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Rainbow VS Monochrome por Alphonse Zero

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Notas del capitulo:

Espero lo disfruten ;) 

Dante bajó del autobús en la parada frente al instituto. Ya era algo tarde, debía recordar llamar a su madre una vez que llegase a su habitación. Pensaba en eso cuando a la distancia alcanzó a ver a su tutor y al señor Jordán. Seguro lo habían estado esperando. Los saludó a la distancia y caminó hacia ellos. De pronto vio que el señor Jordán se dirigió a él a paso rápido, dejando detrás al profesor Ben.

Muy pronto, ambos ya estaban frente a frente.

-Hola, señor Jordán- le saludó el chico. –No creí volverlo a ver hoy.

-Hola, Dante. Es que tenía que hablar contigo- dijo tratando de verse calmado, pero su sonrisa no ocultaba su nerviosismo.

-¿Conmigo?- el chico se sorprendió. No sabía de qué querría hablar con él.

-¡Dan!- se escuchó que gritaban a la distancia.

-¡Chicos!- Dante vio a sus amigos que venían corriendo a recibirlo.

Jeff fue el primero en atacarlo con un abrazo, seguido de Cris. Stan y Alexander se mantuvieron a un lado de él.

-Me alegra verte, Dan, aunque me debes una disculpa- le dijo Cris, que aunque estaba feliz de ver sano y salvo a su amigo, seguía algo molesto con él.

-También me alegra verte, Cris. Ya tendremos tiempo de hablar de esto- le respondió a su amigo. Al ver a Stan notó que detrás suyo estaba Alexander.

El chico rubio lo observaba perplejo, lo miraba de arriba abajo, y luego se quedó largo rato viendo su rostro pero evitando sus ojos. Al parecer nadie le había contado los detalles de lo ocurrido. Quizá trataba de reconocerlo.

-Hola, Alex- le dijo sonriéndole, tratando de calmarlo.

Benjamín se acercó a su hermano, a quien los amigos de Dante habían interrumpido en el peor momento. Se notaba desanimado, pero no dejaría que se echase para atrás tan fácil.

-Muy bien, muchachos, les pido que se retiren a sus habitaciones por hoy- les dijo con autoridad.

-Pero aún nos quedan unos minutos de sol. Queremos hablar ahora que todos estamos aquí- reclama Stan.

-Será después. Dante tiene un asunto que resolver ahora, ¿verdad, Jordán?

Dante se sintió más nervioso, temía que algo grave hubiese pasado.

-Lo siento chicos, esto es importante- miró a Dante a los ojos. -¿Vamos ahora?- le preguntó, le pidió.

-Claro, vamos. Los veré en los dormitorios más tarde- le dijo a sus amigos.

Dante y Jordán caminaron juntos y se alejaron del grupo de chicos. Stan los vio alejarse, y cuando la distancia fue la suficiente para darles algo de privacidad, encaró a su profesor.

-¿Qué es lo que ocurre con esos dos? Hace rato que noté lo extrañamente cercanos que se han vuelto Dante y su hermano.

Los otros chicos se sorprendieron. No habían puesto mucha atención, pero ahora que Stan lo decía les pareció raro.

-No es asunto tuyo, Stan. Pero sé que pronto te enterarás. Sé paciente- Benjamín se colocó a su lado y le dio un empujón. –Ahora váyanse o les agregaré más días a su castigo.

Los chicos obedecieron y se fueron. Stan sospechaba lo que se venía, pero no se atrevía aún a decirlo. Caminó junto a sus amigos a los dormitorios.

De pronto notó que Alexander tenía la mirada perdida. Estaba buscando a Dante en la distancia.

-¿Estás bien?- preguntó a su amigo.

-Sí, es sólo que… ¿Stan, qué tan grave fue lo que pasó?

Stan notó lo preocupado que estaba Alexander. Era obvio que aún no cambiaban sus sentimientos hacia Dante, pues aquella mirada reflejaba su corazón oprimiéndose.

-Hablaremos de eso cuando Dante regrese. Ven con nosotros, lo esperaremos en la habitación.

 

 

Dante y Jordán caminaron por el jardín de la escuela. Alrededor había muy poca gente, casi todos comenzaron a irse al ver que el sol ya se ocultaba. Pero ellos fueron y se sentaron en una de las bancas para conversar.

Ya estaban allí, uno al lado del otro, y sin embargo ninguno decía nada. A Dante la incertidumbre lo estaba matando, no podía imaginar nada que Jordán tuviese que discutir con él con tanto apuro, y que sin embargo él se mantuviese callado. Por su parte, Jordán no encontraba las palabras correctas para iniciar aquella conversación tan importante.

Al final fue Dante quien, ya desesperado, decidió romper con el silencio.

-Señor Jordán, por favor, dígame qué sucede- casi le suplicó.

Jordán volteó a verlo. Sus ojos negros tintineaban nerviosos, le rogaban por una respuesta.

-Escúchame, Dante, lo que tengo que decir no es nada fácil. Quiero que lo tomes con calma, y que me escuches hasta el final. Por favor, ¿puedes prometerme que no te levantarás de esta banca hasta que hayamos terminado de hablar?

-Lo prometo- dijo viendo al señor Jordán, quien pese a su calma seguía revelando su temor en sus ojos.

Jordán tomó aire. Los recuerdos de todo pasaban rápidos en su cabeza, desde el día que conoció a Amelia hasta ese preciso momento en que miraba a su hijo frente a él. Los años perdidos comenzaron a pesarle gravemente. Pero si no quería perder más de ellos, debía hablar.

-Dante, antes tú dijiste que sólo tenías a tu madre ¿no?

-Oh…sí. Jamás conocí a mi padre, ni a ninguno de mis abuelos- responde sin entender el porqué del tema.

-Sabes, hace tiempo, muchos años atrás, yo cometí uno de los errores más grandes de toda mi vida. Le di la espalda a alguien que me necesitaba. Ese error me ha perseguido hasta ahora, creía que nunca lograría remediarlo pero de pronto algo pasó y…- suspiró pesadamente. – Quiero decir… me enteré hace poco de ello pero…- Se dio cuenta que no estaba siendo muy claro con el chico.

-Señor Jordán, me asusta, dígame de una vez qué ocurre- Dante estaba confundido. Había algo, una pequeña duda pero… no, eso no era posible.

-Dante… yo soy…- lo vio de nuevo a los ojos. Recordó ese día en que Amelia salió corriendo con él en brazos. Era tan pequeño, apenas había podido verle el rostro. Sólo su llanto había perdurado intacto en su memoria, como un recordatorio de su pecado. Ya no quería tener esa pesadilla otra vez. –Dante, yo soy tu padre- dijo armándose de valor.

Los ojos negros de Dante se congelaron al instante. Después de escuchar aquello, todo lo demás le pareció borroso. Aquel hombre lo tomó del hombro y con los ojos llorosos le pedía perdón, le explicaba que había sido un error de su juventud, qué lo había lamentado por años. Dijo otras cosas más que él ya no logró escuchar. La mano de Jordán le pareció muy pesada.

-Dante…- Jordán notó la mirada de Dante perdida, como si viese dentro de sí mismo y no al exterior. –Dime algo, lo que sea.

Dante calló largo rato ¿Qué se supone que podría decirle? ¿Qué debía decir? ¿Qué quería decir? En realidad, no quería hablar, quería irse.

-¿Eso es todo lo que tenía que decirme?- preguntó con gran frialdad.

Jordán quedó helado ante sus palabras.

-Yo…no, no es todo- tenía mucho más miedo que al principio, pero no se dejaría vencer. –Dante, yo quiero arreglar las cosas contigo. Sé que no es fácil, y que nunca será suficiente pero…

Dante se soltó de su agarre y se levantó de la banca. Jordán se quedó callado al verlo actuar así. Aquella expresión en su rostro nunca la había visto, y seguramente ninguno de sus amigos tampoco.

El chico se quitó la chaqueta, la dobló y la dejó en la banca. Al hacerlo, la mano de Jordán trató de retenerlo un minuto más, pero Dante se negó.

-Si lo tranquiliza, no es necesario que trate de enmendar nada. Ya me las he arreglado antes sin un padre, y creo que prefiero seguir así- de reojo, notó que a Jordán le rodaba una lágrima. Pensó en decir algo más, en despedirse al menos, pero su cuerpo reaccionó antes. Cuando se dio cuenta ya estaba caminando a los dormitorios.

Jordán lo vio alejarse sin poder decir ni una palabra más. Aquello no fue para nada como lo esperaba. Hubiese preferido mil veces que llorase y le gritase, que lo maldijese, pero nada de eso. Dante lo repudiaba, lo rechazaba a tal grado que no soportaba ni verlo. Otra lágrima rodó por su rostro. Secó ambas, tomó la chaqueta y se fue de allí.

 

 

Caminó por los pasillos de los dormitorios sin poner mucha atención a su alrededor. Varios chicos estaban en los alrededores, charlando con sus amigos, riendo, divirtiéndose. Dante en cambio sentía que una desgracia lo golpeaba tras otra. Apenas las cosas se estaban calmando, ¿por qué tuvo que decirle eso hoy? Ya no tenía espacio en su mente para más cosas.

Alzó la vista al ver que Stan lo llamaba a la distancia. El chico castaño se acercó a él.

-Tardaste mucho. Vine a buscarte para que vayamos a la habitación de los chicos. Todos estamos allí- pero entonces, Stan notó que Dante estaba mal. -¿Ocurre algo?

-No es nada, yo… sólo estoy muy cansado. Quiero ir a tomar una ducha y a dormir- dijo sin nada de ánimo.

-Entiendo que estés cansado, pero es obvio que algo te pasa ¿Tiene que ver con aquel señor con el que charlaste?

-¡Dije que estoy cansado!- gritó el chico azabache, haciendo que su amigo se sorprendiese.

Stan aún no se acostumbraba a ver a Dante enojado, apenas había sucedido un par de veces en el pasado. Era obvio que algo le pasaba, pero también que no se lo diría ahora.

No hizo un escándalo por la reacción de su amigo. Le dio una palmada en el hombro y le sonrió de forma amigable.

-Está bien. Adelántate, yo iré a decirle a los chicos que mañana nos veremos todos en el desayuno, ¿ok?

-…bien- Dante pareció calmarse. Se alejó de Stan para dirigirse a la habitación.

Desde lejos, Stan notó que además de haber vuelto con un mal carácter, volvió sin la chaqueta. A pesar de estar tan intrigado, decidió que lo mejor sería discutir eso mañana. Ahora debía ir con sus amigos para avisarles que se pospondría su pequeña reunión.

 

Sabía que había actuado mal. No tendría por qué haberse desquitado con Stan. Le pediría perdón más tarde. Llegó a su habitación y lo primero que hizo fue buscar su pijama para luego entrar al baño. Se quitó la ropa y entró rápido a la ducha. Dejó que el agua fría le cayese por el cuerpo, principalmente en la cabeza. Quería que el agua se llevase consigo las memorias de aquella charla con el señor Jordán, trató de no pensar en ello pero le era imposible.

Ahora entendía ese interés y preocupación en él, ¿quién haría tanto por un desconocido? Todo tenía sentido. Pero entonces…el profesor Ben era… ¿Fue por eso que los llevó a la fiesta? ¿Ya lo sabían ambos desde entonces?

Entonces pensó en su madre y en aquella rara actitud al ver a Jordán en el hospital. Es porque ya lo conocía. Ella también le había mentido. De pronto se preguntó qué tantas personas ya lo sabían.

Aquél sentimiento pocas veces lo había experimentado, pero lo reconocía. El hervor en su sangre, unas intensas ganas de gritar, de maldecir. Abrió más la llave del agua fría, esperando que apagase aquél sentimiento. Entonces pensó en Vincent. Cómo deseaba que estuviese allí con él, quería correr a sus brazos y contarle todo. Lo necesitaba tanto.

Un par de lágrimas, tibias y grandes, le rodaron por el rostro, una de cada ojo. No lloró más, no gimió siquiera. Aquellas lágrimas se desvanecieron con el agua fría.

Notas finales:

Gracias a los que siguen leyendo esta historia. 

Nos leerémos luego.

Att. Alphonse Zero. 


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