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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola!!

Disculpen la graan tardanza, pero la escuela se volvio pesada porque no tenia todos los apuntes, pero ya estoy al corriente! Yay! :)

Es un capitulo mas largo que cualquiera que haya subido con anterioridad... espero y les guste.

Aqui el amors y la actualizacion! XDDD

 

 

 

Volví a Tokio al día siguiente, el domingo. Takao debía quedarse y completar su equipaje para irse al frio Toronto. Regresaría el viernes de la misma semana en transcurso, pero ya sentía que lo extrañaba siendo apenas martes. Absurdo.

Mantén tu teléfono encendido. –le recordé. No lo aceptaría por el momento, pero las manos ansiaban tocarlo. No quería irme, no quería que se fuera. No vuelvas a desviar mis llamadas. ¿Entiendes? Quiero que me mantengas informado de tus aterrizajes.

¡Roger! –hizo un saludo militar. La sonrisa se extendía en sus labios y en sus ojos el brillo se hacía presente haciéndome más difícil el querer subir al avión.

La ansiedad en mis manos pareció aumentar de manera drástica y no pensé en mis acciones cuando me vi abrazándolo de los hombros. La desazón desapareció por completo en el mismo momento en que sentí su cuerpo. Su cabello lacio acariciando la palma de mi mano, su respiración, sus brazos en mi espalda, todo ello lograba acompasar la inquietud de mi corazón.

Te amo. –murmuré. Algo parecido a un sueño, algo fugaz e inalcanzable el pronunciar solo un par de palabras que me hacían feliz al dejarlas salir.

También te amo, Shin-chan. –alzó la cabeza alcanzando mis labios. Enterré mis dedos en su cabello, estreché su cintura y se levantó en las puntas de sus pies agarrando impulso en nuestro encuentro.

Increíble, la manera tan suave en que sus labios abrazaban los míos, en que respiraba su propio aire, que mi piel parecía querer formar un vínculo más que superficial con ese sabor, esa textura y aroma que fundían mi cerebro.

Toma tus vitaminas. –dije en un segundo antes de volver a degustar la carne de su boca. –Que no se te olvide.

−No será tanto tiempo. –murmuró acurrucándose en mi pecho. No supe a quien quería convencer con eso.”

Takao recibía constantes cartas de la Todai, por lo que no fue mucho problema comunicarse con ellos y aceptar su oferta académica para volver conmigo a Tokio en cuanto regresara de Canadá. Cuando llegue a mi apartamento vacié algunos muebles, cambie la posición de mis sofás y acomodé la cama varias veces percatándome demasiado tarde de que eso no necesitaba cambios.

Al parecer todo estaba en orden menos yo.

−Midorima-kun, ¿sucede algo? –Kamishiro postró su rostro frente al mío.

Sobresaltado, mi espalda chocó contra el respaldo de la silla en la que me encontraba. Claro, de otra forma Kamishiro no podría ser capaz de hacerme frente.

En mis manos estaban los antecedentes de un niño que acababa de ingresar con un dolor agudo en el costado izquierdo del torso. Afortunadamente lo había diagnosticado solo con una costilla fisurada. No le contó a su madre y ella le reprendió por usar la bicicleta de su hermano mayor para irse a las rampas.

−No pasa nada. –aseguré apartándolo de mi camino con una mano sobre su hombro. − ¿Qué quieres?

−Nada, es solo que estas muy distraído. No me digas que tampoco dormiste el fin de semana. –exclamó alarmado, como si fuera lo peor que pudiese hacer.

Si bien venía siendo cierto que anoche apenas había llegado a casa a las dos de la mañana, me di un baño para dormir fresco, a Takao se le ocurrió llamarme cuando el sueño hacía de las suyas relajando mi cuerpo sobre la cama.

“−¿Sabes qué hora es, Takao? –contesté sin saludar primero.

−Wow, ¡Shin-chan, es lo mismo que te iba a preguntar! –rio con emoción y olvidé la razón de mi enfado cuando una suave risita abandono mis labios. −¡Es la experiencia más rara que jamás he tenido! Fue como viajar en el tiempo. –relató gritándome desde el otro lado del mundo. –Al salir de Sapporo era de día y cuando llegué a Canadá lo seguía siendo, pero del día anterior… ¡Es alucinante! Estamos a un día de distancia… Se oye gracioso, ¿verdad?

−Si. –contesté en medio de una lucha por permanecer consiente mientras no perdía del sonido de su voz.

−¿Cómo esta Miruku? –preguntó por su odioso gato, el cual había aceptado cuidar, después de todo, casi no pasaba tiempo en el apartamento y aparentemente era demasiado perezoso, pues cuando comía lo hacía recostado, con el rostro pegado al plato. Eso sí, muy orgulloso y celoso con Takao, eso era lo molesto de él. −Shin-chan, ¿te estas durmiendo?

−El gato está bien. Al ser las dos de la mañana, es claro que dormiría. –murmuré acomodándome de nuevo en la cama, recuperando el calor que se escapaba de entre las sabanas. Sin embargo, hubo un silencio que me inquietó ligeramente ya que del otro lado se oían los altavoces del aeropuerto. −¿Takao?

−Estoy emocionado. Dentro de poco dormiremos juntos, en la misma cama que ahora estás… Ah… ¡Shin-chan, te amo!

No lo quería ver, pero en ese momento el sueño se esfumó cual mariposa que solo se posa unos momentos sobre la flor alimentándose del néctar, siendo suplantado por algo totalmente diferente y que cosquilleaba en mi pecho.

−Será mejor que te calles, Bakao. –traguee saliva imaginándolo en la cama, junto a mí. –Debo colgar…

−De acuerdo. Volveré lo más pronto que pueda. –se despidió de esa manera antes de colgar. Dejé el teléfono sobre el mueble junto a la cama.

No podía ser cierto. Era absurdo, estúpido, idiota, una maldita fantasía de lo que podía ser el futuro, me había puesto duro. Por supuesto tenía que libérame, pero no en la cama, seguro que las sabanas se ensuciaban y tendría que cambiarlas antes de la semana.

Sin más remedio y apesadumbrado, fui al baño de la misma habitación a masturbarme. Desafortunadamente necesite venirme dos veces antes de estar “satisfecho”. Lo malo es que si había necesitado masturbarme dos veces con una fantasía, no me imaginaba que pasaría al tener físicamente a Takao.”

−Cálmate. He dormido bien. –me levanté de la silla acomodando mis lentes antes de prepararme para la rutina. Acomodé mi bata, miré alrededor ubicándome dentro del hospital para luego dirigirme a hacer mis horas. Era la sala de espera, era raro, pero pocas personas la habitaban, lo cual era un alivio, aunque no tanto al ver un hombre bastante más alto que cualquier persona dentro del promedio. Llevaba a dos de sus hijos con él, la niña, peinada con un mechón de cabello amarrado con una simpática liga morada con lunares blancos, se agarraba con fuerza de la mano de su padre mirando con inquietud el lugar en el que se encontraban a la vez que se chupaba el dedo pulgar de su mano derecha. El gran hombre alto de cabello atado en una pequeña coleta sostenía a su bebé buscando a alguien con la mirada.

Extrañado de verlo ahí, además con los niños, me acerqué siendo seguido de cerca por Kamishiro.

−Murasakibara. –le llamé viendo al bebe dormido entre sus brazos. Por lo menos los niños físicamente se veían bien.

−Mido-chin. –la voz se escuchó triste y sus ojos parecían querer entregarse al llanto, pero por algo se estaba absteniendo, y eso era la presencia de sus hijos.

−Akira, ¿Cómo estás? –me arrodillé halando un poco mis pantalones hacia arriba. La niña de ojos violetas, idénticos a los de su padre, se sacó el dedo de la boca y soltó a su padre para abrazar mi cuello.

Sentí que el corazón se me encogía de solo sentir sus bracitos aferrarse a mí. Quería a ese trio de niños tanto como sus padres, los conocía desde que nacieron, era imposible para mí negarles algo, aunque no lo demostrara mucho.

−Tío Mido, mami, mi mami… −musitó como si me quisiera dar la respuesta del porque estaban ahí. Entonces no eran ellos, sino Himuro quien había sido ingresado, lo cual no sabía si era mejor o peor.

Sosteniéndola de las piernas, me puse de pie cargando a la niña, quien todavía se agarraba de mi cuello. Acaricié su cabello negro y ligeramente ondulado pensando rápidamente en una distracción en lo que hablaba con Murasakibara y saber qué es lo que pasaba.

−Akira, mira, él es Kamishiro, un compañero del hospital. –se incorporó mirando al hombre bajito a mi lado. Kamishiro sonrió agitando la mano para saludarla. –Él sabe dónde hay muñecas, ¿quieres ir a jugar? –pregunté observando sus ojos ligeramente preocupados. No me sorprendió verla negar con la cabeza. –Si vas con Kamishiro, te prometo que cuando pueda ver a tu mami, te llevare con él. ¿Si?

−¿Papi? –volteo la cabecita esperando la aprobación para ir a jugar.

−¿Aki-chin estará bien? –me preguntó sosteniendo a su bebé de cabello más oscuro que el de su padre, pero conservando la tonalidad; que dormía en sus brazos ignorando lo que les sucedía a sus padres.

−Se lo aseguro. –respondió Kamishiro, sonriéndole a Murasakibara.

−Está bien. –asintió con una media sonrisa, regalándole una caricia al cabello de su niña. –No hagas travesuras, Aki-chin.

Akira negó sonriente y alzó los brazos para alcanzar al castaño. Kamishiro la cargó empezando una menuda charla en la que la niña se mostró interesada de inmediato mientras se alejaban. Murasakibara mantuvo la vista perdida en el pasillo por el que desapareció Kamishiro y su hija.

−¿Dónde está Ayame? –pregunté acercándolo a los asientos de la sala de espera, donde se sentó sin estar presente realmente.

−En el jardín de niños.

−¿Y la tienda? No me digas que dejaste a Sakurai ahí solo en su estado…

−No abriremos esta semana. Muro-chin está muy ocupado en la oficina, y los niños no pueden estar todo el día en la pastelería ahora que Furi-chin tampoco se encuentra en Tokio. –respondió con monotonía.

−Entonces, ¿Por qué ingresaron a Himuro? –indagué más. Si podía serle de ayuda y evitar que continuara en ese estado tan desconcertante en él, lo haría.

−No lo sé, se fue esta mañana luego de desayunar con Aya-chin y Aki-chin. Dejé a Aya-chin en la escuela, como siempre. Después de darle de desayunar a Ayu-chin, me llamaron de la oficina diciéndome que llegara al hospital porque Muro-chin se había desmayado. Al llegar pregunté por él, pero no me han dicho nada. –terminó de contar y Ayumu se revolvió entre sus brazos tallándose los ojos.

−De acuerdo, veré donde esta… −avisé pero no me prestaba atención, sino que se había perdido observando como su hijo menor jugueteaba con los dedos de su padre. –Murasakibara. –levantó la mirada sin ganas de hacerlo. –Entiendo que te preocupa, pero recuerda que pase lo que pase, tus hijos te necesitan. ¿Bien?

Asintió mordiéndose el labio al mismo tiempo en que sus ojos se volvían acuosos.

 

 

Avancé veloz, sin correr, por los pasillos encontrando el cuarto al que me habían indicado en la recepción. No tenía muchos detalles, pero estaba en uno de los cuartos de ginecología y obstetricia. Sacando mis propias y apresuradas conclusiones, deduje que nuevamente se encontraba embarazado, que el cansancio y esfuerzo habían alertado a su cerebro y este reaccionó de manera que pudiese ahorrar energía y conservar su salud y la del bebé. Sin embargo, esa teoría, conllevaba un factor demasiado importante y que debía resaltarse dentro de todo, pues este sería el cuarto embarazo de Himuro. Se tratara de una mujer o un doncel, los múltiples embarazos, consecuentemente afectaban al útero, por lo que, si en un doncel el embarazo de por si es delicado, siendo esta la cuarta vez, corrían peligro tanto el gestante como el bebé.

No era mi deber contemplar los escenarios más trágicos ni llenarme de pesimismo, sino divisar terrenos tanto buenos como los malos.

−Midorima-san. –saludó con sorpresa una enfermera que salía de la habitación asignada a Himuro. −¿Viene a ver al paciente?

−Si. ¿Qué medico está a su cargo? –traguee saliva recuperando el aliento.

−Natsuki-san.

−¿Está dentro?

Ella asintió antes de que yo decidiera entrar sin mucho escándalo.

−Midorima. –con sorpresa y tranquilidad aparente, Himuro me recibió desde la cama donde estaba recostado.

El médico que le atendía era Natsuki Mio, una mujer bastante bonita. El cabello era corto hasta los hombros, castaño, de piel clara y ojos muy oscuros. Se destacaba por estar soltera y casada con su trabajo, sin embargo, no por eso estaba sola; mujeres y hombres constantemente la invitaban a salir.

−Buenos días. –saludé tanto al paciente como al médico.

−Buen día. –correspondió ella, observándome de pies a cabeza. −¿Sucede algo?

−No realmente. Pasaba por aquí y reconocí el nombre. –ajusté la montura de mis lentes antes de proseguir con ambas miradas puestas en mí. −¿Qué tiene Himuro?

−Midorima… ¿el área en el que debes estar no es ortopedia? ¿Se adelantó el día en el que me asistirías? –preguntó extrañada.

−No. –aclaré mi garganta buscando una vía de escape formidablemente creíble.

−Estoy en riesgo de morir. –soltó de la nada sentándose en la cama. No supe que hacer en ese momento. Mis sospechas eran ciertas y nada placenteras de exponer ante Murasakibara, quien estaría más que perjudicado por esta noticia.

−Permítame asistirle mientras este paciente se encuentre internado, por favor. –pedí ignorando la inquietud que me provocaba el escuchar tan sereno a Himuro.

−¿Podemos hablar afuera? –señaló la puerta con su palma, invitándome a salir antes de que ella, lo cual hice sin vacilar esperando una respuesta positiva. La puerta se cerró a sus espaldas y caminamos unos pasos más para estar apartados de la puerta. –No puedes y no lo permitiré.

−Pero es un amigo importante. –exclamé.

−Por eso mismo. No permitiré que te culpes después si sucede lo peor. –se disculpó en un suspiro.

Cerré los puños con fuerza. La impotencia me consumía desde el interior. Quería ser de ayuda para Himuro, Murasakibara, los niños necesitaban a ambos padres… ¿Qué pasaría si resultaba imposible?

–Recuerda que una vez dentro, los amigos se vuelven pacientes y debes dar lo mejor de ti para cada uno de ellos. –palmeó mi hombro. –No debes preocuparte, Todo informe que tenga sobre mis manos, lo tendrás, pero no podrás interferir. ¿Estás de acuerdo?

 

__________________________

 

 

No me gustaban los hospitales. Tenía bonitos recuerdos de mis bebes saliendo conmigo y Tatsuya, pero sinceramente no me gustaba estar en un hospital si no tenía noticias de mi pareja.

−Puedes acompañarme, te llevaré con Himuro. –Midorima apareció con su típica cara de seriedad, pero no solo eso, sino que sujetaba su carpeta con mucha fuerza.

−Gracias, Mido-chin. –me levanté con Ayumu sentado sobre mi brazo, pues aunque podía mantenerse de pie, no caminaba solo. Akira se estaba divirtiendo con el compañero de Midorima caminando por todo el hospital, así que no quise interrumpirlos hasta que supiera que era lo que tenía realmente su mamá. –Hmm… no lo pregunté antes, pero ¿Qué es esa marca verdosa en tu cara? Y ¿Qué te paso en la mano?

−Nada. –respondió metiendo su izquierda a la bata, como si no hubiese visto las gasas que cubrían sus nudillos. Tampoco insistiría en saber su razón.− ¿Iras a recoger a Ayame?

−Kise-chin me hizo el favor de ir por él.

Los pasillos no eran coloridos mucho menos llamativos. No me gustaba para nada que no fuera divertido, era un lugar triste para gente triste.

−Aquí está, solo no hagan ruido. –dijo abriendo con suavidad la puerta. Él se quedó afuera y adentro estaba una mujer sentada a los pies de la cama donde descansaba Tatsuya. Ya no vestía su traje con el que se había ido de casa, sino una bata blanquecina, sin chiste, de manga corta. Quise llorar al ver que una intravenosa invadía su mano izquierda.

−¡Mama, ma, mamma! –brincó Ayumu sobre mi halando mi cabello para llamar mi atención y hacerme llevarlo con su mamá. –¡Ma! –gritó con emoción estirando sus bracitos, abriendo y cerrando los puños.

Me acerqué a Tatsuya entregándole al niño que se abrazó a él, tan solo cuando sus pies tocaron la cama.

−Hola, mi bebé. –como un profesional de los niños, lo acunó entre sus brazos mientras Ayumu sonreía abrazándose a su mamá. –Atsushi, debes saludar al llegar. –me recordó, como siempre, lo que debía hacer.

−Buenas tardes. –incliné la cabeza al saludar al médico.

−Buenas tardes. –dijo ella con una sonrisa radiante. Me pregunté cómo le hacían las personas para sonreír así, Kagami, Aomine, Kise, lo hacían ver fácil, pero si yo lo hacía, me veía extremadamente psicópata. –Ehm… Discúlpeme si soy grosera con esta pregunta, pero ¿su altura es genética o fue a causa de una disfunción en el hipotálamo…?

−Mi papá es alto, pero no tanto como yo. –contesté sin entender lo que quería decir con la disfunción del hipopótamo.

−Jajaja… Atsushi, ¿no quieres sentarte? –no lo entendía, pero Tatsuya se estaba divirtiendo.

−Quiero que nos vayamos a casa. –repuse cruzándome de brazos. Sin embargo sabía que con esa cosa metida en la piel de Tatsuya  no sería tan sencillo salir de este lugar.

−No me puedo ir. –declaró mientras acariciaba el cabello de Ayumu, y sentí que la sangre me hervía de coraje. No quería permanecer aquí más tiempo, él lo sabía y aun así no quería irse. –Estoy esperando un nuevo bebé. –sonrió sin dejar de acariciar a nuestro hijo.

La furia se desvaneció de repente, el corazón me latió deprisa, de nuevo seriamos papis. Ayumu ya no sería el menor, sino un hermano mayor. Los músculos de mi rostro se tensaron, sabía que estaba sonriendo, pero mis ojos no veían nada, estaban nublados por el montón de lágrimas que salían emocionadas.

−Muro-chin… −balbucee buscando estar cerca de él. Me senté en el borde de la cama, a su derecha y abracé su cuerpo formando un sándwich con Ayumu en el centro. –Un bebé nuevo…

−Si. –contestó devolviéndome el abrazo con solo una mano, ya que con la otra sostenía al niño. −¿Estas feliz?

−Mucho. –sonreí respirando el aroma a moras que desprendía su piel. Era una de las características que me gustaban de Tatsuya además de su voz al hablarme y de su traje al quitárselo.

−¿Quieres que nazca sano y sin problemas? –preguntó como si no fuese bastante obvio que yo quería que tanto él como mis bebés estuvieran sanos y salvos. De todos modos asentí despeinando su cabello en el acto. –Entonces debo permanecer aquí. Es nuestro cuarto bebé, por lo que es un riesgo mayor para mí. ¿Entiendes?

−¿Entonces es mi culpa? ¡Perdóname, Muro-chin! –lloré abrazándolo todavía. –Es porque se me olvidó ponerme condón… Por mi culpa te quedarás en el hospital aburrido y estas en riesgo con el bebé… perdón…

−Atsushi, hey. –se distanció de mi ligeramente para dedicarme una bonita mirada suya. Sus ojos eran lo que más me gustaba de él, a pesar de su estorboso peinado, cuando lo hacíamos, cuando estaba tendido en la cama, podía apreciar sus largas pestanas oscuras, el hermoso color de sus ojos, como ahora. –Te amo tanto como a cada uno de nuestros niños. No te disculpes por darme una razón más para amar cada día. –los dedos de su mano eran tibios al acariciar mi mejilla mojada por el llanto. −¿Dónde están mis otros dos niños?

−Aki-chin recorre el hospital y Aya-chin esta con Kise-chin. –terminaba de decir eso cuando escuché la puerta abrirse con suavidad.

−¡Mami! –la voz de Akira resonó por la habitación, me incorporé escuchando en seguida sus pasitos rápidos al llegar a la cama, donde debía pararse sobre las puntas de sus pies por no alcanzar la cama.

−Princesa, ¿Cómo estás? –le preguntó después de que la cargué sentándola entre nosotros.

−¡Bien! –sonrió mostrando sus diminutos dientes. Esa sonrisa radiante debía ser legado de Tatsuya, a pesar de que casi nunca sonreía de esa manera, cuando lo hacía, mi corazón se paralizaba reanudando sus latidos tan rápido como la marcha de un tren.

_______________________________

 

Esto no era bueno.

−Midorima, la sutura. –me recordó Kobayashi señalándome con la mirada el brazo abierto que debía suturar para luego vendarlo. Volví la vista esa persona a mi cargo tratando de alejar de mi cabeza ese constante pensamiento de perder a una persona.

−Lo siento, no fue mi intención. –me disculpé con el hombre que se había cortado al trabajar en el mejoramiento de su jardín.

−Con que sepa lo que hace, está bien. –suspiró tan cansado de estar en un hospital que parecía contagioso.

Tampoco es como si pudiese quedarme toda la noche, como lo venía haciendo desde hace tiempo, ya que tenía la obligación de cuidar del gato de Takao. En cuanto lo solté dentro del apartamento, saltó al respaldo del sofá apoderándose de él. Afortunadamente tenía la caja de arena y una bolsa con arena que inhibía el olor de sus desechos, además de varios juguetes con los que se entretenía rasgándolos con sus garras.

Anoche, al llegar a casa, me recibió enredándose en mis pies al tiempo que ronroneaba restregándome su cabeza. No era una gran bienvenida, sin embargo, era cálido saber que alguien esperaba por mi regreso.

−Midorima, grandísimo tonto. –me llamó Kobayashi halando mi bata para hacerme girar. – ¿Qué demonios te sucede? Haces preocupar al lindo Kamishiro. –inquirió cruzando los brazos, tamborileando los dedos a la espera de una respuesta que por supuesto, no me dio la oportunidad de expresar. –Haz estado ausente desde que regresaste de tu descanso. ¡Estas afectando la impresión de los pacientes! –susurró frunciendo el ceño.

−Se embarazó a los diecisiete… ¿no se supone que el promedio en donceles esta entre los diecinueve o veintiuno? –pregunté sin querer exponérselo directamente. Sin embargo, dos mentes pensaban mejor que una.

Su semblante cambio suavizando su mirada de ira a una analizadora, la postura de sus brazos también cambio colocándolos en su cintura.

−Estuviste en la conferencia, pero no pusiste atención, ¿eh? –enarcó una ceja. Obviamente se estaba burlando.

No se lo diría, yo mismo me reprochaba el no ser atento a lo expuesto y solo enfocarme en Takao. Carraspee quitándome la incomodidad de ser descubierto por segunda vez en el día.

–Todo depende, Washi dijo que dependía de la ascendencia. Por ejemplo, estadísticamente, los de occidente alcanzan la madurez tempranamente, mientras que los de oriente tardan un poco más, sin embargo, la tasa de esterilización en donceles alcanza, desde hace más o menos tres años, los cuarenta, siendo incluso peligroso para el gestante hacerlo a esa edad.

−¿Y la mortalidad asciende? O sea, si tiene un par de niños y es arriesgado que tenga otro más…

−Las mujeres poseen la vagina, que es capaz de dilatarse mucho, tal como una liga al estirarse, esta vuelve a su forma original. Los donceles poseen un musculo tan poderoso como ese, pero es más tardado el proceso de dilatación, por ello las cesáreas son recurrentes en ellos. Además de que el soporte en la escala del dolor es mayor en féminas, en donceles no está demasiado alejado de su realidad. Si ha tenido descendencia con anterioridad, es mejor realizar una operación a esperar que muera en la mesa.

−Entiendo. –musité pensativo.

Es verdad, aunque existía la posibilidad, no había contemplado la idea de que una cesárea sería lo mejor. Que idiota. Y todo porque en su mayoría, los donceles preferían experimentar el parto natural acabando desmayados a la mitad del proceso o dormidos después de dar a luz.

−¿Estas mejor? ¿Puedes concentrarte ahora? –preguntó pasando su peso de un pie a otro.

−Es lo que necesitaba. Te lo agradezco, Kobayashi. –ajusté la montura de mis lentes, inclinando un poco la cabeza.

−Iugh… Somos colegas, es obvio que sanamos pacientes, pero si no lo hacemos con nosotros primero, no seremos útiles. Se útil, Midorima. –comentó enfatizando la palabra útil. Dio media vuelta y su larga coleta se ondeó con elegancia caminado hacia traumatología.

Aquellos datos probablemente los conocía Natsuki, pero de todos modos informaría de ello como platica casual mañana, que me había dado oportunidad en su hora de descanso para informarme de Himuro.

 

 

Llegando a casa me recibió Miruku queriendo subir a mis rodillas, haciendo lo mismo que había hecho con su dueño: halar de mi pantalón usando sus garras.

−No hagas eso, gato. –me coloqué de cuclillas para acariciar su cabeza, detrás de las orejas, justo como recordaba que lo había hecho Takao. El listón que rodeaba si cuello rozó mis dedos, agitando el cascabel.

Su ronroneo tranquilizó mi cansado cuerpo y lo cargué, olvidando la razón por la que me molestaban los felinos. Dejé mis cosas en el sofá y al ver un par de números parpadear en la pequeña pantalla del teléfono de la casa, me acerqué encontrándome con que tenía un par de mensajes de voz. El ronroneo del gato continuó cuando me senté y él se acurrucaba a mi lado.

>>−¡Midorimacchi!<<

El comienzo del mensaje me sobresaltó. No esperaba tener la voz de Kise por lo menos hasta que regresara Takao o una reunión previamente citada, tomara lugar.

>>−¡Tengo algo importante que comunicarles! Pero quiero que me digas un día para reunirlos a todos. Nunca contestas el celular, así que, como sé que en algún momento regresas a casa, espero tu llamada. ¡Contesta rápido, porque estoy emocionado! ¡Nos vemos!<<

Aun si no me dijera que estaba emocionado, podría deducirlo con solo escuchar su escandalosa voz del otro lado. Exhalé profundamente antes de quitarme los lentes y masajear el tabique de mi nariz pensando en el día de la posible cita.

Como sea, le comunicaría los días disponibles para discutir cual sería el indicado para todos. Me levanté del sofá listo para irme a la cama, y el gato se quedó acostado en el rincón, dormido.

 

 

Notas finales:

Que tal?  Les gusto? les aburrio? :D

Si Hay errores, reportenlos, tendre cuidado la proxima vez. :)

Vienen mas explicaciones, asi que entiendo que les aburra un poco si  no estan acostumbrados a esto, pero era necesario. ;P

Nuevamente, lamento la tardanza, no fue intencional, pero es que no me gusta que los trabajos queden como rompecabezas. Me gusta que tengan sustentabilidad y sean "confiables" o sea, trato de explicar con base en ciencia basica para darle fundamentos a lo que escribo. 

Si tienen dudas, escriban, responderé lo mas certero posible. 

Oh, si... El capitulo que sigue casi esta terminado, por lo que no sera postergado :}

Nos vemos en la actualizacion. x}


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