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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola, personas!!

Que milagro leernos los textos. :D Lo siento, tardé como dos siglos... lo siento. :/ 

Me tardé en escribir, pero preferí hacer eso a subir algo con lo que no estuviese satisfecha. :D 

Espero y disfruten el capitulo. 

 

En la noche, al regresar a casa, Takao parecía haber vuelto a ser el. Me contó lo que le habían dicho y lo que tuvo que hacer. También expresó que no le gustaba que se la pasaran felicitándolo por sus progresos en su rama.

−Es a lo que me dedico. No lo hago para que me feliciten, sino para generar conocimiento. –murmuró dejándose caer en su asiento. Ahora el semáforo en medio de la oscuridad de la noche, brillaba en rojo. Parpadeó un poco antes de ser verde.

Eran las ocho de la noche, las luces de la ciudad ya encendidas, anunciaban que seguirían encendidas un par de horas más. Las farolas de igual manera alumbraban las aceras por donde transitaban las personas con su paraguas plegado y otras pocas en busca de refugio por la lluvia tan fuerte que caía.

−Shin-chan.

−¿Si?

−¿Tan bien te llevas con Nanami? –era inusual que su voz se oyese escasa de vitalidad.

−¿‘‘Tan bien’’? Nanami es una de las pocas personas que me toleran dentro del hospital.

−Puede que suene egoísta, o un tanto enfermo, pero quisiera ser la única persona que te tolere. –murmuró con una sonrisa. Sin embargo, el esfuerzo de sonreír no llegaba a sus ojos, perdidos en algún punto del parabrisas.

Detuve el auto en una tienda de conveniencia y tomé la mano de Takao que descansaba sobre el brazo del asiento logrando entrelazar nuestros dedos. Alcé su mano pegándola a mis labios. No supe si me miraba o no lo hacía.

−Eres la única persona con la que quiero vivir. –murmuré e un intento de aminorar su inseguridad. Levanté la mirada  hasta sus ojos antes de continuar. −Te amo como no podrás imaginarte jamás.

Sus ojos se abrieron con sorpresa mientras se llenaaban de lágrimas. Se cubrió la cara con su mano libre ya que nuestras manos seguían entrelazadas. Mi intención no había sido el causarle llanto.

Como cada vez que Takao lloraba, se quedó dormido. Tal vez tenía una habilidad escondida, que le daba la posibilidad de quedarse profundamente dormido en un auto sin importar la situación.

Deposité un beso en su mano antes de dejarla en su regazo y volver a arrancar el auto para llegar a casa.

 

 

La estrepitosa alarma me despertó y en un segundo la apagué. Sentí el cuerpo cálido de Takao pegado al mío, giré mi rostro encontrando su cabeza sobre mi pecho y su brazo travesado sobre mi abdomen. Su piel denuda lograba conmocionar mis sentidos en más de una forma. Mi mano buscó su tacto con las yemas de los dedos enviando un electrizante calor a todo mi cuerpo. De pronto el pijama se había vuelto un horno para mi propia epidermis.

−Takao. –sacudí su hombro que cabía a la perfección en mi palma. Su cabello negro y suave se agitó cuando restregó su cabeza contra mi pijama buscando dormir cómodamente y sin interrupciones. –Takao, ya es hora.

−Hmm… −se revolvió entre las sabanas antes de estirar su cuerpo a lo largo de toda la cama y con ello aplastar mis piernas con la suya. –Buenos días, Shin-chan. –saludó acomodándose sobre su costado derecho. Sus ojos cansados los mantenía cerrados, pero su sonrisa ya estaba ahí, iluminando su rostro.

−Buenos días. –correspondí apegando su cuerpo al mío desde su cintura. Besé su frente y escuché la suave melodíade su risa que inundó mis oídos y pecho de satisfacción al despertar con él.

Como cada mañana, desayunamos junto con Miruku. Escuchamos a Oha-asa y salí a mi hora acostumbrada después de reafirmar mi deseo por Takao con un beso en sus labios con sabor a melón fresco. Si no fuera porque el gato parecía celar a su dueño, hubiese terminado por devorar su boca.

Takao saldría en un par de horas hacia el laboratorio y almorzaríamos juntos en la cafetería del hospital. Nunca había pensado que añoraría tanto un minuto de descanso para poder verlo y tocar su mano antes de volver a nuestros respectivos trabajos. 

−Vaya, Kazu si se lleva bien con todos, ¿eh? –comentó Kobayashi suturando la nuca de un chico de escasos dieciséis años.

−¿A qué viene eso? –pregunté yo a mi vez mientras colocaba en su lugar un hombro dislocado antes de ir con el par de dedos torcidos, del amigo del chico que suturaban. Ambos hablaban del gran salto de parkour que habían hecho, uno seguido del otro, por lo que habían terminado de esta forma.

−Creí que no te llevabas con personas escandalosas.

−Él… lo conozco desde la escuela. Es normal que nos llevemos bien.

−Ajá. –al parecer me había dado por mi lado. –Supongo que por un amigo se va hasta otra isla, ¿no? –rio por lo bajo. Dejé de colocar el cabestrillo para mirarla. Ella parecía divertirse con mi reacción. Ajusté la montura de mis lentes y volví a mi trabajo. No tenía idea de cómo se había enterado, pero tampoco quería preguntarle y alimentar las razones para que me tomara el pelo.

−Mi novio también se fue de Tokio. –comentó el chico con un mohín al chocar su meñique con mi mano. Pedí disculpas dejándolo que continuara. –Teníamos planes de ir a la misma universidad, pero su familia se mudó a Nagasaki. –comentó sonriente.

−Y ahora tiene un pretendiente que lo sigue a todos lados. –rio el otro chico con la cabeza gacha.

−Y se quebró la cabeza queriendo hacer lo que hago.

−Si me hubieses mostrado como y cuanto debo esperar…

Los niños continuaron discutiendo sentados en la misma camilla donde Kobayashi terminaba de suturar. Japón estaba cambiando y la presencia de ese par me hacía darme cuenta de ello. Ya no era el cerrado Japón intolerante a cuestiones actuales como los tatuajes sin pensar que se pertenecía a la yakusa, las perforaciones ya eran vistas como cosa normal al igual que ver hombres caminando de la mano de otro hombre, o mujeres compartiendo su vida con la mujer que querían.

Yo también debía cambiar un poco si no quería que las cosas se siguieran malentendiendo y terminara por arruinar por enésima vez, mi relación con Takao.

 

 

En el tiempo que hubo para comer, me reuní con Kamishiro. Me platicaba sobre sus sobrinos de tres y cinco años. Parecía emocionado e inexplicablemente ansioso por querer llegar a casa para verlos de nuevo. Su hermana había vuelto a casa con su esposo para pasar unos días de vacaciones.

−Hola. –saludó Takao apareciendo detrás de mí.

−Hola, Takao-kun. –sonrió Kamishiro recorriendo su bebida de naranja para dejarle espacio para uno de los dos lugares restantes.

Takao tomo asiento a mi izquierda. Ya llevaba su almuerzo en una charola, así que solo yo tendría que ir por ella.

−Iré por mi comida, regreso. –avisé levantándome de mi asiento. Takao asintió y Kamishiro le preguntó por sus investigaciones y que tanto había de cierto en que el género femenino se extinguiese.

Avancé hasta las vitrinas de cristal donde vendían sándwiches y ensaladas, soba, ramen instantáneo y diversas comidas en su mayoría, nada saludables, lo cual era irónico estando dentro de un hospital. Opté por una ensalada rusa acompañada por croquetas de atún y un té oolong. Pagué llevándome la charola a la mesa, sin embargo, al regresar, vi la no tan agradable presencia de Nanami.

Digo no tan agradable, porque a pesar de que era un buen tipo me hacía sentir molesto cuando hablaba con Takao, como ahora que estaba en mi lugar y ya no podría sentarme junto a él.

−Hola, Shintarou. –saludó alzando la mirada. Mordió un muffin de chocolate.

−Nanami. –asentí a modo de saludo. Al parecer había entablado una buena conversación con Takao y Kamishiro, aunque el primero no se viera realmente interesado, al contrario, apenas regresé, me sonrió.

−¿problemáticos los pacientes de hoy? –preguntó mordiendo su hamburguesa. Parecía que disfrutaba de la comida chatarra. No era nada sano, pero por lo visto, solo lo comía muy de vez en vez.

Iba aprendiendo cosas triviales y mínimas, pero me encantaba cada una de ellas.

−No mucho. –reconocí destapando mi té verde. –Uno de ellos me recordó a cuando estábamos en la preparatoria. –partí una croqueta untándola con el aderezo que las acompañaba.

−¿Por qué?

−El novio de un chico se fue a Nagasaki y él se quedó en Tokio.

−Jajaja… −rio sonoramente. –Que coincidencias, ¿no, Shin-chan?

−Si. –asentí masticando el pescado con ligero sabor a mayonesa.

 Después de eso, Namami volvió a robar mi atención al mencionar una cirugía de labio leporino y paladar hendido a un infante  de escasos dos meses sin ningún otro padecimiento. Había explicado la forma a la que tuvo que recurrir, pues al parecer las cosas se habían complicado luego de que un interno perforara la lengua y sufriera de una escandalosa hemorragia.

−Suena muy interesante todo esto, pero yo me tengo que ir. –se levantó Takao recogiendo también su charola vacía casi por completo, solo estaban unas bolas de servilletas de papel.

Me levanté también reprochándome el poco tiempo que habíamos pasado juntos. Si no podíamos estar en el almuerzo solo los dos, al menos lo acompañaría al laboratorio en el otro edificio.

−Vamos juntos. –dije acomodando mis lentes antes de levantar mi charola.

−¡Si!

La sonrisa que se dibujó en los labios de Takao al soltar la afirmación, hizo estallar mi corazón en una carrera en la que se retaba él mismo a superar su record. Sentí mi pecho encogerse y unas tremendas ganas de encerrar su cuerpo entre mis brazos para ser capaz de atrapar el calor que su cuerpo proporcionaba de manera natural aumentando el mío.

Tan solo lo quería tocar un segundo.

−Regreso en un rato. –avisé llevando mi charola conmigo.

Después de dejarlas en un estante con un bote de basura inorgánica debajo, nos dirigimos a la planta baja, donde se encontraba la salida. Los pasillos estaban generalmente desiertos, así que me acerqué estirando la mano izquierda, pues Takao caminaba de ese lado. Únicamente nuestros pasos golpeaban mudamente el suelo de mosaicos por el que caminábamos.

Mis nudillos rozaron los suyos. De reojo vi como Takao se sobresaltaba levemente, pero acercó su mano hasta que nuestros dedos quedaron apenas entrelazados.

Una corriente eléctrica nació de nuestro tacto viajando velozmente por cada terminación nerviosa de mi cuerpo. La piel se me erizó acompañada de un calor inexplicablemente embriagador y que no quemaba, sino que me hacía anhelar la experiencia repetidas veces.

Las puertas de cristal que permanecían abiertas reflejaban el poco sol que salía ahora a finales de octubre. El viento helado desproveía de hojas marrones y rojizas a los árboles que ya no poseían ni una sola hoja verde, destiñéndose y cayendo al suelo. El tapete de hojarasca comúnmente era barrido hacia los árboles y una vez ahí, era recogido en bolsas que se clasificaban como basura incinerable.

El exterior era característico por su amplio jardín para la comodidad de los pacientes que recibían visitas y algunas enfermeras que sacaban a respirar aire nuevo a las personas que se pasaban casi todo el día en cama.

−Espérame en esa banca, Shin-chan. –pidió Takao al llegar al edificio de laboratorios. –Intentaré hacer mi trabajo lo más rápido posible. –aseguró levantando la mirada hacia mí.

La propiedad de ese color azul pero al mismo tiempo gris, incitó a los míos a querer indagar más en ellos, verlos siempre junto a mí.

No sé cómo ni porque no razonó mi mente mis movimientos, pero de un momento a otro deshice el agarre entre nuestras manos, devoraba con los ojos ese frio y al mismo tiempo, cálido color de sus iris. Atraje su cuerpo al mío y rodeaba su cintura con mis brazos. La mirada de Takao era de sorpresa pasando a gusto. Sus manos fueron también a mi torso sin despegar su divertida contemplación. Vi de soslayo su labio inferior ser mordido por sus dientes. Como una invitación a la que no pude negarme, me incliné hacia él, ladeando un poco la cabeza para poder llegar a sus labios que me recibieron suaves, húmedos y apetitosos.

Sin embargo, por más que quisiera detener el tiempo y prolongar mi estancia con él, me era lógicamente imposible, por lo menos en ese lugar.

−Me gustas mucho. –murmuró apenas nos separamos con él halando mi labio de un mordisco blando.

−¿A-a que viene eso? –pregunté desviando la mirada. Vi a mi derecha a Kamishiro totalmente sonrojado.

−Nos vemos al rato, Shin-chan. –se despidió de mi con un rápido beso en la mejilla y luego alzó la mano despidiéndose de Kamishiro, quien le correspondió. Caminé hacia el deslizando ambas manos a mis bolsillos de la bata, conservando la impresión de Takao entre ellas. Kamishiro agachó la mirada al tenerme frente a él.

−Estamos saliendo. –confirmé. Kamishiro alzó la cabeza exponiendo su sorpresa en el par de ojos grandes y castaños.

−Eso… es genial, Midorima-kun. –sonrió mostrándome su dentadura. El que se expresara de esa forma le otorgaba nuevamente rasgos infantiles y enternecedores, como decía Kobayashi.

−Lo sé. –la sonrisa que se asomó de mis labios fue inevitable. Me acomodé los lentes con el dedo medio ocultando la dicha total que quería salir de mi pecho cual fuegos artificiales anunciando a todo mundo cuan enamorado estaba de un chico bastante muy diferente de mí.  

__________________________________

 

Tatsuya dormía muy tranquilamente. Su cabello despeinado sobre la almohada, las pestañas espesas y oscuras se veían hermosas. Se le notaba sano y la barriguita empezaba a asomarse. Nuestro bebé estaba ahí. Pero ya no quería otro bebé si yo le causaría miedo como a sus hermanos mayores.

Dejé en la mesita de noche, el elefante rosa que había comprado en una tienda por el camino. Me había gustado mucho para el nuevo bebé porque sostenía una paleta redonda de colores con su pata izquierda. Acerqué un banquillo metálico hasta la cama de Tatsuya y me senté sintiéndolo muy pequeño para mí, aun así, no me quise mover. Sujeté la mano de Tatsuya entre las mías. Era delgada y mucho más pequeña. Recosté la mitad de mi torso en la cama y cerré los ojos manteniendo su calor encerrado entre mis palmas.

−Atsushi. ¿Qué paso? –su voz se oía adormilada y un tanto cansada.

−¿Te desperté? Lo siento. –murmuré sin soltar su mano. Se incorporó en la cama con ayuda de su otra mano. Continué recostado sin poder mirarlo a la cara.

−No te preocupes. –acarició mi cabeza enredando sus dedos en mi cabello. −¿Sabes que me dijo Natsuki-san? el bebé es fuerte como tú. Me ingresaron cuando finalizaba el segundo mes. Según mis cálculos, lo cumplí el sábado. Pronto podremos saber si será niña o niño. ¿Recuerdas cuando nos dijeron que Ayumu era doncel?

−No merezco ser papi.

−No digas eso…

−Le grité a Aki-chin. Lloró. Ayu-chin lloró y Aya-chin tenía tanto miedo que llamó a Mine-chin. –relaté entre lágrimas. La saliva se había vuelto espesa y era difícil de tragar por el gran nudo en la garganta que parecía extenderse a los lados obstruyendo el paso incluso de aire.

Sentí su mano deslizarse de mi cabello. Quise esconderme. No quería que me regañara a pesar que sabía que había estado mal. No quería que el amor de Tatsuya hacia mi disminuyera por cómo me había comportado, porque tenía miedo. Sigo teniendo miedo de que el parto no salga bien  y perder a Tatsuya y al bebé. Me aterraba el hecho de quedarme solo y dejar que los niños crecieran sin su mami.

−Atsushi, mírame. –pidió agitando la mano derecha, la que mantenía entre las mías.

Negué con la cabeza apisonando su mano contra mi mejilla, mojándola de lágrimas.

−¿Te disculpaste? Ayame puede tener miedo, pero es fácil que se reponga, pero Akira… con ella tendrás que hablar para que no crea que ya no la quieres.

−¡¿Qué ya no la quiero?! –exclamé levantando mi rostro de la cama, con terror de que mi bebé pensara eso de mí. –Yo nunca dejaría de quererla. Jamás. –aseguré mirándolo a los ojos.

Tatsuya sonreía con comprensión, lo cual me sorprendió. Él tendría que estar molesto, pero en cambio parecía comprender la situación mejor que nadie. Su mano apretó nuestro agarre y acarició mi mejilla con la mano que tenía una jeringa en su interior. No me gustaba para nada verlo así. Y tampoco me gustaba que se riera de mí.

−Antes de que digas nada, debes saber que las palabras hieren más que un ataque físico. Tal vez no les querías hacer daño a nuestros hijos, pero dime, ¿no te asustarías si yo dejara de hablarte? ¿O que ya no acariciara tu cabello cuando dormimos juntos? –quité la mirada de sus ojos pensando las cosas que me había dicho, dándome cuenta que eso no estaría bien. −Lo mismo sintieron los niños. Actuaste de una forma que jamás habías hecho. Ellos siguen queriéndote, pero piensan que algo anda mal.

Mis ojos, fríos por la humedad secándose en ellos, se volvieron borrosos nuevamente. Mordí mi labio inferior porque no quería llorar, quería ser tan fuerte como Tatsuya que aguantaba estar en un lugar tan feo como un hospital solo para traer al mundo nuestro nuevo bebé; tan fuerte que no tendría que darle miedo a mis hijos, no darles más miedo del que me provocaba estar sin Tatsuya.

−Me siento solo, Tatsu-chin. –lloré abrazando su torso. –Quiero que vengas a casa. No sé hacer nada sin ti…

−No hagas esto. –sentí su cuerpo temblar y sus manos acariciar mi espalda acompañándome en mi llanto.

No me gustaba hacerlo llorar, tampoco provocarle dolor, pero era egoísta y no quería quedarme con toda la magnitud de carga que él llevaba cada día, no me veía en la situación que tuviese que lidiar con números y cosas serias todos los días. No era que le dejara todo a él, sino que la carga parental se dividía en dos: mami y papi. Si los niños solo se quedaban con papi y sin la presencia de su mami, eso me molestaría más a mí, porque no sería capaz de resolver las caricias que ellos, e inclusive yo, a veces necesitábamos.

La puerta de su cuarto no tardó en abrirse. No me separé de Tatsuya a pesar de que ahora solo tarareaba una canción peinándome el cabello con tanta delicadeza que sentía el sueño como un peso invisible sobre mis parpados.

−¿Qué sucede, papá? –identifiqué la voz del médico que siempre atendía a Tatsuya. Supe que se dirigía a mi puesto que a él le decía mamá.

−Quiero a mi Tatsu-chin. – reproché con la voz amortiguada por la bata con olor a moras. Típico de Tatsuya.

−Vaya, entonces no sé cómo le vaya a caer esta noticia.

−¿A qué se refiere? –preguntó dejando de acariciar mi cabello.

−Bueno, como le había dicho con anterioridad, acaba de entrar al tercer mes de gestación, pero el joven estaba alimentandose mal. Ya se encunetra mejor. El segundo trimestre está por comenzar y si todo sigue como está ahora, podrá irse a casa en un par de días, a disfrutar de sus niños siempre y cuando se acepte el trato de una enfermera en su domicilio.

−Si. –me levanté de inmediato. –No importa que vaya una enfermera, solo quiero que estemos juntos.

−Jaja… −río ella y Tatsuya le acompañó. −¿van a querer saber el género de su bebé? –preguntó acercándose a Tatsuya para ver el suero que goteaba a su izquierda, conectándose a su mano. Anotó algo en la carpeta que llevaba entre sus manos y nos miró.

−Si. –respondimos al unísono.

_______________________

 

No. imposible. No ahora. Miré los resultados de diez malditas pruebas de embarazo, cinco de ellas de diversas marcas con una igual para corroborar resultados. Apenas llegué a Matsuyama las compré encerrándome en un baño dentro de la zona de descanso del personal. El vuelo me había dejado muy mareado y el dolor de cabeza aumentó mis increíbles ganas de devolver lo que había comido en casa. Pensé que tal vez me había intoxicado con la comida thai de anoche, pero no. Anteriormente solo me había intoxicado al comer una chuleta de cerdo que estaba un poco pasada de tiempo y no era lo mismo.

Mis sospechas eran ciertas, lo confirmaban las diez pruebas con diferentes resultados positivos.

−Kise, tengo que pasar. –me llamó Kasamatsu golpeando con los nudillos, la puerta de madera.

−E-espere un momento. –hice escucharme mientras guardaba todo en una de las bolsas de plástico que me habían dado en las dos tiendas que visité. La cerré perfectamente y la metí en otra bolsa blanca antes de lavarme las manos, enjuagarme la cara y despejarme mentalmente antes de abrir la puerta.

−¿Tienes diarrea? –inquirió Kasamatsu apenas me vio. –Te ves muy pálido.

−Anoche me intoxiqué con comida thai. Creí que ya se me había pasado. –reconocí a medias lo que hasta hace unas horas, creía verdad.

−¿Comida thai? Idiota, no debiste venir si te sentías mal. –me regaño golpeando mi brazo con simpatía.

–Ya compré medicamento, así que todo estará bien. –señalé la bolsa.

−De acuerdo. Partimos en media hora, así que descansa.

Asentí fingiendo entusiasmo. Después de todo, este era mi primer día de trabajo, el trabajo que tanto había esperado. Kasamatsu entró al baño y yo me fui rápido a tirar mi basura en un contenedor fuera del aeropuerto, ya que si alguien llegaba a ver mi basura, sabía que me detendrían de inmediato.

Mierda. Estaba embarazado. ¿Cómo? Bueno, si, Aomine y yo habíamos tenido sexo como locos los últimos días, pero siempre me cercioraba de que tuviera el maldito condón bien puesto. Maldición. Si Aomine se enteraba ahora me prohibiría volar, no podría trabajar por nueve meses… peor aún, no trabajaría hasta que el bebé pudiese pasar un poco de tiempo lejos de mí. No, yo no quería eso.

Detuve en abrupto mi camino de regreso a la zona de descanso cuando me recordé que dentro de mí, crecía una diminuta parte de Aomine y otra, propia. Una traviesa risa abandonó mi boca. Un bebé se formaba en mi interior. Mis manos viajaron autónomas hacia mi abdomen, palpando por encima del uniforme. Aun no se veía, no podía sentirlo tampoco, pero ahí estaba.

El sueño de Aomine se volvería realidad, seria padre. Pero no sería el único, yo también lo seria y también sería mi cuerpo el que se encargase de protegerlo y mantenerlo a salvo en su interior. ¿Era esto realmente lo que quería?

Las voces anunciando diferentes vuelos resonaban en mi cabeza cual molesta música ambiental de elevador. Por un segundo en mi vida, quería que todo se detuviese para que el silencio me revelara el siguiente paso a dar.

¿Ahora que hacia?

 

Notas finales:

Que tal? :) Les gustó? 

Muchas gracias por su paciencia y constancia. :D Tambien gracias por sus buenos deseos. :} 

Ya tengo parte del siguiente. Vendran Akafuri y Kiyohana, dos de las tantas parejas que me encantan. xD Veremos por fin que pasa con Furi y como va con el asunto de la pérdida de su bebé. 

Gracias por leer, nos vemos en la actualizacion!!!  


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