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MÁS ALLÁ DE LA LUNA por Gaia

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Notas del capitulo:

Ojalá que la espera haya valido la pena con este capítulo.

El momento que más temía llegó, había dicho al principio que el fanfic está terminado ya y sí es, pero cada capítulo requiere de mejoras y modificaciones y este tuvo muchas, muchas modificaciones además que no me terminaba de cuadrar como quedaba.

Este tipo de... capítulos no son mi fuerte, pero espero sea de su agrado.

 

No suelo hablar mucho de las dificultades en mi proceso de escritura pero quería disculparme de alguna forma xD

Bueno las dejo leer <3

 A sí, la canción que da título al capítulo:

 

https://www.youtube.com/watch?v=-bxf3VDQ_44

 

 

 

 

Capítulo 16. FEEL

 

 

 

— ¿Quieres ir a cenar? Al fin pude hacer un espacio —escuché su voz por el auricular. Al teléfono, Hiroshi se escucha incluso más joven.

—Eso ni siquiera deberías preguntarlo. ¿A dónde iremos?

—Tengo muchas ganas de Kushiage[1] ¿Quieres que pase por ti?

—Deja que yo pase por ti. Llevaré mi auto.

— ¿Insinúas que no te gusta viajar en mi moto?

—Me encanta viajar en tu moto, pero nunca te he llevado en mi auto.

—Bueno. Entonces pasa por mí al estudio. ¿A las ocho está bien?

—Ahí estaré… —sonreí y colgué el teléfono después de que él se despidiera.

— ¡El amor se siente tan bien! Yo quisiera enamorarme igual que tú. —dijo Sugizo, que se encontraba almorzando conmigo en la cafetería de la disquera.

—Calla. No te burles de mí. —Dije mientras trataba de contener la risa.

—No me estoy burlando. Sólo quiero que compartas conmigo un poco de tu felicidad. ¡Oh Ryuichi! Yo estoy tan solo. —Expresó en un fingido tono de aflicción.

—Pareces un tonto…

— ¿Me dices tonto? Yo que sólo trato de celebrar tu felicidad contigo.

—Gracias Sugizo. En gran parte fuiste tú. Todo fue claro cuando sólo seguí tu consejo.

—Eso es lo que debes hacer siempre, seguir mis consejos. Sólo debías decidirte a disipar el miedo.

—Aún lo siento. Estoy aterrado, tanto que a veces no puedo moverme.

—Confía en lo que has encontrado. Aférrate con fuerza.

—Es lo que estoy haciendo… pero… —lo miré dudando si hablar o no. Pero si no compartía aquello con Sugizo no habría nadie más. Ahora él y Hiroshi eran las únicas personas que tenían mi confianza.

— ¿Algo te molesta?

—No es eso… es que…

— ¿Heath lo tiene todo demasiado delgado?

— ¿Qué? Hablas como si no lo conocieras. Claro que es… ¡Oye! ¿Qué estás insinuando?

Sugizo no dijo nada pero comenzó a reír  mientras se cubría la boca con una mano.

—Eres un grosero.

—No lo niego, pero si de verdad algo te molesta…

—Nada me molesta. Nada me molesta de él. Pero yo… no he sido capaz de hacer algo por él yo…

— ¿Pero apenas comenzaron no?

—Sí pero…

—Estás tratando de ir demasiado rápido. Creo que él ya sabe lo que tú eres. No necesitas demostrarle nada.

— ¿Y si se cansa de mí?

—Déjate de tonterías. Sólo disfrútalo.

—Créeme que lo disfruto. Lo que me da miedo es que él no lo disfrute.

—Entonces haz todo lo que esté en tus manos para que sea así. Para que él ya nunca quiera irse. Haz que te ame hasta que duela.

Sugizo tenía razón… lo que debía hacer era darlo todo por él. Entregarle todo lo bueno de lo que yo podía ser capaz. Eso ya lo sabía, pero ¿cómo hacerlo? Era la cuestión que me consumía. Porque en el pasado había hecho ya algo así y no había funcionado. Tuve un terrible error y ni siquiera era consciente de cuál pudo ser.

—Ya no pienses más en lo que ocurrió con J  o nunca dejarás de tener miedo. —dijo y yo sentí que era capaz de leer mi mente.

— ¿Cómo es que parece que sabes tanto?

—Debe ser el divorcio.

 

Una par de minutos antes de la hora acordada, tras llegar a la disquera, tomé mi celular y llamé a Hiroshi.

—Ya estoy en el estacionamiento. Te estaré esperando.

—Me voy a tardar un poquito más de la cuenta. ¿No quieres subir un momento?

—Claro.

Al llegar al estudio donde él se encontraba gravando, llamé a la puerta que fue abierta casi de inmediato por Hitomi-san. Hice una reverencia que él correspondió con su cuerpo que no parecía japonés, pues era casi tan alto como Hiroshi pero sus proporciones eran más robustas. Se veía atlético aun a pesar del traje.

—Ryuichi-san… pase por favor —se hizo a un lado para cederme el paso. Al entrar pude ver que Hiroshi se encontraba en la cabina de grabaciones.

— ¡Ryu-chan bienvenido! —Pata-san se acercó e hizo apenas una inclinación de cabeza, con los brazos cruzados, como era su costumbre. —Llegas a tiempo para ver a Heath-chan en acción.

—Disculpen por molestarlos mientras están trabajando.

—Tú nunca nos molestarías. Al contrario, tomate la libertad de darnos algún consejo.

Jamás me atrevería a dar un consejo a quien tenía mucha más experiencia que yo. Iba a comentar aquel pensamiento que me surgió, sin embargo la voz de Hitomi-san, como un muro, me impidió hacerlo.  

—Usted parece desocupado por estas fechas, Ryuichi-san —se aproximó a nosotros. —  Aquí el trabajo nunca se termina. Usted es afortunado al disponer de tanto tiempo libre…

—Bueno, mis superiores han sido muy generosos el día de hoy al dejar que me marchara un poco antes de lo acostumbrado.

—Directivos generosos. Si ellos son así con todos, seguramente terminarán quebrando. Aunque tengan a alguien tan talentoso como usted en sus filas.

—Admiro que usted sea tan estricto y profesional.  Esta disquera es afortunada por tenerlo.

—Cuando quiera podría darle algún consejo a su manager. ¿Es alguien joven?

—Lo es al igual que usted. Tiene una gran capacidad.

—Pero quizá demasiada bondad también. Hay que ser un poco crueles en este negocio.

—Sólo lo dices para justificar que nos tratas como esclavos —Dijo Pata-san con su voz despreocupada.

No quería tomar de forma personal los comentarios que hacía Hitomi-san, quería concentrarme en la idea de que los representantes de artistas, la mayoría de las veces, no son agradables, salvo con aquellos que representaban un buen negocio para su cliente. Pero esa idea ya no me convencía tanto. Porque Hitomi-san era el primer manager que yo conocía y que parecía cumplir aquellas características.  No había mentido cuando dije que mi representante era muy generosa, y además era un encanto. Me molestó que aquel hombre a quien había visto apenas unas cuantas ocasiones, hablara tan a la ligera de alguien que no conocía.

—Ven conmigo Ryu-chan, quienes sólo piensan en dinero no entienden a los músicos como nosotros. —Pata-san colocó una mano en mi hombro invitándome a caminar, nos aproximamos hasta donde él manipulaba los sintetizadores.  —Estamos grabando el bajeo de una canción. Nos tomó un poco más de tiempo y no quisimos dejarlo a medias.

—No se preocupen.  Me hace feliz poder verlos grabar. —Miré a Hiroshi que dentro de la cabina permanecía concentrado en su trabajo.

Un par de horas más tarde, tiempo que Dope HEADz  tardó en terminar su sesión,  nos encontrábamos caminando hacia el estacionamiento.  No demasiado juntos, ni demasiado separados. Por los pasillos se cruzaba en nuestro camino mucha gente. Personas importantes en el mundo de la música, personas importantes que nos conocían, pero completamente extrañas a nuestro mundo. Quería besarlo ya.

Una vez que estuvimos en el auto lo encendí y lo puse en marcha, rápidamente salí del estacionamiento. Esquivé el coche que estaba delante de nosotros y pude ver de reojo cómo Hiroshi se pegó al vidrio de la ventanilla por el impulso de la velocidad. Pensé que quizá no se había sujetado bien.

—Ryuichi… ¿vas un poco rápido no crees? –dijo mientras se incorporaba y se acomodaba en su asiento.

— ¿Tú crees? Es la velocidad normal a la que conduzco.

— ¿Cómo es que no te han quitado tu licencia?

—Pues porque soy el mejor. —Él me miró atentamente y después rió divertido.

—Entonces tengo que confiar en ti.

—No te preocupes. No excedo el límite de velocidad. Siempre transito por las calles donde puedo ir más rápido.

—Ah…. Qué consuelo. —Hiroshi se mecía de un lado a otro en concordancia con el movimiento del auto.

—Quizá el cinturón te queda un poco flojo y por eso te mueves tanto.

— ¿Tú crees?

Aquella podría considerarse nuestra primera cita desde que oficialmente nos habíamos convertido en pareja, durante una semana habíamos estado buscando un espacio libre y al fin esa noche había aparecido ese pequeño huequito, la pequeña abertura que necesitábamos para que nuestro mundo se expandiera al infinito.

Decidimos por un establecimiento de ramen que era pequeño y discreto y donde también vendían Kushiage. Esperábamos que nadie pudiera reconocernos.

Apenas nos habíamos sentado cuando se escuchó de pronto el tono de su teléfono celular, él lo tomó y miró de quién se trataba, se quedó así por unos momentos, dejando que siguiera sonando, como indeciso de contestar. Finalmente se disculpó conmigo y respondió a la llamada.  No fue difícil adivinar que la llamada era sobre asuntos de trabajo.

—Hice todo lo que me pediste. Ahora son más de las diez de la noche… Pero se supone que eso debemos entregarlo la próxima semana… no pudieron adelantarlo. Pues tendrás que esperar a que amanezca. —En ese momento colgó y dirigió una mirada de fastidio al aparato, luego lo guardó. Yo había permanecido inmóvil mirándolo.

—Disculpa por hablar frente a ti —me sonrió— pidamos nuestra comida.

Le sonreí y tomé una de sus manos.

— ¿Seguro que no importa si no vas?

— ¿Quieres que me vaya?

— ¡¿Eh?! Claro que no.

—Entonces no digas nada. Quedamos que hoy estaríamos juntos y no pienso retractarme.

En un gesto inesperado el levantó mi mano a la altura de sus labios y la besó. Deseé acariciar su cabello, pero no quería que llamáramos de más la atención.

—No quiero perder este momento ¿y tú Ryuichi?

—Yo tampoco.

No quiero perder ni un solo momento a tu lado… quiero que me ames hasta que te duela… porque no sabes lo que a mí ya me duele pensar que te puedas alejar de mí… por eso, deseo que estemos en igualdad de condiciones…

Llevé a Hiroshi hasta su casa cuando ya pasaba de la media noche. Salí del auto con él y nos despedimos en la puerta, pero cuando estuvo a punto de entrar yo rodeé su cintura con mis brazos.

— ¿Qué pasa? 

— ¿Te gustaría dar un paseo conmigo?

—Me encantaría. —Dio media vuelta y besó mi frente.

La zona donde se encontraba el departamento de Hiroshi era un barrio pequeño. A esa hora nadie caminaba por la calle, salvo nosotros dos, así que podíamos estar tranquilos y tomarnos de la mano.

Soplaba un aire frío y agradable, las calles estaban perfectamente iluminadas, pero completamente silenciosas. Era capaz de escuchar el sonido de nuestros pasos que parecían ir en sincronía con los latidos de mi corazón.

—Ryuichi… ¿estás feliz? —preguntó de pronto, rompiendo el sonido monótono de nuestro caminar.

—Claro que sí ¿por qué preguntas eso?

—Es que… yo no soy lo que esperabas… siempre soñaste con otra cosa. Yo…

—Eres un regalo sorpresa.

— ¿Regalo sorpresa?

—Sí. No quiero que pienses que yo estoy insatisfecho con estar a tu lado. Si no te amara, si yo aún sintiera algo por Jun, no estaría aquí contigo. Tú eres mi respuesta.

En ese momento me detuve; subí a la banqueta para quedar a su altura; rodeé su cuello con mis brazos y después besé sus labios. Sentí cómo él me abrazaba por la cintura y correspondía al beso.

Nos besamos sin miedo, protegidos por la noche, por la luna decreciente y por las estrellas que la acompañaban; de pronto sentí que mis pies se desprendieron del piso y comenzaba a girar en el aire.

— ¡Hiroshi! ¡Nos caeremos! —me abracé  fuertemente a él.

—Bueno. Procura caer arriba de mí —dijo tras detenerse.

—Estás mal. Morirías asfixiado.

—Cálmate gordo.

Los dos reímos y seguimos caminando casi hasta que amaneció.

Mientras íbamos caminando en silencio yo pensaba en la voz de Hiroshi, que en algunas ocasiones, con frases hechas y convencionales como “Buenos días”, me hacía sentir ganas de llorar. No porque sintiera tristeza, sino porque todo lo que él provocaba en mí era tan intenso que a veces parecía que no podría resistirlo, aquel sentimiento contenido era demasiada presión para mi cuerpo y debía brotar de alguna manera. Pero si me ponía a llorar de la nada frente a Hiroshi seguramente se asustaría mucho, quizá pensaría que estaba loco.

¿Cuánto más grande se volvería aquel sentimiento? Parecía que no tenía límites y que ahora sólo había alcanzado una pequeña parte de todo lo que sería.

Era abrumador, casi escalofriante.

 

 

 

— ¿Entonces no tienes tiempo para salir conmigo?

—Ya almorzamos juntos. ¿No tienes trabajo pendiente?

—Sabes que funciono mejor por la noche, Ryuichi.

—Entonces Sugizo, deberías estar durmiendo ahora. —le señalé sin dejar de ver las partituras que revisaba.

— ¿Y tú, trabajarás hasta tarde o tienes una cita con tu amorcito?

—Tengo una cita…  —dije en voz muy baja. Me hacían sentir apenado ese tipo de comentarios.

— ¿Hace cuánto tiempo ya que sales con él?

—Un mes… —clavé a vista aún más en mi trabajo para que Sugizo no pudiera ver la sonrisa que se formó en mis labios.

Ese día se cumplía un mes de aquella noche en que yo había ido a casa de Hiroshi y le había confesado que lo amaba. Era tan poco tiempo, y aún así yo tenía la increíble sensación de haber permanecido a su lado toda la vida.

Con nuestras agendas tan apretadas, nos las habíamos arreglado para vernos tres o al menos dos veces por semana. Pero algo pasaba con aquel tiempo en que estábamos juntos, que se extendía y por muy poco que fuera, nos alcanzaba para hacerlo todo; y aunque cuando era el momento en que cada uno volvía a casa parecía que todo había transcurrido en un segundo, al mirar atrás podía darme cuenta de todo lo que habíamos hecho.

Nuestro tiempo no se medía en la cantidad o en las horas que pudiéramos tener, sino en lo que lográbamos juntos en aquel periodo.

Habíamos salido a distintos lugares, nos fascina asistir a live houses y bares para ver a nuevas bandas tocar, eran lugares oscuros donde no temíamos ser descubiertos, donde nadie se fijaba en nosotros y podíamos ser, precisamente, sólo nosotros. A veces, cuando había varios días de intenso trabajo, en alguno de esos días solíamos hacernos compañía, ya sea en el estudio de grabación o en algún compromiso externo. Aunque era demasiado incomodo y anti natural, tratarlo como a cualquier amigo frente a todas aquellas personas…

 

—Quisiera que hoy cenáramos, en mi casa —jugaba con el cordón del teléfono mientras hablaba con Hiroshi.

—Creo que no estaré libre hasta muy tarde.

—No te preocupes, te esperaré.

— ¿De verdad? Si estás libre esta noche no quisiera que se arruine esperándome.

—No se arruinará. Quiero esperarte.

—Llegaré lo más pronto que pueda.

Esa tarde arreglé mi departamento. Compré rosas y las coloqué por todo mi apartamento. También esparcí pétalos por el piso del recibidor e hice un pedido de comida Italiana a un restaurante que no quedaba muy lejos. Mientras esperaba coloqué el kotatsu y lo encendí para que estuviera tibio cuando Hiroshi llegara. Aquella era una noche fresca de otoño.

Me senté a mirar la luna en el descanso de la ventana  que permanecía cerrada para esperar. Esa noche a las 4:00 a.m. se cumplía el primer mes que compartíamos.

El tiempo  es algo curioso. El que va rápido alcanza para hacer muchas cosas, aunque no sean todas las que se desean; pero el tiempo que va lento, sólo alcanza para hacer una sola cosa: esperar.

El primer minuto, el segundo, el tercero… fui consciente de cada uno y de cómo se convirtieron en horas. La luna fue cambiando de posición lenta y paciente, como siempre.

Es verdad que era consciente de que Hiroshi no tenía en cuenta que aquel día se cumplía un mes de nuestra relación. Quizá era muy poco tiempo para darle importancia, sin embargo, un mes era suficiente para que la luna cumpliera su siclo de renacimiento. Esa que siempre era mi consuelo pero que ahora lucía más triste que nunca.

Me sentía como un idiota y me sentía aliviado de que Hiroshi no pudiera ver aquel momento en que podría darse cuenta de cómo era que sus acciones, por sencillas que fueran, repercutían en mí.  

La última vez que vi el reloj pasaban ya de las tres de la mañana, las flores, la comida y yo permanecíamos en la oscuridad. La luz de la luna había desaparecido ya del campo visual de la ventana.

Finalmente, toma una rosa de uno de los floreros y jugué con la flor entre mi mano. ¿Qué estaría haciendo Hiroshi a esa hora? Quizá ya estaría dormido, tras el trabajo debió quedar tan cansado que fue directo a casa a dormir. (¿Pero por qué no me llamó?) Sería porque… él era tan distraído siempre…

¿O sería que algo estaba mal?

No me había detenido a pensar en que quizá algo pudo detener a Hiroshi, algo malo… algo que lo hubiera lastimado…

Busqué mi celular por toda la casa, revolví cosas en un lado y en otro. No podía recordar el sitio en el que lo había dejado. En mi prisa por encontrarlo tiré uno de los floreros que había colocado y el agua se derramó, el platón con espagueti fue a parar al piso. No podía esperar más.

Me dirigí a la salida y abrí a la puerta, iba a salir a toda velocidad pero alguien me bloqueó el paso. Era Hiroshi. Cuando lo miré sentí un profundo alivio, como si después de que una distorsión de tiempo y espacio hubiera afectado al mundo, todo volviera apenas a la normalidad, justo en el instante en que vi sus ojos.

—Ryuichi… discúlpame…

— ¿Disculparte? ¿Por qué?

—Porque te hice esperar demasiado y de hecho, por poco y no llego. Había olvidado por completo que acordé venir a tu casa. Ya estaba en el departamento cuando me di cuenta.

—Debiste estar muy ocupado e incluso, debes estar muy cansado justo ahora. Yo soy quien debe disculparse por hacerte venir.

—Con que me dejes pasar me conformo.

Apenado me hice a un lado, no me había dado cuenta de que aún estábamos en la entrada de la casa y afuera se percibía un aire helado. Él entró y yo cerré la puerta, cuando me giré me percaté de que la casa era un desastre. El espagueti estaba esparcido por el piso y el agua del florero también. Los pétalos que había colocado cuidadosamente ahora parecía que simplemente los había tirado.

—Disculpa el desorden…

—Parece como si un huracán hubiera pasado por tu casa.

—Estaba… buscando algo.

Sentí que me tomó por una de mis muñecas y me jaló hacia él para estrecharme entre sus brazos.

—Perdóname Ryu. Necesito que lo hagas.

—Está bien Hiroshi, no podría dejar de hacerlo.

—No me equivoqué, eres la persona más maravillosa del mundo –dijo en un tono de voz suave y cariñoso. — Hiciste todo esto para mí y ni siquiera estuve aquí para disfrutarlo.

—Ya no tienes que preocuparte por eso. Ya estás aquí para que cele… —me quede callado pues no sabía si decirle lo de ese día.

— ¿Cele…? ¿Quieres decir celebrar? ¿Por eso preparaste todo esto?

—Es que hoy… bueno… hoy hace un mes…

Él me miró hacer monosílabos y después abrió los ojos ampliamente, como si cayera en cuenta de lo que trataba de decirle, y es que así había sido.

—Chaparrito… discúlpame. Lo olvidé por completo.

—No debes preocuparte por eso, en realidad un mes no…

—No digas eso. Yo me había propuesto que cada día fuera el mejor día de tu vida, porque justo eso me pasa a mí. Y  hoy que se cumple un mes de que tú me haces sentir eso, no lo logré. ¿Me dejas compensarte?

—De acuerdo —sonreí.

Acaricié su rostro con ambas manos. ¿Era verdad que yo podía estar ahí a su lado? ¿Era verdad que merecía conmigo alguien que me amara? Y si era así… ¿Qué podría hacer para no perderlo?

Sus brazos, que en ese momento me rodearon, cortaron cualquier pensamiento que pudiera cruzar por mi mente y nuevamente tuve la certeza de que me encontraba en el lugar correcto con la persona correcta. Lo abracé también y después nuestros labios se juntaron, se acariciaron mientras a través de la ventana, la luz de las estrellas se filtraba, como la única invitada que podía irrumpir en nuestro mundo privado.

—Me encanta estar a tu lado –dijo tras apartarse con suavidad del beso, miró atentamente mi rostro y acarició una de mis mejillas— ¡Eres tan hermoso…!

—De ninguna manera… —podía sentir el calor en mis mejillas que seguramente estaban rojas, por fortuna la luz de las estrellas tan tenue en la habitación, muy probablemente no lograba que aquello se pudiera notar, cosa que me alegró pues algo de orgullo quería evitar que él conociera el efecto de sus palabras sobre mí.

Esbozó una sonrisa llena de ternura y después, nuevamente unió sus labios a los míos en un beso lleno de profundo amor, sus labios suaves acariciaron los míos con delicadeza en un principio y cada vez, con mayor intensidad.

La ternura de su tacto y su piel suave contrastaban con la profunda intensidad que fue tomando aquel beso. Se prolongó algunos minutos aquel contacto, hasta que se convirtió en besos más pequeños y sutiles que repartimos por nuestros rostros.

Sentí sus manos recorrer mis brazos, sus palmas dejaban impreso sobre mí un calor suave que atravesaba mi camisa. Pero para él, aquella prenda parecía ser un obstáculo. Sus dedos de bajista se encargaron rápidamente de los botones y sin que apenas pudiera darme cuenta mi camisa estaba fuera. Sus manos se deslizaron con mayor facilidad, estremeciéndome haciéndome temblar.

Las reacciones de mi cuerpo estaban a expensas de su voluntad.

—Voy a continuar. ¿Está bien? —A su pregunta yo sólo pude asentir con la cabeza y entonces volvimos a besarnos.

Sus dedos tocaron ahora directamente la piel de mi espalda y sus labios fueron hasta el extremo derecho de mi cuello. Mi cuerpo sucumbía y se reemblandecía ante cada acción suya.

Se encargó de acomodarme sobre el sillón; mientras yo dejaba que me guiara con sus movimientos, aquella sería la primera vez en que estaríamos así, en el último lindero de la intimidad, aunque lo que realmente me emocionaba, lo que realmente me excitaba, era que las expuestas ahí, en aquel lugar, eran nuestras almas.

Sus manos y las mías jugaron entrelazándose, nuestros dedos se acariciaron los unos a los otros, uniendo los hilos que guiaban nuestras vidas.

Él encontró fácilmente los fragmentos más delicados y sensibles de mi ser, entre cada suspiro de su aliento, mi alma temblaba estremecida.

Mis manos no podían compararse en destreza con las suyas y el temblor de mi cuerpo las volvía incluso más torpes, aún así, traté de que estuviéramos en igualdad de condiciones. Traté de que las reacciones de su cuerpo correspondieran a cada una de mis acciones, mis dedos caminaban sobre los poros de su piel. Inseguros y trémulos mis labios besaron sus hombros y su cuello y su pecho…

Aquella realidad superaba todo de mí. Como un adolescente, estaba temeroso de no ser lo que Hiroshi esperaba. Por un momento, quizá desee poder crear aquella imagen “genial” que podía levantar en el escenario, donde la distancia y la música me envolvían. Pero ahí, justo en ese momento absoluto e infinito, no había distancias, ni siquiera música alguna que no fuera su voz. Sólo éramos nosotros dos en el último estado de vulnerabilidad. Y eso me hacía temblar y me hizo temblar hasta que sus labios y sus besos y sus ojos mirándome y sus manos tocándome me hicieron desaparecer, fundirme y perder la densidad.

Me había convertido en sensaciones y sentimientos que entremezclados con los suyos adquirían la composición de un rayo de luna, al igual que nuestros cuerpos.

Nos unimos de tal forma que nos confundíamos el uno con el otro y ahora nos convertíamos en latidos de corazón, meramente los latidos que se propagaban cada vez más intensos y rápidos. Los corazones de ambos chocaban el uno con el otro y eso lo mantenía en movimiento.

Era capaz de ver sus ojos que se transformaban en los muros que nos protegían, eran el túnel profundo, la entrada por la que yo irrumpía a su alma. Temblábamos, nuestro mundo estaba en movimiento siempre. Lo sentía temblar en mi interior.

Las líneas que nos definían como individuos habían desaparecido, ahora éramos una dualidad como aquellos dioses antiguos que siendo dos eran un solo todo. Creo que mis pensamientos se formaban en su mente y el placer que yo sentía se germinaba dentro de él y desembocaba en mí y desde mí volvía hacia él en su ciclo de creación y re-creación, aquel era nuestro renacimiento.

No volví a pensar ni a ser tangible hasta que sentí la línea de su cuerpo bajo el mío. Su suavidad, me regreso al lindero de lo concreto. Estaba recostado sobre él y podía sentir su respiración chocando con la mía.

Me incorporé un poco para mirarlo, sus ojos estaban cerrados pero sabía que no dormía. Besé sus labios y como si fuera un reflejo condicionado él buscó una de mis manos con una de las suyas y las enlazamos. Volví a colocar mi cabeza sobre su pecho y cerré los ojos.

Permanecimos recostados junto a la ventana, sobre el tatami. Lentamente el primitivo y delicado anaranjado del sol irrumpió, su renacer era ahora el nuestro.

Sentí que él  se relajaba y su respiración se volvía más lenta y pausada bajo los efectos del sueño, hasta que tras unos momentos fui atrapado en aquellos también.

Entre sus brazos, el sueño de ser amado que había soñado, ahora se volvía la realizad que nos envolvía.



[1] Brochetas.

 

 

 

 


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