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Ante el brillo de las estrellas HIATUS por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Ya llegó por quien lloraban…

Nah, es bonito sentirse especial :D

Ya saben que tardo por cuestiones externas, pero aun así me tomé un tiempito para escribir (se supone que debo hacer un traje y no he hecho nada. El patrón se me perdió XD)

Pero los amo, eso es lo que importa…

Recibí mucho apoyo el capítulo pasado, espero poder recibirlo aquí :3

5

Una cita no tan desastrosa (parte 2)

 

 

Luego de varios minutos, el rubio salió del cuarto de baño con una toalla blanca amarrada en la cintura. Sonrió al ver al pelinegro recostado en su cama, se acercó a él y se inclinó hacia adelante, invadiendo el espacio personal de éste.

     —Termina de arreglarte, Kakarotto—dijo el mayor. Goku sonreía coquetamente, sus rostros estaban muy cerca y él, con los pies aún sobre el suelo, estaba muy cerca de él, sus pechos estaban distanciados muy poco.

     —¿Y si nos quedamos aquí a hacer cosas divertidas?—recalcó las últimas dos palabras con un tono pícaro.

     —Ya te lo dije, Kakarotto. Vístete para irnos—respondió con voz grave, no se dejaba llevar por las palabras y acciones seductoras del de ojos esmeraldas.

     —¡Ay, Vegeta!—hizo un puchero, infló sus mejillas y se le quedó viendo con un leve ceño fruncido. El mayor sonrió de medio lado al verlo de ese modo.

     —Kakarotto, tú eras el que quería una estúpida cita, ahora no te quejes.

     —¡No me quedaba de otra, no me quisiste besar!—dijo con la misma expresión. El mayor suspiró.

     Con su mano hizo hacia atrás aquel flequillo del menor que se le pegaba en la frente a causa del agua. Una vez descubierta, se inclinó hacia adelante y posó sus labios en su frente. Goku cerró sus ojos ante aquel dulce tacto.

     —Alístate, Kakarotto. Espero abajo—dijo y se paró de la cama, mientras el rubio se sentaba en la orilla.

     —Está bien, Vegeta… Bajo en cinco minutos—dijo con esa voz que sonaba otra vez alegre.

     El de cabellera en forma de flama salió. Cerró la puerta detrás de sí y sonrió. Esa actitud tan cambiante le fascinaba. Si bien la faceta de pervertido acosador le parecía levemente molesta (aunque no podía negar que también era sumamente seductora y atractiva), esa actitud infantil le era sumamente adorable y linda, una dulzura natural.

     Bajó a la sala, y tal cual estaba cuando se había ido estaba Raditz. Una mueca de asco apareció en su rostro al notar que en la comisura de sus labios escurría un hilo de saliva. Se sentó en el sillón y cerró los ojos.

     —Me pregunto qué otras actitudes llega a tomar…—pensó con una media sonrisa.

 

***

 

—Ya—dijo cuando llegó a la sala. Vestía una camisa blanca a botones y un pantalón de mezclilla negra, llevaba tenis de color blanco. Vegeta se puso de pie y así él lo pudo guiar de nuevo a la salida.

     Antes de que el menor abriera, el más bajo tomó la perilla y abrió la puerta, dejándolo pasar primero. Goku se sonrojó levemente ante esa acción. ¿Por qué nunca antes había conocido a alguien así como Vegeta, tan firme en decisiones y demasiado amable?

     Una vez afuera ambos, el más alto lo guio a un auto de color negro. Subieron en la parte de atrás, fue en ese momento en el que el mayor notó que el chofer estaba sentado leyendo un periódico. Al entrar los dos, lo dejó a un lado y colocó sus manos sobre el volante.

     —Buenos días, joven Son. ¿A dónde quiere que lo lleve a usted y al caballero?—dijo respetuosamente.

     —A la plaza principal, por favor—dijo con una sonrisa.

     El anciano encendió el automóvil y lo puso en marcha, dispuesto a llevarlos hacia donde el menor le había pedido.

 

***

 

—Y así fue como me encerraron en ese hospital por un mes—terminó de platicar.

     Una vez encaminados a aquel lugar solicitado, Goku le había contado acerca de su infancia. El mayor prestaba total atención, la manera de expresar del pequeño le causaba un gran revuelco. Pero de un momento a otro la situación se tornó distinta, ya que empezó a relatar ciertas cosas que le llamaron demasiado la atención.

 

^^^Flash Back^^^

 

Y cuando tenía siete años mi papá le obsequió mi Akita a mi abuelito Gohan, para que le hiciera compañía siempre que saliera al bosque. Y cuando tenía ocho…guardó silencio, cosa que extrañó al de cabellera en punta—. Bueno, más bien cuando tenía nueve solía tener muchas pesadillas, mis papás estaban muy preocupados por mí… Así que me llevaron a talleres de pintura, pero accidentalmente golpeé al maestro y me sacaron de ahí… Pero es que se me acercó mucho y… no me gustaba que lo hiciera…

 

^^^Fin del Flash Back^^^

 

Lo que más raro le parecía era la voz con la que contó esa parte, como si tuviera un pequeño resentimiento con aquella parte de su infancia. O tal vez no era resentimiento, tal vez era… dolor…

     —Y hace un año fui a Italia con Raditz por dos meses, y él en ese tiempo tuvo cuatro novias…

     —A ver, déjame ver si entendí… Pasaste tu niñez con tu abuelo Gohan, desde siempre has practicado fútbol, no entiendes el béisbol, tu hermano sigue siendo igual de holgazán. Cuando tenías seis años te compraron un perro japonés que un año después obsequiaste a tu abuelo, a los nueve tomaste talleres de pintura de los cuales te sacaron por atacar al maestro, tiempo después tus padres te llevaron a un hospital porque tú les decías que tenías pesadillas… Y Raditz es un maldito mujeriego…

     —Sí, esa fue parte de mi vida—terminó de contar—. Y ahora tú también formas parte importante de ella—lo abrazó por un costado.

     El mayor sonrió levemente. A pesar de que amara esas acciones por él, no podía dejar de pensar en qué pudo haberle pasado a los ocho años como para que comenzara con actitudes violentas ante adultos o aquellas “pesadillas”.

      —Llegamos—dijo con una sonrisa—. Gracias, Roshi—dijo alegre.

     Ambos bajaron del automóvil y el pelinegro pudo observar cuál era el primer lugar que visitarían.

     —¿Un cine?—preguntó arqueando una ceja.

     —Sí, hay una película que quisiera que viéramos juntos…—lo tomó de la mano y lo arrastró hacia el interior…

 

***

 

Estaba completamente harto. Deseaba que el maldito reloj ya marcara las ocho de la noche para que esa maldita cita finalizara de una buena vez. No quería ser grosero con él, por eso lo había seguido sin rechistar. Pero por dentro sentía que estallaría en cualquier momento, no soportaba más eso que hacían.

     Primero fue el cine, una película bastante estúpida a juicio suyo. ¿Por qué diablos el protagonista dejó a la mujer que amaba sólo por una maldita prostituta operada que sólo lo quería por su dinero? “Sólo en las películas podrían ser así de imbéciles”, fue lo primero que pensó. Pero luego de meditarlo, cayó en cuenta de otra cosa. Pésima animación, actores de cuarta, historia aburrida, los gráficos eran horribles…

     Y después de eso, fueron a almorzar a un café, en el cual, al verlo a él, inmediatamente lo vieron con cierto desprecio por su vestimenta, cosa resultante de haber ido a un lugar de alta clase.

     Luego se dirigieron a patinar en hielo. Maldecía hacia sus adentros a aquel castaño de ojos azules que constantemente lo empujaba para hacerlo caer y que pareciera una caída accidental porque no sabía patinar. De no haber sido porque su Kakarotto estaba cerca, lo hubiera golpeado hasta dejarlo inconsciente.

     Y ahora estaban ahí, saliendo de una feria, en la cual todo costaba más del doble que en aquellas en las que había asistido antes, y no había juegos de destreza como los que le gustaban, tales como tiro con rifle a figurillas o el clásico de las botellas y los aros. Sólo había juegos mecánicos, cosa que no le llamaba mucho la atención.

     —Vegeta, ya lo pensé y… creo que deberíamos dejar las cosas hasta aquí—dijo con la mirada gacha, cosa que causó confusión en el mayor—. Veo que no te estás divirtiendo y… creo que dejaré de molestarte—dijo.

     El de cabellera en forma de flama se alivió al escuchar aquellas palabras. Por fin se libraría de esas salidas a lugares que no le interesaban en lo más mínimo. Ahora el verdadero detalle estaba en que no quería dejarlo así.

     —Kakarotto, estamos a día 21, ¿no es así?—preguntó. El menor asintió—. Son las cuatro, te llevaré a un lugar que te gustará—lo tomó de la mano, causándole un leve sonrojo. Caminaron hasta una parada de autobuses. Cuando llegó el que el mayor esperaba, los dos subieron.

     —Vegeta, yo no…—decía con un poco de angustia al nunca antes haber ido en un autobús.

     —Relájate, Kakarotto…—con una seña le indicó que se sentara en un lugar y él se sentó a un lado.

     —Pero…

     —Kakarotto—apretó un poco su mano y lo vio a los ojos—, confía en mí…

     —Está bien…—dijo en susurro. Se dispuso a ver por la ventana. Segundos después sonrió al sentir caricias por parte del mayor en su mano.

     Luego de veinte minutos bajaron y el más alto notó que se dirigían a un lugar un tanto retirado de la ciudad donde vivía.

     —Espera—se detuvo—. Dudo que mi padre me permita estar aquí…—mencionó viendo al suelo.

     —Sí, es algo peligroso—confesó. Se acercó y lo tomó de la cintura, por lo que el menor levantó la vista y lo vio a los ojos—. Pero no dejaré que te hagan daño.

     —Veg… Yo…—sus ojos se llenaron de lágrimas—. Me llevarás a la feria del condado, ¿verdad?—preguntó en voz baja.

     —Sí… ¿has ido a alguna?

     —Cuando tenía ocho…—su voz se escuchaba llena de dolor.

     El más bajo no dijo nada, esperaba que hablara y le ayudara a comprender todo lo que le había pasado por su mente desde esa mañana cuando no quería confiar completamente en él porque sentía que ocultaba algo, y eso sólo fue confirmado cuando se dispuso a relatarle toda su infancia. Y es que a los siete era alguien dulce, pero a los nueve fue un tanto violento. “Ocho años”, ese lapso fue crítico para su comportamiento en su infancia… Y, por qué no, el de ahora…

     —Mi tío me trajo junto con mi primo Turles y…—las lágrimas se deslizaron por sus mejillas—fui al baño, cuando iba a salir un señor me tapó la boca y me llevó a rastras a su camioneta por la puerta de atrás… Me llevó a una fábrica abandonada…

     El menor sollozaba con dolor mientras Vegeta sólo lo observaba con una expresión seria. Goku tomó aire y siguió relatando.

     —Cuando estuvimos ahí… Me quitó mi ropa y… tocó mi cuerpo…—cerró con fuerza sus ojos—. Solía violarme cada noche… y si no lo hacía él, otros tipos lo hacían a cambio de que le pagaran… Me hicieron mucho daño, sólo era un niño… Solían inyectarme muchas cosas, nunca supe qué eran esas sustancias, pero algo así escuché acerca de para qué servirían, pero creo que oí mal… ¿Sabes? Ellos no querían dejar rastro, usaban condón para que así no quedara ADN en mi cuerpo que los inculpara… Já, me abandonaron cuando la policía llegó, y… jamás los encontraron… Gracias a que siempre usaban preservativo no me transmitieron ninguna enfermedad, pero… también por ello no pudieron saber quiénes eran…

     —¿Recordarías quiénes fueron si los vuelves a ver?

     —Sí… a todos y cada uno…—susurró.

     —Kakarotto…—soltó al aire—. Así que por esto es su actitud bipolar... Le causaron un trauma…—lo tomó del rostro con ambas manos—. Dime, ¿qué tanto te afecta ahora?

     —Bueno… pues…—se limpió las lágrimas—. No tanto, diría yo. He querido olvidarlo, pero simplemente no puedo. Aunque a veces sólo salgo adelante…—soltó una sonrisa. El mayor sonrió al ver esa sonrisa sincera en sus labios de nuevo.

     —Kakarotto… Te cuidaré… Puedes confiar en mí—lo atrajo hacia sí y lo abrazó.

     —Está bien… Después de todo, siempre quise volver a ir a una…

     —Bien—se separaron—. Entonces andando, serás mi acompañante en todas las atracciones, no te dejaré atrás…—mencionó.

     —¿O sea que…—se acercó a su oído, para susurrarle sensualmente—: quieres ser el dominante?

     El mayor no comprendió a qué se refería, pero luego de pensarlo ese “no te dejaré atrás” puede tener mucho mal sentido en la mente equivocada.

     —Kakarotto, deja de provocarme, no lograrás llevarme al colchón de ese modo en el que piensas—dijo. El rubio se alejó y lo vio con un puchero—. ¿Vamos?—le extendió su mano. Él sonrió y la tomó inmediatamente. Caminaron hacia donde se realizaba aquella feria.

 

***

 

—¿Quieres algodón de azúcar?—le preguntó al ver el pequeño puesto. El más alto negó.

     —Cuando vine por primera vez…—dijo—, vi un peluche que me gustó mucho. Dudo que lo tengan todavía—dijo. El mayor sonrió.

     —¿En qué juego…?

     —El de aros en la botella—la sonrisa del más bajo se agrandó más.

     —Entonces vamos a ver…

     A pasos lentos para poder ver todas las atracciones, llegaron a donde un hombre atendía aquel pequeño establecimiento. Era una caseta de madera en la cual adentro había muchas tarimas apiladas dando una altura de un metro y medio y, sobre estas, había muchas botellas de vidrio. En el suelo se podían observar muchos aros tirados. A las laterales y del techo colgaban muchos peluches de distintas formas.

     —¡Es ese!—exclamó emocionado señalando un conejo de peluche que tenía orejas caídas, su cara era blanca, solo alrededor de sus ojos tenía pelaje gris, y su panza también era color níveo, era demasiado esponjado su pelaje, y se le notaba un pequeño sonrojo rosado. Era grande ese peluche, y tenía un listón rojo amarrado al cuello. Se acercaron al señor.

     —¿Qué tan difícil es ganar el conejo gris del fondo?—señaló el peluche que quería su Kakarotto, estaba pegado a la pared de madera, exhibiéndose como el premio que nadie podría ganar jamás.

     —Pues mira, amigo. Pagas y te doy cinco aros. Si metes uno, te ganas cualquiera de los que están colgados. Pero si metes los cinco, te llevas aquel. No puedes comprar muchos aros, tienen que ser todos seguidos, sin fallar ninguno…

     —¡Quiero jugar!—dijo el rubio.

     —Son cincuenta yenes—dijo. El de ojos esmeraldas sacó su cartera para buscar dinero y entregárselo al mayor.

     —Kakarotto…—susurró al verlo tan emocionado. Sonrió y se puso a un lado suyo.

     Goku lanzó un aro, pero éste rebotó en el pico de la botella y cayó al suelo. Arrojó otro, pero quedó entre una botella y otra, el tercero dio a parar al suelo, el cuarto lo arrojó con mucha fuerza que topó en la pared, y el quinto, como ya estaba frustrado, lo arrojó sin ver, golpeando en la cara al encargado.

     —¡Es más difícil de lo que creí!—dijo con los brazos cruzados y un tierno puchero.

     —A ver… Lo haces mal…—el encargado se acercó a ellos, sacó dinero y se lo entregó. El hombre le dio los 5 aritos azules.

     Se paró en una posición cómoda y arrojó uno. El segundo, tercero, cuarto, y el quinto. Todos entraron perfectamente, secuencia exacta. El mayor miraba expectante la escena.

     —¡Vegeta, eso fue genial!—aduló con una sonrisa. El adulto, resignado, le entregó el peluche al ganador.

     —¿Cómo pudiste hacerlo tan fácil?—se animó a preguntar una vez le dio su premio.

     —Mi vecino tenía un puesto como este, solía ir a apostar ahí con todos mis amigos…—dijo. El señor sonrió.

     —Felicidades, jovencito. Eres el primero que logra eso, tengo casi ocho años aquí y nunca antes alguien lo había ganado…

     —Gracias.

     Ambos se alejaron de ahí. El cielo tenía tonalidades doradas, faltaban pocas horas para que anocheciera. Se dirigían a la salida para, posteriormente, ir a la parada de autobuses.

     —Lo hiciste muy bien, Vegeta. Te felicito, te mereces ese premio—dijo el más alto con una sonrisa.

     El más bajo lo tomó de la mano y le extendió el conejo.

     —Tómalo.

     —¿Eh? No, tú te lo ganaste, es tuyo—dijo nervioso el menor.

     —Lo gané para ti, Kakarotto—insistió. Apenado, lo tomó, mientras un tierno sonrojo invadía sus mejillas.

     —Gracias, Geta…—vio al suelo.

    

***

 

—Me divertí mucho en la feria del condado, Vegeta. Me gustó todo lo que había, sobre todo el caballo negro…—dijo. Estaban en la habitación del menor, hasta hace poco había anochecido, y al llegar no había ningún familiar del de cabellera rubia, sólo empleados.

     —¿El Mustang salvaje? Lo sé, un buen caballo…—dijo con una sonrisa. Goku abrazaba aquel peluche, estaba sentado en la orilla de su cama.

     —Fue la mejor cita que he tenido en toda mi vida—mencionó alegremente.

     —Aún falta…—dijo y caminó hacia el balcón, el cual era muy amplio.

     —¿Eh?—lo siguió y lo vio asomándose hacia abajo.

     —¿Sabes? Dentro de poco lloverá, así que hay que aprovechar que está despejado el cielo—dijo.

     Se recostó en el suelo, y el menor lo imitó. Colocó sus brazos detrás de su cabeza para usarlos como almohada. El cielo oscuro era iluminado por una enorme y brillante luna llena, y decenas de estrellas visibles. El menor sonrió.

     —Nunca antes me había puesto a ver el cielo en la noche—dijo al cabo de unos minutos.

     —Es… hermoso…—dijo—. Deberías hacerlo más seguido. Siempre iba a la azotea de mi casa para verlo. Pueden pasar horas y no cansarte.

     —Es muy relajante…—susurró—. Geta, sobre lo que te dije…

     —No le diré a nadie, no te preocupes…

     —No, no es eso…—el mayor volteó a verlo—. Sé que a veces soy muy impulsivo, pero no me doy cuenta sino hasta que ya lo hice… Te pido disculpas si en algún momento dije algo que te ofendiera.

     —No importa… Me gusta tu manera de ser, Kakarotto—dijo y le acarició la mejilla con sus nudillos, el rubio cerró los ojos.

     —Veg… Sé que dijiste que por el momento no buscas pareja, pero cuando quieras salir con alguien… tú… ¿tú me considerarías? Digo, a pesar de lo que me pasó cuando era niño… ¿tú podrías tomarme en cuenta?—dijo nervioso. El mayor lo vio detenidamente.

     —Como tú lo has dicho, no busco pareja…—el menor se decepcionó—. Pero, el día en que me sienta listo para empezar una relación otra vez, tú serías la primera persona que consideraría… Quítate esa mentalidad… Si tú fueras mi novio, te amaría sin importar nada.

     Goku volteó a ver hacia abajo mientras jugaba nerviosamente con sus dedos. El cielo se cubrió de oscuras nubes, y a los pocos segundos comenzó a lloviznar.

     —Deberías entrar, Kakarotto. Puedes enfermarte. Yo ya estoy acostumbrado.

     —No, está bien. Quiero estar a tu lado… Además, hace mucho que no me mojaba con la lluvia…

     Así, ambos se quedaron juntos bajo la torrencial lluvia que caía. A pesar de ello, permanecieron recostados uno al lado del otro. Les gustaba esa sensación de tranquilidad que les producía el estar cerca de la presencia del contrario.

     —Esta cita fue perfecta…—mencionó con una sonrisa, sintiéndose bien por la sensación de aquellas gotas de agua que, a pesar de que caían con fuerza, acariciaban su piel.

     —Casi lo fue… Sólo falta una cosita para que lo sea—admitió el mayor. Goku lo volteó a ver con una expresión de confusión.

     —¿Qué cosa?

     Vegeta se acercó a su rostro y posó sus labios sobre los suyos, proporcionándole un suave y tierno beso. Masajeó lentamente sus labios, sin prisa, saboreando su dulzura y disfrutando de su calidez. Se separó luego de unos segundos, y juntó su frente con la de él.

     —Me gustas, Kakarotto…

Notas finales:

Pobre Goku, tuvo una dura infancia… Pero eso a Veggie no le molesta, al contrario “lo amaría sin imortar nada” kyaa…

Okey, ese “no te dejaré atrás” XD REVELACIÓN: Iba a poner que Goku dijera “¿apoco también me acompañarás al baño? Podemos cerrar con seguro y hacer cositas ahí”, pero creí que iba a ser demasiado XD

¡Se besaron! ¡Se besaron! ¡Emociónense! Hace mucho no pongo besos en mis fics XD

¿Les gustó el capítulo?

Espero poder recibir muchos comentarios como la vez pasada, me sentí más conectada con mis lectores :3

Nos vemos…

P.D. El peluche lo imaginé al ver esta imagen, de ahí lo saqué, porque en realidad no sé qué se consideraría un peluche adorable :v


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