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El último partido por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Como el sábado no podré subir el capítulo por irme de viaje, lo subo ya. El próximo será el miércoles. Un saludo a todos.

Había perdido la cuenta de las veces que había llamado a ese dichoso número de teléfono, pero Sasuke seguía sin contestar. Frustrado, Neji lanzó su teléfono con fuerza contra el otro lado de la habitación haciéndolo pedazos. Aquello hizo que uno de los sirvientes de su casa llegase con rapidez preocupado por el estruendo.


- ¿Está usted bien, señor? – preguntó el criado.


- ¿Te parezco bien? Ese maldito… no sé para qué narices tiene un móvil si nunca lo utiliza.


- Ya sabe cómo es el señor Sasuke, es muy…


- Imbécil – aclaró Neji gritando.


- Iba a decir independiente, señor Hyuga – aclaró el criado – el señor Uchiha odia la tecnología. Recuerde que ni siquiera llamaba a su familia.


- Podría llamarme a mí, al fin y al cabo, vamos a casarnos.


El criado estaba recogiendo los trozos del destrozado teléfono cuando vio que Neji buscaba un nuevo inalámbrico en la casa para volver a marcar el número de Sasuke. Tras varios toques sin respuesta, el teléfono salió volando hacia la puerta abierta de la habitación. Kakuzu, que entraba en aquel momento por la puerta, tuvo suerte de esquivar por pocos segundos aquel aparato que voló descontrolado hacia él.


- Vaya mal genio traes hoy. ¿Tu amorcito sigue sin contestar al teléfono? – sonrió con ironía – yo creo que se ha escaqueado de los preparativos de la boda, de todas formas, sería un ingenuo si pensaba que contigo él podría elegir algo.


- Imbécil – insultó a un sonriente Kakuzu que entró a su cuarto sentándose en su cama – podrías haber tenido al chico que hubieras querido, Neji, tienes buen físico, eres atractivo, el capitán del equipo de Lacrosse que sigue invicto, el que mejores notas sacabas en la universidad y vienes de una familia adinerada. ¿Por qué te fijaste en un pobretón como Sasuke? Sólo es un entrenador.


- Me enamoré de él.


- No, te enamoraste porque era complicado. Admítelo, para ti sólo es un desafío atraparle y tenerle para ti. Pero ese chico sigue siendo indomable y desde luego un chico de veintidós años como tú no lo domará.


- Quiero a Sasuke Uchiha – dijo muy sincero Neji – conseguiré mi objetivo y acabará cediendo.


- No lo hará.


- ¿Qué sabrás tú que solo tienes rollos de una noche?


- Y me va muy bien. Yo jamás elegiría a un pobretón para casarme y lo sabes. Yo sólo amo al dinero.


- Un día, algún chico te echará el lazo y lo sabes.


- Me escaparé del lazo – sonrió Kakuzu – me gusta mi libertad, ir a la discoteca todas las noches y tener relaciones con cualquiera, lo mío es meter y sacar, sin sentimientos y sin nada de compromisos, sólo disfrutar. Deberías probarlo, seguro que Sasuke está disfrutando en esa isla.


- En esa isla sólo hay viejos – dijo Neji en tono despectivo – además, no conoces a Sasuke, no es capaz de desnudarse frente a nadie, soy el único que puede tenerle – sonrió – y si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma – dijo muy convencido.


- ¿Qué quieres decir?


- Pues que en estas vacaciones antes de los últimos partidos, me voy a la isla Rebun a buscarle.


- ¿Puedo acompañarte? Me harán bien unas vacaciones.


- ¿Estás seguro? Allí no hay discotecas ni jóvenes a los que seducir para una noche – sonrió Neji.


- Me sacrificaré unos días por acompañar a un amigo.


- No pienso pagarte por acompañarme – Kakuzu sonrió ante aquello.


- Tenía que intentarlo. Aun así quiero ir. Me gustaría ver esa isla y lo que se le ha perdido allí a nuestro entrenador. Iré a comprar los billetes.


 


Isla Rebun


Itachi se había levantado temprano al saber que tanto su hermano como Naruto pensaban ir a hacer piragüismo. Quería ir con ellos, pero no estaba seguro si Deidara aceptaría aquel plan de última hora. Los remordimientos le estaban volviendo loco y todavía más las incertidumbres sobre ese chico. Todo a su alrededor parecía un gran misterio que el rubio se esforzaba por mantener oculto.


Quiso llegar antes que todos los demás al embarcadero para poder hablar con él, para preguntarle si podía unirse a la excursión pero cuando llegó, la escena lo paralizó unos segundos. Observó a Deidara sentado en las maderas del muelle frente a las canoas, con una margarita de su jardín en la mano, moviéndola con suavidad mientras observaba el anaranjado cielo que determinaría que el día comenzaba nuevamente. Parecía pensar en algo, ni siquiera se había percatado de que él estaba allí a su espalda observándole. Unos segundos después, lanzaba la margarita al agua dejando que las suaves ondulaciones que el viento creaba se llevase la flor hacia el horizonte.


- Dei… ¿Podemos hablar? – preguntó Itachi a su espalda, observando cómo antes de girarse, éste se limpiaba disimuladamente una lágrima que resbalaba por su mejilla.


Para cuando Deidara se giró, sonreía aunque Itachi sabía que algo no estaba bien. Algo en el interior de ese elegante y sonriente chico se había perdido para siempre, ya no era el chico vital que una vez conoció en la universidad, su mejor amigo lo había roto como a un muñeco viejo.


- Claro. ¿De qué quieres hablar?


- Quería disculparme contigo.


- ¿Por qué?


- Porque fui yo quien te presentó a Kabuto y saber que te hizo daño, es algo que no puedo perdonarme.


- Era tu mejor amigo y jugaba en el equipo, no es culpa tuya. Iba a conocerle de una u otra forma.


- Pero se enamoró de ti… o eso me hizo creer, se fijó en ti sólo porque…


- ¿Por qué?


- Porque me gustabas a mí – dijo al final sorprendiendo a Deidara – nunca tuve el valor de confesarte lo que sentía y lo lamento, lo lamento mucho porque no sé lo que has vivido estos últimos años, pero creo que parte de eso es mi culpa, por no haberme atrevido a confesarme. Quizá habría cambiado algo si lo hubiera hecho.


- Te amé, Itachi – confesó Deidara


- ¿Ya no?


- Te diría que sí pero… mentiría. Donde debería estar el corazón sólo tengo un enorme vacío que no es capaz de dejarme sentir nada excepto dolor. Pero… tú fuiste el único hombre al que una vez amé, fuiste el único que ha tenido mi amor.


- ¿Qué te hizo Kabuto? – preguntó Itachi.


- Olvidémonos de eso, Itachi. Sólo quiero pasar lo que quedan de mis días aquí, en la isla Rebun, estar tranquilo y vivir sin sobresaltos.


- Déjame intentar salvar lo que quede de tu corazón – le dijo Itachi acercándose a él, acariciando con suavidad su mejilla.


Deidara, por un segundo, cerró los ojos perdiéndose en esa caricia, en el tacto de los dedos de Itachi sobre su piel. ¿Cuántas noches había soñado con tenerle? ¿Con ser suyo? ¿Y ahora? Ahora sólo había dolor, un profundo vacío en su corazón. Abrió los ojos mostrándole a Itachi en aquella mirada, todo el dolor y la tristeza que ocultaba a todo el mundo, un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Itachi y aunque no sabía la verdad tras aquel sentimiento, no podía evitar sentir la tristeza, notar cómo su corazón se estrujaba al ver a Deidara en aquel estado.


- No puedes amarme, Itachi – le dijo Deidara – porque ya ni siquiera soy la sombra de lo que una vez fui, ya no soy aquel chico que conociste. De él sólo queda esto, un mero residuo. Lo siento.


- Pagará lo que te hizo, te lo juro – le dijo Itachi pese a no saber qué le había hecho.


- No lo hará, porque es el hijo de un diputado. Tiene demasiado poder e influencias, siempre se sale con la suya, siempre consigue sus objetivos. Si te enfrentas a él, saldrás perdiendo y lo sabes. Deja las cosas como están.


- Sólo quiero intentar reparar el daño que te hicieron, por favor, Deidara… dame una oportunidad.


- Nadie puede reparar este dolor, Itachi.


Itachi observó aquella margarita blanca flotar en el agua, marchándose hacia el horizonte. Pensó que había perdido a alguien, pero recordó que era imposible, Deidara no tenía familia, era huérfano y debía ser algo con Kabuto. Fue entonces cuando recordó aquella invitación a la boda.


- ¿Ocurrió algo en la boda? – preguntó Itachi.


- La boda… - sonrió Deidara – esa gran farsa.


- No pude asistir, estaba en un congreso de locución en Tokio. Me disculpé con él, quizá debí mandarte a ti también mi respuesta.


- Quizá debiste mandársela a su prometido – dijo Deidara sonriendo.


- Pero… yo creí que tú…


- Iba a casarme con él, pero cuando llegué a la iglesia y entré media hora tarde porque me dio una hora equivocada, resultó que se estaba casando con otro, el hijo de un gran empresario de tecnología. Todos los presentes me miraron cuando abrí las puertas sorprendidos por mi interrupción. Aún pude ver la sonrisa en sus labios burlándose de mí cuando me marchaba de allí.


- Joder. No sabía nada. Lo siento.


- Al parecer mientras estaba conmigo también disfrutaba de la compañía de su prometido. Creí que yo era el único y en realidad… yo sólo era su amante, al que escondía de todos, un entretenimiento cuando su prometido se negaba a cumplir alguno de sus caprichos. Fue imbécil. Pensar que alguien podría enamorarse de un huérfano como yo… alguien de su estatus social… qué idiota fui.


Itachi no pudo evitarlo más, el dolor que Deidara llevaba en su corazón se había pasado al suyo. Escucharle insultarse por haber confiado en la persona con quien se suponía que iba a compartir el resto de su vida fue demasiado para él. No tenía culpa alguna por haber intentado amar a alguien que jugaba con sus sentimientos, él no había cometido ningún acto repulsivo, sólo fue una víctima en todo aquello. Lo peor… es que él sabía que su mejor amigo tenía una aventura, habló mil veces con él para que dejase esa aventura, para que se casase con Deidara si le amaba y ahora se daba cuenta de que debió confesarle a Deidara la aventura que él ya conocía. Le habría evitado aquel sufrimiento si lo hubiera hecho.


El brazo de Itachi cogió la cintura de Deidara acercándole hacia él, consiguiendo unir sus labios con fuerza a los de ese sorprendido rubio que no se esperaba un arrebato como aquel. Aun así, sus manos cogieron los fuertes brazos de Itachi dejándose llevar. Al menos… conseguiría saber lo que era tener un beso de aquel hombre al que tanto amó y al que perdió, ese hombre al que no quería involucrar en su dolor, no podía hundirle junto a él.


Itachi sabía que Deidara le había dicho que era incapaz de sentir, pero en aquel beso no fue aquello lo que sintió, sentía que en lo más profundo de aquel herido y roto corazón aún quedaba una brizna de esperanza por encontrar un resquicio de felicidad. Quizá tenía razón la gente y la esperanza era lo último que se perdía incluso cuando la misma persona creía haberla perdido. Veía un leve destello de luz muy al fondo y estaba dispuesto a agarrarse a él para devolverle la luz a Deidara, las ganas de vivir, para devolverle lo que era la confianza y el amor. Estaba dispuesto a arriesgar lo que fuera por él, todo lo que no arriesgó en la universidad por ser sólo un adolescente, ahora lo veía claro, Deidara era lo único por lo que valía la pena volver a la lucha y vencer.


- No permitiré que renuncies a tu felicidad, Dei – le dijo Itachi soltando sus labios, pero sin soltar el agarre de su cintura, manteniéndole aún muy cerca de él.


- No puedes impedirlo. Ya estoy acabado.


- No para mí. Haré que resurjas de tus cenizas si es necesario, pero no te vas a hundir por un desgraciado. Lucharé tus peleas si tú ya no puedes hacerlo. Haré lo que sea por ti y vamos a ganar, conseguiré que vuelvas a ser el chico risueño de antes.


- Itachi… no pierdas tu tiempo conmigo.


- No lo perderé, ganaremos tiempo juntos. Puede que ahora no lo veas y que no quieras saber nada de mí, que no estés listo para iniciar una relación, pero no pienso irme sin ti, aunque eso signifique que abandone mi trabajo en la radio y tenga que informar sobre el tiempo en una remota isla de todo Japón. Me da igual, me quedaré donde tú estés y no me lo vas a impedir.


Deidara quiso intervenir pero al ver que Sasuke y Naruto llegaban en aquel momento para su día de piragüismo, acabó simplemente sonriendo. Esta vez, Itachi ganaba esa batalla, pero seguía trazando un plan para alejarle, necesitaba hacerlo porque no hundiría a Itachi con él, no lo arrastraría a su desgracia. Eso jamás se lo perdonaría.


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