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Lo más importante por BlueMoon

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Antes que nada os quiero dar las gracias por haberme dejado tantos reviews. Os quiero <3, sois maravillosos *-*.

Con respecto a este capítulo, quizás, probablemente no salga cómo vosotros queriáis... mmm... la verdad es que me hubiera gustado hacerlo distinto a mí, pero nada, no había modo, los personajes no me querían hacer caso y eso es lo que ha salido D: Ni a mí me gusta mucho como ha quedado, pero...

Pese a todo me he esforzado mucho *se esconde debajo de la mesa*

Draco se quedó unos instantes con los papeles en la mano, como si ahora, pasados los instantes de furia, se sintiera fuera de lugar, como si no hubiera sido él quien los hubiera roto. El que Harry le haya dejado por la comadreja inmunda de Weasley le dio duro en su orgullo. Más que nada, puesto que en su fuero interno él se sabía mucho mejor que ella, que esa niñita tonta.

Suspiró y decidió estirarse en la cama, no quería bajar, no quería ver a nadie. ¿Qué haría ahora? ¿Dejaría que la chica le ganara el amor de su marido? O, por el contrario, ¿lucharía?

¿Y de qué serviría luchar si el corazón de Harry no era suyo ya? ¿De que servirían sus esfuerzos si no había nada por lo que luchar?

Además debía pensar que era lo mejor para sus hijos y realmente no pensaba que una “guerra” con su aún marido fuera lo mejor para ellos. Con un enfrentamiento, Harry se los podía quitar de un plumazo y entonces se moriría. Y aunque no se veía que el moreno los fuera a abandonar, nadie quiere en su hogar a los hijos de otros, pensaba refiriéndose a Ginny, así que si se los quitaba creía que Potter los enviaría a algún orfanato o algo así, muy lejos de donde él pudiera buscarlos.

No tenía a nada ni a nadie. Excepto a Blaise, quien como él se había casado con un Gryffindor, todos los que antes los podía considerar sus amigos le habían dado la espalda, Pansy, Theo, Milicent, Astoria… Si hubiera seguido los mandatos de su padre probablemente ahora estaría casado con alguno de ellos.

Lucius y Narcisa, quienes al final habían intercedido por el bando de la luz y que habían quedado libres por eso, al enterarse de su noviazgo con Potter, le habían dado la espalda, considerándolo poco menos que un despojo y lo habían dejado, no desheredado porque eso estaría muy mal visto incluso para los magos Sangre Pura, pero lo habían dejado solo y se habían marchado a Suiza.

Un suspiro escapó de sus labios. Lo había dejado todo y ahora se daba cuenta que la razón por la que había abandonado a sus amigos, a su familia, a sus ideales, no existía y no podía evitar preguntarse si esta había existido alguna vez realmente o solo en su cabeza y, lo más importante, en su corazón.

Lágrimas descendieron de sus mejillas y con rabia se las secó. Estaba cansado de recordar al amor de su vida y ponerse a llorar, no podía más que sentir como el dolor se desbordaba en su corazón y se sentía impotente por no poder hacer nada.

Neville había llamado a San Mungo y les había dicho que no podían ir a trabajar. Se lo agradecía. Tal y como estaba se veía sin ánimos de atender cualquier paciente. Ahora mismo se veía sin ánimos de hacer cualquier cosa.

No se dio cuenta cuando se quedó dormido con una mano extendida en el colchón, como buscando un calor vacío y otra en su barriga como intentando protegerla de algo. No fue sino hasta que Blaise le llamó que se dio cuenta de que había dormido.

—Draco —le llamó acariciándole una mejilla—, es una tontería, pero ¿cómo estás?

El chico solo negó con la cabeza y Blaise solo abrió los brazos y dejó que se acomodara ahí, que se desahogara todo lo que antes no había podido pasando una mano por su espalda intentando en vano consolarle.

— ¿Qué piensas hacer ahora, Draco? —preguntó al cabo de un rato cuando el rubio ya estaba más calmado.

—No lo sé. No me siento con ganas de querer hacer nada.

Blaise solo desvió la mirada encontrándose los papeles rotos en el suelo. Arqueando una ceja, se volvió a mirar a su amigo.

—Supongo que es un arranque que me ha dado. —Draco se permitió una sonrisa—, no quería hacerle las cosas tan fáciles a Potter.

Blaise a su pesar sonrió.

—Está bien que no quieras hacerle las cosas a Potter —dijo suavemente—, pero ten cuidado, dragón. Si intentas llegar muy lejos el Salvador del Mundo Mágico aún puede hacer valer su título y quitarte a tus hijos y lo que es peor, manchar tu reputación.

Draco suspiró abatido pero asintió.

—Ya lo había pensado, pero lo único que quiero es entender de una buena vez porque me ha dejado por la inmunda de la Weasley. He oído cuando hablabas con Neville de eso —confesó al ver que su amigo iba a abrir la boca para preguntar cómo sabía lo de la pelirroja—. No es que me dé igual, pero si él es feliz con ella deberé dejar que lo sea, ¿no? Pero no le voy a dejar ir sin una buena explicación.

—Bien dicho, Draco —afirmó Neville quien preocupado porque su marido no bajaba había subido a ver cómo estaba el rubio—. Aún no me puedo creer que mosca le haya picado a Potter para dejarte, pero no puede ser que se vaya tan ancho, sin darte al menos una explicación. Ahora, veamos, venía a revisarte, ese desmayo de antes no me ha gustado nada, dragón.

—Por Merlín, Nev —le reprendió el rubio aún con la voz ronca de tanto llorar, pero con una sonrisa, algo débil, pero sonrisa al fin y al cabo—, yo también soy medimago, ¿no crees que si me encontrara mal ya sabría lo que tengo?

—Me da igual, pienso examinarte de arriba abajo hasta que encuentre lo que te ha sentado mal, así que ya puedes estirarte en la cama y ser un dragón obediente —afirmó convencido—, Blaise, ¿podrías ir a ver cómo están los niños? Me preocupan, ya deberían haber despertado y estarán intranquilos por no ver a nadie con ellos…

Draco miró preocupado a sus amigos. ¿Despertado? ¿Intranquilos?

— ¿Qué les habéis hecho a mis hijos? —preguntó enojándose.

—Les he tenido que dar un calmante, se estaban poniendo histéricos llamando a Harry —explico el medimago suavemente—, tranquilo es algo suave —continuó al ver la cara de cabreado de Draco—, es imposible que les haga daño.

El rubio asintió no muy convencido a las palabras dichas por su compañero.

—Blaise, ve, por favor —le rogó al moreno—, tienes que ver cómo están, no sé pueden quedar solos.

—Vale, ya sé que sobro. Avísame de cualquier cosa, ¿sí? —le dijo al chico que estaba encima de la cama—, te veo en casa, cariño —dijo dándole un beso en los labios a su esposo.

—Bien, veamos, túmbate en la cama —dijo adoptando una pose profesional y un tono serio.

—Nev, en serio, da igual, estoy bien de verdad.

—Me da igual lo que pienses, has pasado por una experiencia traumática y a tu cuerpo le ha sentado mal y quiero descubrir por qué, la gente se divorcia todos los días y no acaban desmayados en el suelo de su casa por ello. Túmbate.

Draco con un suspiró empezó a cumplir con lo que el ex Gryffindor le pedía. Demonios, ese chico sí que era terco. Debía haber impedido que se casara con Blaise pensó con una sonrisa.

—Bien, veamos —empezó su reconocimiento—, dime te duele alguna parte del cuerpo.

—La verdad es que los últimos días me ha empezado a doler la barriga, por la parte del costado —explicó resignado.

— ¿Justo aquí? —preguntó tocando la zona.

—Sí. Hace como dos o tres días que me dolía, pero hoy el dolor es más fuerte… —se quejó.

El de cabellos castaños asintió más para sí mismo que para Draco y empezó a hacerles pruebas para ver lo que su amigo podía tener. Esperaba que no fuera nada grave… Al cabo de unos minutos lanzó una exclamación ahogada.

—Merlín… Draco, ¿qué vas a hacer ahora? —Neville se escuchó y lo miró de una forma que le hizo pensar que debería haber estado muerto hace cinco minutos o algo por el estilo.

—No me asustes, amigo, ¿tan grave es? —Draco empezaba a inquietarse él también.

—Es que no lo entiendo, ¿acaso no os protegíais? Y, ¿en qué coño estaba pensando Harry? —gruñó entre dientes ajeno a las palabras y a la turbación del paciente.

Draco abrió aún más los ojos. No se estaba enterando de nada. Y, ¿qué tenía que ver Potter con su dolor?

Ah, no ser… Pero no, no podía ser eso. Se negaba a creerlo, no podía…

—Neville, puede que sea medimago pero sabes que aún no sé leer la mente, ¿me puedes decir qué está pasando? —preguntó con miedo. No sabía si quería saber la respuesta a sus preguntas.

—Draco, no es por ser cotilla ni nada por el estilo, ¿pero recuerdas la última vez que has tenido relaciones sexuales con Harry? —preguntó preocupado por lo que estaba viendo.

—Sí, hará como dos meses, justo antes de que cambiara su turno en la central de Aurores —contestó con un resoplido.

Estaba temiendo la respuesta que se le estaba formando en su cabeza. Inconscientemente, empezó a temblar, no quería escuchar para nada las palabras de su amigo que le dijeran lo que tanto temía…

—Draco verás —empezó el marido de Blaise—, sé que no es un buen momento, pero…

—Estoy embarazado, ¿verdad? —acabó de pronunciar en voz baja.

No se lo podía creer, esto parecía más que una broma del cruel destino… Tanto tiempo queriéndose quedar embarazado, sorprender a Harry con otro u otra pequeña, y ahora, ahora que se habían separado, descubría que estaba en estado.

—El dolor es porque el bebé se ha estado alimentando solo de tu magia. —Empezó a hablar en voz baja Neville—, tienes tres meses y como ya sabrás, por los otros, el feto se está desarrollando con unas habilidades mágicas superiores a la media, por ser Harry  tú demasiado poderosos. Por eso te duele, necesitas la magia de tu marido para estabilizarte y alimentar al bebé, que se nutra de la magia de su padre, si no, además puede ser que cuando lo tengas…

Draco quien solo le estaba escuchando a medias, pensando en todas las posibilidades que había para este nuevo niño, le paró alzando una mano.

—Alto ahí, Neville —le pidió—. ¿Hay alguna posibilidad de que sobreviva sin la magia de Harry?

El aludido se le quedó mirando con la boca abierta.

—Bueno —dijo un poco turbado—, según los estudios un bebé consume en un 50% la magia de ambos padres, ni más ni menos, si consume más de una que de la otra, el padre que ha dado más magia puede quedar squib e incluso puede llegar a morir. Pero… ¿por qué me preguntas eso?

Draco lo miró fijamente.

—No sé si quiero que Potter sepa de mi nuevo embarazo —confesó desviando la mirada—. No quiero que vuelva a mi lado por pura obligación o que lo haga solo por el bebé, si lo hace, que sea porque quiere a su familia de vuelta con él…

—Draco, esto es muy serio. Puedes llegar a perder la vida si no le dices nada, además, ¿qué crees que en el Ministerio no llevan registro de los bebé recién nacidos? Si no se lo dices a Harry, él se va a enterar tarde o temprano…

—Por ahora no, Nev, por favor. No me hagas esto.

El chico suspiró pero asintió con la cabeza. Por una parte, aunque médico, podía entender perfectamente a Draco…  

—Está bien, pero a partir de ahora voy a venir todos los días a revisarte, tienes una ligera anemia y tienes que comer más, te faltan vitaminas. ¿Náuseas has tenido?

—Estos últimos días, sí… Por la mañana y cuando me sentía mal además del dolor de barriga me volvían…

No pudieron continuar hablando porque la puerta de la habitación se abrió, y por ella entraron Blaise con sus tres pequeños diablillos.

—Papi —exclamaron los niños a coro acercándose a la cama.

— ¿Cómo estáis mis angelitos? —dijo abrazándolos uno a uno ante la atenta mirada de Neville—, papi os ha extrañado mucho, mucho. ¿Habéis hecho caso al tío Blaise y no le habéis hecho enfadar?

—Si papi —contestaron los gemelos con sonrisas angelicales, James solo bufó cansado de la actitud de sus hermanos. Ante eso, Draco enarcó una ceja. Esas sonrisas no auguraban nada bueno, con el tiempo lo había aprendido.

Se giró a Blaise y abrió los ojos sorprendido al ver como su amigo en vez de tener sus cabellos oscuros y rizados, tenía una variopinta mezcla de colores y llevaba el pelo liso, muy liso, llegándole el cabello hasta los hombros.

Intentaba que su cara se mostrara seria y de enfado, pero una ligera sonrisa se le escapaba de tanto en cuando demostrando de esa forma que no estaba enfadado.

— ¿Qué le habéis hecho a vuestro padrino? —preguntó asombrado.

Los gemelos se miraron y asintieron a la vez. No iban a decirle nada a su papi, se enfadaría demasiado con ellos y luego se lo diría a su papá y este los iba a castigar y no, no lo podían permitir.

Aunque claro, no contaban con que su padrino se “chivara”.

—Tus angelitos, como tú les dices, no se les ocurrió otra cosa que empezar a mezclar pociones que tenía en casa hasta que el caldero explotó y pasó… esto.

Draco lanzó una risita.

—No puedes tener pociones a la vista de unos niños, Blay —le reprendió Neville—, ¿y si se hubieran hecho daño qué?

—Encima que me han dejado así, te enfadas conmigo, que sepas que te odio, Nev —dijo en tono dramático.

—No es así, pero se podrían haber lastimado, cariño —dijo cogiéndole por un brazo y guiándolo hacia la puerta—, venga vamos, amor, que te devolveré tu maravilloso color ónix en el pelo. Adiós Draco, cuídate y recuerda que mañana estaré aquí para revisar tu estado.

—Sí, adiós Nev, adiós Blay —les despidió.

— ¿Qué estado? —Alcanzó a escuchar que Blaise preguntaba pero Neville negaba con la cabeza y sin mover los labios le decía que en casa le explicaba. Todo ese asunto era muy delicado como para explicarlo delante de los niños…

—Albus, Scorp —dijo en cuanto vio que los otros dos se habían ido—, aunque su padrino no les diga nada, deben comportarse y prometerme que no lo van a hechizar nunca más, ¿sí? No podéis ir hechizando a todos porque vosotros queréis, ¿sí?

—De acuerdo…

—Aunque no lo hemos hechizado —empezó Albus.

—Solo nos explotó el caldero y tío Blay pasaba por allí

—Ha sido un accidente. No queríamos que le pasara eso.

—Sí, e incluso le hemos pedido perdón —dijeron ambos.

Draco solo suspiró. Albus y Scorpius parecían haber heredado todos los genes de los merodeadores. Merlín, cuando se hicieran mayores, McGonagall sufriría por tenerlos en sus clases…

En cambio James era el más calmado de los tres, se parecía demasiado a él. Serio,  y más aplicado en las cosas, aunque eso no quería decir que alguna vez no intentara gastarles bromas a los demás… 

— ¿Y tú James qué hacías cuando estos dos demonios hechizaban a Blaise? —preguntó con curiosidad.

James no contestó solo sonrió con superioridad.

—Jamie nos ayudó papi —Albus dijo confidencialmente.

—Sí, el plan fue idea suya —añadió Scorp.

Draco suspiró. Cuando se aliaban esos tres eran temibles.

—Os voy a decir que se veía muy gracioso Blaise con ese cabello —dijo sonriendo.

—Entonces, —preguntó James cautelosamente—, ¿no nos castigarás ni se lo dirás a papá?

—No, no los voy a castigar —tragó saliva—, y con respeto a su padre está de viaje, en una misión así que no tiene por qué enterarse, ¿verdad? —Les guiñó un ojo.

Sabía que debía contarles la verdad acerca de Harry Potter, pero por Merlín, en su corazón aún deseaba que eso fuera mentira, que Harry volviera a sus brazos suplicando su perdón…

(*) (*)

Tres días más tarde Harry se paseaba por la casita descuidada que ahora era su hogar. Decir que estaba enojado era poco, estaba furioso. Ginny había tenido que salir del lugar porque sentía que la magia de su pareja se iba a desbordar y no quería estar allí para presenciarlo.

Pero, por otra parte ya se estaba agobiando, necesitaba entrar ahí, recibir el consuelo de Harry, darle la buena noticia…

Se armó de valor y entró en la casa. Con alivio pudo notar que la magia de su novio parecía encontrarse más calmada. Gracias a eso, se dirigió con pasos más firmes hacia el salón, donde un Harry estático estaba sentado en una butaca sin tan siquiera pestañear.

—Harry —dijo acercándose y arrodillándose delante de él. Con preocupación le cogió las manos y se las apretó—, ¿estás bien? —preguntó preocupada.

—Gin. —El moreno pareció salir de su ensoñación—, ¿estás bien? Siento este arranque de magia…

La chica solo suspiró y negó con la cabeza suavemente.

—No me tienes que pedir perdón, imagino que si yo estuviera en tu lugar también estaría así.

Harry resopló pero simplemente no dijo nada. A veces le cargaba que su novia fuera tan indulgente con él.

—Dime —le pidió cambiando de tema—, ¿por qué has pedido verme? Sabes que no es muy seguro que lo hagamos de momento, no hasta que Draco me dé los papeles de divorcio firmados…

—Ah, sí —dijo como recordando de golpe—, Harry hoy he ido a San Mungo, últimamente no me he encontrado muy bien y…

— ¿Ah sí? —preguntó con preocupación—, ¿por qué no me has dicho nada?

—No quería presionarte, suficiente tenías ya con lo de Malfoy —pronunció con asco.

— ¿Qué te han dicho? —cuestionó. No quería pensar en Draco, no ahora—, ¿es algo malo?

—Harry… —le llamó dulcemente y cogiéndole una mano la puso sobre su estómago aún plano—, estoy embarazada.

Harry abrió la boca sorprendido. Nunca se había esperado que Ginny, su dulce pelirroja pudiera darle un hijo, para él, los hijos se los dio Draco, su Draco… Su mente viajó hasta cuando el rubio le dio la noticia de que estaba esperando a James.

Eso sí fue una sorpresa. Draco se esmeró y con la ayuda de sus amigos le preparó una cena exquisita y al final con el postre, vino un regalo, unas botitas de niño pequeño atadas a un pergamino que resultaron ser las pruebas de embarazo del rubio…

— ¿Harry? —preguntó Weasley devolviéndolo a la realidad—, ¿no estás contento, amor?

¿Contento? Se podía sentir bien, pero ¿contento? No lo sabía, solo empezaba a notar un nudo en la garganta que le estaba impidiendo respirar.

—Claro que sí amor —se forzó a responder—, no sabes lo contento que estoy, y ahora mismo voy a hablar con Malfoy para que firme de una vez por todas los papeles del divorcio.

Se levantó del sillón con los puños apretados y cogiendo los polvos Flú de la chimenea salió de la casa.

Necesitaba despejarse.

Salió en el Caldero Chorreante y caminó hacia el Mundo Muggle. Quería beber, pero en el Mundo Mágico no podía sin que mañana no apareciera en El Profeta, en primera plana.

Se adentró en el primer antro que encontró y pidió una cerveza… Por Merlín, ¿a qué venían ahora esos pensamientos? Él amaba a Ginny, ya no a Draco, el rubio solo era una mancha en su historial, entonces, ¿por qué le vino ese recuerdo? ¿Por qué aun consideraba a Draco como una parte de él?

Acabó la cerveza y suspirando descubrió que así no aclararía nada… Quizás lo mejor era ir donde Zabini y pedirle por qué su marido seguía sin enviarle los papeles firmados…

(*) (*)

Blaise estaba en su despacho de ayudante del Ministro, acabando de rellenar unos papeles que Shacklebolt le había pedido cuando Harry Potter irrumpió en su despacho como una tromba de agua.

—Zabini….

—Potter —gruñó mientras del primer cajón de su escritorio sacó su varita—, a ti quería yo verte precisamente. ¿En qué coño pensabas cuando dejaste a Draco?

—Mira, Zabini, no quiero enfadarme contigo y tampoco quiero tener que darte explicaciones, ahora dime, ¿dónde está Draco?

Blaise pese a todo no se amilanó. Podía ser muy Salvador del Mundo Mágico, muy mago poderoso pero eso no quitaba que no le hubiera hecho daño a su mejor amigo…

Miró la varita pero vio que con eso no tendría suficiente, así que sin que el moreno se lo esperara, le asestó un puñetazo en el estómago. Aunque esta vez el moreno no se quedó con los brazos plegados y le pegó un puñetazo abriéndole la barbilla al amigo de su rubio.

—No te mereces ni respirar el mismo aire que Draco, maldito mago de cuarta. Te odio, a ti y a toda la familia de pelirrojos que tienes. Os odio. Draco, ahora está… está… —Su voz se fue apagando, perdiendo fuerza.

Harry se levantó apretando los puños con fiereza.

—No tengo por qué darte una maldita respuesta o explicación. Solo dime porque Draco no ha querido enviarme los papeles del divorcio firmados.

Blaise emitió una sonrisilla de superioridad.

—Yo tampoco tengo por qué responderte nada, si quieres saberlo deberás ir a verlo tú mismo.

(*) (*)

Se apareció en su antigua casa con los nervios a flor de piel. ¿Cómo debía comportarse ahora frente a su marido? ¿Qué debería decirle? ¿Qué le diría Draco? Al menos era tarde y los niños ya deberían estar durmiendo, o eso esperaba, no sabría si el rubio les había dicho la verdad o solo se había inventado una excusa.

— ¿Draco? —llamó cuidándose de no alzar mucho la voz.

Nadie le contestó y cuando se adentró en la sala descubrió el porqué. Su marido estaba durmiendo estirado en el sofá con una mano en su estómago, que estaba un poco abultado y una sonrisa en su cara.

Definitivamente, no se esperaba encontrarse con esa imagen de un rubio que le pareció hermoso. Casi le dieron ganas de despertarle y hacerle el amor.

Casi. Inmediatamente después desechó esos pensamientos con un movimiento con la cabeza.

—Draco —le llamó zarandeándole suavemente—. Draco despierta.

—No quiero —dijo haciendo un puchero. Harry sin poder evitarlo sonrío.

—Venga, Draco —le llamó a su pesar—. Tenemos que hablar.

Draco bostezando se despertó pensando que estaba soñando al ver a Harry ahí en la casa, a tan solo cuatro días de haber tenido esa discusión.

—Harry —la sorpresa estaba impregnada en su voz, a pesar de eso no pudo evitar sonreír aún con la esperanza que su moreno hubiera vuelto por él—, ¿qué estás haciendo aquí?

—Tenemos que hablar, Draco. ¿Por qué no has querido firmar los papeles del divorcio? —Debía de dejarse de tonterías, lo importante era el divorcio. Lo importante era Ginny debía recordarlo siempre.

Inmediatamente vio cómo se le borraba la sonrisa de la cara.

—Verás, Harry. —Empezó suavemente— creo que tú y yo tenemos aún una conversación pendiente. No es justo que después de once años, casi doce, juntos de la noche a la mañana vengas y me digas que no me amas. Es por eso que me gustaría tener una explicación mejor.

El moreno suspiró. Algo así debía haberse imaginado, estaban hablando de Draco al fin y al cabo.

Agotado, por todo, se sentó en una de las sillas del comedor.

Su marido se levantó del sofá y se sentó en una silla a su lado.

—Harry mírame, no te estoy diciendo que vuelvas, solo te estoy pidiendo una explicación después de tantos años juntos. Una que merezca que firme los papeles del divorcio.

Suspiró, eso iba a ser largo.

—Pero es que no hay más, Draco. Supongo que la rutina, las misiones, los niños nos fueron dejando sin la pasión que le poníamos a las cosas y finalmente llegó un día que parecíamos dos personas desconocidas que solo se comunicaban por los hijos que por otra cosa. Quizás fue porque los tuvimos muy seguidos, aunque no me arrepiento de ello —añadió al ver la expresión sombría de Draco—, y ellos son lo que más quiero en el mundo, pero su llegada nos sumió a los dos en una rutina que poco a poco nos consumió, al menos a mí. Ansiaba la libertad, el poder salir con mis amigos, el poder emborracharme…

Todas esas palabras le sentaron como una bofetada a Draco.

— ¿Y yo? ¿No te has parado a pensar en lo que necesito?

Harry extrañado escuchó las palabras del rubio.

—No te voy a dejar solo, Draco. Voy a pasarte una manutención para nuestros hijos, los tres y tú podáis vivir tranquilamente. Y lo hago porque te quise, un día te clavaste fuertemente en mi corazón y pese a que ahora ya no te amo de la misma forma, no voy a descuidarte. Pero es que creo que esto ya quedó claro la vez en que me fui, no sé a qué viene volver a tener esta discusión. No hacemos más que remover la misma mierda…

—No quiero tu maldito dinero, Potter. Mis hijos y yo vamos a subsistir con lo que yo gano en San Mungo y me pensaré si te los dejo ver…

Harry ya se estaba hartando de eso. Draco era terco y cuando no quería atenerse a razones podía serlo muchísimo más. Y se estaba enfureciendo, no quería llegar hasta estas alturas, pero…

—Draco, no me hagas quitarte a mis hijos. Sabes qué puedo hacerlo. Dame los papeles del divorcio y permíteme pasar tres veces por semana las tardes con ellos, solo eso te pido.

—Les he dicho a los niños que estabas de viaje, así que se les hará un poco raro, verte tan rápido por aquí —añadió con temor.

—Pues les explicamos la situación, me doy toda la culpa si quieres, pero firma los benditos papeles.

Draco ya no dijo nada más, veía que todo lo que estaba haciendo era una tontería. Harry se iba de su vida sin que él pudiera detenerlo. Suspiró y se levantó y de una gaveta que estaba en la sala, a suficiente altura para que ninguno de sus hijos pudiera cogerlo, estaban los papeles ya firmados.

Se los tendió y al verlos firmados, Harry no pudo más que sonreír, ahora por fin conocería el verdadero significado de la felicidad.

— ¿Quieres ver a los niños antes de irte? —le preguntó el rubio con voz queda.

—Mejor no, otro día —susurró. Necesitaba salir de ahí urgentemente.

—Está bien —suspiró resignado. Debía empezar a hacerse a la idea que Harry ya no volvería a ser nunca más suyo—. Espero que tengas una buena vida y que Ginevra Weasley sepa darte lo que yo en todos estos años no he podido —dijo al ver que Harry ya estaba en la puerta de la entrada.

—Espero que a los dos nos vaya bien, Draco. Nos vemos el miércoles para hablar con James, Albus y Scorpius.

—Harry… —Por un momento pensó que debía decirle lo de su embarazo, que el moreno tenía la necesidad de saberlo, después de todo aquél también sería su hijo, pero algo le impedía contárselo al que hasta hace poco era su marido—. Nada que te vaya bien.

Y de esa forma, Harry salió para no volver a pisar la casa, en la que había vivido tantas sorpresas y emociones, por un largo tiempo.

 

Notas finales:

*susurra*

Espero que os haya gustado, recordad que si me matais no sabréis cómo acaba la historia D:

Saludos, nos vemos en los reviews :3


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