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Objeción denegada por Sherezade2

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Extra I ¿Habrá boda?

Parte 4.

 

   El lugar estaba aún mucho más acogedor de lo que recordaba. El riachuelo que bordeaba la colina donde se asentaba la casita campestre, mecía con su arrullo el cálido día que apenas empezaba. Sus antiguos suegros lo esperaban en la gran barraca que antecedía la casa, rodeados de frondosos árboles frutales. Ismael señaló el lugar y Christian estacionó a lo lejos. Mauro peleaba contra el cinturón de su silla, presuroso por bajarse. Ismael sonrió y lo sacó, acomodándole la ropa. Christian les sonrió.

   —¿Seguro que no quieres venir con nosotros? Son unos señores encantadores —invitó Ismael, sabiendo que ese tema era el motivo central de su visita.

   Sin embargo, Christian se negó. No era cobardía o desplante, simplemente sabía lo difícil que sería aquel momento y que pese a lo asustado que estaba su pareja, era mejor que diera ese paso él solo. No sentía remordimiento con aquellos nobles ancianos, ni por su relación con Ismael.  Aún así, había una suerte de intimidad en aquel encuentro que él no quería violar. Ni siquiera presentándose como amigo.

   Ismael lo comprendió, asintiendo con otra sonrisa ligera, mientras Mauro se libraba de su mano para echarse a correr por la inmensa pradera. Los alegres abuelos corrieron hacía el niño, haciéndose con él en un abrazo gigante lleno de besos y cariño. Mauro  los saludó tímidamente al principio, y luego más animado cuando Ismael le instó con palabras dulces.  Los hombres soltaron por un momento al niño, para saludar en ese momento al omega más grande. Ismael sintió su pecho arder cuando el papá omega de Leonardo lo abrazó con el afecto más sincero que había sentido en meses. Fue un momento demasiado duro.

 —Dios mío, ¡como ha crecido Mauro! —saludó el hombre, dándole un beso en ambas mejillas a Ismael, mientras intentaba contener inútilmente las lágrimas—. Y tú, hijito querido. Estás hermoso.

   —Por favor, perdóneme. Los abandoné por tanto tiempo. Pero… Pero me sentía tan avergonzado.

   La voz de Ismael estaba rota por la emoción y los nervios. Sus rodillas temblaban.

   —Hijito…

   —Ensucié la memoria de Leonardo con mi horrible comportamiento —continuó diciendo entre sollozos—; casi pierdo a Mauro para siempre. No tengo excusa para todo lo que hice. No tenía cara para venir a verlos. ¡Por favor, perdónenme!

   El par de ancianos cruzaron miradas y luego entre los dos tomaron a los recién llegados y los hicieron seguir a la humilde cabaña. Ismael caminaba rodeado por los brazos y por el cariño de sus suegros. Mauro iba delante, curioso por el gato que acababa de ver asomado en la ventana.

   Shima, se llamaba el animal. Y era tan viejo como sus dueños. La anciana pareja había concebido a su único hijo a una edad bastante madura, y ahora se habían quedado solos. El estomago de Ismael se contrajo con el pensamiento, recorriendo con la mirada cada parte de la vivienda. Un golpe de melancolía tocó su corazón al instante; en especial, cuando el retrato de su fallecido esposo, sosteniendo a un recién nacido Mauro, lo recibió en todo el frente de la sala.

   —Fue la única foto que alcanzó a tomarse con su hijo —dijo el anciano Alpha, padre de Leonardo, viendo la reacción de su yerno—. Quisimos tenerla como recuerdo.

   —Es hermosa —aceptó Ismael, yendo hacia ella—. Es mejor que ustedes la conserven. Es decir, yo tengo a Mauro cada día y ustedes han perdido a su único hijo. Permítanme venir más a menudo con el niño. Mis padres están muertos; serán los únicos abuelos para Mauro.

   —Y vamos a malcriarlo —sonrió el omega mayor, invitando a todos a tomar asiento en un sofá de la pequeña sala—. Esta casa también es tuya, Ismael —le sonrió con afecto—. Tuya y de nuestro nieto. Puedes venir cuando gustes. Por cierto, cuéntanos cómo está Nicolás. La última vez que le hablamos nos contó que se casó y que tuvo un bebé. Qué bueno. Las veces que lo visitamos parecía un hombre tan triste y solitario. ¿Su marido le trata bien?

   —Su marido es un hombre excelente —contestó Ismael, sin dudar—. Fue el abogado que me apoyó en el litigio por la custodia de Mauro. Tuve un contratiempo con mi hermano cuando volví por el niño.

   —Sí, los supimos. —Los dueños de casa bajaron la mirada, apenados por la situación. Sabían todo lo que había ocurrido con Ismael y con Nicolás por boca de éste último, pero se imaginaban también que había muchas otras cosas que Nicolás no les había dicho, seguramente por prudencia.

   —Fue una época demasiado dura para mí —señaló Ismael, sin poder ocular su pena—. Estar sin mi hijo fue terrible.  La rehabilitación fue un proceso muy duro y tenaz. Pero creo que tocar fondo me ayudo a poder resurgir de nuevo.

   —La muerte de Leonardo fue algo demasiado terrible para todos, Ismael —convino el Alpha de la casa—. Sabes bien que ni yo ni mi esposo te juzgamos nunca por lo que hiciste. Estabas alterado, acababas de parir;  y zozobraste. Mauro estuvo muy bien cuidado con su tío, eso lo comprobamos con nuestros propios ojos.

   —Y nos hace muy felices que Nicolás haya formado su propia familia —volvió a tomar la palabra el omega mayor—, tu hermano es un hombre maravilloso y merece ser feliz.

   —A él también le hice mucho daño —suspiró Ismael, recordando todos los problemas que le ocasionó a su hermano—, pero su corazón es tan grande como el océano. Su bebé es un primor y está embarazado de nuevo. Bromeo diciéndole que si no se pone atento, tendrá todo un equipo de futbol.

   Las risas inundaron la estancia. Mauro se arrastraba por el piso, emulando los movimientos que hacía el perezoso gato. Los ojos del omega mayor se posaron en su nieto por unos instantes, volviendo a concentrarse luego en el muchacho frente a él. Ismael tomó aire y se preparó para lo siguiente.  Su suegro siempre había sido un hombre de intuición muy aguda y, al parecer, sus instintos se conservaban intactos.  

   —Hay algo que nos quieres contar, ¿verdad? —inquirió el buen hombre, con una dulce mirada—. No te preocupes, te escucharemos sin afán.

      —Estoy saliendo con una persona y me ha pedido matrimonio —confesó Ismael, con toda la serenidad que pudo reunir. Su suegro Alpha lo miró, asintiendo desde el sillón del frente mientras su esposo se puso de pie en busca de café y galletas.

   —¿Y es un buen chico? —preguntó el omega, removiendo vajillas desde la cocina.

   —Es un policía —señaló Ismael—. Y de los buenos —rió bajito.  

   —¿Y se lleva bien con nuestro nieto?

   —Lo ama como si llevara su sangre —aseguró.

   —Entonces no se diga más  —escuchó que le respondieron con una suave risa. Las galletas de canela que tanto le gustaban fueron puestas delante de sus narices, dejando flotar ese aroma dulce que tanto le gustaba. Mauro dejó al gato por un momento, atraído por el olor de las golosinas. Devoró tres seguidas y se llevó dos más con él antes de regresar con su nuevo amigo.

   Ismael comió las galletas en silencio mientras densas lágrimas brotaban de sus ojos. Sí, eso era lo que había estaba buscando durante tantos días sin saber dónde hallarlo; esa sencilla y perfecta aprobación. Era justo eso lo que necesitaba, lo único que le hacía falta para seguir adelante.

 

 

   Nicolás buscó por cada rincón de la casa, pero de todos modos no pudo encontrarla. Estaba seguro que cuando se mudó con Antonio, su videocámara había sido una de las cosas que había empacado de primero. ¡Amaba esa videocámara! Había sido el último regalo de cumpleaños de su padre y filmaba unos videos increíbles.

   Porque, modestia aparte, Nicolás era bueno haciendo videos. Lo podía considerar un pasatiempo, pero hubiese podido ser profesional de haber querido. Sabía poner efectos de luz, movimientos de cámara, cortes perfectos. En fin, todo un proyecto de cineasta como le decía Antonio.

   —¿Y ahora? —se ofuscó, haciendo un mohín de disgusto. Justamente, su esposo le había encargado la misión de filmar los momentos más importantes de la fiesta de su suegro, y realizar la edición del video. Sin su videocámara, necesitaría buscar una nueva y para ello tendría que salir de inmediato. Tenía que ponerse manos a la obra porque la fiesta era en pocos días.

 

 

   No podía resistirlo más. Se hacía pis y su profesor de deporte no iba a dejarle salir de nuevo del entrenamiento. ¡Rayos! ¡Es que acaso no entendían que con la temperatura de esos días, los chicos estaban tomando más líquido de lo normal!

   Lentamente se escabulló entre sus compañeros y cómo quién no quiere la cosa, terminó tras los arbustos de la cancha de tenis. Una mano lo haló repentinamente, logrando darle un susto de muerte que por fortuna logró controlar antes de que el chillido que planeaba dejar salir de su garganta, lograra su cometido.

   —Ey, soy yo, cariño. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás escabulléndote así? Te vi desde la otra cancha y me asusté. ¿Pasa algo?

   Andrés estaba frente a él, mirándolo con cara de preocupación. Santiago negó con la cabeza antes de darle un rápido beso y dirigirse de nuevo hacia los arbustos, haciendo ademán de bajar la bermuda de su sudadera.

   —No es nada, solo me hago pis. ¡Hazte para allá! ¡No me veas!

   —¡Ey, espera! —lo detuvo el joven Alpha, con un ligero gruñido.

   —¿Qué pasa? —se asustó Santiago, deteniendo todo movimiento.

   —Pasa que no permitiré que dejes salir fluidos aquí,  al aire libre, a pocos días de tu celo. Puedes atraer atenciones innecesarias y ¡Juro que mataré al que se atreva aunque sea a mirarte! Recuerda que ya no soy el único Alpha maduro en la escuela.

   —Bueno, está bien —bufó el omega, acomodando su ropa antes de escabullirse hasta los baños con la ayuda de su novio. El lugar estaba casi desiertos a esas horas. Es más,  dos de los cubículos estaban clausurados por mantenimiento y otro lucía totalmente asqueroso.

   Santiago apretó las piernas mientras esperó su turno, dando saltitos de impaciencia. Al cabo de un tiempo un tanto largo, otro omega salió del compartimento, sorprendiéndose marcadamente al encontrarse con alguien más junto a él.

   —Lo siento, me orino —se disculpó Santiago, pasándole de largo, pero logrando ver de reojo el rostro pálido del otro chico, quien de inmediato abandonó el lugar. Santiago supuso que el muchacho también se había volado de clases para atender sus necesidades fisiológicas, y sin pensarlo más entró en el cubículo, cerrándolo por dentro antes de bajar su ropa y vaciar su vejiga.

   Fue un alivio sublime que le hizo gemir de placer. Desde que había empezado sus celos, su vejiga y su sistema genital estaban mucho más sensibles, sobre todo desde que había empezado la autocomplacencia.

   Sabía también que pronto aquello no sería suficiente, que más temprano que tarde tendría que empezar a compartir sus celos en pareja o podría enfermar. Igual, tenía decidido que no quería perder su virginidad durante un celo. No le parecía lindo ni romántico que su primera vez fuera de esa forma. Nicolás le había dicho que no se dejara presionar por cosas externas, ni mucho menos por su pareja; que aquello debía ser su decisión y solo suya.

   Sintió que sus mejillas se ponían rojitas de solo pensarlo. Andrés y él no habían pasado más allá de segunda base, pero estaba claro que sus encuentros cada vez se caldeaban más. Pronto le pediría ir más allá.

   —¡Kya! —se avergonzó todo, girando de prisa para salir de allí antes de que se le llenara otra cosa que no era la vejiga. Su premura fue tanta, que sin darse cuenta, tropezó con la papelera del cubículo, volcando todo el contenido al suelo.

   Gruñía, pensando en que ahora tardaría más por tener que arreglar todo ese desorden cuando la vio.

   Nunca había tenido una en sus manos, pero había visto miles en las tiendas, en el internet  y en las farmacias. Era una prueba de embarazo. Una prueba de embarazo recién usada y que, además, estaba POSITIVA.

   ¡Por todos los dioses! ¡Un omega de su clase estaba embarazado y se armaría la grande! Pero… ¿quién podría ser? El último chico que había visto salir de allí, había sido a ese rubio que se tardó mil horas. ¿Sería él? ¿Ese niño problema tan repelente?

   Santiago no lo conocí muy bien, no estaba dentro de su círculo de amigos. Pocas veces le había dirigido la palabra, y siempre por razones académicas.  A pesar de ello, sabía que era un chico con graves problemas de conducta. ¿Debía contarle la situación a la directora? ¿Debía hablar con aquel chico primero?

   Usando la escoba y la pala, recogió todo el desorden y lo puso en su lugar; después de eso se aseó las manos y volvió a las canchas de tenis. Al receso, Andrés lo volvió a interceptar y Santiago le contó lo ocurrido. Ambos concordaron en que lo mejor sería hablar primero con el chico y así lo hicieron. El rubio comía un helado en compañía de sus amigos cuando fue interceptado por la pareja.

   —Ustedes están locos. Soy virgen —dijo, sin mostrar ninguna emoción mientras volvía con su grupo. Santiago y Andrés se encogieron de hombros y decidieron no involucrarse más. Tenían en mente otras cosas que solucionar en ese momento, y pensándolo bien, aquel no era su problema.

   —Entonces… ¿no habrá problema si me llevo por unos días la cámara de tu papá?

   —No —negó Santiago —olvidé decirle a Nicolás que la había tomado pero apenas le diga que es para nuestro proyecto de ciencias, no habrá lio. Estoy tan triste por no poder ir a la excursión —se quejó, haciendo un puchero—. Te juro que no recordé que mi celo sería en esos días. Ahora entiendo por qué mi padre se puso como loco cuando se lo comenté.

   —Tu padre tendrá que aceptar que pronto empezaras a compartir tus celos —susurró tímidamente Andrés, mientras le tomaba la mano.

   Santiago se puso como una grana, balbuceando incoherencias, antes de soltarse de su novio y correr con dirección a su clase cuando el timbre sonó.

   —Adorable —jadeó Andrés con una sonrisa.

   —Y metiche —masculló el omega rubio de los baños, pasando junto al Alpha. Andrés lo miró con el ceño fruncido, y el otro chico le volteó los ojos, sacando una paleta de fresa que empezó a saborear mientras entraba a su salón de clases.

  

  

 

   Antonio entró en la habitación justo en el momento exacto en el que Nicolás leía las instrucciones de su nueva cámara. El beta de la tienda de electrónica que se la vendió, le dijo que era la última tecnología en videocámaras y que la resolución era magnifica. El aparato poseía una memoria de gran alcance, capacidad de sumersión, sensibilidad al movimiento brusco, encendido y apagado automáticos, batería de larga duración y toda una suerte de funciones que Nicolás consideró más inútiles que otra cosa.

   El necesitaba un aparato que grabara buenas imágenes que luego pudiera reproducir en computador o en televisión digital para editar. Nada más. Lo demás, lo tuviera realmente o no, sólo eran bonus extra que carecían de importancia para él. Sobre todo ese mecanismo de encendido y apagado automático que no alcanzaba a entender del todo pues, al parecer, la cámara podía encenderse según se programara de acuerdo a ciertas necesidades.

   —¿Compraste una nueva videocámara? ¿Qué pasó con la tuya?

   Nicolás suspiró.

   —No puedo encontrarla. Estoy seguro que la traje en la mudanza; de hecho, la usé en nuestro viaje de luna de miel, ¿recuerdas? —Antonio asintió—. Sin embargo,  no logré encontrarla. Supongo que la tendré guardada en algún lugar o quizás la perdí en algún sitio.

   —¿No la tendrás en el cuarto de David? —dio nuevas luces Antonio, desprendiéndose de la chaqueta de su traje.

   —No. Ese fue el primer lugar donde la busqué. ¿Cómo estuvo tu día?

  —Pesado —respondió el Alpha, echándose sobre la cama—. Por fortuna el juez concedió una prorroga de setenta y dos horas para que llegue un importante testigo. 

 —Te la han puesto difícil esta vez, ¿eh? —le guiñó un ojo Nicolás, seductoramente—. Aunque presiento que te sienta bien; últimamente lucías aburrido.

   —Ha sido estimulante, no lo negaré —concedió el Alpha, removiéndose en el lecho—. Y por cierto, donde están los demás. ¿Acaso estamos solos?

    Deshaciéndose del odioso aparato, Nicolás lo dejó sobre la mesa de noche antes de ir a acomodarse junto a Antonio. Coquetamente se colocó a horcajadas sobre él, soltando el nudo de su corbata.

   —Santiago comenzó hoy el curso para los exámenes nacionales; saldrá más tarde. Tu papá se ha ido con David al piso de arriba. Lo invitaron a almorzar por su futuro cumpleaños. Así, que sí. Estamos solos.

   —¿Y se te ocurre algo? —ronroneó seductoramente el Antonio, desabrochando los botones de la camisa del omega. Nicolás se frotó contra el ancho pecho, buscando los labios dispuestos de su esposo.

   —Muchas —susurró éste.

   —¿Ah, sí?

   —Sí.

    Nicolás desabrochó la camisa de Antonio, dejando un rastro de besos hasta el ombligo. Sus manos desataron el cinturón, bajaron la cremallera y rescataron de la ropa interior, la virilidad medianamente despierta de su Alpha.

   Su lengua se enredó en la suave piel del prepucio, tirando un poquito con sus dientes. Antonio gimió, cerrando los ojos mientras enredaba sus dedos en el lacio cabello negro del omega. La boquita deliciosa comenzó a succionarlo despacio, lamiendo lentamente la longitud que iba cada vez ganando más dureza y grosor. La introdujo por completo en la boca de su amante, sintiendo como gloria la cálida humedad. Nicolás lo miró lascivamente, desprendiéndose de su camisa y sus pantalones antes de volver a lo suyo.

   Excelente, pensó Antonio mientras  deslizaba su mano diestra bajo la ropa interior que cubría el suculento trasero de su pareja. Lo apretó de lleno; maniobrando el apetecible y caliente cuerpo hasta dejarlo de espadas contra la cama. Antonio se desvistió por completo y se colocó sobre su esposo, dando un giro hasta quedar frente a la deliciosa entrepierna del omega, al tiempo que su propia erección quedaba sobre esa deliciosa boca.

   Antonio retiró la ropa interior, gozando de la vista de la intimidad de Nicolás. Antes de tomarla entre sus labios, dejó un suave beso sobre el vientre plano, deseando que pronto empezara a mostrar signos de la llegada de su nuevo cachorro. Nicolás sonrió, tomando de nuevo el duro miembro que gritaba por su atención. Era un intercambio perfecto de placer por placer. Una sincronía de dar y recibir, demasiado maravillosa. Nicolás sintió cuando un dedo se deslizó en su apretado interior, haciéndole gemir a pesar de tener la boca ocupada.

   —Eres exquisito —le halagó Antonio, mordisqueando uno de sus muslos—. Te comería entero.

   —Hazlo —ronroneó el omega, deslizando sus manos sobre los duros glúteos del Alpha, lamiendo el grueso miembro hasta detenerse en el goteante glande. Su propio orgasmo lo sacudió al momento en que dos dedos de Antonio golpearon dentro de su cuerpo, justo contra ese punto dulce. Antonio se incorporó, tirando de Nicolás hasta dejarlo de rodillas con la espalda del omega contra su pecho.

   Apretó los pechos hinchados por la lactancia que poco a poco iban retomando su tamaño original. El dulce líquido resbalo ligeramente por sus manos, dejando la piel del omega ligeramente húmeda. Nicolás jadeó cuando Antonio comenzó a penetrarlo, girando el rostro en búsqueda de otro beso.

   Las bocas se devoraron la una a la otra, enredando sus lenguas en sinuosa danza. Nicolás arqueó su espalda con escandalosa sensualidad. Antonio lo acariciaba sin pausa mientras su duro miembro se enterraba con hambre dentro del tembloroso y ahora, sudoroso cuerpo.  La necesidad de poseerlo era tan animal como si estuvieran en celo.

   —Mío —gruñó contra su cuello, lamiendo la marca de apareamiento. Nicolás jadeó en voz alta, mordiendo también el lóbulo de la oreja de su pareja; marcándolo también a su modo.

   Una luz roja, la de la cámara que estaba sobre la mesa de noche, comenzó a parpadear, señalando que estaba en modo de filmación.

   Ninguno de los hombres lo notó; inocentes del tremendo video casero que estaban protagonizando.

 

   Continuará…

Notas finales:

 

   Ya sé, juré que este sería el final pero se me volvió a alargar. En el próximo cap, la tan mencionada fiesta, el sí de Ismael, la cita a ciegas de Santiago (el amigo de Ismael) y un inesperado drama.

   Se preguntaran quién es ese odioso compañero de clases de Santiago que acaba de descubrir su embarazo. Bueno, pues es el prota de la continuación de esta serie. Sí, la haré serie. La nombré “Celos descontrolados”, porque el tema central de todas las historias, serán celos fuera de control. Espero las disfrutemos juntos.

   Fuego en Sicilia realmente me tiene varada, pero realmente estoy haciendo todo lo posible por salir de la rasca. No diré fechas pero de veras, haré todo lo posible porque sea antes de que termine este año.

   No siendo más, los dejo y espero seguir compartiendo con ustedes con estos locos personajes. Abrazos y muchas gracias por su compañía. 


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