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MEMORIES por Sakurako

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Notas del capitulo:

Hola. 

De verdad siento mucho tardar tanto en actualizar. 

Pero espero que les guste este corto capítulo. 

 

SEGUNDA PARTE

 

Tic… toc… tic… toc…

Ese maldito sonido era realmente exasperante. Se quedó mirando el reloj, parecía intentar destrozarlo con la mirada, pero no estaba funcionando. Estuvo a punto de levantarse de esa incómoda silla y reventar el aparato a puñetazos, pero el sonido de tacones acercándose se lo impidió.

-¡¿Sakura?i! ¡Ja! Jamás creí que volvería a verte.

Sakurai se puso de pie enseguida, la voz de esa mujer pareció asustarle. Hacía más de treinta años que no la veía o escuchaba y aun así parecía que fue ayer cuando la dejó tendida en esa cama, desnuda y dormida. Se volvió para mirarla a los ojos y allí estaban los años perdidos.

-Nagisa. Hola.

-Treinta y tres años. ¿Y lo único que se te ocurre decirme es “Nagisa. Hola”? Sí que eres original.

Ambos se quedaron en silencio. Sakuraí porque no tenía ni idea de qué demonios hacía ahí. Y Nagisa… tampoco tenía idea qué hacía él allí.

El silencio fue largo e incómodo. Y ella fue más valiente, fue ella quién lo rompió.

-¿Qué estás haciendo aquí, Sakurai?

-Conocí a mi hijo.

Otro pesado silencio. Y otra vez fue Nagisa quien lo rompió.

-Hideto…- susurró tan bajo que Sakurai no pudo escucharla, pero tampoco se atrevió a preguntar qué había dicho. -¿él…?

-No. Él no sabe que soy yo, su padre.

-¿Por qué? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo se conocieron? ¿Cómo te diste cuenta de que él…?

-Bueno, yo…- tenía tanta vergüenza de decírselo. De verdad, no sabía qué hacía ahí.

-¡Dímelo! ¿Cómo…?

-Bueno, es qué él… yo… mejor dicho… yo no sabía y….

-Oh… comprendo…- dijo y luego le siguió una carcajada oscura, sombría, casi malvada. –Así que es eso…

Sakurai se quedó mirándola. Ahora, más que nunca sintió tanta vergüenza, tanto miedo.

Esa no era la mujer que había conocido, hacía poco más de un minuto que se habían reencontrado pero esa no era la Nagisa que él recordaba. Esa mujer dura, casi cruel. Dónde estaba esa candidez, esa timidez, esa ingenuidad…

-¿Qué se siente enamorar a tu propio hijo? ¿Qué se siente desearlo de esa manera? ¿Eh?- Sakurai estaba petrificado. ¿Por qué demonios había ido allí? ¿Qué había esperado? –Sabía que eras un maldito pervertido, pero esto… ¡Qué clase de degenerado hace eso!

-Yo, yo no sabía. Yo de verdad no sabía que… ella me dijo que… que nuestro hijo había… que tú habías abortado….

-Y le creíste. Claro que le creíste, no hiciste preguntas, no querías saber, nunca te interesó. Sólo escuchaste lo que querías, ¿no es cierto? Un hijo muerto, una responsabilidad menos. Nada de qué preocuparse.

-Por favor…

-¿Qué? ¿Quieres que me detenga? ¿Por qué demonios estás aquí? ¿Tienes tanto miedo que él sepa quién eres?- otra sonrisa llena de ironía.

-¿Has hablado con él?- preguntó como si ella no hubiera dicho nada. –Claro que has hablado con él. Él… ¿él preguntó por mí?

-¿Por qué querría conocerte?

-Tienes razón. No debería.- pareció pensarlo un momento y luego continuó. –Supongo que la única razón por la que estoy aquí es para asegurarme de que… que él no lo sepa.

-Sí tienes miedo.- rio de nuevo. Consciente de que lo que decía era verdad. –Tienes miedo del juicio de tu propio hijo. Gracioso.

-Creo que fue mala idea venir.

-¿Tú crees? Yo siempre creí que había sido mala idea conocerte, pero ya vez, aquí estamos.

-Adiós Nagisa.

-Adiós. Y esta vez espero que para siempre.

Sin resistir más, Sakurai salió casi corriendo de ese lugar. Nunca se había sentido tan débil, nunca. Y esa mujer le había quitado hasta el aliento.

En su camino hacia la puerta principal, chocó el hombro con la mujer. Nagisa se balanceo un poco pero no perdió el equilibrio. Sonrió con satisfacción. Le había hecho daño a ese hombre, tal vez tanto como el que le había hecho él a ella. Y esa sensación de triunfo le fascinó. Había esperado tanto tiempo por devolverle el favor. Seguía pensando si debía decirle a Hyde o no. Pero desechó la idea, contarle la verdad a su hijo, no sólo lastimaría a Sakurai, lo lastimaría también a él y eso no. No quería hacerle más daño del que ya le habían, sí ella y Sakurai, ocasionado.

 

********************************************************************************

 

La garganta le escocía un poco. Estaba cansado pero aún tenía muchas cosas de las qué ocuparse.

Y a pesar del cansancio era feliz, estar cansado era genial, extrañaba tener que aclararse la garganta para que todos los alumnos le pusieran atención, o elevar la voz para hacerse oír sobre el ruido que ellos hacían.

-¿Awaji-sensei?

Yukihiro, que estaba sentado en su escritorio en la sala de maestros preparando todo para la clase de mañana, se sacó los lentes y se volvió para darle el pase al alumno.

-Sólo quería preguntar si tenemos que entregar ese análisis para antes del examen final, o el día del examen final.

-El día del examen final es el límite, así que sería mejor si lo entregas antes, Komura-san.

-¿Qué tipo de criterio utilizará para calificarlo?

-El mismo que utilizaba el profesor anterior.

-Entonces…

-Komura-san, deja de preocuparte tanto. Se supone que este proyecto debe ser divertido. Estarás bien, eres una chica muy inteligente.

-Claro, Awaji-sensei, pero, igual me preguntaba si usted podría ayudarme con mi trabajo. Ya sabe, clases particulares por las tardes.- al decir esto, las amigas, que se encontraban afuera en el pasillo, comenzaron a reír. Yukihiro se imaginó de qué iba esto. No era el primer alumno que tenía un enamoramiento por su profesor.

-Lo siento, Komura-san. Pero no puedo. Aunque puedo dedicar una clase a explicar todo el tema y el  criterio de calificación, si te sirve. De hecho tal vez eso les ayude a todos.

-Pero…

-Además, no puedo quedarme luego de clases, tengo que recoger a mi hijo en la escuela.

-¿Tiene un hijo,  Awaji-sensei?

-Sí. Yuudai-chan.- Admitió Yukihiro un poco apenado, tanto de cortar las esperanzas de la joven, como de hablar de su vida privada. Sólo esperaba que no preguntara quién era la “madre”.

Por suerte, la chica se inclinó para despedirse, no sin antes agradecerle, y salir corriendo de la sala. Por el pasillo se escuchaban las risas y los quejidos de decepción de las demás compañeras.

*******

La tarde estaba bastante agradable, más tranquila de lo normal, casi adormecedora. Y en el centro del parque se encontraban dos figuras, una pareja bastante… dispareja. 

-Y… ¿Qué tal ha ido el trabajo?- la voz dulce del niño llena de mucha seriedad, le sorprendió. Así que el hombre respondió de la misma manera.

-Muy bien. Gracias por preguntar. ¿Qué tal la escuela?

-Mmm…- Yuudai chasqueó los dientes e hizo un además con el mentón, ladeándolo. –No puedo quejarme.- la forma en que el pequeño Yuudai había respondido no hizo más que causarle gracia a hombre.

-Pues, no deberías quejarte.

-No lo hago. Sé que la vida es dura.

-Ya lo creo que lo es.

Ambos se quedaron en silencio un momento.

Era una escena extraña: un hombre mayor y un niño sentado frente intentando discutir lo dura que era la vida para ambos. El hombre con más de cincuenta años y el pequeño con sus apenas ocho años. Mientras los perros corrían por el parque intentando gastar sus energías, y el niño preparaba sus tazones con la comida; un pensamiento aún más extraño cruzó por la mente del ese hombre mayor, pensó en lo absurdo que era que a pesar ese niño lo comprendiera mejor que cualquier otra persona. Eso le hizo sonreír.

-¿No se enojarán tus papás si llegas tarde a casa?

-No.

-¿No saben en dónde estás, o sí?

-No…- dijo un poco desilusionado. Tal vez un poco avergonzado.

-Será mejor que te vayas a casa, niño.

-Yuu-chan.

-¿Qué?

-No soy niño. Puedes decirme Yuu-chan.- le sonrió de esa manera tan tierna que sólo los niños son capaces.

Yoshiro Awaji se le quedó mirando, perplejo. Intentó decirlo “Yuu-chan” pero las palabras se le atoraron en la garganta. Se hicieron un nudo tan pesado que le oprimió incluso el corazón.

-Iré por los perros, abuelo. Ya casi es hora de irnos.- dijo el niño y se levantó y corrió detrás de los caninos.

El hombre sólo asintió incapaz de pronunciar palabra.

*******

-¡Ya estoy en casa!

-Bienvenido, Ken-chan.

-¿Dónde está Yuudai que no salió corriendo a recibirme?

-Está en su habitación, haciendo su tarea.

-Traje hamburguesas para cenar.

-Ken, no puedes traer hamburguesas todos los días para cenar.- renegó el rubio.

-Pero son tus favoritas.- reprochó el moreno. Yukihiro puso los ojos en blanco y negó con fingida molestia.

-¿Por qué no vas a llamar a Yuudai-chan?- le pidió y tomó las bolsas para servir la cena. Ken asintió.

-¡YUUDAI HAY HAMBURGUESAS PARA CENAR!-Ken pegó el grito. Y Yukihiro tuvo que cubrirse los oídos ante tal escándalo.

-¡Ken, deja de gritar y ve hasta su habitación ¿quieres?!- le reprendió.

-Uy, ya… lo siento…- se disculpó y se perdió por el pasillo. Caminó derecho hasta la habitación de su hijo donde lo encontró sentado en su escritorio, con los pies colgándole de la silla.

-Yuu-chan, es hora de cenar.- pero entonces Ken notó que el pequeño estaba perdido en sus pensamientos. Así que se acercó más hasta quedar a su lado, inclinado sobre la silla. - ¿Yuu-chan?

-Sí… si ya voy.

-¿Estás bien?

-Papá, ¿Por qué papá Yuki está tan triste?

-¿Por qué dices eso?

-Él piensa que yo no me doy cuenta pero, está triste. Siempre intenta sonreír, pero yo lo noto, papá.

Ken se quedó pensando un momento, sintiendo vergüenza de que fuera su hijo quien notara mejor el estado de ánimo en su pareja. Si, había notado algo diferente en Yuki pero cada vez que le preguntaba él decía que no era nada y le creyó.

-¿Papá?

-Está bien. Vayamos a cenar. Yuki está esperándonos.

Y justo antes de cruzar el umbral, el cachorro salió corriendo de debajo de la cama y pasó por entre sus piernas para adelantarse a la cocina.

 

********************************************************************************

 

Es agradable tener compañía, levantarse temprano y preparar el almuerzo para dos.

Desde que Mizuki se había ido, Hiroki ya no se levantaba tan temprano, ya no experimentaba con platillos para su restaruante, ya no se esmeraba en sus cuadros o se entusiasmaba con las lecturas. Todo había perdido su encanto. A veces ya ni siguiera regresaba a casa a dormir, se quedaba en el restaurante y dormía recargado en la barra. Pero ahora su hijo había regresado, la luz, como solía llamarlo su esposa, había regresado a casa.

Vacaciones, había dicho Hyde, esas eran unas pequeñas vacaciones. Pero para Hiroki era suficiente.

-Buenos días, papá.

El saludo de Hyde le llegó desde el rellano de la escalera. Hiroki sonrió al escucharlo. Segundos después el pelinegro apareció en el umbral.

-Buenos días, hijo. ¿Qué tal dormiste?

-Genial. Creo que extrañaba mi cama. No había dormido tan bien en algún tiempo.- Su padre le dedicó una sonrisa llena de añoranza, luego le sirvió algo en el plato y leche tibia en un vaso. –Papá, ¿eso es…?

-Ajá.

-Pero papá, ya no soy un chiquillo…

-Bueno, para mí siempre serás mi chiquillo.

-Estaba pensando que tal vez pudiera ayudarte en el restaurante, ¿qué dices? Sólo por algún tiempo, mientras consigo qué hacer con mi vida.

-Claro. Será genial tener a mi ayudante favorito.

*******

Y como en los viejos tiempos, Hideto le ayudaba a su padre a limpiar todo, empezando por las mesas, luego los pisos y cuando todo estaba listo daba la vuelta al letrero de abierto y eso era, cuando era niño al menos, lo más emocionante de su día, porque entonces comenzaba el desfile de clientes. Cuando era niño, junto con Yukihiro, adoraba observar a los clientes y adivinar personalidades, era realmente divertido. Y mientras su mente divagaba en su niñez, el primer cliente llegó.

-Bienvenid… ¿Tetsuya?

-Hola, Doih… Hyde.  

-¡Tetsuya, bienvenido!- Hiroki salió de la cocina para recibirlo.

-¿Qué haces aquí?- preguntó Hyde.

-Bueno, yo… tenía hambre y ya que este es un restaurante, pues, pensé que… que bien podía venir y desayunar…- le sonrió con dulzura, con algo de arrepentimiento, tal vez.

-¿Viniste hasta este restaurante desde Tokio?

-No, yo tenía una entrevista de trabajo aquí, en Wakayama.

-¿Bromeas?

-No.

Hyde se quedó un momento ahí, de pie, observándolo. Sabía que Tetsuya hacía esto para estar cerca de él. Lo sabía pero no se atrevió a preguntárselo, en realidad, no quería escucharlo. Quería estar con él. Después de todo lo que había pasado, por lo que ambos habían pasado aún lo amaba. Y quería decírselo pero…

-Entonces, ¿qué te apetece?- preguntó en su lugar, intentado reprimir esa sonrisilla que sin duda lo delataría. Hiroki también sonrió, su hijo era igual a su madre; fácil de atrapar.

-Bueno…- Hyde lo guio hasta una de las mesas y le recitó lo que servían ese día.

*******

-¿Entonces me dirás qué haces aquí en realidad?

Hyde soltó la pregunta de golpe. Ambos caminaban por las calles del Wakayama de noche. Hacía frío y había algo de humedad en el ambiente, época de lluvias, pero eso no pareció importarles a ninguno. En realidad era el pretexto perfecto para permanecer tan cerca uno del otro. Hyde llevaba un abrigo gigantesco que lo hacía ver tan pequeño, mientras que Tetsuya llevaba uno de esos abrigos de última moda.

Llegaron hasta un pequeño parque con un quiosco en el centro, se sentaron cerca de él. Tetsuya suspiró antes de responder. Parecía nervioso y eso enterneció al pelinegro. Tetsuya siempre le pareció un niño grande, aunque era él el que la mayor parte del tiempo se comportaba de manera infantil, era una de las razones por las que tanto amaba a ese hombre.

-Hide, yo… he estado pensando que tal vez tú y yo podríamos, no sé…

-¿Comenzar de nuevo?- le ayudó. Tetsuya asintió.

Hubo un silencio largo. Hyde miraba a la copa de un árbol o las estrellas o la luna, Tetsu no estaba seguro pero sin duda, estaba poniéndole nervioso.

-Supongo que la idea no te entusiasma tanto, ¿cierto?

-¿Qué? No, no es eso.- Volvió la vista de golpe para encontrase con un rostro pálido y avergonzado. –Tetsu, yo mismo lo he pensado por un tiempo. En realidad, me da miedo que nuestros errores nos golpeen el rostro en un momento dado y…

-Comprendo, lo que pasó con Ayana. Lo que hice…

-No, no es sólo lo de Sakai. Hablo de… mi amistad con Sakurai y con… Camui. Tu familia, Tetchan. Es todo.

-Comprendo.- Todo ese discurso le sonaba a rechazo.  

-Es por eso que voy a hablar con Sakurai. Necesito entender qué pasó.- Tetsuya le miró sorprendido. –Había pensado en hablar con Camui también pero… no sé. Creo que prácticamente entiendo por qué hizo lo que hizo, y cómo convenció a Sakai-san.

-¿A qué te refieres?

-Es obvio que ella sentía cosas por ti. Ella sólo aprovechó la oportunidad.

-¿Estás seguro de esto?- Hyde asintió. –Bien, entonces yo iré contigo.

-¿Qué? No es necesario.

-Sí, sí lo es. Por favor, déjame estar a tu lado, te dejé sólo por tanto tiempo que…

-Está bien.

-¿De verdad?

-Ajá.- Hyde sonrió.

-Creí que me tomaría más ruegos y argumentos convencerte.

-Sí bueno…

-Creo que te estás ablandando, Doiha…

Hyde buscó la mano de Tetsu y entrelazó sus dedos con los de él. Luego, con la otra mano lo tomó de la mejilla y lo guio para besarlo. Los labios de Tetsuya siempre le parecieron perfectos. Eran pequeños y delgados pero perfectos para él.

-¿Eso significa que estamos juntos otra vez?

-Sí, pero no quiero que empecemos todo otra vez. Lo que pasó, podemos hacer un paréntesis, ¿no crees? Siempre me gustó lo que teníamos.

-Claro.- respondió y ahora fue el quien inició un nuevo beso.

Seguían besándose cuando se escuchó una risilla nerviosa justo detrás de ellos. Dejaron de besarse pero no se separaron, permanecieron juntos, las frentes apoyadas una sobre la otra. Ambos sonrieron al escuchar otra risilla.

-¿Qué te parece si nos vamos?

-¿Te molesta que nos vean junto, Doiha?

-Claro que no. Pero me gustaría seguir donde nos quedamos. Recuerda mi política: toda reconciliación debe venir acompañada de una noche de pasión increíble.

Tetsuya le sonrió con complicidad.

-Sabes que tu padre estará en casa, ¿cierto?

Hyde de encogió de hombros con simpleza, como diciendo “¿eso qué?”.

-Bueno, intentaremos no hacer mucho ruido. – agregó.

 

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Luego de un par de meses desde el encuentro con su padre, Yukihiro casi había regresado a la normalidad. Se acercaba su cumpleaños y el de Ken. Siempre le había parecido extraño que compartieran el mes y que sólo hubiera cuatro días de diferencia aunque se llevaban un año. En el pasado solían celebrar sus cumpleaños juntos, y el festejo duraba una semana entera.

Había pensado que sería divertido festejar un fin de semana para ellos solos en un onsen en Osaka, incluso había pensado en pedirle a Kaori si podía cuidar de Yuudai. Pero antes necesitaba hablarlo con Ken, pero como toda la semana, hoy también llegaba tarde.  

Yukihiro estaba preocupado del comportamiento de Ken. No es que desconfiara de él, no, pero era Ken Kitamura. Así que decidió seguirlo. Al poco rato comenzó a reconocer el camino. Pero no fue hasta que abrió la envejecida verja que se arrepintió  de jugar al detective.

Parado en la acera, al otro lado de la calle, cubriéndose detrás de un coche, Yukihiro no podía evitar pensar en lo estúpido de esta situación. Así que reunió todo el valor que poseía y cruzó la calle. Pero antes de alcanzar la reja lo vio tocar la puerta y vio a Yuudai salir, y detrás del pequeño estaba él… ese hombre… y la ira lo inundó.

-¡¿Qué demonios está pasando aquí, Kitamura?!

-¿Yuki?

-¡Papá Yuki!- el niño se lanzó a sus brazos. -El abuelo ha estado cuidándome por las tardes. Me deja alimentar a los perros.- Su voz llena de felicidad. Yukihiro, por el contrario, se sentía abrumado ante la escena y que el niño le llamara “abuelo” a ese hombre casi le hizo querer salir corriendo de allí.

-Puedo explicarlo, Yuki...

Intentó Ken pero el anciano lo interrumpió.

-Hijo…- El hombre le hizo una invitación para que pasara a la casa. Lo último que el rubio quería en ese momento.

-¿Hijo? Estás bromeando, ¿cierto? ¡Siempre fue Yukihiro, siempre…! ¡Yo jamás fui tu hijo!

-Yuudai,- Se adelantó Ken, pero Yukihiro a penas y lo notó. -¿Por qué no vas a cuidar a los perros? Ya te llamo cuando sea hora de irnos.- le dijo, no quería que estuviera presente durante la conversación. Eso hizo reaccionar a Yuki de alguna manera y entonces aceptó, no muy contento, la invitación para entrar a la casa. Aunque no pasó del corredor. 

-Conocí al pequeño Yuu en el parque.- comenzó el hombre mayor. –Él me recuerda mucho a ti. Es muy inteligente, intuitivo y empático. Aunque tú era muy solitario. Cuando me dijo que tú eras su padre yo pensé que tal vez, tú y yo podríamos hacer las pa…

-¿A qué viene todo eso?- le cortó el rubio. Ken se acercó a él y le colocó el brazo en el hombro a modo de apoyo.

-Yuki, antes de que te enojes, yo creo que al menos deberías escuchar lo que tiene que decirte.

-¿Ken, tú lo sabías?

-Bueno… sí…

Yukihiro tuvo ganas de gritarle, pero se contuvo. Ken sonrió a modo de disculpa.

-El punto es, padre, que ya no te necesito en mi vida. Cuando te necesité, Aoyagi-san estuvo para mí, y los Takarai estuvieron para mí. Ahora, tengo a Ken y a Yuudai. Ellos son mi familia. Así que ahora estoy bien. Gracias.

Yukihiro se dio vuelta y se dirigió hacia la puerta principal, Ken le imitó. Pero antes de que pudiera llegar a ésta, Yoshiro habló al fin.

-¿Eres feliz?- le preguntó repentinamente.

-¿Qué?

-¿Este hombre te hace feliz?

-Sí. Mucho.

-Entonces está bien. Mereces ser feliz.

A Yukihiro le pareció ver una sonrisa en los labios de su padre. ¡No era justo!

-¿Por qué haces esto? ¿Por qué ahora? ¡¡¿Por qué no simplemente me dejas odiarte? Te lo mereces, tú te mereces que te odie!!!- casi gritó. Era casi imposible contener la ira. Todos los años que deseó un padre, y ahora le venía con esto.

-Lo siento.

-¡NO, NO TE DISCULPES. NO PUEDES!

-Tienes razón; merezco que me odies. Cuando tu madre murió, una parte de mi murió con ella. Mi corazón se secó. Y me desquité contigo. Sé que no tengo derecho a disculparme. Te hice daño, y mucho. Pero créeme si te digo que quiero que seas feliz.

-¿Aunque sea al lado de un hombre? ¿Aunque eso me vuelva su puta?

-¡Yuki!- Ken pareció tan escandalizado con la palabra que en otro momento habría sido muy gracioso.

-Aquella noche, no lo dije en serio. Estaba molesto y lo único que quería era herirte. Fui un idiota. Ahora lo sé.- Yoshiro bajó la mirada. Yukihiro juraría que había visto un par de lágrimas, eso lo sorprendió aún más.

-Lo siento, pero no te creo…- bajó la mirada un momento y luego habló de nuevo. –Si buscas dinero, no te daré nada…- Yuki se volvió y ahora sí atravesó la puerta.

-No busco…- suspiró, luego se volvió hacia el moreno. -¿Puedes creerlo, Kitamura-san?

Ken, que estuvo a punto de seguir a su pareja, se volvió sorprendido de que Yoshiro se dirigiera a él.

-Sí, tal vez le creo. Y, lo siento señor, pero amo a su hijo por lo tanto estoy de su lado, no del suyo. Haría cualquier cosa por él.

-Me parece justo.

Ken se inclinó a modo de despedida y entonces sí salió corriendo tras el rubio.

-¡Yuudai, es hora de irnos!!!

El niño salió corriendo de quién sabe dónde.

*******

Al llegar a casa, Yukihiro pasó de largo hasta su habitación. Ken llevó a Yuudai hasta la suya y luego de dejarlo entretenido en su cuaderno de dibujo, fue en busca del rubio. Cuando entró en la habitación, se aseguró de cerrar muy bien la puerta. Sabía que esa sería una charla difícil.

Lo encontró sentado al borde de la cama, con la mirada perdida a través de la ventana. No se volvió cuando el moreno entró.

-¿Qué carajo fue todo eso, Ken?- su voz sonó triste, pero dura a la vez.

-Yuki, tranquilízate, por favor.

-No me pidas que me tranquilice…- se volvió para mirarlo.

-Yuudai me contó que le ayudaba a cuidar perros, me preguntó si podía y no pude decirle que no. Además a tu pad… a Yoshiro-san parece hacerle bien la compañía de Yuu-chan.

Yukihiro se le quedó mirando evidentemente más furioso.

-¡Qué mierda, Ken…!- se levantó y comenzó a caminar por la habitación. Ken lo seguía con la mirada. -¿Y quién demonios eres tú para decidir? Te lo dije Ken, te conté cosas que nadie más sabía sobre mi niñez. Y tú le das entrada en mi vida, Ken. MI VIDA. Confié en ti y tú…

-Yuki. De verdad necesitas calmarte un poco.

-¡No me trates como a un idiota!

-¡No lo hago!- En este momento parecía imposible hablar con el rubio. Ken negó y soltó un profundo suspiro. –Escucha, por qué no te das un baño y descansas un poco. Tal vez eso te ayude a aclarar la mente.

-Estás bromeando, ¿cierto? No puedes mandarme a la cama como si fuera un niño.

-Yo sólo digo que así no eres capaz de razonar correctamente. Tal vez deberías…

-¡Deja de darme órdenes! ¡¿Quién te crees que eres? ¿Mi padre?!

-¡No claro que no! ¡Creí que era tu pareja!

Los dos se quedaron en silencio. Un silencio pesado y denso. Ambos respiraban pesadamente, ambos notablemente furiosos, en especial el rubio. Yukihiro desvió la vista y luego tomó su chaqueta y salió no sólo de la habitación, por lo que Ken pudo oír, también se había ido de la casa.

 

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-Hyde, ¿qué hacemos aquí? Creí que iríamos a ver la bodega de la que Naoto-san te habló.

-Sí, sí, iremos, sólo quiero pasar a saludarla.- Respondió el pelinegro con una sonrisa, de esas que ponía para evitar que le siguieran regañando. Tetsuya también sonrió. –Puedes venir si quieres.- le dijo al tiempo que abría la portezuela del coche.

-No, está bien. Supongo que hay cosas de las que tienen que hablar en privado, ¿verdad?- respondió el castaño al tiempo que apagaba el motor.

La noche anterior habían estado hablando sobre encontrar un taller para ambos. Naoto, un amigo de la infancia de Hyde, le había contado sobre una bodega bastante grande que podían utilizar. Ambos acordaron que irían a verla y si servía, comenzar a acondicionarla. 

Pero de camino al lugar, Hyde le había pedido a Tetsuya que se desviara un poco, y ahora ahí estaban, en el cementerio donde descansaban los restos de Mizuki Takarai.

-Hola, mamá.

Hyde, delante de la lápida de su madre, comenzó a limpiarla, no que estuviera sucia ni nada de eso, pero habían algunas hojas secas y comenzó a retirarlas más por una fuerza de costumbre que por otra cosa.

-Perdona si no he venido antes a saludarte, pero es que estado algo ocupado. No sabes cuánto te echamos de menos, papá y yo. Y hasta Tetchan. Volvimos. Papá no se sorprendió cuando lo supo. Creo que ya se esperaba.- Rio un poco, sin mucha gracia en realidad. Se quedó un momento en silencio, ya no había más hojas qué retirar así que se hincó delante de la lápida. –La encontré mamá. Encontré a mi madre biológica.

Hyde volvió a guardar silencio. Se quedó mirando el nombre de su madre grabado en la tablilla, casi como esperando escuchar su voz fuerte e irónica, casi molesta. Esa voz que se había grabado en la memoria de Hyde, la voz de su niñez. Sonrió dulcemente.

-Pero eso ya lo sabías, ¿verdad, mamá? Siempre fue imposible guardarles secretos a papá y a ti. Hay tanto que quiero decirte. Ella no es cómo me la imaginé. En realidad no sé cómo había imaginado que sería, pero, no es lo que esperaba. Aun así, creo que te habría agradado.

Escuchó unos pasos acercándose, no se volvió, estaba seguro de quién se trataba pero igual se volvió.

-¿Lo vez, mamá?, te lo dije Tetchan y yo estamos juntos de nuevo. ¿Qué dices?

-Que va a decir, Doiha. Que está feliz por nosotros.- respondió, inclinándose a su lado.

-En realidad creo que ella diría algo como: “Si le vuelves a destrozar el corazón a mi hijo, me comeré el tuyo justo frente a tus ojos” o algo así.- dijo con una seriedad aterradora. Lanzándole miradas burlonas. 

Y luego lanzó una carcajada estruendosa. –Relájate, Tetchan, sólo estoy bromeando. En realidad ella no te había amenazado, sólo lo hubiera hecho.- Volvió a reír.

-Sí, claro.- dijo y luego se volvió a la lápida colocándose en forma de oración para presentar sus respetos. En realidad, en el corto tiempo que se habían conocido, Mizuki le había agradado, y sabía que el sentimiento fue mutuo. Sin embargo, Hyde tenía razón, le había hecho daño y en ese momento, de rodillas ahí una vez más frente a Mizuki, le prometió y se prometió a sí mismo, jamás volver a dañarlo de ninguna manera.

-Será mejor que nos vayamos, Tetchan, o llegaremos tarde.

-Claro.

Ambos despidieron, se levantaron, se sacudieron la ropa y caminaron juntos de regreso al auto.

 

********************************************************************************

 

Hacía años que no entraba en lugar como este. Un pub, gótico, con la música tan fuerte que incluso hacía eco en su pecho. De joven adoraba estos lugares; oscuros, ideales para actos… no tan puros. Había visitado tantos, con tantas chicas y uno que otro chico. Habían sido tantas las borracheras, las resacas y no sólo físicas, sino también morales.

Pero jamás creyó volver a visitar estos lugares, no en estas circunstancias, en busca de un hombre. Ya había recorrido medio Wakayama y ahora sólo le quedaban los pubs.

En el fondo de la barra encontró la figura delgada y oscura de un hombre sumido en sus pensamientos. Ken suspiró lleno de alivio y luego avanzó hacia él.

-¿Qué te parece si me invitas un trago?- dijo al tiempo que se sentaba en el banco vacío a su lado. Yukihiro se sobresaltó al escucharlo pero no se volvió o lo miró siquiera. En ese momento el bartender se acercó. –Lo mismo que él.- le dijo y el chico sólo asintió.

Al ver al barman, que no parecía superar los veintes, Ken se sintió viejo y fuera de lugar en ese ambiente, a él lo único que le apetecía era llevar al rubio a casa, darse un beso de buenas noches y descansar, dormir hasta que la alarma se lo permitiera. Y seguía pensando en eso cuando el chico se acercó con la copa.

-Gracias.- le dijo Ken. –Dime, ¿cuántas ronda lleva mi amigo?

El barman miró a Yukihiro un momento, pero este no hizo ningún ademán o se inmutó siquiera, así que simplemente respondió.

-Seis rondas.

-Wow…- silbó. Pero ni eso llamó la atención del rubio. –Deme cinco más.

-¿Señor?

-No me digas “señor” eso realmente me hace sentir viejo. Y trae lo que te pedí. Tengo que darle alcance a mi amigo.

El chico asintió y fue por el pedido.

Ken bebió la copa de un solo trago y gruñó ante la acidez. El chico trajo los restantes. Ken se volvió hacia el rubio y levantó la segunda copa para luego inclinarla hacia Yukihiro y lanzar un “salud” casi resignado.

Entonces sí Yukihiro se volvió para mirarlo, aún con el ceño fruncido.

-¿Qué crees que estás haciendo?

-Dándote alcance. Ya lo dije.

-Ken, ¿qué demonios haces aquí? ¿Cómo me encontraste?

-No fue difícil, sólo te busqué por todo Wakayama, hasta que sólo me quedó este lugar.

-Ken…

-Está bien, Yuki. No me habría importado tener que buscarte por todo Japón de ser necesario. Ya te perdí una vez, no pienso volver a perderte.- Yukihiro hizo una mueca, un intento de sonrisa, pero no podía, aún no. –Lamento haberte mentido. Ya sabes, no haberte dicho que…- Yukihiro volvió a mirarlo, y en su mirada le suplicaba que no lo nombrara. Así que no lo hizo. –Lamento haberte tratado como a mi hijo y no como…

-Basta, Ken. No tienes qué disculparte. Sé que no reaccioné de la mejor manera yo sólo...

-¿Lo lamentas?

Yuki lanzó una risilla soplada y eso fue suficiente para Ken.

-Sí, lo lamento.

Hubo un silencio largo pero agradable. El corazón de Yukihiro por fin se había tranquilizado  y su mente sosegado, no estaba seguro si se debía a las seis rondas o la presencia de Ken. Prefería pensar que se debía a lo segundo.

-Yuki, no tienes que pensar en eso ahora. No tenemos que hablar de eso ahora, pero…

-Lo sé, Ken, lo sé…

Nuevamente en silencio.

-No sabía que te gustaban esta clase de lugares.

-Hay muchas cosas que aún no sabes sobre mí…- respondió con un humor amargo.

-Ya me contarás, cuando estés listo.- respondió con simpleza. Sabía que Yukihiro estaba castigándose a sí mismo, siempre lo hacía. –Por lo pronto, vayamos a casa, ¿qué dices?

-¿Que qué digo?, pues que bien podríamos ir a los baños y hacerlo ahí…

-O, podríamos ir a casa y hacerlo en nuestra cama.

Yukihiro lo miró casi con disculpa. Ken quiso decirle que lo que dijo había sido gracioso, pero algo le decía que no lo había dicho como broma así que esperó a que el rubio agregara algo. Y no tuvo que esperar mucho más. Yukihiro desvió la mirada hacía su copa vacía, Ken podía notar que estaba intentado ocultar su rostro, algo que solía hacer cuando hablaba de cosas que le avergonzaban.

-Cuando nos mudamos a Tokio, mi padre sabía que yo era gay. Me acosté con su jefe, ¿te lo había contado? esa fue mi primera vez y él lo descubrió, creo que podía leerlo en todo mi rostro.- lanzó una risa irónica. –Como sea… Los primeros días solía encerrarme en mi habitación, luego me envió a un colegio privado, tipo internado, ya sabes, me quedaba allí entre semana y podía ir a casa los viernes y volver el domingo por la noche.- Yuki se detuvo para tomar un sorbo de su bebida. Ken no dijo nada, sólo aguardó. –Yo me escapaba de casa e iba a lugares como este, bebía, buscaba algún tipo y entraba con él a los baños… siempre esperando que mi padre lo supiera, deseando que lo supiera y muriera de rabia…

-Querías hacerle daño, herirlo en su orgullo acostándote con tipos…

-Jamás me acosté con ellos.- replicó como si estuviera apenado. Lo que provocó que Ken se sintiera inexplicablemente feliz. -Siempre fui un cobarde. Cuando entrabamos a los cubículos, ellos me besaban e intentaban… ya sabes, pero yo siempre me asustaba y salía huyendo, regresando a “casa”, con él… a veces lloraba en mi habitación por lo que había estado a punto de hacer.

Los silencios eran cada vez más largos, pero más agradables también.

-No eres un cobarde, Yuki… te lo digo yo que sé de lo que hablo...- Yukihiro ahora sí lo miró y le sonrió dulcemente, luego bajó la mirada hacía sus manos, Ken siguió su vista y notó que temblaba un poco, Ken tomó sus manos con las suyas y luego volvió a hablar. -Y… ¿hoy viniste aquí buscando a un tipo con quien besuquearte? Porque lo has encontrado.

Yukihiro levantó la mirada sorprendido al escucharlo, sólo para verlo acércasela e inclinarse para besarlo. Fue un beso largo y profundo. El peso de Ken se sentía bien, necesario. Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad. Yukihiro descansó la frente en el pecho de Ken para luego preguntar:

-¿No estás molesto por lo que te conté?

-Vamos, Yuki, si yo te contara la cantidad de estupideces que hice en lugares como estos, terminarías por romperme el alma, o un par de huesos... o ambos…

-Eres un idiota, Ken.

-Pero soy tu idiota, ¿verdad?

Yukihiro asintió y luego se inclinó hacía atrás, seguía sentado en el banco mientras Ken seguía de pie frente a él, con los ojos cerrados, esperando, por no decir suplicando, por otro beso. Ken sonrió, le acarició ambas mejillas y luego lo besó de nuevo.

-Vayamos a casa. ¿Quieres?- Yuki asintió, intentó levantarse pero las copas se lo impidieron. Nunca había tenido mucha resistencia al alcohol, no contaba con la práctica de Ken. –Vamos, yo te ayudo…- Ken lo tomó de la cintura y lo guio hasta la salida.

 

Notas finales:

Díganme qué les parece. ¿Mucho drama?

 

Continuará...


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