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La tormenta que precede la calma por Crazyana

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Notas del capitulo:

Este es el último capítulo de la primera parte.

La continuación se llamará 

"Después de la tormenta"

En la mañana me desperté solo en la cama, una sensación de miedo cruzó por mi pecho. Cuando estaba por levantarme, entró Enzo con el desayuno para dos. Me volvió el alma al cuerpo. Desayunamos en silencio. Cada tanto me quedaba mirándolo y me sorprendía haciéndolo, me sonreía y yo me avergonzaba.

Cuando terminamos se acostó a mi lado. Suavemente, con las yemas de mis dedos acaricié la cicatriz de su cara.

– ¿Te duele?

– Todo el tiempo.

Eso no me lo esperaba, pensaba que en el tiempo que había trascurrido, ya no sentía dolor.

– Debo bañarme o llegaré tarde al trabajo –. Aunque no me quería ir.

Le di un beso en la herida y me levanté.

Cuando salí del baño, estaba mandando mensaje.

– ¿Celular nuevo?

– Lo pedí por correo hace unos días.

– Bueno. Me voy…

No terminé de hablar porque un beso me cayó. El beso no era apasionado como la noche anterior. Era un beso tierno, lleno de amor, que levaba impresas muchas cosas; si tan solo lo hubiese sabido interpretar…

 

 

En el trabajo le conté todo a Pamela, no se lo podía creer y a decir verdad, yo tampoco. Estuve todo el día repitiendo las imágenes de la noche anterior, una y otra vez; deseando llegar a la casa para sentir sus labios, sus caricias.

Apenas cerré la tienda me fui rápido, ya quería estar con él. Cuando ingresé a la casa me encontré con todas las luces apagadas. Lo busqué y lo llamé, pero no recibí respuesta. En la mesa del comedor encontré una nota dirigida a mí.

“Damián:

Volví a casa. Puedes quedarte y hacer uso de la casa como quieras, no necesitas pagar nada porque las cuentas le llegarán a mi familia. Por favor, no me busques y lo mejor para ti, es que te olvides de mí. Lo siento.

Adiós.”

Las lágrimas se me agolparon en los ojos mientras leía la nota. Cuando terminé de leerla, un grito desgarrador salió de mi garganta. Caí al suelo de rodillas, llorando, con el papel en mis manos, sin poder entenderlo aún. Terminé hecho un ovillo en el suelo, emitiendo alaridos de dolor. Mi cuerpo no respondía, lo único que podía hacer era llorar desconsoladamente. Llorar porque había sido ilusionado y dejado, llorar porque no sabía cómo continuar después de eso, llorar por el vacío y el dolor que se habían apoderado de todo mi ser.

Amanecí casi sin ganas de seguir viviendo. Avisé que no iría a trabajar, con una excusa barata. Me arrastré hasta la cama, con el cuerpo sin alma. Alma que había perdido cuando le dije que lo amaba.

Dormí hasta la noche. Cuando desperté, una punzada se apoderó de mi cabeza, impidiéndome pensar. De todas maneras, no quería hacerlo. Ya no podía llorar, estaba seco. Sin alma, sin lágrimas, sin vida…

 

Los días que siguieron, aunque me pidió que no lo hiciera, traté de localizarlo; necesitaba una explicación lógica. Fui a mi casa por navidad, aproveché para llegarme hasta su casa. Su familia me recibió bien, pero me dijeron que no quería ver a nadie. No tenía su número nuevo, así que si no quería verme, no había nada que pudiera hacer.

 

Los meses siguientes estuve deprimido, la única que estuvo a mi lado fue Pamela, siempre tratando de que continuara con mi vida. Lo cual me era muy difícil.

– ¡Es suficiente! ¡Sal de la cama ahora mismo! Ya es hora de que dejes de dar lástima y si no te metes a bañar ya, voy a tirarte un balde de agua –. Qué ironía.

 

 

Habían pasado tres años desde que Enzo había desaparecido de mi vida. Gracias a la ayuda de Pamela volví a la universidad, y de apoco lo fui olvidando. Parecía tan lejano que a veces creo que tan solo fue un sueño… o tal vez lo fue. Desde ese año no volví al pueblo.

– ¿Vas a tu casa por navidad?

– No –. Me miró con cierto reproche.

– Deberías… ya pasaron tres años –. Sonó la puerta del negocio –. Cliente, me voy atrás a bañar los perros –. Salvado por la campana, no tenía ganas de oír el repertorio otra vez.

– Buenas tardes. ¿Qué se le ofrece?

Era un hombre joven, me pareció atractivo de inmediato, aunque traía lentes de sol. En los brazos cargaba un cachorro, con el cuero pegado a los huesos de flaco y sarnoso.

– Lo encontré y quiero quedármelo. Pero creo que está enfermo.

Me acerqué para verlo mejor, de cerca, el perro se veía peor, pero él se veía mejor.

– Necesita un baño antiséptico, las vacunas, medicación… y alimento.

–También una correa para pasearlo –. Me encantó como sonrió.

Me puse guantes de látex y lo tomé de sus brazos. Lo invité a tomar asiento y llevé el perro a bañar. Cuando terminé con el cusco, se lo alcancé a su dueño. Pamela apareció. Nos miraba a ambos intercaladamente, con cara de desconcierto.

–…ah… hola… –. Balbuceó Pamela.

– Hola. ¿Cómo has estado? –. Le dedicó una sonrisa, que me pareció tierna.

– Bien –. Se había puesto nerviosa –. Aah, tengo algo que hacer… por allá –. Señaló la puerta del frente, mientras empezaba a retirarse –. Por cierto, te ves bien.

– Gracias.

– Damián, nos vemos mañana.

Levanté la mano en repuesta. No entendía que había sido eso. Bien, con eso quedaba fuera  de juego, supuse.

– ¿Cuánto te debo?

Me pagó, me sonrió y se fue. Quedé en ‘estambay’ ni siquiera le había preguntado el nombre, aunque no sabía si hubiese estado bien hacerlo, ya que parecía que se conocía bien con Pamela y ella se había puesto nerviosa ante su presencia.

Cerré el local y me fui a casa a descansar. Cuando llegué, me encontré al desconocido con el perrito en brazos, sentado en la vereda.

– ¿Qué haces aquí? – Me miró incrédulo –. ¿Pamela te dio mi dirección?

Una amplia sonrisa se le dibujó en el  rostro.

– Creí que solo me estabas castigando por haberme ido. Pero parece que en verdad no me reconociste-. Las lágrimas me nublaron la visión. Él se sacó los anteojos –. Perdí mi llave, por eso te esperé afuera. Si todavía soy bienvenido…

Tomé aire para tranquilizarme y así poder responderle.

– Por supuesto… sigue siendo tu casa.

XOXOXOXOXOXO

Notas finales:

Gracias por leer!!!


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