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El psiquiatra del demonio por Naniimine

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Notas del capitulo:

Holis! Bueno, como aun ando de vacaciones (ja ja ja) he podido dedicarme a escribir un poquito más (bueno, esto en realidad estaba ya escrito, lo que ando haciendo es editar todo a una historia... Es casi igual de tedioso dfkshñafdsjk)

Me hace feliz haber terminado el SasuNaru eterno que tenía, ya puedo dedicarme más tranquila a todas estas cositas =D

Me disculpo si hay algún errorcito de redacción o de puntuación, me lo pueden comunicar sin ningún problema (extraño a mi beta Eruka ;_;)

En fin, pasen adelante =)

Capítulo 2. Delincuente.

 

Leonard abrió los ojos con dificultad y volvió a cerrarlos por el peso que cargaba en los párpados. Sentía como si sobre su cabeza tuviese una enorme roca aplastándole, volvió a parpadear con parsimonia soltando un ligero quejido por la palpitación dolorosa en la ceja derecha. Se removió entre las sábanas y cuando notó un “peso extra” a su lado, se quedó estático. Abrió los párpados de par en par y alarmado haló el brazo hacia un lado alejándose como pudo, entre el desespero terminó resbalándose por el borde de la cama.

Ese “peso extra” se quejó simulando somnolencia al sentirse apartado, Zael tuvo que aguantarse la carcajada cuando vio a Leonard caer al suelo. Se levantó y gateó hasta el borde de la cama.

—¿Qué ocurre Leonard? —preguntó inocente frotándose el ojo derecho. Empleaba un tono de voz aniñado— ¿Tuviste una pesadilla? —sonrió seductor ladeando la cabeza. Se deleitaba con las expresiones en el rostro del psiquiatra.

Leonard estaba perplejo, pues creía que todo había sido parte de una pesadilla.

—Dame una explicación razonable de esta situación —exigió viéndole ceñudo luego de recuperar el habla—. No, más bien ¿Por qué sigues aquí todavía? —el tono de molestia iba impregnado en cada palabra.

Zael se dejó caer sobre el colchón apoyando su mentón en la palma de la mano derecha, alzó las piernas y comenzó a mover los pies manteniendo la vista en los ojos de Leonard.

—¿Por qué me tratas así? —canturreó— La pasamos tan bien anoche haciéndolo en tantas posiciones —suspiró y se relamió—, es una lástima que el golpe en la cabeza te haya dado amnesia —cerró un ojo y sonrió.

Leonard le vio estupefacto, estaba asqueado con todas las mentiras que le decía el chico, frunció el ceño mientras negaba con la cabeza.

—¿Tú estás mal de la cabeza, cierto? —espetó con desagrado— Tenía migraña, no resaca —bufó obstinado y se puso de pie.

—No estás en condiciones para preguntarme eso —soltó con una risilla mientras seguía moviendo las piernas. El tiempo que el doctor estuvo en sólo ropa interior, Zael le dedicaba miradas lascivas mordiéndose deseoso los labios por aquella vista que el mayor ofrecía. De verdad deseaba que ese humano se rindiera para poder consumirlo a gusto, el sexo con él seguro sería grandioso. Lo que cubría aquella tela no se veía nada mal para no estar erecto, luego resopló decepcionado cuando el galeno comenzaba a vestirse. Humanos tan correctos como esos era los que más disfrutaba corromper.

—Yo mismo iré a la policía —refunfuñó Leonard con molestia terminando de colocarse un suéter.

—¿Aun sigues con eso? —sopló el mechón de cabello que le cubría un ojo— ¿A quién piensas que le creerán más? ¿A ti o a mí?

Leonard ni si quiera lo miraba, buscaba calcetines entre el desastre de ropa del piso para poderse colocar los zapatos y no quiso responder. Zael sonrió malicioso y suspiró sin contenerse.

—Deberíamos ir por una segunda ronda, Leo —gimoteó—. Eres un salvaje haciéndolo.

—Deja de soltar calumnias –replicó enojado—, no vas a confundirme con tus juegos. Y por supuesto que van a creerme a mí —vio al de cabellos fosforescentes con clara molestia en los ojos—, esta es MI casa y TÚ eres el intruso.

Zael esbozaba una sonrisa triunfante. Que el galeno comenzara a tutearle al menos ya era un gran paso.

—Pero Leo, cualquiera que entre a la casa en este instante —ladeó la cabeza—, creerá que tuvimos una noche de sexo salvaje —molestó.

El mencionado levantó el dedo índice y abrió la boca viéndole con ojos entrecerrados. Segundos después apretó los labios y chasqueo la lengua.

—No tiene sentido discutir contigo —siseó dedicándole una mirada de desprecio.

—Mmm —gimió el de cabellos turquesa abrazándose a sí mismo—, que mirada tan intensa me regalas, amo que me veas así —exclamó en voz alta—. Me excita…

Leonard arrugó el ceño y la nariz en una expresión de completo asco.

—Que irrespetuoso —musitó negando con la cabeza para luego salir de la habitación—. Y bájate de mi cama —gruñó desde el umbral—, maleducado.

El psiquiatra caminó rápido hasta la puerta de salida, se detuvo a medio camino percatándose hasta ese momento que ya era de día ¿Cuántas horas había estado inconsciente? Agitó la cabeza y continuó a la puerta. Eso no importaba ahora, necesitaba con desesperación salir de ahí. Al halar del picaporte la puerta no se abrió, le quitó el seguro de mano y aún seguía sin abrirse. Zael, quien veía todo lo que el castaño hacía desde su posición, soltó una risilla divertido por la escena.

—No escaparás de mi tan fácil —susurró moviendo las piernas—, te acostumbrarás a lo que yo quiera, te guste o no —canturreó moviendo la cabeza.

El galeno buscó las llaves pensando que el día anterior hubiese pasado seguro, y comenzó a probarla. La puerta seguía sin abrir, empezaba a perder la paciencia.

—Eres muy necio —escuchó la voz del chico tras suyo.

Leonard cerró los ojos respirando profundo tratando de no encolerizarse más de lo que ya estaba. Llevó una cuenta mental organizando sus ideas para que la rabia no le cegara, tenía que mantener la compostura a pesar de esa desagradable situación.

—Te puedo dar un masaje —ronroneó Zael cerca del oído del castaño.

El galeno se erizó y se giró violento empujándolo.

—No —levantó el dedo índice y lo veía molesto—, no te acerques así de nuevo.

El chico encogió los hombros viendo hacia un lado aparentando inocencia.

—No sé de qué me hablas —canturreó.

—Mira, tú… andrajoso —titubeó—. Ya mismo me vas diciendo qué rayos hiciste a la puerta, estoy seguro que no abre por causa tuya.

—Andrajoso —rio divertido encogiéndose de hombros por cómo le llamaba. Se giró caminando lento en dirección al sofá—. No le he hecho nada a la puerta —soltó cantarín. Se echó en el sofá y comenzó a jugar con los mechones largos de su cabello.

Leonard veía atónito al sujeto que se paseaba a sus anchas por SU casa, y además, le ignoraba.

-— te hagas el tonto —gruñó y caminó hasta ponérsele al frente—. Estoy seguro que tú le hiciste algo a la puerta, te exijo que ahora mismo la abras —ordenó sin levantar la voz.

Zael le vio, ladeó la cabeza sonriéndole e hizo un sonidito melodioso con la garganta. El demonio disfrutaba como el humano se contenía para no soltar la rabia que, era evidente, tenía hacia él ¿Por qué no lo golpeaba? ¿Por qué no le gritaba? ¡Que se rompa rápido!

—¿Te has detenido a escucharme? —preguntó haciendo un mohín. Seguía jugando con su cabello enrollándolo en un dedo mientras movía los pies.

—No puedo creer esto —gruñó el castaño sacando de nuevo el celular para llamar a la policía. Volvía a insistir en la llamada y esta, continuaba caída.

—No, te, liberarás, de mí. La policía, no, hará, nada —daba golpecitos rítmicos con el mechón de cabello sobre el dorso de los dedos con cada palabra que pronunciaba. Le hablaba con pausas tal cual se le explicaba a una persona que usa otro idioma—. Ne-cio —sonrió y vio de nuevo hacia el estresado médico.

Leonard frunció los labios con claro enojo y colgó la llamada. Se guardó el celular y se quedó observando al chico acostado en SU sofá.

—Está bien, está bien, está bien —suspiró y se pasó las manos por el cabello, intentaba buscar la calma que poco a poco parecía írsele con más rapidez que el agua del lavadero—. Lleguemos a un acuerdo. No buscaré a la policía, de todos modos la única opción para escapar de acá es la ventana… —pasó saliva y elevó la quijada soltando un suspiro que buscaba más llenarlo de paciencia que de calma.

—La ventana tampoco es opción, también estará cerrada para ti —corrigió de inmediato el demonio.

—…Y tomaré en cuenta —continuó, ignoró lo que el otro acababa de decirle dedicándole una mala mirada por querer interrumpirle mientras hablaba— que no has robado nada a pesar de tener pinta de delincuente. Aunque no descarto ese calificativo por tenerme secuestrado en mi propio hogar —chasqueó la lengua y le volvió a ver molesto—. ¿Qué es lo que quieres de mí? -finalizó luego de su monólogo inútil.

Zael sonrió.

—No tengo porque robar cosas materiales, tengo todo lo que quiero así que esa opción puedes eliminarla —se rascó la nuca unos cuantos segundos antes de proseguir—. Quiero conocerte mejor, vivir contigo hasta que me canse de tu aburrida vida —confesó sin rodeos meciéndose de un lado a otro—. Para tu desgracia y mi placer te he escogido, eres mi tipo —se encogió de hombros y acentuó la sonrisa—. Deseo que seas mío —la naturaleza sensual con la que impregnaba sus palabras dejaban en claro lo deseoso que se encontraba—, y cabe destacar que yo obtengo todo lo que me propongo.

—¿Qué te da derecho sobre decidir algo que tenga que ver conmigo? —soltó molesto segundos después de haber oído toda la parafernalia que ese sujeto  le había soltado. Ya no fingió más la calma que trataba de aparentar.

—Leo —rio—, nada más recomiendo te acostumbres a mi “andrajosa” apariencia —encogió un hombro e hizo un ademán con la cabeza.

—A mí nadie me da recomendaciones desde hace muchos años. Tú no tienes derecho a decidir por ti mismo cosas que tengan que ver conmigo ¿Quién te crees que eres?

Zael rodó los ojos fastidiado y resopló.

—Eres mío Leo, quieras o no, ya eres mío —cruzó los brazos debajo de la cabeza y comenzó a mover un pie—. Así que vete adaptando a la idea para que no colapses tan rápido —canturreó y le vio.

Los ojos de Zael brillaron en plata por un breve instante, Leonard parpadeó haciéndose ligero atrás por aquello y frunció el ceño. Se frotó el ojo derecho por debajo los lentes y volvió a ver enojado al abusivo chico.

—Tienes serios problemas de megalomanía —concluyó y volvió a girarse para irse a la puerta—. No me estés diciendo Leo, no hay lazo de ningún tipo entre tú y yo —declaró.

El demonio no dijo nada más, se deleitaba con las expresiones del castaño y todo lo que pensaba. “Sí lindura, de verdad mis ojos hicieron eso” respondió en su mente al pensamiento del contrario ensanchando una sonrisa. Se levantó de nuevo y se acercó hasta Leonard viendo como este aún seguía con los inútiles intentos de abrir la puerta.

—Sí la hay —llamó la atención del otro—. Somos “delincuente andrajoso” y “doctor arrastrado” ¿Acaso no es una linda pareja? —soltó con una risilla y se giró para irse a la cocina. 

A Leonard la ceja le tembló de nuevo y un desagradable estremecimiento le recorrió la columna producto de lo que el chico acababa de decir. Prefirió ignorarlo y continuó halando la puerta, giraba la llave de un lado a otro no entendiendo cómo rayos aun no abría ¿Qué le había hecho al seguro ese tipo?

—Es que hasta lo que comes es aburrido ¡No hay ni alcohol ni frituras en esta casa! —lloriqueó desde la cocina. Era increíble, ya era para que Leonard estuviese consintiéndolo y trayéndole todo lo que le pedía ¿Qué demonios sucedía con ese humano? ¿Por qué no caía bajo su efecto?— ¡Leo! —exclamó volviendo hasta el sitio donde estaba el mencionado— Hazme algo de comer, tengo hambre —hizo un mohín inflando las mejillas de forma infantil.

—Que no, me llames, Leo, te dije —gruñó entre dientes halando la puerta entre cada pausa. Le irritaba por demás ese comportamiento ridículo viniendo de un adulto—. No tengo ningún deber contigo, delincuente —murmuró agachándose para ver de cerca la cerradura.

—Pero Leo —insistió con una media sonrisa— no seas así conmigo. Dijiste no irías a la policía y sigues intentando abrir la puerta como un idiota ¿No entiendes que no puedes salir? —bufó— Das mucha pelea, más de la que puede soportar mi agrado —dijo entre dientes volviendo a rodar los ojos hastiado.

—No iré a la policía —contestó el castaño aferrado a la idea de abrir la puerta—. Sólo quiero salir de aquí, no quiero verte ni escucharte —resopló resignado y se puso de pie pegando la frente a la puerta—. Deja de llamarme Leo, basta.

—Pobrecillo, tal vez necesitas un psiquiatra —se burló no pudiendo aguantar la risa que enseguida se le escapó sin escrúpulos, se acercó quedando a un par de metros del estresado doctor—. Entre más niegues mi presencia más te fastidiaré y menos me alejaré de ti ¿No lo has captado? Usa la cabeza —cruzó los brazos después de apartar sus cabellos hacia atrás en un movimiento.

El castaño se giró viéndole con enojo y pasó de él directo al sofá recogiendo el libro que ahí estaba, se fue a llevarlo al estudio y ubicarlo en su correcto lugar. Resignado por no poder salir, se dispuso entonces a ordenar esa habitación sin decir más nada. Igual todo lo que decía al andrajoso no tenía ningún efecto. Zael aplaudió victorioso ante la clara rendición del mayor, giró completamente con una sonrisa divertida como parte de su manera para celebrar, y se acercó hasta el umbral del estudio mirando curioso lo que hacía el humano.

Los preciados libros del psiquiatra estaban regados por todas partes y cada vez que recogía uno lo examinaba con cuidado asegurándose de que no tuviese una página rota. Se encrespaba cada vez que encontraba una hoja doblada y de inmediato la desarrugaba pasándole la mano varias veces. Leonard levantó la mirada y vio a Zael quien le sonrió y le saludó con la mano, entrecerró los ojos poniéndose de pie y se acercó a este. Le colocó el lomo del libro contra el pecho.

—No te quedes ahí viendo —gruñó— Arregla y ordena al menos, todo esto es culpa tuya.

Zael se echó para atrás de la impresión tomando el libro en sus brazos y sonrió divertido con lo que le pedía ¡Al fin lo tomaba en cuenta!

—Si eso te baja la rabia puede que acepte hacerlo —arqueó una ceja viéndole sugestivo.

—Sólo, hazlo —murmuró el castaño y se giró para seguir recogiendo.

El demonio soltó una risilla y abrió el libro para revisar las hojas, desdobló aquellas que estaba con las esquinas pisadas y fue a llevarlo al librero.

Leonard escuchaba al delincuente decir una sarta de tonterías ridículas que empeoraban a medida continuaba hablando. Frases como “soy un pecador por excelencia” “¿Por qué eres tan ordenado?” “Ver todo en orden alfabético me dan ganas de revolverlo” “Que envidia me das, eres muy organizado” “Soy todo lo contrario a ti” y todo eso paseándose en frente de él en ropa interior.

—¿Podrías —interrumpió su cháchara— vestirte al menos? —agregó minutos después volviendo a ignorar la cantidad de majaderías que el delincuente soltaba, él por su lado ya iba a mitad de ordenar sus compactos— Que desvergonzado —gruñó volviendo la vista a los discos. Ni si quiera se iba a molestar en preguntar sobre los comentarios que hacía. Para él todo se trataba de pura megalomanía.

—Ah —bufó—, eres muy quejica ¿Así eras con tu esposa acaso? —dijo fastidiado.

Leonard se quedó paralizado por varios segundos al escuchar aquella pregunta, su mirada se quedó en la portada de uno sus compactos, quedó tan ensimismado que ni si quiera se fijó de Zael materializando ropa sobre sí.

"Eras"

"Eras"

"Eras"

¿Acaso ese sujeto sabía...?

El galeno apretó ligeramente los compactos entre sus manos y continuó arreglándolos. El comentario mordaz del otro le había hecho recordar ese momento amargo de su vida. De verdad que había amado a Lucy y le dolía aun el haberse separado de ella pero no tenía caso continuar esa relación. No después de todo lo que pasó.

“Perdóname…"

Sonrió con tristeza y negó con la cabeza. Quizás el ser tan estricto y metódico con todo hizo que ella lo engañara con otro, o quizás no… la verdad era que no lo sabía, no quiso preguntar, no deseaba razonar…  Aquello era algo que no iba a perdonar jamás. Ella lloró y trató de darle explicaciones, pero no era tan simple perdonar una traición de ese calibre. La confianza se rompió y él no la recuperaría jamás.

—Impertinente —musitó.

El demonio sonrió gustoso, la pregunta que le había soltado había desatado recuerdos interesantes en el castaño que por supuesto no perdió la oportunidad de husmear. Así que se trataba de eso, pobre… Leonard era una de esas pobres almas sensibles que se enamoraban perdidamente. Una pena, sin duda.

—¿Hoy no trabajas, cierto? Es sábado ¿Y si salimos a comer? —ladeó la cabeza apoyándose del umbral de la puerta— Digamos que me dio algo de remordimiento y quiero invitarte, para empezar otra vez —mintió jugando al arrepentido, no podía evitar tratar de sacar tantas expresiones como pudiera de Leonard. Eso era lo que lo había prendido del humano. Ah, como se regocijaba en esas emociones tan paupérrimas que le mostraba. Quería destruirle toda esa coraza de santurrón lo más pronto posible.

—¿Qué? —espetó viéndole incrédulo. “¿Y con alguien como tú?” pensó. Arrugó el ceño y continuó arreglando los compactos— ¿Crees que es así de sencillo? ¿Hago trizas la casa de alguien y luego le invito a comer?

Zael parpadeó confuso. No veía que fuese nada del otro mundo y el humano estaba armando una catástrofe en su cabeza.

—Ah…

—En primer lugar —interrumpió al de cabellos turquesas— no perpetras a la casa de otra persona y lo secuestras…

—Uh… ¿Eso de perpetrar es como penetrar? Porque esa es mi parte favorita —fastidió bajito Zael al galeno mordiéndose el labio.

Leonard no escuchó el comentario de Zael, sólo continuó hablando mientras seguía organizando el desastre que este había hecho.

—…Y en segundo lugar, no hemos terminado de arreglar todo lo que hiciste —volvió a verlo. Zael le sonrió haciéndose el desentendido mientras cargaba tres libros en sus brazos—, así que si tienes mucha hambre, puedes ir viendo tú solo que harás —frunció el ceño y bajó la mirada—. No puedo creer que siga hablando contigo, que desesperante —rezongó.

—Eres tan estirado y aburrido —suspiró el demonio negando con la cabeza. Acomodaba los libros en el estante correspondiente— ¿No te cansa ser así? Al menos grítame o has algo —susurró lo último—. Y no es que haya roto nada, sólo eres un exagerado —agregó sin más llevando las manos a la espalda—. Apuesto a que este orden sólo busca tapar lo retorcido que eres —soltó suspicaz viéndole con una ceja arqueada.

—Piensa lo que quieras –murmuró Leonard sin llegar a ser grosero. Revisaba el protector de uno de los compactos que parecía estar rayado.

Zael frunció los labios al verse ignorado por el galeno, hasta en sus pensamientos lo escuchaba sólo hablar de un jodido compacto rayado.

—Esto es increíble —resopló el demonio girándose de nuevo para recoger otro libro ¿Y por qué rayos tenía él que hacer caso al humano con todo lo que le pedía? “Paciencia Zael, todo sea por una buena cena” pensó para sus adentros—, en toda mi vida nunca me había topado con alguien tan estirado y obsesivo como tú.

—No saques conclusiones de mí tan a la ligera. Todo forma parte de mi orden mental que tú volviste chiquero —bufó el galeno—. El tener tu alrededor organizado es bueno para... —frunció el ceño y no siguió hablando. Dio una mirada general al haberse todo recogido y caminó hacia el umbral de la habitación— No tengo porqué estar dándote explicaciones —farfulló enojado y salió.

El demonio de cabellos turquesas soltó una risilla encantadora con lo que murmuraba el castaño, y entretenido por las reacciones del humano le siguió.

—Pero si me la estabas dando —canturreó—. Leo —sonrió—, sólo te quiero conocer mejor y no te dejas —suspiró entrando a la habitación del otro. Se acercó la cama e hizo espacio empezando acomodar. Se reía de sí mismo por ello ¿De cuándo acá él ayudaba a un humano con simples tareas de hogar? El máximo acto que hacía por ellos era desvestirlos… Y ahí estaba, doblando una camisa como un vulgar sirviente.

—No comprendo tu interés conmigo, y deja de llamarme Leo —espetó—. Si ya has visto que no estoy de acuerdo, no entiendo la insistencia. Me fastidias —agregó obstinado. Ordenaba las camisas por colores en ganchos dentro del clóset. Acciones que ponían en evidencia el pequeño trastorno obsesivo-compulsivo que tenía y que no aceptaba.

—Entre más te molestes, más interés me creas —susurró—. Y ya como no puedes evitarlo sigo aquí fastidiándote —alzó las manos dándole la simple explicación de lo que eran sus intenciones. Bueno, sólo un poquito. Su verdadero interés iba más allá de la imaginación que tuviese la mente cuadrada de su nuevo juguete.

—No puedo creerlo —murmuró el castaño negando con la cabeza—. Esto es un completo abuso —colocó con brusquedad una de las camisas en el gancho—. Una gran falta de respecto —colocó otra de la misma manera en la sección de las azules oscuras— Una deliberada violación a mi vida privada ¡Y ni si quiera la policía es capaz de llegar! ¡No tengo idea de cómo lo haces! —colocó ahora una gris plomo y comenzó a ordenar las de ese color— Ni voy a preguntar tampoco —murmuró irritado.

Desde su posición, Zael imitó los movimientos del doctor exagerándolos a su manera, entretenido con cada una de sus palabras. Sigiloso, se acercó hasta Leonard al punto de que sus labios rozaron la oreja de este.

—Hay cosas que es mejor no saber, Leonard —sopló la oreja del castaño y se alejó.

El mencionado se encrespó por completo y se giró escandalizado por esa cercanía. Se cubría la oreja con la mano y el enojo desbordaba en sus ojos.

—No vuelvas hacer eso, mantente alejado de mí —dijo con los dientes apretados.

Zael se colocó la mano en el pecho y le veía perplejo.

—¿Hacer qué? —parpadeó inocente— ¿Decirte que hay cosas que es mejor no saber? —se llevó el índice a la quijada y vio al techo— Aunque, ya te dieron una pista, pero eres muy cuadrado —hizo el dibujo en el aire— como para darte cuenta.

—No me interesa —entrecerró los ojos y se giró para seguir acomodando las camisas—, no me interesa saber nada de ti. Eres un delincuente, es todo.

—Un hermoso delincuente —ronroneó engreído. Zael era un demonio de lujuria, incluso hasta en el hablar era seductor. Y estaba intrigado con el porqué ese humano terco no era afectado por su poder— que no te ha robado, ni violado, ni matado, incluso cuando colapsaste te llevé a la cama. ¿O preferirías que fuese como los demás? —apuntó al castaño haciendo una seña con sus dedos de tener una pistola por mano, cerró un ojo fingiendo que le apuntaba a la cabeza— ¡Bang!

El psiquiatra le miró por un par de segundos y bufó tomando más ropa del suelo para ordenar.

—¿Y quieres un premio por eso? —aplaudió un par de veces— Bravo —espetó y continuó doblando los calcetines—. Te felicito por no matarme ¿Qué sigue ahora?

Zael se sorprendió al instante ampliando su sonrisa con lo punzante que llegó a ser Leonard ¡Al fin! Pensaba, ese comentario le había hecho más feliz de la cuenta.

—¿Puedes seguir siendo sarcástico?  Me fascinó —entrecerró los ojos sin apartar su mirada extasiado por ese vislumbre de socarronería del mayor. Se mordió el labio y suspiró sintiendo las mejillas calientes "Haces que quiera perder el control de mis actos". Ese humano tenía que ser de él ya.

El mayor le miró con desagrado por todas esas expresiones que hizo y volvió de nuevo la vista a lo que hacía.

—Fenómeno —murmuró—. Deja de burlarte de mí, sal de aquí, no quiero escucharte.

Y así era como cortaba la magia del momento. Zael dejó de sonreír al instante y volvió aproximarse al galeno. Cuando este le vio, el demonio iluminó sus ojos en plata buscando hipnotizarlo y se le acercó al rostro.

—Leo, ¿Cuánto tiempo más seguirás con esa necedad? Me estás haciendo perder la paciencia —siseó amenazante. Llevó la mano derecha hasta el pecho del mayor depositando sólo una suave caricia—. Conocerás tu lugar —curvó una sonrisa maliciosa.

Leonard dejó caer las corbatas que tenía en la mano cuando fue prendado de los ojos contrarios. Un escalofrío le recorrió la espalda y por un breve instante una extraña fuerza le hizo experimentar una desagradable atracción al contrario. El galeno desvió la mirada de este con dificultad, al hacerlo fue como si recuperara el aire de repente. Jadeó haciéndose hacia atrás quedando atrapado contra la esquina del armario.

—Leonard —continuó el demonio dando un paso hacia el doctor. “Que fortaleza mental tienes…” pensó emocionado

El mencionado veía hacia la mesita de noche donde estaban sus lentes, quería acercarse y tomarlos para asegurarse de que lo había visto era verdad. Pero una parte de él se negaba a creer aquello. Volvió a encresparse al sentir el dedo de Zael colándose por el cuello de la franela.

—…Aquí no hay justicia que valga, así que más vale te acostumbres y dejes de ser un maldito imbécil —espetó fastidiado. Arqueó las cejas dedicándole una mirada de desprecio que sólo tardaría segundos—. Aclarado este punto…

Leonard le vio de nuevo con el cambio repentino en el tono de voz, ahora le sonreía y sus orbes grises ya no brillaban ¿Sería eso una alucinación por el estrés?

—…Pediré una pizza para ambos ¿Te apetece? —preguntó con exagerada amabilidad. Sacaba el móvil del bolsillo y se dio la vuelta marcando el número del local.

El psiquiatra tardó varios segundos para recuperar la movilidad, aquello había sido tan extraño que no se lo explicaba por ningún lado. Dio un respingo y se movió para alcanzar los lentes en la mesita de noche. Buscó a Zael con la mirada, este hablaba animado por el celular ordenando comida. Cuando se hubo tranquilo, se acercó hasta el de cabellos turquesas. Observó los ojos de este con detenimiento, el mismo le regresaba la mirada y sonreía.

—¿Qué rayos…? —murmuró negando con la cabeza. Le veía con el ceño fruncido.

Zael levantó la mano enseñándole la palma dándole a entender que esperara. Así que todavía se mostraba incrédulo “Crees que fue culpa de tu migraña, que tierno…” pensó el demonio.

—Sí, no… más nada. Por favor, gracias, eres un amor —dijo a la chica por el celular y colgó—. Espero que te agrade el pepperoni.

Leonard le veía confundido, seguía con el entrecejo fruncido apretando cada tanto los párpados. Los ojos de Zael seguían igual de grises, atribuyó aquel evento a un pródromo de la migraña y se alejó de nuevo. Terminaría de ordenar lo que faltaba y tomaría una pastilla.

—Odio la pizza —gruñó tomando más ropa de la cama para doblar y guardar.

—Bueno, siempre puedo comerme eso yo solo ¿Qué dices del sushi, te gusta?

—No tienes porqué mostrar amabilidad conmigo, delincuente —respondió. Poco a poco iba recuperando de nuevo la calma—, yo puedo preparar mi propia comida. Y no me hables, me perturbas.

—Y te seguiré perturbando hasta el final de tus días —dijo Zael soltando una risilla, se giró y volvió a sentarse en el borde de la cama—, apenas ayer empezaste a ser mi juguete, así que como buen hombre, deberías seguir recomendaciones cuando estás en aprietos —cerró un ojo y se estiró.

Leonard apretó el juego de corbatas que tenía en las manos, escuchar esas atrevidas palabras le generaba una mezcla de temor y rabia.

—¿A qué juega? —se giró. Sostenía fuertemente las corbatas entre sus dedos— ¿Sólo porque hacía mi trabajo tienes que venir a amargar mi vida? ¿Qué querías que hiciera? ¿Siendo médico, debía haberme quedado en silencio mientras tú te burlabas de un paciente? ¡Eso es ilógico! Tus trastornos de megalomanía no vengas a descargarlos conmigo —ya al final levantó un poquito la voz y una leve puntada le atravesó la cabeza—. Rayos... —dejó las corbatas en una de las repisas y salió de la habitación. Caminó hasta la cocina para tomar la pastilla antes de que el dolor evolucionara, quiso abrir las ventanas buscando aire fresco… sólo que estas se encontraban atoradas.

Zael resopló fastidiado al ver a su presa salir, Leonard era uno de esos humanos que cualquiera de sus homólogos ya hubiese devorado… “Yo no soy como ellos, ten paciencia Zael, tenle paciencia a esta… sabandija resistente”.

—Bla, bla, bla, bla… repites lo mismo una y otra vez, quejas, quejas, quejas —dijo en voz alta caminando por el pasillo. Llegó a la cocina y volvió a sonreír juguetón, Leonard intentaba abrir la ventana— ¿Quieres que la abra por ti? —canturreó.

—No, yo puedo sólo —gruñó el galeno. Quitaba y ponía el seguro varias veces e intentaba halarla.

El demonio se llevó el índice a los labios mientras soltaba una risilla.

—¿Seguro? No está a-to-ra-da —soltó cantarín.

—Silencio —murmuró el castaño mientras seguía examinando el pestillo.

—Daré la señal… Uno, dos y tres —la ventana se abrió de par en par de un sólo movimiento. Se cruzó de brazos y arqueó la ceja, encogió el hombro arrogante mientras se regodeaba en las reacciones contrarias.

El mayor se quedó perplejo con la perilla de la ventana abierta en las manos y parpadeó varias veces confundido.

—Tiene que ser una coincidencia —le vio de mala gana—. Definitivamente —y volvió la vista hacia el exterior recibiendo la brisa fresca en el rostro.

—Doctor, las coincidencias no existen —dijo en tono dulzón. Caminó hasta uno de los bancos y tomó asiento mientras seguía observando al de cabellos castaños—. Si quieres puedo cerrarla otra vez desde aquí —le miró por sobre su hombro con una sonrisa juguetona.

—Está bien, está bien, está bien —dijo dándose la vuelta levantando la palma de la mano—. Explícame por qué no es una coincidencia entonces —bufó con sorna. Se levantó y se dirigió a la nevera para buscar más agua. Tenía la garganta seca.

—¿Eres ciego o te haces? —resolló apretando los dientes— Es tan evidente mi peculiaridad —sonrió dando una palmada sonora, y al instante, todas las puertas abiertas del departamento se cerraron generando un estruendoso sonido, incluyendo la ventana de la cocina— ¿Ves? No es ninguna “coincidencia”.

El médico dio un respingo y casi suelta el vaso que cargaba en las manos. Abrió los ojos de par en par cuando vio la ventana cerrada, pues él sabía perfectamente que por  más viento que hiciese, la misma no era capaz de cerrarse sola. Giró la vista con lentitud al chico y pasó saliva por la garganta. Su mente comenzó a trabajar descartando la lógica… Para que no atraparan a Zael, la policía no encontrara su casa, la puerta que no abría por más que lo intentaba, el que haya entrado a su casa sin forzar la cerradura... y, claro, esos irises brillando sobrenaturales. Ya la teoría de los fosfenos no estaba funcionándole. Dio un paso inconsciente hacia atrás viendo a Zael con precaución.

—¿Quién... no, qué es lo que eres?

En todo ese tiempo, los ojos del demonio se clavaron en los ambarinos del galeno. Escuchaba atento cada pensamiento de este “Por fin algo divertido” pensaba.  ¡Adivinanzas! Uno de sus juegos favoritos.

—¿Es correcto que te lo diga? Perdería la gracia si lo hago —alzó su dedo índice hasta los labios dando la impresión de que pensaba en ello— ¿Por qué no adivinas mejor? —le vio con picardía.

—Odio las adivinanzas —dijo entrecerrando los ojos. Pensar en un mago o un psíquico era algo descabellado, y justificar lo paranormal con coincidencias ya estaba de más. Nunca había estado en una situación como esa y no sabía qué hacer con exactitud o cómo defenderse, además de que... lo que sea que fuese, lo tenía atrapado—. ¿Qué es lo que eres y qué quieres de mí? —repitió con firmeza.

Zael sonreía travieso, cada pensamiento del castaño casi le desataba una carcajada.

—Sí, tienes razón, es algo descabellado pensar eso —rio entre dientes divirtiéndose al fin como quería… La confusión en el rostro del “muy seguro” doctor, lo tenía extasiado. Le encantaba ese humano— ¿Tú odias muchas cosas, no? —arqueó las cejas un par de veces— Y no volveré a repetirlo; lo único que quiero es conocerte, deseo entretenerme contigo, eres muy interesante —cerró los ojos—. Sigue dándome opciones para darte pistas, no tienes casi imaginación por lo que puedo ver. No soy un mago…

Leonard no podía definir su estado emocional en ese momento, veía atónito al de cabellos fosforescentes. Se llevó una mano a la cabeza y negaba con esta ¿Acaso también…? ¡No! Eso no podía ser, tenía que ser una coincidencia…

—Basta de juegos —replicó el galeno rechinando los dientes.

Zael bufó a punto de decirle algo más, pero el timbre sonó interrumpiéndolos. El demonio sonrió de nuevo.

—¡Mi pizza! —exclamó dando un palmadita— Ya regreso —canturreó poniéndose de pie.

Leonard espabiló, no tenía idea de lo que sucedía pero ese era su momento para escapar. Cuando escuchó la puerta dejó todo lo que cargaba en las manos en el mesón y se apresuró a salir, huiría aprovechando que la puerta iba a ser abierta. Pero justo a unos cinco pasos de su meta, se quedó paralizado. No pudo moverse, sus pies no se despegaban del suelo y la voz no le salía. Vio aterrorizado hacia la puerta, buscó contacto visual con el repartidor pero este no le prestó atención.

—Gracias lindura —rio coqueto al chico.

—D-de nada —respondió el sonrojado muchacho—, n-no es necesario que me de propina.

Incluso ese insulso repartidor caía en el encanto del demonio ¿Por qué Leonard no lo hacía? ¡Joder!

—Que amable —rio encantador—, pero nada, acéptala —siseó dulzón guiñándole un ojo y se despidió para volver a entrar. Levantó la mirada lento hacia el estático humano y parpadeó malicioso sonriendo de medio lado.

Leonard pudo moverse por fin y corrió a la puerta, Zael lo torturó hasta un paso de está cerrándola justo cuando el galeno colocaba las manos en el picaporte.

—Oh, que pena doctor —canturreó—, no me fijé que querías salir.

El galeno respiraba agitado viendo con terror como la puerta de nuevo no abría, y esta vez estaba sin el seguro. Era imposible de cerrase así sin una llave. Pero… No iba a darle el gusto a ese sujeto de escucharle gritar o entrar en pánico, dio un último intento halando el picaporte y aquello le sentenció a estar encerrado en su propia casa a merced del otro.

Zael por otro lado caminó hasta la cocina mientras disfrutaba del terror en la mente del doctor, de sus inútiles intentos por mantenerse en calma y de la avalancha de preguntas que se hacía este por aquella situación.

—Basta ya —susurró el castaño. Llegó a la cocina, la mezcla de rabia y miedo se reflejaba en cada centímetro de este— ¿Qué rayos es lo que eres?

El demonio agarraba un triángulo de pizza para darle el primer mordisco. Malditos humanos y sus comidas placenteras… Aun recordaba al creador de esa maravilla, no era muy atractivo pero fue magnifico que le consintiera con una “comida especial” como esa.

—Ah... ¿Fuiste niño alguna vez? Tienes cero en imaginación y cero en percepción —le guiñó un ojo dándole otro mordisco a la pizza—. Por eso es que eres tan monótono y estirado.

Leonard apretó la mano en puño ¿Imaginación? Claro que tenía imaginación, pero con la mezcla de emociones que cargaba en ese momento no era como si tuviese cabeza para pensar con claridad. En su mente la única idea que rondaba era el huir de ahí, hasta lanzarse contra el cristal de las ventanas se le hacía atractivo.

—No... No me interesa lo que digas —replicó con voz firme—, y no tienes derecho a juzgar mi vida —veía con recelo al sujeto, le enervaba que estuviese comiendo esa porquería en su casa como si nada. Y más todavía en esa situación de desesperación en la que le estaba haciendo caer—. Antes de que invadieras todo mi entorno, yo estaba tranquilo, estaba feliz —continuó. La voz le temblaba ligero pero se negaba a alzarla.

El demonio tomó otro bocado de la pizza y masticaba disfrutando del sabor. Veía a Leonard con una ceja arqueada y cuando por fin se calló, se le rio en la cara.

—¿De verdad? Eres un mentiroso —declaró—. Nada más hay que ver cómo te pones cuando menciono a tu exesposa —lamió los dedos arqueando una ceja mientras le veía—. Pero bueno, dejemos de hablar de tu patética vida —soltó con una risilla mientras abría la lata de cerveza que había ordenado—. Regresemos al tema principal: Yo —encogió un hombro—. Adrián dio una gran pista ¿Sabes?

Leonard escuchaba cada cosa que decía y bajó la mirada cuando le mencionó el tema de su exesposa. Apretó los dientes con fuerza entrecerrando los ojos.

—Basta —murmuró—, sólo haz lo que has venido hacer y vete —soltó como último recurso. Estaba encerrado en su propia casa, secuestrado por quién sabe qué cosa y vulnerable… si era capaz de dejarlo sin posibilidad de moverse ¿Qué podía hacer contra eso? ¿Qué? Lo único que sabía era que no iba a doblegarse ni humillarse, aceptaría lo que fuese a pasar pero no se pondría de rodillas.

Zael mantuvo los ojos cerrados mientras comía la siguiente porción de pizza, degustaba lento el sabor y no perdía detalle de lo que pasaba por la mente del castaño. Aunque era aburrido, le intrigaba esa fortaleza que tenía. Cualquiera estuviese reducido en terror, pero Leonard pese a sentir el miedo y la rabia en él, se esforzaba por mantenerse sereno. Sus ganas de romperlo iban en aumento.

—Lo que he venido hacer dices —le volvió a ver y se relamió los labios—, lo que he venido hacer me ha tomado más tiempo de lo usual —agarró otro trozo de pizza—, puedo darte un adelanto después de que me termine este manjar —siseó seductor dando otro mordisco.

Leonard negó con la cabeza y apretó los dientes. El corazón le latía fuerte y sentía escalofríos, odiaba tener que estar a la expectativa y a merced de un delincuente.

—¿Pretendes que me quede tranquilo acá viendo como comes y bebes licor en MI casa como si fuese la tuya? —caminó hasta él y llenándose de valor tomó la caja junto a la lata de cerveza— No, lo siento mucho. Yo no acepto esta situación —se giró hacia la puertilla que daba a la papelera—, esta no es tu casa y no harás lo que te dé la gana.

El de cabellos turquesas arqueó la ceja y vio perplejo a Leonard haciendo todo aquello. Su sonrisa se borró de inmediato y continuó comiendo el trozo que aún tenía en la mano.

—Si yo fuera tú no haría eso, Leonard —amenazó Zael.

El mencionado se detuvo cuando le escuchó, aquello había sido como oír a otra persona hablar. El estremecimiento que le recorrió la columna no le dejó soltar la caja y la lata de cerveza en la basura ¿O fue de nuevo paralizado por ese chico?

Zael se levantó luego de terminarse el trozo que comía y se acercó al galeno plantándosele en frente. Se lamía indecente los dedos mientras clavaba su mirada encendida en plata en los aterrorizados ámbares. Le sonrió y le quitó la caja junto a la lata para colocarlo en el mesón, volvió a verle entonces tomándole del cuello de la camisa. La sonrisa se le borró del rostro de inmediato.

—Pretendo hacer lo que me plazca —a pesar de que era casi una cabeza más bajo que Leonard, lo levantó unos centímetros del suelo sin mostrar nada de esfuerzo. La expresión de terror en el galeno casi le hacía sonreír de nuevo—. Yo también lo siento mucho Leo, pero a mí no me molestarás con tus estupideces mundanas. Yo soy quien ha venido a joderte la vida, yo soy quien ahora tiene control sobre ella te guste o no —lo acercó hasta su rostro—, si la atesoras, te sugiero cooperes para que no quedes peor que Adrián, una basura más —lo soltó dejándolo caer al suelo. Le vio desde lo alto con desprecio por unos segundos y luego volvió a sonreír— ¿De acuerdo? —finalizó de nuevo con ese tono dulzón de siempre.

Leonard quedó de rodillas en el suelo con las manos en el cuello tosiendo. Levantó la mirada al otro aterrorizado ¿Qué acababa de suceder? ¿Qué había sido todo ello? Esos ojos definitivamente brillaban, y le habían levantado ¡Ese chiquillo le había levantado!

"...Es el diablo, el diablo..."

De repente las palabras de ese paciente resonaron en su mente, abrió los ojos de par en par y se llevó una mano a la boca. Veía con ojos muy abiertos el suelo mientras el terror hacía estragos en su cuerpo, llegar a esa terrible conclusión… No, eso no podía ser cierto. Esa cosa no podía estar en su casa, no podía… Dios jamás permitiría tal cosa.

—Dios siempre está ocupado ¿Sabes? —canturreó el chico.

Leonard levantó la mirada horrorizado hacia el de cabellos turquesas cuando le escuchó decir aquello. Lo estaba escuchando, Zael estaba dentro de su cabeza… ¿Por qué? ¿Cómo pudo pasar aquello? ¡El mismísimo diablo era el que tenía en frente!

Zael no dejaba de deleitarse con el ya no tan valiente doctor.

—Que tierno —rio—. Pero no, Adrián me halagó en grande al llamarme así. Su servidor jamás podría compararse con la majestuosidad del perfecto Lucifer —siseó con picardía. Estaba sentado en el mesón, tenía la pierna cruzada sobre el muslo y movía el pie de forma rítmica—, es…

—¡Basta! —exclamó Leonard encogiéndose en el suelo— ¡Sal de mi cabeza! —gritó enterrándose los dedos en el cabello—. No quiero —susurró—, yo, no voy a escucharte.

Zael abrió los ojos con sorpresa al escucharle al fin gritar, ladeo la cabeza y se cruzó de brazos. Ensanchó su sonrisa al ver por fin al humano doblegarse.

—Ahora me estás dando pena —negó—, pero tú te lo buscaste. Por lo general, no revelo tan pronto mi condición de demonio. Así que considérate un humano muy especial —se inclinó hacia delante sin perderle de vista.

Leonard cerró los ojos con fuerza, se tapaba los oídos con desesperación y aun así seguía escuchándolo. Se sentía sucio por sólo cruzar palabras con él, incluso escucharlo. Un demonio... En su casa... Cómo un engendro como ese podía pisarla.

"Dios, ¿Qué está sucediendo aquí? ¿En qué te fallé?" negaba con la cabeza repetidas veces y ni si quiera quería abrir los ojos, no deseaba seguir viendo a esa cosa.

Zael chasqueó la lengua fastidiado con los pensamientos de Leonard. Que humano tan molesto, creyente de esa magnitud siendo hombre de ciencia ¡Que chiste tan de mal gusto! Resopló resignado y se levantó del mesón. Sonrió viendo al manojo de emociones que rezaba incontrolable en el suelo, mordía su labio de gusto. Al menos había conseguido reacciones divertidas en el estirado personaje.

—Leo —llamó con ternura al humano. Se agachó a su nivel y le tomó con suavidad de las mejillas. Hacía uso de su poder para poder manejarle con más facilidad. Leonard mostraba resistencia, pero la fuerza de Zael era mayor—, poniéndote así me entran muchas ganas de hacerte maldades, te ves adorable —su mirada se encendió de nuevo en un brillante plateado mientras que con el pulgar le frotó el labio— ¿Qué dices? —se relamió con descaro— ¿Comenzamos?

Notas finales:

Bueno, por los momentos es todo... Espero sea de su agrado y si no, bueno gracias por leer de todos modos =)

Que tengan lindo día.

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Les cuento que Zael no es de mi autoría, es un OC creado por una muy buena amiga (nombre clave (xD): Shintaworld) y me hizo el favor de hacerme la ilustración de su personaje y el mío (Leonard) =D ... Les comparto las fichas ilustradas =)

Zael

Leonard

Están en mi tumblr, esa es la red social que suelo usar con más frecuencia para quienes me preguntaron por ello. 

 


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