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Paraiso Robado. por Seiken

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Aquiles no sentía la necesidad de explicarle a Tifón sus actos, la necesidad de ellos, de actuar mientras eran libres de Minos, pensando que lo mejor era visitar a quienes conocían a su omega antes de ese quebranto, tal vez ellos podrían hacerle entrar en razón. 

 

-Debo enseñarle que sigue siendo el, su alfa elegido, pero con una apariencia mucho más letal, con mucho más cosmos, un dios, en vez de un humano, uno que dará lo que sea por ser amado por mi omega. 

 

Tifón no estaba seguro de eso, él creía que ese alfa de cabello blanco era inocente de los crímenes por los cuales Aquiles le odiaba, seguramente cometió muchos más, como su padre actuó de una forma deshonrosa, castigando a muchos con la obsesión buscando la forma de mantener al que amaba a su lado. 

 

-¿Como aliarse con Zeus? 

 

Esos rayos eran los de Zeus y se preguntaba porque lo había hecho, porque escuchar al dios que deseaba destruir a los humanos, castigarlos por su infidelidad, porque darle la espalda, porque debía saber que su enemigo no se detendría hasta matarlo. 

 

-Eso no lo sabes y nunca ha sucedido. 

 

Pero si lo sabía, las centellas lo llevaron al Olimpo, al menos, lo que quedaba de la guarida de los dioses, la sombra oscura que se levantaba en el pasado con su resplandeciente poderío. 

 

-Zeus matara a tu omega solo para mantenerlo alejado de su hijo favorito. 

 

Quiso recordarle, porque le creía a Minos y estaba seguro de que Eros mentía en algunos detalles de su historia, como donde olvidó mencionar que no había intentado socorrer a su alfa o a su omega, cuando presenció sus muertes o que pudo salvarlos a los dos cuando acababan de nacer, pero no lo hizo por alguna razón que no comprendía.

 

-No lo mato Zeus, fue… fue Minos, fue él. 

 

Aquiles estaba seguro de sus recuerdos, de lo que había visto y no le importaba en lo absoluto lo que dijera su alfa, el sabía la verdad, quién mató a Radamanthys fue él, su obsesión, su locura, él era su enemigo. 

 

-No creo que Minos se atreva a dañar a tu omega. 

 

Tifón caminaba a su lado, siguiendo a Aquiles que atravesaba cada templo, cada uno vacío, como si los santos dorados ya no existieran, aunque en su mayoría estaban en otra parte, cuatro en el templo de la diosa Hera, tres con Zeus, dos encerrados en las habitaciones del cangrejo, dos más en la cámara del patriarca, el único que custodiaba su templo era el que buscaban, Asmita. 

 

-Eso piensas, pero la verdad es que no es más que un asesino. 

 

Aquiles le informo, seguro de sus recuerdos, de su desprecio, de lo que le había dicho Eros, de su amor por su omega, que no había sufrido ningún daño hasta que su padre decidió hacerle suyo, buscar restaurar su lazo con él. 

 

-Yo vi lo que pasó, lo recuerdo bien. 

 

Tifón pensaba que sus recuerdos habían sido manipulados, que algunas partes eran ciertas, pero en su mayoría no eran más que una mentira, suponiendo que para eso le daba el agua del olvido a su amado, para que no recordará la verdad, sin importarle que ya le hubiera roto en el proceso. 

 

-¿Y si tus recuerdos están equivocados? ¿Si no son reales? 

 

El usaba su cosmos para mantener de pie a su omega elegido, quien aseguraba que su venganza era un acto justo, que buscaba a dos espectros para conocer el pasado de su omega, sin importarle las palabras de su alfa, el dolor que podía ver en esos ojos grises, al borde de la locura, en las marcas de su rostro, de preocupación, de angustia. 

 

-¿Porque no lo serían? 

 

Aquiles se detuvo, admirando la belleza del santuario que había desaparecido en el futuro, tratando de compararlo, dándose cuenta que no había forma alguna de hacerlo, unas ruinas contra la belleza que le rodeaba, eran dos muchos diferentes. 

 

-Has probado del agua del olvido. 

 

Le explico, tratando de hacerle ver que no podía recordar su pasado si bebia el agua de ese lago, pero en vez de aceptar que podía tratarse de un error, Aquiles enfureció con él, sosteniéndolo de su ropa, apretando los dientes, sus ojos amarillos fijos en los suyos, como si quisiera hacerle daño. 

 

-¿De que lado estas? 

 

No creía que hubiera un lado, porque a fin de cuentas, ellos deseaban proteger su futuro, evitar que lo destruyera el dios del rayo, que los dioses dejarán de existir, al menos, aquellos que protegían a la humanidad, sin embargo, no se atrevió a decir nada al respecto, observando la imponencia del templo de Virgo. 

 

-¿Del mío y el de Eros? o ¿Del lado de Minos? 

 

Aquiles podía sentir el cosmos manando de ese templo, más uno más, el de un omega que se negaba a escuchar las órdenes de su alfa, preguntandose si asi fue con su omega, con Radamanthys, cuando quiso negarse al destino, a ser víctima de los designios divinos, cuando quiso pelear por su libertad, pero, fue derrotado. 

 

-De tu lado, por supuesto, eso nunca cambiara. 

 

Le explico, suspirando para llevar sus manos a su cintura, sus labios a los suyos, esperando que su enojo se desvaneciera, que pudiera controlarse un poco más, porque no pensaba que pudieran encontrar lo que necesitaban si estaban furiosos, además, de que no era partidario de Minos, tampoco de Eros, únicamente de su amado, que asintió, complacido por esa respuesta.

 

-Entonces, ayúdame a que vea la verdad. 

 

No había forma de hacer algo como eso, los dos lo sabían, pero aun así asintió, le ayudaría en lo que él deseara, únicamente porque era aquello que más amaba en ese mundo, su única razón por la cual deseaba protegerle. 

 

-Que recuerde a quien ama. 

 

Poco después ingresaron en el templo de virgo, esperando encontrar a quienes recordarán el pasado del omega de su amor, quien había decidido practicar en los campos de entrenamiento, seguro de que su cuerpo recordaba sus viejas técnicas. 

 

-Quien merece su cariño. 

 

*****

 

-No viene a mi… 

 

Fueron las primeras palabras que Dohko pronunció, frustrado, enojado por la desobediencia de su omega, creyendo que dentro de poco lo veía acercarse, su hermosa figura, su cintura miniatura, sus piernas largas, su perfecto omega que había sido creado para su placer, para su disfrute, para aliviar su soledad, a cambio de su amor y protección.

 

Como debía ser, como siempre había sido, como así Zeus lo había ordenado, quien le dio la forma de que su omega llegará a su lado, pero, al mismo tiempo, su amado se negaba a asistir a su lado, a verle siquiera, aunque no comprendía la razón de eso. 

 

-Alguien lo está evitando. 

 

Una voz madura, cargada de sabiduría y paciencia le informo, deteniéndose a su lado, observando las centellas, como otros alfas acudían al llamado de su padre, como lentamente el ejército de su padre iba formándose. 

 

Quién haría que los omegas se postraran a los pies de sus hijos, como era su deber e ignoraran su rebeldía, su deseo por ser independientes, por ser libres de su protección, de su amor. 

 

Esperando que con eso la locura del omega desapareciera, una locura como la que sufría su hermano y como la que sufría su alumno, siendo el único buen omega, Kardia, que a su vez era una falla porque no podia embarazarse. 

 

Y si bien, Albafica era un alfa, quien decía poseía el collar del testarudo cangrejo, de todas formas era venenoso, un acto triste, demasiado absurdo, un acto que se llevó la cordura de su pobre alumno, que murió en las manos piadosas del joven Aspros. 

 

Que amaba al malagradecido cangrejo, que besaría sus labios, que acunaria a su amado en sus brazos, le daría hijos hermosos, sanos, qué más daba que no fuera su alfa elegido por la diosa Hera, que era una diosa rencorosa, impulsiva, una diosa que se equivocaba demasiado seguido en el momento de elegir un alfa acorde para cada omega. 

 

Como Aspros sería un mejor omega para el cangrejo, de lo que sería Albafica, por lo cual, el que les haya permitido estar juntos, no fue un error, eso lo comprendía en ese momento que veía la grandeza del dios Zeus, que comprendía que como alfa debía servirle a su padre, no a su hija, mucho menos a su esposa. 

 

-Pero quién podría ser tan bajo… tan ruin. 

 

Hakurei colocó una mano en el hombro de Dohko, con un gesto que claramente trataba de darle fuerza para seguir, ánimos para que pudiera esperar a su omega, recordando que en ocasiones, sus hermanos escuchaban la locura pronunciada por sus labios. 

 

Como Sage hizo en su momento, porque si bien, un alfa podía intentar proteger a su omega, el que no era su destinado, como Aspros intentaba hacerlo con el cangrejo, apartandolo del veneno, un omega tambien podia creer que estaba haciendo lo mejor para su hermano, claro que equivocándose, como generalmente sucedía.

 

-Quién podría desear a mi omega para el… 

 

Ese pensamiento era sumamente común, un alfa sintiendo celos de otro alfa, tratando de apartarlo de su omega, pero no siempre sucedía de esa forma y comprendía, despues de ser liberado de aquella oscuridad, después de ver el bien que habría al permitir la cacería del conejito de Aspros, que no fue un error, porque tendrían dos gemelos, hijos de Aspros, dos geminis que podrían ingresar en el Yomotsu. 

 

En cambio, de permitirle estar a lado de su alfa destinado, no tendrían mas que muerte, niños que no nacerian y un santo dorado menos, uno tan poderoso como era necio, era cierto, pero no quería perderlo, su cuerpo podía dar a luz, lo mejor era aprovechar ese regalo de los dioses para el bien del futuro.

 

-No creo que sea ese el caso. 

 

Dohko volteo a verle sorprendido, porque pensaba que su enemigo era un alfa, uno de ellos, no un omega, o un beta, que trataban de apartarlo de su lado sin ningún motivo, únicamente debido a su maldad, a su oscuridad, a su traicionera naturaleza, robandole su felicidad, la que ambos conquistarian una vez que estuvieran juntos, como los dioses así lo deseaban. 

 

-Los omegas se cuidan entre ellos en ocasiones.

 

Hakurei lo recordaba demasiado bien, porque su hermano como él cuidaba de su celo, cuidaba del celo de uno de los suyos, un omega que deseaba, que hubiera hecho suyo de tener una oportunidad, de no ser tan infantil, tan inocente. 

 

Un omega que nunca perdonaría, ni tampoco podría olvidar, no podría perdonarlo porque se enamoro de alguien más, acepto a otro alfa a su lado, que nunca podría olvidar, porque nunca había visto a nadie como él, tan hermoso, que le gustaba tanto, pero no era suyo. 

 

-Tal vez, el omega que llegó a su lado, ese espectro infantil, quien pareciera tomó residencia en la casa de virgo, sea quien le evite escuchar tu llamado. 

 

Como su hermano le había apartado de su lado, del que quiso que fuera su omega, mientras que el suyo nunca se presentó y se preguntaba la razón de eso, de que su omega destinado nunca se presentara ante él. 

 

Tal vez fue Francisca o tal vez simplemente no podría encontrarlo, porque su omega no aceptaba su lazo que lo unía a él, que pasó años, siglos esperando por él, sonriendo con tristeza, observando sus manos que eran las de un anciano. 

 

En cambio Sage, que siempre tuvo más suerte, él era joven, apenas un muchacho y su alfa se le había presentado en Hasgard, el guerrero de tauro que quiso desobedecerlo, que siempre estuvo a su lado, pero, que habría rechazado de no ser joven de nuevo. 

 

Comprobando su punto, Sage no pensaba en su alfa, en su felicidad y le apartaría el placer de su compañía, sin importarle, su felicidad o su cordura. 

 

-Como yo creía que lo mejor era evitar que Itia estuviera a solas con mi hermano. 

 

Y seguia sintiendose culpable por eso, por orillar a Itia a la locura, el patriarca que tanto admiraban, que esperaba pudiera perdonarlo por sus crímenes en su contra, de los que se arrepentía mucho más, al comprender lo profundo de esas heridas en el alma de un alfa que no era afortunado. 

 

-Pero tu eres alfa… 

 

Dohko pronunció, comprendiendo sus palabras, aunque era muy joven era por mucho más sabio, el sí comprendía que debía estar con sus hermanos, con los alfas que no eran correspondidos como deberían. 

 

Porque los omegas eran necios, eran testarudos, por mucho peor que ellos, especialmente cuando uno de sus hermanos, un omega, los apoyaba en su locura, en su deseo por mantenerse alejado de un alfa indicado para ellos. 

 

Justo como sucedió con Sage y Francisca, como hacían Cid y Kardia con el testarudo cangrejo que lastimaba tanto a Aspros con su rechazo, que aceptaba la muerte, el veneno, en vez de un afecto sincero.

 

-Lo se, pero era mi gemelo y pensaba que debía protegerlo, igual sucede con los omegas, estos se cuidan las espaldas, interfieren entre nosotros y nuestros omegas. 

 

Ellos evitaban que su omega los conociera, les robaban su paraíso o su felicidad por su necedad, como estaba pasando con ese joven espectro, cuyo nombre desconocían, pero él sabía que habían llegado juntos. 

 

Con él había ingresado en el santuario un joven espectro, apenas un niño, con el primer celo, el estaba siendo protegido por Asmita, que a su vez, hacia lo que su omega le pedía, porque así era eso, los alfas tenían la mala costumbre de consentir a sus compañeros. 

 

-En el pasado estaba enamorado de un santo de tauro, era un omega, muy atractivo, pero no me correspondía y mi hermano, mi propio hermano, siempre hacía guardia en su templo para evitar que cualquiera se acercara. 

 

El habría mordido a Francisca, si eso funcionara, le habría hecho el amor tan dulcemente, besando sus labios, acariciando su cuerpo, pero era un santo de plata, era un lemuriano, su raza no tenía una buena fama entre los omegas. 

 

Además. no fue reconocido por su omega y su propio hermano lo mantenía apartado, haciendo guarda, haciéndole temer lo que le diría Sage cuando fuera a verle, tal vez creería que era un monstruo, un demonio. 

 

Y en ese momento, en ese tiempo, temía lo que pasaria si su hermano lo creía igual a Itia, lo veía como un alfa demente, enloquecido, pero con los años encima, se daba cuenta que no le importaba en lo absoluto que habría pensado su hermano, de poder tener a Francisca con él.

 

-El me traiciono, a pesar de que fui tan cruel con Itia por el, evitando que estuviera a lado de su omega, de su compañero eterno. 

 

Dohko escuchaba cada una de las palabras de Hakurei con detenimiento, tratando de comprender lo que sería su futuro, de no hacerle ver a su omega que estaban destinados, si no le obliga a aceptarlo, aunque tuviera que tirar de su cabello, lanzarlo sobre su hombro, como si fuera un hombre de las cavernas, un salvaje. 

 

Pero, una vida sin su basilisco, como le había dicho Shion que sucedería, sería el peor de los infiernos, lo necesitaba a su lado, con él, como su omega, si deseaba ser feliz, si no deseaba sufrir de una manera interminable. 

 

-Entonces, maestro Hakurei… mi omega si desea venir a mi lado. 

 

Hakurei asintió con una sonrisa triste, era seguro que su omega deseaba estar a su lado, ir con él, pero otras fuerzas se lo evitaban y debian sortearlas para dar con su amado, con el omega del joven alfa proveniente de china. 

 

Del que sabía era un mejor hombre, a quien no le dijo nada respecto a los omegas y los alfas, pero comenzaba a explicarle su significado, los omegas eran felices cuando ellos eran felices, debian estar a su lado, porque para eso fueron creados. 

 

-De eso estoy seguro.

 

Le respondió, esperando que Dohko comprendiera su destino, que debía recuperar a su omega para que los dos cumplieran su deber encomendado por los dioses, para que pudieran proteger a su omega, hacerle feliz, como lo hacía un alfa.  

 

-Parece que el influjo de la traición de mi alumno se ha terminado, pero, mi mente está más despejada, más clara que nunca y ahora se que hice mal evitando esa unión, que de no intervenir en los designios divinos, mi omega estaría a mi lado, habríamos tenido hijos hermosos. 

 

Hakurei quiso explicarle a Dohko, seguro de su error, de sus malas acciones, de sus equivocaciones, tan terribles, tana crueles, que le costaron su omega, que costaron la cordura de Itia, la de Aspros, pero no se llevaría la mente del joven santo de libra, si podía evitarlo. 

 

-Aunque le agradezco ese favor que me hizo, sigue siendo un beta, el no entendería nada de los lazos divinos, ni de nuestro amor por nuestros omegas, e intenté hacérselo saber, pero no quiso escucharme. 

 

Se sentía decepcionado de su alumno, que no era un alfa, que no podía tener un omega, aunque sí podría conocer el amor si no hubiera sido tan necio, si hubiera abandonado su sueño de poseer a Albafica, una gota de veneno, peligro, pero seguía siendo un alfa. 

 

-Y me doy cuenta que de no ser por Sage, Francisca habría sido mío.

 

Hakurei camino en dirección de Dohko, colocando una mano en su hombro, para llevarlo hasta el barandal, para que observara el paisaje, en dirección del santuario, en donde se encontraba su omega, escondido de su alfa, de su dueño. 

 

-Que como un alfa, mi deber es obedecer a Zeus. 

 

También se daba cuenta de eso, que su mayor honor sería obedecer a Zeus, al dios del rayo, que les había encomendado una misión y les daría la oportunidad de poseer a quienes amaron alguna vez, a sus omegas, aunque estos ya estuvieran fuera de su camino, en los campos siempre verdes de la diosa Hera. 

 

-Ese mocoso no deja que mi hermoso basilisco venga a mi… 

 

Dohko pronunció furioso, recordando al maldito niño que le evitaba a su omega acercarse a él, ir a verlo, como se lo pedía, se lo ordenaba con el poder que Zeus les había conferido. 

 

-Seguramente recibirá ayuda de Asmita, ese traidor… 

 

Un omega que ya odiaba, pero no tanto como al bastardo que sin sentimientos que le quitaria a su omega, porque no era humano, porque era el hombre más cercano a dios y porque el ya tenia su obsequio divino en sus brazos. 

 

-Pero no importan sus intentos por evitarlo, somos alfas, estamos destinados a obtener lo que deseamos, los omegas son nuestros tesoros, regalos divinos, para nuestro disfrute, para complacernos y eso les hace felices, estar a nuestro lado, ser uno con nosotros. 

 

Hakurei estaba seguro de eso, del amor que les tenían, de lo orgulloso que estaban al ser amados por ellos, al complacer sus deseos, porque asi debia ser, eso era lo justo. 

 

-Espero que así sea. 

 

Dohko pronunció, algo cabizbajo, inseguro, logrando que Hakurei sintiera pena por él, por el joven de los cinco picos que era rechazado por su omega. 

 

-No lo esperes, así es, Dohko, puedo asegurarlo. 

 

Y si no, de todas formas, Zeus les daría su premio, les otorgaría a su omega, su regalo divino, su paraíso, que se les había arrebatado de sus manos. 

 

-Especialmente cuando el collar ha tomado su forma. 

 

El collar que colgaba en el cuello de Dohko, el que podía ver tenía una forma muy hermosa, que se suponía sería el alfa u omega que nacería de su unión. 

 

-Cuando hemos demostrado nuestra lealtad a Zeus. 

 

*****

 

-¿Porque no me reconoces? 

 

Defteros sujeto las muñecas de Lune para intentar acercarlo a su cuerpo, notando el miedo y el desagrado del omega que le veía en silencio, sus dientes apretados, tratando de huir, aunque no se atrevía a elevar su cosmos para atacarlo con este. 

 

-¿Porque no sientes nuestro lazo? 

 

No era que no lo sintiera, pero si lo hacía, si sentía su lazo, era aquello que le llamaba, el fuego, el volcán que sentía en la oscuridad de la noche, el alfa del que huía sin comprender muy bien la razón.

 

-¿Porque debería saltar a tus brazos sin siquiera conocerte? 

 

Le pregunto, soltándose de las manos de Defteros, que le veía dolido, que le dejó ir, retrocediendo algunos pasos. 

 

-¿No es porque soy la estrella de la desgracia? 

 

Al ver que no entendía de qué le estaba hablando, de que estrella le hablaba, de pronto sonrío, porque lo que más temía era que no lo deseara por esa razón, por ser la estrella oscura, la de la desgracia. 

 

-¿La estrella de que? 

 

Lune preguntó, llevando una mano a su rostro, sintiendo que esa reunión era por mucho peor a la que se había imaginado, no había romance, no había dulzura, nada, solo un alfa demente que fue a verlo, durante el retorno de Zeus. 

 

-De la desgracia, al ser el segundo nacido de géminis. 

 

Defteros se relajo un poco más, al saber que no era temido por esa razón, que ser el segundo nacido de géminis no implicaba nada para el espectro, que le vio como si no fuera más que un demente. 

 

-No, no es eso, ni siquiera se de que estas hablando. 

 

Simplemente no deseaba un alfa, no quería un compañero y esperaba que ese sujeto morano, que se quitaba la máscara con lentitud, lo comprendiera, lo aceptara. 

 

-Entonces… se que no soy el mejor alfa, pero podrías darme la oportunidad de ganarme tu amor. 

 

Lune jadeo cuando se quito la mascara, porque era el hombre mas hermoso que había visto nunca, con unos colmillos afilados que le daban un toque inocente, salvaje, que le gustaba, supuso, sintiendo como el salvaje sostenía su mano, para besar su dorso. 

 

-A cambio seré tu fiel sirviente. 

 

*****

 

Hola, espero que les guste el nuevo capitulo y me digan, que opinan de la reunión de Lune con su alfa. Muchas gracias, nos vemos después. SeikenNJ. 


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