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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola, personas!!!

Aqui la actualizacion antes de irme a hacer la tarea de vegetal.. xD

Espero y les agrade...

 

 

Antes de que la fiesta terminara, los novios se retiraron en el mismo auto con el gran moño en la cajuela. Takao me había dicho que se irían a Okinawa a pasar su luna de miel

La noche era hermosa, se podían apreciar las múltiples estrellas refulgiendo en el cielo de tonalidad azulina. El frio que abrazaba mi piel apenas salir, era impresionante para octubre. Solo esperaba que Takao no fuese a coger un resfriado al estar esperando afuera al personal que se haría cargo de limpiar el lugar.

El personal de limpieza llego al cabo de media hora y recibiendo órdenes de Takao, empezaron su trabajo pues los invitados se iban despidiéndose como si nunca se fuesen a volver a ver. En ese momento Takao volvió a separarse de mí para despedirlos. Al quedar solo los de limpieza y nosotros, agradecimos su trabajo antes de irnos como lo habían hecho los demás, solo que en el camino de regreso a su casa yo maneje puesto que se mostraba bastante cansado.

−Entré a enfermería. –dijo de pronto. Mire por el rabillo del ojo su expresión seria. Supe de inmediato que estaba hablando de su pasado.− Ahí conocí a Kuma-chan y también a Yuusuke. Me gustaba la carrera, me gustaban mis amigos y me gustaba él. Después de un rato comenzamos a salir. –exteriorizó mirando por la ventana a su derecha. − Pensé que si lo hacía podría verte hacer tu vida sin sentirme celoso o mínimo olvidar mis sentimientos por ti. Que idiota. –rio por lo bajo. –El quería tener un bebé pronto para no ser un papa Viejo. Lo intentamos, pero no podíamos. Nuestros esfuerzos fueron nulos por varios meses y para septiembre me enteré de que había embarazado a una chica. Llegué a la conclusión de que tal vez yo era infértil. –ceñí el volante bajo mis manos al escuchar esa confesión. No porque Takao fuera estéril, sino por los probables esfuerzos en vano y las esperanzas que se desvanecieron en ese momento. –Un par de semanas después –continuó−, falleció mi madre. Las cosas en mi casa se vinieron abajo. Papá regresaba cansado y Misaki estaba sumamente decaída. No había nadie que se encargara de la casa, por lo que tuve que hacerlo yo. El tiempo era mínimo, ya no me alcanzaba para hacer mis tareas, me estresaba con facilidad y al cabo de dos meses papá murió en un accidente por venir en estado de ebriedad.

”Le agradezco a Rokujou por levantar a Misaki del hundimiento del que no pude sacarla yo. –la gracia se vio reflejada en su voz. En el alto me detuve y observé como se cubría los ojos con su brazo. No serviría de nada reclamarle por no haberme dicho nada antes. No podía ni imaginarme el dolor que tuvo que pasar durante tanto tiempo solo.

−¿Misaki supo de esto?

−No. –la voz era quebradiza. El semáforo ilumino el color verde y avance sin hacer otra pregunta. –Me salí de enfermería e ingresé a biología para enfocarme a la genética. Investigue y acudí a urólogos y ginecólogos. No era infértil, pero mi cuerpo era débil. Fue entonces que supe que los embarazos en hombres eran mucho más delicados y que en una tasa del cinco por ciento, el parto se complica de tal manera que solo uno de los dos puede vivir. –suspiró recostándose en el asiento. −Termine en tres años adelantando materias, pero seguí buscando ser genetista, por eso las becas que me ofrecen, son de doctorados.

Posterior a un largo trayecto en un pacífico silencio y acomodados en la calidez del interior del auto, llegamos a la casa, pero era el único despierto de los dos. Saqué a Takao totalmente dormido del auto teniendo previamente que abrir la puerta de la casa. Se sentía increíblemente ligero. Noté el enrojecimiento en el borde de los ojos al tener su cabeza en mi hombro, pude escuchar su respiración perfectamente así como podía sentir como aceleraba poco a poco mi pulso.

Takao ya estaba conmigo, ya estaba con él y eso, por asombroso que sonara, me hacía estúpidamente feliz.

Subí al segundo piso buscando la habitación correspondiente, siendo la única entreabierta, que tenía ropa regada en todos lados y varios pares de tenis en el suelo. Por lo menos la cama estaba tendida. No quise deshacerla, así que lo acomodé en la cama, quité sus zapatos y busque dos mantas para que no pasara frio. La cama era individual, pero no desperdicié el momento y me recosté a su lado.

 

Al despertar me sentí cálido, como nunca antes había experimentado.

La luz del sol entraba opaco por las ventanas entibiando la parte posterior de mi espalda.

A mi lado, sobre mi brazo izquierdo dormía Takao. Se veía diminuto, hermoso y delicado. Sus manos se encontraban entre nuestros pechos, pero uno de sus puños asía ligeramente mi camisa. El cabello oscuro al que se le había ido el fijador, ahora se encontraba sobre su frente cayendo unos cuantos mechoncitos sobre sus negras pestañas. Abracé su cuerpo dejando sobre su frente un beso que solo le hizo acomodarse mejor contra mi cuerpo.

Me molestaba no dormir con un pijama (más aun dormir con la ropa puesta), no tener orden en el espacio en que me encuentro, no lavar mis dientes antes de dormir, no despertar temprano para ver a Oha-asa, no tener un café a las siete de la mañana entre mis manos que me despertara. También me molestaba despertar sabiendo que Takao no estaba a mi lado.

Sin embargo, podía cambiar un poco de eso por la sensación de su cuerpo junto al mío, de su respiración acompasada que rellenaba con lentitud sus pulmones ensanchando su pecho. En pocas palabras, la calma que era capaz de proyectarme solo siendo testigo de su respiración.

 

_____________________________

 

−Ryouta. –escuché mi nombre repetidas veces, pero no quería despertar. No todavía por lo menos, o eso esperaba hasta que mi hombro izquierdo se vio agitado con brusquedad. –Despiértate, rubia.

−Diablos, ¿Qué quieres, Shougo-kun? –me revolví en la cama apenas descubriendo mi cabeza para prestarle atención y luego poder volver a dormir.

Seguía siendo el mismo idiota eternamente, lo único que había cambiado era ese peinado, pues su cabello negro ya era corto, no tanto como el de Aomine, pero siempre desarreglado, igual que en el instituto.

−Cálmate, imbécil. –se cruzó de brazos mirándome desde arriba. Seguro que el verme aquí en un estado demasiado lamentable le encantaba. Enarcó una ceja y chistó la boca antes de continuar. −Nijimura me obligo a llamarte para desayunar, así que apúrate.

Después de eso salió por la puerta cerrándola a sus espaldas. Me sorprendió que no hiciera algún comentario burlándose de mí. Supongo que la presencia de Nijimura siempre le afectaría.

Sin nada más por hacer, me senté estirando mi cuerpo. A los pies de la cama se encontraba un cambio de ropa. A pesar de que solo se trataba de un conjunto de pants gris, agradecía no tener que ponerme la ropa mojada del suelo, que por cierto ya no estaba ahí.

−Buenos días. –saludé entrando a la cocina, o el comedor, pues como el apartamento era pequeño, en la cocina estaba instalada una barra donde se podía comer.

−Kise, buen día. –saludó Nijimura con una sonrisa sutil, mirándome por un segundo antes de volverse a ver los huevos que preparaba.

Tomé asiento una silla alejada de Shougo para dejarle el asiento a Nijimura.

La cocina se veía limpia, igual que la pequeña sala donde solíamos jugar Shougo y yo, videojuegos por la noche y siempre que uno perdía debía permanecer parado con las manos durante una carrera.

Nuestra relación no era ni buena ni mala, ya que ambos ingresamos a la carrera de aviación. Kasamatsu también estaba ahí y me sorprendió ver a Nijimura también, pues aunque era abogado representante de una empresa americana en Japón, viajaba constantemente  para Estados U nidos, siempre en contacto con su padre, quien ya gozaba de mejor salud. En el caso de Kasamatsu, es piloto al mando cuando se requiere, únicamente haciendo vuelos nacionales para así no distanciarse mucho de su familia, pero generalmente era instructor en la escuela de aviación.

Shougo había querido ingresar a la escuela de pilotos de la armada, pero por una serie de circunstancias (golpeó en su primer día a un superior), se transfirió a una escuela de pilotaje comercial.

A diferencia de este rubio modelo, él ya viajaba desde hace más de un año. Que suerte.

Técnicamente hablando, llevaba más tiempo de interacción con el idiota de Shougo que con Aomine.

−¿Qué tal te van las cosas con Aomine?

−Nijimura-san… ¿Cómo sabe de eso?

−Sí, ¿cómo lo sabes? –preguntó Shougo con la boca ocupada por pan.

−Akashi se mantiene en contacto conmigo… o mejor dicho, me mantiene informado de todos ustedes. Aomine le llamó y él anoche me marcó avisándome de tu desaparición. –contó como si fuese cotidiano escuchar noticias así de Akashi.

−¿Desaparición? La rubia tonta está con nosotros. –evidenció Shougo extrañado por aquellas palabras. –¿Daiki se preocupa tanto por ti? –se asomó de lugar para dedicarme su atención. Sus oscuros ojos mostraban impresión y al mismo tiempo, desagrado. Lo cual duró poco pues Nijimura le puso en la boca un trozo del melón en bolitas.

−Cierra tu boca antes de que te la cierre yo. –le advirtió acariciando su mejilla, a lo que Shougo solo farfulló ceñudo, masticando la fruta. –Lo que no me ha dicho Akashi, y por eso le escondí tu paradero, es la razón por la que no estás en casa con Aomine.

−Aominecchi quiere tener hijos. –solté en un suspiro. No le veía el punto de esconder esa información.

A continuación, Shougo escupió el jugo de manzana y no esperó a limpiarse la boca antes de preguntarle algo a Nijimura.

−¿Te pusiste condón ayer?

−Hmmm… no lo sé… creo que si tiré un condón anoche… ¿o lo soñé? La memoria me falla… −frunció el entrecejo mirando la mesa como si esta le fuese a dar la respuesta. Parecía realmente concentrado.

−¡Mierda! –se paró de prisa dirigiéndose velozmente a la habitación.

−Que cruel, Nijimura-san. –Sonreí admirado por la impasibilidad del ex capitán.− ¿Desde cuando salen juntos? –pregunté al recordar que vi sus zapatos pensando que solo era de una noche.

−Si no lo hacía estaría interrumpiendo con cosas absurdas. Creo que llevamos más de dos años. –no le prestó demasiada atención al escándalo que Shougo estaba haciendo y continuó bebiendo su té así como yo miré mis hot cakes cortándolos con un tenedor. –Supongo que tú no quieres hijos.

−No. Bueno, no es que no lo haya contemplado, es que me siento demasiado joven para pensar en eso. –el maple que no era absorbido por el pan, se desplazaba hasta el plato cuadrado azul. –Aominecchi… él, ayer… −sentí el nudo en mi garganta e intenté respirar profundamente antes de hablar para relajarme y que la voz no me saliera forzada, o peor aún, soltarme a llorar. –Le pregunté que si, en la posibilidad de que no pudiese tener hijos, me dejaría. No pudo negarlo. –sonreí fijando mi vista cada vez más borrosa, en el plato.

Nos quedamos en silencio, un silencio frágil, de esos que temes romper por empeorar las cosas. Olvidándome por completo de la existencia de Shougo, quien llegó con mala cara antes de tomar asiento de nuevo.

−Lo encontré. Estaba envuelto en un pedazo de papel…

−Qué asco, Haizaki, no te sientes si no te has lavado las manos.

−¡Si lo hice! –reclamó con un sonrojo peculiar que nunca olvidaría.

−No te creo. Mejor ve de nuevo y lávatelas dos veces.

−Maldito Nijimura…−volvió a retirarse murmurando cosas ininteligibles.

−Es solo mi opinión, así que puedes hacer lo que quieras con estas palabras, mas, creo que Aomine realmente te quiere. Tal vez no pensó lo que dijo, o mejor dicho, no dijo; pero, te lo digo no solo por una llamada, sino que el idiota les pidió ayuda a todos sus amigos para encontrarte, está por demás decir que esa fue la razón de la llamada de Akashi.

“−… ¡Soy ansioso, Kise! Te quiero y quiero formar una pinche familia con la persona que amo.”

Recordar esas palabras me ponían vulnerable, pero también recordaba sus reacciones y me enojaba. No quería dejarlo, a ese sujeto lo amaba con cada rincón de mí ser, llevábamos tres años de relación, dos de los cuales yo iba a la escuela. Aomine estudio aproximadamente un año y medio, y llevaba laborando por más de tres años.

−¿Cuándo regresas al aeropuerto?

−La semana que viene, el jueves. –conteste en automático, saliendo de mis cavilaciones.

−Bueno, o resuelven esto, o se va a la basura. –expresó directamente levantando su taza para mirar los dibujos en ella antes de beber de su té.

Mis hot cakes parecían secos, pero al cortarlos probablemente encontrara el maple absorbido por el pan.

−¿Ustedes no quieren hijos?

−Haizaki se muestra escéptico, teme que pase lo mismo que a su madre. Su padre los abandonó acabando de nacer él. –explicó mirando la nada. −No lo forzare y tampoco quiero precipitar las cosas, esperare hasta que me diga cuál es su decisión. Sea cual sea espero estar siempre junto a ese idiota. –la sonrisa que sutilmente se dibujó en sus labios demostraba que Nijimura hablaba en serio respecto a Shougo.

_________________________

 

−¡Kouki! –oí la voz alterada de Seijuuro seguida de las fuertes pisadas del caballo resonando en la tierra en la que me encontraba tendido, pues había caído del caballo en que había estado jugando Polo hasta hace unos segundos con el señor Akashi.

El caballo se había alterado por alguna razón que no vi y no pude mantenerme sujeto cuando al relinchar, se levantó sobre sus patas traseras tirándome en el acto. Solo alcancé a ver como la mirada indiferente y una sonrisa ladina del señor Akashi aparecían al ver mi caída fortuita.

El golpe me sacó el aire de los pulmones impulsándome a arquear el cuerpo sentándome de inmediato sobre el césped que olía a tierra mojada. La cabeza me palpitó con fuerza y me sentí mareado, pero solo pude concentrarme en alcanzar oxigeno que me estaba haciendo falta. Por inercia mis manos viajaron hasta mi pecho como si eso me asegurara poder respirar mejor.

−Kouki… Kouki, nece-necesito que me digas que estás bien. –balbuceaba con pánico en la voz. Nunca lo había escuchado así de alterado, estaba exagerando como siempre lo hacía.

−Estoy bien. –aseguré en un hilo de voz. Era inevitable, al parecer el aire no me alcanzaba para alzar la voz todavía.

−Bien. Amor, mírame. –aquella petición no se escuchó como las ordenes que solía dar, más bien me suplicaba darle la cara al sostener mi rostro entre sus frías manos. –Kouki.

−Perdón, no te preocupes… soy inexperto con caballos. –sonreí jadeante. Al abrir los ojos con miedo a que el dolor se intensificara en mi cabeza, aprecié el terror en sus hermosos ojos.

−Ven, debes levantarte. Iremos al hospital. –la voz a la que no estaba acostumbrado, estaba ahí, fría y monótona.

−Joven amo, el auto está listo. –alguien avisó al tiempo en que Seijuuro pasaba mi brazo por sobre sus hombros levantándome del suelo, sin embargo un dolor extremadamente agudo en el tobillo derecho me llevo a cojear sosteniéndome con fuerza de su hombro.

−N-no es para tanto, solo debo sentarme…−sin poder continuar con mi discurso tranquilizador, Seijuuro ya me había alzado entre sus brazos. Su mirada era de furia pura, las manos le temblaban al avanzar conmigo en brazos. Sabía que no le pesaba porque anteriormente habíamos hecho esto, así que temí por él. Siempre me preocupaba él y sus horas de trabajo.

Volví la vista hacia el campo donde vi algo rojizo sobre el pasto verde. ¿Qué había pasado? Desconcertado, busqué al hombre con el que jugaba. Akashi Masaomi nos miraba montado sobre su lindo caballo árabe. Ese hombre vaya que no sabía esconder sus emociones.

−Sei… −tragué saliva nervioso al sentir mi entrepierna fría, como cuando sales de la alberca y hace frio afuera del agua.

−Te prometo que todo estará bien. –besó mi frente sin detener su paso veloz.

Me aferre a su cuello  sintiéndome como un niño pequeño que era castigado por un desconocido, tenía miedo, el corazón latía veloz en mi pecho y mi vista era borrosa. Cerré los ojos recargando mi cabeza en su hombro, llorando por las pocas opciones que sabía, ocasionaba un sangrado.

 

 

Me encontraba postrado sobre una cama en una habitación para mí solo. Todo era blanco con acabados en madera. En mi muñeca izquierda llevaba una intravenosa que me proporcionaba suero. Todo estaba en silencio y Seijuuro me abrazaba con firmeza sentado en la misma cama, a mi derecha. Sostenía mi mano dibujando en el dorso, círculos con su pulgar.

Me habían trasladado a esta habitación luego de estar en un lugar donde me recostaron y subieron mis piernas abriéndolas para examinar mi interior. Según lo que había escuchado de uno de los doctores, me hicieron una limpieza, que había perdido sangre, pero no tanta para una transfusión.

El medico con su tradicional bata blanca, entró revisando la ficha que llevaba en manos. Se acercó a nosotros y mostró una sonrisa cálida.

−¿Son pareja?

−Si. –respondió él deteniendo el movimiento de su pulgar.

−Hijo –suspiró antes de continuar. −, ¿sabías que estabas en proceso de gestación desde aproximadamente un mes? –me miró atento.

−No. –negué con voz temblorosa apretando la mano de Seijuuro.

−Bueno, tu dieta es balanceada y tomas el ácido fólico cada día, ¿verdad? –asentí seguro de que tomaba esas pastillas desde los dieciocho. −Akashi-san me ha dicho que caíste de un caballo, ¿es eso cierto?

−Si. –asentí viendo cada vez más borroso al médico de cabello oscuro. Asintió él y otra vez se fijó en el expediente entre sus manos antes de mirarme.

−La caída desde el caballo te ocasionó un fuerte golpe que hizo desprender el saco gestacional de la matriz. Se trató de un aborto espontaneo completo, esto quiere decir que el producto fue desechado en su totalidad. Se sabe que los embarazos en donceles con frecuencia suelen ser delicados y por ende se les pide el esfuerzo mínimo, sobre todo en los primeros tres meses. El embrión venía bien, por lo que se descartaron problemas genéticos…

La voz del médico se dejó de escuchar a mis oídos. La única palabra que resonaba con fuerza en mi cabeza era aborto.

No supe cuánto tiempo mi cabeza divagó, pero al parpadear un par de veces, me di cuenta de que el hombre en bata ya no se encontraba. Me sentía extraño y la cabeza me dolía ligeramente, ya no como cuando caí, pero me vi en la necesidad de recargar mi cabeza en Seijuuro. Mantenía mis ojos cerrados, de esa manera no lloraría, no se derramarían las lágrimas que tanto me costaba mantener.

−Kouki. –su voz dulce, como cada mañana al despertar, me llamó.

−¿Hmm? –el pecho me ardía. Parecía que una bola de carbón incandescente se encontrara ahí, ahogando mi garganta.

−Te amo.

Pero no contaba con la suficiente fuerza para aguantar tanto dolor. Abracé a Seijuuro aferrándome a su espalda. El aire se me escapaba por el llanto que nunca pensé pudiese hacer, dolía mucho. Jamás había llorado por algo tan doloroso sin que fuera algo físico. Sentí sus manos abrazar mi torso y una de ellas acariciaba mi cabello.

No podía creerlo. Un bebé había estado dentro de mí esta mañana y ahora ya no estaba. Ya no había un bebé que necesitara cuidados, que pudiese ver luego de nueve meses.

−Sei…sei…−hipaba su nombre. Mi voz era amortiguada por su pecho, pero me escuchaba, lo sabía. –Lo ssiento…Sei…

−No, no te disculpes. −pidió besando mi cabeza. −No tienes la culpa de nada, amor. –sobaba mi espalda con tranquilidad, pero los latidos de su corazón eran fuertes y rápidos.

 

 

Muchas veces, cuando me quedaba con mamá a ver sus telenovelas, veía que las protagonistas se quedaban dormidas de tanto llorar. No pensé que alguna vez me tocase vivir eso.

Al despertar descubrí que a diferencia de las telenovelas, en la vida real te duelen mucho los ojos y además arden apenas los abres. Me removí en la cama buscando nuevamente quedarme dormido, pero algo me lo impidió.

“−…fue un aborto espontaneo…”

Me levanté de inmediato encontrándome en la misma habitación blanca que recordaba, pertenecía a un hospital. Busqué con la mirada a alguien, pero ni Seijuuro se encontraba a la vista. Sentí mi mano izquierda húmeda y tibia, al levantarla descubrí que me había arrancado la intravenosa. Le quité la funda a la almohada que tenía a un lado y envolví mi mano en ella sujetándola con firmeza para que el sangrado se detuviera.

−Oh, veo que despertaste. –entró el  medico que me había dado la noticia.

−¿Hace cuánto que estoy dormido?

−Apenas una hora. ¿Qué te sucedió? –inquirió acercándose lentamente.

−Supongo que me arranqué la intravenosa mientras dormía. Acabo de despertar. –le aseguré evitando que creyera que era un suicida.

−Muy bien, permíteme su mano. –se sentó a mi izquierda liberando un suspiro al ver que me había rasgado ligeramente la piel. –Limpiare y pondré nuevamente esto, ¿bien? –asentí sin vacilar y él trajo a nuestro lado un carrito metálico que no había visto. Lo puso frente a él, se puso unos guantes y con algodón empezó la limpieza sobre mi piel. –Akashi-san me dijo que casi no te mueves al dormir. Por eso no la envolvimos.

−Generalmente no lo hago. –acepté. Cambio de algodón mojándolo con líquido café que me manchó la piel en los bordes de la herida. −¿Qué es eso?

−Se le llama iodopovidona, lo utilizamos para limpiar. –explicó preparando más material. Desvié la mirada hacia la derecha, donde estaba la puerta de madera.

−¿Se fue?

−Así es. Dijo que tus familiares vendrían más tarde.

−¿Él no? ¿No…no dijo cuándo regresaba?

−No, pero no te preocupes, regresará. –aseguró siguiendo en su trabajo.

Los labios me temblaban, pero sonreí secándome las lágrimas que volvían a traicionarme desbordándose por su cuenta.

¡Ahh! Ya no quería llorar, me dolían mucho los ojos; los cerré y me recargué en la cabecera con varias almohadas detrás. Fue un gran alivio cerrar los ojos.



 

Notas finales:

Bueno, la segunda parte de las historias... Creo que fue menos de Midorima y Takao, pero en el proximo vendra mas de ellos. x}

Gracias por leer!!

Nos vemos en la actualizacion. :}


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