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MÁS ALLÁ DE LA LUNA por Gaia

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Notas del capitulo:

Pues lo prometido es deuda. ¿Verdad que ahora no me tarde? :3

¿Están orgullosas de mí? Además, espero que disfruten el tamaño del capitulo que quedó bastante largo, pero a mi parecer no se siente tedioso. Espero que les guste, a mí me agradó el resultado.

La canción: https://open.spotify.com/album/3AXcdwzUbYob0oB50o8q5N?highlight=spotify:track:0TUitmaV8kWbgCwfmyu1mm (no la encontré en youtube, les tengo que dejar el link de spoty)

 

 

 

Capítulo 29. Piece of a broken heart

 

Escuchó el picaporte y luego vio la puerta abrirse para dar paso a sus dos compañeros de banda. Al primero que tuvo en campo de visión fue a Jun, quien lucía un sensual rostro amoratado y un brazo cubierto de sangre.

Shinya observó cómo el color del rostro de Inoran se tornaba a blanco pánico, pero el guitarrista no dijo nada y se limitó a ir por el material para curar al bajista mientras que el baterista lo ayudaba a acomodarse en el sofá.

Mientras se encargaban de sus heridas, Jun sólo pudo pensar en que sus enfermeros no eran demasiado cuidadosos en sus modos, pero soportó el dolor sin quejarse; después de todo se lo merecía por asustar a Inoran, quien se informaba de la situación por voz de Shinya.  

Cuando terminaron no le costó trabajo quedarse dormido y así permaneció sin dificultad hasta el día siguiente. Sobre el pecho sintió algo pesado; era su cachorro que dormía enroscado sobre él. Miró hacia un lado y encontró a Inoran observándolo. Tenía una taza de café entre las manos.

—No sé si esto es adorable o psicópata.

—No tan psicópata y adorable como tú, cariño.

—¿Shinya se fue a casa? —se incorporó sosteniendo al perrito, dejándolo a un lado.

—Sí, su esposa le dijo que no pasara fuera la noche.

—¿Ryu… te ha llamado? —tomó la taza de café de las manos de Inoran y bebió de ésta.

—Aún no. ¿Crees que se haya reconciliado con Heath-san?  Creo que por eso no nos ha llamado. No me importa no tener el auto si es por eso. —Sonrió, con esa sonrisa bonita que arrugaba sus mejillas. Era la favorita de Jun, pero ahora él estaba ocupado meditando y no pudo apreciarla plenamente.

—Quizá no se han reconciliado… —la escena de la noche anterior a la que dio tan poca importancia en ese momento cobraba un valor distinto tras el análisis.

¿Heath-san se encontró con aquel imbécil? Muy probablemente así fue y si eso pasó, quién sabe qué nuevas mentiras le haya dicho.

Volvió a apretar los puños con necesidad renovada de pulverizarlo, pero se limitó a contarle todo al guitarrista.

—Debemos ir a verlo —se puso en pie. Todo el maldito cuerpo le dolía.

—Gran idea, ¿pero no deberías bañarte primero? Terminarás en la cárcel por pervertido y yo no pienso sacarte.

—Gracias por tu apoyo y comprensión.

—Sabes que soy incondicional.

Tomó el baño y no mucho tiempo después ya estaban en un taxi camino a casa de Ryuichi. Un trayecto que se les figuró eterno, pues de todas las llamadas que realizaron ninguna fue contestada.

Llegaron y llamaron a la puerta un par de veces, cada una separada por intervalos cortos de tiempo, sin embargo, la suerte fue la misma que con las llamadas. Jun tomó la perilla de la puerta pensando que no podría abrir, pero de forma obediente a las leyes de acción y reacción cedió ante el estímulo. Entraron fácilmente.

 

Escuché el sonido de la puerta y pasos que me parecieron familiares. Quería moverme… debía asegurarme de que no se trataba de Ihara, pero no podía; salvo por los parpados que despacio y con todo el agotamiento que cargaba, lograron abrirse despacio. El frío de la habitación me aprisionaba paralizándome, mientras la sequedad agrietaba mi garganta y rápido se extendía hasta mi pecho que perdía la calidez, en cada exhalación, poco a poco se escapaba.    

—¡Ryuichi! —mi nombre. ¿Quién lo pronunciaba?

Una mano en mi brazo y la sensación de impulso que me dejó sentado en el sofá donde permanecía inerte, sólo dejándome aplastar.

Frente a mí estaban Jun e Inoran, sus rostros con la misma expresión de preocupación, pero sentía que se encontraban en un mundo distinto al mío.

Era algo natural, pues en aquella tierra devastada sólo me encontraba yo, sólo cabía yo.

—¿Ryuichi, ¿qué tienes? —la mano helada de Inoran tocó mi frente. Estaba tan fría que parecía hielo. “¿Inoran, estás bien? ¿Se escapó tu aliento?” Lo pensé, pero mis labios ni se movieron.

 —¿Qué pasó, Ryuichi? —la voz de Jun penetró entre mis oídos hasta las grietas de mi corazón.

“¿Qué pasó…?”

—J, creo que tiene fiebre. —sentí su mano nuevamente, y aún más fría sobre mi frente. Creo que ustedes se fundieron con el frío de este mundo diferente…

—¡Váyanse o se paralizaran… no entren a este mundo…! —creo que dije… creo que pensé.

—Ino… creo que está delirando… —vi a Jun correr al baño, o eso creía.

Traté de decirles que no tenía fiebre… que, muy por el contrario, el calor me abandonaba con cada respiración. Sentí cómo Inoran me devolvió al sofá. En mi campo de visión sólo quedó el techo vacío de mi casa.

—Ryuichi, tus calcetines están húmedos… ¿Me oyes, Ryu? —moví la cabeza afirmativamente o sentí que la moví. De pronto pesaba más que el resto de mi cuerpo.

J volvió, lo supe porque Inoran digirió si vista a otro lado y creo que habló, algo dijo y entonces sentí que Jun me jalaba de nuevo con su mano que también estaba fría.

 —No…

—¿No qué? Te llevaré a tu habitación.

—No quiero…

—¿Cómo que no quieres? —su voz era tan elevada… comenzó a tener eco primero y luego un sonido tintineante.

—J, habla más bajo. Lo estás molestando.

—Este cuarto está helado. Ni siquiera está la calefacción encendida. Además, necesitara su humificador. 

—Pues enciende la calefacción y trae el humificador. —Colocó una compresa en la frente de Ryuichi. —Pobrecito, se quedó dormido. Supongo que esto sólo puede significar que todo salió mal con Heath-san.

—Seguramente. Ya ves lo que te conté de Ihara. —Dijo con la atención puesta en el control de la calefacción. Le tomó un poco entenderla pues tenía más botones que la de su departamento. Luego fue por el humificador a la habitación y de una vez llevó una pijama, calcetines y cobijas.

—¿Y qué es eso del humificador? —colocó un termómetro electrónico bajo el brazo del vocalista.

—Es esto —lo colocó en la mesa y lo encendió. —Le ayuda a que su garganta esté humectada. Lo usa durante el clima seco y durante el clima húmedo usa un deshumificador.

—No sabía que usaba algo así.

—Desde los 25.

—39 grados… —dijo tras retirar el termómetro.

—Si no logramos bajarla tendremos que llevarlo al médico.

Ese día ambos permanecieron a su lado. La fiebre de Ryuichi fue bajando gradualmente durante el día y aunque por momentos volvía a subir, entrada la noche ya era casi normal.  El vocalista permaneció la mayor parte del tiempo dormido, sólo despertaba brevemente a intervalos.

Casi a media noche J no pudo con el cansancio y aunque no quiso reconocerlo, tampoco con el dolor. Aprovecho que una cama estaba disponible en el lugar para dormir ahí.

Inoran se quedó solo cuidando de Ryuichi. Le hubiese gustado que el tiempo que estaba despierto durara más, porque estar mucho tiempo solo y mayormente en momentos así, no era algo que se le diera muy bien. Cuando estaba solo y no tenía cosas agradables en qué pensar, sentía como una mancha que crecía en su pecho.

Desde que Ryuichi estuvo con Heath-san esa mancha comenzó a desaparecer, pero ahora de pronto se volvía más grande. ¿Qué tal si de verdad robó la felicidad de Ryu y ahora él jamás era capaz de recuperarla?

Salió al jardín y fumó un cigarrillo, tenía de nuevo esa sensación, que no le pasaba hace mucho como de no caber en ningún lugar, como de estorbar. Respiró el aire frío del casi amanecer en el jardín de casa de Ryu… su propio jardín. Él sí que vivía con lujos.

La mancha crece hasta que esos brazos lo rodean y la aprisionan y la contraen… esos brazos que son más fuertes que todo lo demás. Justo a tiempo, como siempre, los brazos lo salvaron y en la tranquilidad de casa de quien era su voz, el dolor se adormeció y al final desapareció.

—¿Dormiste bien? —tomó sus manos entre las suyas.

—Me faltó Ino para dormir bien. —descansó la cabeza en su hombro.

—¿Te duele menos?

—No me duele nada.

—Mentiroso.

—Te toca dormir.

—Me hará falta Jun para dormir bien. 

Volvieron a la sala de estar donde dormía el cantante. En el lugar se mezclaba el aroma de Ryu y del humificador. Tras intercambiar sonrisas Inoran fue a dormir al fin, después de casi pasar dos noches sin descanso. Jun se sentó a lado del sofá en una silla que antes ocupó el guitarrista. Limpió el rostro del cantante que estaba sudoroso mientras pensaba no sin nueva ira emergente, que aquello era lo único que podría hacer por él.

Reconocí la oscuridad en que me encarraban mis propios parpados y les ordené abrirse, respondieron lentamente, pero los sentí un poco más ligeros. La habitación estaba a media luz. Ojalá fuera tan fácil recuperar la luz en el interior también.

Me incorporé. Me di cuenta de que estaba en el sofá de mi sala, pero arropado y con el humificador a un lado encendido. Traté de recordar mi última cadena de acciones, pero sólo vino a mi mente el momento en que llegué después de habla con Hiroshi… bueno después de intentarlo y que él no me lo permitiera.

—¿Ryu, cómo te sientes? —la voz en susurro de Inoran me hizo girar en dirección de su procedencia, ligeramente fuera de mi campo visual anterior original.

—¿Inoran? ¿Qué haces aquí?

—No contéstate el teléfono.

—Disculpa… ¿llevas mucho aquí?

—Llegamos ayer por la mañana.

—¿Ayer? —me llevé una mano a la frente, sentía que era un poco más grande que antes.

—J y yo vinimos y te encontramos aquí en el sillón. Tenías mucha fiebre —se levantó de la silla y se sentó a lado mío en el sofá. —¿Cómo te sientes?
—Mejor —toqué mi propia frente. —Ya no tengo fiebre.

—Bueno, fue un poco intermitente. Baja y de pronto sube otra vez, pero hoy no subió mucho.

—Inoran, perdóname. De nuevo los estoy molestando.

—No digas tonterías. Para nosotros siempre será un privilegio cuidar a Ryuichi-sama, el mejor vocalista del mundo.

—Ustedes siempre con sus cosas… —sentí calorcito en el rostro, pero estuve seguro de que no me subió la fiebre.

—Te traeré algo de sopa de Misoque preparó Jun. —se levantó y caminó a la cocina, que era justo la habitación de a un lado.

—Ino-chan, ahora no tengo mucha hambre.

—Es una lástima —dijo ya desde la cocina —Porque yo me estoy muriendo de hambre y he estado esperando todo este tiempo a que despiertes.

—Siempre usas esa táctica.

—Mientras siga funcionando la seguiré usando.

—Nunca sé si estas mintiendo o no. —Llegó con una charola y dos platos humeantes que olían delicioso. —¿Dónde está Jun? Dijiste que vino contigo.

—Fue a nuestra casa a traer algo para ti. —acomodó la charola en mis piernas.

—¿Para mí? ¿Qué es?

—Sorpresa —comenzó a comer y yo hice lo mismo. Estaba deliciosa.

Los platos ya estaban vacíos cuando Jun abrió la puerta y entró a casa, llevaba una bolsa grande de color negro.

—Bienvenido. —Inoran le sonrió, yo estuve a punto de hacerlo también, pero vi su rostro no tan reconocible: ahora era el portador de varias contusiones, algo de inflamación y un moretón cerca del lado izquierdo del labio.

—¡Jun… estas herido! ¡¿Qué te ocurrió?!

—No es nada. Me caí por las escaleras. —Se sentó a los pies del sofá.  

—¡Te peleaste…!  —al escucharme él se río entre un gesto dolorido.

—No me hagas reír ahora. Veo que tratar de engañarte es inútil, pero no te preocupes. Ya pasó y todo está bien.

—Claro que me preocupo… ¿con quién te peleaste?

—Eso no importa. Te traje esto.  —Jun quitó la charola y la dejó en la mesa de centro, luego puso la bolsa que llevaba en las manos sobre mis piernas, pero no dejé de mirarlo, no dejaría que escapara a mi interrogatorio.

—No me mires así. Estoy bien ahora… prometo que te contaré todo después. Ve lo que te traje.

—No lo olvidaré… ¿Qué es esto? —pregunté e inspeccioné lo que se encontraba en su interior.

No pude evitar expresar una exclamación al descubrir el contenido. Se trataba de mi abrigo. Lo saqué con cuidado y lo estreché en mis brazos para sentir su suavidad. Era exactamente el mismo tacto que recordaba. Tras unos momentos lo aparté un poco observándolo. No encontré ninguna diferencia de cómo era antes del ataque. Los botones estaban unidos de nuevo y la mancha de sangre fue desaparecida.

—Jun… lo arreglaste… —apenas podía creerlo. Sentí que si quizá ese primer y valioso obsequió que me entregó Hiroshi ahora me era devuelto, quizá también él podría volver en algún momento, aunque eso era un poco (mucho) más difícil.

—Gracias… ¿cómo voy a agradecer esto…? y todo lo que están haciendo por mí.

—No seas tonto. Nada es suficiente para que nuestra voz recupere su risa tan bonita. —Inoran se sentó a mi lado y me abrazó, luego sentí los brazos de Jun.

¡Qué confortable fue aquel momento! Volvía casi inverosímil mi situación actual, por poco lograba ignorar la devastación que me rodeaba. Quizá podía aferrarme a la suavidad de mi abrigo pegado a mi cuerpo y a esos brazos tiernos y tan familiares… a sus sonrisas dulces y comprensivas.

Aunque supiera que el tiempo se terminaba… que un mundo seco y desquebrajado no podría sobrevivir por mucho…

Todo estaba frío y roto en mi interior… 

—Chicos… ¿no vieron dónde está mi celular…? De casualidad… —jugué un poco con mis dedos tratando de distraer mi nerviosismo.

Ambos se apartaron, y creo que vieron el anhelo inútil en mi mirada. Inoran tomó mi teléfono de la mesita junto al sofá donde descansaba y me lo entregó.

—Lo siento, Ryu. —No ha llamado.

—No te preocupes… lo imaginaba… —miré la pequeña pantalla de mi celular. Era verdad que no había llamadas de Hiroshi, pero sí bastantes de mi manager, sin embargo, no eran perdidas.  La mayoría de ellas estaban contestadas.

—Tuve que contestarle a tu manager para avisarle que estás enfermo.

—Muchas gracias, Ino-chan

—Ha estado llamando bastante para preguntar cómo sigues. —Justo en ese momento comenzó a sonar. —Seguro es ella.

—Sí es ella —confirmé después de mirar el teléfono.

No tenía mucho ánimo de contestar, pero seguramente ya tenía suficientes problemas por mi culpa y por justificar mis ausencias, así que no la hice esperar más y tomé la llamada. 

—¿Cómo te encuentras? —Escuchar su voz me hizo tener el esbozo de lo que podría decirse que era algo de tranquilidad, pues siempre evocaba el lugar más seguro en el mundo para mí: el estudio. Además, la última vez ella me salvó de aquella pesadilla.

Por la ventana podía observar la sección que en mi mundo era indestructible.

—Mejor. Disculpa por ausentarme sin avisar.

—No te preocupes. Los jefes entendieron cuando les dije que tenías mucha fiebre.

—Te debo muchos favores, te lo agradezco de verdad.

—Descuida… si por mí fuera habría cancelado el viaje de mañana, pero los ejecutivos me pidieron esperar al último momento y ver cómo seguías de salud.

Por un momento no entendí a lo que se refería, pero tras unos cuantos segundos lo recordé: Tenía un viaje a Chiba para grabar la versión balada de…

Sugar Lady…

La melodía brotó de mi memoria y atravesó las grietas de mi corazón, como llevada por el viento helado sin rumbo.

—No te preocupes… estoy mejor ahora. Podré cumplir con el compromiso.

 —Recuerda que deberás ir solo. Yo debo atender asuntos de otro cliente.

—No te preocupes. Me podré cuidar yo solo.

Mientras hablaba observé las miradas de reprimenda que me dirigieron Inoran y Jun, así que me giré y les di la espalda para no sentirme tan intimidado. Estaba seguro de que terminarían entendiéndome pues el trabajo, la música, era lo que tenía y que nunca me faltaría para poder sostenerme de ella. Ellos no podían cuidarme para toda la vida.

No tenía ninguna duda de que no querían a un Ryuichi viviendo en su sótano para siempre.

Después de sostener una conversación con mis amigos para convérselos de que debía cumplir con mi trabajo (lo logré a medias), sólo con la condición de que pasarían de nuevo la noche en casa y que me acompañarían hasta el tren. Pareció un trato hecho sólo en mi veneficio, así que no hubo objeción alguna.  Guardé cuidadosamente mi abrigo en el closet, no me convenía llevarlo a la playa pues seguramente su pelaje se maltrataría por la humedad del océano.

Hice mi maleta con calma, tomé un baño y me preparé para dormir. A la mañana siguiente partiría en el tren bala rumbo a Chiba. No era un viaje muy largo, solo un par de horas.

 

Antes de dormir me senté en la cama y observé el celular que seguía exactamente igual. Ninguna llamada esperada se asomaba por ahí. Sin embargo, en casi tres días yo tampoco me comuniqué con él… y si estaba esperando que yo diera el primer paso para reconciliarnos (sería el tercer primer paso…) quizá él pensaba que los esfuerzos me correspondían a mí… si comparaba mi amor con mi esfuerzo seguramente le parecería demasiado poco… ¿debía tratar de llamar? No sé cuánto tiempo estuve mirando el teléfono, quizá hasta que comenzó a hacer frío en la habitación y me metí bajo las cobijas… quizá cuando me di cuenta de que, aunque llamara no tenía nada nuevo qué decir para poder convencerlo de que no lo engañé.

Las palabras ya utilizadas fueron inútiles y no tenía ningún informe de que hubiera nuevas palabras inventadas recientemente…

Dentro de la cabeza volvió el tintineo de nuevo. Las cobijas de pronto me molestaron y las aparté de una vez más. No supe en qué punto de la noche al fin me dormí.

 

—Si te sientes mal llámanos de inmediato e iremos por ti.

—No te preocupes, Ino-chan, me siento mejor.  Creo que estar cerca del mar me ayudara a pensar. Quizá cuando vuelva tenga las palabras para encontrar el perdón de Hiroshi.

—Él no tiene nada qué perdonarte, si le hablas con la verdad lo entenderá.

—Jun… —tenía todas las posibilidades, menos hablar con la verdad.

—Ya hablaremos cuando regreses.

Sonreí para ellos. Aún era posible sonreír sólo para ellos. Faltaban escasos 5 minutos para que arribara el tren así que nos abrazamos y despedimos. Finalmente entré al andén y me giré para decir adiós una vez más con la mano antes de bajar por las escaleras eléctricas.

 

Cuando él despareció de su campo de visión se encaminaron para salir de la estación, pero justo de la dirección de un andén distinto la vista de alguien caminando justo frente a ellos, cada vez más cerca, les hizo detenerse. Pata-san que parecía distraído, apenas unos pasos delante suyo se detuvo también al verlos.

—Inoran-chan, J-kun. Qué casualidad encontrarlos aquí.

—Pata-san, ¿realizará algún viaje? —Inoran fue el primero en hablar.

—No, para nada. Sólo acompañé a Heath-chan a la estación. ¿Ustedes? —Nunca lo reconocerían, pero a los dos les latió el corazón como si fueran el mismo Ryuichi, quizá es que algo de sus sentimientos fueron transportados a ellos.

—Nosotros acompañamos a Ryu. —Tras las palabras del bajista se formó un silencio por el tiempo suficiente para que el desfile de personas que iba y venía los observara pensando en qué motivos eran tan buenos como para obstruir el paso.

Milagrosamente (o quizá es que sí, pero nadie se atrevía a confirmarlo) parecía que, para los tres portar gorras de “incógnito” era suficiente para que no los reconocieran.

—¿Quieren ir por una cerveza? —Propuso el más grande (de edad, porque los otros dos le ganaban en la altura).

 —Siempre —Jun se adelantó hasta acercarse a Pata, seguido de Inoran. Los tres juntos se encaminaron a la salida para buscar un bar.

Cuando ya estuvieron sentados con sus respectivas bebidas frente a ellos, Pata se sintió entonces en el ambiente adecuado para la conversación. Al principio meditó pensando en qué podía decir, pero cuando vio el rostro golpeado del bajista, decidió comenzar por eso.

—¿Tuviste un incidente, J-kun? 

—Una pequeña pelea. Ya me encargué del maldito que provocó todo esto. —Cerró el puño con fuerza, pensando en los golpes que le faltaron por propinar.

—¡¿Te refieres al actor?! —dijo Pata verdaderamente sorprendido. —¿Cómo fue?

—Hace dos noches cuando salía de un bar. Por cierto, que primero salieron usted y Heath-san.

—Con que fue esa noche… Por desgracia Hicchan se topó con él y salió furioso, luego se encontró con Ryu y las cosas salieron muy mal por eso.

—Lo imaginé. Es un maldito…

—¿No creen que es demasiada coincidencia que los dos se encontraran? ¿No sería Intencional?

—Justo es lo que pienso. Si yo encontré dónde estaría la rata esa. No dudes que él hizo lo mismo con Heath-san.

—Entonces si ajenos intervienen entre Hicchan y Ryu-chan, debemos intervenir nosotros también. Por cierto… ¿cómo esta él?

—Estuvo resfriado estos días. Ahora tuvo que ir a Chiba para grabar un video.

—Es lamentable que las cosas no salieran como planeamos por culpa de ese actor.

—Y por Heath-san que se rehúsa a escuchar a Ryu —J dio un trago a su cerveza.

—A pesar de todo, pensé que a estas alturas ya le habría dado oportunidad a Ryu de explicarse, porque, aunque no conozco los detalles, sé que existe una razón para todo esto que exima a Ryu. ¿Él sabe que te enfrentaste al actor?

—Aun no. Quería saber primero qué significado tenía que ustedes también estuvieran ahí.

—¿Cuándo vuelve?

—En tres días ¿y Heath-san?

—Aún no lo sé. Fue a pasar unos días con su mamá. Hablé con ella y le conté lo que yo sabía, espero que lo ayude a tranquilizarse.

—Es una señora tan agradable. —Expresó Inoran una sonrisa al recordar.

—¿Conoces a la mamá de Heath-san?

—Cuando éramos vecinos la conocí.

—Pongámonos de acuerdo en cómo los ayudaremos cuando regresen. Aprovechemos el tiempo ahora que no están. —Los dos más jóvenes asintieron y entonces los tres chocaron los tarros de cerveza.

 

Un par de días junto al mar y sus rayos solares un poco más fuertes que los de la invernal y lúgubre ciudad, quizá ayudaran a devolverle un poco de calor a un pecho frío…

Dos horas más tarde después de abordar el tren estaba a punto de llegar a mi destino, desde un tiempo antes el mar fue visible y yo me entretuve mirándolo, dentro del calorcito agradable, pero artificial del tren. Ese día llegué más allá de la tarde, cuando casi oscurecía, por lo que continúe con mi labor de mirar el mar desde la habitación del hotel, en el balcón. El viento soplaba con fuerza, como alborotado y confundido, era necio en pasar a través de mi cabeza y cercenarla, así que terminé por entrar después de un rato a la habitación. Tomé una pastilla para el dolor de cabeza y quizá dormí.

Al día siguiente muy temprano llegué a la locación que no era más que la playa y el mar frente a ella. Además del equipo de grabación tanto humano como material. No se necesitaba nada más para el video que el paisaje hermoso y abrumador.

Como siempre sentía que me engullía…

Si llorara dentro del mar mi insignificante dolor desaparecería y se fundiría junto a mis lágrimas que no son nada; y si yo cayera igual que mis lagrimas también desaparecería… en aquella infinidad profunda…  

Me puse a mirar la arena mientras esperaba la señal para comenzar. Llevaba ya el vestuario que usaría para el video: camiseta con una camisa encima, además de un pantalón de mezclilla. Jovial y alejado por completo de la imagen del drama. A mi alrededor las personas se movían de un lado a otro, trasladaban cámaras y micrófonos para encontrar el mejor ángulo.

—¡Ryuichi! —una voz más elevada que el resto, un tanto aguda incluso para una chica joven se estrelló en mis oídos y seguido de eso su cuerpo menudo se estrelló contra el mío.

—Kumiko-san, ten cuidado o nos caeremos. —dije mientras recuperaba el equilibrio desbalanceado.

Aquella chica era la modelo que trabajaría conmigo en el video de Sugar Lady. Una persona ya conocida por mí, derivada en aquella confianza. La persona que aceptó la propuesta apresurada de mi manager para protagonizar el video conmigo.

—Yo confío en tu fuerza —pegó su mejilla a la mía.

Tuve un amago de sonrisa que se borró apenas incluso antes de terminar su nacimiento. Con discreción me aparté de ella, le sonreí para disfrazar la mirada que inquieta buscó alguna cámara furtiva y extraña, pero sólo las del equipo estaban a la vista.

Qué oportuno sería para completar mi ruina algún titular como: “Kawamura el conquistador ahora de romance en la playa”. Seguramente Hiroshi se convencería de inmediato de mi confiabilidad.

Un segundo pensamiento me golpeó certero, más que un pensamiento, era una revelación: ¿Yo siempre era así? ¿Generaba en todas las personas del mundo la confianza de ese acercamiento? ¿Mi trato siempre se interpretaba con alguna doble intención? ¿Mi comportamiento hizo que tanto Ishida-san como Ihara-san pensaran que podrían tener otro tipo de respuesta de mi parte?

¿¡Fue mi culpa todo lo que ocurrió hasta ahora…!? Incluso ese intento de…

—¿Ryu? ¡Hey, Ryu! —una sombra pasó de pronto frente a mi rostro. Era la mano de Kumiko-san.

—¿En?

—¡Rayos, Ryu! ¿Qué te pasa? Te quedaste callado de pronto.

—No es que…me quedé pensando en que ya se tardaron en llamarnos.

—¿Estabas buscando cámaras ocultas? ¿Voy a salir contigo en una portada? —sonrió de lado, con una sonrisa que jugaba a malicia.

—¿Qué…? No claro que no.

—Cálmate un poco. Te pusiste pálido. No me molestaría estar en una portada así si es contigo —se colgó de mi brazo.

—Kumiko-san… —zafé despacio el brazo. —No es para nada agradable. Créelo.

—Sí que la armaste en grande en esa serie. Primero todos creyendo que salías con Ishida y luego con Ihara. —Sentí cómo mi piel se erizaba, como formaba un camino desde las extremidades hacía el centro, hacia el interior y volviendo más fuerte el estremecimiento cuando llegó al pecho.

Qué difícil es tener el corazón roto… pues todo se filtra entre las grietas… el viento frío confundido… las navajas afiladas de palabras, mientras que en paradoja el cálido amor brota y se escapada dejándolo sin vida y sólo el cascaron desquebrajado…

—Todo fue un mal entendido… —La miré tratando de que entendiera, no porque me interesara que particularmente ella se convenciera de ello, sino porque me parecía que cada persona que pensara aquello, era una posibilidad menos de que Hiroshi pudiera creerme.

Porque todo se reducía y se volvía infinito, siempre en él… al grado de lo ilógico y lo desesperado.

—Yo te creo y tus fans seguro que también. Estas en una línea diferente, muy alejado de todos nosotros. Tus fans te seguirían, aunque mataras a alguien.

—A veces dices cosas terribles. “Tranquilizadoramente terribles”.

—Lo sé. —Sonrió como si se sintiera muy orgullosa.

En definitiva, era mucho mejor alguien como ella: franca y un poco mal educada, que alguien dedicado a engañar con una imagen pulcra, sólo para hacer daño.

No pasó mucho tiempo hasta que nos llamaron para comenzar con las grabaciones y que el director explicara su visión sobre el video:

—Entonces Kawamura-san, quiero que grabemos la primera secuencia. Afortunadamente el mar nos está brindado un oleaje muy suave que resaltará los sentimientos de la canción perfectamente —me dijo el director.

—Pondré todo de mi parte para que el vídeo se realice de la mejor manera –hice una pequeña reverencia, mientras tenía una sensación en el pecho similar a un latido de entusiasmo.

Mi canción, el mar y mis sentimientos por Hiroshi… en mi realidad significan lo mismo: infinidad, profundidad y eternidad.

Fue hasta un momento antes de iniciar que debí quitarme el abrigo que portaba (uno bastante calientito en color negro) y sentí el viento que, aunque no soplaba con fuerza, me provocó un escalofrío al atravesar el poco grosor de la ropa hasta mi piel.

Me acomodé justo en el punto de arranque del video, donde el director me indicó. Por un lado, tenía el mar justo frente a mí, con un oleaje suave y sereno, para nada tenía alguna ola buena que montar (tampoco es que quisiera hacerlo con semejante frío); por el otro estaba rodeado de cámaras, que sólo lograban evocar recuerdos desagradables.

Suspiré tratando de concentrarme en el mar y perderme una vez más en su grandeza, pero contrario a siempre, poco a poco se hizo más pequeño, si lo comparaba con todo el llanto de los últimos días y con el dolor que mantenía mis dedos congelados, parecía que era nada… ¿y si me perdía en el mientras pudiera…?

El video, al menos, no exigía nada más allá de lo que pudiera entregar: un rostro inexpresivo que parecía vacío.

Cuando llegó Kumiko-san a grabar sentí un poco de pena, su vestuario era aún más escaso que el mío: Un vestido rojo de tirantes muy delgado y aun así parecía sobre llevar el frío bastante mejor que yo.

Mis manos temblaban ya sin mucho control y el viento se intensificaba siempre al atravesar mi espalda, como el aliento de un dragón, sólo que de hielo en lugar de fuego.

El agua con que nos mojaron para las escenas que así lo requerían estaba casi congelada, aunque nos dijeron que estaba tibia. Pasó por mí como una capa de hielo que se quedó ahí, que limitó mis movimientos. Eran las últimas escenas, pero parecieron las más largas y también las más difíciles; sobre todo cargar a la modelo, dicha acción estuvo siempre acompañada del miedo de tirar a mi compañera, aunque por fortuna sólo quedó en el temor.

Justo antes del anochecer finalizó la grabación. Fue un alivio completo cuando me cambié la ropa mojada por mi ropa de invierno y al fin pude resguardarme bajo mi abrigo.

Mi intención era dirigirme al hotel con rapidez, pero en el camino una invitación a cenar que me ofreció Kumiko-san me lo obstaculizó, así que la acompañé a una cafetería cercana. No recuerdo nada en particular de aquello salvo mi cansancio y profunda añoranza de dejarme caer en una cama que me imaginaba suavecita. Además de que como no tenía hambre, pero sí mucho frío, sólo pedí un chocolate caliente, aunque si hubiese sabido que cuando al fin estuviera en mi habitación de hotel esa bebida iba a regresar por donde entró, nunca la habría tomado.

Para el momento en que estuve sentado en mi cama sentía que la cabeza pesaba más que el resto de mi cuerpo y comencé a sudar quizá por el contraste de la temperatura. No podía permitirme que se tratara del resfriado que volvía cuando al siguiente día tenía que grabar lo que tocaba en interiores del video.

Agradecí que Inoran me obligara a empacar el humificador, así al menos podría evitar que mi garganta se congestionara. Lo tenía ya listo de la noche anterior así que sólo lo encendí para que comenzara a funcionar.

Tomé un baño caliento y entonces al fin estuve listo para dormir. Tomé mi celular y programé la alarma. Entonces pensé en él…

Lo busqué en mis contactos, leer su nombre con las letras digitales provocó un esbozo de vida en mi pecho:

“Hiroshi”

Mis manos temblaron ante la idea descabellada de llamarlo. ¿Qué estaría haciendo en aquel momento? Sin pensarlo demasiado presioné el pequeño botón con un telefonito verde, pero ni el nerviosismo ni la ansiedad sirvieron de nada, pues lo único que recibí fue la voz vacía de la contestadora anunciando el número como fuera de servicio.

No era de extrañarse si se hubiese desecho del aparato… del aparato y de mí…

Esa noche también las lágrimas fueron mis únicas compañeras hasta que en el transcurrir del tiempo, me quedé dormido sin saber el momento exacto.

La alarma del celular, justo como un anzuelo que me halaba, me llevó de regreso a la realidad.

En una intensidad mayor al día anterior, amanecí anclado al piso. Mis parpados apenas se abrieron y me tomó más del tiempo acostumbrado ponerme en pie, pero justo cuando lo logré la habitación perdió su forma, se retorcía como si hubiese entrado a un bucle en el espacio-tiempo, como si su estado cambiara de sólido a líquido, inestable e incapaz de sostener a alguien me hizo caer. Tras algunos momentos salimos del bucle y sosteniéndome de la cama pude ponerme en pie.

No sería muy profesional que aquello ocurriera de igual forma durante la grabación de aquel día así que antes de salir del hotel le di una nueva oportunidad al chocolate caliente. Bebí uno con calma y me fui a trabajar.

Fuera hacía un viento mucho más intenso que el día anterior; pero por fortuna la grabación sería en esta ocasión dentro de un estudio calientito.

Era lo último que realizaría en aquel lugar así que al día siguiente volvería a casa para ser miserable con un poco más de comodidad. Al llegar no demoré en instalarme y en recibir las instrucciones del director. La grabación sería muy sencilla pues sólo consistía en mí mismo con un fondo negro detrás mientras una sola cámara me gravaba.

Comencé a cantar con una voz suave, o al menos lo más suave que podía pues desde que salí del hotel tenía una sensación de sequedad e irritación. Sin embargo, fue fácilmente superada, cuando mi mente se concentró por completo en la letra de Sugar Lady. Sutil, como agua dulce y cristalina de lago, Hiroshi estaba impregnado en la letra de aquella canción en clave.  Recordé los momentos a su lado, recordé sus frases frecuentes, su forma de reír, sus juegos y como siempre cada noche, tras la cena, se dedicaba a tocar el bajo un rato para luego dormir (o no dormir) a mi lado. Sus músculos marcándose entre el vaivén de sus manos al realizar cada nota; su cabello rebelde que resaltaba su rostro delgado, delicado y tierno; su forma de besarme y abrazarme… el tono especial de su voz al decir mi nombre. Todo en su conjunto, todo lo que dentro de mí formaban a quien era Hiroshi…

Cuando terminé de cantar y levanté la vista y me di cuenta de que todos me miraban atentamente completamente inmóviles, yo me extrañé ante sus miradas fijas y entonces rompieron en aplausos. Todos se acercaron a felicitarme, tocaban ligeramente mis hombros y mi espalda, mientras elogiaban mi trabajo. Yo les respondí con suaves sonrisas y haciendo reverencias ante sus cumplidos. Me sentí satisfecho, por primera vez en todo aquel viaje de tribulaciones… aquello como siempre, recaía en Hiroshi...

Principio y fin de todo lo que yo podía ser.

Mientras volvía al hotel la sensación de escozor en mi garganta se volvió casi insoportable, seguramente por el esfuerzo realizado; mientras que el viento ya bastante intenso golpeaba mi espalda de una forma inusual y curiosa, como si de tan helado también quemara…

Cuando al fin estuve en la habitación me acosté y aunque pensé en tomar un baño, mis parpados y mi cuerpo estaban tan pesados que no pude moverlos más. Lo último que percibí fue la imagen de Hiroshi que desde la grabación permeaba en mi cabeza, las lágrimas abriéndose paso entre mis parpados cerrados e inmediatamente después la oscuridad del sueño.

El esfuerzo para levantarme a la mañana siguiente, fue aún mayor que la anterior, como si cada vez estuviera más anclado al piso (más sumergido en el infierno).

Pareció que sólo tomé una pausa en el sueño para dirigirme a la estación del tren bala, pues ya en su interior volví a dormir durante casi todo el trayecto, lo que favorablemente lo volvió más corto. Apenas unos 15 minutos antes de bajar abrí los ojos. Esa sola acción consumió mi energía por completo así que sin un solo movimiento más me dediqué a contemplar las casitas de un beige casi uniforme, que corrían en la ventana (por ilusión óptica), mientras sentía cómo una sensación de nausea crecía. Una sensación en la que exhausto, me encontraba atrapado.

El tiempo, sin embargo, que siempre corre libre y se adapta, giró junto con las casas y me liberó al cumplirse el momento de llegar a la estación y hacer que el tren se detuviera. Al levantarme sufrí los estragos de aquel viaje vertiginoso y cuando me disponía a tomar mi maleta fui yo quien giró, pero por fortuna estaban ahí los asientos de donde pude detenerme y muy poca gente interesada que sólo miró rápidamente y continuó hacia su destino, así como yo, sólo que ahora con más calma; tomé mi equipaje para ir a casa.

Llegué al fin más allá del atardecer y directamente me dejé caer en el sillón. Debía avisar a Inoran mi llegada tal y como lo prometí, pero no calculaba en mí la energía suficiente para sostener una conversación y fingir que continuaba con mi vida, así que sólo le envié un mensaje diciéndole que quería dedicarme el resto del día a dormir.

Apenas pensaba dejar el teléfono a un lado cuando timbró. Di un salto por el inesperado sonido y miré la pantallita, pensando que me encontraría con el nombre de Inoran, pero por el contrario encontré el de Pata-san. Di un nuevo salto de sorpresa al ritmo del corazón y con manos temblorosas tomé la llamada.

—Bueno… —fuera voz trémula.

—Ryu-chan ¿estás de vuelta ya?

—Sí. Apenas hace unos momentos regresé de la estación. ¿Cómo supo que me fui?

—Ino-chan y J-kun me dijeron. Los encontré por casualidad.

—Con que así fue, lo imaginé.

—¿Te dejaran descansar? Tu voz se oye un poco agotada.

—Por lo menos lo que resta de hoy y mañana estaré libre.

—Me alegra. Bueno, te dejo para que descanses esa voz.

—Me dio gusto escucharlo… Me ha ayudado tanto… Gracias…

—No tienes qué, ya hablaremos de eso. —Nos despedimos una vez más, él colgó primero y yo me quedé un momento escuchando el sonido de la línea.

Pensé que me diría algo de Hiroshi… quizá también él perdió las esperanzas de poder ayudarme en algo.

A esas alturas sólo me quedaba calcular cuánto tiempo podía sobrevivir con el corazón roto. Cada uno de los fragmentos se arrastraba buscando a los otros con desesperación, pero no podían encontrarse.

Ciegos y mutilados… apartados abruptamente de la luz, no les quedaba mucho tiempo de supervivencia.

Cerré un momento los ojos. Estaba perdido en la negrura hasta que frente a mí se formó una única y muy pequeña luz a la que aferrarme. Caminé siguiéndola hasta que al estar frente al originen de la misma, me di cuenta de que era sólo el reflejo de un espejo por completo estrellado y fragmentado. Uno igual al que fue estrellado por mí cuando Ihara me arrojó en su contra. Supe de inmediato que era el mismo.

El espejó comenzó a sangrar por las grietas y se cubrió por completo de un carmesí transparentoso, donde del otro lado podía verme claramente, pero no en un correspondiente reflejo, sino en el episodio de aquel camerino donde Ihara me atacó; sólo que esta vez no forcejeábamos como en aquel día, sino que nos besábamos con intensidad.

—¡No! ¡Eso es mentira! —Me llevé las manos al cabello y jalé de éste. Estaba enloqueciendo. —¡Hiroshi, no es verdad! ¡Cree en mí! —grité, pero nadie me escuchaba. No podía encontrar desde dónde nos observaba Hiroshi.

 Entonces me di cuenta de que toda la escena era una imagen super puesta sobre el que era mi verdadero reflejo, pero no era mi rostro, aunque llorábamos igual, era Hiroshi… yo era Hiroshi…

Abrí los ojos sobresaltado. Miré alrededor y me aseguré de que no me encontraba en aquella realidad torcida. Estaba sentado en el sofá de mi casa donde me quedé dormido. Todo fue una pesadilla (aunque la realidad lo era igual).

Limpié de mi frente el sudor abundante, luego seguí el camino recto de mis mejillas hasta los ojos. Quedaba el remanente del llanto.

Me incorporé despegándome del respaldo del sofá y mi celular cayó al piso, lo levanté y pensando que pudiera tener alguna respuesta de Inoran por el mensaje enviado, encendí la pantallita. Tenía dos llamadas perdidas, pero en lugar de aparecer el nombre de mi compañero, el que apareció fue…

“Hiroshi”    

Mi corazón en pedazos aún, casi sale disparado al leer su nombre.

¿¡De verdad Hiroshi me llamó!? ¿Estaba viendo bien o tenía alucinaciones? ¡¿Y yo fui tan estúpido como para quedarme dormido?! ¡Hiroshi se puso en contacto conmigo y yo ni siquiera pude estar despierto para recibirlo…! ¡Ni siquiera eso pude hacer bien…!

La primera llamada tenía 15 minutos y la segunda diez. Si llamaba quizá aún estaba a tiempo de recibir una respuesta… pero ¿qué pasaba si estaba molesto porque no tomé su primera llamada?... ¿Qué tal si quedó más convencido de que yo le mentí y ahora no quería darle la cara?

No soportaba el latir en mi pecho entrecortado, espaciado más de lo normal, pero intenso… como clavándose, como ahogándome.

Yo…. ¿debía llamarlo?...

Miraba el aparatito fuertemente sostenido entre mis manos atrapado en el vaivén de un frío y nervioso temblor, cuando su nombre que apareció de nueva cuenta en la pantalla, su vibración y el sonido; pasaron por mis manos y brazos hasta el pecho y el estómago, sacudiéndolos de tal forma que por poco cuelgo cuando intenté contestar, pero de alguna forma lo logré.

—Bueno… ¿Ryuichi? —su voz… temblorosa, pero al fin y al cabo su voz…

—Sí… soy yo…

—¿Estas resfriado? Se oye rasposa tu voz.

—No es nada… Estaba dormido, por eso no contesté antes… apenas veía tus llamadas.

—Entiendo. Llegaste de grabar y debes estar cansado.

—¡No! Estoy bien…

—Qué bueno… También llegué apenas. Estuve unos días con mamá…

—¿De verdad? ¿Cómo está ella?

—Mejor que todos nosotros.

—Me alegra mucho. Hiroshi, yo…

—Conseguí un lugar dónde quedarme. Es un departamento…

—Oh… ya veo…

—Si no te molesta, o sea… si tienes tiempo… podríamos charlar ahí hoy… si no tienes problema…

—¡No…! Quiero decir que sí, no tengo problema.

—Estoy resolviendo algo en el estudio. ¿No hay problema si es a las 10? Podríamos dejarlo para mañana si…

—Está bien. Iré en el auto. Estaré ahí.

—Bien… te enviaré la dirección.

—Hiroshi, gracias.

—Creo que al menos podríamos conversar. Tengo que darme prisa para llegar a tiempo.

—De acuerdo. Estaré ahí.

—Sí… —colgó. Por la costumbre, miré la hora en mi reloj, aunque pude verlo en el celular. Eran más de las 8 de la noche.

Corrí al piso de arriba, miré mi rostro en el espejó de mi habitación. Lucía espantoso: tenía ojeras, estaba bastante pálido y mis labios estaban muy resecos. No podía ver así a Hiroshi o seguro se arrepentía de llamarme.

Apenas tenía tiempo para tomar un baño. Mientras estaba baja la regadera pensaba en todas las posibilidades de todo lo que podría decirle a Hiroshi. No podía olvidar en ningún momento la amenaza de Ihara.

Quizá si le decía que el beso no fue consensuado, pero sin decirle hasta dónde fue capaz de llegar, tal vez me perdonaría... ¿O sí me rendía y decía la verdad? Después de todo, las mentiras eran causantes de todo lo que ocurría en esos momentos.

Me puse un poco de maquillaje del que tenía en casa pues a pesar del baño mi cara seguía teniendo un aspecto horrible. Antes de salir me coloqué el abrigo que él me obsequió y que Jun arregló y salí de casa, mientras verificaba el mensaje con la dirección.

El viento soplaba y se colaba entre las grietas de mi piel… hasta las entrañas…

Conduje tratando de no dejarme llevar por la emoción y ocasionar un accidente, pero por más que lo intenté, mantuve la velocidad apenas en el límite

Era un edificio pequeño, pero de aspecto agradable. Estaba alejado de las calles principales, justo frente a la parte trasera de un parque. Durante el día seguro el lugar tenía mucha vida.

Di algunas vueltas alrededor buscando estacionamiento, hasta que, hacia un costado del parque, a la entrada de un callejón de la calle que quedaba a contra esquina del edificio, encontré una máquina de parquímetro. Salí del auto y caminé por la calle oscura y llena de negocios cerrados hasta llegar al pequeño edificio que quedó a una cuadra escasa.

El edificio no parecía contener muchos departamentos, pero pegado en la pared se apreciaba un letrero que decía “Habitaciones disponibles”. Ojalá pudiera volver a casa esa noche con Hiroshi… a nuestro hogar que siempre estaría disponible para él.

Miré el reloj y vi que eran las 9:30. Media hora antes.

¿Sería muy extraño si me quedaba parado fuera del lugar? Tal vez lo mejor era sentarme en una banca del parque a esperar, pero temía que por los árboles el viento soplara un poco más intenso. Tenía un ligero dolor en la espalda que se intensificaba con el aire, quizá como consecuencia de pasar casi todo el día sentado.

¿Debería volver al auto? Si Hiroshi llegaba antes y no pasaba por esa calle no podría verlo. Estaba aún pensando qué hacer cuando la puerta se abrió y tras ésta apareció un hombre mayor.

—Buenas Noches. —me saludo y sonrió amable. —¿Puedo ayudarlo?

—Buenas noches. Disculpe por molestar. Alguien que conozco y se acaba de mudar me citó aquí… lo estoy esperando. —Me expliqué con un poco de dificultad. Sentía que la garganta se cerraba y las palabras salían atorándose.

Pensé en que sería muy triste que ahora que Hiroshi me permitía hablar con él yo no pudiera.

—¡Ah! Debe ser la pareja que se acaba de mudar. Ahora no están en casa.

—¿Pareja? —hasta ese momento sentía el viento helado, como cuando está a punto de nevar, pero de pronto mi sangre se heló aún más que el invierno. Ya no sentía nada—No…  busco a una sola persona…

—¿En serio? Se equivocó entonces… por ahora sólo están ellos. Morie-san y Hitomi-san son sus nombres. ¿Los conoce? ¿Es alguno de ellos a quien espera? No sé su relación, pero mientras sigan las reglas…

La sangre ya helada bajó de golpe hasta el piso, como si se hubiese vuelto hielo y cayera… estrellándose en cristales, ante cuyo efecto mis pies temblaron. Los sentí incapaz de sostenerme, así que di un paso atrás para mantener el equilibrio.

—¿Se encuentra bien? —Escuché como un eco lejano, pero creo que no contesté y sólo me giré para alejarme de ahí.

El piso comenzó a perder las dimensiones físicas, retorciéndose, perdiéndose… envinándome a un lugar y un tiempo diferente y yo con desesperación trataba de llegar hasta donde estaba mi auto.

Mi cuerpo se negaba a moverse, cada paso tenía que forzarlo y era cada vez más difícil. Lo que recordaba como un camino de unos cuantos metros parecía kilométrico ahora.

¿¡Para eso me llamó Hiroshi!? Sólo para mostrarme su nueva y feliz vida… allá en un mundo tan diferente al mío donde sólo quedaban las piezas de un corazón roto…

¿No merecía yo más que crueldad? ¿Así de profundamente era despreciado por él? ¿Ninguna oportunidad se merecían todos aquellos cálidos días donde le entregué todo el amor de mi ser? Mi cuerpo no podía más y mi alma fracturada no era ya capaz de sostener el cúmulo de fragmentos que era yo.

Caí desde el calor del día que era nuestro amor hasta la oscuridad de la fría noche y al vacío… ya no sentía nada, ni veía nada… ni el dolor, ni la luz de mi conciencia…

Un par de minutos después Hitomi abrió la puerta. Le extendió varios billetes al hombre sin siquiera ver cuando éste los tomó y siguió su camino en la dirección que se fue el cantante según vio desde el interior, donde Kawamura nunca podría notarlo. Era tal el silencio de la noche que sus pasos se escuchaban como el eco de una gota de agua en una cueva.

Una nieve ligera comenzó a caer. Estaba tomando el riesgo de asegurarse de que el cantante ya no estuviera ahí, pero lo que encontró valió más que el peligro y además le hizo emitir la sonrisa de mayor satisfacción que jamás haya sentido hasta ese momento.

Apenas un par de metros adelante Kawamura Ryuichi estaba sobre el piso, sin moverse. Se acercó hasta quedar justo al lado suyo y lo miró atentamente. Su cabello cubriendo ligeramente su rostro que se apreciaba de perfil, su cuerpo delgado con los brazos extendidos hacia un mismo costado… bajo otras circunstancias…

Miro hacia el frente y siguió caminando, su auto tampoco estaba lejos de ahí. Miró su reloj. Faltaban escasos 10 minutos para la hora en que llegaría Hiroshi. ¿Pasaría por ahí? ¿alguien más lo haría?

—Esto es una apuesta, Kawamura-san… —se giró para verlo un momento más y luego se volvió a seguir su camino.

Mientras Ryuichi después de atravesar el límite de su propia voluntad, permanecía inconsciente sobre el pavimento, cubierto por la oscuridad de la noche y la nieve ligera que caía…

 

 

Notas finales:

Oh no D: Ryu.

¿Qué le hiciste al niño, Hitomi? D:

¡¡Maldito!! -le pega-


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