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The Mist por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

¡Ya ha llegado el viernes y eso significa nuevo capítulo! Disfrutad jeje


Para todos aquellos que querráis seguir mis otros fics y ver algunas fotitos chulas, aquí os dejo mi página de facebook! Un like es felicidad! Y si se comparte es aún mejor! https://www.facebook.com/kaikufics/

La niebla y el rayo

 

 

 

Shindou despertó de repente. ¿En qué momento había caído en el suelo? ¿En qué momento se había desmayado? Estaba aturdido, tenía los ojos cerrados. Solamente recordaba haber gritado al oír a Kirino.

 

—¡Kirino! —repitió a pleno pulmón, mientras se levantaba.

 

No había nadie a su alrededor. La niebla persistía, estaba en el campo, pero no se oía ninguna voz. Ni Kirino, ni Tsurugi, ni Nishiki, nadie.

 

—¿Hola? ¿Hay alguien?

 

A saber cuánto tiempo había pasado inconsciente. Olía a quemado. Se levantó y caminó un poco a tientas. La habilidad de Kirino debería haberse disipado ya, el partido debería haber seguido. Pero ese grito… Shindou empezó a temblar, de nervios y miedo de lo que le podría haber pasado al pelirosa. Eso era lo peor de todo. Pero lo más extraño fue que no había un solo ruido, aparte de constantes truenos.

 

Llegó al punto donde el rayo impactó. Ni rastro de Kirino. Solo un hoyo en el suelo, de como un metro de diámetro y medio de profundidad. Toda la tierra que había levantado estaba requemada y troceada, ocultando un poco el hoyo.

 

—¿Kirino? —insistió. Nada.

 

Se quedó un segundo quieto, pero quiso seguir caminando, buscando a quien fuera. Poco a poco empezó a vislumbrar el campo. Al fin la niebla estaba desapareciendo, o estaba saliendo de ella por lo menos. Empezó a agitar las manos para poder ver mejor. Al final, se encontró en el centro del campo. Pero aquello no era su campo. No estaba en el mundo real.

 

—¿Qué es esto…?

 

El cielo estaba negro, con unas luces verdosas que se mezclaban entre las nubes. Caían rayos constantemente, no hacía viento ni llovía, pero aquella parecía una enorme tormenta.

 

Se encontraba en el centro del campo de entrenamiento, pero justo delante de él, donde debería de haber la otra parte del campo, el río circulaba violentamente, como si fuera una riada. De hecho, el río cortaba en dos el camino y hacía que el puente se derrumbara por un lado. Pero apenas podía ver más allá. Edificios en ruinas a su alrededor, eso era todo. Era la ciudad de Inazuma, pero estaba totalmente deformada y devastada.

 

—Shindou, ¿eres tú? —le llamó una voz. Parecía la de Kirino, y provenía directamente de la capa de niebla que se extendía a su derecha, donde tendrían que estar los bancos, con las chicas y el entrenador Kido.

 

—¿Kirino?

 

Se adentró la niebla. Cuando lo hizo, se despejó casi al momento y de ella salió Nishiki.

 

—Shindou, ¿qué ha pasado? Estábamos jugando hace nada. Y llevo como media hora dando vueltas por el campo. ¿Cómo no te he encontrado antes?

 

—Ni idea. ¿Sabes dónde estamos?

 

—No. Pero esto no es nuestra ciudad. Se le parece, pero nada más.

 

—Deberíamos ir a ver si el resto están en el centro de reunión.

 

Nishiki asintió. Empezaron a caminar, pero entonces, cuando empezaban a subir a las escaleras, un rayo cayó a unos diez metros de ellos y la niebla reapareció. Antes de que les engullera, Shindou tropezó y cayó escaleras abajo.

 

—¡Shindou!

 

—¡Ve al centro! ¡Ya te pillaré!

 

Volvió a oír a Nishiki llamar su nombre, pero sonaba lejísimos, como si la niebla les alejara el uno del otro. Entretanto, se recuperó del costalazo contra el suelo. La bruma casi no le dejaba ver lo que había a su alrededor. Apenas las escaleras. Tanteó los escalones y los subió casi gateando. Cuando ya no hubo más, se levantó. Entonces oyó una música. Era un piano.

 

—¿Hola? ¿Quién es? ¿Quién toca?

 

Sin respuesta. Caminó unos pasos. La bruma abrió un hueco, como una bóveda. No podía ver el cielo de nubes negras, pero podía oír los truenos. El piano se hizo más consistente, hasta que pudo ver el perfil. Sin duda había alguien tocándolo.

 

—¿Hola? ¿Quién eres? —Se acercó más y pudo ver el uniforme del Raimon y esas dos coletas características—. ¡Kirino!

 

Corrió hacia él, alegrado de verle sano, pero cuando estuvo a apenas un par de metros vio que no era exactamente él. El uniforme del Raimon era negro con las partes teóricamente amarillas, de color blanco. Su pelo era gris y blanco por las puntas. Y sus ojos no eran de ese cian característico, eran de un gris muy claro.

 

—Kirino…

 

—Yo no soy Kirino —dijo con firmeza. Su voz era ligeramente más grave.

 

—E-entonces… tú… ¿dónde está? ¿Está bien?

 

—Kirino no quiere verte.

 

—¿Qué? ¿Qué eres tú? ¿Y qué has hecho con Kirino?

 

—Soy la niebla de Kirino. Le estoy protegiendo de ti. No le harás más daño.

 

La imagen de Kirino que estaba viendo era falsa. Era mucho más agresiva, estaba enfadada y parecía que en cualquier momento fuera a atacarle.

 

—Yo… no he hecho nada… —dijo, como hablando consigo mismo, bajando la cabeza.

 

—Exacto.

 

Shindou levantó la cabeza, sorprendido, y vio como la supuesta “niebla” de Kirino perdía su forma y desaparecía, juntamente con el piano y la capa de bruma que les envolvía.

 

—¡Espera! ¡Quiero recuperarlo! ¡Quiero verle!

 

No hubo respuesta. Simplemente, la niebla desapareció. De nuevo pudo ver el puente caído, el río desbordado, el camino hasta el instituto Raimon, todo. Pero ni rastro de nada de lo que acababa de ver, ni tampoco de Nishiki. Volvía a estar solo.

 

—Al centro. Allí estará Nishiki. Quizás se ha encontrado con alguien más.

 

Empezó a caminar hasta el centro, dándole vueltas a qué era exactamente lo que no había hecho. ¿Era culpa suya que les hubiera caído un rayo encima? ¿Quizás seguirían inconscientes en el suelo, y todo eso era un sueño? Eso era lo más plausible. ¿Pero cómo despertar de ese sueño? ¿Qué esperaba la niebla de Kirino de él?

 

Entonces vio una imagen. No en su cabeza, delante. Apenas fueron unos segundos. Era Kirino, sentado en el altillo de la ventana en la habitación donde Shindou tenía su piano. Podía ver cómo la luz de la luna bañaba la mitad de su rostro. Tenía los ojos cerrados. Era parte de su sueño.

 

—Kirino…

 

Pero cuando mencionó su nombre, la imagen cambió como si de la tele se tratara y se volvió a encontrar de camino al centro. Por un segundo, el corazón de Shindou había botado como loco al volver a ver a su mejor amigo, sano y salvo, escuchándole tocar el piano y feliz. Sobre todo feliz.

 

 

Notas finales:

Sé que es cortito, pero es que no da para más jaja yo estoy contento con esto que escribo, y vosotros? Comentad plis!! Hasta el martes! :)


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