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Sombras del pasado. por Seiken

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Capitulo 4: Castigo.

 

Este universo está basado en dos historias que escribí de los Thundercats que es Afecto y Encuentros Fortuitos, no deben leerla para comprenderla, aunque si se los agradecería mucho, también es una especie de universo espejo en donde algunas personalidades han sido modificadas, es también un universo alterno.

Los Thundercats no me pertenecen, solo escribo esto como entretenimiento mío y espero que de alguno que otro lector.

Esta historia, como todo lo que escribo, es Slash o yaoi, contiene las parejas Leo/Tygus, Lion-o/Tygra y algunas otras, pero estas son las principales, así como relaciones sexuales entre personas adultas, extraños giros del destino y algunos otros detalles.

Espero que les guste y que me dejen uno que otro comentario o sugerencia.

Sin más, les dejo con la cuarta historia que escribo de esta serie que marco mi niñez y que no debieron cancelar tan pronto.

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Resumen.

Lion-O y Tygra comparten mucho más de lo que desean admitirlo, mucho más que simple hermanos adoptivos, o descendientes de dos clanes cuya enemistad no inicio en ese planeta. Durante varias vidas han logrado encontrarse, pero fueron los primeros aquellos que iniciaron ese círculo y serán ellos, quienes descubran que no todo es lo que parece. Después de todo, la historia la escriben los vencedores.

Sombras del pasado.

Capitulo 3.

Castigo.

— Claro que si, tu y yo somos hermanos, leoncito.

Pronuncio Tygra, alborotando la melena del menor con una gran sonrisa, alejándose de aquella sala, buscando a su padre, ambos tenían grandes noticias que darle.

— Siempre estaremos juntos.

Aquella promesa era dulce, pero por alguna razón Lion-O pensó que no podría cumplirla, ese jardín, más que una ofrenda de amor se veía como una tumba, un epitafio de alguna clase.

Pero no dijo nada, dejando que Tygra lo rodeara con su brazo, llevándolo de regreso al castillo, en donde su padre ya los esperaba para continuar con sus lecciones, las suyas dadas por el rey en persona, las de su hermano mayor, por Jaga.

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Tygus había logrado esquivar a Leo por más de una semana después de sus reuniones con Bengalí, quien jamás se separaba de su lado, era como una verdadera sombra, aun el mismo Tykus lo encontraba demasiado divertido.

Comentándole que tan peligroso era que los viera juntos el comandante, quien se veía ya lo deseaba lo suficiente para desollar vivo a cualquiera que intentara arrebatárselo, pero Tygus esperaba que el deseo de ese león aumentara a causa de los celos.

Sabía que estaba jugando con fuego en un depósito de combustible, pero aun así, que otra opción tenía, darle lo que deseaba Leo para que después pudiera aburrirse y se enfocara en alguien más.

Tal vez Pantera, quien sabía estaba enamorada del comandante antes de comprender que Leo deseaba poseerlo, pero lo dudaba, ella ya comía de su mano y no sería una cacería en realidad, sino una recompensa para ella.

Por lo cual, Tygus al ingresar en la sala de mando por ordenes de Lord Mum-Ra en persona ignoro al comandante, saludándolo apenas con un movimiento aprendido, golpeando su pecho con su mano derecha, hincándose a los pies de su amo, quien parecía complacido con su llegada.

— Capitán Tygus.

Tygus se relamió los labios para besar la mano que se le era ofrecida ocultando un estremecimiento, escuchando como el gigante se levantaba y caminaba en dirección del espejo de agua en su cámara del trono.

— He escuchado que eres un alumno dedicado, Cristatus en verdad habla muy bien de ti, dice que tienes talento natural para la danza.

Tygus asintió como si aquello fuera un alago, era un guerrero, su raza era conocida por su agilidad, la que podía utilizarse en un combate o en un baile, aunque fuera uno tan desagradable como el que esa vieja ave de mal agüero trataba de enseñarle.

Un pavorreal delicado, que se atrevía a corregirlo solo porque Lord Mum-Ra quería que aprendiera todo lo que necesitaría para ser su Tyaty, sabía que se trataba de una cortesana, pero no que lo fueran a convertir en una odalisca.

Como los chacales y las aves les llamaban, sería el amante de esa cosa si no lograba escapar de su destino, pero no se conformaría con eso, le haría disfrazarse para él, maquillarse, danzar, actos que consideraba eran indignos, que olvidaría cuando tuvieran la cabeza de esa cosa en una pica.

Todo ese tiempo Leo fingía realizar su papel con demasiada maestría, pero se preguntaba si estaba atento a lo que le decía la criatura, si llegado el momento querría que lo entretuviera como seguramente la bestia quería que lo hiciera.

— Me propongo verte practicar uno de estos días, pero me temo que no podre controlarme si veo algo que me guste demasiado, cachorro, pero supongo que solo nos adelantaríamos a lo inevitable.

Tygus se petrifico un instante y supo que Leo volteo por algunos segundos, no supo si gruño, estaba demasiado perturbado por aquella noticia, sintiendo la enorme mano de la bestia recorriendo su mejilla, forzándose a restregarse contra ella, aunque no ronroneo como supuso era su deber.

— Veo que me tienes miedo, no lo niegues, puedo sentirlo, cachorro.

Mum-Ra entonces sostuvo su barbilla para que pudiera mirarle a los ojos, una sonrisa torva en su rostro, relamiéndose los labios como si quisiera besarlo, Tygus estaba petrificado, llevando poco a poco su mano a su arma, dispuesto a correr, pero controlándose para no hacerlo.

— Pero como aprendiste a matar, muy pronto comenzaras a apreciarme.

Tygus no podía moverse, sintiendo que se debilitaba de momento, tragando saliva cuando la criatura recorrió su labio inferior con su dedo índice, sus labios a punto de tocar los suyos, su desagradable piel rozando la suya, el aroma de los eones en su cuerpo, su aura engulléndolo, evitando que pudiera moverse.

— Lord Mum-Ra ya tengo las coordenadas que me solicito, necesito que las vea para que pueda proseguir con la búsqueda de la penúltima piedra.

La criatura lo dejo ir para prestarle atención a Leo, parecía que las rocas eran más importantes que torturarlo y por él, la oportuna distracción era más que recibida, no sabía cuánto tiempo más podría fingir indiferencia.

— Puedes retirarte cachorro.

Tygus se agacho con demasiada rapidez y se alejo con un paso lento, decidido, escuchando el silbido liberador de las puertas mecánicas, hiperventilándose cuando apenas pudo escuchar cómo se cerraban, recargándose contra la pared.

No estaba preparado para entregarse a esa cosa, no podría hacerlo y se mataría antes de que le pusiera una sola mano encima, el mantendría su honor sin importar que tuviera que saltar al abismo de la sala del trono para eso.

Pero no solo era eso, era lo que sintió cuando estuvo a su lado, alrededor suyo se encontraba el dolor de miles de almas inocentes, olía a podredumbre, a muerte, una tan vieja que ya no debería existir, que derroto el tiempo pero que caminaba entre los vivos, una cosa que sentía le succionaba su energía.

Prefería ser mil veces de ese león que de esa cosa descarnada, la que pensaba comprendía su miedo y por eso lo estaba haciendo visitarle tan a menudo, como si se tratase de un parasito, una cosa que se lo comía de a poco.

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La obsesión de Lion-O con la tecnología cada día que pasaba era peor, no eran más que chácharas inservibles, aun así su hermano menor malgastaba el tiempo que tenía para practicar su esgrima, reparando juguetes redondos que no servían para la gran cosa.

Tygra estaba sentado en la cama de Lion-O, con los bocetos de su hermano entre sus manos, molesto por su falta de criterio, recordando lo que Grune le decía a menudo, que de solo tener la sangre adecuada, de no ser un tigre hijo de su padre, podría ser rey, pero solo era un prisionero en Thundera, el guardaespaldas del joven león, su mascota.

Quien entro en su cuarto con mas basura, mirándolo indignado, como si le hubiera traicionado al entrar sin su permiso, preguntándose que se suponía que hacía con sus bocetos.

— Mi padre me mando a buscarte, no sabe que guardas chatarra, pero deberías ir a verlo antes de que se moleste o yo le diga que no quieres obedecerlo.

Lion-O dejo caer su basura en la cama, arrebatándole los dibujos, depositándolos en la mesa, apenas tenía catorce años, pero ya sabía que se trataba del futuro rey, que eso a su hermano le molestaba, solo estaba celoso se dijo en silencio.

— No sé porque serás rey, cuando todos saben que yo soy más capaz que tu.

Pronuncio Tygra, levantándose de su cama, en ese momento era más alto, su pelaje brillaba con el sol y su belleza no hacía más que aumentar con el paso del tiempo, así como su vanidad, o eso pensaba Lion-O, quien apretó los dientes.

— ¡Porque eres un tigre y tu llegaste para ser mi Tyaty, no para mandarle a tu rey!

Tygra retrocedió algunos pasos, esa palabra significaba los ojos y oídos del rey, suponía que se trataba de su consejero, por lo que no creía que implicara lo que su hermano decía, no era su sirviente, era su mano derecha.

— Sí seré tus ojos y oídos, al menos, deberías escucharme algunas veces.

Lion-O negó aquello, cruzando sus brazos delante de su pecho, escuchando como Tygra se marchaba.

— Eres mis ojos y oídos, los ojos ven, los oídos oyen, pero ninguno de ellos habla.

Le respondió, sin saber porque pronunciaba aquellas palabras, pero de pronto Tygra le observaba perplejo, como si esa idea nunca hubiera cruzado por su mente, pero no dijo más, abandonándolo en su habitación.

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Habían pasado pocos días desde la última vez que vio a Leo en el cuarto del trono, el comandante no lo había buscado y estaba seguro que había comenzado a vigilar a Bengalí, al menos, eso era lo que Torr le dijo, pero no podría estar seguro porque si estaba al pendiente de su hermano, también lo estaría de su camarada y de su maestro.

Leo era tan astuto que podía darle información falsa solo por algo de diversión y tan vanidoso que le dejaría ver que lo seguía, para mostrarle que nadie lo engañaba.

Por eso era tan sorprendente que Leo hubiera mandado a llamarlo para discutir algunos asuntos respecto a su siguiente misión, encontrándolo en su habitación, en el territorio de los leones al otro lado del cuarto del trono.

Un lugar seguro que fue seleccionado con sabiduría, en donde decían que las cámaras de seguridad y otros controles tendían a fallar mucho más a menudo, el único territorio libre de la nave sin contar con los reactores, pero nada podía sobrevivir en aquel sitio más de unos cuantos meses.

Sólo algunas clases de insectos podían trabajar en ese sitio, debido a su naturaleza, pero los mamíferos, los reptiles o cualquier otro perecía en cuestión de tiempo, un infierno dentro de ese averno.

Los leones le miraban curiosos, todos los machos, que eran dos o tres, carecían de melenas y eran mucho menores que leo, sin embargo eran más altos, algunas hembras también, pero estas en su mayoría tenían cabello largo, solo un puñado lo dejaba a la altura de sus camaradas, quienes no decían nada, ellas parecían divertidas, en especial una que no tenía melena pero si varios aros adornando sus orejas y pinturas, que pensaba, eran permanentes.

— El comandante Leo te está esperando, nunca es buena idea hacerlo, eso hace que se moleste y no creo que quieras que eso pase, aunque estén a punto de formar una Coalición.

Tygus apretó los dientes gruñendo por lo bajo, el era más alto que esa leona impertinente, quien ladeo la cabeza como si le retara a atacarla en su territorio familiar, notando por el rabillo del ojo que muchos leones estaban dispuestos a detenerlo en el momento en que quisiera dañar a uno de los suyos.

— Tienes agallas para presentarte aquí, eso debo admitirlo, pero no tuviste suficientes para evitar una mordida.

Tygus no dijo nada, ni llevo instintivamente su mano a su cuello, no le daría el privilegio de verlo humillado, pero esta mujer le pagaría su falta de respeto cuando pudiera, el era su superior y se lo demostraría.

— Aunque Claudius lo habría matado por siquiera atreverse a pensar en formar una coalición con un tigre.

Las puertas se abrieron para darle paso, cerrándose detrás de él, apenas dándole tiempo de controlar su furia al pensar que cada uno de los súbditos de Leo, su manada, sabía que lo había mordido.

— ¡Maldito bastardo!

Le grito abalanzándose sobre Leo, azotándolo contra la pared de su habitación, ignorando el banquete preparado para ellos, ni las decoraciones, mucho menos el cuadro del antiguo comandante adornando una de las paredes con varias rasgaduras en su rostro, el que se encontraba con la misma leona que lo recibió.

— ¿Ya lo sabe toda tu maldita manada?

Leo sostuvo sus muñecas con fuerza, alejándolo de su cuerpo con algo de trabajo para después darle la espalda, esperando a que se calmara, el traerlo a su territorio era una señal de su poder sobre su compañero y también, un reto a que los suyos le exigieran olvidar esa coalición, suponiendo que solamente Sesha comprendía que lo deseaba como su compañero.

— Sólo mi madre… no mi madre, ella murió hace mucho tiempo, Sesha es la ultima hembra que tomo mi padre como su cortesana.

Recordaría ese nombre, se dijo Tygus, respirando hondo cuando Leo se dio la vuelta dando una palmada como si estuviera especialmente divertido, relamiéndose los labios antes de avanzar varios pasos en su dirección.

— Pero lo sabe porque esta es una vieja táctica heredada de mi padre, el hacía que sus futuras compañeras lo visitaran en sus habitaciones, de esa forma sabía cual miembro de la manada estaba en contra de esa idea.

Tygus gruño al escuchar esa explicación, no era una hembra y no lo dejaría tratarlo como tal, por lo que caminando en dirección de Leo, se detuvo a pocos centímetros, agradeciendo su mayor estatura.

— Espero que me hayas hecho venir por algo importante, no solo para presumir mi humillación.

Leo asintió manteniendo su sonrisa, para poco después lanzarse sobre él, llevando sus manos a sus hombros, sin importarle lastimarlo un poco, necesitaba ver su mordida, confirmar que ese tigre blanco no se la hubiera borrado de su lindo cuello.

— Quiero verla.

Tygus no supo en un principio a que se refería con eso, pero cuando Leo recorrió su cuello por encima de su uniforme, temiendo que pronto lo destrozaría, logro quitarse de encima al comandante, quien estaba a punto de atacarlo de nuevo.

— Solo tenías que decírmelo.

Respondió alejándose del comandante, abriendo su uniforme con cuidado, esperando que ver la herida fuera suficiente para ese endemoniado león, quien se acerco asintiendo, de nuevo con esa sonrisa extraña que petrificaba su sangre.

— Correcto, quiero verla durante nuestra cena, por favor, toma un asiento.

Tygus por un momento quiso marcharse, pero Leo sosteniéndolo de la cintura lo llevo a la mesa, olfateando su cuello con deleite, pero manteniendo su promesa de no intentar tomarle si no humillaba a la criatura.

— Te comportas como si pensaras que saltare encima de ti en cualquier momento, pero sabes que soy un felino de palabra, no festejaremos hasta que yo sea Lord o Rey, el que me guste más como suena.

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Panthro había caído, era una perdida lamentable pero que estaba dispuesto a realizar si a cambio lograba cumplir su promesa, ese pequeño tigre alejado de su familia, solo en Thundera, educado para servirle al primogénito de Claudius, ese enclenque león que nunca obedecía, obsesionado como estaba de las baratijas metálicas que no eran más que adornos bonitos, lo necesitaba, sólo a él le preocupaba su futuro, por eso le prometió que nunca dejaría que los separaran.

Maquinas que ya nadie sabía cómo poner a funcionar, no eran más que mitos y chismes de ancianos como Jaga, pero esta criatura, este extraño ser era poder, el comprendía lo que era esperar por lo que deseabas y le cumpliría cada uno de sus caprichos.

A cambio tenía que abrirle las puertas de Thundera, pero antes de eso, visitarían a los enemigos naturales de los felinos, los reptiles, Slithe había perdido a todos sus huevos durante la última guerra, ni uno solo pudo eclosionar, eran más de trescientos los que murieron.

Sin decir de los huevos de los otros lagartos, si los contaba superaban el millar de reptiles, pero esas criaturas se apareaban muy seguido, cada cinco años, tenían muchos huevos, podían permitirse perder a varios.

Lo que no podían permitirse era pasar por alto la oportunidad de ser superiores, de mandar en vez de ser dominados, Slithe pensaba como él, sí los poderosos no podían mantener su corona, alguien que si pudiera debía sentarse en su trono.

— Quiero al príncipe.

Volvió a repetir con su voz cargada de deseo, ya no era un muchacho, pero sin duda su belleza debería sobrepasar a la de cualquiera en Thundera, esas rayas, ese fuego, esos ojos, harían que más de uno quisiera tenerlo para sí.

La criatura asintió, deseaba al príncipe de Thundera como su reina, quien según decía era un tigre, la única raza que se mantuvo fiel durante su caída y entre ellos, el más valioso, su legitimo Tyaty lo esperaba en esa ciudad felina, podía sentir el brillo de su don como un tiburón lo hacía con la sangre.

— Lo tendrás, pero antes, debes cumplir con tu parte del trato.

Grune asintió sonriendo de medio lado, respirando hondo antes de llevar a cabo su actuación, ansioso por ver a Tygra, la reacción que su futuro compañero tendría al verle, tal vez, hasta lo recibiría con los brazos abiertos.

— Lo hare, si me convierto en el rey de Thundera.

La criatura asintió, necesitaba hombres como ese al mando, Slithe también era de su tipo, ansioso por venganza, pero sin duda, la avaricia de Grune, era mucho más refrescante.

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La cena fue mucho más incomoda que la primera porque ahora Tygus comprendía el significado detrás de la mirada del comandante, el que con sus modales refinados descuartizaba su alimento sin piedad alguna, haciendo que se imaginara esas mismas manos quitándole la vida a un infeliz.

— ¿Quiero saber que ocurre con ese Bengalí?

Tygus dejo de comer en ese momento, esperando que su cercanía con ese tigre blanco no lo pusiera en peligro, pero Leo estaba mirándolo fijamente, esperando una respuesta, comiendo ahora con demasiada alegría, como si disfrutara de aquel dulce o del poder que tenía sobre él.

— Es mi hermano.

Leo dejo de comer por unos instantes arqueando una ceja, limpiando el plato de la crema batida con uno de sus dedos para ponerlo a un lado, recargándose en su mano derecha.

— No es bien visto que los tigres toquen a otro que no sea una compañera o un hermano.

El comandante parecía sorprendido, notando que dijo compañera y hermano, no hermana y compañero, preguntándose si acaso para Tygus el que lo hubiera seleccionado como su pareja alfa como decían le llamaban los caninos a lo que ellos tendrían, era un acto tan inaudito como su mordida.

— ¿Estás diciendo que solo puedes tocar a tu compañero o a tu hermana?

Tygus negó aquello, un felino solo podía tocar a su familiar si eran del mismo sexo, o si eran del sexo contrario, solo si se trataba de su pareja elegida desde nacimiento, para él, que un león macho quisiera convertirlo de su esposa, era inconcebible, porque eran de razas diferentes y porque se trataban de dos machos, sin importar que Leo fuera hermoso para ser un varón.

— ¿Pero Tykus es tu familiar? ¿Eso en que lo convierte?

Tygus trago el vino que le habían servido de un solo trago, estaba demasiado nervioso, sin entender a que deseaba llegar Leo con esas preguntas, sintiendo todo el tiempo en su cuello los ojos del comandante, una parte especialmente sensible de su anatomía que muchas veces paralizaba el cuerpo de un felino aplicando la fuerza suficiente en el sitio preciso.

— Es mi padre, mi maestro, es como si fuéramos una familia, igual que Bengalí, con el segundo puedes revisar los registros genéticos por ti mismo.

Leo asintió, estaba complacido por esa respuesta, mas porque Tygus quisiera cooperar con el que por la información que le había dado, la que ya tenía junto con la mayoría de los historiales de los rebeldes, Torr, Pantera, Akbar, Shen, la lista era demasiado larga pero la sabía de memoria.

— Es suficiente con eso… te creo.

Tygus de pronto comenzó a sentirse mareado, su vista nublándose poco a poco, haciendo que se preguntara que estaba pasando, levantando la copa que se le escapo de la mano.

— Nadie sería tan estúpido como para meterse con mi compañero, mis dientes en tu cuello, sabrán que ya estas tomado, que eres mío.

Leo lamio su mejilla, no le gustaba tener que hacerle eso a su tigre, pero si lo dejaba marcharse en ese momento de la misma forma en que había llegado, Lord Mum-Ra lo haría practicar alguna de las danzas que ese pavorreal le había enseñado enfrente suyo, por lo cual, terminaría arrebatándole su fuego a su compañero y eso era un premio sólo para él, cuando por fin se alzara victorioso, demostrando que tan poderoso podía ser un león subestimado desde el primer instante de su nacimiento.

— Y mi tigre tiene que ser leal a mí, porque ustedes solo toman a un compañero de por vida.

Tygus cerró los ojos dándose cuenta que Leo lo había sedado, probablemente dándole a beber algo demasiado poderoso con el vino de su copa.

Sintiendo como Leo abría un poco mas su uniforme para revisar de nuevo su mordida, notando las diferencias, ahora simplemente se veía como una herida cualquiera, no se notaban sus dientes, eso debía repararse.

— Mucho más cuando las tigresas vean una mordida en un macho, eso sin duda te robaría el honor, pero les haría comprender que eres mío, mi hermoso tigre.

Pronuncio antes de morderlo, encajando sus dientes con fuerza para dejarlos bien marcados en esa piel rayada que tanto le fascinaba.

— Ahora trata de dejar la marca tal y como esta, porque de lo contrario, le romperé los dedos a tu hermano.

Susurro en su oído, besando su mejilla con delicadeza, para cerrar su uniforme con demasiado cuidado.

— Jamás lograra volver a practicar medicina, terminaran por asesinarlo, pero será tu culpa por desobedecer a tu compañero.

Poco después se inyecto una jeringa con el antídoto, no de un somnífero, sino de una enfermedad que dejaría en cuarentena a su tigre por los próximos cuarenta días, lejos de las sucias manos de Lord Mum-Ra, dándole tiempo suficiente para mandarlo a otra larga misión fuera de la nave.

 

— Sesha, querida, podrías llevar a Tygus a una de las zonas menos transitadas de la nave, necesitamos que la barrera se cultive por unas horas.

Una enfermedad que atacaba a los tigres con demasiada saña pero que los leones eran casi inmunes a ella, sin embargo, solo por si acaso, Leo también inyecto a la ultima pareja de su padre, una leona que compartía su género, no que le gustaran los hombres, sino que prefería dormir con mujeres, para que no muriera.

— Eres un bastardo, tu padre nunca se habría atrevido a hacerle esto a alguna de nosotras.

Leo asintió, eso era cierto, pero su padre jamás se atrevió a tomar a alguien fuera del clan, mucho menos a un felino del mismo sexo, o un tigre, el que Lord Mum-Ra había seleccionado para su diversión.

— No me subestimes Sesha, si soy capaz de hacer esto con mi dulce tigre, piensa en lo que hare cuando alguien trate de lastimarlo.

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Lion-O perdió el reto de la campana frente a su padre y Grune, estaba empapado, humillado, ansioso por la revancha, por demostrarle a Tygra que era tan buen guerrero como él, preguntándose que veía en el destructor, porque parecía que toda su atención la tenía para él.

Las palabras de Jaga no le funcionaron esta vez, no como lo hicieron cuando creyó haber perdido la fe de su padre, era mucho peor ver los ojos de Tygra posados en su viejo instructor.

El tigre dientes de sable siempre había sido su ídolo, lo admiraba, pero al mismo tiempo trataba de separarlos, como si le tuviera celos, como si quisiera a su Tyaty para él.

Suponía que su padre no lo comprendería, él jamás tuvo un compañero, no como él creía que sería cuando fuera el gobernante de Thundera y su hermano estuviera a su lado, cuando fuera su mano derecha, su consejero, su todo.

Deteniéndose junto a las estatuas les admiro de nuevo, el rostro de Tygus era adusto, parecía serio, pero al mismo tiempo tenía un aire de melancolía que le hacía sentir un hueco su estomago, como si de alguna forma esa estatua mostrara más que paz, dolor al encontrarse a lado de su compañero.

Quien lucía orgulloso, seguro de sí mismo, era la imagen de quien se sabe triunfador, que ha conquistado cualquier obstáculo para lograr sus objetivos, era la imagen que él deseaba tener en el futuro, pero Tygra sonreiría, estaría feliz de ser parte de su reino.

— ¿Por qué Tygra me odia?

Le pregunto de pronto a la estatua de ojos azules, la que sabía se trataba de Leo, un gigante imponente con apariencia real, sosteniendo lo que sabía era la espada del augurio, una copia de la que su padre tenía en sus manos.

— ¿Cómo puedo hacer que me quiera?

Volvió a preguntar, sentándose en el suelo frente a las dos estatuas, esperando escuchar una respuesta, pero seguro que no la obtendría.

”No lo dejes ir”

Lion-O se levanto de un brinco, preguntándose quien le hablaba o si acaso aquella voz estaba en su mente, pronunciando las respuestas a las preguntas que lo torturaban día con día, a cada momento de su existencia.

— ¿Quién está ahí?

Pero nadie respondió, haciendo que Lion-O quisiera marcharse, pero deteniéndose cuando sintió que los ojos azules se posaban en él, al menos, que algo le observaba desde lejos.

”Fui subestimado desde el primer día, mi padre creyó que tuve suerte de nacer vivo, pero que destruí su linaje, que lo defraude al enamorarme de mi Tygus, pero yo construí mi reino con ayuda de mi amado, mi Tyaty”

Su Tyaty, lo mismo que sería Tygra para él, se dijo Lion-O dibujando una sonrisa, esperando escuchar más de las palabras de su antepasado.

”No dejes que se te escape de las manos, tu eres el rey, tu amado te corresponderá porque sabe lo mucho que lo amas y nadie puede escapar del amor”

Lion-O asintió, pero no supo que decir ni el significado de aquellas palabras, porque parecía que una promesa oscura se ocultaba en ellas.

”Yo sé que triunfaras Lion-O, como yo triunfe”

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Este capítulo está dedicado a Seenae, Loisceles, Stephan Nightray Crosszeria, Bermellón, Paty, Bella y Slapy.

Espero que les guste, ahora, unas preguntas del millón.

¿Qué pareja es su favorita?

¿Qué villano prefieren?

Y sobre todo…

¿Qué mundo les gusta más, el presente o el pasado?

De responder esas preguntas, me harían muy feliz.

 


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