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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola personas!!!

Feliz inicio de clases a quienes ya empezaron!!! Ü

 

Les traigo como cada semana amors y actualizacion.!! x}

Ustedes han visto Osomatsu-san? mi favorito es Jyuushimatsu.
o(>q<)o  No se si sea por Daisuke Ono, o tal vez porque es demasiado lindo y gracioso, o tal vez por ambas razones...xDD

Bueh, el capitulo me habia salido en mas de 8000 palabras, por lo que lo dividi en dos partes. :}

Aclaradas las cosas, a leer! 

El pronóstico había errado con creces. El cielo se estaba cayendo, los relámpagos y truenos hacían temblar los ventanales de la cafetería. No parecía que fuese a cesar pronto. En el exterior ya no transitaba la gente a menos que fuese con algún paraguas que compraran de improviso. Algunos conductores eran considerados y bajaban la velocidad al pasar junto a las banquetas para no salpicar el agua, pero aun así se empapaban el pantalón.

Afortunadamente Kasamatsu ya se había ido. Desafortunadamente la telaraña no resistió.

Me levanté de mi cómodo asiento dejando el dinero suficiente para una propina, en la bandeja donde me entregaron la cuenta. Salí sin temerle a la lluvia como lo hacían algunas personas cubiertas a las afueras de los establecimientos comerciales. Como era de esperarse, me empapé por completo solo en el segundo que tomaba mi camino. El cabello se me pegó a la cara y la ropa se tornó como una segunda piel gélida.

−Hola, guapo. ¿Quieres que te lleve?

Di media vuelta al reconocer esa voz gutural que hablaba a través del ruido de la lluvia. Estaba de pie frente a mí, sonriéndome ladinamente con la diversión impregnada en sus azules ojos. Vestía su uniforme de policía, por lo que probablemente acababa de salir de su trabajo. En una mano llevaba el paraguas negro y en la otra una bolsa de plástico blanco.

−¡Aominecchi! –salté a él abrazando su cuello con ambos brazos.

Si, muchas veces nos enojábamos y siempre era yo el que salía de casa antes de decir tantas estupideces como lo hacía el sin tener consideración, pero pequeñas acciones como estas me hacían olvidar mi enfado con facilidad. 

−¡Estás frio, idiota! –se quejó pero no me alejó, en cambio me abrazó con la mano que llevaba la bolsa.

−¿Cómo me encontraste? –pregunté deshaciendo mi abrazo para caminar junto a él. − ¿Acaso tienes un radar escondido y te indica el lugar donde está el amor de tu vida?

−De ser así me llevaría hacia Mai-chan. –respondió sin ganas acomodando la bolsa en la mano que llevaba el paraguas para luego tomar mi mano. –Satsuki me llamó. –su tono de voz se volvió serio y afianzó el agarre de su mano en la mía.

−Necesitamos hablar. –musité con la suficiente fuerza para que me escuchara.

−Lo sé.

El camino fue lento, la lluvia no cesaba y nuestro agarre no se vio interrumpido por nada. Era gracioso; como cuando te aferras a un globo, sabes que se irá si no lo sujetas con fuerza.

Saque las llaves del apartamento metiéndola en el cerrojo. Aomine no me soltó y lo agradecí internamente. Me gustaba que fuese tan cariñoso a pesar de que no lo demostraba. Al entrar los dos y que el cerrara la puerta, nuestras manos se separaron y sentí el frio filtrarse abrazando mi piel.

Me quite en la entrada los zapatos que chorreaban agua, viendo de soslayo como Aomine hacia lo mismo sentado en el suelo.

−¿Quieres bañarte primero? –pregunte quitándome el suéter que se pegaba a la camisa y ésta a mi piel. La ropa crujía por el agua al desprenderse de mí. Nunca le había prestado atención a esas cosas tan triviales, pero ahora parecían lo más interesante que existía.

−Kise. –me detuve a medio camino de llegar al cuarto de lavado para dejar ahí mi ropa mojada, esperando que dijera algo más. –Quiero que tengamos un hijo.

Cerré los ojos exhalando profundamente al escuchar esas palabras. Masajee mi frente, exhausto de tantas discusiones sobre el mismo tema que no parecía tener fin jamás.

Al parecer ni una ducha puedo tomar en paz.

−Y yo no quiero. –puntualicé antes de reanudar mi marcha. Un segundo después las fuertes pisadas me advirtieron su presencia.

–No tienes la más mínima puta idea de cuan ansioso he vivido por esperar. − escupió entre dientes al encerrar mi muñeca entre su puño. Me había hecho girar sobre mi eje para encararlo y posteriormente pegarme a la pared. −Siempre lo hago, Kise. Te fuiste a modelar por tiempos indeterminados, me hiciste esperar. Tienes vacaciones, debo esperar. Quieres viajar siendo un estúpido piloto, tengo que esperar. ¡Soy ansioso, Kise! Te quiero y quiero formar una pinche familia con la persona que amo ¿Por qué eres un maldito egoísta? –inquirió. Su mirada era decidida y excepcionalmente sincera.

Era un estúpido. Estaba lastimando a Aomine, yo lo veía, pero él no veía que era reciproco.

−Tu eres el egoísta, Aominecchi. Somos una pareja, ¿no?

Sus ojos eran los que siempre lo delataban antes de hacer cualquier movimiento, lo había aprendido a lo largo del tiempo y era algo de lo que estaba orgulloso, aunque se tratara de algo raro y excéntrico.

−¡Es porque únicamente somos una maldita pareja!  ¿Has visto como voltean todos cuando estamos juntos? ¿O cuando solo estas tú?

−¡No me digas que esto es por tus infundados celos! –si estaba enojado, ahora estaba cada vez peor. Traté de zafar mi muñeca que mantenía contra la pared, junto a mi cabeza. –Será mejor que me sueltes. Tengo que bañarme.

−Tú no te vas hasta que resolvamos esto de una puta vez. –sentencio golpeando la pared. Me encontraba encerrado en una jaula construida por su propio cuerpo.

−No me voy a embarazar. –atajé con frialdad dando por zanjado el asunto.

Sus ojos eran brillantes, siempre me habían gustado mucho. El color de su cabello, la calidez de su piel, las palabras que me susurraba cuando estábamos solos, todo eso lo amaba.

−¿Si no pudiera tener hijos, me dejarías?

Sentí que el pecho me temblaba y no era exactamente por el frio, sino que era una extraña sensación interna que me revolvía el estómago. Era completamente diferente a como cuando me abrazaba en la noche antes de dormir; ahí las mariposas revoloteaban felices, no como ahora.

La pupila en sus ojos se ensanchó y el agarre de su mano se tensó ligeramente revelándome su respuesta.

 

 

Cuando la llave dio un giro en la puerta del apartamento que habíamos rentado juntos una vez hace mucho tiempo, no cabía en la felicidad que me invadió. Gracias a Dios que en un arranque de ser el malo nuevamente, no cambio la chapa. Quien que vivía aquí no era precisamente la mejor persona del mundo.

El agua goteaba de mi ropa y decidí quitarme los zapatos y mi chamarra en la entrada para no seguir mojando nada más. Ahí encontré un par de zapatos que sabía él nunca se pondría. Probablemente otra persona acompañara su noche.

Seguí mi camino en la oscuridad por el pasillo donde antiguamente dormía yo. Una vez dentro encendí la luz. El cuarto estaba vacío a excepción de varias más cajas de las que recordaba, pero mis cosas, o las pocas que había olvidado, estaban en su lugar.

Me desnudé dejando el resto de mi ropa tirada en el suelo antes de meterme a la cama. Se sentía fría y olía a polvo, pero no haría nada al respecto, era mi única opción. La almohada estaba rígida y las cobijas no parecían proporcionar calor alguno.

 

"−No.

−¿Cuántas veces has pensado eso? –pregunté arrebatándole mi mano, me había dolido, pero no tanto como su reacción respecto a mí. Ahora entendía a que se refería mi hermana al decir que los golpes psicológicos duelen más que los físicos,

−No de la manera en que tú crees. –aceptó agachando por primera vez la mirada.

−Bien, lo has pensado. –alcé mi mano alcanzando su brazo para quitarlo de mi camino. Su ropa estaba fría, como si su cuerpo ya no produjera calor. Cedió rápido, pero no me dejo ir con facilidad. Nuevamente me vi atrapado contra la pared y sus manos aprisionando mis codos.

−¿A dónde crees que vas? –inquirió con furia contenida en la voz sujetándome de tal manera que me golpee la cabeza contra la pared. La fuerza que ejercía sobre mí era absurda solo para retenerme.

−¿Vas a golpearme por no querer tener hijos? –pregunté con la ira haciendo temblar mi cuerpo, pues mentiría si dijera que Aomine me estaba llevando a perder la paciencia y si lo hacía nada resultaría bueno. Vi la sorpresa reflejada en sus ojos, también vi como las palabras también le afectaban. –Eres un estúpido. –lo empujé con toda la fuerza que por el momento era capaz de proyectar, ya que, seguro con todo esto mis capacidades físicas flaquearían.

Tomé mi suéter mojado del suelo y volví sobre mis pasos sentándome en el suelo solo un segundo en el que tardé para ponerme mis tenis sin agujetas y secos.

−¡Kise, espera! ¡Carajo! –salió de la sala para impedir mi salida, pero ya había dejado el apartamento cuando escuché su último grito dirigido a mí.

Estando afuera y con la ropa mojada cual sopa, no esperaba que un taxi se detuviera, pero mi suerte fue mucha. Me subí apenas vi que era por mí y le indique la dirección de mi única y última opción. "

Sonreí a la oscuridad que se comía a la habitación.

 Nunca me había sentido tan solo como ahora. Si bien es cierto que no nacemos acompañados, duele saber que alguien a quien amas parece no afectarle tu ausencia.

La sonrisa se deformó y las risitas que surgieron por un instante, se convirtieron en sollozos que no pude detener por más que abrazara mi pecho que se agitaba fuertemente por mi respiración entrecortada.

 

____________________________________

 

Todavía no era hora de levantarse. Por las cortinas no se filtraba la luz solar y el reloj en el buró señalaba 6:20. Me había levantado al baño y regresado a la cama acurrucándome cerca de él. Últimamente me levantaba mucho para orinar. Tal vez debería ir al médico en Tokio, ya que aquí, seguro que se alarmaba.

Una de las cosas que más me gustaba hacer cuando me quedaba con Seijuuro, era mirarlo dormir. Se veía tan diferente, vulnerable, increíblemente pacifico. Sus pestañas no eran muy largas, pero se veían hermosas en su piel blanca.

Teniendo el tedioso cosquilleo de la curiosidad en las manos, con el dedo índice sentí las puntitas de cada una picarme con suavidad la yema del dedo. Fue una sensación graciosa que me hizo sonreír como bobo y soltar una pequeña risa al ver como fruncía el ceño y arrugaba un poco la nariz por la incomodidad.

−¿Qué haces, Kouki? –preguntó manteniendo los ojos cerrados.

−Nada. –retiré mi dedo y alejé el cabello de su frente antes de darle un beso en ella. No dijo nada, pero estiró sus brazos alcanzando mi cintura para atraerme hacia él.

−Kouki, te amo.

−Yo-yo también, Sei. –sonreí al sentirme más cerca de él cuando sus brazos me apretaron.

Empezamos a salir, justo en el festival de Hanami, antes de entrar a nuestro segundo año del instituto. No nos conocíamos del todo, Kuroko en varias ocasiones me pedía acompañarlo a diferentes lugares y a mí me encantaba recorrer las tiendas. Sin embargo, siempre era Seijuuro quien me acompañaba porque Kuroko cancelaba de improviso. Fue hasta el festival que me pidió salir con él. No pude decirle que no ya que me gustaba también y me gustaba aún más cuando tomaba mi mano y merodeábamos juntos en las tiendas.

Si bien fue hace mucho tiempo, el que me dijera cosas como “Te amo”, o “Quiero que te quedes esta noche en mi cama”, me gustaban, claro, pero no podía controlar la vergüenza que me invadía en esos momentos.

−¿Kouki? –susurró a mi oído. La piel se me erizó y desee internamente que no se diera cuenta, aunque era perfectamente bien sabido que no se le escapaba nada. Levanté la mirada encontrando su pecho desnudo. Nuestros hombros se pegaron uno al otro mostrando la diferencia entre nuestra piel, la suya más blanca que la mía y sin un montón de diminutas pecas pálidas que le mancharan los hombros y espalda. −Ayer llego mi padre. Quiere que jueguen antes de que se vuelva a ir. –comentó como quien no quiere la cosa.

Fue una tarde en la que llegábamos del aeropuerto, era mi turno de visitarlo, por lo que Seijuuro fue por mí junto a su chofer. Nunca empacaba mucho porque él en contra de mi opinión, compraba ropa para cada día, siendo que Kioto no era tan caluroso como Tokio, constantemente me daba una bufanda o un par de guantes. Como sea, ese día conocí al tan temido Akashi Masaomi. Por supuesto que no me lo esperaba y Seijuuro tampoco. El señor Akashi no tenía conocimiento de nuestra relación hasta ese día.

“−Joven amo, su padre lo espera en la sala. –anunció Mei, una de las tantas empleadas de la casa.

Seijuuro no exteriorizó su incertidumbre ante aquella declaración, pero se pudo notar en como desviaba rápidamente los ojos hacia el enorme pasillo iluminado, limpio y espacioso que conducía a la sala.

Sujetó mi mano con firmeza y sin decir nada más fuimos directo hacia su padre. Se encontraba en un sillón da madera tallada y terciopelo color marfil en los cojines. Cruzaba las piernas con gracia, con un periódico entre sus manos. A su derecha estaba la mesita y una taza de porcelana blanca con delineados en dorado. La familia Akashi tenía un gusto delicado en cuanto a vajillas se trataba. Aunque no nos daba la espalda, era imposible que nos mirara desde el ángulo en que se encontraba.

−Buenos días, padre.

−Seijuuro… recientemente ha llegado información a mis manos concerniente a un posible matrimonio fructífero. –cerro el periódico doblándolo por la mitad antes de dejarlo en la mesita junto a él. Tomo su tasa con los dedos subiéndola con elegancia hasta su nariz, donde olfateo el rico aroma del té que inundaba toda la habitación.

La noticia no me había caído de sorpresa. El por qué era fácil, y es que, varios días atrás, Seijuuro lo había mencionado como posible futura discusión con su padre. Lo que ahora me daba miedo, era el que discutieran y la estancia de ambos en casa fuese incomoda no solo para ellos, sino para todos. Por las veces en que Seijuuro me había dicho de sus disputas, nada bueno terminaba de ello, por eso su padre se retiraba y no se veían por prolongados periodos de tiempo.

−La familia del chico es exportadora y si nos unimos, la empresa crecerá a tal grado, que… −el momento en que se levantó y giro su estilizado perfil, fue hipnotizante.  Me miró y luego sus ojos fueron hacia nuestras manos, me sobresaltó.

Tragué duro y apreté la mano de Seijuuro no muy seguro de la fuerza que aplicaba, pero igual no quería salir corriendo de aquí y dejarlo solo, ya que por algo estábamos agarrados de la mano todavía.

El señor iba bien vestido con un traje probablemente caro, color caqui, su camisa blanca de la cual se asomaban las solapas del cuello, cubrían una corbata negra con delgadas diagonales plateadas. Su cabello marrón iba bien peinado, sin un cabello fuera de su lugar. Los zapatos eran de un color ceniciento; bastante bonitos y brillantes, de agujeta.

Su pulcritud me llevo a recordar a ese personaje de una serie que vi con mi hermano: el Dr. Hannibal Lecter. Después de eso me leí los libros y vi las películas junto a mi hermano por las noches, porque mis papás decían éramos un par de enfermos.

−Buenos días. –saludó inclinando ligeramente la cabeza.

−Bu…−mi garganta estaba seca, por lo que de mis labios únicamente salió un susurro. Avergonzado hasta las orejas, aclaré mi garganta. –Buenos días.

−Padre, él es Furihata Kouki. Kouki, mi padre, Akashi Masaomi. –levantó la mano con la palma hacia arriba señalándonos al momento de pronunciar nuestros nombres.

−Mucho gusto. –hice una pequeña reverencia porque el agarre de Seijuuro me impedía hacer más.

−Igualmente.

Las palabras que decía o su mirada oscilando entre su hijo, nuestro agarre y yo, estaban llenas de confusión y su entrecejo empezaba a poblarse de finas y alargadas arrugas.

−Kouki es mi novio.

−Oh. –musitó agrandando los ojos con asombro.

Sonreí sin poder impedirlo. Al contrario de Seijuuro, su padre era bastante expresivo y no se contenía.

−Cuénteme, joven, ¿de qué familia viene?

−Ahm… ¿de los Furihata…?–mi respuesta termino siendo una pregunta, pues ni yo estaba seguro de lo que quería expresarle. Miré dudoso a mi lado esperando una aclaración. Únicamente se pasó la lengua por los labios antes de hablar.

−Padre, Kouki no es heredero de compañías o industria alguna.

−No entiendo, Seijuuro. –sonrió relajando el rostro. Dio un paso al frente y mi cuerpo se tensó de inmediato. –He de suponer que este chico es alguien provisional.

−No lo entiendo yo tampoco, padre. Pero si con eso quieres referirte a que si es alguien con quien pasare el resto de mi vida, la respuesta únicamente me la dará Kouki en determinado momento.

El corazón me revoloteó dentro del pecho y mis rodillas parecieron temblar por un instante. Sentí un mar entre mi mano y la suya porque me sudaban como si no hubiese mañana. Las mariposas en mi estómago parecían patos salvajes pidiendo liberación, pero lo único que exteriorizaba era ese sonrojo brutal que se me subía hasta las orejas.

−Ya veo. –metió una mano al bolsillo de su pantalón y agachó la mirada hacia la mesita donde aún estaba su café. –¿Kouki, juegas ajedrez?

−He leído las reglas y algunos libros sobre eso…

−Bien. Esto determinara que tanto pretendes con mi hijo.

Lejos de sentirme nervioso, una partida de ajedrez únicamente dos espectadores, no una tribuna que grita y echa porras a diferentes equipos. Para mi gran fortuna, el gran Akashi Masaomi únicamente conocía lo esencial y pude ganar un par de veces gracias a que había participado a los juegos que se llevaban a cabo cada otoño en la biblioteca.

−Eres un exagerado, Sei. –sonreí columpiando los pies en el borde del pequeño muelle del que eran dueños los Akashi. El brillo del sol parpadeaba en el agua que se ondeaba por el aire. Era como ver pequeñas pepitas de oro asomarse momentáneamente a la superficie.

−Con esa actitud, yo mismo sentí que exageraba, pero hace más de cuatro meses que no lo veía. Probablemente esconda algo. –reflexiono con ojos entornados mirando más allá de nuestro ondeante reflejo en el lago.

−Mejor olvida eso y siéntate un rato. –palmee el espacio a mi derecha invitándolo a tomar asiento junto a mí.

−No te atrevas a dejarme bajo alguna amenaza de ese hombre. ¿De acuerdo?—se sentó entrelazando nuestros dedos.

−Si eso te hace sentir mejor, está bien. –sonreí relajando mi atolondrado corazón, pues aun cualquier roce con la piel de Seijuuro provocaba mil cosas en mi interior.”

 

Sin embargo, el señor Akashi no se satisfacía con el ajedrez, poco a poco me indujo al golf enseñándome lo que sabía para que, luego de mostrarme una cosa, me retara con el propósito de que me ganara por olvidarme de lo anterior.

El asunto de si nuestra relación era únicamente temporal, pasó a un plano desconocido, pues Seijuuro me comentaba que su padre pasaba más seguido por la casa, incluso preguntaba si todo estaba bien entre nosotros.

Al parecer su padre no era tan malo. 

 

 

Notas finales:

Que les pareció? 

Quise subir esta parte hoy porque mañana lo veo casi imposible.

La otra parte ya casi esta lista, asi que no habrá que esperar demasiado.
Ü

Gracias por leer y dejar su Rw!! 

Nos vemos en la actualizacion!! x}


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