Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Objeción denegada por Sherezade2

[Reviews - 175]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

=) Disfruten.

   Capítulo 9

   El corazón de Nicolás.

 

   Le trajeron un vaso de agua que apuró con premura. Sentía la garganta seca y las piernas débiles. El volver a ver a ese miserable le produjo más sentimientos de los que quería admitir. No sabía exactamente qué era, pero era algo intenso; de eso no tenía duda.

   ¿Sería posible que después de todo lo vivido, Carlos aún siguiera mandando en su corazón? ¿Sería que por más que lo intentara nunca dejaría de querer a ese farsante miserable?

   Las lágrimas se agolparon en sus mejillas, mientras la noticia seguía en la primicia del noticiero. Ismael alzó un poco el volumen del televisor y pasó una mano por los hombros de Nicolás cuando éste se levantó, acercándose al aparato.

   “El sujeto llegará en las próxima horas al país y será llevado a la prisión de máxima seguridad de la capital, donde esperará el juicio. Su abogado anunció que ya tiene preparada una contrademanda contra el estado, pero todas las pruebas apuntan a que el implicado será condenado a por lo menos diez años de prisión”

  —Tengo que ir. ¡Tengo que ir allá! —exclamó de repente Nicolás, exaltado. Su cuerpo temblaba y su voz era débil, pero estaba decidido—. Por favor, Ismael. Christian puede conseguirme un pase para entrar a verlo. Seguro que sí —imploró con voz de súplica.

   Ismael negó con la cabeza. Sí, podían pedirle ese favor a Christian, pero no quería. Odiaba que su hermano estuviera así, y que todo lo que hiciera fuera pedir ver a ese criminal. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso aún quería a ese infeliz?

   —Nicolás…no quiero. ¡No quiero que veas a ese idiota!

   Nicolás se apartó, irritado.

   —¡Tengo que verlo, Ismael! ¡No comprendes! ¡Tengo que verlo! ¡Necesito verlo!

   —Tienes razón, no comprendo —devolvió de nuevo Ismael—. ¡No entiendo que quieras ver a ese maldito patán! ¡No lo comprendo!

   —Deja que lo vea, Ismael. Deja que vaya a verlo.

   La voz de Antonio sorprendió a los dos omegas. La anestesia comenzaba a abandonar su organismo y por ello logró despertar a tiempo para ver la noticia y escuchar la ansiosa petición de Nicolás. Una molestia se asentó en su pecho al ver al omega tan desesperado por su antiguo amante, pero decidió calmar esos ridículos celos y apoyarlo. Si Nicolás necesitaba ver a ese hombre, que lo viera. Que decidiera de una vez por todas qué era lo que tenía acumulado en su corazón, y que lo decidiera pronto; antes de que las cosas se complicaran más y sus sentimientos siguieran avanzando.

   Nicolás se acercó a la cama de Antonia y lo miró a los ojos. La mirada del Alpha estaba llena de cansancio y tristeza; una mirada que no le había visto jamás.

   —Gracias… —fue todo lo que pudo decir antes de tomar su mochila y salir del  cuarto. Ismael se sentó en el lecho junto a Antonio y le tomó de la mano.

   —No le dejes ir… no te rindas.

   —No me rindo —dijo Antonio, cerrando de nuevo sus ojos—. Sólo espero, niño. Sólo espero.

 

 

   El lindo omega caminó por el pasillo del hospital, viendo la apresurada manera en la que Nicolás salía en compañía de un policía. Con una sonrisa en sus sonrosados labios, cruzó el pasillo y llegó hasta la habitación de Antonio. Ismael había ido por un café, por lo que el paciente estaba solo en ese momento.

   —Creo que he conocido a tu chico —dijo, atrayendo la atención de su amigo—. Me sorprendió mucho. No es del tipo que suele gustarte —agregó con una suave risita, caminando hacia la cama.

   Antonio le devolvió la sonrisa, extendiendo su mano en forma de llamado.

   —No es del tipo que me gusta —aceptó, sentando a su amigo en el lecho—. Es de tipo que me enamora.

 

 

   La prisión de máxima seguridad de la capital estaba más ordenada de lo pensado. Nicolás pensaba que iba a encontrarse con un pabellón lleno de Alphas que le gritarían obscenidades a cada paso, pero lo que le tocó, fue un pasillo tan pulcrísimo como un quirófano y silencioso como una ciudad abandonada.

   Rayos, tenía que dejar de ver tantas películas.

   Su corazón estaba latiendo fuertemente; los sentimientos se arremolinaban en su pecho como un enjambre, causándole dolor y opresión. ¿Qué pasaría cuando tuviera a ese miserable frente a frente? ¿Qué sentiría? ¿Lograrían las palabras salir de su boca? ¿Sería mejor retirarse de allí y dejar las cosas así? ¿Debería olvidarse de todo y seguir su vida sin más?

  Sacudió la cabeza, tratando de ordenar sus ideas. ¡No! Había ido por respuestas y las obtendría. Sus años de sufrimiento por fin podrían terminar de una vez por todas y debía ser fuerte. Debía encarar sus miedos y enfrentar la realidad de lo que estaba sintiendo, tenía que ver a Carlos.

   —¿Es él? —La voz del fiscal del distrito lo alertó, haciendo que Nicolás alzara la frente para mirar al hombre. Ni siquiera se había percatada de que habían llegado a la sala de interrogatorios, tan absorto como se hallaba.

   Christian asintió con la cabeza, presentando al omega. El fiscal del distrito hizo un gesto para que los siguieran y tocó un timbre luego de colocar su huella. El sonido de un pito y luego, una luz en la parte frontal de la gran reja, les dio aviso de que podían seguir. El circuito cerrado de seguridad les siguió durante todo el trayecto hasta las acristaladas puertas de una de las habitaciones del lugar.

   Tras las puertas de vidrio, con mecanismo de blindaje y polarizado inverso, estaba él. Carlos. Sentado en una silla de metal, con ambas manos esposadas sobre la mesa. Nicolás miró a su antiguo prometido y el estomago se encogió en su abdomen. Las nauseas volvieron a su garganta y todo su cuerpo tembló. La gran puerta de la entrada fue abierta por un corpulento guardia. Nicolás tragó seco, Carlos alzó su vista y lo miró.

   —¡Nicolás!

 

 

   —¡Quiero ver a mi papá! ¡Quiero verlo ahora!

   Santiago recibió la visita del otro Santiago, que llegó a casa de Antonio por pedido de éste, luego de llamar a su hijo tras salir de cirugía, y comunicarle que estaba herido.

   Le pidió que se quedara en casa y espera por la llegada de su amigo y del pequeño Mauro, para que los tres se acompañaran en la noche. Santiago estuvo a punto de hacer un berrinche en ese momento, pero optó por obedecer. Se quedó en casa y esperó por la llegada de los visitantes, hasta que los nervios lo traicionaron de nuevo, haciéndole enloquecer. Si no veía a su padre antes del amanecer iba a tener un colapso. Y Santiago lo sabía.

   —Esta bien, iremos al hospital ahora. ¡Ve a vestirte! Si tienes un abrigo acolchado, tráelo. No podemos exponer al bebé a una pulmonía.

   Santiago asintió y fue por uno de sus chalecos más abrigados, cambiándose él mismo de ropa. Tras envolver a Mauro, los omegas llamaron un taxi y tomaron rumbo al hospital. Estaban abriendo la puerta cuando un personaje inesperado los sorprendió en todo el pasillo, con dos maletas en mano.

   —¡Abuelo! —exclamó Santiago al ver a un muy elegante omega de setenta años frente a él.

   —¡Santiago! —saludó de vuelta el impresionante hombre, alzando un perfecta ceja—. ¿Qué es esto? ¿A dónde ibas a estás horas? ¿Dónde está mi hijo? ¿Y quienes son estás personas? ¡Oh, por todos los cielos! ¡Antonio se casó con un hippie y tiene un hijo!

   El otro Santiago arrugó el ceño e hizo un pucherito.

   —¡Soy gótico, no hippie! Confunda, ofenda, pero no humille.

   —¡¿Dónde está Antonio?! —volvió a increpar el recién llegado.

   Santiago, el nieto, lloriqueó bajito y luego soltó sin más.

   —¡Le dispararon unos drogadictos! ¡¿Abuelo?! ¡¿Abuelito?!

   Los dos Santiagos miraron el cuerpo caído del anciano y luego se miraron a los ojos. Mauro, riendo, señalaba al desvanecido omega, balbuceando a gusto.

   —Creo que lo mataste —se burló Santiago, el mayor, mirando al pálido adolescente—. Pobre Nicolás… menudo suegro.

 

 

   Nicolás tomó asiento frente a Carlos. El guardia le dijo un par de cosas antes de alejarse unos metros para darles privacidad. Carlos estaba igual a como Nicolás lo recordaba. Su mirada seguía siendo dulce y serena; sin rastros de dureza o de maldad.

   Pero era malo. Terriblemente cruel. Ahora Nicolás lo sabía. No sabía por qué pero ahora no tenía dudas en reconocer el verdadero rostro de ese miserable. Sintió que algo en su corazón cambiaba, se llenaba de tranquilidad. Era una sensación extraña. Una sensación que lo sorprendió de verdad.

   —Nicolás… Nicolás, yo.

   —¿Por qué, Carlos? ¿Por qué? Sólo quiero saber eso.

   El rostro de Carlos se suavizó aún más. Trató de extender sus manos, intentando sostener las de Nicolás, pero éste las alejó, impidiéndole la caricia.

   —Sigues tan bello como te recordaba —dijo el Alpha, sonriendo un poco—. No merecí tu amor; no merecí ni una sola de tus lágrimas. Soy un infeliz y un desgraciado. Lo se.

   —¿Y? ¿Y qué más? Continua —Nicolás casi pudo escuchar las palabras que vendrían antes de que incluso, fueran pronunciadas.

   —Y que te quiero aún —continuó Carlos—. Se que no tengo derecho a decir esto, pero de todos esos hombre a los que estafé, de todos esos hombres con los que jugué, tú fuiste el único al que realmente quise. El único al que realmente me costó dejar. ¿Lo sabes, verdad?  Sabes que no te miento.

   El silencio se extendió por la sala. Detrás del vidrio, Christian y el fiscal observaban la escena, impávidos.

   De repente, el sonido de una risa rompió el silencio. Era una risa tenue que poco a poco fue subiendo de tono hasta convertirse en una maravillosa carcajada. Nicolás bajó la cabeza riendo a viva voz, subiendo la cabeza luego para mirar a su interlocutor, que lo observaba, aturdido.

   —Pero que maldito eres —calmó su respiración el omega, inclinándose para soltar un repentino puñetazo en toda la nariz del sorprendido Alpha.

   El guardia se alarmó, pero el fiscal del distrito lo detuvo desde el intercomunicador, pidiéndole que guardara su posición. Carlos cayó de la silla como un bulto, con sus manos atadas, absolutamente asombrado. Su nariz estaba torcida y llena de sangre. Sus ojos no daban crédito a lo que veía: un omega completamente diferente al que había dejado atrás.

   Nicolás se acercó, poniéndose en cuclillas a su lado. Su voz, serena y fría.

   —Esperé muchos años para escuchar esas palabras —dijo, con un susurro—. Durante muchas noches soné con que me dijeras algo así. Pero hoy, sin embargo, en todo lo que podía pensar mientras me dirigía a tu encuentro, era en que fueras el miserable que finalmente se que eres. Sólo quería eso. No quería que fuera de otro modo… ya no.

    Los ojos de Carlos mostraron finalmente el brillo hostil de su naturaleza infame. Nicolás sonrió.

   >> Gracias, Carlos. Gracias por ser un maldito bastardo. Es lo menos que podías hacer por mí. Muchas gracias y hasta siempre.

   Y sin más, Nicolás se puso de nuevo en pie, dirigiéndose a la puerta de salida, escoltado por el guardia.

   Christian lo recibió en la puerta junto al fiscal del distrito. El omega les sonrió a ambos, dispuesto a salir.

   —Esperen, quiero que vean algo —dijo el fiscal, llevándolos a otra sala—. La verdad, es agradable que usted no se dejara engañar de nuevo, señor Nicolás. Mírelo con sus propios ojos. Lo grabaron las autoridades de Madrid esta mañana, luego de la captura. Es el último encuentro de Carlos con su última victima.

   Pusieron a rodar la cinta. Nicolás sintió que podría adivinar lo que vería. Era justo lo que había sentido al oír las palabras de Carlos.

   “Escucha, Josh. Soy un miserable que te engañó, y te hizo sufrir. Pero quiero que sepas que contigo fue diferente. Me enamoré de ti y no fuiste otro más. ¿Por qué crees que esta vez me capturaron? El amor me volvió torpe”.

   —El pobre chico español sí le creyó y retiró los cargos en último momento —suspiró el fiscal—. Aún así, tenemos bastante para  condenarlo.

   —Mi testimonio para empezar —informó Nicolás—. Quiero hasta mi último centavo de vuelta. Tengo que llevar de paseo a las personas que me aman de verdad —añadió, dando media vuelta para salir.

   Se sentía liberado, como si estuviera saliendo de prisión. Ese video no lo había lastimado en lo absoluto. Más bien, fue como ver algo que ya sabía, y que ahora simplemente se hacía visible y real. Era tan claro como el agua. Después de haber pasado la experiencia de las últimas horas; con tantas muestras de cariño sincero, Carlos parecía una mala broma.

   Nicolás tenía ahora una nueva vida. Su hermano había vuelto recuperado; su sobrino, al que quería como un hijo, no estaba perdido como había creído cuando los servicios sociales se lo llevaron de su lado, todo lo contrario, ahora estaba con su papá, y juntos eran de nuevo una gran familia.

   Ahora estaba su bebé, ese pequeño que crecía cada día más en sus entrañas.

   … Y estaba él, la persona con la que podía empezar de nuevo si dejaba de ser un tonto y se daba otra oportunidad. Era hora de dejar su orgullo de lado, aceptar que lo habían engañado y pisoteado, pero que no había sido en absoluto su culpa. Ese estúpido orgullo le había hecho echar por un caño siete largos años, creyendo que aún seguía amando a un criminal. El orgullo le impedía reconocer lo ciego que había estado.

   Pero sería más idiota si dejaba que todo eso acabara con su futuro. Por fin se daba cuanta de que el asunto no era Carlos; nunca había sido Carlos. A ese mal nacido no lo perdonaría jamás. El asunto era perdonarse a sí mismo por haber caído en las redes de ese estafador; una red de mentiras de la que no tuvo ninguna culpa, pero de la cuál había seguido culpándose de forma inconsciente.  

   Suspiró. Era muy tarde, pero tenía que volver allí. No podía perder ni un minuto para verlo y decirle lo que sentía. La página de Carlos sólo estaría pasada del todo cuando pusiera en orden sus asuntos con Antonio y le expresara sus sentimientos.

   El camino al hospital se le hizo eterno. Quería verlo, echarse en sus brazos y pedirle perdón mil veces, sólo por haber dudado. Se sentía tonto por haberlo dejado allí, sabiendo cuánto lo lastimaba, pero tenía que cerrar ese ciclo; tenía que pasar la página, para poder empezar un nuevo capítulo.

   Christian lo dejó en las puertas del hospital mientras estacionaba el auto. Nicolás subió por elevador, sintiéndose muy ansioso. Al llegar vio que su hermano dormitaba en un sillón del pasillo, así que pasó directo a la habitación de Antonio sin despertarlo.

   Un omega que no conocía estaba inclinado sobre el dormido Alpha. Unos labios llenos y sonrosados besaban los labios de Antonio, acariciándolo también con la mirada. El omega se puso de pie al ver que Nicolás lo miraba con cara de muy pocos amigos, casi a punto de saltarle encima.

   —¿Nicolás, verdad? —dijo el descarado omega, dirigiéndole una significativa mirada—. Espero que no seas celoso, siempre me despido así.  

   Nicolás asintió, serio.

   —¿Nos conocemos? —preguntó, mostrando su evidente malestar.

   —Yo a ti sí —informó el coqueto hombre—. Pero no te preocupes, pronto sabrás de mí. Los espero pronto en mi negocio, juntos. Hacen una linda pareja —se despidió, guiñando un ojo.

   Nicolás no dijo más nada, pero fue de enmarcar su rostro de puchero al ver al lindo omega alejarse. Con pasitos ligeros entró en la habitación y se acomodó en la cama. Antonio seguía dormido y su respiración era suave y profunda. Se veía lindo y apacible.

   —No te entregaré a nadie —dijo un momento después, casi hablando para sí mismo—. Ni a Ismael, ni a ese chico atrevido ni a nadie. Eres mío.

   —¿Entonces, le has pateado definitivamente el trasero a tu ex? —Antonio abrió los ojos, sorprendiendo a su acompañante. Nicolás le obsequió una sonrisa, asintiendo.

   —No le partí precisamente el trasero —anotó—, pero necesitará cirugía para tener la nariz recta de nuevo —rió bajito.

   Los labios de Antonio se apoderaron de su boca. Nicolás se acomodó, abrazándolo con cuidado de no lastimar su herida. El beso fue tierno al principio y ansioso al  final. El aroma de Antonio seguía en su piel y su aliento inundaba todos sus sentidos.

   —¿Me perdonas? —preguntó el omega, sosteniendo el rostro Antonio entre sus manos.

   —Sólo si me convences con más besos —sonrió el Alpha.

   —Objeción —bromeó Nicolás, acercando de nuevo sus labios para otro beso.

   —Denegada —replicó Antonio, tomando su boca.

 

    Fin.

 

 

Notas finales:

   Se acabó… pero esperen. Falta el epilogo. Próximo cap: Loca fiesta de Halloween, sexo sucio en las playas del Caribe, unas vacaciones de ensueño para todos nuestros chicos, un suegro de cuidado, y finalmente… Un bebé.

Acepto ideas para el one- shot de Santiago. Ganaron el reto. Felicidades.

Se les quiere =) .

Mil gracias, felices fiestas. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).