Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ante el brillo de las estrellas HIATUS por Princesa de los Saiyajin

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Qué tal?

Jeje, pasó más de un año. Pero resurgí de las sombras.

¿Qué creen? Hubo empate en la votación así que serán sukes.

Sin más, lean ;)

6

Razones

 

—¿Qué?—sus ojos se iluminaron completamente—. ¿De verdad?

     —Sí—respondió con una sonrisa de medio lado, divertido por la actitud del Kakarotto infantil—. Me gustas, Kakarotto.

     —Vaya…—sonrió y se recostó nuevamente, sintiendo una gran calma dentro de sí—. Pero todavía quieres olvidar a tu exnovia, ¿verdad?

     —Ya se me había olvidado su existencia—soltó una risa—. Kakarotto, quiero conocerte mejor antes de iniciar una relación contigo—el rubio asintió.

     —Veg, ¿pasas la noche conmigo?—preguntó con una sonrisa. El mayor lo vio unos segundos, no era su faceta pervertida, era la faceta alegre—. No quiero sexo, sólo tu compañía—dijo adivinando sus pensamientos.

     —No lo creo conveniente, Kakarotto—el menor lo miró confundido—. Debo volver a donde mi hermano, siempre cuido de él—el rubio asintió.

     —Está bien—sonrió enternecido—. Vegeta, eres tan lindo. Sigo sin creer que esa chica se atrevió a cambiarte por alguien más, eres la mejor persona que he conocido… Además, tienes lindo trasero.

     —Te contaré una pequeña historia, Kakarotto—dijo después de reír por el comentario acerca de su trasero, ¿apoco se lo había estado mirando durante su cita? El de ojos esmeraldas asintió—. La conocí cuando  tenía cinco años, ella era del terreno vecino, a más de trecientos metros de mi casa. Acompañaba a mi padre a entregar dos cajas de manzanas, que era lo que habíamos cosechado durante esa semana. Al llegar la vi, era una niña muy bonita de ojos azules, parecía una princesa—el más volvió a asentir mirándolo con mucha atención—. Era muy insoportable.

     —Jajaja—empezó a reír por el cambio brusco en su relato—. ¿Qué pasó después?

     —Conforme pasaron los días, y de los negocios que nuestros padres tenían, nos fuimos conociendo. Al principio ella era muy pesada y presuntuosa, pero después me mostró su verdadero ser: una niña agradable y dulce. Se convirtió en mi amiga… Pero dejé de verla por siete años, cuando su padre la envió a casa de su hermana, o sea la tía de Bulma, en Francia.

     —¿La extrañaste en ese tiempo?—a pesar del sonido de la lluvia, podía escuchar perfectamente la historia relatada por el más bajo.

    —Pensaba en ella de vez en cuando, como amigos, claro. Cuando la volví a ver me llevé una sorpresa, era ya toda una señorita y, pues, se puso muy linda en ese tiempo—volteó a ver al rubio—. Me atrajo, físicamente. Y cuando volví a hablar con ella me di cuenta de que no había cambiado tanto su manera de ser, seguía siendo una dulzura de persona…—su mirada cambió a una de pesar—. El problema es que duramos un año y medio como amigos, es lo que nos tomó poder ponernos al tanto de lo que vivimos el tiempo que estuvimos separados.

     —¿Fue ahí donde dejaste de verla como una amiga?—el mayor soltó aire.

     —Casi. Su padre estaba haciendo negocio con un hombre acerca de exportar su producto a la ciudad donde vivía él y su familia, ese señor siempre se llevaba a su hija y, tengo entendido, pasaban noches en la casa de Bulma. Ahí es donde ellas se hicieron amigas. Malamente Bulma aprendió las mañas de esa muchacha—se agarró el cabello con frustración—. Se volvió muy coqueta y… caí bajo sus insinuaciones…

     —Creí que había sido por amor su relación—el mayor comenzó a acariciar la cabellera empapada del más alto, consiguiendo que sonriera.

     —Terminé enamorándome de ella, pero… yo era un caballero.

     —¿Y qué tiene de malo eso, Veg?

     —Yo siempre la traté con respeto: le pedí permiso a su padre para ser su novio, la llenaba de detalles, el mayor acercamiento que tuve con ella fue tomarla de la mano, colocar su mano en su cintura, abrazarla y darle un beso en la mejilla… Siempre la traté como a una dama—volvió a unir sus labios con los del menor, quien algo confundido se permitió corresponderle—. Esa fue la razón por la que me engañó, estaba insatisfecha. No le bastó con el cariño puro que le tenía y mis intenciones de llevarla de blanco al altar tan sólo cumpliéramos dieciocho. Se acostó con Yamcha todas las noches durante un mes, las tengo contadas. Fue hasta hace poco que lo hizo.

     —¿Cómo te enteraste?

     —Siempre la veía llevarse la camioneta de su padre, quise pensar que iba a casa de una amiga o algo así. Jamás le pregunté, porque yo estaba muy ocupado ayudando a mi papá y cuidando de mi hermano, y ella no se acercaba tampoco a buscarme. Al día treinta y uno decidí seguirla, vi que entraba a la casa de ese sujeto. Pasó una hora y me enojé, entré sin tocar, ya conocía la casa de ese tipo así que fui directo a la habitación. Confirmé mis sospechas, se estaba revolcando con él.

     —Vegeta—se acercó y lo abrazó, el mayor correspondió, sintiendo el cálido cuerpo del más alto—. Ya no te pongas mal…

     —Te equivocas, no me siento mal—el rubio se separó y siguió relatando—. No tenía caso rebajarme a pelear con él, así que simplemente me fui y los dejé solos nuevamente… Regresé a casa y pasé la noche en el techo, viendo las estrellas—volteó a ver al rubio—. Hace unos días me llamó Nappa, me dijo que Bulma está embarazada y se casará dentro de un mes con Yamcha.

     —Oh… Ehm, supongo que lo siento—respondió nervioso sin saber qué decirle.

     —Kakarotto—volteó a verlo—. Fui en contra de mis principios por ti—el menor ladeó su cabeza sin entender—. Tú eres la primera persona a quien beso en toda mi vida.

     —¿De verdad?—preguntó sonrojado, el más bajo asintió—. Y tú también lo eres para mí.

     —Sí, cómo no—empezó a reír.

     —Vegeta, desde el incidente con esos hombres no dejo que la gente se me acerque—suspiró—. Pero contigo sentí gran calma, verte defendiendo a tu hermanito me hizo ver que eras una buena persona, a pesar de que me golpeaste. Y sólo terminé comprobándolo cuando me ayudaste a limpiarme.

     —Entonces te creo, Kakarotto—el rubio asintió—. Entremos ya, tu piel está helada.

     —¿O sea que tú estás caliente? ¿Quieres que te ayude?—se inclinó hacia él, el pelinegro sonrió de medio lado. El Kakarotto pervertido se había tardado en hacer presencia.

     —No empieces, podré haber cruzado la línea besándote pero no la cruzaré haciéndote el amor—se puso de pie y el rubio lo imitó, haciendo un puchero—. Toma una ducha con agua fría para que no te enfermes.

     —¿Y si me acompañas?—lo tomó de la mano y entrelazó sus dedos, se inclinó hacia adelante, quedando pocos centímetros de distancia entre sus rostros.

     —Por favor, Kakarotto—acarició su mejilla—. No quiero que te enfermes.

     —…—soltó aire y después sonrió alegremente—. Está bien, pero ¿ya te vas o esperarás a que salga?

     —Esperaré—el menor asintió.

     —Está bien—se adentró al baño, desvistiéndose en el camino, dejando un rastro de ropa mojada en el camino, cerrando la puerta del cuarto de baño cuando únicamente tenía puestos los bóxers.

     Vegeta sonrió al verlo, era fascinante verlo así, tan cambiante. Le atraía mucho esa actitud, aunque a la vez le causaba curiosidad saber la razón de por qué era así.

     Comenzó a recoger la ropa y la apiló en una orilla, donde no había alfombra. Posiblemente alguien de la servidumbre tarde o temprano tendría que ir a hacer limpieza y la vería.

     Pasados cinco minutos, salió el rubio con una toalla amarrada en la cintura. Vegeta lo observó detenidamente, su piel era blanca y su abdomen estaba marcado. Su musculatura no era excesiva, pero sí era fuerte, era una buena definición de hombría.

     —¿Te gusta lo que ves?—preguntó acercándose, aprovechando que estaba de pie recargado en la pared.

     —Kakarotto, vístete—pidió con una sonrisa de medio lado. De acuerdo, el Kakarotto pervertido era muy terco, pero él también llegaba a ser muy obstinado. Así que sí, sería una interesante discusión.

     —¿Seguro que quieres eso?—susurró en el oído del pelinegro.

     —Kakarotto, no quiero repetirlo toda la noche. Vístete—sintió el pecho del de piel nívea contra su cuerpo. ¡Demonios! Sí podía ser demasiado seductor cuando se lo proponía.

     —Anda, yo sé que quieres—el mayor sonrió de medio lado, ya sabía qué debía hacer.

     De un rápido movimiento lo cargó en su hombro, y comenzó a caminar hasta el mueble con cajones. Abrió varios, buscando en el que hubiera ropa interior. Al encontrarlo, sacó un bóxer naranja. Aprovechó que sus piernas estaban contra su pecho para colocárselo y comenzar a subirlo hasta llegar a las rodillas.

     Bajó al rubio y éste estaba completamente sonrojado.

     —Por favor, termina de ponértelo—el menor desvió la mirada y deslizó la prenda por sus piernas. Vegeta notó que cerraba los ojos fuertemente por pena y que, contrario a lo que parecía hace unos segundos, no se quitó la toalla, sino que procuró ponerse el bóxer sin mostrar ni un segundo su desnudez.

     —Así que él es el Kakarotto tímido…—pensó. Sonrió y se acercó a él cuando se quitó la toalla, mostrando que ya se había puesto la ropa interior.

     —Ya—susurró bajando la mirada.

     —Bien, ahora lo que sigue—lo cargó nuevamente, pero esta vez en sus brazos. Posteriormente lo colocó sobre la cama y lo arropó—. Gracias por la cita, Kakarotto. Me divertí mucho contigo. Nos vemos el lunes—besó su frente. Iba a irse, pero la mano del menor en su camisa mojada lo hizo quedarse cerca de él.

     —Veg, gracias por todo—cerró los ojos y se acomodó mejor bajo las cobijas.

     —Adiós—se acercó otra vez y besó sus labios, disfrutaba demasiado del dulce toque y el cosquilleo que sentía cada vez que lo besaba. Se separó y le dedicó una sonrisa—. Buenas noches.

     Salió de la habitación, sonriendo por aquella calidez interna de su cuerpo, se sentía extrañamente feliz con él. Bajó por las escaleras, iba a salir pero un muchacho atrajo su atención.

     —¿Qué tanto hacías con mi hermanito en su habitación?—preguntó molesto.

     —Ah, Raditz…—lo miró con ciertas intenciones de molestarlo—. Sólo dejémoslo en que ahora ya está dormido en su habitación, y sólo lleva puesta la ropa interior. Ya lo dejo a tu mente pensar qué crees que pasó.

     —Escúchame, Vegeta. No quiero que intentes nada sexual con él o si no…

     —¿O sino qué, Raditz?—lo confrontó, enojado ya por su actitud.

    —Te las verás conmigo.

    —¿Eso es tu intento de amenaza?—bufó—. Está durmiendo, no le hice nada. Aunque soy yo el que debería hacer las preguntas.

     —¿A qué te refieres?—preguntó indignado.

     —¿Por qué tiene esa actitud tan cambiante? Porque no es bipolaridad, ni tampoco parece un caso de personalidad múltiple—notó el cambio en el mayor, que se tensó al escuchar eso—. Ni se te ocurra desviar el tema.

     —¿Por qué quieres saberlo?—se cruzó de brazos—. Es asunto de familia, no te incumbe.

     —¿Dices que no me incumbe?—dijo irónico—. Tu hermanito me quiere llevar a la cama, ¿y dices que no me incumbe?

     —¿Kakarotto quiere…?—lo miró confundido—. ¿Qué tanto han hecho?

     —Sólo lo besé, y ya. No fue la gran cosa como piensas…

     —¿Él… también te ha abrazado?—preguntó ido. El más bajo asintió—. Entiendo…

     El de cabellera larga caminó hasta la sala y se sentó en el sillón. Vegeta lo siguió y se sentó en el sofá individual, sabiendo que la conversación no terminaba ahí.

    —Kakarotto… no suele dejar que la gente se acerque mucho porque… a los ocho años él…

     —Sí me contó esa parte—el mayor lo miró completamente asombrado.

     —¿De verdad?—Vegeta asintió—. Es… extraño. Cuando era niño se negaba a hablar de eso, seguía muy alterado. Hasta que por fin lo hizo, pero nunca más se ha atrevido a hablar el tema con alguno de nosotros, y obviamente decidimos respetar su decisión y no presionarlo.

     —Explícate—pidió.

     —Kakarotto realmente sufrió un trauma, se volvió agresivo cuando era niño si alguien se acercaba demasiado, ni siquiera nos aceptaba a nosotros… Poco a poco fue relajando su actitud y permitiéndonos abrazarlo, pero hasta ahí, jamás a sus amistades ni a mis primos o tíos. Sólo nosotros—el menor lo escuchaba atentamente—. Es por eso que me sorprende que te haya aceptado a ti, significa que de verdad te tiene confianza.

     —Escucha, Raditz. Sé que te preocupa que le falte al respeto, pero no lo haré. O al menos no ahora—el más alto lo miró frunciendo el ceño—. Me gusta tu hermano, sí, pero no quiero sexo de él, quiero una buena relación una vez nos hayamos conocido bien—el Son relajó su expresión—. No caeré en las provocaciones suyas.

     —De acuerdo…—suspiró—. Cuando cumplió diez años, empezamos a notar que su actitud era muy voluble. A veces se reía y contaba chistes para hacernos reír a nosotros también, pero en ese mismo momento podía deprimirse y quedarse callado. A veces duraba horas estudiando materias avanzadas, muy intelectual. En otras era muy cariñoso con mamá y se la pasaba abrazándola a cada rato—miró a suelo—. La más común fue de él haciendo tonitos inocentes y poniendo ojos brillantes, como niño de comercial.

     —¿Algunas de sus facetas desaparecieron?—preguntó con seriedad, entendiendo lo que implicaba cada uno de sus cambios.

    —No exactamente. Únicamente la última—miro al Saiyan—. Algunas no se hacen presentes tan seguido, incluso pasan meses antes de que se muestre de ese modo. Actualmente sólo el Kakarotto alegre se muestra y el tímido, nada más—soltó una risa irónica—. Supongo que la del Don Juan apareció contigo.

     —Entiendo. Tiene sentido porque dices que no permite que nadie se acerque tanto…—cerró los ojos—. ¿A qué se debe?

     —Por un tiempo creyeron los doctores que era personalidad múltiple postraumático—se tocó el tabique con frustración—. Pero no es eso, recuerda todo lo que hace cuando cambia de personalidad y no tiene una actitud que domine dentro de sí. Se podría decir que tiene impulsos de actitud únicamente…

     —Puede ser… Hay más, ¿cierto?

    —Ellos tuvieron una teoría—el menor asintió para que prosiguiera—. Kakarotto no sólo fue violado, sino también prostituido por su secuestrador. Y, según lo que dicen acerca de la prostitución, a veces “la mercancía” adopta roles para satisfacer al cliente…

     —Déjame ver si entendí—interrumpió—. ¿Me estás diciendo que Kakarotto tenía que actuar para satisfacer a esos hombres?

     —Sí. Piensa un poco, la actitud del Kakarotto-Niño podría ser irresistible para los pedófilos—el menor asintió, analizando lo escuchado—. Y la del Kakarotto Miedoso para la del que disfruta del dolor ajeno—volvió a asentir—. Los doctores creen que el trauma llegó demasiado lejos, que esas facetas influyeron demasiado en su personalidad.

     —¿Hay cura?

     —“¿Aparte del tiempo? Ninguna”, eso nos dijeron—el menor se recargó y cruzó sus brazos sobre su pecho.

     —Vale, ya entendí—miró al más alto—. Escucha, cuidaré de él. No le haré daño, de eso puedes estar seguro.

     —Gracias, amigo—sonrió.

     —No es nada… y lamento haber mojado tu sofá—el mayor rio.

     —No hay cuidado… Entonces, ¿qué sucedió exactamente entre ustedes hoy?

     —Fuimos al cine, a almorzar, a patinar, y a una feria—tomó aire—. Después lo llevé a la feria del condado, ahí me contó todo. Le conseguí un conejo de peluche, comimos, paseamos por todo el lugar. Llegamos aquí, vimos las estrellas, llovió, nos empapamos. Y lo besé. Punto.

     —De acuerdo—empezó a reír—. Bueno, sigue lloviendo. ¿Le pido a Roshi que te lleve a casa?

     —No, gracias. Caminaré…

 

***

 

Llegó hasta la casa temporal, suspiró hondo y se adentró. Lo que menos quería era toparse con alguien que le cuestionara lo que hizo. Se adentró y vio a su hermanito llorando en la sala. Frente a él, sentado en otro sillón, estaba Trunks, quien se veía ido y sostenía el pequeño bebé de cabellera bicolor en sus brazos.

    —Tarble—lo llamó. El aludido, al notar quién le había hablado, se puso de pie e inmediatamente lo abrazó.

    —Vegeta—gimoteó en los brazos de su hermano.

    —¿Qué pasó?—preguntó en tono demandante.

    —Mamá…—se aferró más fuerte a Vegeta—. Mamá tuvo un accidente de coche y… no sobrevivió…

     —¿Qué?—miró a su hermanito y, por su llanto, comprendió que no escuchó mal.

     —¿Por qué diablos no contestas el maldito teléfono?—se puso de pie un molesto Trunks, dejando al bebé en el sofá, encarando al pelinegro.

     —¿Mí teléfono o el estúpido regalo que me diste?—sacó de su bolsillo el celular—. Tu estúpido regalo lo dejé en la habitación, no me interesa.

     —Estuve toda la maldita tarde intentando contactarme contigo.

     —¿Para qué? ¿Para reclamarme por algo?—hizo a su hermanito a un lado.

     —¡Para avisarte! ¡Era tu madre!

     —¡Ella no era mi madre!—desvió la mirada—. Mi verdadera madre murió cuando yo nací. Ella sólo es madre de Tarble—dio media vuelta y se fue a su habitación ignorando al hombre pelilila.

     —¿Eso es cierto?—preguntó con más calma, miró al pequeño pelinegro que veía en dirección a donde se fue su hermano.

     —Sí…—suspiró—. Se molestó porque mi mamá “se metió” en su familia, para irse a final de cuentas—miró al hombre—. Veg jamás la llamó mamá, sólo le decía madre. Jamás mostró tratarme diferente a mí, siempre me amó como su hermano. Pero a ella sí la diferenciaba.

     —¿Y qué hay de ti, pequeño?—se sentó en el sofá y lo invitó a sentarse a su lado—. ¿Te molestó que ella estuviera conmigo?

     —Prácticamente nos abandonó, pero… era mi madre, jamás podría odiarla o dejar de quererla—miró al pequeño niño de cabellera bicolor—. Es lindo saber que tengo otro hermanito.

     —Sí, bueno… Lamento todo lo que han pasado ustedes, pero quiero que sepas—tomó su mano y entrelazó sus dedos, es hizo incomodar al menor pero no dijo nada—, estoy dispuesto a darles lo que necesiten. Tarble, me gusta la idea de tener tu compañía.

     —Señor Trunks, yo no…

    —Sólo Trunks, para ti—le dedicó una sonrisa de medio lado.

     —Sí, esto, yo… Trunks, iré a dormir—se puso de pie y salió corriendo de la sala, completamente nervioso por el gesto realizado por ese adulto.

     Entró a la habitación que a él le correspondía y se encerró, sentía su corazón latir a gran velocidad. ¿Qué se suponía que significaba eso que Trunks hizo?

 

***

 

Vegeta miraba detenidamente el techo, soltó un suspiro y miró hacia la ventana.

     —Te perdono…—soltó al aire, pensando en esa mujer que había sido como su madre durante su infancia.

    El sonido de su celular lo hizo sobresaltarse, normalmente no lo usaba más que para emergencias, por tanto se extrañó de recibir un mensaje de un número grabado con el nombre Kakarotto :3 . Sonrió al recordar cuando le pidió el teléfono “para cuidarlo” cuando él necesitaba ir al baño durante el almuerzo, seguramente lo había grabado.

     Kakarotto :3 : Veg, ¿ya llegaste a tu casa? Me desperté para saber si llegaste bien.

     Sonrió enternecido al leer esas palabras. Bueno, se trataba del Kakarotto Dulce.

     Vegeta: Sí, ya llegué. Gracias por preguntar.

     Respondió, sonriendo cual quinceañera enamorada al pensar en el rubio.

    Kakarotto :3 : Ya me voy a dormir. Que descanses.

     Vegeta no respondió, sólo sonrió. Ese chico tenía algo especial que lograba cautivarlo, a pesar de sus cambios de actitud, amaba cada una de esas personalidades que formaban a una única persona.

    Sí, en tan poco tiempo se había enamorado de Son Goku.

     Su Kakarotto.

Notas finales:

-Goku tuvo una infancia muy difícil, pero ahora sale adelante gracias a Veggie.

-¿Qué significa lo que hizo Trunks? ¿Acaso tiene intenciones ocultas?

-Vegeta ya se enamoró… ¿Eso significa que ahora sí será llevado al colchón por Goku? (ok, no XD)

¿Les gustó el capítulo? Estuvo centrado en el problemita de Kakarotto, su manera de ser. Para entender por qué es así :c

Disculpen la tardanza, espero me perdonen (los que siguen el fic desde hace tiempo y mis nuevos lectores).

¡Saludos!

 

(Publicado: 07/07/2018    11: 14 p.m.)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).