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MÁS ALLÁ DE LA LUNA por Gaia

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Notas del capitulo:

Hoy les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Lento pero seguro.

El capítulo es más corto que el anterior, pero el anterior fue demasiado largo, así que está bien, Éste tiene un tamaño promedio y creo que si hubiera abarcado más de la historia, no se habría logrado la atmosfera del capítulo, algo sobraría, creo que se quedó justo donde debía quedarse. 

Espero que lo disfruten =3

Les dejo la canción que da título a este capítulo: https://www.youtube.com/watch?v=UL9kNKvBTIc

 


Capítulo 27 Broken


 


 Todo el mundo lleva… su preciado fragmento de corazón… que permanece herido, sin detenerse


 


Estaban los cinco sentados a la barra de un bar en Roppongi desde hacía apenas diez segundos. El dueño los mandó llamar en cuanto bajaron del escenario con alguien del equipo de sonido. Cosa que fue muy extraña pues generalmente en ese tipo de sitios no existía el “equipo de sonido”, las bandas se encargaban de acomodar sus propios instrumentos y aún más extraño era que el dueño se decidiera a llamarlos, cuando esos hombres ni siquiera frecuentaban sus propios negocios. Sin embargo, aunque ellos no lo sabían, para hacer justicia era preciso decir que lo menos común de todo era precisamente el dueño de aquel bar, en Roppongi.


Ryuichi en medio, a sus lados Inoran y Shinya y a los lados de estos Sugizo y J, ninguno decía nada, ni siquiera podían pedir una bebida, el barman estaba ocupado atendiendo a otros clientes en uno de los extremos, mientras realizaba algunos malabares vistosos con los vasos mezcladores.


La figura de aquel chico parecía hípnica, o al menos fue la impresión del vocalista, a pesar de que apenas podía distinguirse entre la penumbra de lugar, ligeramente interrumpida por las luces intermitentes y el brillo del metal en sus prendas.


No después de mucho tiempo el barman terminó aquel show cortesía de la casa y se aproximó a los músicos. Era realmente muy delgado, su figura era casi graciosa, aunque Ryuichi pensó que para nada asemejaba fragilidad; muy por el contrario, los músculos de sus brazos estaban perfectamente definidos, no cómo él que sí era bastante escuálido.


—¿Ustedes son la banda verdad? —no aclaró que banda, pero todos asintieron, porque efectivamente, ellos eran la banda.


—Voy por él, probablemente olvidó que los mandó llamar. —Hablaba para todos, pero Ryuichi sintió su mirada concentrada en él, quizá porque era el punto medio entre sus compañeros, el eje de LUNA SEA, aunque su percepción o quizá su ego, fueran tan pequeños en aquel momento que aún no alcanzaba a comprenderlo. Por ahora, lo único sobre lo que podía reflexionar eran los pómulos de aquel chico y en las luces del lugar danzando en su cabello largo.


—Hiroshi, no necesitas ir a ningún lado. Ya estoy aquí —se acercó quien seguramente era el dueño de aquel lugar, llamando la atención de todos con su voz.


Cuando giraron la cabeza para verlo no estaban preparados para encontrarse con alguien tan conocido, el guitarrista de una banda, de la que definitivamente y sin ninguna especie de error, sí era LA BANDA.


—Con la memoria que tienes es lo más lógico que podía pensar, Hide.


Esa noche conocieron a Hideto Matsumoto, el guitarrista de X y a Hiroshi Morie, futuro bajista de la futura X-Japan. Casi la misma banda, mientras Hide y Heath conocieron a ¿LUNACY?  Quién sabe cómo se llamaban, pero ahí estaban los cinco.


Quizá si en ese momento la oportunidad de su vida musical no hubiera estado ahí presente, pudo existir la pasada posibilidad de que Ryuichi notara la oportunidad de su vida sentimental expuesta en aquel mismo lugar.  O quizá es que los indicados estaban ahí, pero no era ni el tiempo ni el espacio adecuado. A veces la persona con la que maduras no es la misma para la quien lo haces y Ryuichi y Hiroshi eran demasiado jóvenes para llamarse maduros; aunque algo hubo en ellos, más fuerte en uno que otro, así justo y en correspondencia con sus distintas edades.


Pero ahora…  Ryuichi lo sabía…


Todo siempre se trató de Hiroshi


Hasta ese momento nunca lo reconoció salvo tras las paredes de su pensamiento, pues pensó que sería tan inverosímil que él no le creería, tal vez pensaría que sólo trataba de exagerar y alardear sus sentimientos endulzándolos con algo que no correspondía; así que ese secreto era sólo suyo.


Cuando por las noches en que no podía dormir, lo observaba, le gustaba verlo mientras trataba de distinguir el vaivén de su pecho, los movimientos inconscientes de sus labios y tocar su cabello perdido entre el negro de la noche. Mientras su mirada se sumergía en cada detalle de su ahora ser más amado, su memoria se encargaba de recrear aquel primer recuerdo juntos y junto con ése; todos los demás momentos vividos a su lado.


Cada encuentro, cada palabra, cada mirada cruzada entre pasillos, tras los camerinos. Cada detalle precioso se anexaba a su historia recién iniciada, pero con un prólogo largo y profundo para recrearse.  


Ahora sabía que aquella primera noche tuvo algo que él no pudo distinguir o que vio y pasó por alto, quizá por el alcohol o quizá porque esa noche también se les abrió la puerta del mundo de la música tan anhelado que lo cubrió todo.


Ahora podía recordar la especial densidad del aire y su sonrisa bonita. En definitiva, tenía la seguridad de que pensó aquello, no era un recuerdo inventado porque cada vez que se encontró con Hiroshi ese mismo pensamiento fue una constante. Lo sabía ahora después de la profunda remembranza que realizó de tales momentos. Su sonrisa por siempre tendría ahora la brisa del mar en agosto, cálida y reconfortante, con abundante aire como el de los árboles…


Era un pensamiento sutil pero constante, una campanita que tintineó intermitente, una luz de estrella que se presentó ante él una y otra vez y que probablemente notó, pero nunca supo que la notó. Ahora aquello le parecía absurdo. ¿Por qué no fue capaz de verlo claramente?


Si aún con mi pobre capacidad hubiese observado todo aquello, sin dejarlo pasar desapercibido, tal como ocurrió… ¿Cambiaría en algo mi actual situación?


El ahora momento funesto en el que me encontraba frente a aquel elevador, me cerraba las puertas del único mundo al que pertenecía, me desterraba del paraíso, llevándose a Hiroshi a un lugar a donde me era imposible alcanzarlo, se imponía sobre mí como una barrera insondable.


El frío de la puerta automática desde las puntas de mis dedos se extendió por todo mi cuerpo mientras me convertía en metal, un metal que se fundía en el cero absoluto, pues lejos de adquirir su rigidez; mis piernas temblaron y sólo mis manos a medio incrustar en la puerta impidieron que me desplomara al piso.


Estar en aquella situación se volvía más pesado. Sobre mi cuello se ceñía cada vez con más fuerza su devastadora ausencia. Sentía cómo me asfixiaba apagándome poco a poco.


De pronto una mano rodeó mi brazo, justo en el mismo lugar donde antes alguien me tomó y me lastimó. El instinto que aún quedaba en mí hizo apartarme con rapidez y girarme para conocer al atacante, a la nueva amenaza. ¿Por qué no podía atravesar la puerta?


—Señor, lo siento, pero tengo indicaciones de que no puedo permitir… —trató de tomarme por el brazo una vez más, pero volví a apartarme y sin despegar la vista del hombre trataba de buscar el botón del elevador. —¡Señor, usted no puede…!


—No creo que se buena idea ser grosero con él —Una voz apareció en el lugar incluso antes de que estuviera a la vista su portador, pero la reconocí de inmediato. Pata-san llegó y se colocó entre el hombre y yo.


—Tomoaki-san… es que Hitomi-san me…


—¿Qué no tienes pensamiento propio? Ryu-chan no es un peligro para nadie, en cambio es un músico al que a los ejecutivos les podría entrar la gana traer. ¿Entiendes?


—Sí señor… lo siento —hizo una reverencia y volvió a su puesto.


—Ryu —tomó mi muñeca suavemente. Su mano era delgada y de tacto gentil.


—Pata-san, yo quería hablar con…


—Lo sé, pro éste no es el lugar. Nunca podrían hablar aquí. —Caminó sin soltarme, conduciéndome a la salida. Pensé que me acompañaba hasta la puerta, pero atravesó el umbral conmigo y siguió caminando.


—¿A dónde vamos?


—Vamos a tomar un café. Explicó sencillamente y yo no pedí más detalles.


Su presencia fue suficiente para darle un poco de paz a mi corazón. Con toda seguridad Pata-san estaba enterado de todo y si él creía que yo no lastimé a Hiroshi intencionalmente, quizá él podría creerme también.


Aunque nuestra diferencia de edad era sólo de 5 años, siempre me pareció que Pata-san tenía la sabiduría de alguien con mil años más que yo. Cuando recién lo conocí pensé que entre los X, él era el de mayor edad. No es algo que tenga que ver con su físico, ni con su cabello largo y rizado natural (algo que me daba mucha envidia). Era más bien, algo en su rostro, en sus ojos, en sus movimientos pausados… parecía el dios milenario de alguna montaña.


Llegamos a una cafetería no muy lejana de la disquera; nos colocamos en la mesa más profunda de aquel sitio donde predominaban los tonos desde el color de la madera, hasta el del chocolate. El aroma del café y un poco del bullicio de la cocina llegaba hasta nosotros. Sobre la mesa ya estaban desplegados los menús.


—Ryu, yo confió en ti. A pesar de todo lo que dijeron. Me alegra que lo aclararas ante los medios, por cierto; pero sobre todo te creo a pesar de lo que dice Hiroshi —Él estaba ya ojeando el menú mientras hablaba.


—¿Qué le ha dicho él? ¿Por qué no puede confiar en mí, así como usted?


—Es diferente. Cuando quieres tanto como él a ti y usas más los sentimientos que la cabeza, justo como él, estas cosas pasan. —Tocó la campanita sobre la mesa para llamar a la mesera y ella llegó incluso antes de que Pata-san terminara de apartar la mano. —Tráigame un sándwich de cerdo y un café con leche por favor. ¿Tú Ryu, que pedirás?


—Estoy bien así… gracias.


—Tráigale lo mismo que a mí por favor.


—¿De verdad cree que él me quiere? ¿Por qué se dejó llevar así por lo que dicen los medios? No lo entiendo, hasta ahora él… —Hablé en cuanto la señorita se retiró mientras mi mirada se clavó en el mantel blanco como si ahí estuvieran todas mis respuestas.


—Bueno, creo que Hiroshi puede lidiar con lo que apareció en los medios… pero no con lo que vio en tu camerino.


La palabra “camerino” se volvió un eco en mis oídos con un choque expansivo tan fuerte que me dejó aturdido y desquebrajó el piso bajo mis pies.


—¿En el camerino…? —Creo que la voz me salió apenas en un susurro seco y áspero. Me era más difícil tener la fuerza de sostenerme cada vez en que la sangre de mi cuerpo bajaba de golpe a los infiernos.


Sólo existía un acontecimiento en un camerino que podía encajar con todo aquello…


La realidad me golpeaba una y otra vez, haciéndolo de forma más brutal en cada ocasión.


—¡Oye! ¿Estás bien? —recorrió su silla hasta quedar a mi lado. Tomó una de mis manos y tocó mi frente. —Estás helado… ¡Mesera traiga una coca cola, rápido!


—¿Una coca cola?


—Eso tiene una montaña de azúcar, vas a ver cómo te ayuda a sentirte mejor… Perdóname, no quiero angustiarte… al contrario, te traje aquí porque te quiero ayudar.


La mesera dejó una lata de refresco y un vaso, luego Pata-san la sirvió y la colocó frente a mí.  


—¿A qué se refiere con lo que Hiroshi vio en el camerino…? —Ya imaginaba, mejor dicho, con toda seguridad ya sabía a lo que se refería… sólo era que necesitaba conocer los detalles de aquello tan inexplicable, como proveniente de otra dimensión —Yo… no vi a Hiroshi… ¿en el camerino?


—Cuando vio el revuelo en la televisora fue a buscarte… no lo pude detener, aunque pensé que era un error y ahora lo confirmo. —La mesera llegó con el resto de la orden a la mesa.


Quizá decir algo era necesario, explicar que seguramente malinterpretó lo visto… pero las palabras no se materializaban a la realidad y si algo brotaba de mí en aquellos momentos, era el miedo...


EL PÁNICO…


¿Hiroshi observó el episodio del camerino? ¿Hasta qué punto?... Hasta uno donde no le permitió conocer la verdad, pero sí pensar que el circo frente a los medios era la realidad y no sólo una imagen hueca, que ahora se convertía en mi sentencia…


¿Debía contarle toda la verdad a Pata-san… a Hiroshi…? pero que Jun conociera todo aquello ya era demasiado, si yo hablaba… ¿Qué pasaría con él si Ihara cumplía su palabra…? ¿Qué tal si de verdad lo lastimaba o lo desacreditaba? ¿Qué sería capaz de hacerle a Hiroshi? Si tomaba como medida lo que estuvo a punto de hacerme a mí, el medidor podía llegar muy alto.


—Ryu... yo sé que seguramente las cosas no ocurrieron como Hiroshi lo cree, quizá no se quedó lo suficiente para conocer la verdad, pero si escucha tu explicación probablemente… no, no probablemente, con toda seguridad él te comprenderá.


—¿Usted lo cree? —¿Qué explicación? Si lo único que podía salvarme era la verdad y decirla no era una posibilidad.


—Estoy seguro. Anda, bebe un poco de tu refresco, creo que te ves más pálido que antes. Tampoco has probado tu sándwich.


—No se preocupe, con el refresco está bien… —tomé el vaso y bebí un poco del contenido. Tenía un buen sabor. No supe si el frío de la bebida o el de mis circunstancias, ocasionó que me diera un escalofrío.


—Ryu, en el estudio es definitivo que no podrás hablar con Heath, pero hay un sitio en el que sí.


—¿¡De verdad!? ­—A pesar de no tener una explicación para dar que fuera convincente, lo que sí tenía era esperanzas… mientras pudiera hacer algo lo haría.


Toda mi vida llevé una espada filosa clavada en mi corazón que con el tiempo se hizo más y más profunda y siempre que pensaba que al fin podría extraerla algo ocurría… hasta que, sin darme cuenta, Hiroshi con su amabilidad y su hermosa sonrisa la sacó gradualmente, con gentileza… Ahora… por el resto de mi vida, por Hiroshi… hasta desgarrarme incluso, yo iba a pelear porque esa espada no volviera a entrar.  


Estaba roto, pero cada uno de mis fragmentos permanecía unido envuelto en su figura…


—El lugar en el que se está quedando —se inclinó un poco hacia un lado para sacar algo de su bolsillo.


—¿Está con usted, en su casa? —me acerqué un poco más hacia él, mientras apoyaba las manos en la mesa, sin darme cuenta de que quizá atravesaba el lindero de su espacio personal.


—No está en mi casa. Ahí sólo están tus cachorros, por suerte no hubo problemas con mis gatos —tomó una de mis manos y en ella colocó lo que un momento antes sacó de su bolsillo. Era una llave.


—¿Ésta es la llave del lugar donde Hiroshi se queda?


—¿Ustedes dónde ensayaban cuando recién iniciaron?


—¿Eh? En casa de Jun. Su hermana nos daba permiso de ensayar en la cochera.


—Cuando nos mudamos acá para iniciarlo en grande, rentamos una habitación amplia donde pudiéramos ensayar diariamente.  En realidad, al principio todos vivíamos ahí. Después, aunque técnicamente ya no necesitábamos aquel lugar, Yoshiki terminó comprándolo. Cuando la banda obtenía algún triunfo nos reuníamos ahí para celebrar y beber. Ahí festejamos la incorporación de Hicchan a X. 


 Su voz y su sonrisa reflejaron nostalgia y felicidad. Cómo admiraba a aquellas personas. Nosotros pudimos triunfar gracias a X-Japan. Tuvimos un camino mucho más fácil por el cual avanzar, después de que ellos quitaron todas las piedras del camino sin recibir la ayuda de nadie más. Observé la llave en mi mano. Ahora me parecía el objeto más valioso del universo.


—¿Está seguro de que puedo tenerla?


—Claro que sí. Eres de la familia. Todos tenemos una copia y esa es la mía. Yo te la presto así que no hay problema. Ahora lo que debes hacer es ir a esperarlo. Yo me aseguraré de que Hitomi no se ofrezca a llevarlo. —Dio el último bocado a lo que quedaba de su sándwich que estuvo comiendo durante toda aquella conversación.


—Pata-san… No sabe cuánto agradezco su ayuda. No sé qué estaría haciendo sin usted y sin mis compañeros… estoy recibiendo tanta ayuda que no sé cómo podré agradecerla adecuadamente —tomé el vaso de refresco con ambas manos y le di un sorbo, las pocas burbujas que quedaban se abrieron espacio entre el nudo de mi garganta para apenas pasar.


—¿No crees que eso es gracias al tipo de persona que eres?


—No me explico cómo usted cree en mí. Creo que si hubiese visto lo mismo que Hiroshi yo tampoco creería en mí… no culparía a ninguno de ustedes si me dieran la espalda, sin embargo, continúan a mi lado y eso es algo que no puedo entender, pero que agradezco con toda mi alma…


—Si pudieras verte como los demás te vemos entenderías perfectamente el porqué de que te ayudemos.


 Apreté los labios con fuerza, otra vez utilicé toda la energía que tenía en no desbordar mi llanto, que al parecer era lo único que tenía para corresponder tanto lo bueno como lo desastroso que estaba ocurriendo.


Si ellos creían en mí sin ningún tipo de explicación, quizá podía tener la esperanza de que Hiroshi creyera también de la misma forma.


—Ryu-chan, deberías comer el sándwich.


—Disculpe, Pata-san, ahora estoy bien así.


—Bueno… se lo llevaré a Hicchan, él tampoco ha cenado.


—Pata-san… gracias por todo… —susurré apenas, no estuve seguro de que me escuchara y su respuesta tampoco lo aclaró.


—¿Por qué no le das una mordida al sándwich? Así tú y Hiroshi podrán besarse de forma anacrónica.


—¿Cómo?


—Un beso anacrónico es un beso que no se da al mismo tiempo. Si tú muerdes el sándwich primero y luego lo muerde Hicchan en el mismo lugar, será como si se besaran, pero no al mismo tiempo.


—Pata-san…


—¿Me vas a decir que te dará vergüenza besar a Hiroshi?


—No creo que se coma algo que ya está mordido. Menos por mí.


—¿Bromeas verdad? Con hambre incluso no le importaría sí se cayó. —Verás que su destino será besarse hoy.


No sé por qué, pero tomé el sándwich y lo mordí. ¿Será que si él lo comía era una buena señal? Ojalá aquellas palabras que Pata-san enmarcó con una sonrisa se convirtieran en realidad.


 


Minutos más tarde me dirigía al auto de Jun e Inoran con aquel pequeño metal entre las manos que era toda mi esperanza. Entré al vehículo y conduje lo más veloz que me permitía la ley.


Observé la dirección que Pata-san escribió en una servilleta para mí. Reconocía aquella zona, estaba alejada de la parte más bulliciosa de la ciudad. Era un sitio donde las casas poseían patios amplios y aún eran habitadas por una sola familia.


Conduje un poco más allá de mi destino y coloqué el auto una cuadra adelante, junto a un árbol; justo un sitio donde Hiroshi no lo viera y sospechara. 


Retrocedí hacia el lugar. Se trataba de un edificio de color blanco un tanto extraño. En la parte de abajo sólo se encontraba una ventana de enrejado negro y una persiana, pero no estaba a la vista ninguna puerta. En la orilla de la casa estaban también unas escaleras de metal que conducían al segundo piso y terminaban justo frente a una puerta que bien podría ser color café o tinto. Subí las escaleras lo más despacio y sigiloso que me fue posible, esperando que ningún vecino se alerta con mi presencia; aunque no pude evitar que aquel antiguo armatoste comenzara a temblar bajo mi peso.


Introduje la llave que se deslizó y giró con suavidad inesperada, aunque a pesar de que estuvo abierta al instante no la empujé.


Todo el tiempo permanecí tan concentrado en encontrarme con Hiroshi que apenas caía en la cuenta de que estaba a punto de entrar a un santuario sagrado. Aquel lugar no sólo era el inicio del sueño de X-Japan; era el inicio del sueño de todos nosotros, los que con ojos brillantes tratamos siempre de seguir cada uno de sus pasos.  


—Todos mis sempai de X–Japan, perdonen mi intromisión…


Sabía que se trataba de un lugar al que yo no debería entrar, pero… quería estar con él. Quería verlo una vez más y para siempre.


 Empujé la puerta despacio y entré. Todo estaba en total oscuridad, pero un aroma inesperadamente familiar me golpeó con todo el poder de una montaña de recuerdos que se mezclaban entre el dolor y la calidez. Aquella combinación tan discordante sacudió mi corazón.


Un aroma del pasado perteneciente a otro tiempo. De pronto mi corazón latió con tanta fuerza que me costaba trabajo respirar. A tientas busqué en la pared más próxima un interruptor.


—¿Hide-san? —no sé por qué lo dije… esperando como una respuesta de su voz tan amable y cálida, pero al encender la luz me encontré con un espacio vacío de vida salvo por mí y sin embargo, el olor a sus cigarros los “Mild seven super lights”, estaba ahí junto a una cajetilla colocada sobre una única mesa en el centro del lugar.


No noté la humedad de mis ojos hasta que la vista se me nubló. Rápido limpié las lágrimas mientras trataba que todas aquellas confusas sensaciones desparecieran y me permitieran moverme de donde me encontraba.


Me quité los zapatos y subí el escalón hacia el piso de madera descubierto que rechinó. Era una habitación espaciosa con anaqueles alrededor llenos de discos de vinilo y en la pared donde estos ya no alcanzaban, cientos de posters publicitarios de conciertos desde los inicios de la banda hasta los del “The last live”. También había algunos pertenecientes a otras agrupaciones de Xtasy Records, incluso alcancé a distinguir las figuras familiares de nosotros.


Al centro estaba la mesa con cinco cojines alrededor para sentarse, sobre ésta estaba la cajetilla de cigarros de la marca que fumaba Hide-san, además de algunas revistas puestas en desorden y algunos platos desechables de comida. En una esquina se extendía un futón a medio doblar. Eso eran los vestigios que seguramente Hiroshi dejó al pasar la noche ahí.


Me acerqué a uno de los anaqueles de discos.  Una colección esplendida sin duda. Discos de Queen, Kiss, Sex Pistols y muchas agrupaciones más. Algunos de estos estaban autografiados.


—¡Ellos son increíbles, sí que pertenecen a otro nivel! —Caminé un poco alrededor de la habitación y en una pared encontré un cartel publicitario del primer Xtasy Summit que se organizó. Ese fue el primer concierto donde Hiroshi participó como miembro de X-Japan. Aunque lo presentaban como una gran sorpresa, un par de semanas antes en que yo visité el bar de Roppongi, él me lo contó.


“Pero no le digas a nadie, Ryu-chan, es un secreto” ¿De verdad él pronunció aquella frase, o era un engaño en mi cabeza? ¿De verdad los recuerdos de él y míos que cada noche de insomnio me dediqué a recolectar ocurrieron alguna vez?


Después de que ya no tuve mucho más qué ver en la habitación me aproximé a la mesa para ordenarla. Quité los platos desechables y las cajitas del bento de conbini, para depositarlos en la misma bolsa donde seguramente Hiroshi los llevó hasta ahí. Mientras ordenaba, observé sobre la mesa también algunas libretas con portadas sobre decoradas con dibujos a marcador de muchos colores y patrones sicodélicos cubiertos en algunas partes de pedrería.


—¡Creo que son los cuadernos de Hide-san! —libretas que él se encargaba de llenar de dibujos, letras de canciones y cualquier cosa que se le ocurriera. Muchas veces lo observé escribir en éstas —¿Será que puedo echar un vistazo?


Me senté en uno de los cojines y tomé con cuidado la libreta más próxima. Acaricié la portada apenas rozándola y la abrí con cuidado. En la primera página estaba un dibujo de X-Japan con su peculiar estilo: caras alargadas y malhumoradas, además de cuerpos pequeños y redondeados.  


Seguí pasando las hojas donde había dibujos en el mismo estilo. Casi al final encontré una ilustración distinta a las demás de una rosa azul tan nítida y profunda que casi podía palparla, tras verla detenidamente cambié a la página siguiente donde encontré un escrito.


Centrado y con letras grandes del mismo color azul que la imagen anterior tenía el título:


Para la Princesa:


Encontré la Rosa Princesa que creció sobre el desierto del dolor


Y la arranqué para plantarla en un helado de limón.


Cerré el cuaderno de golpe cuando sentí que el derecho de leer aquello no me pertenecía.


—Discúlpame Hide-san… fui un entrometido…


Miré el reloj y me di cuenta de que transcurrieron al menos un par de horas desde que llegué al lugar, para ese momento era casi la 1:00 a.m.


Aunque no estuvo bien curiosear de aquella forma, me ayudó a que el tiempo no pasara de forma tortuosa.


—Por lo menos pudimos tener una charla agradable, Hide-san… como el día en que te conocí a ti y a Hiroshi…


El sonido del picaporte fue como un interruptor que me hizo incorporar y ponerme en pie tan rápido que cuando finalicé la acción la puerta aún no terminaba de abrirse.


Lentos, pesados e intensos; sentía que me asfixiaba con los propios latidos de mi corazón. Tenía la sensación de que no estaba capacitado para soportar todo aquello, como si de un momento a otro las grietas en cada parte de mí terminaran por ceder y entonces yo quedara esparcido por el piso, inerte y completamente roto.


La puerta terminó de abrirse y tras ella apareció Hiroshi, hubiera deseado comenzar con mi explicación sin demora, pero al verlo las palabras se escaparon por mis poros; donde no había cuerdas vocales que les permitieran materializarse en sonido.


Él también pareció experimentar la misma circunstancia pues quedó de pie en el umbral sin realizar ningún movimiento. Su vista estática sobre mí.


 —Hiroshi… —pronuncié tras unos momentos de vacilación, tan despacio que si el silencio reinante no tuviera el adjetivo de absoluto en aquel momento; nadie lo habría escuchado.


El aludido pareció turbarse por un fragmento de segundo, pero finalmente recobró la compostura y me miró sin la ternura que siempre estaba en él.


—¡¿Qué haces aquí?! –dijo tras caminar tan rápido, que cuando me di cuenta él ya estaba apenas a unos centímetros de mí.


—Yo… vine a explicarte qué… —¿Qué podía decir? ¡La verdad… nunca!


—¡Maldita sea! ¡Voy a matar a Pata! —Dio un golpe  sobre uno de los anaqueles. Los discos se alzaron y un par cayó al piso.


—Hiroshi… por favor yo necesito…


 —¡No quiero nada de ti! ¡No quiero verte, tú ni siquiera eres digno de estar aquí! —estuvo a punto de tomarme por los hombros pero se detuvo, como si yo pudiera abrasarle tan sólo con el contacto.


—Hiroshi… no es eso… yo… lo de esa habitación…


—¡¿No fue tal como lo vi?! ¿Y cómo sabes que te vi?


—¿Cómo? Me lo dijo Pa…


—¡Aquel imbécil te lo dijo! ¡No te preocupes… no sólo me baso en lo que vi, esta noche ya conocí la historia entera! —era la primera vez que escuchaba la voz de Hiroshi a todo pulmón, casi no podía reconocerla.


—¿Cómo, cuál historia? No existe ninguna hist… —el sonido del momento en que volvió a estrellar sus puños contra el anaquel y otra cantidad de discos cayeron al piso, no me permitió continuar.


La voz de Hiroshi se elevaba hasta los gritos mientras que la mía apenas salía atropelladamente, luchando por atravesar el camino de piedras en que se convirtió mi garganta. 


—Por favor, Hiroshi déjame hablar… —me aproximé a él, salvando la poca distancia que quedaba entre nosotros —¡No podemos permitir que… que algo así nos separe…! —puse mis manos sobre su pecho. —¡Estoy aquí frente a ti, amándote como siempre… no quiero perderte! ¡No quiero rendirme… no me voy a rendir! —subí despacio las manos por su torso, tratando de mostrar la mayor seguridad, pero temblaban tanto… Pensaba llevarlas hasta sus mejillas y acariciarlas, pero él las tomó frenando su camino.


—¡Ryu… ichi… vete de aquí…! —su voz se entrecortó a medias de mi nombre.


Nunca lo pronuncio así antes. Mi nombre dicho en medio de su llanto naciente, fue lo más doloroso que alguna vez escuché.


—No me voy a ir hasta que me dejes hablar y te des cuenta de que nunca te he mentido.


—¿¡Tan divertido es burlarte de mí!? ¡Reírte con ese estúpido de mí!


—¡Hiroshi, nunca me he…! —traté de tomar sus hombros, pero esta vez él no permitió que me acercara y de un empujón que me hizo retroceder y tropezar con la mesa, sin poder evitarlo me caí en medio de un gran estruendo y ante la mirada asustada de Hiroshi.


—¡Vete de aquí! —dijo y se giró para darme la espalda. No soy un salvaje y no quisiera lastimarte, pero me estás sacando de mis casillas y cada vez me es más difícil controlarme.


Mi cuerpo se heló como si el mismo miedo soplara sobre mí su vaho congelado… me incorporé despacio del piso sin quitar la mirada de Hiroshi, tratando de encontrar una respuesta de cómo debía actuar a continuación, tratando de encontrar a mi Hiroshi y sus reacciones naturales… las que yo conocía, sobre las que yo podía actuar. La persona que se mostraba frente a mí, reaccionaba de formas que no vi hasta ese momento, las cuales me bloqueaba el paso hacia él. Hacia su corazón.


La verdad era que aún no conocía todos los aspectos de Hiroshi, aún no era capaz de regresarlo a mí con sólo la exposición de mí mismo muriendo de amor por él…


Mi única esperanza quizá era decirle toda la verdad, sin embargo, si lo hacía estaba casi seguro (porque ya no podía estarlo completamente de nada) que aquel hombre ruin no se quedaría así y trataría de hacer algo contra Hiroshi. Si Ihara hablaba y distorsionaba todo en contra nuestra. Si de verdad lograba lastimarlo ¿cómo lograría protegerlo?


La única forma para asegurarme de que no le hicieran nada consistía en mi silencio. Si el costo era perderlo… si el costo de cuidarlo era perderlo debía asumirlo, aunque estaba seguro de que no tenía la fortaleza para soportar aquello.


—Hiroshi… vine hasta aquí pensando en que podría demostrarte que nunca te he engañado… quisiera tener una forma para convencerte de que todo lo que vivimos hasta ahora es verdad, que no sea solamente yo mismo, pero no la tengo… por favor, piensa en todo lo que hemos vivido hasta ahora ¿No es suficiente para que te convenzas de que desde el momento en que te confesé mi amor te entregué todo de mí?


—¿Dónde está tu abrigo?


—¿Cómo...? Es que el abrigo… tuve que… se ensució y entonces… —su pregunta tan simple me descolocó por completo, haciendo que me quedara sin una respuesta adecuada.


Tomó mi brazo por la muñeca y no me dio tiempo de continuar. Me jaló tan rápido a la salida y me arrojó hacia afuera que cuando me di cuenta ya me encontraba de rodillas en el primer escalón de las escaleras metálicas que antes subí.


El viento soplaba con fuerza su aliento helado llevando con rapidez a los delicados y casi imperceptibles copos de nieve que caían.


—¡Vete de aquí, vete de Japón, vete de mi vida! —su voz y la puerta cerrarse fue lo último que escuché.


Entonces el silencio de la devastación…


Por supuesto que desaparecer parecía ser la mejor opción, pero contra toda lógica posible me rehusaba a elegir aquel camino, porque mientras él continuara en el  mundo yo también quería estarlo.


Antes dejé que lo más valioso de mi vida se marchara para siempre y que la dolora espada de mi corazón se clavara hasta casi desangrarlo. Sólo me quedé inerte esperando a que por sí mismo se arrepintiera de su decisión y decidiera a volver, mientras yo sólo me envolvía en dolor y en pasividad. Quizá para ese caso fue lo correcto, permitir que libre encontrara lo que en realidad necesitaba… pero ahora la situación era distinta.


Quien me salvó de la inmovilidad, quien giró de nuevo las manecillas para mí y dejó sonar la exquisita melodía del reloj, fue Hiroshi… Hiroshi que poco a poco sanó la herida de mi corazón. Si ahora todo se rompía no era por nosotros y definitivamente, no merecíamos esa injusticia.


Me incorporé y fui hacia la puerta, aferré mis manos a la perilla y la moví frenéticamente. Quizá la fuerza empleada iba discorde a la sencilla acción, pero era sin duda, proporcional a mi desesperación.


—¡Hiroshi… por favor! ¡Ábreme, déjame hablar contigo! —La falta de respuesta sólo incrementó mi vehemencia, hasta que un relámpago mental me golpeo y me hizo quedar inmóvil.


Tenía una llave con la que antes entré. Rápido la tomé del bolsillo en el abrigo que Inoran me prestó. Con las manos temblorosas la introduje de la forma más silenciosa que pude y giré la perilla despacio.  Abrí lentamente con el temor de que Hiroshi la cerrara en mi cara, pero no ocurrió así.


Cuando tuve el panorama despejado lo vi arrodillado en medio de la habitación dándole la espalda a la puerta y con los oídos cubiertos… Eso explicaba por qué no hubo reacción cuando hice mi intromisión arbitraria… ¿tan desagradable era ahora mi presencia para él?  


¿Cuánto estaba lastimándolo aquella situación? La única escala con lo que podía medir aquello era mi propio dolor, que me mataba… que mataba a Hiroshi…


¿Yo clavaba cada vez más la espada en su corazón, cuando sólo trataba de hacer lo contrario?


Si pudieras creerme, podríamos sobrevivir al infierno, porque el que tanto tiempo vagué, por el que nos arrojaron sin previo aviso, intempestiva e injustamente. Estuvo solo mucho tiempo, roto por completo… hasta que te encontré… y me protegiste de todo.


Si tanto sólo existiera una forma en que pudiera protegerte sin apartarte de mi lado….


Tras acercarme hasta él, estiré mi mano para colocarla sobre su hombro y la reacción fue inmediata. Su sobresalto lo hizo girar en un movimiento rápido y brusco para mirarme, en un principio pareció sólo incrédulo, pero después su ceño se ciñó en enfado, aunque con sus ojos enrojecidos y entrecortados por el llanto. Los fragmentos de su mirada se clavaron para siempre dentro de mí.


—Hiroshi… —no pude ir más allá de su nombre pues pronto se incorporó y se aproximó hasta mí, rodeo mi cuerpo con sus brazos para jalarme hacia él. Como último puso su frente sobre uno de mis hombros.


—Ryuichi… ¡¿Por qué hiciste esto?! ¡¿Cómo pudiste lograrlo?!


—Hiroshi… —acaricié su espalda— perdóname… Me moriría aquí mismo si eso aliviara tu dolor… pero si algo es verdad es que yo no te mentí… yo no te engañé…


—Ryuichi… comprenderás que no puedo creerte, volver a confiar en ti… —hizo una pausa. Su voz entrecortada por el llanto le dificultaba hablar —si volviera a creerte y me engañaras de nuevo… No soy semejante adicto al dolor… No puedo permitir que me destruyas…


—Es que no soy yo quien quiere hacerlo… ¡No podemos permitir que ellos ganen!


—¡¿Ellos quiénes, maldita sea?!


—Ellos… ellos… “¿Ellos?” no sé…


Sin decir más se incorporó de su posición y tal como la vez anterior, como en un dejavu, me llevó hasta la salida por la muñeca y me hizo salir.


—Entrégame la llave de Pata. Este lugar es sagrado y tú no puedes estar aquí.


—Por favor…


—¡¡Entrégame la llave!! —su voz se elevó sin obstáculos por toda la calle y entre los árboles hasta el cielo desgarrado por astillas, mientras su figura se distorsionó por enésima vez entre el llanto que brotaba frío.


—Por favor… —pude pronunciar apenas mientras cumplía su petición, después de todo tenía razón… yo no era más que un intruso. Algo que sobraba en aquel mundo, una pieza informe que no podía encajar ahí.


—Vete a tu casa, hace frío aquí y tu abrigo no… es muy grueso. —tomó la llave y cerró la puerta. Expulsándome para siempre de su lugar sagrado.


Ahora era un rechazado sin mundo que no podía vagar, salvo en la nada.  


 Me atreví a pensar que él podría ver a través de mí y reconocer todo el amor del que estaba hecho y que era solamente suyo, pero me equivoqué… como siempre… para siempre…


El Hiroshi frente a mí era alguien insondable, oscuro, incierto, desconocido… prueba de que yo no lo supe reconocer en todo su ser… sólo tomé lo que fue cómodo para mí y ahora lo perdía, en toda la devastación que eso implicaba.


Yo que siempre me jacté de transformar las palabras en mundos hermosos y profundos; no pude encontrar las adecuadas para mantener unido el mundo de nosotros dos…


El frío se elevó desde las plantas de mis pies. Los miré un momento como si fueran ajenos a mí, personas desconocidas que se cruzaban en mi camino. Apenas tras unos instantes de observación, caí en la cuenta de que mis zapatos aún se encontraban dentro. Recuperarlos seguramente no era opción. No esperaba que Hiroshi quisiera abrir la puerta y si estaba como en mi primera intromisión arbitraria, ni siquiera me escucharía.  


No fui capaz de moverme y bajar las escaleras hasta unos minutos después, mientras sentía un escozor helado al contacto con el metal cubierto de una ligerísima, pero gélida capita de hielo. Apenas recordé dónde dejé el auto y aunque seguramente Jun e Inoran lo necesitarían por la mañana; el único camino que pude conducir fue el que llevaba hasta mi casa… sólo mi casa ahora…


Al entrar; la oscuridad, la esteticidad, la continuación de la terrible noche anterior me golpeó. A través de la penumbra podía ver cómo todo continuaba igual, cómo todo lo que fueron mis momentos de felicidad estaba ausente.


El control de la consola continuaba sobre el piso. Justo ahí a un lado me dejé caer, completamente roto, incapaz de permanecer unido un instante más.


La espada de mi corazón, ahora gigantesca en desproporción, terminó por aniquilar toda mi alma.


Fragmentado…


Hecha trizas, mi mente viajó hasta donde se encontraba aquel Hiroshi en la barra de un bar en Roppongi, frente a él Ryuichi lo observaba absorto en el brillo de estrella que centellaba en su cabello.


Él, ausente de cualquier sentimiento por mí, me sonrió como a cualquiera. Su pudiera gritarle un “te amo” desde el plano diferente en el que ahora me encontraba, me subiría a esas palabras hasta llegar a su lado y abrazarlo para siempre; pero roto ahora, mis pedazos sólo podían esparcirse a lo largo de aquella habitación hueca.


Ya sin fuerza y sin voluntad, los fragmentos de mí mismo se perderían para siempre, hasta desaparecer…


 


 

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Les gustó? x3

 


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