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MEMORIES por Sakurako

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Notas del capitulo:

me volví a escapar.

disfrútenlo.

TERCERA PARTE

 

-Llama a Yukihiro, necesito hablar con él…- ordenó Yoshiro cuando llegó a casa luego del trabajo.

-Yuki aún no llega…

-¿Y dónde está Yukihiro?

-No lo sé… hace mucho que dejó de decirme lo que hace…- contestó distraídamente la sra. Aoyagi.

-Pues deberías saber, para eso te pago…

-No, usted me paga por limpiar su casa, por cocinar… no es que me moleste cuidar a Yuki, pero… usted es su padre y…

-Exacto, yo soy el padre…

Izumi no estaba segura si el hombre lo había dicho con pensar o con desagrado o, tal vez, resignación; pero le molestaba ese tono de voz. El mismo que utilizaba siempre para con Yukihiro.

-Debe haberse quedado por ahí, con algún amigo, o haciendo algún trabajo…- Suspiró pacientemente.

-¿Qué amigos? ¿Quién querría pasar tiempo con ese chiquillo extraño?

-Yukihiro es un buen chico…

Yoshiro Awaji no respondió, simplemente se adelantó a su estudio y dejó a Izumi hablando sola. Simplemente, era inútil discutir con esa mujer. No obstante, si había algo que le molestaba.

Esa mañana, durante una de sus visitas de rutina a un instituto cerca de Nara, el subdirector de ese colegio le preguntó por Yukihiro, el hombre había conocido al chico en aquella ocasión; aquel día que el niño acompañó a su padre en su ruta, el día que tanto atesoraba. 

El subdirector le aseguró a Yoshiro que había visto a su hijo con un hombre algo mayor que él, y que los había visto muy… “cariñosos”.  Yoshiro, indignado, le aseguró que no era su hijo, que debía haberlo confundido. Al hombre no le quedó de otra que darle la razón, aunque estaba seguro de lo que había visto.

A Yoshiro Awaji le molestaba, no que fuera con un hombre el romance de su hijo, sino el hecho de no poder controlar la situación, de no estar al tanto, de que…. No, lo que verdaderamente le molestaba es que su hijo pudiera ser feliz, siendo él tan miserable…

-¡Ya llegué!- se escuchó desde la entrada.

-Yuki, ¿tienes hambre?- preguntó la mujer tan cariñosa como siempre. –Hoy llegaste más tarde que de costumbre…

-Estoy bien, ya comí… tenía cosas qué hacer…

-¿Dónde estabas?- se escuchó la voz fuerte de su padre, desde la puerta del estudio.

Yukihiro lo miró sorprendido, un poco feliz; pues su padre mostraba interés por él. Pero a la vez un poco apenado, no podía decirle dónde estaba y mucho menos con quién. No creía que su padre entendiera… jamás lo había comprendido tampoco…

-Estaba… por ahí- dijo simplemente. Dicho esto, Yukihiro subió casi corriendo las escaleras. Temía que su padre, o Izumi, siguiera con el interrogatorio.

-Debió estar con Hide…- Izumi pensó en voz alta, Yoshiro la escuchó perfectamente.

-¿Quién es ese tal… Hide?- le preguntó Yoshiro, asustándola, pues se había acercado a ella y le había hecho un gesto para que lo siguiera al estudio.

-Usted también lo conoce…- Dijo con cierto tono de molestia. Era hora de que Yoshiro se ocupara de su hijo como Dios mandaba.

-¿Yo…?- preguntó extrañado.

-Sí, ¿no lo recuerda?- el hombre negó aún más extrañado. – Hace algunos años, Yuki lo acompañó a su trabajo… en una de esas visitas a escuelas conoció a Hide-kun. A Yuki le hizo mucha gracia que usted confundiera al chico con una niña… según me contó…

El hombre hizo memoria y el recuerdo le llegó vago…

 

********************************************************************************

 

-…¡Ahh!… Morrie…  no… a-aquí… no…- suspiró bajo.

-Vamos a otro lado, entones…?

Esa tarde, como ya era costumbre, Otsuka pasó por Yukihiro, vagaron un rato por las calles en auto, se detuvo en el parque favorito del chico, uno de esos parques grandes, con grandes árboles e intrincados senderos…

Pero nunca bajaron del auto, Morrie no se lo permitió. En cuanto apagó el motor ya tenía sus labios sobre los del pobre chico, y sus manos ya le sujetaban de la cintura.

Los besos siempre eran intensos, apasionados, casi salvajes…

Y aunque, entre los besos y las caricias encendían el lívido de Yukihiro, tenía miedo. Quería sentir, saber, conocer… Tenía curiosidad, pero también tenía miedo. Y aun así, no dijo no. No dijo nada.

Morrie se puso en marcha y luego de un rato se detuvo frente un ostentoso edificio.

-¿Dónde estamos?- sabía dónde estaban, pero los nervios…

-En mi departamento… te gustará es muy amplio... sobre todo la cama…- le sonrió de lado. Yukihiro sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo entero, pero no fueron las palabras, o la sonrisa lasciva, o la mirada llena de lujuria, no, fue la imagen que vino a su mente.

“¿Por qué no?” Se dijo a sí mismo y bajó del auto con él.

 

*******

 

-Relájate, Yuki…- Le pidió al notar que el chico estaba más tenso que de costumbre.

El chico, sentado al borde de la cama, asintió un poco apenado. Morrie estaba de rodillas entre sus piernas, besándole el cuello y acariciándole los muslos aún sobre su ropa.

-Esta camisa es muy estorbosa…- le susurró mientras comenzaba a sacarle la camisa para luego comenzar a besarle el pecho, Yuki se sonrojó al no poder contener un gemido cuando el hombre lamió uno de sus pezones. Morrie sonrió complacido al escucharlo.

Pero Yukihiro volvió a tensarse al sentir cómo su amante comenzaba a tenderlo sobre la cama, al tiempo que desabotonaba sus pantalones e intentaba colar su mano entre los calzoncillos.

-N-no…- pidió el chico asustado, sujetándole la mano.

-Te gustará… lo prometo…- el hombre apartó la mano del chico y la llevó a su propia erección.  Yukihiro encogió la mano, alejándola instintivamente, Morrie sonrió pacientemente, incitándolo… y el muchacho aceptó, lo acarició suavemente, tímido. Morrie se separó completamente del chico y se sacó el pantalón, quedando en ropa interior. Yukihiro pudo notar su excitación, y volvió a sonrojarse.

Morrie regresó a su posición, y esta vez comenzó a sacarle los pantalones al chico, no se opuso. Yukihiro mantenía sus manos encogidas sobre su pecho, con los ojos cerrados. Morrie lo observó divertido, era la imagen de la inocencia misma.

Se recostó aun lado de él y comenzó a besarle el cuello mientras sus manos le acariciaban los costados, yendo hacia abajo, acercándose cada vez más a la última prenda. La sacó. Yukihiro se estremeció al sentirse completamente desnudo. Morrie, por otro lado, se entretenía besando, lamiendo y mordiendo los pezones del chico mientras que con su mano derecha lo masturbaba.

Comenzó un viaje de besos hacia el sur. Se detuvo en el vientre, se detuvo para poder apreciar el rostro sonrojado y lleno de expectación, de desesperación… Yukihiro presentía lo que seguía y no quería que se detuviera. Morrie sonrió con satisfacción. No lo hizo esperar más, tomó el miembro, y le besó antes de llevárselo a la boca.

Yukihiro gruñó de placer al sentirlo. Mordió su mano para intentar acallar los gemidos que se acumulaban en su garganta.

Cuando Morrie notó que Yukihiro estaba totalmente inmerso en las sensaciones decidió que era momento de ir más lejos. Llevó una de sus manos a los glúteos del chico, acariciándolos y acercándose cada vez más a la entrada. Yukihiro se tensó al sentirlo, intuía lo que seguía y entre el miedo a lo desconocido y el momento de lucidez, intentó detenerlo.

-¡N-no!- pidió en un grito contenido, sujetando la mano de Morrie, apartándola.

-Vamos, esto te gustará aún más…- le dijo al momento que le sujetaba ambas manos sobre la cabeza. –Te lo prometo…- le susurró cerca de los labios antes de besarlo.

Mientras, le sujetaba las manos, con la rodilla le abría las piernas y se acomodaba entre ellas.

Yukihiro se asustó cuando sintió la dureza de su pareja chocar con su entrada. Pero no tuvo tiempo de reclamar, de repente un fuerte dolor le invadió el cuerpo entero.

-¡No! ¡Sácalo, sácalo!- lloró. Sentía que lo partía en dos.

-Creéme,- jadeó. –Si voy lento, te dolerá más…- gimió.

-¡Duele!- gruñó. Morrie limpió las lágrimas que había derramado y sin esperar a que se acostumbrara a la intromisión comenzó con las embestidas.

-Pronto lo disfrutarás…

Yukihiro se aferraba a la espalda de Morrie, esperando que el dolor pasara pronto.

Al rato, Yukihiro gemía sin poder contenerse. Sentía que su vientre ardía y creía que iba a explotar en cualquier momento. Sintió una fuerte oleada recorrerle la espalda cuando Morrie comenzó a masturbarlo mientras seguía embistiendo. Sin poder evitarlo, se corrió en la mano de su amante.

Morrie sonrió triunfante al momento que se corría dentro del chico.

Cayó rendido sobre el cuerpo del muchacho, jadeante y exhausto. Salió de su interior sin mucho cuidado, igual que como había entrado. Se sentó a su lado y se inclinó hacia la cómoda, buscando su cajetilla de cigarros para encender uno.

Yukihiro quería decir algo pero no sabía qué. Además, no estaba seguro de por qué, pero Morrie le parecía distante, diferente… frío…

Sin terminarse el cigarrillo aún, Morrie se sentó en el borde de la cama y comenzó a vestirse. Recogió la ropa de Yukihiro y se la tendió.

-Será mejor que te vistas. Es hora de llevarte a casa…- Y salió de la habitación, dejando solo al chico. 

Yukihiro se vistió en silencio. Hipó al levantarse de la cama, pues sintió un dolor punzante en la parte baja de la espalda. Ya no estaba tan seguro que lo que habían hecho estuviera bien. No quería decirlo, pero… se arrepentía…

-¿Estás listo?- le preguntó Morrie desde la puerta. Yukihiro, intentando apartar los malos pensamientos, simplemente asintió.

 

*******

 

A lo lejos, logró ver el auto plateado estacionado una cuadra antes de llegar. Reconoció a su hijo enseguida y casi se paralizó al ver cómo el conductor lo tomaba por la nuca y lo jalaba para besarlo.

Y, por supuesto, había reconocido a ese hombre… Motoyuki Otsuka. Su jefe.

Yukihiro se inclinó hacía la ventanilla del auto y algo le dijo al conductor y luego pareció triste con la respuesta.

Yoshiro se quedó mirándolo, sin poder acercarse, sin poder hacer nada… A su mente venían miles de imágenes, frases y anécdotas. “Morrie siempre sabe cómo conquistar a una chica… o chico…” contaban con cierta gracia y reían maliciosamente.

 

El sonido de la puerta principal, abriéndose y cerrándose, lo sacaron de sus pensamientos. Lentamente caminó hacía la entrada e interceptó a Yukihiro cuando se dirigía a las escaleras, rumbo a su habitación.

Notó la mirada turbia en su hijo, una tristeza extra impregnada. Pero además, notó algo distinto, algo había cambiado en él.

-¿Dónde estabas?- preguntó finalmente.

-Yo… fui a casa de Aoyagi…

-¡No me mientas!- interrumpió, elevando la voz.  -¿Dónde estabas?- volvió a preguntar.

Yukihiro se tensó. Nunca había visto a su padre así. No contestó, no sabía qué decir.

-¿Qué hacías con Motoyuki-san en su auto?

Los ojos del chico casi se desorbitan al escucharlo. “Lo sabía, su padre lo sabía todo”. Comenzó a sudar frío, algo se le atoraba en la garganta…

-Contéstame ¿desde cuándo te vez con él?- la mirada insistente de su padre comenzaba a aterrorizarlo. Seguía en silencio. -¿Desde cuándo? 

-¿C-cómo sabes?- entre la sorpresa y el miedo, logró preguntar.

 -¡¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO, YUKIHIRO?! ¡¿CON UN HOMBRE?! ¡¿DESDE CUÁNDO TE GUSTAN LOS HOMBRES?!

-É-el… él me quiere…- susurró débilmente, la voz comenzaba a quebrársele. Yoshiro abrió más los ojos, incrédulo.

-“Él te quiere…”- repitió bajo, en tono de ira contenida, con una sonrisa irónica, negando suavemente. –Eres un idiota, ¡ESE TIPO TE DOBLA LA EDAD!- gritó, acercándose más al chico. Yukihiro retrocedió instintivamente, jamás había tenido tanto miedo. –¡ÉL SÓLO QUIERE UNA COSA DE TI, Y CUANDO LA OBTENGA TE VOTARÁ COMO SI NADA…! ¡ÉL NO TE QUIERE, NADIE PODRÍA QUERERTE…!

-¡Te equivocas, él me ama y me lo ha demostrado…!

Yoshiro apretó los puños. Sabía lo que esas palabras significaban. Se acercó lentamente hasta él y cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, le asestó un fuerte golpe en la mejilla.

-Te acostaste con él…- murmuró, no era una pregunta. –Mi hijo es un maldito puto…- rió sin ganas, con pesar. Miró a Yukihiro con todo el asco y la ira que eso le provocaba, con todo el resentimiento que sentía. –Ojalá nunca hubieras nacido…

Al chico por fin se le escaparon las lágrimas que había logrado contener hasta ese momento. Nada lo dañaban más que esas palabras. Su cuerpo se convulsionaba y su espirito se tambaleaba. Era en estos momentos en lo que se odiaba a sí mismo.

Aunque la mejilla de ardía, no la tocó. Aún intentaba parecer fuerte. Quiso decir algo, defenderse, gritarle o golpear a su padre. Pero nada. Nunca había sido capaz de enfrentarlo, era su padre después de todo.

Se limpió las lágrimas y sorbió fuerte por la nariz. Miró fijamente al hombre frente a él y permitió que notara cuanto lo odiaba en ese momento. Comenzó a caminar lento hacía los escalones, pero antes de llegar al tercero, la voz de su padre lo inmovilizó.

-Prepara tus cosas, partiremos mañana a primera hora…- resolvió finalmente.

Yukihiro se sorprendió. No pensaba irse y dejar todo. Sus amigos y, por supuesto, tampoco a su amante.

-No iré a ningún lado…- sentenció con voz firme.

-No es una pregunta, Yukihiro. Nos iremos de aquí. No volverás a ver a ese hombre…

Yoshiro se dio la vuelta, dando por terminado el asunto, se encerró en el estudio, tenía muchas llamadas qué hacer.

 

*******

 

Yukihiro salió por la ventana de su habitación. Tenía que ver a Morrie una última vez, a lo mejor él podía hacer algo, ayudarle, lo que fuera para evitar que se lo llevaran de allí. Tenía que ver a Hyde y a la sra. Aoyagi…

Era de noche y no tenía dinero, así que tardó mucho en llegar al edificio en donde Morrie vivía. Desde allí podría llamar a Izumi y a Hyde. O eso pensó.

Cuando llegó al edificio pasaban de la una de la mañana. Tenía frío y se sentía cansado, lo único que quería era verlo. Al lado de Morrie se sentía seguro.

Justo antes de cruzar la acera, algo del otro lado llamó su atención. El auto plateado de Morrie se detuvo frente al edificio, de él bajó una chica de no más de veinte años, sonrió coqueta y caminó segura al interior del edificio.

Yukihiro no pudo notar quién era el conductor, pero lo intuía, y algo en su pecho dolió; la seguridad de que él no había sido más que un juego, una curiosidad para ese hombre…

Aun así, cuando el auto avanzó hacía el estacionamiento, Yukihiro se dirigió hacía el edificio, tomó el elevador y llegó hasta la puerta del apartamento de Morrie. No llamó. Se quedó de pie frente a ésta, y cuando escuchó pasos del otro lado del pasillo, se escondió.

Logró distinguir la espigada figura de Morrie acercándose, y no se sorprendió tanto cuando vio a la chica recibirlo con un apasionado beso. A pesar de que le dolía, no pudo apartar la mirada cuando el hombre comenzó a manosearla por debajo de la ropa…

Se le escapó una risilla irónica y negó con descreimiento. “Mi padre tenía razón…” pensó con amargura. Pero algo lo impulsó, la necesidad de creer que se había equivocado, sí… lo que había visto no podía ser, tal vez se confundió, tal vez…

-¿Sí?- la voz suave de la chica lo trajo de nuevo a la realidad.

-M-morrie…?- preguntó con la voz rota, temerosa.

-¿Qué ocurre, quién es?- en ese momento Yukihiro pudo notar la figura del hombre saliendo de la habitación. Se acercaba a ellos y su rostro se desfiguró al verlo. Estaba molesto. –Vuelve a la cama, amor, yo atiendo esto.

-Ella es…- preguntó aun sabiendo la respuesta.

-Mi prometida.- Respondió seco, frío, indiferente. -¿Qué haces aquí?

-Yo… yo creí que tú y yo…

-¿Qué?- interrumpió. -¿Creíste que teníamos algún tipo de relación?- había utilizado un tono burlesco. Y Yukihiro, en su inocencia no lo notó. Simplemente asintió confundido. –Será mejor que regresas a tu casa.- se dio la vuelta y antes de cerrar la puerta le dijo. –Adiós, Yuki. Lo de esta tarde fue muy divertido, pero me temo que no volveremos a vernos.

Yukihiro lo escuchó perfectamente, de espaldas.

La puerta se cerró.

Regresó a casa caminando. No lloró. No le reclamó. Simplemente caminó, tranquilo, despacio, pensando…

 

*******

 

-¿A dónde fuiste?- se escuchó desde la estancia la fuerte voz de su padre.

Pero Yukihiro no contestó. Y Yoshiro no insistió tampoco.

-Acabo de enviar mi renuncia… Otsuka-san la aceptó…- dijo y esperó un poco para notar la reacción de su hijo. Nada.  -¿Ves cuánto te quiere…?- ironizó -Tanto que ansía deshacerse de ti…

Yukihiro le escuchaba, estaba de espaldas a su padre, con la cabeza gacha y la mirada perdida en sus pies. Simplemente apretó los puños y se mordió los labios intentando retener cualquier reclamo.

-Prepara tu maleta… partiremos en media hora…

-Sí, papá…

Fue todo lo que se escuchó...las palabras resonaron en toda la casa. El dolor rebotó contra las paredes. Y la resignación flotó hasta llegar a la habitación del chico.

Y mientras preparaba su maleta, decidió que en ese lugar se quedarían ciertas cosas, su inocencia, su ingenuidad y sus esperanzas… de todas formas nunca le habían servido de nada. 

 

Fin del segundo capítulo...

Notas finales:

si quedó raro es porque estoy malita.

continuará...


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