Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El último partido por Fullbuster

[Reviews - 472]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Un año después:

Las nubes cubrían el cielo de Rebun como era rutinario en esta época del año. La primavera traía consigo las tormentas y los monzones, pero también era la época más hermosa de la isla, donde todas las plantas rebrotaban, cuando los árboles apartaban la fría nieve de sus ramas para empezar a dejar crecer las nuevas hojas. La vida continuaba para todos, ya fuera en la gran ciudad o en un pequeño pueblo alejado de la civilización.

Un niño de apenas dos meses de vida dormía plácidamente en los brazos de su padre. Bien abrigado, no parecía importarle aquel frío matutino. Itachi observaba el nombre de su padre en aquella lápida que hacía meses habían mandado fabricar para él. Nunca fue un hombre al que le gustase el lujo, una simple piedra marcaba donde estaba enterrado, sin embargo, las flores frescas nunca desaparecían de aquel lugar.

Itachi se sentó en un lateral de la lápida y miró el cielo encapotado. Seguramente hoy llovería pero a él le daba igual. Había ido hoy precisamente por un motivo en concreto y no se marcharía de allí hasta haber finalizado. Desde la pequeña colina donde estaba enterrado, desde aquel árbol de cerezo que hacía sombra a su reposo eterno, Itachi movió sus ojos al horizonte perdiéndolo en el profundo océano.

- Siempre te gustaron las buenas vistas – sonrió Itachi – tal y como te prometí, papá, aquí está el pequeño Fugaku, y va a ser un gran deportista como lo fuiste tú en tus buenos años. Espero que no sea un entrenador como tú y como Sasuke, ya hay demasiados en la familia – volvió a sonreír – lamento no haberlo traído antes, pero nació prematuro. ¿Sabes? Necesitó un tiempo en la incubadora, pero te lo he traído al fin. Sé que no estarás enfadado conmigo, de hecho… creo que estarás contento de conocerle al fin y también sé que vas a cuidarle estés donde estés.

- Sabía que te encontraría aquí – escuchó a Deidara a su espalda – el médico ha dicho que no le expongamos mucho al frío.

- Lo sé, pero quería venir a presentárselo a mi padre – sonrió Itachi.

- También lo sabía, por eso le he traído el gorro. Voy a ponérselo, la cabeza es muy sensible a estas edades y encima… no te olvides que es prematuro.

Itachi no pudo hacer otra cosa más que sonreír. Dejó que Deidara le colocase bien el gorro y le abrigase mejor antes de sentarse al lado de su novio. Al sentir cómo el rostro de Deidara se apoyaba en su hombro, Itachi decidió apoyar su cabeza sobre la del rubio.

- Te quiero – le susurró.

- Lo sé. Aunque últimamente estás más con el pequeño Fugaku que conmigo – sonrió esta vez Deidara – te echo un poco de menos.

- Quería dejarte descansar después de la cesárea. Además, Fugaku me tiene embelesado, ha sacado tus mismos ojos.

- No es cierto, eres un mentirosillo – aclaró Deidara sonriendo – apenas abre los ojos un par de veces al día.

- Pero se los he visto, son azules como los tuyos.

- Eres idiota.

- Sí y me encanta cuando me lo dices. ¿Volvemos a casa? Empieza a refrescar para el pequeño. Además… aquí no puedo mimarte como te mereces – le sonrió nuevamente Itachi depositando un suave beso en sus labios.

Itachi le pasó al niño a Deidara, quien lo cogió con una gran sonrisa. Estaba convencido de que el dolor por la pérdida de su primer hijo no iba a desaparecer nunca, pero al menos, saber que ese pequeño estaba bien tras el susto que se llevó porque fuera prematuro, aliviaba un poco su carga emocional.

En parte, también saber que Kabuto estaría una buena temporada en la cárcel por lo que hizo, había conseguido que durmiera tranquilo por las noches junto a Itachi. Pensar que durante toda su adolescencia estuvo enamorado en silencio de aquel chico que ahora dormía a su lado, ese chico con el que había tenido ese niño al que ambos amaban con locura, ese chico de quien ya no quería desprenderse. Sólo con él, había descubierto la verdadera felicidad.

Al abrir la puerta de su casa, la cálida temperatura fue lo primero que les recibió. Itachi había dejado la chimenea encendida. Deidara caminó hasta la cuna en el salón y dejó a su hijo dentro arropándole para permitirle dormir un rato más. Itachi al ver la escena, se acercó a su chico por la espalda agarrando con sus brazos la cintura del rubio y depositando un beso en una de sus mejillas.

- ¿Por qué no vuelves a la pediatría? – le preguntó sin más.

- Tú siempre tan directo – le aclaró Deidara, pero luego se calmó un poco depositando su mano encima de la de Itachi que residía aún en el vientre del rubio – no estoy preparado.

- Sí lo estás. Eres un buen médico, un gran pediatra y mejor cirujano, aquí en la isla no tenemos ni pediatra y mucho menos cirujano. Ayudaría mucho que la gente no tuviera que desplazarse hasta la ciudad para estas cosas.

- No tengo instrumental ni equipo médico.

- Te lo conseguiré – le sonrió.

- Sí, claro… ni que fuera tan fácil.

- Soy locutor de radio en mi propia emisora, dejaré un anuncio, esta cadena puede escucharla medio Hokkaido.  ¿Vamos? ¿Qué es lo que te asusta?

- No superar otra pérdida.

- Eres médico, Dei, sabías a lo que te enfrentabas cuando decidiste estudiar medicina, sabías que perderías pacientes. No es eso lo que te asusta. ¿Qué es?

- Supongo… que es la vida misma lo que me asusta, encontrarme con algo que se me escape de las manos, no acordarme de las cosas, no ser el de antes, no sé… ¿Y si aquel ataque me dejó secuelas? ¿Y si no puedo coger un bisturí sin que las manos me tiemblen? Puede ser cualquier cosa.

- No he visto tus manos temblar – le aclaró Itachi con una sonrisa – y eras el mejor cirujano, eras un buen médico, esas cosas no se olvidan aunque hayas estado dos años fuera. Aun así… si quieres podemos pedirle a uno de tus anteriores supervisores que venga un tiempo para que te devuelva la confianza. Unos meses…

- No dejarás el tema, ¿verdad?

- No dejarás las excusas, ¿no? – preguntó Itachi haciendo sonreír a Deidara.

- Está bien. Volveré… pero sólo si viene uno de mis supervisores unos meses a ayudarme.

- Entonces… tengo trabajo que hacer – le aclaró Itachi besándole una última vez antes de ir a buscar su chaqueta de nuevo.

- Pero es sábado – le dijo Deidara.

- Sólo voy a contactar con tu supervisor y poner un anuncio. Volveré enseguida. Tú… prepárate, porque cuando vuelva… voy directo a buscarte en la cama – le sonrió.

- Eres increíble… No pienso hacerlo.

- Sé que sí – le guiñó un ojo Itachi cerrando la puerta tras él.

- Será idiota – dejó escapar Deidara, aunque luego sonrió para ir hacia la habitación.

Itachi siempre tenía razón, al final… acababa haciéndole caso a lo que decía y todo… porque sabía que su vida era simplemente perfecta ahora. No les hacía falta un brillante trabajo, ni vivir en la capital, ni siquiera necesitaba a la gente que una vez conoció, Rebun y los amigos de allí eran más que suficientes para él. Su vida había cambiado aquel año en que perdió a su hijo, en que perdió al que creía sería su esposo, pero la vida le había traído a Itachi, le había traído a esta isla de tranquilidad sabiendo lo que él necesitaba. Aquí era feliz.

***

En Nayoro reinaba una temperatura de unos veinte grados y, extrañamente, el cielo estaba muy despejado. Para Hidan todo en aquel lugar era algo desconocido y extraño. Añoraba sus tormentas, esos días de viento, añoraba lo conocido… pero allí estaba, frente a la gran mansión que había pertenecido a su abuelo. Ni siquiera sabía el motivo para dejarle la herencia precisamente a él, no le había conocido y para ser su abuelo… nunca tuvo interés en contactar con él. No entendía nada.

Un año había transcurrido desde aquello. Recibió la herencia y ahora… no sabía qué hacer con esa mansión. Su madre no quería entrar en aquella casa y para él… sólo era una casa que no tenía nada que ver con su familia.

- ¿Entramos? – le preguntó Kakuzu a su lado.

- Qué remedio. Aún no sé qué voy a hacer con ella. Llevo un año pensando pero… no tengo ni idea.

- Podrías alquilarla – comentó Kakuzu – traería alguna rentabilidad y te quitas mano de obra. Ahora te toca venir todos los meses para asegurarte de su mantenimiento, si la alquilases, los jardines estarían bien cuidados, la gente que viviese en ella cuidaría las cosas y te avisaría si se rompiera algo. No tendrías que estar viajando.

- Supongo que es una opción – aclaró Hidan.

- Vamos, te ayudaré a revisar las cosas, luego podemos decidir un precio y una agencia para alquilarla.

- Vale.

Los dos chicos entraron por la mansión. Los sirvientes seguían con sus quehaceres habituales de limpieza y mantenimiento. Hidan no había querido prescindir de ellos puesto que le ayudaban a mantener todo en orden pese a que él no vivía allí. Quizá si la alquilaba, los nuevos inquilinos quisieran remodelar al personal, aunque ni siquiera estaba convencido de ello puesto que todas esas decisiones pasaban por él.

- ¿Por qué me dejaría toda la herencia a mí? – le preguntó Hidan a Kakuzu – no le conocía.

- Era tu abuelo al fin y al cabo. Ya te lo explicó tu madre, sólo tenía un hijo varón y pese a que se marchó de casa para contraer matrimonio con tu madre y tu abuelo no se lo perdonó, a alguien tenía que dejarle todo esto. No tenía a nadie más.

- A algún criado de confianza – le dijo Hidan.

- La sangre tira más, Hidan.

- ¿Y tú no vas a hablar con tus padres ni con tu abuelo?

- Hablo con mis padres – comentó Kakuzu con una sonrisa – de vez en cuando por teléfono y cuando no se entera mi abuelo. Con mi abuelo no hay solución alguna. No voy a ser su títere. Además estoy bien ahora.

- Claro… - sonrió Hidan – ¿Y no tiene nada que ver con vivir en Rebun conmigo y formar parte de nuestro equipo?

- No – sonrió Kakuzu – tiene más que ver con que estoy feliz a tu lado.

- ¿Con un pobretón?

- Ya no eres tan pobretón.

- Sigo siendo el mismo.

- No es cierto. Eres el mismo pero con dinero – matizó Kakuzu con una gran sonrisa.

- ¿Sabes?... estaba pensando que me apetece mucho tener sexo contigo.

- ¿Aquí, en la casa de tu abuelo?

- ¿Qué más da? No le conocí y ahora tampoco va a quejarse – le dijo con una pícara sonrisa en su rostro.

- Hay muchas habitaciones en esta casa. Habrá que empezar ya si quieres hacerlo en todas – le sonrió.

- Pues no perdamos más tiempo – le añadió cogiéndole de la muñeca para arrastrarlo al interior de la mansión.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).