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Alas rotas por Naghi Tan

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Ver su auto en llamas en campo abierto mientras estaba sentado en la segunda cabina de la camioneta de su jefe con un chico en su regazo y extendido todo lo largo que era en los asientos, no era considerado algo digno de qué hablar en un futuro. El muchacho solo había abierto los ojos por menos de un minuto y los había vuelto a cerrar, parecía haberse quedado dormido. No sabía qué hacer, ese día estaba siendo el más desconcertante de su vida, superaba a todos sus días malos y por mucho.

—Ya te vas a comprar un auto nuevo —Kid parecía querer consolarlo con aquellas palabras.

—Como si yo fuera malditamente rico, Eutass —estaba molesto, tanto que prefería llamar a su jefe por su apellido que por su nombre, eso le enseñaría al bastardo.

—Deberías tener dinero ahorrado, ya sabes, por los accidentes y esas mierdas —y como siempre, Kid no se había dado cuenta de que su nombre no había salido de los labios del rubio —, eso te enseñará a no ir durmiendote en plena carretera.

—No me estaba durmiendo —trató de no sonar muy molesto, pero eso era mucho pedir, su personalidad era explosiva y por ende no tenía ganas de ser acusado de algo que no hizo, ese chico había caido del cielo y nadie le iba a hacer dudar de sus palabras, ni él mismo.

La cuestión era ¿Cómo decirle a su jefe que el chico cayó de la nada? Si lo decía sabía que Kid se reiría en su cara y le diría que no era temporada de hombres o algo así, por eso de la frase “Llueve hombres”, aunque tambien tenía la preocupación de qué hacer con el chico, no podía meterlo en un contenedor de basura, como Kid le había sugerido, aunque el chico hubiera caido en su carro no le guardaba rencor alguno, porque el que había quemado su vehiculo había sido su jefe.

—¿Qué vas a hacer con el muchacho? —Kid le sacó de sus pensamientos, el pelirrojo se había girado noventa grados y le miraba fijamente.

—Me lo voy a llevar a mi departamento —dijo inmediatamente, lo que lo desconcertó, porque segundos atrás no sabía qué hacer.

Vio que Kid fruncia el ceño, más no le dijo nada, solo se acomodó en su asiento y puso en marcha la monstruosa camioneta. Sanji suspiró de alivio, pronto llegaría a su casa.

[…]

[Sanji ha tenido un accidente.]

Zoro miró el celular, parpadeó y después un frío le recorrió la columna, volvió a leer el mensaje para comprobar que eso era lo que estaba escrito y no eran simples alucinaciones producto de su cerebro cargado de antidepresivos. Sus nervios estaban a flor de piel, pero trató de calmarse, un ataque de pánico no era lo que necesitaba en ese momento, lo primordial era calmarse. Leyó el nombre de quien le había mandado el mensaje: Eutass Kid

[¿Cmo s encentra?] escribió, aunque la mano le temblaba y el mensaje con trabajo y se podía leer, pero Kid entendería, lo bueno es que con ponerse una chamarra y las botas estaría listo, el casco estaba en el recibidor de su casa, las llaves de su motocicleta las tenía en las manos.

No podía perder a alguien más, su vida siempre había estado llena de desgracias, lo que causó que su cerebro colapsara a temprana edad y le internaran un par de años en el hospital psiquiatrico. Había perdido momentos valiosos por una enfermedad mental, se había perdido de la graduación de sus amigos, el que muchos de ellos ya estuvieran formando familias y se sentía un extraño alrededor de ellos, como si no encajara y todos estuvieran esforzandose de mala gana para arrastrarlos con ellos.

Solo Sanji lo había tratado como si no hubiera estado ausente por dos años, como si solo hubiera pasado un par de horas desde su partida, lo único diferente del rubio es que este había logrado terminar sus estudios y había podido entrar en el buffet de abogados que había querido desde adolescente, trabajaba codo a codo con Basil Hawkins, Trafalgar Law y Eutass Kid, siendo Sanji el segundo al mando del buffet, no quería ni imaginarse lo que tuvo que hacer para lograr estar donde se encontraba.

En cambio él... trabajaba bajo contrato en empresas de mudanzas, nadie lo quería contratar por sus antecedentes. Aun que no era como si en cualquier momento se saliera de control y tratara de arremeter contra cualquier cosa. Era muy diferente a Sanji.

[Está bien, solo fue un susto.]

Dejó caer las llaves y dio un suspiro de alivio, Sanji estaba bien. Lo que no estaba bien era su corazón que bombeaba con rápidez.

—Calma, calma. —Se dijo, pero las ganas de huir ya había aparecido y nada podía hacer.

Sabía que estaba de más, que su precencia no era bienvenida, pero por Sanji no ponía fin a todo. Por él estaba vivo.


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