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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

 

Paraíso Robado.

 

 

Resumen:

 

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

 

 

***18***

 

El paso de Aspros era lento, demasiado pausado, las heridas provocadas por los dioses menores del sueño eran dolorosas y estaba desangrandose con forme pasaba el tiempo, sin embargo, no eran tan dolorosas como saber la verdad que él mismo no quiso ver nunca, comprender que después de todos esos años de insoportable espera, Manigoldo le había traicionado entregándose a la rosa, a esa sirena.

 

Cuya belleza habia enamorado a más de uno, pero no conforme con eso, a quien decidio arrebatarle era a su hermoso omega de cabellera azul, cuya belleza e inocencia le habian seducido desde el primer instante en que le habia visto.

 

Si no se apresuraba, sí acaso no adelantaba el paso se desangraría, caería mucho antes de llegar al santuario, sin embargo, si no presentaba heridas de gravedad no le creerían, pensarían que se trataba de un traidor y actos de aquella naturaleza se pagaban con la muerte.

 

El primero, Hakurei, no era tan iluso como para despreciar a Cid sólo por el hecho de ser un omega, sabría que algo más ocurrió, que tal vez habian participado en la traicion al santuario, siendo complices de los dioses del sueño, pero en especial de Oneiros, quien era el alfa de la espada.

 

No podia hacer nada al respecto, lo mejor era que ambos estuvieran juntos y así podria salvar la vida de su conejito, el que estaba embelezado con la belleza de Albafica de tal forma que lo pensaba su compañero, cuando esa monstruosa sirena lo encanto con su voz, engañandolo como lo hacian con los marineros, haciendole sambullirse en las aguas de la muerte.

 

Lo unico que estaba en sus manos era proteger a su amado conejito, hacerle ver su error, él sentía a su omega, ese debia ser Manigoldo, pero se negaba a creerlo porque se apresuro a intentar reclamarlo para si como era su derecho.

 

Y esa sirena nunca quiso regresarle su collar a su amado, como podria cuando no existia omega alguna que resistiera su veneno, a pesar de ser un alfa estaba destinado a la soledad, eso era lo mejor para el jardin, para el santuario, para los preciados hijos de la diosa Hera.

 

Aspros suponia que debía apresurarse, pero si lo hacia, en ese momento no le creerian, pero si llegaba malherido, casi al borde de la muerte, escucharían todo cuanto fuera pronunciado por sus labios, lo considerarían un héroe y tal vez, hasta le entregarían su puesto legítimo como el patriarca del santuario ya que Sage, ese debil omega, habia dejado de existir, esta bendicion, vendria  junto a su pareja prometida.

 

Su hermoso cangrejo que aun le esperaba en el santuario, con un celo a punto de terminarse, una noticia que hacia que le doliera el corazon, porque eso significaba que ya no podria reclamarlo como su omega, sino hasta el año siguiente o en el momento de ser patriarca.

 

Al fin, les permitirían cumplir con su destino y no se imaginaba nada mucho mejor que eso, que ser poderoso, tener un compañero, aquella criatura que llego para apoderarse de una parte de su alma, ese pequeño niño tan flacucho pero tan hermoso a la vez, el que estaba cansado, hambriento y por un momento, trato de forma injusta.

 

**********************

 

Aspros aun recordaba aquella ocasión en la cual vio llegar a Manigoldo al santuario, un niño delgado, ataviado con un abrigo viejo, sucio, hambriento y cansado, un pequeño que seguía los pasos del patriarca, observando todo a su alrededor con desconfianza, observándolo de reojo por unos instantes para después desviar su mirada, enfocándola en el cielo.

 

El seguía siendo sólo un aspirante por lo que tuvo que seguirlos con sigilo, escuchando las preguntas que de vez en cuando realizaba el mocoso de cabello azul oscuro, lo que Sage le respondía con demasiada paciencia, seguramente se trataría de uno de los nuevos reclutas, pensó, deteniéndose cuando vio asomarse a la rosa.

 

Quien estaba junto a su padre, Lugonis, el que le sonrió al niño de cabello azul, él que respondió de una forma extraña a la amabilidad del santo de piscis, mirándolo de reojo, sin hablarle siquiera, enfocando su vista en Albafica por algunos instantes como perdido en su belleza, para después correr detrás de Sage, quien seguía su camino sin decir nada.

 

Sentía a su hermano a sus espaldas, el también estaba observando aquella llegada, sin decir nada, sin prestarle atención al niño que se sentó en la mesa del patriarca, aun ataviado con su abrigo, pero con una actitud que ciertamente no era la de timidez, sino por el contrario, actuaba con demasiada seguridad para ser la primera vez que pisaba el santuario, para encontrarse en la mesa del patriarca.

 

Aspros no supo si debía ingresar a las habitaciones del patriarca, generalmente lo visitaba en las mañanas para saber más acerca de sus futuros deberes y el anciano omega, cuyo aroma ya casi estaba apagado respondia a sus preguntas con amabilidad, haciendole algunas otras.

 

Sage al escucharle no le miro siquiera, pero sirvió tres platos con algo de comida caliente y tres vasos con leche fresca, en los platos había un potaje de carne de carnero caliente, humeando, un platillo que le hizo agua la boca al inundar sus sentidos con su aroma, esa era la única invitación que necesitaba.

 

El pan estaba en una canastilla cubierto con un pañuelo blanco, Aspros hizo caso a la invitación velada del patriarca, con quien se veía conversando muy a menudo, después de todo, era el nacido bajo la estrella de géminis, su poder era mucho mayor que el de la mayoría y si se esforzaba podría llegar a ser el patriarca algún día, liberar a su hermano de las sombras.

 

Aspros estaba a punto de tomar un trozo de pan cuando el invitado del patriarca se lo arrebato, dándole una gran mordida para después comer un poco del potaje, llenando su boca de comida, sin ninguna clase de modales, como si fuera un animal.

 

El aspirante a santo de géminis al verlo frunció el ceño enfocando su vista en Manigoldo, quien lo ignoro en un principio, comiendo con tanta rapidez que pensó por un momento terminaría ahogándose, sin comprender que tan hambriento estaba realmente ni por lo que había tenido que pasar desde la reciente muerte de sus padres.

 

Sage no pronuncio palabra alguna, sonriéndole al niño para acercarle su plato sin tocar, el cual recibió con demasiada rapidez, devorando su alimento sin prestarle demasiada atención, bebiendo de la leche, masticando aun su comida, arrancando otro pedazo de pan del que estaba  en la charola.

 

Esa noche era especialmente calurosa pero aun así el niño no dejaba su abrigo empolvado y si se fijaba bien, se veía que no había tomado un baño en días, era sin duda la imagen de un pordiosero.

 

Aspros carraspeo un poco llamando la atención del niño que le observo metiéndose una gran cucharada del caldo espeso en la boca, no parecía arrepentido por nada, ni siquiera parecía darse cuenta de su falta de modales.

 

El colmo fue cuando el niño eructó sin cubrir su boca, sin pedir perdón por eso, recibiendo otra sonrisa de Sage, pero un ceño fruncido de su persona, le molestaban los malos modales y los de este pequeño mocoso eran de los peores que había visto.

 

— ¿Acaso no tienes modales? ¿Tus padres nunca te enseñaron nada?

 

Sage arqueo una ceja al mismo tiempo que el mocoso observaba su plato ligeramente afectado, parecía que de pronto ya no tenía hambre, sus ojos casi comenzaban a llenarse de lagrimas, como si su pregunta hubiera sido especialmente cruel y lo era.

 

Aspros pensaba que la mayor parte de ellos eran huérfanos o como en el caso de Kardia, decidieron abandonar su hogar para buscar su propio destino, por lo tanto nadie les habia enseñado nada hasta que llegaron al santuario, pero  en el caso de Manigoldo era diferente, los padres del pequeño conejito en particular, unas semanas atrás aun seguían con vida.

 

Un detalle que desconocia Aspros, pero no asi el Patriarca, quien con solo una mirada desaprovo sus palabras hirientes, pero no lo regaño por ellas, porque suponia que hasta ese momento no comprendia la crueldad en ellas.

 

— Aspros deja que nuestro invitado disfrute de nuestra hospitalidad.

 

Fue entonces que Sage le aconsejo con su voz suave, alborotando el cabello de Manigoldo quien se veia visiblemente cansado una vez que hubiera saciado su estomago comiendo ese delicioso potaje, llevándolo a su cama en donde le dejaría pasar la noche, al día siguiente le asignaría un lugar en el santuario, un sitio en donde quedarse.

 

Era lo correcto, el pequeño no tenía otro lugar a donde ir, su cosmos estaba conectado con el Yomotsu y se trataba de un omega, eso ultimo lo ponía en peligro si le dejaba estar en esos caminos por mas tiempo, no sabía si algun alfa o beta, o cualquier otro, de saber su condicion trataria de aprovecharse de su orfandad.

 

Mientras tanto, él termino su cena, preguntándose porque parecía que ese mocoso estaba a punto de llorar, sintiéndose culpable de momento, pero diciéndose que no eran esas las formas en las cuales debían comportarse junto al patriarca, aunque fuera el segundo y un omega.

 

— Manigoldo ha pasado por mucho Aspros, nuestro deber como santos de Athena es ayudar a los que nos necesitan, no hacerlos sentir culpables por estar hambrientos.

 

Así que ese era su nombre, se dijo Aspros, preguntándose que había de malo en corregir aquella desagradable actitud, escuchando como Sage tomaba un asiento enfrente de su silla, recargándose en la mesa como si meditara en compartir icon él o no un poco de informacion acerca de su proximo dicipulo, optando por lo primero.

 

— Ese niño, que puede ver a los espíritus, es también un omega y eso lo ponía en peligro si continuaba solo en esa villa o en esos caminos.

 

Tuvo que explicarle el Patriarca, respirando hondo cuando se dio cuenta que comprendia de lo que le hablaba, sorprendiendose al mismo tiempo que sentía desagrado por el doloroso destino de aquel pequeño de cabello azul, que nos e veia como un omega, pero aun así se trataba de uno de ellos.

 

Aspros asintió, había escuchado historias de lo valioso que eran los omegas, Hakurei les había hecho llamar para explicarles la bendición que Zeus les había dado, tendrían poder, libertar, pero mucho más importante aún, un compañero, una criatura creada exclusivamente para ellos, para su placer y gozo.

 

Pero algunas veces, alfas que no encontraban a su compañero o betas que se creían con el poder que ellos tenían, su mismo don, perseguían a los omegas, los hacían suyos por la fuerza, sin importar su edad o su deseo.

 

Los omegas en algunas ocasiones sufrían de las cacerías y si ese pequeño era un omega, sólo en esos caminos, hambriento, cansado, seguramente cuando se dieran cuenta de lo que era, tratarían de hacerle daño, un destino horrible que no sufriría en el santuario.

 

Hakurei también les había dicho que cuando conocieran a su omega lo sabrían en el mismo centro de su alma, lo encontrarían de una forma extraña, casi al azar, podían salir a una misión y verle, o toparse con ellos en una batalla, o como en el caso de Manigoldo, tal vez alguien más se lo presentaría. 

 

— Es el único sobreviviente de la matanza de su aldea en manos de unos espectros, ha pasado días solo rodeado por la muerte, asaltando los caminos para poder sobrevivir, es obvio que solo tiene hambre, no actuó de mala fe y además, de qué sirve la comida en la mesa si no la compartimos con quien la necesita.

 

Le explico de nuevo Sage, esperando que Aspros cambiara su actitud para el joven omega, cuyos celos seguramente aun no habian comenzado, esperando que en vez de jusgarlo, le brindara su ayuda, le hiciera sentir seguro en el santuario, como su compañero de armas, ese era su deber y como un ser humano, eso era lo correcto.

 

Manigoldo era un omega, ese pequeño de cabello azul era uno de los hijos de la diosa Hera, no podía creerlo, no se veía como Albafica, no era lo que pensaba era una de aquellas criaturas que se le figuraban mucho más un cuento de hadas, que algo verdadero.

 

Aspros no supo que pensar en ese momento, Manigoldo era un omega, un pequeño que habían traído al santuario, el que fue recibido por él, tal vez se trataba del destino, pero no quería apresurarse, ese pequeño aun era joven, seguramente aun no tenía lo que Hakurei llamaba como celo.

 

El cual se presentaría en el momento en que su alfa pudiera distinguirlo, anunciando así el regalo de la diosa Hera para los hijos de su esposo, sin embargo, desde que le habían hablado de aquella misión, de su omega, Aspros no deseaba nada más que conocerlo para poder cuidarlo.

 

— Tu en vez de condenar sus acciones deberías mostrarle gentileza, que es aceptado en el santuario y al ser mayor, deberías guiarlo.

 

¿Guiarlo?

 

Se pregunto dibujando una sonrisa en sus labios, comprendiendo que era lo que le estaba pidiendo el patriarca, él quería que protegiera a Manigoldo como Degel cuidaba de Kardia, ese pequeño sería su omega y no sabía si esa orden velada era desagradable o por el contrario, al ser un alfa, tenía que llenarlo de dicha.

 

— Eso haré Patriarca.

 

Respondió apenas, acercándose a la habitación en donde  dormía Manigoldo, observando la mata de cabello azul con extrañeza, para después alejarse de las habitaciones del patriarca, con la seguridad de que ya nunca más volvería a estar solo.

 

**********************

 

Y el habria sido feliz de permitirle cumplir con su destino, con el encargo del patriarca, lo unico que deseaba era proteger a Manigoldo, cuidarlo del peligro, amarlo y ser amado, no creia que fuera un deseo torcido, porque su amor era real, el de la sirena no lo era.

 

Pero el patriarca decidió que Manigoldo no sería suyo, como tampoco lo sería el puesto que le había prometido, ese se lo daría a Sisyphus, o tal vez a Asmita, su omega a esa sirena, Albafica.

 

Sin embargo, eso ya no importaba, Sage pronto dejaría de respirar, el arquero había traicionado al santuario para los ojos de los demás y Asmita, seguía meditando en su templo.

 

Hakurei comprenderia su dolor, él daria su permiso para cuidar de Manigoldo, de su dulce conejito.

 

El primero era mucho más justo, él cumpliría las promesas de su hermano, él comprendería que el puesto de patriarca debería ser suyo y con este su lindo omega de cabello azul, su pequeño cangrejito que lo esperaba en el santuario suponiendo que le dejaría a la rosa asesinarlo con su veneno.

 

La sirena no lo mataría, eso lo juraba en nombre de todo lo divino, él protegería a Manigoldo, como mucho tiempo atrás el propio Sage le pidió que hiciera, aunque el antiguo patriarca nunca cumpliera sus promesas, él si amaba  a su conejito, así que lo protegería del veneno.

 

***19***

 

El guerrero pelirrojo siguió el rastro de ambos santos de Athena en silencio, sonriendo al ver que su misión estaba conectada con la suya, después de todo se dirigían al templo de la diosa pavorreal.

 

Una graciosa coincidencia que le daría la oportunidad para poder admirar un poco más de cerca al escorpión, ese omega de apariencia masculina, sonrisa sádica y ojos penetrantes, con hermoso cabello ensortijado.

 

Este no era débil como su primer omega, no permitiría que lo trataran como un objeto y sería sumamente entretenido de domesticar, si es que podía lograrlo, de alguna manera supuso que sería imposible.

 

Pero eso era lo mejor, así el fuego no se apagaría nunca, siempre habría algo que le mantuviera entretenido y sus técnicas, el frio absoluto de su cosmos siempre estaría aumentando, puliéndose con forme pasaran los años juntos.

 

No le interesaba tener bebés, nunca deseo hijos, así que la enfermedad que hacia practicamente imposble que nacieran los pequeños de ese hermoso escorpión, el que era tan peligroso como el fuego del infierno, no era un problema sino una ventaja.

 

Aunque suponía que como todos los omegas, este deseaba cargar vida en sus brazos, sentirla en su vientre, pero eso no podría ser posible porque aunque se embarazara no creía que pudieran llegar a término.

 

Una verdadera lástima porque sus hijos, los herederos de aquella peligrosa criatura, serían magníficos, poderosos y hermosos, una pequeña ilusión que su futuro compañero se hacía sin entender que nunca lograría dar a luz un pequeño vivo.

 

Era mejor quitarle aquella esperanza de una buena vez, hacerle entender que no tendrían hijos pero no era necesario para que lo amara, para que pudiera darle placer y revivir su corazón muerto, la misma fuerza que alimentaba su cero absoluto.

 

Kardia era como él, su fuego alimentaba su cosmos e incendiaba sus emociones, su hielo enfriaba sus técnicas, el aire congelado que usaba contra sus enemigos, pero al mismo tiempo, destruyo su corazón.

 

Haciéndole un ente que no podía sentir nada, ni amor, ni odio, ni desesperación, nada, como si estuviera muerto o hubiera dejado de ser humano desde que recibió su armadura.

 

Sin embargo, pensaba que había una cura, que un omega y su collar podrían revivir su corazón, traerlo de regreso a la vida, pero probablemente sólo se trataba de un extraño sueño, una ilusión.

 

Su primer omega era hermoso, le conocía desde que fueron unos niños, su alma pudo hacerle creer que su corazón despertaría, pero no lo hizo, sus emociones aun estaban muertas.

 

Después lo abandono por otro alfa, peleo por su libertad rompiendo su promesa como si no valiera nada, él que siempre llevaba a cabo sus juramentos no comprendió al principio porque su omega no pudo permanecer a su lado, pero aun asi no sintio un dolor desagarrador al perderle, no sintio nada.

 

E intento pelear por su compañero, aunque no sintiera nada por él, ni amor ni deseo, nada, sólo la ilusión de reavivar sus emociones, pero el fuego de aquella aguja no era nada comparado al de Kardia, no era ese infierno llameante que amenazaba con destruir todo a su paso.

 

Aquel mentiroso que se llevo a su primer omega era poderoso, pero un farsante, sin embargo, que más daba, que se llevara al omega imperfecto, él deseaba al original, a su amado Kardia.

 

Su segundo omega también era un guerrero que usaba las llamas como su arma y por un momento creyó que podría amarlo, regresar la vida a su corazón, pero era imposible, porque su compañero estaba tan muerto como él.

 

No tenía corazón, era frio y distante, la clase de criatura que fue por unos momentos, antes de perder toda clase de sentimientos haciéndolo desesperar como nunca, creyendo que ya no era un humano, sino una aberración que caminaba como un muerto aquellas tierras.

 

Maldiciendo a la diosa que servía, la armadura que portaba, deseoso de volver a sentir, aunque fuera desesperación, tal vez lujuria, odio, lo que fuera, pero su corazón estaba muerto, tan muerto como su omega.

 

El tercero de ellos fue su alumno, él también utilizaba el aire frio pero no a su nivel, aunque su espíritu de lucha le hacía invencible, pero no tuvo el poder para hacer que su corazon volviera a latir, pero el no sufria su maldicion.

 

Supuso en un principio que se trataba de su omega, pero le mintió y aunque trato de corresponder a su afecto, prefirió darle la espalda por otro más, abandonándolo en su templo de hielo.

 

Tan muerto como su alma o sentimientos, en donde poco a poco creía que perdería la razón, maldiciendo en voz alta, pidiendo a los dioses que respondieran sus plegarias, que le mostraran la forma de sentir de nuevo.

 

Pero no fueron los dioses quienes se apiadaron de él, sino un anciano con el cuerpo de un joven quien al escuchar su llanto, al ver que era rechazado por su omega, por tres de ellos, le mostró un tesoro.

 

Un viejo libro empolvado cuya letra estudiada le pareció aburrida, pero no así sus apuntes, los dibujos y diagramas que en él se mostraban, quien fuera que lo creo había estudiado, comprendía el fenómeno de los omegas.

 

Explicaba que un omega era el guardián del alma de su compañero, de su lazo con su corazón, tal vez por eso él carecía de sentimientos, pero los omegas que tuvo a su lado no le curaron de su mal.

 

Uno que el autor del libro decía compartían todos los santos de acuario, todos los que blandieran aire frio como arma, información que el ya tenía, que no era nada nuevo, hasta que leyó un nombre.

 

Kardia, Kardia de escorpio, un corazón ardiendo en el cuerpo de un omega, un guerrero poderoso que lo trajo a la vida desde el primer momento en que lo vio, su cuerpo, su sonrisa, el fuego de su alma.

 

Aquella fuerza que lo estaba matando le trajo vida a su compañero, le regreso el temor y el gozo, cada uno de los sentimientos que un humano debe tener, los que desbordaban en su pecho con un simple acto de su escorpión.

 

Lo deseaba tanto, lo amaba tanto, le quería a su lado por siempre, el era su corazón, su fuerza para seguir sintiendo, a cambio, ese hombre en las sombras, aquel que poco a poco empezó a odiar con fervor, mantenía vivo a su escorpión con su aire frio.

 

Su cuerpo era tan ardiente que no podía soportarlo, su corazón se quemaba, pero él también tenía esa fuerza, el también podía mantenerlo vivo y su desesperación era mucho peor aún, porque él a pesar de conocer a esos omegas no pudo sentir nada.

 

La emoción que sintió fue tanta que leyó cada una de las hojas varias veces y fue poco después de un año a preguntarle al sabio guerrero si había más información, si conocía quien fue ese Kardia.

 

De tan sólo leer acerca de esa criatura su corazón volvió a latir, necesitaba verle, conocerle, sentirle y si tenía suerte, poseerle como su alfa, su compañero, no ese escribano que tenía el atrevimiento de sumergirse en viejos libros en vez de prestarle toda su atención a su compañero.

 

Decenas de diarios se abrieron frente a él, parecía que algunos fueron escritos por un muchacho, otros por un adolescente, quien fuera que los relataba creció admirando a su compañero, a su omega, haciéndole maldecir en voz alta, gritar su desesperación al entender que su omega, el que le hacía humano con solo leer sobre su persona llevaba siglos muerto, ya no existía nada de él, ni siquiera descendencia que pudiera rastrear para ver si tenían un poco de su fuerza.

 

Desespero como nunca maldiciendo su suerte, la de ese otro santo de cristal, preguntándole a los dioses porque eran tan crueles, porque no dejarle conocer a alguien como él, una criatura que pudiera amar, que le hiciera sentir de nuevo.

 

De pronto al revisar cada uno de los libros buscando una fecha, un lugar donde comenzar a buscar noto una hoja que estaba doblada, un detalle que se le había escapado.

 

Esa hoja doblada marcaba una fecha, esa fecha estaba escrita con otra pluma, esa letra era descuidada, furiosa, viva, debía ser de Kardia se dijo recorriéndole con las puntas de sus dedos, sonriendo al pensar que estaba tocando algo que toco su escorpión, cerrando los ojos tratando de imaginarse como sería su aroma, uno fuerte, deliciosamente atractivo, su piel suave, su cabello sedoso.

 

Pero no tardo mucho tiempo antes de encontrar otro tesoro, esta vez por su cuenta cuando comenzó a revisar los pergaminos, los libros en los estantes, todo cuanto estaba a su alcance.

 

Encontrando un rollo, un lienzo guardado entre muchos otros con la misma fecha que ya conocía de memoria, abriéndolo con cuidado de no romperlo, como si se tratase del santo Grial, del testamento de su diosa, descubriendo poco a poco en ese pequeño pedazo de tela un tesoro aun mayor.

 

Era un cuadro pintado mucho tiempo atrás, en el estaban dos hombres, uno con lentes que no sonreía, a su lado estaba él, lo supo por aquella sonrisa, por su uña que el pintor apenas pudo captar, una roja, incendiada.

 

Los dos estaban vestidos como unos hombres cualquiera, un traje negro con un abrigo largo, el que tenía lentes llevaba su cabello recogido en una coleta, observaba al pintor con una expresión muerta casi, de no ser por aquel insoportable orgullo que pudo ver en sus ojos.

 

El otro, Kardia, tenía el cabello corto, como si algo o alguien se hubiera atrevido a cortar su divino cabello ensortijado, su escorpión sonreía, rodeando el hombro del santo de cristal con una postura desinhibida.

 

Sus ojos fijos en los suyos, como si lo estuviera observando a través de aquella pintura que robo, guardándola junto a los demás libros, la que veía de vez en cuando en sus noches de soledad.

 

Ignorando la felicidad de su traidor amante, el que ya tenía hijos, pequeños monstruos que ese alfa protegía y entrenaba, las cartas de su segundo alfa se iban apilando, ni siquiera se molestaba en leerlas, no tenía caso alguno.

 

El tercero, su alumno a veces le visitaba tratando de ayudarle, animarle a salir de su encierro, pero marchándose con su compañero una vez que comprendía que no estaba interesado en hablar con él.

 

Pensando que la cordura se le escapaba de las manos, pero que más podría hacer si su omega, el que debió ser suyo y le hacía sentir de nuevo nació en otra Era, en otro momento y lugar.

 

Kardia se entregaba a un alfa que no se lo merecía, aliviaba su maldición con su compañía, con el fuego de su alma, haciéndolo desdichado, preguntarse si acaso moría, si existía la reencarnación en la siguiente vida podría verle, hablarle, conocerle.

 

Podría renacer en sus brazos, su alma y su corazón dichosos por sentirle a su lado, su collar colgando en su cuello, su piedra un poco por encima de su pecho, amando a su fuerte criatura de fuego, su omega perfecto.

 

Haciéndole desesperar como nunca antes hasta que aquel guerrero, ese magnífico maestro que compartía su dolor, el de amar a un omega que nunca pudo ser suyo pero debió ser su compañero, se apiado de él, encomendándole una misión de suma importancia.

 

No para la diosa Athena, sino para el propio guerrero que le mostró la salvación, presentándole un ente que usaba el tiempo como arcilla, moldeándolo a su antojo, él que podría mostrarle a su amado, a su omega perfecto a cambio de su ayuda.

 

Necesitaban de un soldado que nadie conociera, que pudiera cumplir con sus ordenes, su corazón muerto le hacia el candidato indicado y a cambio, como pago a sus esfuerzos, podría renacer junto a su omega, su corazón latiría de nuevo, su espíritu brillaría con el ardor de su fuego eterno, sin importarle que el escriba perdiera sus sentimientos, eso qué más daba cuando Kardia podría ser suyo.

 

Las palabras de Kardia lo despertaron de su estupor, ni siquiera en ese momento ese escriba le prestaba atención a su tesoro robado, eso le convenía, porque él deseaba a ese magnífico escorpión para brindarle toda la atención que necesitaba.

 

— Kardia… tal vez él no te presta atención… pero yo si lo hago. 

 

***20***

 

 Valentine era el lugarteniente de su amado señor, era su más leal espectro y él único que parecía preocuparse por su dragón lo suficiente para comprender lo que sería de su amado si acaso Minos lograba su propósito.

 

***

 

Hola, espero que este capitulo les haya gustado y hasta el momento las parejas originales van ganando, con dos excepciones, Oneiros y Aspros, aunque Minos tiene varios votos a su favor, junto a Regulus.

 

Les tengo las mismas preguntas de antes, las que estoy tomando en cuenta para los sucesos que vienen, pero debo decirles que por el momento, todos tienen las mismas posibilidades de vencer.

 

Así que...

 

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

P.D. Si tienen alguna pregunta, con gusto puedo responderla si no contiene un spoiler.

 

Muchas gracias, nos vemos el próximo primero de mes.


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