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Rainbow VS Monochrome por Alphonse Zero

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Notas del capitulo:

Hola a todos.

Lamento haber tardado tanto. Algunos de los que me siguen en facebook ya saben parte de la historia. El caso es que he vuelto. Como lo he prometido desde el principio, no voy a dejar inconcluso el fanfic.

 

El cap de hoy es algo especial. Espero que conpence un poco mi inactividad y que les guste.

Sin más que decir, espero que lo disfruten.

Cris:

El pequeño chico castaño estaba tirado en el suelo jugando con su videojuego. Era un día caluroso, tanto que no tenía ganas de salir.

-Cris, deja eso. No puedes pasarte las vacaciones jugando videojuegos- decía su madre quien entraba a su habitación a dejar ropa limpia.

-Sí, mamá- decía sin poner mucha atención.

 – ¿Ya alimentaste a tu hámster? Hace mucho calor, así que ponle agua fresca.

-Sí- contestó sin voltear a verla.

A Cris le regalaron un hámster el día de su cumpleaños ya que siempre quiso tener una mascota. Pero al pasar el tiempo, le perdió interés y cuidarlo le parecía tedioso. Había descuidado a su pequeño amigo al punto de que este moría de hambre y sed, pues Cris no recordaba alimentarlo cuando debía.

Él era un niño cualquiera, tal vez un poco desobligado y mimado, pero no era un mal chico. Por esta razón, a Cris le dolió lo que ocurrió al día siguiente.

Se había desvelado con su juego y no tenía ganas de levantarse. Su madre corrió las cortinas dejando entrar la luz mientras le decía que era hora de desayunar.

Poco a poco, despertó. Se colocó las gafas y con un bostezo, se estiró. Un reflejo golpeó con sus gafas y lo hizo voltear a donde estaba la jaula plástica. Se acercó y saludó a su mascota.

-Hola, amiguito ¿Estás durmiendo? – Se asomó a verlo pero éste no se movía. –Oye… ¿qué tienes? – Lo tocó despacio con su dedo. El hámster estaba muerto.

 

Cris y su madre pusieron al hámster en una caja de zapatos y lo enterraron en el jardín, debajo de un árbol.

-Lo siento mucho, cariño- Dijo su madre. -Pero espero que esto te sirva de lección. Debes ser más responsable y cuidar de quien necesite de ti. - acarició su cabello y lo dejó un rato solo.

Cris miraba la pequeña tumba con los ojos llorosos.

-Es mi culpa que murieras. Es verdad que ya no me parecías tan divertido como al principio, pero no quería que te fueras así- Se sentó bajo el árbol mientras limpiaba las lágrimas tras sus gafas. –De ahora en adelante, prometo cuidar bien de los que dependan de mí. Lo juro.

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Jeff:

Los gritos se escuchaban por toda la casa. Ambos no dejaban de alzar la voz con insultos y maldiciones.

-¡Te detesto! ¡Ojalá nunca me hubiera casado contigo!

-¡Lo mismo digo! ¡Solo te interesa mi dinero!

-¡No me quedaría contigo ni por un millón de dólares! ¡Es tu culpa por embarazarme!

-¡Es tu culpa por no abortar!

 

Los gritos no paraban. Se escuchaban hasta en el último rincón de la casa. Incluso dentro del armario donde el pequeño pelirrojo se escondía.

-Joven Jeffrey ¿está por aquí?- Uno de los empleados buscaba al niño de 8 años en la habitación de huéspedes donde solía esconderse. Al poco rato, lo encontró escondido en el fondo del armario. –Allí está. Me tenía preocupado.

El pequeño tenía los ojos rojos de tanto llorar. Estaba en la esquina del armario, abrasándose a sí mismo y con la mirada baja.

Él odiaba ese ruido. Los gritos de sus padres peleando y a veces hasta rompiendo cosas lo aterraban, tanto que en ocasiones deseaba ser sordo. Las palabras crueles resonaban en su cabeza y lo estremecían. Era como escuchar el rugir de un monstruo frente a él.

-Salga de allí, ese no es un buen lugar para jugar- Decía amablemente el joven pero el pequeño solo se escondía más.     –Ese ruido es insoportable ¿verdad? – Dijo con una amable voz. –No es bueno que un niño escuche todo eso- hizo una pausa y se levantó. –Espere aquí.

El joven salió de la habitación. Más tarde, llegó con unos auriculares grandes y un mp3. Se acercó al pequeño y se los puso.

-Con esto ya no los escucharás pelar. Solo espero que te guste mi música- Decía con una sonrisa al mismo tiempo que encendía el mp3 y subía el volumen.

Poco a poco, los gritos de sus padres fueron silenciados por la música. Era como estar fuera de casa. No se oía ni una voz del exterior, solo la música en sus oídos, y aunque era ruidosa, está le tranquilizaba.

-¿Te gusta?- Preguntó el joven pero nadie le respondió.

El pequeño salió del armario por su cuenta, viendo todo como si fuese un lugar completamente diferente. Miró al joven empleado, le sonrió y lo abrazó con fuerza.

-Tomaré eso como un ¨sí¨- Este acarició sus cabellos rojos. – Te ha crecido mucho el flequillo. Será mejor que te lo corten o no podrás ver nada.

Jeff no escuchó eso, y tampoco muchas cosas a partir de ese día.

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Stan:

-¡No puedes irte! Ese tipo es un idiota ¿cómo piensas si quiera en huir con él?

- ¡Basta, Stan! No vas a convencerme. Mi padre me corrió ¿ok?- La chica guardaba sus cosas en una maleta rápidamente.

-Si rompes con él, papá te dejará quedarte. Piénsalo, Kim. Ese tipo es un idiota ¿Quién te obliga a robarle dinero a sus padres para comprar cigarrillos?

La chica intentaba ignorar a su hermano menor. Terminó de empacar y salió de su habitación.

Pudo sentir la mirada de sus padres cuando bajaba las escaleras, pero ninguno de los dos decía nada.

-¡Kim, no lo hagas! ¡No desperdicies tu vida con alguien como él!- Gritó el joven castaño mientras intentaba aguantar las lágrimas.

La chica lo miró y con un suspiro le dijo:

-Yo lo amo, Stan. No espero que entiendas eso. Aún eres joven para entender el amor- Acarició el cabello de su hermano menor.

-¡No! ¡Tú eres muy joven para entender!-Le gritó al tiempo que su hermana lo abrazaba.

-Lo siento, Stan. Eres el único aquí que fue lindo conmigo. Siempre cuidaste de mí, pero ahora lo hará alguien más.

 

Kim se fue de casa esa tarde. No miró atrás cuando salió por la puerta, ni siquiera cuando escuchó que su madre estallaba en llanto.

 Stan no volvió a escuchar de ella en mucho tiempo.

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Vincent:

Era un día gris. El cielo estaba nublado y el clima era frío. La multitud de personas vestidas de negro, se acercaban a donde estaba la nueva tumba.

Entre tanta gente vestida de luto, resaltaba un joven de ropas coloridas y extravagantes.

El chico rubio alcanzaba a escuchar el cuchicheo de la gente, hablando de lo irrespetuoso que era al ir vestido así o de lo inconsciente que era su padre al no decirle nada, más aún por ser el entierro de su madre.  

-No los escuches- Decía su tía quien estaba a su lado reconfortándolo.

Sin embargo, Vincent no sentía culpa. Él recordaba muy claramente las palabras de su madre:

¨No hay nada más hermoso que ver un arcoíris después de una tormenta¨

Para Vincent, esta era su forma de guardar luto a su madre. Él pensaba que ella hubiese estado más tranquila si lo viera vistiendo con la ropa que más le gustaba. Con esos colores alegres y llamativos.

 

El entierro terminó y Vincent, después de despedirse de su tía y prometerle que le llamaría si necesitaba algo,  volvió a casa con su padre. Ambos estuvieron callados todo el camino, nadie habló hasta que entraron a la casa.

Su padre le pidió a la sirvienta una taza de café y luego se dirigió a Vincent.

-Quiero hablar contigo un momento- Dijo el hombre con voz seria.

Vincent y su padre no habían hablado mucho esos días. Lo siguió a su despacho y al entrar cerró la puerta y esperó a escuchar lo que tenía que decirle.

-¿En qué estabas pensando?- Dijo su padre mientras se sentaba en su escritorio sin verlo a los ojos. –Vistiéndote como un payaso en un día como este. ¿Acaso quieres volverme loco?

-¿Qué tiene de malo?- Respondió algo molesto.

-¿En serio preguntas eso? Todo mundo hablaba de ti y de lo malcriado que eres. Nunca me ha gustado como te vistes, pero evito discutir de ello contigo. Aun así, creía que tendrías algo de respeto y por una vez te vestirías como una persona normal.

-¡A mamá nunca le molestó cómo me visto! ¡Ella decía…!

-¡Ella está muerta!- Le gritó con fuerza- ¿No lo entiendes? Ya no está aquí para consentirte ni dejarte hacer lo que te dé la gana. Tal vez de esta forma madures un poco.

Vincent se molestó mucho con lo que dijo su padre ¿cómo podía hablar así? Parecía que no le importara la muerte de su madre y solo pensara en la imagen que daba a los demás.

-¡No! ¡Tú eres el que no entiende!- Golpeó con fuerza el escritorio haciendo que su padre lo viese a los ojos- ¡Te escondes tras el escritorio como un cobarde. No eres capaz de enfrentarme! Y hablas de respeto cuando todas las personas que te rodean son hipócritas que solo fueron al entierro a hablar de mí. Al menos yo soy sincero.

Su padre no sabía qué responderle. Sin embargo, no significaba que estaba de acuerdo con Vincent.

-Eres un mocoso irrespetuoso y malcriado. Repruebas todas las materias y te metes en problemas. Están a punto de expulsarte ¿Cómo no hablarán de ti? Parece que solo quieres volverme loco.

-¡No siempre he sido así! ¡He pasado unos meses horribles y en la escuela todos me fastidian!

-¡Es tu culpa por provocarlos! Si tan solo te esforzaras por ser un chico normal.

Vincent ya no quería hablar con su padre. Tampoco quería llorar frente a él. Se dio la vuelta y se retiró azotando la puerta.

-¡Si no cambias tu forma de ser, te enviaré lejos a un internado!

Vincent alcanzó a oír eso. No parecía mala idea.

Se pasó la tarde encerrado en su habitación, pensando en un millón de cosas. Extrañaba muchísimo a su madre, le dolía su muerte más que a nadie y le molestaba que creyesen lo contrario.

 Solo evitaba llorar frente a los amigos y conocidos de su padre porque todos eran unos hipócritas, esa clase de gente que habla a tus espaldas y luego vienen a abrazarte como si realmente le importaras. Vincent no quería estar cerca de ellos y su padre por más tiempo. Entonces recordó lo que le dijo del internado.

Se levantó de golpe de la cama, con una gran idea en mente y con la suficiente motivación para llevar a cabo su plan.

 

Su padre estaba en su despacho viendo por la ventana hacia el jardín donde su esposa solía pasar las tardes junto a Vincent. Tal vez era demasiado cruel con su hijo. Acababa de perder a su madre y estaba tan afectado como él.

-Quizás debería…- Se levantó decidido y fue a buscar a Vincent para hablar de nuevo con él. Lo buscó en su habitación pero no estaba allí. No lo encontraba por ningún lado. Comenzaba a preocuparse cuando escuchó un ruido que venía de afuera. Corrió a ver lo que ocurría y para nada se esperaba lo que veía.

Vincent tenía un montón de globos rellenos de pintura negra y los lanzaba contra la casa y contra los empleados que intentaban detenerlo.

-¿QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO?- Gritó su padre al verlo.

- ¡Alguien deténgalo!- Decía una sirvienta bañada en pintura.

-¿Cuál es el problema, papá?- Lanzó un globo contra la ventana- Pensaba que te gustaba el color negro.

-¡Detente de una vez!

Vincent sonrío de forma sínica y le arrojó encima un globo con pintura manchándolo por completo de negro.

- ¡VINCEEEEEEEENT!

Ese había sido el colmo. Su padre lo envió a un internado esa misma semana. No le dirigió la palabra por mucho tiempo. De hecho, hizo que su tía se hiciera cargo de él y lo cuidara durante las vacaciones.

Vincent, a pesar de haber logrado su objetivo, estaba molesto con su padre. Parecía que se deshacía de él, como si ya no lo quisiera.

 

La escuela fue difícil en principio. Todo mundo lo molestaba y se burlaban de él por como vestía. Su compañero de habitación siempre lo llamaba payaso y esparcía rumores de que era un afeminado y esas cosas. Pero hubo un día en que rebasaron la línea.

Era la hora del almuerzo y la mayoría de los chicos estaban comiendo tranquilamente. Vincent comía solo en una mesa cuando lo rodearon unos chicos mayores con pinta de brabucones.

-Hola, pequeño caramelo ¿Por qué estás tan solo?

-Sí, ¿a cazo no encuentras a tus amigos payasos?

Decían dos chicos que se sentaron cada uno a su lado. Frente a él estaban otros tres chicos, y el del medio lo miraba con una sonrisa diabólica.

-Lárguense de aquí, idiotas- Dijo Vincent mientras los miraba molesto.

-Tengan cuidado con el pequeñito. No querrán asustarlo- El joven de cabello rojo intenso no dejaba de mirarlo con su sonrisa.

De repente, todo mundo miraba silenciosamente a la mesa donde estaban Vincent y aquellos brabucones.

-Yo digo que deberíamos comer con nuestro nuevo amiguito- uno de los chicos le quitaba parte de su almuerzo.

-Deberíamos llevarlo a pasear al lago un rato- Decía uno de los chicos que estaban junto al de cabello rojizo.

-Mmm…no es mala idea- Dijo sin dejar de sonreír. La verdad, es que tengo ganas de ver llorar a este mocoso. No deja de mirarme con esos ojos furiosos y quisiera ver cómo cambia su rostro a uno más sumiso.

Los chicos que estaban junto a Vincent, entendieron el mensaje. Lo tomaron de los brazos y lo recostaron en la mesa golpeándolo contra ella.

-¡Bastardos! ¡Suéltenme!- Dijo mientras forcejeaba.

-Vaya, pero si nuestro pequeñito habla. Me pregunto si también puede gritar.

Los chicos estaban a punto de empezar a golpearlo cuando Vincent se levantó con fuerza y golpeó a uno en el rostro.

-¡Ahhhhh! ¡Maldito mocoso! ¡Me rompiste la nariz!- El chico se sostenía la nariz que escurría sangre.

El otro intentó golpear a Vincent pero el rubio fue más rápido y lo pateo con fuerza en los bajos. Pronto se le unieron los otros dos chicos quienes comenzaron a pelear con Vincent a puñetazos pero no salieron mejor que los otros dos.

Vincent podría ser pequeño y tener una apariencia tierna, pero sabía defenderse y era muy fuerte. Luchó con todos haciendo un desastre en los comedores y llamando la atención de todo el mundo alrededor. Incluso el de cabellos rojizos lo miraba atentamente.

-¿Te quedaras mirando nada más? ¡Pelea tú también! ¿O acaso estos cuatro idiotas son tus guardaespaldas? –Le gritaba Vincent mientras lo miraba a los ojos sin miedo.

El mayor solo se acercó a él y lo tomó con facilidad de la ropa levantándolo y golpeándolo contra la pared. Vincent entendió que aquel era el más fuerte de todos y que le costaría vencerlo, pero no tenía miedo. Lo miraba con furia en los ojos.

-Haha…hahahaha !Hahahahah!- El de cabello rojo se reía de una manera diabólica que hacía que los de alrededor se estremecieran. –Nunca conocí a nadie que pudiera verme así a los ojos y seguir en pie. Eres un niño muy valiente- Le sonrió mientras lo seguía sosteniendo en lo alto. –Dime, ¿te interesa unírteme?

-¿QUEEEEEEEÉ?- Gritaron todos los que estaban en los comedores.

-¡Ese mocoso se atrevió a golpearnos y humillarnos frente a todos! ¿Cómo piensas en unirlo? – Dijo uno de ellos.

-Por lo mismo que logró acabar con ustedes, no pienso dejarlo. Cuándo veo algo que me gusta, lo tomo- Dijo refiriéndose a Vincent.

-¿Y por qué me uniría a ti?- Preguntó Vincent de forma agresiva.

-Vamos, sabes que quieres. Todos esos idiotas te han molestado y pisoteado desde que llegaste. Te convirtieron en la atracción principal de un circo. Pero yo te ofrezco hacer que de ahora en adelante todos te respeten y te teman como a mí.

-¿Y tú quién diablos eres para decir eso?- Dijo Vincent burlándose.

-De hecho, soy el Diablo- Dijo el de cabellos rojos con una sonrisa. –Aquí todos me respetan y siguen mis órdenes. Así que si no quieres aceptar, está muy bien, pero tendrás que atenerte a las consecuencias, pues como dije, miro lo que es mío y lo cojo.

Vincent miró alrededor. Todos veían con miedo a el Diablo. Era tan solo un chico igual que todos ellos pero le temían como si fuese un verdadero diablo. Incluso los chicos que estaban con él no hacían un movimiento sin que él se los dijera.

-¿Y bien?- Dijo esperando una respuesta.

-Está bien- Dijo muy seguro de sí. Me uniré a ti, pero no porque te respete ni porque te tenga miedo. Solo quiero lo que me ofreciste.

-Excelente- Dijo el Diablo a la vez que lo bajaba y le sacudía la ropa. –Vaya que eres un chico interesante. En verdad me intrigas mucho. Además de que me diviertes bastante- Hizo una pausa y luego habló con fuerza para que lo oyeran. –De ahora en adelante ya no serás más un payaso ni un caramelo o un arcoíris. Ahora serás mi arlequín, el ¨Arlequín del Diablo¨.

 

Todos en la escuela escucharon de Vincent y de cómo el Diablo lo había reclamado como suyo.

Ahora todos lo miraban sin decir una palabra. Nadie se burló mientras tomaba las clases ni cuando andaba por los pasillos, pero lo más sorprendente para el pequeño arlequín era que su compañero de habitación se había mudado esa misma tarde dejándolo solo. 

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Amelia:

En una fría tarde, una joven caminaba por las calles. Cargaba con una mochila en su espalda y una sombrilla que la cubría de la leve lluvia que comenzaba a caer. Usaba un vestido negro, medias de red y unas botas grandes. Su cabello estaba teñido de un azul pastel y sus ojos miel estaban rojos de tanto llorar.

-¿Tú crees que siga molesto?- preguntó pero nadie le respondía. Estaba sola en la calle. –Yo creo que se alegrará de vernos.

La joven llegó a una casa grande que tenía un bonito jardín en la entrada. Estaba nerviosa, pero tocó a la puerta con determinación. Después de unos segundos, la puerta fue abierta por un muchacho de cabello y ojos negros.

-¿Qué haces aquí? Te dije que no volvieras. Mis padres volverán pronto y no quiero que me vean contigo.

-Dame solo un minuto. Es urgente- Suplicó la joven.

-Está bien. Pasa, pero que sea rápido- El muchacho la dejó pasar a la sala. Este no la invitó a sentarse, de inmediato le preguntó…- ¿Qué quieres decirme? Espero que no insistas más con lo mismo.

-Mis padres me corrieron de casa…nos corrieron de casa- Dijo sosteniendo su vientre. –No tengo a dónde ir. Te necesito.

-Mientes. Tus padres no harían eso- El muchacho no se creía lo que la joven le decía. –Solo espera, seguro te buscarán y te harán volver a casa.

-No lo harán. Papá está muy decepcionado. Dijo que no quería saber nada más de mí- La chica secó una pequeña lagrima que salía de su ojo.

-Eso dice ahora. Tienes 16, ellos no pueden echarte- El muchacho no la veía a los ojos. –Si es todo lo que vas a…

- ¿Amelia?- Un pequeño niño de 8 años, bajó las escaleras y corrió alegre al verla. – ¡Amelia! Creí que ya no volverías.

-Hola, Benjamín- Saludó al niño con cariño.

-Amelia, ¿tú y mi hermano volverán a ser novios?- Preguntó con curiosidad.

-No, y ya vete a tu habitación- Dijo el más grande. –Amelia está por irse.

-¡No!- Dijo alzando la voz. –No me iré. ¿A caso no entiendes? Vamos a tener un hijo ¡Es nuestro hijo!

-¡No lo es! No me arruinarás la vida como te la arruinaste tú. Nada prueba que ese será mi hijo. Solo vete de aquí y déjame en paz- Le respondió a gritos el muchacho.

Amelia lo veía sorprendida. Antes parecía que él la amaba más que a nada en el mundo y ahora la odiaba. Se aguantó las ganas de llorar y caminó a la puerta.

-Espera- Dijo deteniéndola. – Ten esto- Sacó de su cartera algo de dinero. – Seguro tus padres te dejarán volver a casa pronto. Por ahora, puedes quedarte en un motel.

Amelia retiró la mano del muchacho y lo miró a los ojos.

-Mi hijo y yo no queremos nada de ti- Se dio la vuelta y salió de la casa.

Ella no sabía a dónde ir. No tenía parientes cerca de allí y sus amigas dejaron de hablarle cuando se esparcieron los rumores de su embarazo en la escuela. Se sentía sola en el mundo.

En eso, escuchó que alguien corría tras de ella.

-¡Amelia, espera!- Benjamín corrió hasta alcanzarla. En sus manos, tenía una pequeña alcancía con forma de cerdito.

-Benjamín, ¿qué haces aquí? Te meterás en problemas.

-Traje esto- Le entrega la alcancía. –Es para ustedes.

-Eres muy dulce, pero no puedo aceptarlo. Estos son tus ahorros y tus padres se enojarán mucho si saben que me los diste.

-No importa- Dijo Benjamín. –Es para ti y para mi sobrino. Si el tonto de mi hermano no los cuida, yo lo haré.

A Amelia se le llenaron los ojos de lágrimas. Abrazó fuerte al pequeño niño.

-Gracias. No tienes idea de lo mucho que nos estás ayudando. Siempre fuiste muy bueno conmigo y ahora eres el único que me apoya.

Benjamín abrazó fuerte a Amelia y le dio palmaditas en la espalda.

-Tú siempre jugabas conmigo cuando mi hermano no quería y me hacías de comer cuando mamá volvía tarde del trabajo. Eres buena, no sé por qué mis padres no te quieren ni tampoco por qué mi hermano terminó contigo.

-Yo tampoco lo sé. Pero eso ya no importa- Lo soltó y lo miró con una sonrisa. –Aunque los demás estén enojados, yo estoy feliz por mi bebé y me esforzaré mucho por él. –Dijo sosteniendo su vientre.

-Cuando nazca, ¿podré verlo?- Preguntó el pequeño.

-Claro que sí. Es importante que conozcas a tu sobrino. Aunque falta mucho para que eso pase, ocho meses más para ser exactos.

-Eso es mucho- Dijo algo triste.

-Pero te prometo que en ocho meses iré a buscarte a tu casa para que se conozcan. Iré a la hora en que tus padres trabajan y que tu hermano sale a comprar.

Benjamín estuvo de acuerdo. Esa tarde se despidieron con la promesa de verse cuando el bebé naciera en ocho meses.

Amelia se fue ese día con la pequeña alcancía en las manos y la mochila en la espalda. Completamente sola pero dispuesta a todo para sobrevivir junto a su hijo.

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Notas finales:

Lo sé, esto ha sido algo triste. 

Puede que no los alegrara mucho este cap pero son pequeños extras que ayudarán a entender mejor a los personajes y a la historia en general. 

El siguiente cap ya será un avance de la historia.

Por ahora me despido, no sin antes agradecer a quienes han seguido atentos a la historia y a los que me llenaron de animos para regresar. 

Att. Alphonse Zero

:) 

 


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