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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Actualizacion nocturna!!

Personas!!!! Que tal su dia? :) 

El mio fue esplendidamente toto. xD Conoci por fin a la persona que llamaba mi atencion. jajajaa!! 

Como sea, les vengo con algo de amors. x} Espero y les guste.

El domingo fue un día que si bien era de descanso obligatorio, ninguno de los dos nos sentíamos de esa forma.

−Creo que unas cactáceas se verían muy bien en adornos o lazos blancos, ¿Qué te parece? –preguntó Takao hojeando un catálogo que sostenía en su regazo.

−Sí, me gusta. –asintió Kise a su lado mirando con el ceño fruncido, el mismo catálogo de plantas y flores para ornamento. 

Aomine y yo nos encontrábamos en la mesa de su cocina con una cerveza en nuestras respectivas manos. Intentamos ayudar ofreciéndoles nuestra opinión cuando la requerían, pero se molestaron de inmediato en cuanto de nuestras bocas salió una simple oración: Lo que más les guste está bien. Aquello fue como quitarle el seguro a una granada y olvidar arrojarla, pues Aida y Momoi, que también habían llegado hace un par de horas buscando opciones para salón, invitaciones, manteles, adornos, en fin, un montón de cosas de las que le preguntaban a Kise su decisión y a Aomine que estuviese de acuerdo.

−Esto es demasiado lento. –se quejó Aomine. Levantó su lata de cerveza llevándosela a la boca dándole un gran trago.

−Tampoco es como si estuvieses ayudando para que sea más rápido. –contradije observando cómo se deslizaban las gotas del aluminio bastante frío. –Deberías ayudarle a Kise a decidir, la boda es de los dos, ¿no?

−Maldición. –chistó recargando su barbilla en la palma abierta ya que su codo descansaba en la mesa. −Yo solo quería hacerlo oficial y casarnos únicamente en el registro civil.

Los dedos de mi mano estaban helados. Limpie con una servilleta de papel la lata antes de agarrarla para poder beber de ella un trago largo. No me gustaba el sabor rasposo y amargo de la cerveza, pero no era como si no la tomase de vez en vez. Ese había sido el último trago. Volví a dejar el envase en la mesa descubriendo la mirada divertida de Aomine sobre mí.

−¿Qué?

−¿Ya lo hicieron? –preguntó ensanchando su sonrisa al pronunciar esas palabras.

−¿De qué hablas? –devolví la pregunta confundido por lo divertido que le era a él la respuesta a tan singular pregunta.

−Diablos, Midorima, sí que eres lento. –murmuró molesto. –Hablo de sexo, coger, echártelo… −hizo ademanes con la mano al dar las sinonimias para la palabra sexo.

En ese momento sentí la cara arderme de vergüenza. Esperaba, sinceramente, que nadie en la sala y hundidos en el bullicio de su concentración, hubiese oído al estúpido de Aomine. Sin embargo, también me molestó que no midiera sus palabras, aunque nunca lo hacía y era con quien más hablaba además de Akashi.

−Eso no es de tu incumbencia. –carraspee limpiando mi garganta.

−No seas aburrido y cuéntame. –sonrió mientras abría su segunda lata de cerveza clara.

−Hmph… −resoplé exasperado.− ¿tuviste sexo con Kise al mudarte? –me aventuré a regresarle la pregunta, arrepintiéndome de inmediato cuando la diversión brilló en ese par de ojos azules.

−El mismo día estrenamos la cocina, el baño y la cama. –enumeró con los dedos.

No me molestaba en absoluto su franqueza, pero sinceramente esos dos parecían conejos en primavera todo el año. Por lo mismo no sabía si en realidad me estaba tardando con Takao o si estaba haciendo lo correcto. Pero, ¿Qué era lo correcto? Si no mal recordaba, varias veces intente hacer lo correcto con Takao y terminaba con un malentendido. Empero, debido a esos malentendidos, había podido profundizar mis conocimientos sobre aquella persona que hacia valer la pena cada día. No quería echarlo a perder solo por anteponer mis anhelos sobre los de él.

−Oh, esperen. –pidió Aida sacando el teléfono rosado de su bolsa que timbraba con fuerza. Agradecí internamente su acción, desviando la concentración de Aomine hacia la sala.− ¿Junpei? –se levantó del sofá que compartía con Momoi apartándose para hablar con su esposo.

−Parece que ya es tarde… −observó Momoi mirando el reloj metálico redondo de la sala.

−¿Les parece si continuamos con esto otro día? –propuso Kise mientras bostezaba y estiraba los brazos hacia arriba desde su asiento, levantándose después para estirar también las piernas.

−Secundo la idea. –murmuró Takao sobándose con fastidio el cuello. −¡Shin-chan estoy cansado! –exclamó al estirarse como lo había hecho Kise momentos atrás.

−Ve por la princesa, Midorima. –me golpeo el hombro soltando una risilla que me irritó más que el golpe recibido.

−Cierra la boca, Aomine.

Dicho esto, me levanté de mi silla llevando conmigo la lata vacía de cerveza para tirarla en la cocina. Me sorprendía que ambos estuvieran tranquilos a pesar de que Kise ya había empezado a trabajar en la aerolínea. Dos semanas volaría nacionalmente y posteriormente le darían el permiso para hacerlo internacional. Se supone que la boda seria antes de que ese plazo se cumpliera y por ende tendrían que apresurase a ordenar las cosas.

Me era demasiado precipitado, pero ambos parecían satisfechos con eso.

 

 

−Perdona por retenerte aquí hasta tan tarde, Midorimacchi. –se disculpó Kise con real arrepentimiento.

Aida y Momoi se habían marchado ya. Kasamatsu había venido con su hija yéndose ambas ya que la casa de Aida no se encontraba muy alejada de donde ellos residían.

−Takao me obligó acompañarlo. –justifiqué enredando la bufanda alrededor de mi cuello. Mi acompañante se puso un gorro de tonalidades grises muy llamativo por el decorado de lo que parecían ser un par de pequeñas orejas gatunas.

−¡Jajaja! –se mofó de mis palabras con  una leve carcajada. −Apenas mencioné que me habías invitado a tu casa, corrió a por un abrigo.

−¡Eso es mentira y lo sabes, Takao! ¡Tú me arrastraste aquí contra mi voluntad! –rezongué mirando cómo me sonreía con la diversión reflejándose en sus ojos grisáceos.

−¡Eso no importa! –aseguró Kise con ambos puños frente a él, denotando emoción. A su lado, Aomine, cruzado de brazos, estaba recargado en el marco de la puerta. − ¿No están felices de poder volver a estar juntos?– preguntó con igual alegría dirigiendo su atención solo a Takao. – ¡Además ahora viven juntos!

−¡Si! –concordó Takao asintiendo repetidas veces hacia el rubio. −Por las noches, Shin-chan me… −ante la posibilidad de verme aún más hundido en la vergüenza y posibles futuras burlas por parte de ese par que pronto se casaría, rodee los hombros de Takao con una mano y con la otra cubrí su bocota.

−Es tiempo de que nos vayamos. Buenas noches.

−Bye, bye, chicos. –sacudió su izquierda pues la otra mano la sostenía yo jalándolo al elevador a unos pasos de la puerta del apartamento.

−Bye, bye, Takaocchi, Midorimacchi. –correspondió Kise alzando la voz.

Las puertas frente a nosotros se cerraron luego de presionar el botón que nos llevaría al estacionamiento, desapareciendo la imagen del pasillo para quedarnos en la intimidad de ese lugar estrecho.

Me crucé de brazos mientras esperaba, pues nos encontrábamos en el sexto piso. Takao, a mi derecha, suspiró dejando caer su cabeza sobre mi hombro. El espacio cerrado tenía espejos en las tres paredes, por lo que podía ver perfectamente la sonrisa delineada en sus labios, ese par de ojos cerrados con unos mechones de cabello llegando a ellos, y sus manos rodeando mi brazo.

−Es muy cansado eso de las bodas, ¿eh?

−Se trata de la segunda boda en la que te ves envuelto. Si ya lo sabias no debiste aceptar. –increpé sin ánimos de convertir eso en una riña, solo quería exponer sus razones y de esa manera saber si esto lo hacía como un previo de lo que él realmente quería.

−¿Cómo crees? En ambos casos son personas importantes para mí.

−Takao.

No lo conocía del todo, pero quería hacerlo. Quería conocer a Takao de arriba abajo, izquierda a derecha y poder predecir tan solo un poco una acción a futuro, aunque sabía que no me bastaría el tiempo para hacerlo.

−¿Hmm?

−¿Quieres que nos casemos? –pregunté reprendiéndome a mí mismo por no buscar las palabras adecuadas y solo arrojarlas. La pregunta quedo suspendida en el aire disolviéndose a cada segundo que pasaba buscando la respuesta que le daría significado a su existencia.

Las puertas dobles se abrieron a los lados. Takao se enderezó y sin soltar mi brazo salimos del elevador. El estacionamiento nos envolvió con su ambiente lúgubre y frio. Mi auto se encontraba a unos pasos, por lo que, en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca de él, Takao quitó su brazo del mío dejándome abrir el vehículo. Subió al copiloto casi al mismo tiempo que yo subía al piloto y me disponía a escuchar una respuesta antes de echarlo a andar.

−Si eso fue una propuesta de matrimonio, fue muy mala, Shin-chan. –la sonrisa en su boca se ensanchó al pronunciar cada palabra. Se acurrucó en el asiento viéndose encantador cuando arrugó la nariz. –No estás obligado a hacer una cosa así si a ti no te gusta.

−Espera, esa no era mi intención. Yo lo que quería saber si algún día te gustaría planear nuestra boda.

−Oh, entonces es seguro que me propondrás matrimonio. –me sonrió ladeando el cuerpo sobre el mismo asiento.

−Eso no es lo que quería decir…

−Así que no quieres casarte conmigo.

−¡Tonto, no tergiverses mis palabras! ¡Quiero pasar el resto de mi vida contigo, pero no sé si quieras hacerlo de la misma manera que yo! –exclamé, nuevamente sin pensar en mis palabras solo hasta que me detuve a sopesarlas.

Takao me ponía tan nervioso y sacaba de mí una versión que era bastante expositora solo para que no se alejase de mí, que entendiera de una u otra forma que ese que se escondía en mi interior no era más que la verdadera persona que temía no ser basto para él.

−Te amo, Midorima Shintarou. –el tono de su voz al pronunciar mi nombre erizó mi nuca y me puso en estado de alerta. Era seria, pero no se trataba de algo que diera miedo de escuchar, sino algo que ansiaba escuchar. – ¿Me amas?

 −Pensé que eso estaba dado por hecho. –bufé acomodándome en el asiento. –No voy por cualquiera a otra isla esperando que venga conmigo porque creo que mi vida aunque puede seguir, no vale nada sin él. –acomodé mis lentes mirando la tapicería. Ahora que me fijaba bien, la tela de piel sintética, era bastante fría pero fácil de calentar.

−No vale si no lo dices. –rio suavemente recostando el costado izquierdo de su rostro sobre el respaldo.

Incluso en la oscuridad de un estacionamiento, aislados en un automóvil en el que apenas se podía ver más allá de un par de metros desde el interior; su sonrisa hacia latir de forma descontrolada a mi corazón. Todavía no comprendía del todo como funcionaba, pero mi raciocinio se fracturaba con facilidad al ver que algo alegraba a Takao.

−Te amo. –murmuré en un hilo de voz que apenas yo alcance a escuchar.

−No te oí. –susurró el acercándose un poco más.

Sus ojos claros se clavaron en los míos y terminé por recargarme en el asiento de una forma similar a como lo hacia él. Me perdí varios segundos en sus ojos, la intensidad con la que brillaban y los secretos que en ellos se ocultaban instando mi exploración.

−Te amo, Takao. –volví a decir perdiendo un poco de mi nerviosismo al decir su nombre. Sentía que eso lo hacía más ligero y la frase te amo iba mejor si su nombre la acompañaba.

−Entonces eso basta para que sea feliz. –me sonrió acercándose más. Sentí su aliento rozar mis labios.

Mis ojos descendieron de los suyos a sus labios inclinándome para extinguir la distancia que nos separaba y en seguida se cerraron. Apenas mis labios tuvieron contacto con los suyos, sentí una especie de suave descarga eléctrica viajar desde mi pecho recorriendo cada una de mis extremidades. Aquello impulsó a mi cuerpo para aumentar la calidad del beso. Un torbellino de vacío se abrió en el interior de mi pecho vertiendo mis pensamientos en él. No supe el momento exacto en que mi mano izquierda viajo hasta su cuello acariciando su piel verticalmente.

Sentí su mano en mi pecho ciñéndose torno a mi abrigo. Ninguno de los dos quería separarse. Mi otra mano buscó su cintura acercándolo a mí. La temperatura aumentó en mi cuerpo y la bufanda empezó a estorbar, sin embargo no quería desperdiciar un solo segundo. Takao pareció leer mi mente y con ambas manos trabajó para deshacerse de ella mientras yo halaba su cuerpo para que estuviera pegado al mío. Fue cuando el frio abrazó mi cuello, que me separé de la boca de Takao, descubriendo que estaba sobre mi regazo, con ambas piernas a mis costados, soltando su jadeante aliento sobre mi boca entre abierta.

−¿Podemos seguir? –susurró colgando sus brazos sobre mis hombros. Mis manos estaban en su cintura. Cualquiera que nos viera en esta posición tendría razón en pensar lo primero que le viniera a la cabeza.

−¿En un estacionamiento? –pregunté deslizando las manos hacia sus muslos.

−Bueno, en un estacionamiento me has puesto así. –movió su cadera de modo que pude sentir su erección contra mi abdomen. Automáticamente mis manos apretaron sus muslos denotando mi deseo por desnudarlo. –Vamos, Shin-chan. –instó hablando bajito. Buscaba mi boca y aunque la encontraba, no me besaba.

No podía negar que la forma en que me provocaba no tenía represalias, porque me estaba excitando de sobremanera. No me lo pensé dos veces antes de atacar su boca acariciando sus piernas. Takao correspondió el beso por unos segundos antes de separase de mi para ir a mi cuello mientras sus agiles manos desabrochaban mi abrigo yendo después hacia mi camisa. Su cadera se rozaba con lentitud contra mi cuerpo y entonces decidí actuar. Encontré su cinturón y desabroché sacando de ahí su camisa, de la cual había olvidado el color. De cualquier forma el color no era importante. Una vez fuera, descubrí su bóxer de licra que se ceñía  perfectamente a su piel.

−Takao… −era increíble como mi voz sonaba tan desesperada en un susurro. Sus labios besaban intercalándose entre mi cuello y mis propios labios con una necesidad que solo hacia crecer la mía.

El corazón me latía a mil por hora, mi respiración era irregular y me sentía desfallecer por lo increíble de la situación. No, tal vez increíble no era la palabra, sino alguna más que describiera la saciedad de mi ansiedad. Medicamente lo conocía como anestesia, pero eso no era lo que sentía en estos momentos. Definitivamente no, cuando sentía la adrenalina correr por mis venas.

Masajee sus nalgas provocando en Takao varios jadeos y el temblor en su cuerpo se incrementó. Levantó la cadera recargando su frente entre mi hombro y cuello. Su cabello le hacía cosquillas a mi mejilla, pero su aliento agitado chocaba cálido contra la piel desnuda de mi pecho, donde continuaba mordiendo y chupándome. Metí por las piernas del bóxer, mis manos encontrando la entrada humedecida de Takao. Su espalda se curveo ligeramente cuando adentré uno de mis dedos profundizando el contacto al simular embestidas buscando su próstata.

Los jadeos se quedaron de lado cuando pequeños gemiditos escapaban de sus labios. Estaba apretado. Muy caliente y mojado.

−Estas muy apretado, Takao. –murmuré lamiendo el sudor que brillaba en su cuello.

−N-no digas esso… −tembló.

−¿Hace cuánto que no lo haces? –pregunté desviando su atención al acariciar su próstata. Consecuentemente sus paredes anales atraparon con tremenda fuerza mi dedo.

−No-no Shinn… -se estremeció frotando su pene contra mi abdomen.

Una sonrisa se formó en mi boca al despertar aquel instinto animal que me llevaba a hacer lo contrario de lo que decía Takao, pues sabía perfectamente que eso quería. Continúe frotando con lentitud, logrando meter el segundo dedo, de la misma forma los sacaba y volvía a meterlos con mayor velocidad. No obstante, Takao no era el único que necesitaba atención. Mi pene palpitaba ansioso debajo de mi pantalón, por lo que con la mano que tenía libre, me desabroché el cinturón y bajé la bragueta. Al sacarlo los dos nos sobresaltamos, pues se habían tocado. Mi cuerpo se caldeó y mi mente se nubló. Tomé ambos penes, lo cual me sumergió en un mar de interminables sensaciones placenteras, se sentían calientes y por Takao, uno más resbaladizo que el otro. Comencé a frotarlos, mi mano temblaba, pero sus constantes gemidos que se agudizaban al acariciar su próstata, me impulsaron a hacernos terminar.

Takao mordió el lóbulo de mi oreja y abrazó mi cuello cuando su semen fue expulsado sobre mi pecho y enseguida lo hice yo. Agitado y sudoroso, abracé su espalda notando los fuertes latidos de su corazón chocando tanto en mi mano como al golpetearme el pecho.

−Esto… no cuenta. –sentencio Takao queriendo descansar sobre mí.

−De acuerdo. –suspiré recargando mi cabeza sobre la suya.

Me consideraba alguien bastante limpio, que buscaba la perfección de las cosas y si no se encontraba, debía desecharlo porque posiblemente me incomodaría. La cuestión aquí era que el auto olía a sudor y semen, mi cuerpo estaba cubierto de las mismas sustancias y algo extra como la saliva de Takao, y, aun con todo esto, no me veía en la necesidad de bañarme de inmediato o siquiera considerar la posibilidad de alejarlo para limpiarme. No, de mi alterado y torpemente enamorado corazón, manaban chispas de satisfacción.

El mutismo entre nosotros solo develaba nuestra mutuo gozo, además de que Takao parecía haber caído dormido de inmediato, por lo que no hice nada que pudiese perturbar nuestra calma. Por lo mismo, a mi cabeza llegó como cinta rebobinada, la recién fatigosa faena, recordando que Takao se encontraba húmedo, cosa que solo quería decir una cosa dentro del englobe doncel: semana de fertilidad.

La lubricación natural del ano en un doncel es natural cuando son proclives a la concepción, sin embargo, cuando están excitados y no hay lubricación natural, se debe usar una artificial. Eso quería decir que si me venía en su interior, probablemente se diera la fecundación; eso si Takao estuviese en buenos niveles de progesterona. Existían los contados casos en los que incluso sin estar en semana fértil, algunos quedaban embarazados, como algunos casos en mujeres.

Desvié la mirada del estacionamiento vacío hacia el reloj del tablero viendo la hora relucir entre la oscuridad. 23:05. Momoi tenía razón, se estaba haciendo muy tarde. Pero por más tarde que fuera, siempre recordaría el nuevo sabor que se guardó en mi memoria al probar el sudor de Takao.

___________

Lunes. A mí me gustaban mucho los lunes. Mis hermanos todavía no podían ir a la escuela, pero yo sí. Mi mami siempre me dijo que debía sentirme orgulloso de poder enseñarles cosas a mis hermanos. A pesar de que casi nunca jugábamos con Ayumu porque dormía todo el rato que no comía. Akira era más divertida pero prefería estar coloreando a aprender a contar, como a mí.

Mis papis se quieren mucho, por eso tendremos otro hermanito. Eso me lo dijo mi tío Kise.

Hoy, era el día en que papi se quedaba todo el día con mis hermanos. Yo iría a la escuela y tendría que regresar en el autobús pues papi no podría ir por mí, como cada día desde que mami está en el hospital con el tío Mido.

En la escuela el tiempo se pasaba muy rápido. Tenía amigos que jugaban mucho conmigo, a veces terminábamos antes que los demás y podíamos jugar en el patio. Me gustaba la escuela, pero más me gustaba estar en casa con mi familia. Últimamente ni mis hermanos ni yo podemos entrar al hospital a ver a mamá, pero siempre nos envía cartas con papá. Él nos las leía y a veces yo trataba de contestarle. Sabía que mis letras a veces estaban al revés porque papá siempre sonreía al leerla y decirme mi error.

Mis pies se balanceaban en el borde del asiento. Miré por la ventana recordando el nuevo camino que recorría para llegar a mi casa: dos casas iguales pero de colores diferentes, azul y verde; un árbol de duraznos en la esquina y al dar la vuelta mi papi estaría en la entrada de la casa.

El autobús se detuvo. Papá no estaba ahí. No era regla, así que acomodé la mochila sobre mis hombros antes de levantarme de mi asiento.

−Hasta mañana, Murasaki. –sacudió Munakata su mano al despedirme. Él era mi amigo desde el primer día. Me gustaba mucho cuando nos teníamos que tomar de las manos porque me volvía más feliz el día.

−Hasta mañana, Munakata. –sonreí sacudiendo también la mano.

Al bajar del autobús recordé que papá no estaba esperándome, así que me apresuré a llegar a casa. Cerré la rejilla de la entrada y evadí el triciclo tirado de Akira. Nunca acomodaba las cosas. Entré sin problemas, pero no me gustó lo que vi. Todo estaba fuera de su lugar, parecía que había pasado un tornado, como decía mamá. Akira estaba sentada en la sala coloreando como siempre, solo que tenía un marcador azul, de esos que no nos dejan usar.

−¡Aya-nii! –corrió a abrazarme en cuanto me escuchó entrar. Me asustó un poco el ver su rostro pintado con líneas azules, verdes y negras. –Aya-nii, pinta.

−No puedo. Debo limpiarte y limpiar la casa… ¿Dónde está papá? –pregunté al ver que Ayumu dormía en el corral, cerca de la cocina, donde mamá lo ponía para verlo cuando despertaba.

−Cocina. –dijo antes de querer volver a pintar. Le quité los marcadores cambiándoselos por unos que eran de nosotros. Como dijo, papá estaba en la cocina, sentado en una de las sillas. Tenía la calculadora frente a él y varios papeles en la mesa. Papá nunca hacia eso, solo mamá porque le gustaba concentrarse en los números. Ahora parecía concentrado y prefería no molestarlo por ahora, así que mejor me dispuse a limpiar la casa, después de todo, mamá contaba conmigo.

Acomodar los juguetes donde iban, los cojines y crayolas que usaba Akira, no fue difícil, tampoco me costó mucho trabajo limpiar las mejillas de mi hermana, solo quedó rastro de pintura azul. Lo que si no me gustaba hacer era lavar los trastes, aunque solo fueran los de plástico. Debía poner un banquillo que me ayudara a llegar.

−Aya-nii, pinta. –llegó Akira entregándome su cuaderno con rayones de colores.

−No puedo ahora, Aki. Ve a pintar a la sala.

−¿No puedes? ¿Papi si? Él pinta conmigo. –se alejó contenta, pero algo me alertaba de impedirle hacer eso.

−Espera, Akira. –bajee con cuidado del banquillo pues mami siempre me advertía que por más bajo que fuera, podría resbalar y lastimarme.

Akira me ignoró y corrió divertida hacia papá abrazándolo un segundo antes de mirarlo y sonreírle mientras hablaba.

−¡Papi, pinta! –tironeó de la camisa de papá. Papi no hizo caso y en su frente aparecieron arruguitas. −¡Papi! –insistió incluso cuando yo me acerqué diciéndole que dibujaría con ella.

−CÁLLATE, AKIRA. –se levantó de pronto. La altura de papá nunca me dio miedo, pero ahora parecía más grande que cualquier edificio.

Tanto Akira como yo lo miramos asustados. Creía que nos pegaría cuando jamás lo había hecho. Tuve mucho miedo de papá. Akira temblaba, podía sentir ese temblor debajo de mis manos. Ayumu despertó y lloró. El ruido del llanto me influyó más miedo, pero a papá pareció abrirle los ojos, pues de un momento a otro volvió sus ojos normales.

−Perdón, hija… -se agachó hacia nosotros, pero alejé a mi hermana sin pensar mis acciones. Supe que Akira lloraba cuando me abrazó con desesperación. −¿Aya-chin?

−Das miedo, papi. –sentí mis labios temblar. Quería llorar, pero no podía hacerlo. Primero debía ser fuerte por mis hermanos.

−Perdón… perdón… −aunque mis palabras parecieron asustarlo tanto como a nosotros sus actos, volvió a sentarse en la silla.

Akira continuaba temblando cuando fuimos hacia Ayumu para tranquilizarlo. Se durmió en cuanto ella le dio la mano.

_______________

 

Hoy, aunque me dolían mucho las caderas, había ido al trabajo de Aomine porque me sentía tan feliz que le había preparado un almuerzo. El día de ayer, luego de que todos se fueran, comimos helado de una forma poco peculiar.

>>Después de despedir a Takao y Midorima, me dirigí a la cocina en busca de algo para comer. Ya era noche, pero no había tenido tiempo de hacerlo en la tarde. No obstante, apenas llegué a la puerta blanca del refrigerador, Aomine atacó mi nuca repartiéndole besos. Rodeaba mi cintura en un abrazo tan ceñido que podía sentir su erección crecer al rozarse con lentitud contra mis nalgas.

−Aominecchi, ¿estarías bien con solo tocarnos? –pregunté disfrutando del tacto de sus labios.

−¿Tú qué crees? –susurró colando sus manos por debajo de mi camiseta azul.

−Pero tengo hambre… −me removí entre sus brazos logrando quedar frente a él. Abracé su cintura justo como Aomine lo hacía, alzando la cabeza para verlo, me dio un beso en la mejilla descendiendo a mi boca.

−¿No se antoja una salchicha? –susurró obsceno contra mi boca.

−¡Jajajaja! Para nada. Quiero algo dulce.

Mi respuesta pareció quitarle los ánimos de hacerlo. Me soltó derrotado, dejándome inspeccionar el contenido del refri.

−Entonces, ¿qué te parece helado en la cama? <<

Fue imposible el negarme al ofrecerme dos de las cosas que se me antojaban.

Ese moreno últimamente me hacía sentir muy encendido. No sabía había leído, escuchado o que mierda había hecho para hacerme llegar al orgasmo tres veces en una noche, pero apenas acariciaba mi cintura o besaba mi cuello, me sentía derretir.

Sin embargo, apenas llegué a la estación de policías, él iba apresurado hacia afuera. Su rostro se veía bastante preocupado como para ser un caso normal.

−¿Aominecchi? –alargué la mano alcanzando a detener su avance solo por un segundo.

−Kise, ven conmigo. –sujetó mi muñeca halándome hacia una patrulla estacionada. No pregunté que podría ser tan urgente como para que él se sintiera en la necesidad de apresurarse, por lo que me subí en el copiloto. –Ayame me llamó. –avisó encendiendo el auto rápidamente.

−¿Le paso algo? ¿Están bien? ¿Dónde está Murasakibaracchi? –las preguntas brotaban de mi boca evidenciando mi nerviosismo. Buscando a tientas el cinturón de seguridad, me lo abroché. Traté de encontrar la respuesta a mis preguntas en los ojos de Aomine, quien ahora parecía molesto.

−El problema es Murasakibara. 

Notas finales:

Bueno, bueno. Que les parecio? bien? mal? :) Sus comentarios alimentan al fic y su calidad. :D 

Personas, me despido de momento hasta el nuevo capitulo. Espero no tardarme. :D Tambien ya casi salgo de vacaciones... Se me hace raro cuando otras autoras dicen que acaban de entrar a la escuela y yo salgo...XD es gracioso...

Soy de Mexico y con eso del cambio de horario de verano, mi sueño se perturbó bastante. Son las ocho con cinco y todavia se ve claro... si gustan decirme de donde son ustedes, estaria encantada. x}

Gracias por leers!! Nos vemos en la actualizacion!!!!


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