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La tormenta que precede la calma por Crazyana

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Era miércoles y todavía no me dejaba bañarlo, no quería hacerlo, y las heridas se podían infectar por falta de higiene por más que le hiciera las curaciones. Había comido poco y no se levantaba para nada. Lo único que hacía y casi todo el día era fumar. Le había conseguido un encendedor fácil de utilizar, para que lo hiciera sólo, porque yo no quería que fumara y tampoco, ya que lo hacía igualmente, no quería estar para prenderlos a cada rato. Entendía el momento horrible que estaba pasando, pero ya tenía que dejar de sentir lástima por él mismo y tratar de superarlo.

-Vamos, arriba-. Le saqué la sábana de encima-. A bañarte.

-No quiero-. Su voz sonaba apagada.

-¡No me interesa! Deja de dar lástima y a bañarte-. Me miró amenazante-. ¡No me das miedo, lisiado! Ahora levántate y camina al baño… o traeré un balde de agua y te lo arrojaré encima-. Fui duro y tajante.

Me miró dudando por un segundo y salió de la cama. Me había hecho el malo, pero no esperaba que funcionara realmente. Más bien esperaba una lista de insultos y que me arrojara algo. Solo traía bóxer puestos, no me llevó nada desnudarlo. Le quité todas las vendas, a pesar que me hacía el fuerte me era chocante verle las heridas.

Comencé a enjabonarlo suavemente, porque aparte de bañarlo quería que se relajara; así que más bien, eran masajes con bastante jabón. Dejó sus brazos a cada lado de su cuerpo. Comencé con su espalda, siempre me colocaba a su espalda para bañarlo, y luego fui abarcando todo el torso con suaves masajes circulares, le dediqué unos cuantos minutos hasta que sentí que relajó los hombros. Me arrodillé y repetí el mismo trabajo en las piernas, subiendo y bajando a lo largo de ellas para que circulara la sangre con más fluidez. Volví a pararme para terminar con las partes íntimas.

No esperaba encontrarme con su miembro erecto cuando lo agarré para lavarlo, me quedé sorprendido. Desde mi posición traté de mirarlo a la cara para ver su expresión, estaba con los ojos cerrados. Llevaba casi tres semanas sin sexo de eso estaba muy seguro, él sólo tampoco podía hacerlo por su cuenta, así que hice lo que todo buen amigo gay podría llegar a hacer.

Me unté la mano derecha con jabón, tomé su pene con firmeza y esperé una reacción de su parte, pero nada, imaginé que entonces podía continuar. Me apoyé por completo a su espalda, pasé mi brazo izquierdo, abrasándome de su cintura y comencé con el vaivén, desde la punta hasta el tronco con seguridad, pero lento. Pude escuchar un leve gemido que se mezcló con el ruido del agua corriendo. Traté de mantener mi mente fría ante lo que estaba haciendo, no me quería excitar. Lo había hecho una sola vez, a otra persona, por lo tanto tampoco quería parecer nervioso.

No tenía idea si lo estaba haciendo bien o no, si le estaba gustando o no, pero su miembro estaba realmente duro y apoyaba su cuerpo contra el mío con más firmeza. Eso me dio la seguridad para continuar. No tardó demasiado en culminar con un gemido gutural, sentí cuando su cuerpo se tensó y su miembro palpitó entre el abrazo de mi mano; mi corazón dio un respingo ante su estremecimiento.

Me separé rápidamente de su cuerpo y terminé de lavarlo en silencio, avergonzado; tratando de ocultar lo inocultable. Lo sequé y lo envolví en una toalla. Luego de sacarlo del baño, le pedí que me esperara en la habitación mientras me quitaba la ropa mojada. Ni sé si me oyó, sólo quería calmar la ansiedad que se había encendido en mí.

Me quité la ropa y me metí en la ducha. Apoyé las manos en la pared, mientras el agua me caía en la espalda y miré hacia mi entrepierna, no recordaba haber estado tan duro en mucho tiempo. Tímidamente lo tomé entre mis dedos y lo complací tal como lo necesitaba, repitiendo en mi mente la sensación que me dejó su cuerpo al tacto con mis manos. De repente tuve el deseo de encontrarme entre sus brazos y que ya no me soltara… eso no estaba bien…

 

Cuando salí del baño me estaba esperando sentado en la cama, en silencio procedí con el ritual que requería el colocarle las vendas. Ninguno dijo nada al respecto de lo que había sucedido momentos antes.

Lo obligué a salir de su habitación para poder limpiarla. A regañadientes bajó al living, me pidió jugo y cigarrillos. Abrí la ventana de par en par y comencé con la limpieza. Cambié las sábanas, le eché desinfectante en aerosol al colchón, sacudí las frazadas y recogí todo lo que tenía tirado. En su recámara sólo quedaban la cama y el placar con las puertas llenas de agujeros por los golpes. El LED, la computadora, la play, el equipo de música, todo había sido víctima de su frustración.

La rutina fue diaria por todo lo que continuó del mes. Estaba hundido en una depresión, pero me las ingeniaba para lograr que comiera y se dejara bañar cada dos días, al espejo del baño lo cubrí con cinta de papel, era el único que había quedado. El incidente íntimo no se volvió a repetir.

Los llantos en la madrugada eran frecuentes, me dolía oírlo llorar. Había días que me dejaba abrazarlo y acompañarlo, pero otros días me gritaba y me corría de su lado.

Increíblemente la madre, sólo llamaba una vez al mes para ver cómo iba todo, por lo tanto, ni enterados de la situación.

Por mi parte, había abandonado la universidad para cuidarlo. A mí familia no le dije nada del asunto, porque se lo dirían a su familia. Pamela me mandaba mensajes todos los días, sabía que era para mantenerme animado y que no me hundiera con él.

Cuando se cumplió el mes del accidente lo llevé a control con el médico. Las heridas estaban sanando bien según éste, lo esperanzó con cirugías estéticas que podía realizarse para mejorar el rostro y trasplante de cabello, para la zona izquierda de la cabeza. Lamentablemente, el ojo no corría con la misma suerte, había perdido un setenta por ciento de la capacidad visual. Lo más alentador era que ya no tenía que usar vendajes.

XOXOXOXOXOXO

Notas finales:

Gracias po leer!!!


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