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El último partido por Fullbuster

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Todo aquel bullicio que se había armado en un momento era observado por los dos miembros del equipo de Sasuke. Un tenso Neji no perdía ojo de encima a ese rubio que trataba de esquivar a la multitud, firmaba algún autógrafo y trataba inútilmente de escabullirse nuevamente. Era todo muy extraño.


- ¿Crees de verdad que era bueno ese chico? – preguntó Neji – le vi el otro día en el campo pero realmente… tampoco le vi hacer nada espectacular.


- Sólo era un entrenamiento y Sasuke también te ha dicho que ha bajado su rendimiento. Hará años que no juega, seguramente habrán pasado tres o cuatro años desde que acabó la carrera, es posible que no hubiera vuelto a jugar – le respondió Kakuzu.


- Aun así, no podemos arriesgarnos a que tengan un buen jugador. Ese chico es el único que me preocupa del ridículo equipo que han montado esos niñatos. Él ha estado en la liga universitaria.


Kakuzu observó cómo Neji se marchaba persiguiendo nuevamente a su novio, a quien no quería perder de vista para evitar que se acercase al capitán del equipo del pueblo. Los ojos de Kakuzu se fijaron entonces en Hidan, que con una agradable sonrisa, trataba de sacar a Deidara del aprieto llevándoselo lejos de allí.


- ¿Estás bien? – le preguntó Hidan.


- Sí. No esperaba que recordasen algo como esto.


- No nos dijiste que eras tan bueno.


- Ya no lo soy. Dejé el deporte hace mucho, os lo comenté.


- Pero eras el mejor del equipo. ¿Dónde está?


- ¿El qué? – preguntó Deidara atónito.


- Pues… los trofeos que ganasteis, dónde están, quiero verlos.


Deidara resopló y le indicó que le acompañase hacia el interior de la facultad. En una vitrina al fondo del pasillo, se encontraban aquellos trofeos que Hidan miró embobado. Deidara estaba convencido de que no le pasaba nada bueno por la cabeza, seguramente querría conseguir uno de esos.


El regreso a la isla fue todo un alivio para Deidara. Pensar que antaño jamás pensó en salir de Hokkaido y ahora… no quería volver. En Rebun había encontrado todo lo que buscaba, paz, tranquilidad, una vida lejos de lo que él creía la maldad y la delincuencia. Era sólo un pequeño pueblo donde todos se conocían, todos se apoyaban y se entendían. Era el lugar perfecto para pasar el resto de sus días, para huir de su carrera, aquella que tantos años le costó sacarse, que le llevó a hacer tantos esfuerzos y sacrificios, ahora veía ese tiempo demasiado lejano a él. No quería volver a ser médico.


A la mañana siguiente, todos los del equipo se encontraron con una sorpresa que no esperaban. Neji y Kakuzu llevaban su equipamiento puesto y prácticamente les estaban retando a jugar contra ellos. Naruto miró hacia Deidara buscando una respuesta a todo aquello, pero Deidara estaba serio mirándoles. Tocó el hombro de Naruto y sonrió.


- No te preocupes, Naruto, sólo están asustados – sonrió.


- ¿Por qué? ¿No dicen siempre que somos un equipillo de segunda? – sonrió Naruto.


- Quizá sea porque ayer descubrieron que estuve en la universidad. Sólo quieren saber cómo de fuerte es el equipo. Quieren probarnos.


- Yo no puedo jugar – comentó Naruto preocupado.


- Y yo no pienso mostrarles mis cartas – susurró Deidara – jugaremos exactamente como ellos creen que somos, débiles e inservibles. Nada de trucos extraños, esos… hay que guardarlos para el enfrentamiento real.


Tal y como Deidara comentó, pese a que Sasuke estaba en desacuerdo con que sus chicos jugasen contra el equipo originario de su padre, no pudo hacer mucho cuando Deidara, con tono dulce y agradable, les explicó que si se aburrían mucho de mirar, podían jugar, aunque sería una total pérdida de tiempo para un equipo como el suyo entrenar con un equipo de segunda.


Hidan no estaba nada de acuerdo con eso de jugar mal adrede, pero reconocía una cosa… Deidara había estado en la universidad, conocía los equipos de primera división, sus trucos, sus trampas y estaba claro que él jamás querría fallar a su equipo. Si quería que jugasen mal adrede, lo harían con tal de tener posibilidades de ganarles en el futuro. Para Neji y Kakuzu, aquel juego fue tal y como dijo Deidara, una pérdida de tiempo. No tenía nada ese equipo que mereciera la pena pero cuando se marcharon, Sasuke retuvo la muñeca de Deidara.


- No has jugado ni al veinte por ciento de lo que puedes hacer – le recriminó.


- Claro que no – se escuchó a la espalda a Itachi – Vamos, Sasuke, esos chicos habrían entrado al conflicto sin dudarlo, habrían destapado sus mejores movimientos y tus chicos sabrían a qué atenerse en el futuro, crearían tácticas contra ellos. Deidara sólo ha protegido sus mejores jugadas – sonrió Itachi – era lógico que lo hiciera.


- Si estás con ellos, genial – le dijo Deidara a Sasuke soltando su muñeca – pero yo no dejaré que mi equipo desvele lo mejor que tiene para que vosotros nos machaquéis en el futuro. Sé cómo funciona este deporte y no van a obtener información de nosotros para trazar una estrategia que nos perjudique. Si tan buenos se creen, que lo demuestren en un partido legal frente a un árbitro – le recriminó Deidara.


Deidara cogió su bolsa y colocándosela al hombro, empezó a caminar calle abajo seguido muy de cerca de Itachi. Éste ni siquiera le habló, pero Deidara frenó sus pasos y sin mirarle, resopló sabiendo que seguía allí tras él.


- ¿Qué quieres, Itachi?


- Sólo… acompañarte a casa.


- No necesito galanterías, no me va a pasar nada.


- Eso ya lo sé.


- Está bien – acabó cediendo Deidara dejando que Itachi sacase una sonrisa y le acompañase hasta casa.


Ambos caminaron en completo silencio en la oscuridad de aquella noche. Tan sólo las pocas farolas iluminaban algunos tramos de la calzada por la que iban. Ni siquiera esa avenida, siendo la principal era transitada por coches. Un pequeño pueblo prácticamente deshabitado, demasiado tranquilo.


- Sabes que podías haberle ganado, ¿verdad? – le preguntó Itachi a Deidara.


- No digas tonterías, Itachi. Hace años que no he jugado a nivel competitivo y esos chicos están muy preparados. Aunque lleguemos a primera división, perderemos casi seguro. Al menos contra ellos que van en cabeza de la clasificación.


- ¿Y entonces por qué queréis llegar?


- Porque se lo prometí a Naruto. Voy a llevarles hasta la primera división y si conseguimos permanecer allí, quizá alguno de ellos tenga la oportunidad de que un ojeador le vea y se coloque en algún buen equipo. Le pagarían por ello.


- Tienes más ventajas que ellos, Dei.


- A mí no me interesa. Estoy bien viviendo aquí.


- Deja de decirme tonterías, Dei – le cogió de la muñeca con brusquedad viendo que llegaban hacia su casa – eras un buen médico, tenías un nombre, una reputación, la gente te adoraba, eras el mejor cirujano pediátrico de la ciudad. ¿Qué ocurrió?


- No tengo vocación de médico.


- ¿Más idioteces, Dei? Amabas ser médico. Aún recuerdo la primera vez que te llevaron al depósito de cadáveres. Volviste corriendo, con un brillo especial en tus ojos y me contaste con detalle todo, aún dudabas cómo era posible que todos los órganos encajasen tan perfectamente en el pequeño espacio del cuerpo humano. Esa mirada no se olvida, Dei, era vocación. Te gustaba lo que hacías pese a que a mí casi me dan arcadas de escucharte hablar de sus intestinos. Voy a ser muy claro, Dei… ¿Huyes de Kabuto?


- No – le dijo Deidara con total seguridad y confianza en su mirada.


- Pues lo parece.


Deidara sonrió. Itachi no entendía absolutamente nada, porque hacía demasiados años que se habían alejado, ya no le conocía.


- No me da miedo Kabuto ni nadie – le dijo Deidara con furia en su voz – yo no tengo miedo de los humanos. Kabuto ya no puede hacerme nada, no puede hacerme más daño del que ya hizo, sólo podría matarme y no le temo a la muerte, la muerte para mí sólo sería una salvación a mi sufrimiento, así que no, Itachi… no estoy huyendo de él.


- ¿De qué huyes entonces?


- De mi profesión – le dijo claramente soltándose y terminando de subir las escaleras de su porche – no quiero volver a operar a nadie, ni a tratar con pacientes, no quiero ser el que vaya a decirle a unos padres que su hijo no ha sobrevivido en un quirófano. No estoy aquí por Kabuto, estoy aquí porque Sakura es un buen médico y nadie sabe que yo también era médico, nadie requiere mis servicios, puedo empezar una nueva vida lejos de la medicina.


Itachi tomó el brazo de Deidara una última vez, acercándose a los peldaños para aproximarse a él. Miró los ojos azules de Deidara, ya no tenían el brillo de antaño pero tenía otro tipo de brillo, ese brillo que sólo lo daba una cosa, los sentimientos, el amor. Muy al fondo de esos ojos, podía verlo. La mano de Itachi acarició con suavidad la mano de Deidara, entrelazando lentamente sus dedos con los de él, acercándose cada vez más, subiendo los peldaños hasta que sus labios estuvieron a la misma altura. Ambos cerraron los ojos besándose con ternura.


- Déjame quererte, Dei – le susurró junto a sus labios.


- No puedo, Itachi, no puedo – fue la última palabra de Deidara en el momento en que se soltaba para entrar en la casa.


Neji fue el que no llegó tan contento. Todo su plan de descubrir el verdadero juego de aquellos chicos había sido frustrado por ese rubio de agradable sonrisa y dulces palabras. Con esa educación básicamente le había dejado claro que ellos no iban a enseñarles nada. Estaba convencido de que, con lo brutos y cazurros que eran los del pueblo, caerían en su trampa, pero no pensó en Deidara y su astucia para evitarlo.


- Cálmate – le aclaró Kakuzu – Tal y como estás, no vas a conseguir nada.


- Ese chico acaba de arruinar mi plan.


- Era lógico, ha jugado en primera división. Se sabe los trucos. Además… es más mayor que tú, te aseguro que te lleva ventaja, tendrá más experiencia – sonrió Kakuzu.


- Pues habrá que recurrir a trucos más sucios.


- ¿En qué estás pensando?


- En pagar al equipo que tiene que jugar mañana contra ellos y conseguir que sean… menos amistosos, ya me entiendes.


- ¿Quieres que vayan a por ellos? Es ilegal.


- Sólo algunos golpes son ilegales, otros están permitidos. Jugar más rudo, nada más.


- A veces das miedo, Neji y no creo que sea la mejor forma.


- No los quiero en mi liga y se acabó la conversación – aclaró Neji marchándose a la cama.


Esa noche en la casa de los Uchiha, el ambiente continuaba tenso y silencioso. No pasó precisamente desapercibido para Madara cuando al ir de visita, se encontró a Itachi tomándose en el porche un vaso de leche. Ya empezaba a hacer frío y su tío, preocupado, cogió una de las mantas del sillón para ponérsela encima a su sobrino.


- Gracias.


- ¿Qué es lo que te preocupa? – preguntó Madara con una sonrisa.


- ¿Por qué tendría que preocuparme algo?


- Soy tu tío y te conozco. Siempre salías al porche por las noches cuando querías pensar en algo. ¿Qué es? – preguntó de nuevo haciendo sonreír a Itachi.


- Deidara y todo ese misterio que le envuelve.


- Dame un poco de tiempo y quizá pueda decirte lo que le ocurrió – dijo Madara sorprendiendo a Itachi – llamaré a mis compañeros en la ciudad. Dime todo lo que sepas de ese chico, del amigo ese con el que salía… todo lo que sepas y podré decirte lo que ocurrió – sonrió Madara.


- Kabuto es muy poderoso.


- Me he enfrentado a gente con mucha influencia y he salido ganando. Si ese tipo le hizo algo a ese chico y salió impune, yo encontraré su culpabilidad y haré que pague por todo. Este pueblo es muy aburrido, dame algo de trabajo – sonrió de nuevo Madara haciendo sonreír a Itachi.


- De acuerdo. Te contaré todo lo que sé.


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