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El hermano de mi amiga. por Mc-19051

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[Hospital, 2:06 PM, narrador omnisciente.]


—Oscar…— Llamó la morena con cabellera negra recogida en una coleta y ojos del mismo color; mirando algo molesta a su hermano el cual se encontraba caminando de lado a lado ansioso tal animal enjaulado.


En la mente de Oscar no paraban de llegar pensamientos oscuros respecto al estado actual del pequeño pelirrojo que se había desmayado antes en su casa ¿Por qué se desmayó ¿Acaso le había dado de comer algo que le caía mal? ¿Despertaría? Se sentía abrumado y culpable; era despistado y por ende la posibilidad de haber intoxicado al pelirrojo por accidente le carcomía desde dentro ¿Qué iba a hacer si lo perdía? De solo pensarlo se ahogaba aún más en su pequeño vaso de agua.


Una vocecilla a la lejanía decía su nombre sin muchas ganas ¡Que dejase de llamarlo que estaba pensando!


—Oscar.


Y allí estaba otra vez; se despeinó nuevamente y aceleró el paso de su caminata que iba desde que ingresaron al hospital, oh, a este paso terminaría creando un hoyo en la pulcra cerámica del hospital.


— ¡Oscar!


— ¡¿Qué?! — Gritó más alterado de lo que quiso en un principio pero estaba abrumado y que le molestasen con gilipolleces le ponía de los nervios. Vio detenidamente a su hermana que se encontraba mirándole molesta y al rubio moribundo que estaba acostado con posición fetal en las sillas con la mirada perdida.


—Arturo va a estar bien; solo fue un bajón.


— ¿Cómo estás tan segura?


—El doctor que le atendía vino pa’ acá y preguntó por algún familiar pero como vos estabas perdi’o en el espacio tuve que hablar yo y me informó  que se encontraba bien; solo fue un bajón y que deberíamos visitarlo.


— ¿Cuándo pasó eso?


—Hace como media hora. Ven, está en la habitación 501. — Le tironeó del brazo y lo empezó a conducir a la dichosa habitación pero Oscar cayó en cuenta de algo impensable.


—Oye ¿Qué hacemos con ese rubio de por allá? — Señaló al mencionado cuando ya se encontraban a varios metros  de él.


— ¿Crees que se lo lleven? Digo, tiene peor apariencia que la mitad de los pacientes de aquí.


Oscar se devolvió en silencio; el rubio le miró por unos segundos, le preguntó por café y se dejó cargar. —Andando. —Espetó cuando ya tenía al rubio cargado como costal de papas y se encontraba cerca de su hermana nuevamente.


[…]


El par de morenos y el rubio llegaron a la habitación y entraron topándose con un Arturo plácidamente dormido en su cama; tenía el típico yelco en una de sus delicadas manos. Oscar no lo admitía pero con el tiempo tratando al pequeño pelirrojo había adquirido cierto nivel de fascinación al verle dormir tan tranquilo; era como un ángel  aunque  fuese un  demonio mandón cuando estaba despierto.


Michelle fue la primera en pasar seguida de Oscar junto al rubio. Todos en silencio. El mayor de los tres dejó al rubio tirado sobre un pequeño mueble que tenía la habitación y se acercó despacio al durmiente pelirrojo y cuando intentó acomodarle un poco el cabello este abrió los ojos de golpe.


Oscar se asustó un poco y alejó la mano por reflejo. —Somnofilia. — Susurró el pelirrojo mirándole de manera fija. Escuchó como su hermana aguantaba las ganas de reírse ¿Era el único que no entendía?


Suspiró fastidiado y sintió una suave mano acariciando la suya ¿Cómo rayos le hacía Arturo para ser tan jodidamente suave la gran parte del tiempo? Eso también le fascinaba.


—Te extrañé al despertar. — Susurró un poco más bajo el pelirrojo con las mejillas infladas y coloradas, mirando a otro lado con su cabello totalmente revuelto; esa era una imagen demasiado tierna para la mente de Oscar y saldría fuera de servicio si seguía recibiendo tales imágenes ¿Cómo Arturo era al menos capaz de negar su ternura? Era el ser más tierno que había llegado a conocer en su vida.


Su hermana irrumpió el momento sonando su garganta. — Y claro, Michelle pa’l fondo ¿No? Ustedes luego se reconcilian, yo quiero saludar a mi mejor amigo; permiso. — Empujó a Oscar con la cadera y se encaminó a abrazar al pelirrojo que estaba en la cama; siendo rápidamente correspondida.


Oscar suspiró nuevamente pero esta vez muchísimo más aliviado; toda su mente volvía a estar en orden.


Claro que su paz mental no duró mucho cuando su teléfono empezó a sonar y era Jhonathan; sabía que cuando ese ogro de ojos verdes le llamaba era para  largas charlas de Food n’ Care y su trabajo. Se acercó nuevamente a los más jóvenes.


—Jhonathan me está llamando, vendré en un par de horas y por el amor a todos los santos, no hagan nada raro ¿Vale? — Y se fue sin siquiera esperar una respuesta porque ya empezaba a tener varias llamadas perdidas y eso era un gran problema.


Atendió la llamada. — ¿Aló?


— ¿Qué condón lubricado es mejor? — La voz tan neutral del oji-verde casi hacia que se atragantara ¡¿A qué coño venía esa pregunta?! ¡Eso no tenía nada que ver con su trabajo! Pero claro, como ambos eran amigos tenía que escucharle, incluso con sus dudas más extrañas; incluso la de cual condón lubricado era mejor pero… Él tampoco sabía mucho de ese ámbito, un poco de saliva a la cabeza del pene y ya, lubricante natural.


—… ¿Qué?


— ¿Qué condón lubricado es mejor?


— ¿Qué coño voy a saber yo? No uso de esos. — Solo utilizaba los condones que sus antiguas parejas le habían dicho que usara, porque claro, ninguna quería tener hijos a la primera y por ende jamas le prestó verdadera atención a la marca, el tipo o cualquier otra idiotez; con tal y no se rompiera, era feliz.


—Deberías saber, eres más sexualmente activo que yo en muchos aspectos.


—Eh… ¿Si? Pero eso no quiere decir que yo sepa de todo un poco. Pregúntale a Druan que él sí sabe.


—No le preguntaré a ese albino inútil. — Hubo un silencio por parte de ambos. — ¿Qué color de dildo crees que sea mejor? ¿Azul o blanco? — Oscar quedó en blanco ante esa pregunta ¿Qué coño era un dildo para empezar?


[…]


—Entonces… Te gusta Oscar…— Susurraba Michelle con aire pensante viendo la mueca y el notorio sonrojo que su mejor amigo tenía plasmado en el rostro.


— ¡¿Cuántas v-veces te lo tengo que repetir, mujer?! ¡Me gusta el macho de tu hermano! — Chilló ya con la cara roja, se lo había repetido como cinco veces y cada vez que lo decía sentía sus hormonas alborotarse aún más en su pequeña cabecilla roja. — Me gusta el hermano de mi amiga…— Susurró muchísimo más bajo y sonrojado.


— ¡Ternurita!


— ¡No soy ninguna ternurita!


—Me duele la cabeza y necesito café…— Susurró el rubio repentinamente, llamando la atención de ambos. — ¿Dónde queda la cafetería? — No utilizaba ese típico tono de voz odioso que tanto le caracterizaba, cosa que extrañó a Arturo… Sonaba tan distinto,  supuso que esa era su voz real.


—Oh no, eso sí que no, cuerpo. — Le reprendió rápidamente Michelle. — Pareces un muerto viviente ¿Quién quita que las enfermeras te confundan con un paciente prófugo y te hospitalicen? Además, Oscar dijo que nos quedáramos quietos.


—Pero quiero café.


Michelle se sobó la cien. — Bien, yo iré a comprarte el puto café ¿Tienes dinero? Tú mientras, cuida de Arturo y no dejes que las enfermeras te confundan con un paciente.


Ryan buscó entre los bolsillos de su pantalón y sacó varios billetes de cien y su identificación que estaba adornada de manera infantil con gemas de color rosa. Le entregó los billetes a Michelle y esta se fue dejando al rubio  y al pelirrojo, solos.


— ¿Te encuentras bien? — Cuestionó Arturo al tambaleante rubio sentado al lado suyo.


—Me siento y luzco fatal. — Susurró como respuesta dándose un leve masaje en la frente.


No era mentira lo que decía; vaya que el pobre rubio anoréxico lucía mal, las ojeras que tenía iban de colores morados a grises, al igual que su piel que parecía la de un mismo muerto; con un color gris para nada sano. Sus ojos vidriosos y los labios resecos, adicional a lo muy mal arreglado que estaba. No culpaba  a un enfermero o enfermera de confundirlo con un paciente prófugo.


Lucia  peor que él y eso que era Arturo el que estaba hospitalizado.


Suspiró al haberse en un silencio incomodo entre ambos; no existía tópico a hablar, Arturo por su parte se encontraba más concentrado en el revuelo hormonal que presentaba su interior y Ryan se arrepentía de por vida haber tomado tanto alcohol; se quedaba con el café y el agua con vinagre* era más sano eso y menos doloroso para su cabeza.


El silencio reinó, con cada uno en lo suyo. La mente de Arturo era otro mundo salvaje causado por hormonas indecisas más la inseguridad que le causaba la situación de estar enamorado del hermano de su mejor amiga; al encontrarse con tanta paz cuando despertó no tardó en tener sentimientos encontrados por cierto moreno de mirada ámbar y gran anacon- corazón; si, corazón, gran corazón.


Pensó unos momentos en comentarle a Ryan sobre su situación sentimental para con el ‘indio feo’ pero durante el mes que compartió con ese rubio vanidoso entendió rápidamente una cosa: Ryan era un fiasco con las relaciones humanas pero al final optó por decirle. Le generaba curiosidad la posible respuesta del rubio.


—Oye…— Le llamó con suavidad, al escuchar un bajo ‘hmmm’ entendió que le estaba escuchando. — Quería comentarte sobre-


—Que te gusta el indio feo llamado Oscar. — No le había dejado terminar la frase, le dejó las palabras en la boca; literal. — Tengo una resaca horrenda pero no estoy sordo. — Se mostraba totalmente neutral. — Si en serio te gusta, ve y díselo, en lo personal pienso que tú también le gustas.


— ¿Tú crees? —Él no era alguien precisamente inseguro; al contrario, gozaba de una confianza y autoestima altísimas pero en el amor era muy novato ¿Qué haría ante su primer rechazo? 


—Por supuesto que lo creo; no cualquiera corre con alguien montado en la espalda porque si, debe quererlo muchísimo y lo hubieses visto cuando estaba en el área de espera. Aunque no sea el hombre más bello en este mundo, si tu corazón dice que él es el indicado entonces así será.


Se sorprendió ante tales palabras, eran simples pero concisas; le sorprendía que Ryan dijese eso incluso con su falta de relatividad con otras personas. — Además; sí te rechaza puedes enamorarlo, todo es cuestión de perseverancia, nunca hay que dejar al amor morir y si se cabrea porque le pareces molesto dale su tiempo y él pensará con claridad.


— ¿Te ha funcionado eso ultimo? ¿Eso de darle su tiempo? — cuestionó, curioso. Si ese rubio hablaba de esa forma quería decir que ya lo había intentado.


—Pues…— Vio como los ojos del otro se cristalizaban un poco más. — Todavía lo sigue pensando. — desvió su mirada hacia sus manos. — Solo pasó hace unos días así que es normal. — suspiró de manera entrecortada como si quisiese llorar.


— ¿Hace cuánto, exactamente? — Vale, admitía que estaba siendo entrometido de más pero nunca estaba de más desahogarse, en especial con cosas sentimentales.


—Hace como medio año. — Respiró hondamente. — Pero… Estoy seguro de que te aceptará a la primera, eres interesante y sabes hacer muchas cosas también. Él te amará mucho. — Se escuchaba totalmente afligido ante ese tema.


—Perdón… No quise deprimirte con solo haberme dicho que no en un principio bastaba…— Susurró apenado por ser tan entrometido.


—Está bien. Necesitaba hablar con alguien sobre esto en cualquier momento. — Y empezó a jugar y observar sus manos como lo más interesante en toda la habitación; dando así zanjada la conversación.


[…]


Después de que el doctor que  le visitó en varias ocasiones, finalmente le dieron de alta, se sintió sumamente culpable al saber que se convertiría de un modo u otro una carga para los dos morenos porque estos tendrían que cuidar celosamente de él para que no se lastimase aún más su enfermo corazón.


Se sentía muy abrumado, no le gustaba sentirse como una carga para los demás ¿Y si ellos se cansaban y lo dejaban de lado como su madre lo había hecho? Miró por la ventana del auto durante unos segundos y llegó otra pregunta a su cabeza ¿De dónde había sacado tantos complejos tan repentinamente? ¿Habrán sido los medicamentos que lo pusieron tan… Sensible?


Suspiró como por novena vez; vaya que su tormenta interior no daba tregua para calmar un poco sus emociones y sentimientos encontrados.


Miró por el rabillo del ojo a su rubio amigo quien miraba con cierta curiosidad a través de la ventana del auto la ciudad, analizó nuevamente las palabras dichas por Ryan y llegó a la conclusión de que estaba armando demasiado drama por unas simples palabras que tenían que salir de su boca para dar por finalizado ese asunto hormonal.


’Oscar, me gustas. ’’


Solo esas palabras y su revuelo sentimental acabaría.


[…]


A Oscar le parecía sorprendente su capacidad para no estrellarse cuando se encontraba distraído, eso, y el hecho de que tenía a su hermana corrigiéndole cada vez que estaban próximo a un choque; tan sumido estaba en su mundo que no notó cuando todos bajaron del auto dejándole allí solo.


Se encontraba turbado.


Mucho.


¿¡Qué clase de amigos tenía?! El hecho de que Jhonathan incluso le hubiese obligado a ir a esa tienda de juguetes sexuales para sacar conclusiones para con su relación con Max le turbaba. Vaya que ese ogro tenía una mente abierta… O no le importaba  en absoluto lo raro que se veían ambos sosteniendo penes de plástico y lubricantes.


¡Pudo haber llamado a Druan! Druan era un tipo que tenía un muy extenso conocimiento del sexo; demasiado, abrumador.


‘’He follado unas 365 veces con 250 personas distintas. ’’ Le llamaría fanfarrón de no ser porque le constaba que mientras tenía cebo* con una chica; le escribía para quedar ese mismo día a otras cinco más.


Suspiró acomodándose su revuelto cabello negro; dirigió su mirada hacia la puerta para abrirla; llevándose en el proceso un susto de muerte a toparse con el rubio sumamente demacrado mirándole con curiosidad desde fuera del dichoso vehículo.


—Hola. — Le saludó con una pequeña sonrisa en el rostro y agitando su mano de manera algo enérgica. — ¿Puedes oírme?


—Sí, puedo oírte. — Enarcó una ceja ante la pregunta algo estúpida teniendo en cuenta que tenía la puerta medio abierta.


—Ah que bien… Quería preguntarte algo ¿Te gusta Arturo? —La pregunta le tomó por sorpresa; ni siquiera esa frase se le había pasado por la mente.


— ¿A qué viene eso?


—Porque te pusiste todo rojo cuando te tocó la mano y te dijo somnofilico, luego ibas manejando muy distraído y para finalmente quedarte viéndole el trasero mientras se bajaba.


— ¡Lo último es falso! — Se defendió avergonzado de tal acusación; aunque con su estado de distracción muy bien pudo habérsele quedando viendo o incluso tocado.


—Ah ¿En serio? — esa conversación no parecía llevar a ningún lado así que optó por terminar de bajarse del auto e ignorar el rubio como había estado haciendo. — ¡Hey! Pero no has contestado mi pregunta ¿Te gusta Arturo?


—No… Lo sé; no lo sé y deja de estar haciendo esa estúpida pregunta fuera de contexto. — Frunció ligeramente el ceño ¿Qué le pasaba a ese rubio? Y ¿Qué onda con esa pregunta?


‘’ ¿Te gusta Arturo? ’’ ¡Claro que le gustaba! Era carismático y era entretenido hablar con él; en ese contexto si, le gustaba hablar con Arturo ¿Cómo persona? Arturo era bastante interesante y si, le gustaba como persona.


Entonces ¿A qué tipo de ‘gustar’ se refería exactamente? ¿Cómo amigo? Pues también le gustaba; decidió no darle más vueltas y terminar de entrar a la casa.


Cuando dejase de tener  penes de plástico y lubricantes en su cabeza, pensaría mejor en lo  de que le gustaba Arturo.

Notas finales:

*Cebo: Palabra usada en maracucho para hacer referencia a ‘manoseo’ o fomentar la pasión en una esquina o lugar oscuro.


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