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Alas rotas por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Les recuerdo que este fic solo va a estar en Tumblr y AO3. A colaboración con DiZereon

—Tranquilizate —Sanji estaba dentro del auto, con la frente apoyada en el volante y tratando de saber qué hacer con esa situación. Cuando había salido a ver lo que había caido en el cofre de su vehiculo no hizo mas que meterse de nueva cuenta y tratar de calmar su mente. Porque desde luego que lo que estaba ahí no era un hombre joven, no, no podía ser. —Solo es el estrés, no hay otra explicación más que esa. Si salgo no voy a encontrar nada.

Y salió.

Y claro que encontró a un chico de unos veinte años inconsciente en el cofre. El menor tenía el cabello tan negro como la noche, una cicatriz por debajo del ojo izquierdo y era larguirucho y demasiado enclenque, la piel canela era cubierta por una fina capa de sudor y lejos de parecer herido, este parecía estar durmiendo… aunque los cadaveres siempre parecían eso. No se atrevió a comprobar sus signos vitales, el muchacho a esas alturas debía de estar bien muerto.

—¿De donde cayó?

No era momento de preguntarse como rayos había caido de repente en su vehiculo, no sabía que decirle a la aseguradora y desde luego que no cubriría los daños porque un chico se dejó caer en el carro. Nadie le iba a creer aquella historia, todos le mirarian como si se estuviera volviendo loco y con mucha más razón su jefe le mandaría de vacaciones. Al pensar en su jefe sonrió lleno de triunfo, ese hombre le había dicho que si algún día necesitase ayuda, se la brindaría sin dudar. Era el momento de tomarle la palabra. Comprobó si tenía señal y marcó el número.

[… ¿Sanji? ¿Qué cojones haces hablando a esta hora del día?]

—A penas son las ocho de la noche —comprobó la hora en su reloj de muñeca —, necesito tu ayuda. Creo que atropellé a alguien.

[¿Crees o lo hiciste?]

—Maldita sea, no sé —casi estaba tirandose del cabello, porque era la verdad, no sabía muy bien lo que había ocurrido —, no tengo la menor idea de lo que ocurrió.

[Eso te sirve de lección, nada de desvelarse leyendo mangas o alguna mierda así]

—¿Vas a venir o no? —sabía que esa no era forma de hablarle a su jefe, pero el bastardo se lo merecía y de todas formas no lo respetaba, lo único que hacía era burlarse de su desgracia y ya tenía bastante con la culpa que le embargaba.

[Dame la ubicación de donde te encuentras, ten en mente que vamos a enterrar un cadaver y no quiero que te heches para atrás, ¿Entendiste?]

[+]

La espera se sintió como una eternidad, como si la manecilla que indicaba los minutos en vez de avanzar se arrastrace para atrás. La temperatura comenzaba a descender, muestra clara de que estaban ya en pleno otoño y que la noche caía más rápido que en otras estaciones del año, agradeció en silencio el que ningún vehiculo circulara a esas horas, que era muy extraño pero prefería no pensar en eso.

Se sorprendió el que tuviera temor, no era propio de él, si le preguntasen a cualquiera de sus amistades o compañeros de trabajo, todos responderían que era un hombre seguro de si mismo, muy reservado y ocultaba muchas cosas, pero no era una persona que temblase de miedo con cualquier problema. Casi nadie sabía sobre su miedo a manejar automoviles de cualquier indole, pero aun si lo supiesen dirían que era uno de los pocos defectos que tenía.

Con la mano derecha tomó el cigarro que tenía en la boca y exhaló el humo, veneno para los pulmones pero que necesitaba para aliviar el estrés, uno de los pocos vicios que tenía —si no es que el único— y que costaba tan caro mantener, dado que el precio de los cigarros se había elevado y aún así las personas adictas al tabaco no dejarían solo porque había subido de precio. Aun así era mejor que morir en estado de ebriedad y mas seguro que conducir y que montar un avión. Con ese pensamiento se detuvo y tiró el cigarro al suelo para aplastarlo con la suela de su zapato mientras volvía a ir a ver al joven en el cofre de su coche ¿Y si ese chico se había aventado desde un avión? Negó, se hubiera hecho papilla.

El sonido de un motor le hizo darse la vuelta y contemplar una camioneta todo terreno de color tan rojo como el cabello de su dueño, el monstruoso vehiculo se estacionó a la orilla de la carretera y de ella descendió su jefe, Eutass Kid cerró con gran fuerza la puerta y le vio dirigirse hacia la parte de atrás de la lavatea del vehiculo para poco después dejarse ver con una pala y un costal en sus manos.

—¿Cómo se dice? —inició a modo de saludo —Recuerda que como amigo te puedo ayudar a ocultar un cadáver, pero si me traicionas… yo sé como esconder un cuerpo.

—Deja de decir frases de Facebook y ayudame de una maldita vez —le reprendió, fuera del trabajo se podía dar el lujo de tratarlo de tú, pero ya en el edificio y delante de los demás todos se hablaban según su pocisión en el trabajo, lo bueno era que era uno de los segundos al mando de la empresa.

Vio que su jefe sonreía sádicamente y fruncía el ceño, el carecer de cejas no le hacía menos intimidante, todo lo contrario. El mayor se acercó rápidamente hacía su auto y contempló al muchacho que estaba sobre el cofre, silvó sorprendido y de su bolsillo del pantalón sacó un par de guantes de latex, se los puso de manera rápida y tomó al joven.

—Abre mi camioneta —ordenó —Primero hay que incendiar tu carro y después veremos qué hacer con el cadaver.

—¿¡Qué!? —gritó sorprendido.

—Eso o le dices a los policias como cojones le hiciste para tener un golpe del tamaño de un cuerpo en el cofre de tu auto.

No pudo responder porque su atención se dirigió al muchacho que Kid tenía en brazos, había visto que se había removido entre los brazos del pelirrojo.

—¿No dijiste que estaba muerto?

—Dije que quizás estaba muerto — respondió al borde de la histeria, si tener un semi cadaver había sido estresante, el que el muchacho estuviera vivo le hacia casi sacar la cajetilla de cigarros para fumarselos de un jalón.

Cuando el chico abrió los ojos, supo que estaba en un gran problema, uno enorme.


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