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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola!!!!  Como se encuentran?? 

.-.? Estoy segura de que queria decirles algo... Bueno, si lo recuerdo lo pondre en notas finales. :}

Espero y les guste. :)

You’ll find the truth here in my arms.

______________________________

Debí preguntarle primero a Takao si podría usar su baño, pero despertarlo para decirle eso me parecía absurdo además de que quería que durmiera bien. Ayer lloró más veces de lo que quisiera verlo jamás.

Bajé a preparar el desayuno pues al salir del baño Takao aún seguía dormido. Agradecía que era bastante prevenido, pues había traído dos cambios de ropa, no me quedaría mucho tiempo en Hokkaido, pero era mejor estar cambiado con ropa que no era prestada.

Revisé mi teléfono que había dejado en silencio desde el día de ayer luego de la llamada a Kise, descubriendo siete llamadas perdidas de Aomine. La ultima tenia hora de seis de la mañana. Era extraño, pero si Aomine llamaba  y además de eso siete veces, el asunto debía ser malo. Devolví la llamada esperando que no fuera algo estúpido.

−¿Midorima? –el tono de su voz delataba que estaba extrañado por que le llamara, aparte de cansado.

−Tengo llamadas perdidas tuyas. ¿Sucedió algo? –fui hacia la puerta principal para hablar afuera. El vecindario era tranquilo, probablemente donde viviría una familia que quiere tranquilidad y seguridad.

−Kise me dejó. –soltó sin más. Escuché como abría una puerta y la cerraba de inmediato. –Acabo de regresar a la casa… es la tercera vez que lo hago pensando que regresó, pero sus zapatos no están. Su teléfono me manda a buzón. La cagué en grande, Midorima.

Siendo testigo de su relación desde hace un par de años, sabía que Aomine quería ser padre, pero Kise no estaba del todo seguro de que el tiempo fuese óptimo. La palabra bebé difería entre los significados que le daba cada uno, siendo eso la manzana de la discordia en su relación tan empalagosa.

−¿Volviste a sacar lo del embarazo? –exhalé el aire que contenían mis pulmones mirando el suelo y al gato atigrado naranja que se retorcía en el césped junto a una parcela pequeña de flores pequeñas, colores variados y contados pétalos grandes.

−Si. Pero no fue como otras veces… creo que lo hice llegar a su límite y él al mío. Iré a buscarlo de nuevo... Satsuki me recordó los karaokes…

−¿Oye, lo has estado buscando toda la noche sin descanso? –interrumpí antes de que quisiera agregar algo más.

−Sí, pero eso no es lo importante…  estoy perdiendo el tiempo.

−Aomine, será mejor que te tomes un respiro, porque si tus ojos están cansados y tu cuerpo también, no lograras discernirlo de entre las demás personas aunque este frente a ti. Volverá porque necesita sus cosas y ahí estarás tú. ¿Bien?

−No. Es un bruto. ¿Y si alguien lo agarró, o si se cayó por el rio? Midorima…

−Cálmate, Aomine. Hay límites y Kise se sabe manejar. Si no descansas y eres tú el que se desmaya en la calle, no podrás verlo llegar a casa. ¿Lo entiendes?

−Tch… Supongo que es una opción viable.

−¿Le dijiste a Akashi?

Noté que cada casa del vecindario poseía un jardín muy bien cuidado y la casa de Takao no era la excepción. Tenían un árbol de olivo aromático, cerca de la puerta de la blanca cerca. El tronco delgado a comparación de un pino o roble, había sido víctima constante del gato al afilarse las garras.

−A todos, pero dijo que esperara hasta esta mañana, que lo buscaría. Simplemente no pude esperar en la cama.

−Entonces haz lo que te digo.

A regañadientes, aceptó mi propuesta dándome las gracias. Supuse que la falta de sueño le estaba causando estragos en la personalidad volviéndolo amable.

Volví adentro con el gato pasando presuroso justo frente a mí haciendo sonar aquel cascabel que colgaba de su cuello. Preparé café y usé lo que había dentro del refrigerador para preparar un desayuno occidental mientras el gato me observaba sentado orgullosamente en el suelo, cerca del marco de entrada a la cocina, frente al comedor. Sus ojos eran azules y atentos a cada movimiento que hacía. Me desagradaban los gatos y este, por increíble que fuera, parecía notarlo.

Sin embargo, continué haciendo lo que en la estufa se comenzaba a quemar. Rápidamente lo retire del fuego apagándolo. Se había arruinado el huevo a la canasta que quería llevarle a la cama a Kazunari.

−¿Shin-chan? –Apareció Takao sobresaltado sujetándose del marco al asomarse.− ¿Qué…que haces? –sonrió avanzando a la cocina. Al parecer se había metido a bañar también, pues tenía el cabello húmedo, oliendo a frutas tropicales además de un pantalón de mezclilla y una camisa azul de franela sobre una camiseta negra. No era, obviamente, la vestimenta con la que lo había dejado. – ¿Desayunaremos quemado?

−No seas tonto. –reclamé desviando la mirada de su cuello donde se veía una gota de agua proveniente de su cabello, deslizarse lentamente hacia el interior de la ropa. Acomodé el puente de mis lentes obligándome a no pensar demasiado en el cuerpo que deseaba devorar, y mejor en lo que debía preparar para desayunar.

−Pensé que te habrías ido. –expuso bebiendo café de una de las dos tazas que había en la barra junto a la estufa.

−Al parecer no se te ha quitado lo idiota. –bufé con gracia.

No supe que lo provocó, pero un segundo después de decirle eso, su cuerpo colisionó con el mío rodeándome el cuello con ambas manos mientras plantaba sus labios en los míos. Sin esperar a comprender lo que sucedía, mi cuerpo reaccionó en automático encerrando su torso con los brazos, correspondiendo el beso que no estaría dispuesto a rechazar.

Sabia dulce, a menta oculta por el reciente café que se había quedado adherido a sus labios.

Nuestras bocas se movían a un ritmo mudo, un movimiento después del otro, lento como vals y apasionante como un tango. Sus manos apretaron el cabello de mi nuca. Mis manos pasearon por su cintura delineando los músculos que se ocultaban bajo su ropa. Su cuerpo parecía sensible en extremo, pues la piel de sus brazos, al tener contacto con mi cuello, la sentía erizarse.

Me gustaba, por no decir que esas reacciones por su parte agitaban a mí ya idiotizado corazón. Mi mente se nublaba y mis sentidos cobraban sensibilidad deseando explorar sus límites; mi gusto parecía deleitarse con los sabores de su boca, el tacto era febril y curioso por saber lo que mis ojos no podían ver. Oía el sonido entrecortado de su respiración y los suaves gemidos apenas audibles cuando mordía un poco su labio.

Alcancé sus muslos subiéndolo a la barra de la cocina, sus piernas me rodearon al igual que sus brazos lo hacían en mi cuello. Subí una mano por su espina provocándole un estremecimiento que le hizo jadear arqueando la espalda.

Cuando creía que las cosas no podían ir mejor, el molesto maullido del gato que se había subido junto a Kazunari y se colaba entre nosotros, exigió la atención que no le estaba proporcionando su amo. Solo entonces nuestro beso que comenzaba a dejarnos sin aire, se vio interrumpido.

Bajamos la mirada hacia el gato que mirándome fijamente, movía la punta de la cola de arriba abajo.

−Jaja… −rio Takao bajando solo una brazo para acariciar las orejas del felino. –a Miruku le gustas. –comentó risueño mientras sentía como sus dedos no dejaban de jugar con el cabello de mi nuca.

−¿Su nombre es Leche? –cuestioné incrédulo.

−Sip.

Observé la sonrisa en sus labios húmedos que le dirigía al gato, las pestañas que provocaban la sobra de múltiples agujas en sus pómulos, la fragancia de su shampoo agolpaba mi nariz disfrutando completamente todo de él.

Me gustaba Takao. Todo de él era increíblemente suficiente para mí.

−Yo también te amo, Shin-chan. –su sonrisa se ensanchó al volver el rostro hacia mí y regalarme un rápido beso. – Y también quiero que te quedes conmigo.

Acomodó nuevamente su brazo en mi hombro mirándome con la sonrisa misma que me gustaba desde el instituto.

−No tienes que decirlo. Me habría quedado contigo aunque no me lo pidieras. –aseguré desviando los ojos a la comida que no parecía para nada comestible. 

−¿Y si vamos a desayunar afuera? No eres muy bueno con asuntos culinarios, Shin-chan.

−Cállate, solo no quería gastar mi dinero en comidas preparadas.

−Sí, sí. –sabía que me estaba dando por mi lado, pero no me importaba si lo decía mientras me abrazaba. −Me iré a Toronto el martes. –habló pegando sus labios a la piel de mi garganta. Maldición, solo esperaba no ponerme duro con solo eso. Momento, ¿dijo que se iba a Toronto? −Solo serán un par de días ya que había aceptado la oferta de realizar una conferencia junto a un profesor de allá. Recomendará mis trabajos y…

−¿Volverás a Sapporo?

−No. –negó con la cabeza, parecía que en verdad lo lamentaba. –Iré a Tokio con mi novio. –se separó ligeramente de mí para sonreírme confidente. −¿Quieres venir con nosotros? Te advierto que es un gruñón y fanático de las predicciones zodiacales, pero es muy lindo… en nuestra graduación bailó conmigo.

−¿Tanto te gusta ese tipo? –le seguí el juego acercándome a sus labios.

Sonrió.

−No tienes idea. –murmuró por última vez antes de que nuestros labios se acercaran en un susurro que no solo acarició la piel de mi boca, sino que recorrió como fantasma toda mi epidermis. Algo en mi estómago revoloteó y mis manos consecuentemente ciñeron la cintura de Takao. Sentí sus manos en torno a mi cabello asegurándose de que no escapara del encuentro entre nuestros labios, cuerpo y anhelos.

La sangre me burbujeaba en las venas calentándome y exigiendo a mis deseos salir y explotar cual volcán. Pasee la punta de mi lengua entre sus labios permitiéndome tocar antes de entrar. Takao jadeó atrapando la punta de mi lengua para chuparla. Esa acción por pequeña que pareciera, le hizo dar un vuelco a mi corazón desbocado.

Por mi vientre subía un calor electrificante hacia el abdomen y de ahí a todas mis extremidades. Volví a estrechar el cuerpo de Takao viéndome envuelto por sus piernas chocando su pelvis contra la mía. Sin embargo lo que surgió de los labios húmedos de Takao, no fue un gemido ni mucho menos un jadeo, sino un gritito de dolor que me alarmó preguntándome que era lo que le había originado eso.

Me separé de él, únicamente de nuestros labios inspeccionando su rostro, pero miraba algún punto entre nuestros torsos. Busqué el mismo punto al bajar la vista. El gato atigrado exigía la atención de Takao sacando sus garras para enterrarlas en la ropa de su dueño y luego contraerlas halando con ellas la tela. ¿Qué se supone que hacia?

−Ya, ya. –acarició la cabeza de su gato logrando que lo dejara en paz y ronroneara restregándole la cabecita en su mano. –Le daré de comer y luego nos vamos, ¿sí? –saltó del lugar donde lo tenía, bajando con el gato entre sus brazos.

−Como sea. –también me alejé de ahí yendo a la entrada para ponerme mis zapatos. Segundos después Takao estaba a mi lado calzándose de inmediato sus tenis.

 

 

 

−… y también me dijo Ki-chan que te reuniste con tus amigos para pedirles consejos amorosos. –contó mirándome burlón mientras mordía el popote de su vaso con jugo de naranja.

−Ese idiota… ¿no hablaban de otra cosa que no fuese yo? –murmuré sobándome la frente con cansancio por escuchar los chismes de Kise por boca de Takao. –No los reuní, solo estaba de paso y aproveché para hacerles unas preguntas.

−Vaya, ¿así que se te antojó quedarte con ellos cuando comúnmente te inventas excusas para no salir del hospital? Eso es muy interesante, Shin-chan. No sé si sentirme celoso de aquella persona por la que te preocupabas en ese momento. –comentó distante mirando por la ventana del restaurante donde desayunábamos huevos estrellados, café expreso, una dona de chocolate él y yo unas galletas de coco.

−Bakao. De nada debes tener celos, porque en cada relación que tenía tú eras el protagonista de cada fantasía… −me detuve en seco al ver en su rostro la sorpresa impregnada y en sus ojos de ese bello azul grisáceo, la incredulidad ante mis palabras.

Había dicho de más. Ahh… quería que la tierra me tragara en ese momento. Aclaré mi garganta en un intento de disipar ese calor que subía violentamente por mi cuello calentando mi piel a su paso.

−En dado caso serían ellos los celosos. –atajé y miré por la ventana como él lo había hecho hace un par de segundos atrás, esperando que dejara de clavarme su mirada como lo estaba haciendo.

Por el rabillo del ojo noté como se ponía de pie. Le dediqué mi atención y fue entonces cuando, recargándose sobre la mesa entre nosotros, besó mi boca abrazando con sus labios mi labio superior.

−Te quiero mucho, Shin-chan.

Si bien me sorprendía un poco su sinceridad y lo directo que podía ser, eran cualidades de las que me había enamorado.

−Y-yo también, tonto. Ahora siéntate a terminar.

Quería actuar natural, quería besarlo de nuevo, quitar los platos y tazas, y besar a Takao como nunca antes había imaginado tantas ansias.

Tranquilo Shintarou, de ahora en adelante estarán juntos y habrá tiempo de sobra para hacerlo cuantas veces sean necesarias para satisfacerse mutuamente.

Sonreí ante la idea y mordí una galleta de coco antes de tomar un poco de café.

____________________________________

 

Regresé a casa después del desayuno que me había preparado Nijimura, no pensaba quedarme mucho tiempo, de todas maneras. Descubrí que por mi inequívoca culpa, por estar bajo la lluvia, el teléfono se me había descompuesto. Tenía que comprarme otro en cuanto tuviera mi cartera a la mano, ya que la noche anterior solo llevaba cambio, llaves y teléfono.

Abrí la puerta sin esperar que Aomine me recibiera, puesto que probablemente se hubiera ido a trabajar. Entraba temprano, a veces en la tarde. Dejé las llaves en el mueble de la entrada y también deje mis tenis. La ropa que llevaba era la misma con la que me había ido de aquí, pero estaba lavada y seca, cortesía de Haizaki impulsado por Nijimura.

Me sorprendió que a medida que me adentraba a la casa, escuchaba el ruido de la televisión en la sala. Ese Aomine, ¿se le olvidaría apagar la televisión? No. La respuesta era negativa y me dejó plantado en el marco de entrada a la sala. Aomine estaba completamente dormido en el sofá, frente a la televisión en el canal de noticias (cosa rara en él),  con el uniforme de su trabajo aun puesto. Sus brazos se encontraban tendidos a sus costados; en una mano estaba el celular y en la otra el teléfono fijo. En la distancia a la que me encontraba podía apreciar perfectamente aquellos bordes negruzcos debajo de sus ojos. Su cuello estaba torcido de una manera poco cómoda, por no hablar de su postura en general.

Se acerqué en silencio cuidando mis pasos. Apagué el televisor con el control que estaba a un lado de Aomine y me arrodille frente a él recargando mis manos sobre sus rodillas.

−Aominecchi. –hablé despacio y bajito quitando ambos teléfonos de sus manos, costándome un poco pues los sujetaba con fuerza tremenda como para estar dormido. –Hey... –moví sus piernas logrando que comenzara a despertarse.

Aun no abría los ojos cuando bostezó moviendo las manos a los lados. Supuse que buscaba los teléfonos.

−Aominecchi. –volví a llamar al ver que no se daba cuenta de mi presencia. Bajó la mirada hacia mí abriendo los ojos con sorpresa. –Estoy en casa.

−Kise. –susurró incorporándose sobre su lugar. Sujetó mi rostro con ambas manos acercándose para tocar su frente con la mía. –Idiota, ¿Dónde estabas? –preguntó acariciando mis mejillas con sus pulgares.

−Perdón. Eh sido egoísta y no he preguntado tu opinión en las decisiones que tomo, debería, ya que vivimos juntos y te amo mucho, pero a veces… −me soltó antes de levantarse. Hice lo mismo temiendo que rechazara mis disculpas. Alcé la vista hacia sus ojos siendo escrutado con aquel par azul. Abrí la boca para volver a hablar, pero me vi interrumpido por el repentino abrazo en el que sus firmes brazos me atraparon. Con un poco de sorpresa y el corazón hecho un desastre, abracé su torso sintiendo debajo de mis manos su cálida espalda cubierta por esa camisa azul, recargándome en él.

Estaba en casa, en sus brazos después de un largo rato.

−También he impuesto en ti mis deseos. –aceptó sorprendiéndome totalmente por su sinceridad. −He pensado varias veces en la posibilidad de que no pudiésemos concebir, pero aun así no pienso dejarte ir, Kise. Pasé demasiado tiempo pensando las cosas desde Teiko y apenas te tengo. Soy un maldito, me lo han dicho muchas más veces de las que me gustaría, y por eso mismo soy celoso en cuanto a ti. ¿Quién me asegura que no podrás enamorarte de una persona mejor?

−Yo nunca…

−Cállate, Kise. –me estrujó aún más contra él, escondiendo su rostro en mi cuello. En otras circunstancias me estaría retorciendo de risa, pero ahora me preocupaba su seriedad. –No insistiré más en el tema del bebé.

¿Había escuchado bien? ¿Ya no quería un niño? Eso en verdad me alegraba, pero no entendía la razón que lo había doblegado tan rápido cuando desde ya tiempo atrás esta discusión no se le veía fin.

−Solo si me prometes una cosa. –murmuró seguro. Tragué saliva y esperé en silencio a que continuara. –No vuelvas a desaparecer así.

−Solo fueron unas horas…

−¿Trato o no? –interrumpió.

−Si. Gracias, Aominecchi. –mis brazos se afianzaron y volví a acomodar mi rostro en su hombro inhalando la esencia que tanto me gustaba oler. –Te amo.

−Lo sé. –aseguró burlón contagiándome su sonrisa. –También te amo, rubio tonto. –susurró besando mi oreja. Me revolví entre sus brazos por las cosquillas ocasionadas y alejándome un poco de él, le di un beso en los labios, de esos que no le gustan tanto, pues solo era un maldito roce

−Aominecchi, ¿quieres desayunar o prefieres irte a la cama? –pregunté sin soltar mi abrazo, dispuesto a prepararle algo para que comiera. No era tan bueno como Kagami, pero me defendía con lo básico.

−Prefiero irme a la cama y desayunarte. –me sonrió de lado y con esa mirada divertida llena de perversión. Ooh, esa sonrisa me gustaba mucho.

−Sedúceme. –reté sonriente, mordiéndome el labio inferior. Aomine, por su parte, soltó una risita divertida antes de deslizar sus manos hacia mi cadera. Su rostro estaba a escasos centímetros de mí. Podía sentir su respiración, la inhalaba como si fuera el oxígeno destinado para mi consumo exclusivo. Las palmas de mis manos cosquillearon cerrándose alrededor de su camisa.

Cerré los ojos a la espera de que me besara.

−Te deseo, Ryouta. –musitó tan cerca de mis labios que me sentí de gelatina en ese instante.

−¡Uwa! ¡Aominecchi! –exclamé avergonzado por la facilidad con la que me excitaba. El calor subía por mi cuerpo a grandes pasos, ya sentía mi rostro arder. – ¡Rápido, vamos a la cama! –lo jalé de la mano hacia la habitación que compartíamos. Lo hice pasar y cerré la puerta antes de empujarlo sobre la cama, la cual no estaba intacta desde que la hice ayer en la mañana.

Fui hasta la cama y de rodillas llegué a él sentándome sobre su regazo. Sus ojos sobre mi cuerpo lograban estremecerme sin siquiera tocarme. Deleité mi pupila con el cuerpo que estaba debajo. Los músculos de los brazos se distinguían sobre su camisa y el pantalón con aquel cinturón rodeando su cadera, por alguna razón que no entendía muy bien, me gustaban mucho.

Busqué sus manos y entrelazando nuestros dedos, las subí hasta los costados de su cabeza inclinándome para alcanzar sus labios. El agarre entre nuestras manos solo duró unos pocos segundos, pues fui hacia su camisa soltando cada botón de ella, descendiendo con besos el camino que se abría ante mí.

Al sentir sus manos sobre mis nalgas un fuerte estremecimiento se apoderó de mi columna arqueándola súbitamente. Mordí su pecho con suavidad, sin querer lastimarlo, pero al mismo tiempo dejarle una marca.

Moví mi cadera rozándola con su pelvis, él no se vio complacido con solo eso, por lo que sus manos impulsaron mis movimientos subiendo también un poco la cadera.

No sabía cómo era posible, pero Aomine era capaz de agitar mi corazón de sobremanera, inquietar mis pulmones, mi respiración, apretando mi garganta deseando gritar un sinfín de cosas; quería lamer su cuerpo y guardar en mi memoria el sabor que tenía para volver a lamer y renovar las sensaciones cada vez más intensas.

Cuando mis manos encontraron el borde de su pantalón y la camisa se adentraba en él, la desfajé y ubicando la hebilla del cinturón, lo desabroché yendo hacia el botón y el zíper  que bajee con una mano mientras con la otra hacia lo mismo conmigo. Aomine se encargó de bajarme el pantalón junto con la ropa interior. Volví a su boca mordiendo su labio.

−Aominecchi, ¿Dónde está el lubricante? –pregunté entre besos. No quería separarme de él y notaba que el tampoco al tener mi cabello en su puño.

−En el cajón donde se guardan los condones. –indicó quitando su mano de mi trasero.

−Diablos, Daiki. Tengo que levantarme para ir por eso. –murmuré con fastidio, aunque totalmente excitado.

−De todos modos irías por el condón, ¿no? –sonrió besándome antes de que me incorporara sobre él. Su vista entonces descendió hasta mi pene erecto, que sobresalía por encima de mi ropa. –Apúrate si no quieres que te devore antes de ponerme esa mierda. 

−Que malo eres. –me levanté acomodando un poco mi bóxer, yendo hacia el cajón del mueble debajo de la televisión. Los cajones eran de ropa, pero en donde colocaba mi ropa interior, siempre estaban los condones y lubricante. ¿La razón? A Aomine le encantaba ver mi ropa incluso si no la llevaba puesta. Abrí el segundo cajón encontrándome con una hojita roja doblada a la mitad. Me extrañó verla ahí, por lo que la tomé desdoblándola.

 

>>Cásate conmigo, Kise Ryouta<<

 

La letra era tosca, increíblemente cuidada y había sido escrito con pluma, sin embargo, no disminuía el repiqueteo de mi corazón.

 Abajo, y oculta por la misma nota, estaba una cajita negra de terciopelo. No lo había notado, pero las manos me temblaban muchísimo, aun así tomé la cajita abriéndola con cuidado. Casi parecía que sostenía un explosivo entre las manos. Al abrirla encontré un anillo tallado de hermosas maneras con diminutos diamantes incrustados en las terminaciones redondas del tallado.

Para ese momento ya sentía el aire faltarle a mis pulmones y mis ojos veían borroso lo que mis manos todavía sostenían.

−¿Qué dices? ¿Quieres casarte conmigo? –su voz gruesa se hizo presente justo detrás de mí al tiempo que sus brazos rodeaban mi cintura recargando su cabeza sobre mi hombro.

Las mariposas en mi interior revolotearon con alegría, mi garganta se apretó aún más y el llanto salió inevitable mientras asentía dándome la vuelta para abrazarlo igual que él a mí. Su torso desnudo me gustaba, sentía su piel contra mi mejilla y los latidos rápidos de su corazón al alcance de mi oído.

−Tonto, no llores. –me abrazó acariciando mi cabello. −Esperaba proponértelo ayer, pero al discutir saliste y todo se volvió un desastre. Te amo. –oía sonoramente su voz retumbar en mi oído.

Sonreía, podía sentirlo.

Ahora no me importaba si mi pene estaba medio descubierto, si los pantalones se me habían caído o si le llenaba de mocos y lágrimas el pecho, simplemente era feliz y nada podría contra ello.

 

 

 

Notas finales:

Oh, para las personitas que pedian mas Akafuri, lo lamento, solo seran menciones de ahora en mas. 

Jajajaaja!!! no se crean, el proximo capitulo vendra con mas de ellos y sabremos que paso con Akashi y su papi. x}

Muchas gracias por leer y dejar su rvw!!! 

nos vemos en la actualizacion! :)


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