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Pequeño contratiempo por Shinjimasu

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Me siento como un completo idiota.

Desde el momento en el que ese irritante doctor me dijo que Ritsu estaba en cinta se ha creado problema tras problema. No solo tuve que lidiar con su reproche, sino que también con el del director, con las molestas miradas de los profesores y algunos estudiantes que se enteraron por razones que quiero ignorar, y por supuesto, con mis padres.

Ese día, poco después de que el doctor terminara de explicarme las razones del porqué había sucedido eso –razones que ahora ignoro puesto que no puse atención- Ritsu despertó. El especialista lo atendió y me obligó a quedarme ahí sentado hasta que me llamara. Tardó algunos minutos, pues obviamente tenía que explicarle al asustadizo chico lo que sucedía y sucedería después. Yo me mantenía atento a sus palabras, pero perdí la concentración cuando me di cuenta de que indirectamente me estaba culpando a mí.

Frases como “No es culpa tuya en lo absoluto” “La responsabilidad es de quien se aprovecha de otras personas” “Hay gente con la que no debiste relacionar” y otras más me culpaban de todo. Pero bueno ¿Qué podía esperarse de alguien que atiende al respetable y honorable hijo de uno de los hombres más poderosos de la ciudad? No me sorprendí en lo absoluto.

Sin embargo incluso yo tengo un límite y me levante para irme. Necesitaba pensar, pero antes de eso noté como la voz del médico comenzaba a bajar de tono, a lo que supuse que estaba susurrándole cosas que obviamente quería que yo no escuchara. Me acerqué a la puerta para tratar de entender mejor pero era imposible hasta que por fin escuché como se abría la puerta y dejaba salir al doctor.

-Ven conmigo- me dijo

Lo seguí, pero me di la libertad de mirar la puerta abierta que había dejado atrás, donde pude ver a Ritsu mirándome con sus ojos llenos de lágrimas.

-¡Ahora Saga!- exclamó desde lo lejos el irritante hombre a lo que yo tuve que seguirlo

De esa manera y justo como lo pensé me llevo directo a la oficina del director, haciéndome esperarlo en la sala de estar. Pasaron los minutos y seguía sin salir y sin llamarme por lo que comencé a suponer que no se limitarían a hablar conmigo a solas. Poco tiempo después pude confirmar mis sospechas cuando vi llegar a mis padres… a ambos. Salió el doctor casi de inmediato y los hizo pasar. Nadie me dirigió la palabra ni mucho menos me miraron.

Tuve que esperar otro lapso de tiempo hasta que por fin me hablaron para que entrara pero en ese momento me di cuenta de que era mejor quedarme afuera. No bastó con el sermón de antes del doctor, sino que tuve que escuchar el del director también, y de mis padres ni una sola palabra. Ahí perdí dos horas.

Fue cuando emprendí el regreso a casa. Mis padres no me dirigieron la palabra en lo absoluto hasta que llegamos, lo que me dio tiempo de hacerme una idea de lo que iba a suceder… y sucedió.

Sorata me esperaba como de costumbre y eso desató el enojo de mi madre. Me reprochó el  porqué ese maldito gato seguía ahí y terminó por descargar su frustración contra mí, dándome una bofetada que yo ya esperaba. Me dijo que era una decepción y que no entendía como pudo creer que yo sería diferente a mi padre entre otras cosas que ya olvide y eso, a su tiempo provocó que mi padre también comenzara a discutir y yo no podía escapar del lugar aunque quisiera. Por fin mi madre terminó por cansarse y se escondió en su habitación, situación que mi padre aprovechó para “hablar” conmigo.

No hubo mucha diferencia y mi seriedad ante la “plática” hizo que mi padre también perdiera la cordura y arremetió sobre mí de la misma manera que mi madre… y en el mismo lugar, en mi mentón del lado izquierdo.

“Son tal para cual” pensé

No encontré nada más que hacer y salí de mi casa a dar una vuelta, necesitaba pensar sobre muchas cosas.

De regreso estaban todas las luces apagadas y Sorata no me esperaba. Me extrañó mucho que no estuviera ahí y lo llamé, pero no acudió a la entrada. Me tome unos minutos para buscarlo pero no obtuve buenos resultados lo que me hizo darme cuenta de que se habían deshecho de él, pero ni siquiera me molesté en enfadarme, ya no tenía caso puesto que ahora estaba a merced de lo que ellos quisieran. Subí a mi habitación y me tiré sobre el suelo, durmiendo, esperando a que llegara la mañana sin nada más que pensar o desear.

Cuando abrí los ojos pensé que había dormido más de la cuenta, pero no me preocupó ya que era un hecho que no iría a la escuela.

Pasaron apenas un par de minutos cuando mi padre entró sin tocar y me dijo que me vistiera para ir a la escuela… que los padres de Onodera estarían ahí.

No le reclamé por no haber tocado ni por siquiera darme los buenos días, tampoco por la desaparición de Sorata, ni siquiera tenía miedo de nada porque ya sabía lo que estaba por pasar. Antes de salir fui al baño y me fijé en la marca que tenía mi rostro después de que mis padres se molestaran conmigo y solo pude cubrirlo con un pequeño parche blanco.

Llegamos y entramos de inmediato a la oficina del director, donde ya estaban los padres de Onodera y él mismo. Se veía muy nervioso y como siempre tenía su cabeza agachada. No me interesó imaginarme todo lo que sus padres le hubieran dicho sobre lo que estaba pasando.

Es aburrido y estúpido repetir todo lo que se dijo en ese momento, pero en pocas palabras, después que la madre de Onodera diera una cátedra sobre los valores y la responsabilidad de una escuela sobre ver por el bienestar de sus alumnos, salimos sin resolver absolutamente nada. Claramente las cosas no terminarían así, sino que el objetivo de eso fue dejar al colegio fuera de este problema.

Salimos todos juntos por la puerta principal y dos automóviles lujosos esperaban afuera: en uno subió Ritsu y su familia y en el otro mis padres y yo.

Hicimos media hora de camino hasta una gran casa, propiedad obviamente de ellos, en la que entramos. Cuando menos me di cuenta estábamos todos sentados alrededor de una mesa donde únicamente faltaba Ritsu, lo cual no me inspiró confianza: si esta situación era de ambos no entendía qué papel desarrollaban nuestros padres, ni mucho menos el hecho de que él no estuviera presente.

Entonces comenzó la plática.

Yo me limité a quedarme callado y solo escuchar, responder cuando se me preguntara y poner cara de culpable… tal y como ellos querían. Pero tuve que cambiar esa actitud después de un rato.

Cuando un hijo se ve atacado, los padres saldrán en su defensa. Sea culpable o no, siempre tratarán de protegerlo, sin embargo mis padres no son así y dijeron que yo me haría responsable por absolutamente todo lo que había hecho: una vez más todo sonaba a que era culpa mía y solo mía.

Me di cuenta entonces de que para ellos era muy fuerte su necesidad de deshacerse de mí y cuando el padre de Onodera me preguntó directamente si asumía la responsabilidad le dije que sí. Después de todo era lo querían escuchar y a fin de cuentas ya no importaba lo que yo pensara… nunca había importado.


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