres los conocía por literatura antigua eran las tres hermanas, las arpías Celeno, Ocípite y Aelo,  y lo otro que viste… fue una técnica de control mental, se llama satán imperial, es un técnica correspondiente a los santos de géminis, es una técnica oculta y casi prohibida  por así decirlo y con el que la use no podrá hacer nada más que obedecer mis órdenes… Aioria sé que no es  lo correcto, pero no me siento bien haciéndole daño a los demás, lo descubrí ayer, soy un santo de Athena, debería saber que estoy casi destinado a usar la violencia, pero… yo no puedo, no quiero ser como ese ser que una vez vivió dentro de mí, no quiero lastimar a o herir a alguien, cuando usé mi técnica más poderosa contra la arpía sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos y yo…—la voz del gemelo comenzó a temblar, sus ojos se anegaron en lágrimas que amenazaban con desbordarse por sus mejillas, en un rápido movimiento el caballero de la quinta casa tomó al otro chico entre sus brazos y comenzó a acariciar su cabello.

— Saga, está bien y lo comprendo, si no fueses de esa forma no serías tú, tranquilo yo no diré nada malo, además si no fuese por ti no hubiésemos podido tan fácil con ellas dos, la cosa ahora es como conseguir una jaula gigante para mantenerlas adentro— aun apoyando su cabeza sobre el pecho de Aioria Saga soltó una pequeña risilla, provocando una sonrisa en el castaño.

Aioria se preguntó que hubiese sido de Saga si aquel ser maligno se hubiese apoderado de él, en que hubiera terminado, su piel se erizo al recordar el cosmos que emanaba el gemelo, tan poderoso, tan destructivo, capaz de arrasar todo a su paso ¿Qué hubiese hecho aquel ser con todo ese poder? Pero el calor de Saga lo trajo a la realidad, en donde él se encontraba consolando, acariciando y protegiendo a un Saga que no desea lastimar, a un a veces tímido Saga que está junto a él y que ahora era su pareja.

 

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— ¿Estás seguro que si las dejamos ahí no harán nada? — Aioria lucía algo preocupado, aun incrédulo por el alcance de técnica de su compañero.

Tras pisar tierra firme y agradecer a todos los dioses que no tuvieron ningún problema al bajar se enfrentaron a los dos problemas alados que estaban inmóviles frente a ellos, no podían dejarlas libres sin cuidado, o a menos Saga no quería eso, así que entre ambos pensaron que la mejor idea era dejar a ambas criaturas tras las celdas de la estación de policía de Santorini.

— Si, les ordené que hicieran todo lo que el jefe les ordenara, además el calabozo se veía muy seguro sólo espero que puedan mantenerlas ahí sin que ocurra ningún percance— Saga respondió con su ya habitual rostro serio, que contrastaba con el Saga que veía Aioria cuando estaban solos.

— Los muchachos de la estación casi se desmayaron cuando nos vieron llegaron con las arpías, estoy seguro que uno dio un grito demasiado agudo cuando llegamos— Aioria reía recordando la escena y el rostro de cada policía cuando vieron a Saga junto a esas criaturas tan atemorizantes actuando como cachorros amaestrados siguiendo cada una de sus órdenes, Saga negó con la cabeza mostrando una sonrisa en su rostro, él también lo recordaba y lo que había pasado también se le hacía cómico.

Ambos chicos caminaban por el borde costero, el clima era agradable, el rumor de que las criaturas que atormentaban a Santorini habían sido capturadas se esparció rápidamente ya que la cara de los habitantes  era de felicidad, respiraban hondo al salir de sus casas, al caminar por la costa, sonreían cada vez que podían como si hubiesen recuperado algo que se les hubiese arrebatado, y ese algo era la libertad, su libertad de caminar por su tierra amada sin temer por su vida, la libertad de tocar el agua de las costas sin temor de desaparecer.

Saga caminó hasta la orilla de la playa, había dejado la caja de su armadura sobre la arena custodiada por un león que al parecer no le agradaba la idea de meter sus pies al mar y sólo se quedó viéndole  como el avanzaba hacía el vasto color azul de las aguas.

El castaño vio a Saga alejarse, vio el índigo de sus cabellos, ese hermoso azul que amenazaba con fundirse con el mar y desaparecer, Aioria sintió como su pecho se oprimía al pensar en que Saga se perdería entre las agua, al ver esos gráciles movimientos de sus cabellos con la brisa salada, incluso se obligó a alzar su mano para alcanzarlo pero sentía que este se le escapa de entre los dedos pero aquella horrible ilusión terminó cuando el gemelo dio vuelta su rostro para darla una sonrisa y saludarlo con su mano, el agua ya lo cubría hasta la cintura, Aioria en ese momento pensó que quizás Saga tenía una extraña fascinación con en el agua del mar y meterse con ropa a nadar.

Saga…Saga….

El geminiano parpadeó unos momentos al escuchar su nombre ser pronunciado casi como un canto, canto que cada vez se hacía más fuerte y lograba escuchar con más claridad, aquella voz ya la conocía aunque tan sólo la oyó una sola vez podría reconocerla en cualquier momento, quien pronunciaba su nombre era una sirena y no una cualquiera, pudo al agachar su rostro como un brillo plateado se mecía cerca de él y supo al instante de quien se trataba.

Una cabeza rubia se asomó desde el océano con su cara llena de felicidad y gratitud, el dorado le respondió la sonrisa y comenzó a hablarle.

—Gracias por lo de anoche, Teles, gracias a ti pude tratar mi herida, ahora estoy como nuevo— la sirena agrandó aún más su sonrisa a ver como el humano movía su brazo con total fluidez sin mostrar alguna señal de dolor.

—No, te equivocas Saga, yo y mis hermanes estamos en deuda contigo, acabaste con la arpías, ya no tenemos a que temer, somos libres de nadar con tranquilidad si hay algo en que te pueda ayudar sólo dímelo y prometo hacer lo que sea para ayudarte. — Tras escuchar a Teles Saga recordó lo que Dionisio les había contado y pensó que tal vez no sería mala idea pedirle ayuda a las sirenas para encontrar información.

—Si hay algo en que me puedes ayudar, Teles— la voz del santo se detuvo unos momentos para luego proseguir— verás nuestra misión principal era traer tranquilidad en lugares donde se ha visto la aparición de criaturas de la era del mito, pero en Kalamaki y Paros descubrimos que la diosa Perséfone fue injustamente castigada y las ninfas y el dios Dionisio nos pidieron si podíamos ayudar a descubrir la verdad de todo, existe un ánfora que al parecer está escondida en algún lado y bueno quería saber si sabías algo de eso— la sirena se mantuvo en silencio concentrada en sus pensamientos, Saga mantenía la esperanza de que la muchacha supiese de algo o tuviese algún indicio de por dónde comenzar a buscar.

— No sé si estará relacionado pero, más allá de esa roca en el mar hay unas ruinas, el día que llegamos a Santorini sentimos una presencia extraña salir de ellas, un cosmos muy poderoso, casi… casi como el de un dios, lo curioso fue que luego de que aquello ocurrió el coral de ese lugar comenzó a crecer a su alrededor hasta cubrirlo por completo formando una especia de barrera que lo cubre, es casi como un laberinto ahora, no hemos intentado ir hasta las ruinas, pero creo que quizás algo tenga que ver con lo que ustedes buscan, Saga— La sirena se alejó de improviso al ver la silueta de otro hombro acercarse a donde estaban de un modo muy amenazador sin si quiera alcanzar a despedirse.

— ¿Que fue eso? —Aioria alcanzó a notar unas aletas plateadas moverse rápidamente cuando se colocó junto al mayor.

—Ella era Teles, una sirena, es inofensiva así que no hay de qué preocuparse y creo gracias a ella tenemos una idea de donde podría estar lo que buscamos, Aioria, por cierto… ¿sabes nadar? —La cara de confusión del león causo gracia en el geminiano haciéndolo soltar una carcajada mientras que el otro dorado se quedaba quieto intentado averiguar qué era lo que Saga se traía entre manos.

 

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El sol pegaba con más fuerza aún, sus ropas comenzaban a secarse, el dorado de las cajas de pandora parecía cegar a cualquiera que quisiera verlas, ambos apoyaban su espalda en cada una ellas aprovechando el calor y la tranquilidad de la playa para secar su ropa y relajarse por unos instantes, tenían decisiones que tomar y temas que aun debían tocar.

— ¿En serio confías en las sirenas? Saga, ya debes saber cómo es su historia, ellas atraían a marineros a la muerte, no entiendo esa extraña facilidad tuya de hacerte amigos de criaturas tan rápidamente y ganarte su confianza — Aioria resoplaba angustiado aun sin creer todo lo que decía de la asombrosa y amable criatura.

— De querer hacerlo ya lo hubiese hecho, ella fue quien me ayudo a llegar a la costa cuando fui herido por las arpías si no confías en ellas confía en mi— y cuando Saga dijo eso e inconscientemente hizo un puchero el castaño no tuvo valor de seguir debatiendo, el gemelo podría pedirle lo que fuese y si ponía esa cara, él no tendría valor para negárselo.

—De acuerdo está bien, pero antes le avisaré a mi hermano lo que está ocurriendo y si, le pediré que no le diga nada a la diosa, no aún— el gemelo puso una cara feliz en su rostro, haciendo que el castaño se sonrojara por cómo se estaba comportando con Saga y la contagiosa felicidad que se le pegaba de tan sólo verlo, sonreír.

— ¿Saga… como sigue tu cuerpo? — esta vez fue el turno del gemelo de cambiar la tonalidad de su piel y rehuir la mirada verdosa de Aioria por la vergüenza que comenzaba sentir, pese a lo que había pasado esa misma mañana, aun o se encontraba mentalmente preparado para volver a recordar aquellas escenas que le quitaban el aliento.

— Estoy… bien, no te preocupes—el de cabellos color índigo sintió como su mano era tomada por el castaño, sintió la arena tibia bajo sus pies, el olor a sal, la cálida brisa de una primavera en la costa y pensó que pasaría cuando su misión acabase.

Le gustaba mucho todo lo que estaba pasando exceptuando la parte del misterio de la ánfora y lo de Perséfone, pero desde que había ocurrido él y Aioria habían comenzado a estar juntos, tenía a alguien con quien tomar su mano bajo el sol, frente a una playa y el sentimiento de estar de vacaciones en una hermosa playa mediterránea lo obligó a sonreír una vez más.

—Aioria…— el castaño miró hacia Saga al escuchar ser llamado— ¿Qué haremos cuando lleguemos al santuario? ¿Qué pasará con nosotros? Lo que hacemos está mal bajo la mirada del santuario— el menor apretó aún más la mano de Saga, y desvió su mirada hacia el mar.

— Ya no creo poder estar contigo siendo tan sólo un conocido o un simple amigo pero cuando lleguemos al santuario eso debemos ser, al menos para los ojos de los demás y cuando nadie nos vea, cuando sólo estemos tu y yo seremos nosotros, no quiero estar lejos de ti aunque eso signifique romper las reglas de tierra santa y escondernos de todos— un brillo apareció en los ojos de Aioria que los hacían brillar cual esmeraldas, Saga se quedó atónito frente a las palabras del castaño, él debería ser quien dijese aquello, él era el mayor, quien debía controlar ese tipo de situaciones pero frente a Aioria se sentía diferente pero aquello no le molestaba en lo absoluto.

— Ven, vamos — de un momento a otro Saga soltó su mano y se levantó y  corrió en dirección hacia el mar.

Aioria sonrió y se levantó rápidamente siguiéndole el paso a Saga, cuando lo pudo alcanzar se lanzó sobre él produciendo que ambos cayeran al mar, empapándose una vez más de pies a cabeza lo poco que habían alcanzado a secar su ropa, Aioria vió los cabellos de Saga taparle el rostro con su mano y destapo su cara dejando ver esas hermosas facciones, esa blanca piel y los carnosos labios color coral de Saga y sin resistirse acercó los propios a ellos y lo besó, el león sintió el sabor a saliva, a mar, a sal, a Saga, todo era perfecto junto a él y no pediría que fuese de otra manera.

 

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— ¿Pueden llevarnos hasta las ruinas? — Saga estaba agachado mirando a la sirena y Aioria a un costado de él observando con detenimiento a la muchacha, sí, debía admitirlo que la historia no era herrada, las sirenas poseían una belleza casi aterradora incluso más que las ninfas pero se asombraba al sentir que Saga no se veía opacado por ello en lo más mínimo casi como si ellos dos fuesen parte del mismo lienzo.

— No sabemos cómo movernos dentro del laberinto, sería peligroso para ambos, necesitan aire para sobrevivir, Saga, es muy arriesgado, si nos quedemos atrapados por muy rápido que vayamos nada nos asegura que puedan salir a tiempo— la chica lucía preocupada y algo alterada, el leonino sabía que ella tenía razón pero el rostro de Saga parecía no querer dar chance.

—Descuida, Teles, conseguimos tubos de oxígeno de un equipo de buceo, nos dijeron que el aire dentro de ellos nos podría durar medía hora con eso podríamos respirar un tiempo bajo el mar, esos treinta minutos deberían ser suficientes para poder explorar las ruinas, iremos marcando el camino para no perdernos, todo saldrá bien, pero necesitamos de ustedes para que nos guíen— Teles pareció meditarlo por un tiempo pero terminó aceptando, Aioria comprendió que no sólo a él le pasaba, que a la parecer Saga tenía una habilidad sobre humana de conseguir cosas tan sólo utilizando su sonrisa.

—Aioria, ella es Teles, Teles, él es Aioria santo de Leo— Saga presentó al castaño con la sirena que se miraron unos segundos antes de emitir alguna palabra finalizando con un “gusto en conocerte” por parte de ambos.

Saga y Aioria decidieron que no sería conveniente llevar sus armaduras ya que no sería nada más que un estorbo bajo el agua así que sólo utilizaron sus ropas, los tanques de oxígeno y unas gafas para poder bajo el mar. Al sumergirse sintieron el frío líquido tocar su piel y nadaron con ayuda de la sirena hasta  sobre donde se suponía debían estar las ruinas, al rato llegaron dos chicas más que respondían al nombre de Pisínoe  de largos y lisos cabellos castaños, ojos ámbar y escamas verdes y Molpe de cabellos anaranjados unos grandes ojos turquesa y de escamas del mismo color, ambas criaturas accedieron a ayudar sabiendo lo que ambos chicos habían hecho con las arpías, Teles sería la encargada de liderar el camino mientras que las otras dos ayudaran a llevar a ambos chicos tras ellas.

Al sumergir sus rostros tanto Saga como Aioria quedaron sorprendidos por lo que veían sus ojos,  corales  de gran tamaño y de todos los colores que pudiesen existir verde, rojo, amarillo, rosa, se alzaban rodeando una estructura de piedra, sus vividos colores contrastaban con el profundo azul de la aguas, los peces nadaban entre ellos siendo parte del ecosistema habitual pero por mucho que intentaran mirar apenas se lograba ver las ruinas tras aquella frondosa barrera de corales.

Las sirenas tal como lo prometieron avanzaron lo más rápido que podían dar sus aletas, tenían tan sólo treinta minutos para lograr explorar el lugar, al entrar por entre los espacios de la barrera fueron marcando con barras fluorescentes que dejaban ver un notoria luz color amarilla verdosa.

Sabían que poder ingresar no sería fácil y con cada aleteo que daban el tiempo se les agotaba, si no encontraban alguna manera de entrar a la ruinas su esfuerzo no valdría de nada, Aioria nunca fue bueno para ser paciente y al mirar hacia su compañero Saga pudo notar esa impaciencia a flor de piel del león, pero tras mirar con detención hacía un lugar que se veía más obscuro de lo normal pidió a la sirena pelirroja que iba con él que lo acercara.

Bajo grandes capas de coral se podía observar una gran abertura, Saga estaba seguro que por ahí podrían ingresar hacía el lugar, el geminiano movió su cabeza indicándole a los otros donde debían ir y para su sorpresa antes de que el mayor pidiese hacer algo, el castaño alzó su cosmos y golpeo el coral dejando libre la entrada hacía las ruinas.

Las mismas barras que llevaban  fueron entregadas a cada uno para ir iluminando los obscuros pasillos, pasillos que parecían ser interminables, el lugar era misterioso y la presencia de algo extraño se acrecentaba con cada metro que nadaban, al doblar en una esquina a lejos pudieron ver una luz y al llegar a esta notaron que el agua no alcanzaba a llenar cada rincón de las ruinas, como si la suerte estuviera de su lado al sacar su cabeza notaron que dentro del mismo lugar habían secciones donde el mar no había ingresado produciendo una burbuja de aire como en las cuevas subterráneas.

— ¿Qué es esto? — dijo una de las sirenas al asomar su cabeza sobre el agua mirando cada detalle de las paredes del lugar.

—Es un templo— pronunció casi al instante Aioria, de las paredes nacían cristales que tenían luz propia, lo que explicaba la luz dentro del lugar, habían barios pilares que soportaban el techo alto, en medio de  donde estaban se alzaba una enorme estatua de un hombre de barba larga, cubierto por una tela y que alzaba sus manos hacia el cielo sosteniendo un objeto, aquel objeto que ansiaban encontrar.

— Es el templo de Prometeo— Saga lo dijo casi con temor al notar de quien era al estatua y el símbolo en las paredes, los titanes siempre fueron retratados como feroces y despiadados monstruos que atentaban contra la humanidad, o al menos aquello era lo que la historia contaba.

—Esa es la ánfora que buscamos, rápido tomémosla y salgamos de aquí— Aioria y Saga se quitaron las gafas y los tanques de encima y avanzaron hasta la estatua.

El castaño comenzó a escalar la gran figura de mármol lo cual se le dificultaba el doble al estar húmedo, cuando llegó hasta la cima tomó el objeto de entre las manos de la estatua del titán pero una repentina voz puso en alerta a todos los presentes.

—Vaya, que tenemos aquí— Saga miro desde el lugar que venía la voz y pudo ver la silueta de alguien cubierta por un capucha negra y una máscara de mismo color que no dejaban ver su rostro.

— ¡Aioria, toma la ánfora y sal de aquí yo lo detendré!— el gemelo comenzó a elevar su cosmos al igual que Aioria que de un salto llegó al piso con el objeto entre sus manos.

—Ustedes dos deben ser los santos de Athena si no me equivoco, si dejan las cosas en su lugar nadie saldrá lastimado, lo prometo— la silueta se iba acercando hacia ellos mientras que ambos chicos se ponían en guardia.

Saga utilizando su cosmos y comenzó a crear una ilusión dentro del templo, recreó el laberinto de géminis buscando ganar tiempo para poder escapar, ambos chicos corrieron hacia el lugar donde debían estar las sirenas pero el gemelo fue interceptado por una fuerte oleada de cosmos que lo lanzó contra una de las paredes.

— Me asombra tu poder joven caballero, una hermosa ilusión casi como la de una sirena, pero… una simple ilusión no será suficiente para distraerme, por subestimarte tendrás un castigo que creo que será el más adecuado para tí— de repente la sombra apareció frente a Saga y una de sus manos fue apoyada contra el pecho del geminiano mientras brotaba un cosmos que ardía dentro de su cuerpo, haciéndolo gritar de dolor.

— ¡Relámpago de voltaje! —su cosmos se acrecentó al ver a Saga siendo lastimado y el caballero de leo utilizó su técnica contra el sujeto mandándolo lejos del cuerpo de Saga que aún parecía brillar.

El caballero de leo aprovechó la distracción y tomó el cuerpo de su compañero  y se dirigió con las sirenas, las chicas no tardaron en tomar el ánfora y a cada hombre para sacarlos de ahí, al meterse dentro del agua Aioria vio una luz brillar, pero no miró hacia atrás, las paredes del templo parecían estremecerse y un poderoso cosmos se hizo presente, escombros comenzaron a caer y con la agilidad de las sirenas lograban esquivar cada  uno al salir por la entrada de donde habían llegado lograron ver como todos los peces huían, el león comenzaba a sentir como el oxígeno comenzaba a ser cada vez más escaso su vista se volvió borrosa y la desesperación por respirar se acrecentaba, sin poder aguantar un minuto más, sus pulmones comenzaron a llenarse de agua y con ello todo a su alrededor se volvió obscuro.

 

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Sintió unos labios pegados a los suyos la calidez y una sabor que ya conocía se reincorporó tosiendo y botando el agua que guardaba en su interior, aun sin ver que ocurría a su alrededor y aspirando grandes bocanadas de aire desesperadamente, cuando sus ojos se pudieron enfocar vio el frondoso azul cabello de Saga cerca de él, Saga lo abrazaba y balbuceaba cosas que en ese momento no podía entender.

Cuando el castaño normalizó su respiración vió a Saga directamente a los ojos, aquel verde azulado que ahora se veía más intenso, su piel blanca escurriendo en agua, Aioria se abalanzó hacia sus labios como queriendo asegurar de que estaba bien de que el calor de Saga no se apartaría de su lado jamás.

—Saga que ocu…—al cortar el beso y separarse su rostro del otro pudo notar bien a Saga, pudo notar como ahora no llevaba su ropa, como su piel blanca estaba expuesta, como en su cabeza  y cuello habían adornos de perlas, oro y joyas, y finalmente Aioria vió aquella larga cola llenas de escamas tornasoladas del mismo color de los ojos de Saga que brillaban bajo el sol dorado de la tarde y al levantar su mirada vió una lágrima escurrirse por la mejilla de él.

 

 

Notas finales:

No soy muy bueno en esto, así que abrir bajo su proopio riesgo  jajaja

 

 

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