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Alegoría por sugarlimbo

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Notas del capitulo:

Último capítulo y final. Diré nuevamente que me encanta esta pareja. Este capítulo lo escribí como dos años después que el primero, es por eso que el estilo puede ser más fofo (y aburrido). Perdón por eso!

Alegoría: Por lo general, un dispositivo de la retórica, una alegoría sugiere un significado a través de ejemplos metafóricos. 

 Levantarse ese día había resultado más difícil que cualquier otro.


                No había sol que brillara en el cielo, porque claro: era invierno. Y era Inglaterra. El cielo gris, que se insinuaba lluvioso, era una clara muestra de ello.


                Arropado entre sus sábanas, escuchó con molestia el viento azotar contra las ventanas y sintió escalofríos. Ahora tenía menos ganas de levantarse. No quería salir de su cuarto, no quería caminar por los pasillos helados del castillo, no quería ir a clases.


 


                No tenía ganas. El sólo imaginar el proceso, le hacía sentir que no había pegado un ojo durante toda la semana.


 


                Pero eso distaba mucho de la realidad.


 


                La realidad era que, luego de extenuantes horas de ejercicio, su período de sueño había aumentado. Lamentablemente para él, también lo habían hecho sus sueños. Esos que quería sofocar, ahogar, exterminar y extirpar de su mente cada vez que se escabullía hacia algún rincón, armario o aula vacía con algún conveniente acompañante. Pero para su desgracia, parecía que el íncubo que se había apropiado de sus noches no tenía intención alguna en dejarlo exterminar sus deseos carnales con simplemente encontrar algunos compañeros tipo sucedáneo.


 


                Todo era culpa de esa maldita comadreja. Le deseaba lo peor a él y a sus veinte generaciones futuras (ojalá y todos fueran puros squibs). 


               


                Siempre le había sido indiferente. Siempre había sido un idiota más al que molestar; un idiota más con el pelo rojo y con pecas. Otro de los Weasley. Otro de esa interminable familia de muertos de hambre traidores a la sangre. Sólo un idiota más. El amigo de Potter. El amigo de Granger. Un molesto león que no hacía más que rugir sin sentido, simplemente porque quería escuchar su propia voz.


 


                Pero mierda. Qué era lo que había pasado ahora con este mundo. Ahora no quería y no podía perderse la ninguna de las jodidas oportunidades que tenía para hablarle, porque incluso cuando de su bocas no salían más que sandeces cargadas de ignorancia; el movimiento de sus labios, su ceño marcado por la indignación,  sus palabras amenazantes, sus nudillos blancos, sus ojos cargados de odio, su voz insultándole; todo, todo le parecía infinitamente atrayente y apetecible.


 


                Cada oportunidad. “Muévete, Weasel”. Y sus ojos azules encendidos en rabia. “¿Cómo que andas sin niñera?”. Su varita lista para atacar. “Hueles mal hoy, comadreja. Debe ser por la sangre sucia a la que andas pegada”. Y el puño pecoso conectándose peligrosamente con su estómago (aunque más tarde todo acabara por la participación del deleznable grupo de amigos Gryffindor); todo era una oportunidad exquisita y absolutamente aprovechada.


               


                Draco gustaba de todo aquello. De todo. Como un maldito masoquista, como un maldito envenado. Como un maldito adicto.


                Y mientras tomaba un descanso en el baño de los prefectos tras su última tarde de deporte-olvídate-del-pelirrojo, la vida, que últimamente parecía ensañada con su orgullo, le mostró lo que parecía un sueño vívido de los que eran controlados por ese íncubo desorientado que no tenía idea de la maldición que le caería encima por estropearle el sueño a uno de los Malfoy: ahí, en medio del vapor, se encontraba, con sólo una toalla amarrada a las caderas, el causante de que sus calzoncillos amanecieran sucios todas las mañanas de las últimas semanas.


               


 Y entonces, Draco Malfoy, el gran Malfoy, el acreedor de un gran sentido de la dignidad, de la contención, de la elegancia, salió torpemente de la piscina de colores de ese baño, tropezándose a cada paso para tomar esa oportunidad que parecía que Merlín, Salazar Slytherin, Lord Voldemort y todos sus ancestros finalmente le habían otorgado.


               


                El poseedor de esas jodidas pecas, de esas putas y atractivas pecas le daba espalda mientras se daba unos golpes suaves en sus hombros. Sus hombros. Y esa espalda.


                 Y entonces Draco Malfoy terminó por caer. Y cayó, se precipitó y casi fracturó a su objetivo (y obsesión).


               


—¡Qué, Malf-!


 


                Pero la oportunidad seguía siendo perfecta. Y entonces Draco aprovechó para vengarse un poco de todos los malos ratos que el experto en ajedrez le había hecho pasar últimamente. Y el Gryffindor aún no reaccionaba, así que el reptil se le subió encima y le besó con fuerza.  Los dientes no tardaron en colisionar y lo rojo de sus labios se debió no sólo a la fricción violenta, pues la violenta caricia se condimentó con un poco de sal y metal.


               


 Ron luchó inútilmente en todo momento. Pero la fuerza bestial de la libido de la serpiente no podía ser combatida simplemente con fuerza bruta. Así que, el ataque de besos y manoseos de piel contra piel fue un completo éxito para el heredero de Lucius Malfoy. Finalmente, vencería al íncubo y conseguiría una probadita del plato real. Sueños húmedos al carajo.


Así, antes de que el menor de los hombres Weasley pudiera pensar en aquello, se encontraba sobre el suelo del baño de los prefectos con su toalla muy lejos de su lugar original y unos cuantos moretones y mordidas en lugares que nunca pensó que serían mordidos.


 


 


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Se despertó feliz y muy temprano esa mañana y luego de bañarse y vestirse, caminó relajado hacia la clase compartía con los leones. Quería instalarse en primera fila para deleitarse con la entrada del pelirrojo al salón de clases. Sin embargo, antes de que su cerebro alcance a procesarlo, un torbellino rojo se acercó corriendo hacia él.


Estaba molesto, iracundo, exhalaba rabia y parecía tener una clara intensión de descargar tu ira sobre el cuerpo del rubiales. Corrió con fuerza para atacarlo con una con una sarta de gritos histéricos y preguntas  que el Slytherin no pretendía responder, excepto que el incentivo sea un poco de intercambio de saliva.  Y pues, incapaz de seguir escuchándolo y empalmado ya con sólo escucharle, el ojiplata aprovechó que el otro lo había tomado por el cuello de la túnica y le pasó la lengua por la boca.


 


Ron, completamente desconcertado,  lo empujó con fuerza.


 


Ignorante y estúpido Weasley. No tenía ni idea que horas más tarde, con su iracunda imagen en la mente, y con esa misma fuerza con que el otro lo había empujado, se corría Draco. Pero sobre sus manos. Pensando en cuán increíblemente provocadora y estimulante podía llegar a ser una mirada.


La azul mirada de un pelirojo pobretón.


 


Draco Malfoy se mordió los labios con ese recuerdo y volvió a pensar en el baño de los prefectos.


 


A pesar de que Myrtle la Llorona volvería a ser espectadora de sus travesuras, volvería a ese lugar a concretar lo que había comenzado. Porque el traidor a la sangre, el pobretón, Ronald Bilius Weasley, se había transformado en su alegoría del placer.


               


 


 


 


 


 


 


 


sugarlimbo, febrero 2015

Notas finales:

Si por esas casualidades del destino te gustó, no me molestaré si me lo dices. ¡Un besoote!


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