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Paraiso Robado. por Seiken

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Dohko llego a lado de Shion, con una expresión distante, sus facciones mucho más parecidas a la de una estatua que a las que usaba antes, pues, solo asi, podia controlarse para no atacar al que llegó a considerar su amigo, pero había atacado a su omega, convirtiéndolo en un esclavo obediente, destruyendo su templanza. 

 

Lo había seguido por doquier, pero no lo había espiado, no le había visto desnudarse ni complacerse, aunque lo escucho, deseando poder acompañarlo en ese lago y después, le encantaba esa expresión de furia, ese enojo que podía ver en sus ojos, esos dientes apretados, era toda una fiera. 

 

Le encantaba esa fuerza, esa estatura, porque comprendía que sería más alto que el, no más fuerte, pero era cierto lo que decían, cada detalle de su omega le fascinaba, era hermoso, hasta que Shion lo atacó por la espalda, haciéndole sumiso, ansioso por obedecerlo, destruyendo aquello que tanto amaba de él. 

 

Sylphide se había desnudado sin que pudiera evitarlo, deseaba hacerle el amor, pero cómo hacerlo si era una persona completamente diferente a la que conocía, a la que vio en ese claro, un muchacho obediente, sumiso, que no era nada como el anterior basilisco que podría morderlo si no le gustaban sus palabras. 

 

Así que cuando sintió el cosmos del espectro a sus espaldas, reconociendolo como aquel que lo acompañaba en ese pueblo, actuó de esa forma, como si le hubiera hecho daño, besando su espalda, recorriendo su piel desnuda, diciendo lo que pensaba le haría a ese niño apartar a su basilisco de él. 

 

Lo encadenó, usando un regalo de Shion, quien decía que nunca volvería a ver a su basilisco, cuyo nombre desconocía, pero, no le arrebataria de esa forma, cuando no sabía quién era él, que deseaba. 

 

Ese anciano le ordenó rescatar a Aspros, que se veía completamente fuera de sí, diciéndole que tenía una flecha del dios del amor en su espalda, que debían llevarlos con el, que eso era lo justo, pero sabía mejor que nadie, que usarían a Aspros como una simple arma, como un perro rabioso para que atacara a Albafica, ese mentiroso deseaba a la rosa a su lado. 

 

Y no era justo, era un alfa, el alfa de Manigoldo, jamás le corresponderia, además, los alfas estaban hechos para comandar, eran superiores a los beta, los que no tenían nada especial, como Shion, que escondía su verdadera naturaleza, actuando como un alfa, cuando no era uno de ellos. 

 

No tenía derecho a tocar a un alfa, ellos eran superiores, y mucho menos, tenía derecho a atacar a un omega, ellos no eran suyos, no le pertenecían a los betas, eran tesoros, eran regalos, que él quería quitarle a uno de sus hermanos, a la rosa, creyéndose algo que no era. 

 

Destruyendo con un solo movimiento de su mano, la belleza de su omega, convirtiéndolo en algo diferente, que terminaria por seducirle, se conocía, sabía que caería en sus brazos, por lo cual, aunque actuara como un demente, tuvo que convencer al pequeño espectro, al hombre más cercano a dios, que debían mantener a su basilisco fuera de su camino, hasta que esta técnica se perdiera. 

 

O hasta que se encontrara con su viejo amigo Shion, el joven de su edad, que confiaba en él, al que mataría cuando tuviera una oportunidad, así protegeria a su espectro, evitando que su vieja forma lo atacara por la espalda. 

 

Ansioso como estaba de vengarse de su amigo, por lo que le había hecho a su omega, a quien después de apartar a Shion de su camino, sabía o esperaba, que no le rechazara como lo haría, una vez que abriera los ojos. 

 

-Lleva a Aspros con los demas, alli les explicare sus ordenes. 

 

*****

 

-¿Donde esta Radamanthys? 

 

Lune cerró el libro que estaba leyendo, levantándose del asiento que usaba mientras el segundo juez de las almas se encontrará con su hermano, pensando que ese era su nuevo lugar, su nueva tarea. 

 

-Si hablas del Radamanthys que todos traicionamos, está muerto, si hablas del nuevo Radamanthys, está con su alfa, en la seguridad de su nido, tal vez, creando un huevo, yo no lo se, pero si quiere saber señor Aiacos, lo mejor es que se lo pregunten en persona. 

 

Aiacos ladeo un poco la cabeza, muy molesto con esa respuesta, pensando que se estaba burlando de él, Violate le veía con los dientes apretados y de pronto lo atacó, era de los pocos espectros que consideraban a Valentine como su amigo, así que lo sostuvo de la ropa, dispuesta a hacerle daño. 

 

-¿Acaso te estas burlando de mi señor Aiacos? 

 

Lune por un momento sintió miedo, pensando que Violate lo dañaria y después lo haría su alfa, que también estaba demasiado molesto, seguro de que se burlaba de ellos, pero era cierto, el viejo Radamanthys estaba muerto, hasta donde comprendia, una mezcla del perro de Hades con el príncipe de Creta había nacido, quien aceptaba a su alfa, solo, porque se trataba de su alfa. 

 

-Y en todo caso, que esperan que les diga, cuando ustedes también participaron de ese horrible acto, pero mi deber era obedecer a Minos, ustedes, únicamente no quisieron enfrentarse a él por miedo. 

 

Aiacos le hizo una señal a Violate, para que soltara a Lune, que simplemente acarició su cuello, viéndolos marchar, pensando que todos tenían que pagar por ese golpe, pero, no sabía si tendrian que pagar con dolor, o con él recuerdo de lo que hicieron. 

 

*****

 

Sage llegó a su oficina, observando algunos pergaminos en el escritorio, libros que había prohibido que tomarán de libreros sellados, información que no era agradable, que no debían leer, pero lo hicieron y se daba cuenta, que deseaban cometer el peor error de toda su vida. 

 

-¿Ese era Albafica? 

 

Sage volteo con una sonrisa delicada, era Hasgard, que le había esperado todo ese tiempo en silencio, preguntándose, qué eran esos libros, que significaban, porque estaba señalado el sitio donde empezaba un valle prohibido para cualquier orden, un lugar maldito, que no debía ser perturbado. 

 

-Ha vuelto por Manigoldo… 

 

No se atrevió a mencionar el daño que Albafica también había recibido, porque, aunque no lo vio claramente, había perdido un ojo y sentía la necesidad de cubrir su rostro con una máscara, sabía, que lo habían desfigurado. 

 

-Los he dejado solos, es lo que menos se merecen. 

 

Hasgard se levantó de su asiento, para rodear el torso de Sage con sus brazos, besando su mejilla, sintiendo como este se aferraba a sus brazos, girando en ellos, para verle a la cara, sonrojándose al tenerlo tan cerca. 

 

-Les he fallado tanto que apenas puedo creerlo. 

 

Hasgard beso sus labios, acariciando su mejilla, llevando una mano a su cintura, delicadamente, con lentitud, esperando así borrar esa tristeza de su patriarca, que se separó unos centímetros al sentir un cosmos familiar. 

 

-¿Qué es lo que ocurre muchacho? 

 

Defteros ingreso en ese cuarto utilizando el balcón, los había visto besarse, pero también les había visto discutir, jugar ajedrez, pasar tiempo juntos y se preguntaba, si acaso el anciano Sage estaba enamorado de Hasgard, aparentemente, eso era cierto. 

 

-Siento que algo me llama, siento que alguien me llama, que debo ir a el… 

 

Sage no se liberó de las manos de Hasgard, pensando en lo que se le solicitaba, porque no tenia que decirselo para saber que necesitaba acudir a ese llamado, era un lazo, Defteros era un alfa, lo correcto era dejarle ir, aunque, no deseaba que el segundo hermano cayera como lo hizo Aspros. 

 

-Puedes ir, si me das tu palabras de no comer ninguna locura, no acechar al omega y no dañarlo de ninguna forma. 

 

Defteros asintió, había visto lo que hizo su hermano, las marcas, el llanto, era demasiado terrible, actos en contra de toda naturaleza de un alfa, como los de Dohko, con ese pequeño espectro, que estaba inconsciente, bajo la protección de Asmita. 

 

-Lo juro mi patriarca, yo no lastimare a este omega, solo quiero acudir a su llamado. 

 

Sage asintió, le dejaría ir porque pensaba que era un buen muchacho, que no lastimaria a ese omega, sin embargo, podía ver que tanto Hasgard, como Defteros, le ocultaban algo, o probablemente, aún no podían decirselo. 

 

-¿Qué ocurre? 

 

Les pregunto, llevando una mano a su cabeza, sintiendo que tendría un fuerte dolor, pero, era el patriarca, su deber era darles consejos, guiar a sus santos, esperar que su vida, su inteligencia y su sabiduría, pudiera ayudarle a tomar decisiones correctas. 

 

-Asmita le ha dado asilo a dos omegas del Inframundo, piensa que uno de ellos es el suyo, el otro fue capturado por Dohko, que ha abandonado el santuario con Shion. 

 

Sage guardó silencio, pensando que era un acto justo, proteger a quienes lo solicitaban, sin embargo, lo mejor era que fuera a visitarlos, pero no lo haría esa noche, estaba cansado, estaba decepcionado, sintiéndose una falla, un patriarca tan malo como lo fue Itia durante sus años oscuros. 

 

-Nuestro deber es cuidar a los inocentes, a los desamparados, pero aun así, yo los visitaré mañana, para saber más al respecto. 

 

Defteros se agacho y se fue, dejándolos solos al fin, haciéndole suspirar, aun con una mano en su cabeza, sus ojos cerrados, los brazos de Hasgard rodeando su cuerpo, quien se hinco delante suyo, para que se sentara en sus muslos. 

 

-No ha sido su culpa patriarca, lo sabe, no es verdad. 

 

Sage negó eso, todo lo que había pasado era su culpa, por no actuar a tiempo, por dejar que las viejas reglas siguieran presentes, por no ordenarle a Aspros detenerse, por no ver que había una flecha dorada en su espalda, preguntandose cuándo fue, que el muchacho había sido maldecido por el dios del amor. 

 

-No trates de animarme, yo se que es mi culpa, que todo esto que pasó fue por mi falta de visión, por no darme cuenta que mis muchachos estaban cayendo en las sombras, estaba tan preocupado por detener al dios Hades, por encontrar a los dioses gemelos, que se me olvidaron los demás dioses y apenas tuve tiempo de mandar a la única pareja destinada, a la que pensé era la única pareja destinada, a consultar mis temores con la diosa Hera. 

 

Hasgard no creía que nada que hiciera su patriarca había detenido los acontecimientos que estaban atormentandolos en ese momento, haciéndoles temer por lo que sucedía en esos momentos, por los planos, por la ubicación que debían visitar sus enemigos, los que habían corrompido el santuario. 

 

-Sage, no había forma en que pudieras adivinar que esto pasaría, lo sabes, no es verdad. 

 

Sage le sonrió, colocando sus manos sobre las mejillas de Hasgard, para besar sus labios con delicadeza, gimiendo en su boca, sintiendo como su alfa llevaba sus manos a su cintura, levantando su ropa, una azul, como aquella de los aspirantes. 

 

-Solo tu pensarias algo como eso, Hasgard, pero te lo agradezco de verdad. 

 

Hasgard cargo entonces a Sage, caminando en dirección de la cama del patriarca, que tenia sabanas nuevas, habían retirado todo rastro de Aspros, quemando las sábanas, el colchón, la ropa que usó, tratando de borrar su presencia en esa habitación. 

 

-Se que nadie cuestiona tu liderazgo, mucho menos Manigoldo o Albafica, ellos saben que tu nada podías hacer, que tuvieron que apartarte del santuario para que Aspros pudiera hacer su voluntad. 

 

Hasgard se quitó su camisa, lanzando su camisa al suelo, dejando que Sage pudiera ver su cuerpo, Sage trago saliva, hincándose delante de él, para recorrer sus músculos, sus pectorales, su vientre, que estaba perfectamente marcado, tragando un poco de saliva. 

 

-Eres hermoso… 

 

Susurro, acercando sus labios al torso de Hasgard, sus dedos a sus músculos, notando como el toro respiraba hondo, llevando sus manos a sus hombros, apartandolo, para besarle con mucha más pasión, acostándose a su lado, quitandole su camisa. 

 

-Yo no soy hermoso Sage, lo se, no tienes porque mentirme, pero tu, tu siempre has sido una visión para una vista cansada, eres tan hermoso como la nieve y eres tan esbelto como una ninfa, eres hermoso, cada parte de ti es hermosa, especialmente tu corazón y tu mente. 

 

Sage no discutiria si era hermoso o no, porque para él era hermoso, era grande, era fuerte, con músculos que le encantaría recorrer horas enteras, era un buen hombre, era una gran persona, un excelente maestro, era tierno, era dulce, era amable y sabía que podía darle tanto placer, hacerle ver las estrellas, pues, era perfecto en todos los sentidos. 

 

-Cuando era un muchacho, Itia decidió que yo era su omega, mi opinión no le importo y ahora tu no quieres aceptar que te deseo, que te encuentro hermoso, aunque sea tu patriarca, cuyas decisiones nunca has cuestionado. 

 

Hasgard sonrió al escuchar esas palabras, acariciando el cuerpo de su omega, que era tan pequeño, que era blanco, como un copo de nieve, llevando su mano a su espalda baja, notando no por primera vez la diferencia de tamaños, temiendo lastimar a Sage, que sostuvo su muñeca para llevarla a su humedad, gimiendo, con una voz que le hizo estremecerse. 

 

-No quiero lastimarte… 

 

Sage acostó de espaldas a Hasgard, relamiendo sus labios, para empezar a lamer su pecho, acariciando con sus manos los pectorales de su alfa, recorriendo cada una de las marcas, besandolas, lamiendo sus pezones para después bajar entre las líneas bien marcadas de sus músculos, deteniéndose en su ombligo, bajando un poco más, para empezar a descubrir el enorme sexo de su alfa, cubierto en la base de vello blanco. 

 

-No lo harás, lo sé, nuestros cuerpos son perfectamente compatibles. 

 

Sus dedos delgados jugaron con el vello blanco, riendose al ver la expresión de Hasgard, que se había recargado en sus codos para poder ver que estaba haciendo, relamiendo sus labios, para después tragar un poco de saliva cuando todo su sexo entre sus manos, para lamer la punta, paseando por la cabeza, con delicadeza, chupándola poco después, con un poco de fuerza. 

 

-Pero dejame demostrartelo. 

 

Sage entonces depositó varios besos a lo largo del miembro de Hasgard, recogiendo su cabello, antes de abrir su boca, para empezar a brindarle placer, permitiendo que una buena parte de su hombria ingresara en esa cueva húmeda, que empezaba a subir y bajar, gimiendo apagado, escuchando los jadeos de Hasgard, que llevó una mano a su cabeza. 

 

-Sage… 

 

Su omega no le hizo caso, tomando la mano de Hasgard, para llevarla a su intimidad, para que pudiera acariciarlo, ingresando un dedo en su interior, después otro, escuchando más gemidos del muchacho hermoso entre sus piernas, que le chupaba con demasiado ánimo, como si fuera un dulce especialmente sabroso, sus ojos fijos en los suyos, de una forma que le hacía pensar, que Sage era quien deseaba devorarlo, aunque fuera un omega. 

 

Sage detuvo sus lamidas, sus cadenciosos movimientos cuando el sexo de Hasgard ya estaba erguido, separándose para lamer sus labios, gimiendo cuando su alfa se atrevió a ingresar otro dedo en su cuerpo, pero ya era hora de sentir algo mucho más grande, mucho más grueso y mucho más caliente. 

 

-Déjame todo a mi… 

 

Susurro en su oído, lamiendo los labios de Hasgard, que asintió, le dejaría hacer lo que deseaba, primero porque eso le pedía su omega, segundo, porque tenía miedo de lastimarlo, debido a su tamaño y no quería perder la calma, perder la cabeza para adorar ese hombre que tanto amaba. 

 

-Eres tan buen chico… 

 

Sage lamió su cuello y después mordió la piel, marcando sus dientes en esta, riendose cuando Hasgard gimió bajito, comprendiendo lo que pasaba, tenía miedo de lastimarlo, la primera vez habia sido asi, no quiso lastimarlo, pero le enseñaria que podía soportar su amor, no solo soportarlo, que deseaba sentirlo, ser suyo, como tantas veces lo fue en el pasado. 

 

-Y quiero que aprendas la lección… 

 

La lección era que sus cuerpos eran compatibles, estaban hechos el uno para él otro, como si fueran las piezas de un rompecabezas y había sentido tanto placer aquellas ocasiones, que pensaba que perderia la razon, pero esta vez, él era un hombre curtido en el campo de batalla, no era más un inocente, aunque pensaba que sus muchachos lo veían como alguien inmaculado, ajeno a los placeres de la carne o el deseo, pero estaban equivocados, era un humano como todos los demás, era un omega que amo con locura a su alfa y que fue amado también, eran una pareja creada por la diosa Hera, eran compatibles. 

 

-Que tu cuerpo… 

 

Pronunció, tomando entre sus manos el sexo de Hasgard, para acomodarlo entre sus piernas, gimiendo, un sonido que estremeció al santo de tauro, que le veía bajar lentamente con su sexo en él, para que llegara profundo, bien profundo, gimiendo cada vez un poco más fuerte, él tratando de mantenerse quieto, no debía moverse. 

 

-Tu alma… 

 

Sage al fin sintió que el sexo de Hasgard estaba en su interior, llenándolo con él, casi podía ver un bulto, uno que recordaba del pasado, pero lo más importante, al fin estaba con su alfa otra vez, que le veía con la misma expresión del pasado, pero esta vez, en un rostro más maduro, porque su amado no vivió más de dieciocho años. 

 

-Tu, tu estas hecho para mi, solo para mi, como yo estoy hecho solo para ti. 

 

Sage llevó sus manos a su pecho, acariciando sus pectorales, sus pezones y después, recargándose en sus hombros, para besar sus labios, estirando su cuello, e inmediatamente llevas las manos de su alfa, a su cadera. 

 

-Ahora… muévete… hazme tuyo… 

 

Hasgard al recibir esa orden ya no pudo mantenerse inmóvil por más tiempo y empezó a embestirlo, primero con delicadeza y después un poco más rápido, sosteniendo a Sage de la cintura, quien llevó una mano a su sexo, que también estaba erecto, arqueando su espalda cuando alcanzo su próstata, gimiendo sin decoro alguno, permitiéndole poseerlo a sus anchas. 

 

-Así… sigue asi… 

 

Pronunció entre gemidos, sintiendo como Hasgard se agachaba para chupar uno de sus pezones, aun sosteniendo sus caderas con sus manos, recibiendo más gemidos de sus labios, al mismo tiempo que su mente se nublaba, debido al placer, al deseo, al cuerpo de su alfa embistiendo su cuerpo, su próstata, pero no solo eso, al estar entre sus brazos de nuevo, un placer que pocos seres tenían. 

 

-Hasgard… mi Hasgard… 

 

Pronunció sintiendo como su semen lo inundaba, llenando su cuerpo de la materia blanca, que empezó a desbordarse, al mismo tiempo que Hasgard salía de él, jadeando fuerte, recostandolo boca abajo, con las rodillas flexionadas, recargado en el colchón, para poseerle de nuevo, ingresando en su cuerpo para seguir con sus placeres, mordiendo su hombro, marcando su cuerpo. 

 

-Sage… Sage… te amo Sage… 

 

Sage llevó una mano al cuello de Hasgard, para acercarlo a él y poder besarlo, gimiendo en su boca, aun acariciando su sexo, que estaba a punto de derramarse sobre las sábanas, pero se contuvo, no lo haría hasta que su alfa se viniera una segunda ocasión en su cuerpo, que dejara su aroma en su piel, deseaba que Itia lo notara, que lo viera, ya no para que comprendiera que tenía un alfa, sino, simplemente para que desesperara, como el desespero durante su cacería, pero, no debía pensar en él, solo en su alfa, en su suerte de tenerlo de nuevo para el. 

 

-Hasgard… 

 

El guerrero de cabellera blanca se derramó en su cuerpo, con unos espasmos, viendo estrellas, al mismo tiempo que Sage lo hacía sobre las sábanas, casi perdiendo el sentido debido a la fuerza de su orgasmo, sintiendo como su alfa lo limpiaba, para acostarlo en su cama, cubriéndose con las cobijas, rodeándolo con sus brazos. 

 

-Te amo mi toro, mi dulce toro. 

 

Hasgard beso sus labios, pegandolo a su cuerpo, eran las palabras más dulces que jamas podria escuchar, esas palabras de amor pronunciadas por su patriarca, que se aferró a su cuerpo, como lo haría un niño con un muñeco de peluche. 

 

-Yo te amo Sage. 

 

*****

 

-Estamos solos mi cangrejo, esos muchachos han decidido dar un paseo en el santuario, dicen que está en ruinas del futuro que les vio nacer, así que… 

 

Albafica había visto suficientes marcas en su cuello y brazos, pero sabía que había más de ellas, aunque para él, una sola de ellas era demasiado, tenía que constatar, que tan bajo había caído ese monstruo, cuánto daño le había hecho. 

 

-Puedo verte… 

 

Manigoldo al principio no entendió lo que deseaba, estaban en su cuarto, después de varios días separados, su alfa nunca lo tocaba en sus habitaciones, decia que podia dejar un poco de veneno, así que sus palabras eran confusas. 

 

-Me permitirias ver tu cuerpo desnudo… 

 

Manigoldo desvió la mirada, con pena, que no se había marchado, no del todo y aun temía lo que haría su alfa, de ver todas las marcas, porque pensaba que no entendía todo lo que había hecho con Aspros, lo que le permitió hacerle. 

 

-¿Para qué quieres verlo? 

 

Albafica llevó una mano a su mejilla, suspirando, agradeciendole a Hefesto que por fin pudiera realizar ese simple gesto, notando la sorpresa de su omega, de su cangrejo, que se sonrojo al sentir su calor. 

 

-Porque eres mi omega, porque te encuentro divino y porque quiero saber cuantas heridas debo hacerle a Aspros, antes de matarlo por lo que te ha hecho, cuantas rosas encajare en su cuerpo, cuando le de una muerte lenta, tan dolorosa, como se la merece. 

 

Manigoldo no dijo nada, porque sabía que su alfa si lo deseaba podía ser un hombre sádico y si la forma en que destruyó a los espectros aquella ocasión era una muestra, hablaba en serio cuando decia que mataria a Aspros por lo que le hizo. 

 

-Como tu alfa, es mi deber, pero si quieres, tu puedes matar a Aspros, sin embargo, necesito ver tu cuerpo, lo que te ha hecho, quiero que pague, quiero que muera. 

 

Manigoldo con un fuerte suspiro fue quitandose cada una de sus prendas, sin atreverse a mirarlo siquiera, desviando la mirada cuando Albafica empezó a ver su cuerpo, notando cada marca, cada herida, cada golpe, el moretón en sus costillas, sintiendo que su odio por Aspros iba en aumento, pero lo que más le hizo despreciarlo, fue que su omega estaba avergonzado, como si creyera que lo culparia por algo, que le rechazaría. 

 

-Lo matare… juro que lo matare… no le tendré piedad… 

 

Pronunció, rodeando el cuerpo de Manigoldo con fuerza, pegándose a su cuerpo, para después hincarse frente a él y de tener cabello largo, limpiaria los pies de su omega con ellos, quien se agacho, llevando una mano a su mejilla, preguntandose porque estaba actuando de esa forma. 

 

-¿Porque lloras? 

 

Le pregunto, pero Albafica lo beso, con fuerza, abrazandolo poco después, cubriéndolo con la misma sábana con la cual Manigoldo quiso esconder sus marcas. 

 

-¡Porque te falle! 

 

Y apartándose, comprendiendo que clase de infierno tuvo que soportar su omega, golpeó el suelo con una de sus manos. 

 

-¿Que clase de Alfa permite que le hagan esto a su omega? ¿Que clase de falla permite que lastimen a su amor?

 

Manigoldo quiso interrumpirlo, pero no pudo, cuando Albafica tiró de su propio cabello, sintiéndose como la peor clase de basura, su llanto un poco más fuerte, su respiración entrecortada. 

 

-¡Me tarde demasiado en venir a ti! ¡Te deje solo demasiados días! 

 

Manigoldo negó eso, había acudido, estaba seguro que pensaba en una forma de salvarlo y que no permitiría que Aspros lo tocara de nuevo. 

 

-¿Cómo podrías perdonarme después de esto? 

 

Manigoldo lo beso, para que guardara silencio, aferrándose a él como siempre quiso hacerlo cuando su alfa estaba triste, cuando se mortificaba por el veneno. 

 

-Te amo, grabatelo en esa bonita cabeza tuya, yo te amo y tu no me fallaste, tu no fallaste… 

 

Albafica le veía acongojado, escuchando sus palabras, esperando que fueron ciertas. 

 

-No se que hizo que Aspros actuará como un demente, pero se que no fuiste tu, tal vez yo lo seduje, yo hice algo… pero tu eres inocente, tu solo me has amado toda mi vida. 

 

Antes de que Albafica pudiera decirle que no había hecho nada, sintieron un cosmos, observaron varias mariposas azules revolotear en esa alcoba, era ella, era la diosa Afrodita. 

 

-No fuiste tu, no fue tu rosa, ni siquiera fui yo y yo cause la caída de Troya, fue mi hijo, fue Eros, creyendo que Aspros era el omega de su amado… fue mi propio hijo, que ha perdido la razón, que ha maldecido a tantos, pero no entiende nada del amor, porque no se arrepiente de sus actos, no libera a sus víctimas, sigue… sigue siendo un dios nacido de mi, la lujuria y de su padre, la ira, la guerra injusta, pero es mi hijo, al que más amo, por el que pido piedad a cambio de mi ayuda. 

 

*****

 

Hola, espero les guste el capitulo, como siempre gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, les agradezco mucho por ellas, ahora, que opinan, Dohko merece un poco de perdón por sus pecados… 


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