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Rainbow VS Monochrome por Alphonse Zero

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Notas del capitulo:

Hoy no tengo mucho que decir :) 

Espero que les guste la actualización. 

Cuando Stan volvió a la habitación, Dante ya estaba en la cama. Ni siquiera se acercó a ver sí seguía despierto, tan solo se preparó para dormir también y luego fue a la cama. Entendía que su amigo necesitaba descansar y relajarse. Algo pasaba, sospechaba que tenía que ver con el señor Jordán y el profesor Ben. Esa pareja de hermanos habían llamado su atención desde hace tiempo.

Con estas ideas, Stan se fue quedando dormido. Dante seguía despierta bajo las mantas. No podía dejar de pensar, aunque quisiera, no podía dejar de recordar. Cuando era pequeño quizá quiso saber quién era su padre, pero ya no. Le parecía demasiado tarde. Dieciséis años habían pasado, casi diecisiete, tanto tiempo y justo hoy…

Así estuvo varias horas. Se quedó dormido en algún punto, pero no lo recordaba. Hubiera permanecido hasta el mediodía en la cama si no fuera porque  Stan lo despertó.

-Dante, despierta, se nos hará tarde- decía mientras lo mecía suavemente para despertarlo.

Dante no tuvo más remedio que obedecer. Se sentó en la cama, dio un largo bostezo y se estiró. -¿Qué tan tarde es?

-No tanto. Tienes 10 minutos para alistarte si quieres bajar a comer con tiempo- a diferencia de él, Stan ya estaba vestido.

-Me apresuraré. Puedes adelantarte si quieres- propuso.

-No, está bien, te espero- acto seguido, Stan se sentó en su cama a repasar unos apuntes.

Era obvio que Stan no quería que se le escapase. No sólo era la charla que tendrían con los chicos esa mañana, también esperaba que le contase sobre lo ocurrido la noche anterior. Dante ya sabía que no podría ocultárselo por mucho tiempo.

Se apresuró a arreglarse. Un pantalón negro ajustado, el suéter azul y la gargantilla que Vincent le dio fueron el conjunto de ese día. Al verse al espejo sólo su cabello le desagradó. No es que se le viese mal, es que le recordaba todo lo ocurrido.

Para cuando se hicieron los 10 minutos, ambos chicos ya estaban bajando las escaleras del edificio. Los chicos ya los esperaban en una mesa de la cafetería, así que tan pronto obtuvieron sus desayunos todos se sentaron a comer y conversar.

-Jeff, no sólo comas el postre- le decía Cris al pelirrojo.

-P-pero es la mejor parte- se quejaba.

-Por eso va al final.

Aquella parecía la escena de todas las mañanas, lo que ocurriría en un día normal, pero nada era ya como antes. Había cosas buenas, como el que Jeff ya hablase más con ellos, pero la ausencia de Vincent lo hacía todo más difícil para Dante. Además, sentía que él mismo había cambiado mucho.

Alexander llegó con su bandeja de desayuno y se sentó en la mesa en silencio. Su mirada era casi tan apagada como la de Dante.

-¿Por qué la cara larga?- le preguntó Stan.

-Oh, lo siento, no los saludé- se disculpó. –Es que he estado algo distraído estos días. Bueno, ¿quién comienza?

-¿Comenzar qué?- pregunta Dante.

-Las disculpas, claro- dice Cris acomodándose las gafas.

-A pesar de que yo ya te pedí perdón- se queja Stan.

-Y yo- agrega Jeff.

-Pero hay dos de ustedes que aún no dicen nada- dice mirando a Dante y Alexander.

Cris podía ser algo dramático, o quizá nadie entendía su posición. En todo caso, no los dejaría en paz hasta decir lo que tenían que decir.

-Yo inicio entonces- dice Dante. Tomó la iniciativa porque quería acabar con eso rápido. –Lamento haberme escapado de la escuela para buscar a Vincent… dos veces. Sé que ustedes querían protegerme y yo sólo compliqué las cosas. De nuevo, lo siento.

-Disculpa aceptada- dice Cris.

-No seas engreído. Se disculpa con todos, no sólo contigo- dice Stan. –Por mi parte, yo me disculpo contigo, Dante. En las dos ocasiones hice caso a lo que Vincent me dijo, y aunque no lo culpo, debí convencerlo de hacer las cosas de una forma distinta.

-Sí, es verdad- le responde. -Creo que es en lo que todos nos equivocamos. Nos dejamos llevar por nuestros sentimientos he hicimos un montón de locuras- había tristeza en sus palabras, pero también una extraña calma.

-Creo que sólo nos queda esperar a que Vincent regrese para decir algo como: “Al menos todo terminó bien”- Stan rodea a su amigo con su brazo, tratando de consolarlo.

-Lo cual seguro será pronto- agrega Cris.

-Así el g-grupo volverá a estar junto- concluye Jeff.

Aquello parecía el final de la sesión, ya parecían estar todos satisfechos con las disculpas. Fue entonces que se dieron cuenta que Alexander no había dicho nada, de hecho, apenas y les dirigía la mirada.

-Alexander, tú no nos has dicho nada- reclama Cris.

-¡Cris!- le calla Stan, notando que algo le pasaba a su amigo.

Alexander estaba cabizbajo. No dijo una sola palabra.

-Está bien, Alex, no importa. Ya todos no hemos perdonado, deja de lucir tan serio- Stan iba a acercarse a su amigo, pero este se levantó de golpe y salió corriendo.  -¡Alex!

-¿Qué le ocurre?- preguntó Cris.

-No lo sé, pero…

-Se está haciendo tarde para la clase- les interrumpió Dante.

-¿Qué?- Stan estaba sorprendido.

-La clase. Ya casi comienza.

-¿Es eso lo que te preocupa?- preguntó molesto. – ¿Qué te ocurre? ¿Ves a Alexander, tu amigo, con una expresión tan dolida salir corriendo y lo que te preocupa son las clases?

-Stan, no inicies un nuevo pleito- dice Cris.

-No lo hago pero- suspira pesadamente. –Mira, Dan, sólo recuerda que él “estaba” enamorado de ti. Piensa en ello.

Dante ni siquiera trató de defenderse. No tenía cabeza para otro problema, y ahora Alexander se comportaba raro ¿Era eso también su culpa?

-Como sea, hablaré con Alexander más tarde. Vamos a clases- dijo Stan.

Pero tan pronto terminó de decir aquello, Dante salió corriendo en la misma dirección que Alexander, dejando detrás a sus amigos.

 

Alexander corrió hasta que llegó al final de un pasillo, de aquellos poco transitados. Respiró agitado y se deslizó al suelo. Se sentía como un cobarde, no pudo ni ver a Dante, no pudo disculparse como todos sus amigos. De nuevo no pudo hacer nada.

Las lágrimas amenazaban con salir desesperadas de sus ojos, pero de pronto se frenaron al notar que alguien se acercaba. En la esquina vio girar a Dante. Lo buscaba con la mirada hasta dar con él en la esquina del suelo. Parecía que quería hablar, pero estaba tan agitado que sólo pudo tratar de tomar aire.

-¿Qué haces aquí?

-¿Cómo que qué hago?- tomó más aire. –Vine a buscarte.

Alexander miró a Dante. Había cambiado tanto en tan poco tiempo. Parte de su alegría y dulzura se había apagado. Sus ojos ya no brillaban como antes, y él era responsable de ello.

-Vuelve a clases. Estaré bien.

-No, no volveré hasta que me digas porqué te fuiste así.

-Dante, no insistas, sólo vete. Quiero estar solo.

-No me iré- dice Dante acercándose a él. -¿Me escuchas? No pienso irme hasta saber qué te ocurre.

Incluso la dulzura de su voz se iba a ratos. No podía soportarlo. Las lágrimas comenzaron a brotar.

-¡Vete! ¡Te lo suplico, vete!- Alexander cubrió su rostro con sus manos.

Dante estaba sorprendido de verlo reaccionar así. Alexander parecía realmente afectado.

-Alex, tranquilo…-trató de acariciar su hombro, pero la mano de Alexander lo tomó por la muñeca deteniéndolo.

-No me consueles.

-¿Qué te ocurre?-Dante se soltó de su agarre.

Alexander no dijo nada. Eso irritó a Dante. Era el colmo tener que lidiar con él. No estaba de humor para aceptar su berrinche y su drama. Quería levantarse y dejarlo allí, lo hubiera hecho, pero no podía. Eso lo enojaba más.

-¿Cuál es tu problema?- le grita. -¿Crees que no noto cómo evitas cruzar mirada conmigo? ¡Sólo dilo! ¿A caso estás molesto por lo que pasó? ¿Estás molesto conmigo?

-¡No!- le respondió Alexander de inmediato. Alzó la vista unos segundos, pero el rostro de Dante lo intimidó. –No es eso… estoy molesto conmigo mismo. Por mi culpa pasó todo esto.

-¡Por dios! ¿Vas a empezar con eso tú también? Ya todos decidimos que fue culpa de todos. Quédate tranquilo, nadie está especialmente enfadado contigo.

-¡Yo sí! ¿Qué no lo entiendes? Dante… fui yo quien te sacó de la escuela y te puso en peligro. Es cierto que todos cometimos un error, pero el mío fue el peor. Si hubiera dicho que no, sólo con eso, tú no estarías así.

-¿Así cómo?- volvió a gritarle.

-¡Justo así! Ya no eres el mismo, Dante. No eres el mismo chico dulce y amable del que me enamoré, y es mi culpa- las lágrimas se desbordaron más fuerte.

Fue entonces que Dante lo entendió. Sus palabras fueron como un golpe que lo hizo reaccionar. Era verdad, Alexander aún estaba enamorado de él, a pesar de todo, y por eso sufría. Porque él había cambiado de la noche a la mañana, por dentro y por fuera, porque ya no era el mismo.

Dante se calmó, se sentó junto a Alexander y esperó en silencio que dejase de llorar. Podría haberlo consolado de algún modo, pero no lo hizo, ya no quería herirlo más. Sólo esperó hasta que los sollozos se fueron apagando. El pasillo seguía silencioso, incluso más allá de él no parecía haber nadie. Las clases ya habían comenzado después de todo.

-¿Por qué sigues aquí?- preguntó Alexander después de soltar la última lágrima.

-¿No es obvio?- él mismo se detuvo a pensarlo ¿Por qué seguía allí? ¿Qué podría decirle para aliviar su dolor? No había nada que pudiese hacer. –Porque también siento culpa.

Alexander vio a Dante de reojo. Él también quería llorar, pero había algo que se lo impedía. Supo que si seguía lamentándose también seguiría hiriendo a Dante, y aunque era obvio que ya no tenía oportunidad con él, quería darle la última muestra del amor que le tenía. Debía superar lo que pasó, dejarlo ir.

-Dante, lo diré apropiadamente- una vez tuvo la atención del azabache, continuó. –Lamento mucho lo que pasó. No debí ayudarte a escapar de la escuela. Sé que tú no me culpas, y que los chicos tampoco lo hacen, así que no tienes que preocuparte por mí. Soy yo quien debe perdonarse por ello.

-No puedes pedirnos que no nos preocupemos, ¿lo sabes, no? Después de todo somos amigos.

-Sí- Alexander sonrió. –Al menos aún me ves como un amigo.

-Nunca dejé de hacerlo- Dante le sonrió sinceramente, por primera vez en un tiempo.

Aquellas palabras le tranquilizaban, aunque en el fondo eran igual una barrera entre ellos.

-Me alegra- Alexander se levantó. –Voy a lavarme la cara. La próxima clase comenzará pronto.

Dante se levantó con él. Lo detuvo al ver que tenía intenciones de irse.

-¿Vas a estar bien?

Alexander reflexionó en ello. No, seguro sufriría durante un tiempo más. Los corazones no se recuperan fácilmente del desamor. Pero quizá cada día doliese un poco menos.

-Claro, lo estaré.

Notas finales:

Gracias por leer. 

Att. Alphonse Zero


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