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Paraiso Robado. por Seiken

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-Yo… yo lo único que deseaba era tener la clase de afecto que mi señor Radamanthys posee… eso era todo. 

 

Kagaho no sabía muy bien que hacer, así que observó a Asmita, buscando algo de ayuda o consuelo, quien se acercó a ellos, con un poco de agua en un vaso de madera, para que el amigo de su omega, el otro espectro perdido, bebiera un poco de esta. 

 

-Pero parece que no lo tendré… 

 

Al tomar el vaso observó al santo dorado de cabellera rubia, que parecía era ciego, preguntándose qué estaba haciendo allí, que hacia Kagaho en ese lugar. 

 

-¿Quien eres tu? 

 

Al principio pensó en atacarlo, pero cuando Kagaho colocó ambas manos frente a su cuerpo, como si fuera una barrera, se dio cuenta que era un alfa, que el mocoso confiaba en el. 

 

-Es mi alfa, el encontro mi collar y yo a él, se llama Asmita, es bueno, es muy bueno, es una buena persona, él nos ayudará. 

 

Trato de calmarlo y de ser otro no le hubiera creído, pero este mocoso era Kagaho, era muy desconfiado, odiaba a todos, a todo, menos al dios Hades, pero, en ese momento, confiaba en ese alfa, por lo cual, creía, que era digno de confianza.

 

-No dejaremos que ese horrible alfa de contigo. 

 

Sylphide asintió, llevando sus manos a sus brazos, enfocando su mirada en el suelo, sin saber muy bien qué hacer, desesperandose un poco más al sentir el llamado de su alfa, a través de su collar, el cual, le había robado. 

 

-Y si lo hace, lo mataremos entre los dos, para enseñarle cual es el destino de un mal alfa. 

 

Pronunció entonces, con un dejo sádico, esperando que llegara el momento en el cual pudiera darle una lección a ese alfa, especialmente, porque deseaba vengarse de lo que fuera que le hizo a su único amigo, cuando estuvieron solos. 

 

-No eres tan desagradable, Kagaho… 

 

Sylphide era otro niño, un omega demasiado joven para estar preocupandose por un alfa, así que, su comportamiento, su sonrisa era contagiosa, especialmente, cuando el pequeño espectro que resultaba ser el compañero de Asmita, rio al escuchar esas palabras. 

 

-Y tu no eres tan malo tampoco, Sylphide. 

 

Asmita guardaba silencio, escuchando las palabras de los espectros, preguntandose si siempre habían sido tan jóvenes, o en esta vida, lo eran especialmente, aunque no lo creía, porque los guerreros despertaban junto a su dios y Hades siempre era el último en renacer.

 

-De ti, eso es un halago, supongo… 

 

Sylphide guardó silencio, desviando la mirada unos instantes para después, regresar su mirada a la de Kagaho, sonriéndole, agradecido por su ayuda, por llevarlo a un lugar seguro, por apartarlo de ese enano de cabello café. 

 

-Muchas gracias por salvarme, estoy seguro que mi señor Radamanthys te recompensará por esto, cuando regresemos al Inframundo.

 

Kagaho recordaba la última discusión que tuvo con él, cuando lo apartó de Minos, cuando hablaron de su alfa, como debía buscar alguien que pudiera manejar y esconder su collar, no era una buena idea buscar a su alfa destinado, pero se equivocaba, al menos, en su caso, su alfa era como el sol, era cálido, era lo que no sabía que necesitaba. 

 

-Si es que Minos no se ha apoderado de él para este momento. 

 

Pronunció con algo de molestia, observando la expresión de Sylphide, que desvió la mirada, pensando que, si su señor no pudo escapar de Minos, entonces, lo más probable era que el no pudiera escapar tampoco. 

 

-No, mi señor Radamanthys es muy fuerte, no pudo ser derrotado por Minos y el te recompensara por ayudarme, lo sé, él es un buen líder. 

 

*****

 

-Siempre has sido hermoso, pero ahora te ves mucho mas hermoso aun. 

 

Degel en ocasiones realizaba comentarios como ese, le decía lo hermoso que era, o lo mucho que lo deseaba, especialmente, después de alguna batalla, logrando en ocasiones que se sonrojara, en especial, en ese momento en que Camus podía escucharlos. 

 

-No es momento para esto. 

 

Siempre era él quien lo regañaba, por distraerse con su belleza, por mencionar lo que desearía hacer, de no estar en una batalla y lo que harían, cuando se llevaran la victoria, era demasiado pedir, que su alfa en ese momento actuara como un hombre sensato. 

 

--¿Y cuando es el momento para admirar a mi omega? 

 

Degel corría a su lado, Camus detrás de ellos, pero Kardia estaba seguro de que podían escucharlos, que simplemente actuaba como si no lo hiciera, y se preguntaba, qué estaba pensando, tal vez, que sus padres eran unos pervertidos, una verguenza o algo peor aún. 

 

-Solo guarda silencio. 

 

Kardia trato de ordenarle, sonrojándose demasiado, pero estaba seguro que su alfa no lo escucharía, que no estaba dispuesto a guardar silencio, no en esa vida, porque le gustaba hacer que perdiera el control que sus mejillas se pintaran de rojo y generalmente, después de una misión importante, siempre hacían el amor de una forma desesperada, casi frenética. 

 

-Por lo que entiendo, ahora eres algo así como un semidiós… o un dios… 

 

Degel comprendía mucho mejor que él lo que estaba pasando, pero al mismo tiempo, sabía por la expresión en su rostro, que en su mente brillante, alguna locura se estaba formando y lo encontraría divertido, si no fuera porque Camus estaba con ellos. 

 

-Eso quiere decir… 

 

No quería que siguiera con lo que fuera que había imaginado esa mente suya y esperaba, que por una vez, su alfa lo escuchara, pero al escuchar esas palabras, al ver como se acomodaba los lentes, supo que algo bastante extraño estaba a punto de pronunciar. 

 

-No digas tonterías… 

 

Degel simplemente se rio al escuchar esas palabras, su escorpión lo conocía bien y sabía que en ese momento, estaba imaginandose lo que seria hacerle el amor a un dios, poseerlo en su lecho, ser su amante, su esclavo, su dueño, pero al mismo tiempo sabía, que Kardia tendría que aceptar cualquiera de sus propuestas, para que Camus, un hombre mayor que ellos, no escuchara ni una sola palabra del deseo mutuo de sus padres. 

 

-Que soy el esposo de un dios, el trofeo de un dios tal vez… 

 

Kardia frunció el ceño, al escuchar esas palabras, pero especialmente, al darse cuenta que su alfa no guardaría silencio, que no estaba dispuesto a obedecerlo, suponía, que porque esperaba que Camus le hiciera acceder a lo que fuera que deseaba en ese momento. 

 

-Yo puedo ser tu…consorte o algo asi… 

 

Ya era su consorte y era algo mucho mejor, su alfa, asi que siguio su carrera, en realidad, acelero, esperando que Degel siguiera su ritmo y que Camus, se quedara un poco más atrás, para darles privacidad, pero como si fuera el cómplice de su alfa, su propio hijo, también aceleró su carrera. 

 

-Sigues siendo mi alfa, uno que lee demasiado y que debe callarse, porque no me deja concentrar, cómo es su horrible hábito. 

 

Degel sonrio al escuchar esas palabras, riendose bajito, acelerando su paso, para estar hombro con hombro con su omega, que estaba especialmente sonrojado, se veía hermoso, concentrado en su misión, tratando de adivinar aquello que estaba pensando, creyendo que se lo diría, pero no deseaba que su propio hijo lo pensara alguna clase de pervertido, aunque de no estar el, mencionaria cuán lentamente le haría el amor. 

 

-¿Es una orden? 

 

Eso era muy sexy, su escorpión dandole órdenes, como en ocasiones pasaba, como cuando quiso que se quedara quieto, o que actuaran como unos espectros, siendo el quien lo tomó aquella ocasión, o cuando el mismo dijo ser su musa, y el pudo enseñarle cuanto lo deseaba, cuanto amaba oírlo cantar. 

 

-No, es una promesa… o algo asi. 

 

Una promesa, esas le gustaban mucho más, especialmente cuando sucedían en una misión, porque su escorpión compraría su silencio, con unas cuantas caricias, besos, gemidos, harían el amor lentamente, pero conforme pasara el tiempo, terminaría actuando desbordados en su pasión. 

 

-¿Algo así? 

 

Y en ese momento, su alfa deseaba actuar como un idiota, o un obtuso, como si no comprendiera lo que deseaba ofrecerle, a cambio de que se comportara como un soldado decente, a la altura de aquella misión tan importante, aunque bien sabía, que su alfa deseaba escuchar claramente lo que obtendría de concentrarse en algo más que no fuera el. 

 

-Si, una que dice que si te comportas, yo seré muy bueno contigo, cuando podamos estar juntos. 

 

Esta vez Camus desvió la mirada, después de escuchar esa respuesta, retrasando su paso un poco, para darles un poco de privacidad, pero Degel, aún estaba especialmente entusiasmado por su ofrecimiento, no dejaría pasar cualquier oportunidad para amar a su escorpión. 

 

-¿Que tan bueno? 

 

Degel pregunto de forma divertida, como si no lo entendiera, haciendo que se sonrojara todavía más, sin poder creer que su alfa estaba dispuesto a parecer un horrible pervertido frente a su hijo, solo por escuchar lo que le daría de comportarse como lo esperaba. 

 

-Muy bueno.

 

Para Degel eso no era suficiente y también quería demostrarle a Camus, que sus padres se deseaban y que estaba bien, desear a su omega, que su deseo no estaba prohibido, que debía adorar a ese escorpión, porque era su alfa, porque este era su omega, porque lo consideraba hermoso, no debía mostrar temor en el momento de enseñarle cuanto lo deseaba. 

 

-Eso no es suficiente y como ya no eres un mortal, tal vez te olvides de mí, tal vez ya ni siquiera te sea util, así que… 

 

Degel en esta ocasión quiso hacerle sentir un poco culpable, porque pensaba que ya no necesitaba su cosmos helado, pero sabía, que con cosmos o sin él, su escorpión le habría deseado, le habría correspondido y tal vez, su próximo embarazo, que ocurriría después del siguiente celo, el cual, estaría en compañía de su omega cada segundo de este, seria mucho mas fácil de llevar que en el pasado. 

 

-¿Que diablos quieres? 

 

Degel se rió entonces, porque aparte de querer estar con su omega durante un celo entero y disfrutar de la locura de su escorpión, los dos encerrados en su templo, quería un poco de cariño, llevaban demasiados dias sin besarse, o sin tocarse, porque Kardia nunca, o casi nunca, le permitía distraerse con su deseo, durante una misión.

 

-Una prueba de lo que tendré en el siguiente celo, una pequeña muestra de tu amor, cuando encontremos a Sasha.

 

Kardia no había pensado en el siguiente celo, no hasta ese momento, no como su alfa que le sonreía con esa expresión segura de sí mismo, esperando el momento en el cual sus feromonas, sus ánimos se desbordaran, pero esta vez, le dejara estar con él todos los días, cuatro para ser exactos. 

 

-Eres un sucio pervertido. 

 

Se quejo, pero de todas formas, era un soldado de palabra, le mostraría que tanto lo quería, aunque, solo serian unos besos, unas caricias, no tenían tiempo que perder. 

 

-Aun asi me amas, no es verdad, mi dulce escorpión. 

 

Kardia asintió, a punto de repetirle que deseaba concentrarse, sin embargo, enfrente de ellos se encontraba Jamir, su alfa ya no podría seguir fantaseando, ni recordandole porque era que lo amaba tanto. 

 

-Parece que ya llegamos. 

 

*****

 

La criatura de múltiples tentáculos indescriptibles, los que estaban cubiertos de dientes y garras, sostenia al dios del olimpo que luchaba por soltarse, cortando algunos de los miembros despreciables, haciendole daño al mismo tiempo que esquivaba otros golpes mortales para cualquier humano. 

 

Poseidon veía esa batalla en silencio, sin percatarse que Apolo observaba esa traición en silencio, observando como el dios del mar deseaba destruir al dios del olimpo y eso no podía permitirlo, por lo cual, elevando su cosmos, atacó al regente de los mares. 

 

Apolo golpeo con su cosmos a Poseidón, que trastabillo, volteando en su dirección apretando los dientes, no tenía su tridente por lo cual, respondió con un puñetazo, impactandolo contra la mejilla del dios del sol, que lo lanzó al suelo. 

 

El dios del mar dejó que su hijo se enfrentará con su hermano, mientras el se enfrentaria con Apolo, unicamente para darles tiempo, para que pudieran organizar su ofensiva, creyendo en las nuevas generaciones. 

 

-Hemos reinado demasiado tiempo Apolo, ya es momento de liberar a los humanos. 

 

Informó, pateando al dios del sol que estaba en el suelo, que empezó a rodar, para esquivar los pisotones, escuchando su maldición, cuando lanzó un golpe de cosmos, que derribó al dios del mar. 

 

-¡Maldita criatura! 

 

Al mismo tiempo que el Kraken golpeaba varias veces a Zeus, que sosteniendo uno de sus tentáculos le lanzó en contra de su propio padre, cayendo sobre él, sobre su hijo, sin importarle un poco su seguridad. 

 

-Eres una verguenza Poseidón, eres un traidor y un estúpido. 

 

Zeus apenas tenía unas cuantas heridas, aunque estaba debilitado, aun podía levantarse, al igual que la criatura, que se distrajo con su hijo, rodeando su cuerpo con sus tentáculos, como si quisiera devorarlo. 

 

-¿Pensabas que asi de facil podrias derrotarme? 

 

Poseidón se levantó con mucho trabajo, estaba débil, estaba cansado, pero por lo menos, había destruido a Thetis antes de que su hermano llegara con ellos, porque, sabía que esa traidora liberaría a Zeus, como ya había hecho en el pasado. 

 

-¿Te aliaste a mi esposa y a su hijo? 

 

Ares no estaba despierto, Afrodita había sido destruida, Apolo estaba esforzándose mucho para liberarse de los tentáculos de su hijo y parecía que Zeus no estaba interesado en protegerlo, únicamente en matarlo a él, asi que suponía, el mismo dios del olimpo tenía sus propios planes para con la humanidad. 

 

-Estoy muy decepcionado. 

 

Zeus golpeó el rostro de Poseidón con uno solo de sus puños, lanzandolo lejos, haciendo que con la fuerza del impacto su principal pilar fuera destruido, escuchando un gemido de la criatura, que había mordido el cuerpo de Apolo con sus tentáculos, que devoraba lentamente a su hijo. 

 

-No son más que una verguenza… 

 

Zeus al ver que su hijo, el dios del sol, apenas podía liberarse del Kraken se sintió avergonzado, pero era su hijo, era leal a él en la mayoría de las ocasiones, así que, desvió su atención de su traicionero hermano, para atacar de nuevo a la criatura en ese templo, golpeando el ojo de la misma, donde los tentáculos se unían en una figura monstruosa, escuchando un alarido.

 

-Aun soy el dios del olimpo, aún soy el amo de todo este mundo y no hay nada que hagan para derrotarme. 

 

Poseidón entonces, aprovechando la distracción de Zeus, como estaba fanfarroneando, de nuevo lo atacó, logrando encajar en su torso su brazo, esperando que esa herida lo debilitara lo suficiente, sintiendo inmediatamente como su brazo era destrozado. 

 

-¡Maldito infeliz! 

 

Susurro, sosteniéndolo entonces del cabello, para convocar su cosmos en una de sus manos, la fuerza de sus relámpagos, la que descargó en su cuerpo, en su rostro, con un grito de furia, al mismo tiempo que su sangre manchaba el agua que los rodeaba. 

 

-¡Muere! 

 

La criatura reacción de una forma violenta a la muerte de su padre, que cayó al suelo en pequeños pedazos de carbón, de ceniza que fue disolviéndose en el agua, desapareciendo poco después, cuando Zeus lo destruyó con una sonrisa triunfante. 

 

-¡Maldita perra! ¡Los ha puesto en mi contra! 

 

Apolo asintió, su esposa era realmente malvada, pero tenia razon, el regreso de Zeus lo unico que lograria seria que fueron olvidados, que los humanos se rebelaran contra los dioses y ni él mismo, deseaba que su padre se elevará triunfante en el Olimpo, por lo cual, en el momento en el que le dio la espalda, lo atacó, en el mismo punto donde el hueco de su cuerpo se iba cerrando, escuchando un alarido. 

 

-Lo siento padre, pero ellas tienen razón, no puedes regresar a este mundo. 

 

Había conversado con la diosa Hera, con su hermana, llegando a un acuerdo, a un entendimiento mutuo, ninguno de ellos deseaban que Zeus regresará, nadie quería perder su poder, así que lo mejor era destruir a su padre, nombrar a alguien más como su sucesor. 

 

-¡Tú también vas a traicionarme! 

 

Si, el tambien iba a traicionarlo, así que no le respondió, atacando al mismo tiempo que la criatura los devoraba a ambos con su boca llena de astillas afiladas, encerrandolos en su cuerpo retorcido, libre al morir su padre, retorciéndose en el fondo del mar, derribando los restos de lo que fuera la atlántida, que tal vez renaceria, tal vez no. 

 

*****

 

Minos ingreso en el templo donde esperaba ver a su padre, siendo recibido por un soldado de cabello negro y ojos rojos, que estaba sentado en el trono del dios del rayo, a su lado había un anciano de cabellera blanca, un lemuriano, que guardaba silencio. 

 

En la mesa, enfrente del soldado había un frasco con una sustancia de color morado, que parecía brillar con luz propia, con un pequeño dejo de la energía que la recorría, como si fuera un ser vivo. 

 

-Minos de grifo. 

 

Ese sujeto ya sabía quién era él, pero Minos no tenía esa información, mucho menos sabía que había en ese frasco, pero, no estaba asustado, él mismo era poderoso y llevaba consigo la daga dorada que destruía dioses. 

 

-He estado esperando por ti. 

 

Minos se detuvo a una distancia prudente, estaban solos, y el sujeto en el trono se levanto, este vestía las ropas del patriarca de Athena, con algunos cambios, ciertos detalles que parecían hacerlo un patriarca corrupto. 

 

-Me estabas esperando pero aun asi, yo no se quien eres tu, por lo que me tienes en desventaja. 

 

El guerrero sonrió, como si esas palabras le parecieran graciosas, deteniéndose a pocos centímetros de su cuerpo, ladeando un poco la cabeza, pensando en que decirle tal vez, o como decirlo, dejando que pudiera admirar la locura en ese rostro, cuyos ojos tenían la niebla que solamente los maldecidos por el dios Eros poseían. 

 

-Mi nombre es Aspros y como tu, soy un alfa enamorado de su omega, a quien se lo han arrebatado. 

 

Aspros, ya sabía quién era él, era enemigo de Albafica, era uno de los pobres miserables que Eros había maldecido, un soldado sin cordura dispuesto a lo que fuera por obtener a un omega que no era el suyo, un crimen, que el castigaba con fuerza, el único crimen que no podía perdonar. 

 

-¿Como sabes tanto sobre mi? 

 

Minos observó entonces como el guerrero de lemuria, cruzaba sus brazos delante de su pecho, sin decir una sola palabra, dejando que Aspros hablara, que dijera lo que sabía, sin embargo, el alfa demente, cuya mirada era idéntica a la que tuvo cuando quiso destruir a su pequeño hermano, caminó un poco más, para sostener un collar de plata entre sus dedos, como si fuera el collar de un omega, el collar que él tenía en su cuello, del cual estaba orgulloso. 

 

-Soy un hombre viejo que ha sufrido mucho, que amó y fue despreciado, cuyos hijos fueron asesinados, sin que pudiera hacer nada para evitarlo. 

 

Aspros esperaba que Minos hiciera alguna pregunta respecto a su historia, pero guardó silencio, portando su armadura negra, aun del Inframundo, que dentro de poco tiempo se pintaría de blanco, pues era uno de los favoritos de Zeus, el hijo que más amaba y por quien, creía, sentía un amor corrupto, que iba más allá del orgullo que un padre siente por su retoño. 

 

-Que sabe, que comprende bien la necesidad de la muerte y destrucción de Zeus, una que tú has planeado por muchos siglos, pues, esperaba que dos de ustedes se presentaran, sin embargo, eres un alfa sabio, porque comprendes que si le das la espalda tu enemigo te traicionara, arrebatando de tu lado a su pequeño, tu dulce, hermano menor, que también es tu omega. 

 

Minos aún se mantuvo firme, seguro que lo mejor fue no llevar consigo a su omega, porque no creía que estuviera seguro en compañia de ese demente, ni de ninguno de sus aliados, mucho menos, cuando pensaba que podía sentir el cosmos de Eros, en alguna parte de esa construcción. 

 

-Yo quiero matarlo al igual que tú, pero, ese dios antiguo no bajara su guardia a mi lado, solamente confia en ti, porque piensa que eres ese muchacho estúpido que se sentía orgulloso de su sangre divina, una pluma del cuervo, o del águila. 

 

Era gracioso que Zeus confiara en la persona que más le odiaba, quien deseaba destruirlo sin importarle nada mas, pero tambien se preguntaba que ganaba ese soldado al destruir al dios del rayo, porque suponía, que Aspros no actuaba únicamente por su buena voluntad, que habia algo detras de ese deseo por destruir al padre de todos los alfas. 

 

-Yo se que gano con eso, con este deseo en mi corazón… 

 

Pronunció lentamente, esperando que Aspros no creyera que se estaba burlando de él, que estaba jugando con su sentir o que se negaría a destruir a Zeus, porque eso era lo que deseaba, ser libre de sus enemigos, de Zeus y de Eros, sin importarle, cual de los dos caía primero. 

 

-¿Tu que deseas lograr con esto? 

 

*****

 

El kraken parecía descansar en el centro de la Atlántida, de la cual no quedaban más que ruinas, retorciéndose cuando repentinamente un cosmos, un rayo, abrió un pedazo de su carne, justo a la altura de su ojo, la mitad de su cuerpo, haciendo que se agitara, con los últimos espasmos de su milenaria vida. 

 

-¡Malditos traidores! 

 

Zeus salió del interior del cuerpo del monstruo con el arma de Apolo en su mano, la que encajo en el fondo de la Atlántida, sin prestarle demasiada importancia, después de robar su cosmos para el, devorarlo como su padre quiso hacer con ellos, apenas nacían de su madre. 

 

-¡Todos ustedes son unos traidores! 

 

Todos menos sus hijos, su hijo, el grifo de belleza inigualable, quien serviria bajo su mando, una vez que destruyera al hijo de Hefesto, a la semilla de la diosa Hera, porque su buen Minos aun le adoraba, como siempre debió ser. 

 

-Todos menos uno… 

 

El único que hijo que se le parecía, que era como una gota de agua, el era perfecto ante sus ojos, o lo sería, de no tener ese amor desesperado por ese omega, ese obstáculo. 

 

-Todos menos Minos. 


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