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Sombras del pasado. por Seiken

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Capítulo 9.

 

 

 

Bienvenido a casa.

 

Todo estaba resultando como lo esperaba y dentro de pronto Tygus reaccionaria para brindarle ayuda, el gobernaría a su lado el tiempo que Lion-O tardara en aprender el oficio y cuando su heredero, el hijo de ese testarudo león que ansiaba la paz se sentara en el trono junto a su Tyaty, ellos partirían a sus territorios.

 

El orden regresaría a ese planeta salvaje, bajo la mano de hierro de los felinos, justo como debería ser, como fue en el pasado y volvería a serlo, sí Lion-O tenía la educación indicada, se dijo Leo, seguro de su victoria.

 

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—Tenemos que hacer algo con Leo.

 

Panthera comprendía porque Leo no había sido invitado a esa reunión, pensaban traicionarlo, a pesar de todos los sacrificios que había realizado, algunos tan brutales como el asesinato de su familia.

 

—¿Piensas que haya otro mejor para la tarea que le encargamos?

 

Tygus estaba sentado en una de las cajas de municiones que funcionaban como bancos improvisados, a sus espaldas estaba Shen, a su lado, recargado en sus hombros, como si le estuviera dando un masaje.

 

—No lo necesitaremos para siempre, pero una vez que la criatura sea derrotada, debemos encargarnos del siguiente tirano, de nuestro querido Leo.

 

Shen asintió, ese león era un monstruo, solo su puesto le mantenía con vida, pero nada más, Panthera podía ver que tenían razón, no destruirían a la Bestia, para servirle a otro amo, querían su libertad, eso era todo.

 

—¿Cómo piensan hacerlo?

 

Tygus bajo la vista, sosteniendo ambas manos del chacal, para suspirar poco después, Tykus le había dicho que ella se comportaba de una forma extraña, no quería creerlo, era un soldado que admiraba, no podría ser manipulada por Leo con tanta facilidad.

 

—Leo es seguido por los mestizos, creen que es un verdadero milagro todo lo que ha obtenido, pero tienen razón, ese león está demasiado trastornado, aunque es un buen líder, su obsesión por ti, llega a la locura.

 

Panthera cruzo sus brazos, fingiendo pensar en que hacer, para después abrir los ojos, relamiéndose los labios, su mirada fija en la de Shen, asintiendo, para después posar sus ojos amarillos en los de Tygus, preguntándose que había en especial con ese tigre, pero eso únicamente Leo lo sabía.

 

—Estoy adentro, solo dime que planeas Tygus.

 

Era eso lo que Tygus esperaba escuchar, así que asintió y aunque Tykus no estaba presente, creía que tampoco estaría de acuerdo con su plan, matar a Leo en la trifulca, escapar en una pequeña nave, Shen marcharía a su lado, se esconderían hasta que fueran viejos, tanto que la muerte se los llevaría con ellos.

 

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Tygus respiraba hondo, moviéndose con lentitud, como si le costara trabaja realizar el mínimo movimiento, observando su situación actual, intentando pensar en algo, en la mejor forma de moverse.

 

Lion-O, el hermano del príncipe Tygra, secuestrado de su casa, de su pueblo, para servir como un esclavo en aquella tierra lejana, guiada por leones del oscuro linaje de su compañero impuesto, era la única barrera que detenía a ese inmenso tigre de sable de matar a su captor.

 

Un clérigo trataba de auxiliarlos, al mismo tiempo que un médico, un puma de mirada inquietante, observaba a Leo enfrentarse con Mumm-Ra, blandiendo su espada, ganándole, usando poderes que estaba seguro aun no comprendía.

 

De alguna forma, no sabia si por magia o por la tecnología, o una blasfema mezcla de ambas, su cuerpo se sentía ligero, como si solo hubiera tomado una pequeña siesta y no hubieran pasado no sabía cuántos siglos en esa tumba.

 

Los lagartos comenzaban a rodearlos, haciendo que se preguntara, porque aquellas criaturas de todas las que viajaban en esa nave tumba, eran los que decidieron servirle a la criatura, ya que ellos eran los que recibían un peor trato de la Bestia.

 

Leo estaba distraído con la criatura, el tigre dientes de sable no se atrevía a dañar al príncipe cautivo, su hermano Lion-O, ese inexperto gatito parecía no poder moverse, las dos mujeres no se habían percatado de que eran rodeados y los felinos, actuando como todos unos cobardes, solo temblaban en su sitio, admirándoles con las miradas perdidas, sus bocas abiertas, eran patéticos.

 

Tygus apretó los dientes, gruñendo por lo bajo, un sonido que bien podía escucharse como un ronroneo, grave, melodioso, una señal de que pronto atacaría, pero a quien, eso estaba por verse cuando se levantó de su tumba, desapareciendo en el aire, para buscar un arma y comenzar la danza.

 

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Tygus cerraba los ojos, sus manos estaban recargadas en un pasamanos, el espacio como único paisaje, el silencio calmando sus nervios, pero le había dicho a Panthera que le gustaba perder su tiempo en aquel hangar, por encima de los corrales, alejado de la Bestia y de las cámaras, de ese león demente.

 

Esperaba por Shen, en ocasiones lograba escapar la vigilancia de los felinos, bajo sus ordenes por su puesto, los tigres nunca le cuestionaban, era su deber y su obligación obedecerle.

 

Pero los pasos que escucho no eran los de Shen, era un andar mucho mas tranquilo, casi sinuoso, Tygus abrió los ojos, sin voltear, quien fuera que le hacía compañía ya estaba demasiado cerca para ser esquivado, al mismo tiempo, de quererlo, pudo haberlo matado mucho antes, una sola bala, y eso era todo.

 

—Sabes, desde que estuvimos juntos he visto muchas imágenes que no son mis recuerdos, supongo que lo mismo pasa contigo, mis… memorias, están navegando en tu cabeza rayada y me pregunto, si sabes que mi afecto es real, porque intentas darme la espalda.

 

Leo se recargo en el barandal, con esa seguridad que le caracterizaba, esa sonrisa que le incendiaba la sangre, de una forma oscura, violenta, logrando que pensara en una forma de librarse de su presencia, de sus recuerdos en su mente, recuerdos que seguían formándose, como si de alguna forma hubiera creado un lazo invisible entre ambos.

 

—¿Qué es lo que deseas de mí?

 

Tal vez esa pregunta debía ser realizada por el, aun así, el joven león era quien la pronunciaba, recargado en el barandal, a unos cuantos centímetros de su cuerpo, sin mirarle, pero su olfato, su oído, sus sentidos estaban fijos en él, Tygus lo sabía, Leo estaba pendiente de cada uno de sus movimientos, a toda hora, a través de su lazo mental.

 

—Si has visto mis memorias has visto lo que deseo de ti, lo que necesito de ti, Leo, también sabes, que siento aversión por tu persona y seamos sinceros, ni siquiera tu comprendes el porqué de tu locura.

 

Tygus intento marcharse, caminar rumbo a la oscuridad, perderse de la mirada de Leo, quien sostuvo su muñeca con suficiente fuerza para lastimarle, obligándole a regresar a su lado, recorriendo sus mejillas con sus nudillos, con afecto, ternura y posesividad.

 

—El no te merece, no te ama tanto como yo y no esta dispuesto a realizar los sacrificios necesarios para poder amarte, no seas tonto, Tygus, no me rechaces, es lo único que te pido.

 

Dio un fuerte tirón en su dirección, para que chocara en contra de su pecho, Tygus no se soltó, respirando hondo al sentir el cuerpo de menor tamaño junto al suyo, no por mucho, pero esa era una de las fallas más visibles en su compañero impuesto, en el comandante que muchos decían era el poder real detrás de la Bestia.

 

—Cuando toqué la espada, esa negrura, comencé a tener visiones, imágenes de vidas diferentes, todas a tu lado, como enemigos, como aliados, amantes, hubo una en que fuimos muy felices.

 

Guardo silencio de pronto, como si se imaginara aquellas visiones, logrando que Tygus retrocediera unos pasos, imaginando la forma de soltarse de su indescriptible fuerza, un esfuerzo inútil, lo que hubiera hecho en su propio cuerpo para ser un mejor felino, le hacia tan fuerte como un gorila o un elefante.

 

—Fuimos una familia, te construí un jardín, lo que se tu imaginas como una vida perfecta, pero… esa cosa, esa bestia ya había logrado fundir su esencia con la tuya, esa cosa te hacia daño desde que eras un cachorro… esa cosa siempre logra devorarte.

 

Leo aun sosteniendo su muñeca, rodeo su cintura con su mano libre, acercándolo mucho más a él, a su cuerpo para poder admirar su mordida, que podía verse debido a que, una vez a solas, Tygus generalmente se despojaba de partes de su uniforme, y estaba abierto a la altura del pecho, como si fuese un escote pronunciado.

 

—Porque tu estas a salvo mientras yo viva, como siempre te lo he prometido, pero yo no soy inmortal y después de algunos años, unas décadas cuando mucho, yo muero y tu permaneces…

 

Tygus no encontraba sentido a las visiones de Leo, no las había compartido, no obstante para el joven león, eran reales, eran visiones que le enseñaban que estaba mal, que podía mejorar y es que si su compañero era fuerte, no lo era tanto como para enfrentarse a la criatura, no él solo, necesitaba de un punto de apoyo, un punto que equilibrara su psique, una ancla que le mantuviera sujeto al plano de la vida, evitándole deambular en el de la muerte.

 

—Pero encontrare una forma de permanecer a tu lado por siempre, así, esa cosa no se alimentará de tu energía, de tu dolor… como lo ha hecho con todos los otros.

 

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Tygus podía ver que su compañero aparentemente lo había logrado, de alguna forma se había vuelto inmortal, como la criatura, portaba su misma espada, la que había sido forjada con las almas de una galaxia, tantas vidas que no se podían contar, su habilidad blandiendo una espada había mejorado sin duda y tal vez, de alguna forma ya poseía cierto control de las fuerzas que tan valerosamente blandía.

 

Los muchachos apenas comenzaban a reaccionar al verle moverse con soltura, Leo sonrió de lado, sus ojos azules brillando con anticipación, estaba encantado con verle de regreso, los felinos que les rodeaban estaban amontonados en grupos, abrazados, protegiéndose en el numero que significaban.

 

Lion-O desarmado, la espada del augurio en las manos de Grune, que sostenía su lanza, dispuesto a freírlo con ella si es que Tygra le escuchaba, se hacia a un lado, y le dejaba cumplir con su promesa de muchos años atrás.

 

Pumyra no disparaba, solamente se limitaba a ver aquella batalla de voluntades, la de la criatura y la de Leo, el soberano de las leyendas, encontrándolo tan maravilloso como lo describían en los relatos de su niñez, la clase de rey que ella podría seguir.

 

Cheetara comprendía que si Lion-O no recuperaba su espada seria sumamente peligroso, el felino de la armadura morada y el que se había levantado de los muertos, bien podían ser aliados, o ser sus enemigos, enemigos de la corona de Thundera.

 

Debía recuperar la espada, así que, usando su velocidad, lo que aprendió del gran Jaga, ataco a Grune, utilizando su confusión, golpeándolo por el costado, logrando que la espada del augurio cayera, pero no fue Lion-O quien pudo atraparla, tampoco su hermano, sino aquel tigre, que de nueva cuenta sintió el poder del ojo recorrerle de pies a cabeza, apretando los dientes, para lanzarla a los pies del cachorro de corta melena roja, sin pronunciar una sola palabra.

 

Lion-O no supo como agradecerle a ese extraño felino que se movía como saltándose los pasos de un lugar a otro, sin comprender que usaba el camuflaje y cuando atacaba a un lagarto le perdía, buscando un arma, tal vez dos de ellas, de las manos de los reptiles, que parecían haber salido apenas del cascaron o tratarse de campesinos que eran obligados a pelear en esa guerra.

 

Grune se levanto sosteniendo su costado, sonriendo al ver que Lion-O tenia la espada, la que era inútil en sus manos, corta, como apenas una navaja, nada que preocuparle, nada, exceptuando que su príncipe, desarmado, aun se negaba a moverse, actuando como un escudo felino para evitar que dañara a su amo.

 

La criatura iba perdiendo, retrocediendo con cada nuevo embiste de su propia espada, comprendiendo muy bien que algo oscuro mantenía a Leo con vida, dándole sus bendiciones, tal vez los propios espíritus del mal.

 

Tygus se movía con gracia, casi tanta como la que poseyó Tigris en algún momento de su vida, usando las propias armas de los lagartos en su contra, matando a tantos como podía sin demostrar piedad.

 

Grune gruñendo decidió que tendría que curar las heridas de su cachorro si acaso deseaba matar al heredero de Claudius, antes de que su señor se llevara la victoria de aquella noche iluminada por las llamas.

 

Tygra al ver que la maza comenzaba a brillar se dio cuenta que su mentor le dispararía, aquel mentor que ayudo a derrocar a su padre, asesinándolo, que le encerró en su habitación para convertirlo en su esclavo, para poder violarle, aquel mentor que decía lo amaba.

 

Tygra gruño y salto en su contra, de alguna forma coordinando su ataque con el de Cheetara, los dos golpeándole al mismo tiempo, logrando que la ráfaga fuera disparada en dirección del cielo, iluminando las ruinas de una buena parte de Thundera.

 

Lion-O maldijo su falta de interés en los entrenamientos y decidió usar su espada con el tamaño actual, con su poder reducido con el ojo del augurio dormido, pero al menos el filo de la espada debería funcionar para proteger a su hermano de quien se decía era su amigo.

 

Grune se vio enfrentándose con los tres muchachos, eran hábiles, en especial la mujer, pero no eran rivales para él, se dijo, atacando, librando algunos golpes, para propinar algunos otros, relamiéndose los labios, cuando se dio cuenta que los disparos no cesaban, ese felino seguía matando a los lagartos, al mismo tiempo que Leo seguía librando un cruento combate con la criatura milenaria, el que sería eterno, de no ser porque unos rayos de luz iluminaron el cielo y como una criatura de cuentos de Hadas, se marchó, igual que un cobarde, puesto que la luz del sol dañaba su cuerpo decadente.

 

Justo en ese momento, Grune dejo caer su maza, recibiendo algunos cuantos golpes mas de sus enemigos, que le hicieron arrodillarse, quienes por un momento pensaron en matarlo, pero Pumyra, disparando a los pies de Lion-O, negó aquello con la cabeza, escuchando unas cuantas palmadas de Leo, quien sonreía como si todo ese terrible espectáculo le pareciera divertido.

 

—No maten a Grune, el después de todo, hizo lo que estaba en sus manos para mantener a los príncipes, ustedes, con vida, mantener su fachada y darme tiempo para llegar a Thundera con algunos refuerzos.

 

Leo acaricio la mejilla de Pumyra, para después darle un beso en la frente, con algo parecido al cariño, un afecto paternal, como el que se posee por una mascota bien entrenada, caminando aun en su dirección, ignorando el repentino silencio cuando todas las balas habían sido gastadas y su compañero comenzaba a planear su escapatoria o su reencuentro.

 

—¿Refuerzos?

 

Pregunto Lion-O demasiado confundido, su hermano a su lado, mirándole con recelo, como si no confiara en sus palabras, Cheetara se veía imperturbable, sin embargo, Leo podía asegurar que ella, como los demás no entendía que estaba pasando.

 

—Un pequeño ejercito de soldados leales a mí, como la hermosa Pumyra, están ingresando a Thundera en este preciso instante, yo me adelante para evitar que los mataran, todo gracias a Grune.

 

Grune sonrió con orgullo, cruzando sus brazos delante de su pecho, cuando por fin pudo levantarse, al mismo tiempo que los pobladores de Thundera, susurraban entre ellos, todos asustados, preguntándose quienes eran esos extraños, si acaso los príncipes eran tan valientes como parecían, pero sobre todo, quien era su benefactor, el que llego a sus tierras en el justo momento solo por que el general Grune había actuado como era su deber, pensando en el bienestar de Thundera, salvándolos de una muerte segura en las manos de los lagartos.

 

—¿Eso es cierto?

 

Tygra tuvo que preguntarle a Grune, corroborar lo que ese extraño estaba diciéndoles, esperando que fuera cierto, la otra alternativa era demasiado dolorosa para poder aceptarla.

 

—Es cierto mi príncipe, jamás dejaría que nada malo te pasara, mi amor por ti es auténtico.

 

Leo sonrió al escuchar esa declaración, ese tigre le recordaba a el mismo cuando era un muchacho, antes de que Tygus aceptara su amor y hablando de su amado, comenzó a buscarle, sin poder hallarlo.

 

—Como en los viejos tiempos…

 

Tygus intento marcharse, usando su camuflaje, necesitaba pensar, esconderse de su compañero y aunque le hubiera gustado llevarse al cachorro consigo, al príncipe Tygra, para salvarlo de los leones y de ese anciano, lo mejor era emprender la retirada.

 

Regresaría por el en algunos días, durante la noche, para explicarle que no era el mejor lugar para un tigre, que debían regresar a casa, con los suyos, sólo en ese lugar estarían seguros.

 

Sin embargo, escucho el sonido de una decena de miras lacer apuntando en alguna dirección, esa era el, supuso, deteniéndose para ver como en los techos de aquella ciudad varios felinos estaban listos para dispararle.

 

Perdió el camuflaje, con las miras de visión térmica era completamente inútil, su ropa era un uniforme militar negro, el que usaba cuando intento marcharse de Thundera, cuando ya era tiempo de hacerlo, después de darle su vida a Leo.

 

—Allí estas Tygus, no me darás un abrazo.

 

Tygus sin prestarle atención a los francotiradores, decidió apuntar a la cabeza de Leo, justo en medio de sus ojos, observándolo avanzar con su paso decidido, con los brazos abiertos, forzándolo a apretar el gatillo de la única arma que le quedaba, un sonido que debió preceder a un estallido liberador, si aun quedaran balas en esa arma.

 

—Leo.

 

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Habían pasado algunas semanas desde que Tygus conversara con Leo, y seguía sin comprender su mensaje, sus reuniones oficiales se realizaban cada seis meses, durante las horas de sueño de la criatura, cuando ingresaba en el interior del sarcófago, debido a lo que los ancianos decían era hambre.

 

Llevaba demasiado tiempo sin un Tyaty, estaba hambriento, él era el siguiente aperitivo y solamente no lo había corrompido, por los esfuerzos de Leo, así como su ansiedad por la ultima piedra de guerra.

 

Las otras reuniones, las que ocurrían sin Leo, transcurrían cada mes, de las que ya llevaban tres de ellas, en todo ese tiempo, solamente Panthera y Tygus hablaban con el comandante, los lideres animales aun estaban ocultos, o eso creían.

 

Tykus siempre era el primero en llegar y su pupilo el ultimo, no obstante, en esta ocasión, después de que todos estuvieran sentados en sus lugares, todos menos Panthera, se escuchó un sonido de pasos, el tigre más joven les reconoció inmediatamente, era Leo, los había encontrado.

 

A sus espaldas caminaba Panthera, llevaba dos armas pesadas en sus manos, las que seguramente no eran más que juguetes para ella, deteniéndose a unos cuantos pasos de la entrada, cuando Leo se detuvo en la puerta, observando a cada uno de los presentes, con una enorme sonrisa, para dar una palmada enfrente de su pecho, un gesto que realizaba cada vez que tenia algo importante que decir.

 

—Yo no tengo un lugar en su reunión, o será que están tratando de ponerse de acuerdo en quien me disparara por la espalda.

 

Pronuncio Leo, riéndose entre dientes cuando Tykus estuvo a punto de levantarse, pero Tygus lo detuvo, todo eso era un juego para Leo, quien esperaba escuchar algunas cuantas palabras de su compañero, quien solamente observaba a Panthera con desprecio.

 

—Déjate de tus juegos, si estás aquí sabes muy bien cuál es la razón de nuestras reuniones Leo, nada pasa en esta tumba sin que tu lo sepas, no es verdad, comandante.

 

Leo asintió, tomando un asiento a lado de un ave de plumaje blanco, la que pareció temblar unos momentos, antes de enfocar su mirada en algún punto en la mesa, estaban a días de partir por la piedra de guerra y deseaban forjar un pacto, antes de que la guerra se precipitara haciéndoles comportarse como unos animales.

 

—Tengo toda la información que necesito, has hecho un excelente trabajo Tygus, en todo… menos en tu propuesta de eliminarme para que no cumplas con tu palabra, pero estos animales comprenden que una sola vida, es un pago justo a cambio de la libertad.

 

Panthera desenfundo dos armas de fuego grandes y pesadas, con las cuales podía matarlos, llenándolos de balas, cubriendo de sangre esos pasillos, llevándose sus vidas que al final, no significarían nada para nadie, pero todo para sus pueblos.

 

—Ustedes tendrán ciudades, una de las piedras de guerra, recursos, todo lo que necesiten, pero a cambio tendrán que darle la espalda, Tygus y su clan, no es más valioso que yo y todas las razas felinas.

 

Shen comenzó a rugir, como dispuesto a defender a su amigo, pero Leo únicamente veía a Tygus, cuyo maestro, se levantó, con un arma de fuego que apunto a la cabeza del comandante, que no se inmuto siquiera, sabía que no podía matarlo.

 

—¡Partiré tu cabeza a la mitad! Leo ¡Y esparciré tus restos en los reactores!

 

Tygus sostuvo la pistola de su maestro, haciendo que la bajara, estaban derrotados, solo eran como un pez en una red, tratando de volver al agua sin darse cuenta de que ya no tenían escapatoria, Leo hasta el momento, se llevaba la victoria.

 

—¿Qué es lo que deseas de mí?

 

Leo arqueo una ceja, sopesando su respuesta, para recargarse en la mesa, una sonrisa completamente diferente a cualquiera que hubiera visto antes, formándose en sus hermosas facciones.

 

—Enséñales mi marca, que comprendan que eres mi compañero, eso sería un buen paso para que yo pudiera perdonarte.

 

Tres de ellos gruñeron, Shen, Tygus y Tykus, enseñándole los dientes, pero Leo únicamente cruzo sus brazos delante de su pecho, retándole a intentar lastimarle, en especial a ese chacal, que decía, su hermoso tigre no era su compañero, sino su esclavo.

 

—¡Eres un maldito!

 

Tykus escupió su puro, el que siguió quemándose en el suelo, todos los animales atentos a ese intercambio, suponiendo que se trataba de una mentira, aunque, de todas formas, si era real o no esa declaración, no podían enfrentarse abiertamente a Leo, no valía la pena para defender a unos tigres, los suyos eran mucho más importantes aún.

 

—Solo soy aquello necesario para que mi amado viva.

 

Tygus comenzó a desabrochar una parte de su uniforme, mordiendo sus dientes, para enseñarles la marca de Leo en su cuerpo, una que ni el mismo Shen había visto, solo Tykus, pero el era su padre, su mentor, tenia el derecho a eso, a tratar su terrible humillación.

 

—Por las reglas de los nuestros, Tygus es mi esposo, mi compañero y espero retirarme a vivir tranquilo con él a mi lado cuando obtengamos la victoria en algunos meses cuanto mucho, pero debo ser claro, quien trate de separarnos, lo pagara con sangre, él y todo su pueblo.

 

Tygus ignorando los barullos y las miradas extrañadas de sus antiguos aliados, se concentro en las dos presencias que tenia a su lado, sentándose en donde hasta ese momento era la cabecera de aquella mesa improvisada, Tykus regreso a su lugar, después de recoger su puro, no dejaría que se desperdiciara, de todas formas, ya tenía un plan b, todo un abecedario, escaparían a como diera lugar.

 

Shen se sentó a su lado y por debajo de la mesa sostuvo su mano por unas fracciones de segundo, gesto que no paso desapercibido por el posesivo león, comprendiendo que era cierto, el chacal estaba enamorado de su tigre y su compañero le correspondía.

 

—Tygus, actuaras como un soldado leal ante nuestro señor, deseoso por permanecer a su lado, obtener la inmortalidad, te ganaras su confianza plena, haciéndole creer que me odias, que me desprecias, que me deseas muerto.

 

Eso le dolía, porque era cierto, Tygus no le amaba, ni siquiera lo soportaba a su lado, pero lograría cambiar esa desagradable actitud cuando ese chacal y ese tigre anciano dejaran de susurrar mentiras en sus oídos.

 

—Yo guiare a los animales en esta campaña, como si fuera un acto espontaneo, todos mis crímenes serán perdonados, se me será entregado el valle que desee o planeta, depende de lo que decida en ese momento, una buena dotación de armas y suministros, Tygus marchara conmigo, como mi prisionero, es más, todos los felinos partirán conmigo.

 

Al ver que no había ninguna clase de objeción asintió, eso le gustaba, los líderes de la rebelión comprendían que lo mejor era no retarlo, sus vidas estaban en sus manos, en especial las preciosas rayas de su compañero.

 

—Nos casaremos, tu usaras ropa tradicional de mi pueblo, juraremos nuestro amor ante el gran rugido una vez que nos asentemos, pero antes, el primer día que seamos libres de la criatura, vendrás a mi Tygus, donde sea que este, me buscaras para entregarte a mí por primera vez en toda nuestra larga vida juntos, el pago justo por mis constantes esfuerzos por mantenerte vivo, o lo pagaras muy caro, no tú, pero si todos aquellos que te importan.

 

Tygus asintió, no estaba en posición alguna de negarse, lo sabía bien, aun así, encontraría la forma de rechazar a ese león demente, matarlo en un descuido cuando destruyeran a la criatura, aunque ya no tuviera aliados.

 

—Y ahora, necesito que me acompañes, quiero mostrarte algo que se te hará recapacitar, ustedes sigan con su reunión, ya no los interrumpiremos.

 

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—Solo cambiaron nuestras celdas, aun seguimos siendo unos prisioneros.

 

Susurro Lion-O, caminando de un lado a otro, Cheetara se encontraba sentada a la mitad de la habitación, meditando hasta que su salvador decidiera visitarles, Tygra también estaba sentado, cruzando sus brazos, recargado en una de las columnas, su vista fija en el cielo azul a través de la ventana.

 

—Mi príncipe.

 

Susurraron con deseo y avaricia, con un sentimiento que helo la sangre de Tygra, que al ver a Grune al otro lado de su celda, retrocedió unos pasos, aun estaba fresco el deseo del hombre mayor por él, como esperaba hacerlo su esposo, con ayuda de aquella criatura o de su salvador.

 

—¡Eres un traidor!

 

Grito Lion-O, cuya espada le había sido arrebatada también, como todas sus armas, Leo no quería que cometieran ninguna locura antes de hablar con ellos, de hacerles ver lo importante de su plan, lo necesario de la muerte de su padre, al mismo tiempo que se llevaba al espectro, al tigre que su hermano reconocía como su amigo imaginario.

 

—No lo soy Lion-O, pero tú siempre has sido inestable, siempre has sido demasiado obtuso, sin comprender las delicadas artes de gobernar, siempre sumergido en esa ciencia, en el pasado, olvidándote del presente.

 

Lion-O estuvo a punto de atacarle, pero Tygra lo detuvo, sintiendo que algo así ya había pasado en alguna otra vida, que su hermano había muerto, que este hombre, aunque sonreía como si creyera que sus actos fueron justos, de todas formas, le traiciono, únicamente para poder tenerlo como su compañía.

 

—¿A que has venido?

 

Grune no podía abrir las puertas que daban a esa habitación, tampoco lo consideraba prudente, ya que Leo le había ordenado dejarles a solas, hasta que el pudiera hablar con ellos, explicarles lo necesario de sus sacrificios.

 

—Leo me ha permitido lo que tu padre siempre me negó, una vez que salgan de esta celda y por el tiempo que tarde en nombrar un sucesor al trono, puesto que él ya tiene un Tyaty, podre cortejarte y si tu me aceptas, se que podre hacerte feliz.

 

Los tres comprendieron lo que Grune quería decir, Leo se había nombrado el sucesor de Claudius, no sabían por cuanto tiempo, así que Lion-O había sido despojado de su trono, él de su puesto a su lado, porque ese fantasma, esa sombra, ya le poseía desde antes.

 

—¡No te le acercaras, Grune! ¡No lo permitiré!

 

Grune como era su costumbre ignoraba al menor, enfocando sus sentidos en el mayor, su deseo visible en sus gestos, le amaba, le deseaba, sin importarle que le correspondiera o no.

 

—Tal vez… hasta me nombre rey de Thundera, entonces, tu serías mi Tyaty, Tygra, mi compañero.

 

Tygra permitió que su desagrado se plasmara en su rostro, logrando que Grune frunciera el ceño, pero eso no le evitaría seguir con su campaña por conquistar a su príncipe, por la paz, o por la fuerza.

 

—Sé que no soy un hombre joven, pero también sé que te tratare con respeto, con cariño, seré un buen esposo y un buen rey, sólo debes darme una oportunidad.

 

Tygra no respondió nada en ese momento, aunque estaba desesperado por negarse, el pensar que Grune, al que había considerado como un tío, casi un padre, lo deseaba de aquella forma, era repugnante, era aterrador.

 

—Y mira, te compré este collar mientras estuve fuera, se que se te vera hermoso.

 

Era un collar de media luna, con una piedra dorada en el centro, un collar que con solo verle puso su piel de gallina, haciendo que retrocediera un paso más.

 

—¡Déjalo tranquilo, maldito traidor! ¡No ves que no esta interesado en ti!

 

Ese era Lion-O, que seguía tratando de defender a su hermano, del que sabía era un traidor, preguntándose porque el mismo Leo de sus leyendas se comportaba como este, no solo eso, porque Tygus tuvo que ser capturado, como si no quisiera regresar con él, con el que sabia era un poderoso león, un soldado leal, honorable.

 

—Esperare tu respuesta, solo dame una oportunidad.

 

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—¿Acaso nunca podre escapar de ti?

 

Esa pregunta le dolía, siendo su compañero no debería intentar escapar de él, debería amarlo, desearle y tal vez lo haría, una vez que Tykus ya no conspiraba en su contra, ese tigre con todas sus enseñanzas ridículas.

 

—¿Ni siquiera la muerte es suficiente para lograrlo?

 

Su gran amor era un varón, y eso debería ser considerado una falta, pero no lo era porque se trataba de un tigre, no un león, su única falla verdadera, eso lo sabia muy bien, Tygus no, aparentemente.

 

—Te lo dije antes, Tygus, soy aquello necesario para que tú vivas, para mantenerte a salvo y si me he convertido en esto, es para mantenerte seguro, para poder amarte como tu te lo mereces.  


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