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Engaño y salvación. por Maby de Sagitario

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Notas del capitulo:

Un pequeño secreto será del conocimiento de Milo mientras trata de superar lo de Saga.

3.- Charla.
Al día siguiente, haciendo un gran acopio de agallas, Saga se presentó en la casa de los Tavalas esperando ser recibido con hachas, palos y piedras literalmente, pues imaginaba que ya a esa hora los padres de Milo ya tenían conocimiento de su engaño. No se equivocó ya que los venerables señores lo miraron con ceño adusto apenas vieron su silueta aparecer.
—Sr. Caristeas—comenzó el padre de Milo—mi esposa y yo necesitamos aclarar algunas cosas con usted.
—Sr y Sra. Tavalas, lamento si.....
—no nos interesa lo que tenga que decirnos—lo cortó la mujer—primero usted nos escucha, después habla.
Los esposos se sentaron en una banca a las afueras de la casa, Saga optó por permanecer de pie mientras preparaba sus oídos para el sermón reprensivo de sus ex-suegros.
Mientras esto sucedía, Milo y Camus estaban de visita en la casa de uno de los tíos de Camus, el tío en cuestión no tenía ningún vínculo con la madre de Milo, sólo con el padre de Camus con el que era medio hermano, su nombre Dégel.
Camus consideró sacar a Milo a tomar un poco de oxígeno luego de la desazón sufrida y aunque él no mostrara que todavía le dolía, era mejor distraerse y olvidarlo.
Ambos iban en el auto conducido por el mayor de los dos, sumidos en un silencio aterrador que fue cortado por la voz de Milo.
—¿en serio es un paseo?
Sin despegar la vista del volante, Camus respondió.
—me gustaría charlar, pero no debo distraerme, si quieres conversarme yo te escucho.
—en serio si te importo.
—más de lo que imaginas—respondió haciendo énfasis en la última palabra.
Milo sonrió mientras un rubor se pintaba en sus mejillas, su primo era demasiado atento y cariñoso con su persona. Prosiguieron el camino sin decir nada más, Milo miraba por la ventana el paisaje que se le presentaba ante sus ojos, estaban saliendo de la ciudad pues veía casas campestres, plantaciones y alguna que otra cosa típica de esos lugares.
El automóvil detuvo su andar frente a una bonita casa de campo de la que salió un hombre de cabellos verdosos, alto y con lentes, Tavalas se sorprendió al notar el increíble parecido con Camus, pero no quiso manifestarlo.
—¡hola tío Dégel!—saludó Camus apenas bajó del vehículo.
El mencionado abrazó a su sobrino siendo correspondido, sólo que era más íntimo y como de un padre a un hijo. Cuando Dégel se dio cuenta de que era observado, rompió el abrazo y se lo quedó mirando esperando que le presenten al desconocido.
—te presento a Milo—hizo una seña para que se acercara.
El bello joven se acercó temeroso al ver el serio semblante del tío de su primo, pensaba que era una especie de ogro que se lo comería; sin embargo esa sensación se esfumó cuando el hombre le sonrió comprensivo.
—¡ buenos días señor....!
—Du Pont—completó estrechando su mano.
—si, eso—murmuró apenado.
Sin más demoras, entraron a la casa cuyo interior era acogedor y reconfortante, Dégel alparecer le gustaba combinar lo elegante con cierto toque rústico, donde Milo pusiera un ojo  veía pequeños objetos adornando la sala, pero lo que le llamó la atención fue no ver retratos de familiares ni nada por el estilo.
—su casa es muy linda—comentó Milo sentándose en un amplio sofá frente a una pequeña pecera que descansaba sobre su respectiva mesa.
—gracias Milo.
—aún conservas a Tye—dijo Camus señalando a un pez de colores vistosos que nadaba contento.
—tu padre enloqueció cuando supo que me lo regalaste, protestó aduciendo que no era justo—contó mientras desaparecía en el umbral que conducía a la cocina.
Regresó a los pocos minutos con una botella de vino y sus copas, las cuales ofreció a sus invitados que gustosos aceptaron; Milo no despegaba la vista de Dégel, le inquietaba ese parecido con su primo.
—sé que te has de preguntar por qué Camus se parece a mi.
Casi se atora con el vino ante la revelación de su pensamiento. Dégel era misterioso y en su mirada había algo que ocultaba con celoso proceder, no era malo, pero era muy delicado y muchas personas saldrían lastimadas.
—n-no era ,lo que pensaba—mintió.
—me dio la impresión de que sí—dijo el mayor apartando la copa.
—jejejejeje, es que me sorprendió nada más.
—Dégel no es un ogro, calma—intervino Camus—de hecho él te mostrará algo que seguro te encantará.
Dégel asintió concordando con las palabras de su sobrino, se levantó de su sitio en tanto Milo miraba confuso a Camus que lo empujaba con la mirada, algo le decía que sería el único que vería aquello que tanto quería mostrarle.
Lo condujo por el pasillo hasta una especie de patio bellamente cuidado, Dégel se detuvo frente a una especie de jaula de vidrio donde habían algunos escorpiones que pululaban de aquí para allá. Grande fue su sorpresa, jamás pensó ver escorpiones dentro de una jaula, sus padres nunca permitieron que los tenga como mascotas.
—Camus me dijo que te gustan estos seres.
Milo no cabía en su cuerpo de la emoción, era un bonito detalle, un lindo y hermoso detalle de su primo para levantarle el ánimo.
—son... preciosos.
—lo sé y por eso quisiera que olvidaras lo que te pasó.
— usted también pasó por lo mismo—quiso saber.
Dégel se quitó los lentes en tanto se los enganchaba en su camisa, Milo pudo apreciar que detrás de las orbes del mayor había algo que él imaginaba era un terrible secreto.
—no exactamente.
—¿entonces? por qué siento que guarda algo, no sé....
Antes de responder, dio la espalda a la jaula y se encaminó hacia la puerta del patio la cual cerró, al regresar indicó a Milo que tomara asiento una de las bancas que había ahí. Se sentó a lado del chico.
—me has inspirado confianza, muchacho.
—sólo soy un simple joven ¿ qué podría ver en mi?
Dégel suspiró.
—la inocencia y el amor puro, algo que no se ve hoy en día.
—no entiendo....
—Camus te trajo aquí por que aunque te parezca loco, quiere sanar esa herida de tu corazón. No quiero dar más vueltas, escucha.... está enamorado de ti.
Silencio sepulcral por parte de Milo.
Luego de un eterno minuto, pudo articular palabra.
—es un chiste ¿ verdad?
—me ves cara de bromear muchacho.
—está desviando mi atención del verdadero asunto—se levantó abruptamente casi derribando una maceta con una planta de romero—no soy idiota.
—¡ tranquilidad! no te lo dije para que te volvieras un energúmeno, mi hijo....
Tarde se dio cuenta que soltó lo que pensaba decirle sutilmente, Milo tenía la boca abierta y los ojos casi salidos de la impresión, dedujo que eso era lo que ocultaba el " tío" de su primo, Camus era hijo de Dégel, por lo tanto no era su primo, aparentemente.
—¿ qué? a ver.... ¡ es imposible!
—sí lo es—su voz sonó hueca y carente de emoción—por eso el parecido, mi hermano Albert y yo somos medio hermanos, al igual que tu madre y Albert.
Milo se enredó, ahora no entendía nada.
—Tu mamá no tiene lazo de sangre conmigo, mi madre fue otra mujer la cual también es madre de Albert, nuestros padres son distintos. Albert y tu madre son del mismo padre, así como Albert y yo somos de la misma madre, pero yo tengo un padre distinto.
—a ver— se cogió la cabeza—quiere decirme que mi mamá no es su hermana.
—no.
— y que mi tío Albert no es el padre de Camus.
—tú lo has dicho.
—pero esto debe saberlo Camus—quiso salir corriendo para traer a Camus y contarle.
—¡NO! si lo sabe me odiará, aunque me duela el resto de mi vida que me llame tío, prefiero el silencio a perderlo para siempre.
—pero... es cruel una mentira así.
—lo sé, por eso te lo confió a ti, lo único que quiero es que aceptes sus sentimientos, no hay nada que impida, ambos deben ser felices.....
—no sé si pueda guardar esto.
Dégel tomó sus manos en señal de súplica, el más joven comprendió la desesperación de aquel padre, por lo que aceptó guardarlo.
—usted gana, Dégel.
—¡GRACIAS MILO!
—lo hago por Camus—se apartó para mirar hacia la puerta—¡ vamos! de seguro está impaciente.
—sí.
Un poco más aliviado caminó a lado del joven que le robaba el aliento a su hijo, revelarle no había sido fácil, más en algún momento tendría que contarlo pero para eso ya contaría con la ayuda de Milo.






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