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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

 

Paraíso Robado.

 

 

Resumen:

 

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

 

***29***

 

Manigoldo se negó a marcharse a pesar de las órdenes recibidas por Hakurei, no lo dejaría solo en ese horrible templo rodeado por las rosas venenosas, ignorando las advertencias de Shion, el que sabía muy pronto lograría separar al cangrejo de su hermosa rosa de pétalos celestes, sí quería desobedecer a su maestro que lo hiciera, tarde o temprano Aspros regresaría al santuario y con él traería el collar de su omega como el dios menor del sueño se los prometió.

 

Nadie le creería al cangrejo, lo llamarían mentiroso y le forzarían a realizar lo correcto, aceptar el alfa que tenían preparado para él, eso era mucho mejor que permitir que un espectro lo tomara durante la guerra  o  morir envenenado por su necedad, dejando libre a su rosa de su constante acoso, la que sin el cangrejo solamente dependería de su afecto para sentirse humano, una vez que Manigoldo se marchara con verdadero Alfa.

 

Shion les dio unos últimos instantes de privacidad, era lo mínimo que podía ofrecerle a su rosa, el pobre Albafica estaba confundido, él no podía tratarse de un alfa porque su belleza no era como ninguna que hubiera visto y los omegas eran hermosos.

 

El collar siempre estuvo a su lado, era la culpa de Manigoldo que pensara que podían engañarlos, utilizando el veneno de su cuerpo como una cortina de humo, confundiendo a Sage, pero no a su maestro, el era sabio y un alfa que los comprendía, a diferencia del segundo con  su debilidad omega.

 

En el interior del templo Albafica sostenía a Manigoldo entre sus brazos, quien estaba aferrado a su cintura, su mirada fija en el cielo preguntándose cuantas veces había observado ese mismo paisaje durante su niñez maldiciendo su soledad, preguntándose porque le había tocado ese destino a él, porque no pudo nacer como cualquier otro santo y su constelacion guardian fue Piscis.

 

Cuando era un pequeño viviendo con su padre, le molestaba ver su rostro, el que era más parecido al de una niña, su cabello sedoso, sus ojos grandes y expresivos, su cuerpo delicado, casi etéreo, haciendo que se odiara por su belleza, envidiando en secreto a santos mucho menos agraciados que él, los que tampoco eran demasiado poderosos, quienes no eran hermosos pero no tenían que cargar con su veneno ni su soledad.

 

En ciertas ocasiones llegaba a sentirse como una muñeca de porcelana, sola, fría en un estante, alejada de todos los demás, condenada a pasar el resto de su existencia aislada, pero al menos, su cosmos le servía para defender al santuario, su sangre envenenada protegía a su diosa y cada uno de sus habitantes.

 

Debía estar conforme, el amor no era para él y a diferencia de su padre, no tendría que ver como su alfa perecía entre sus brazos al heredarle a su progenie su maldición, la segunda de ellas, la primera ser uno de los hijos de Hera, uno tan hermoso como la diosa del amor.

 

Albafica era un alfa, contra todo pronóstico había nacido uno de ellos entre las rosas, cuyo veneno superaría al de su propio padre, quien le miro con lastima cuando supo de aquella vuelta del destino.

 

No había nada peor que asesinar a la persona que amabas a cambio de una sola noche perfecta, pero en esta ocasión, ni siquiera tendría un recuerdo de su amado, porque su omega moriría cuando su pequeño lo tocara, jamás podría tener descendencia y tal vez aquello era lo mejor, su familia había sufrido demasiado por culpa del veneno de las rosas, era el momento de que pudieran descansar de aquel martirio.

 

El joven aspirante a Santo de Piscis al escuchar la horrible verdad acerca de su signo, del poder de las rosas y el veneno de su sangre, comenzó a resignarse, nunca tendría a nadie que compartiera su destino, estaba solo en medio de las rosas, pero al menos su existencia tenía un propósito.

 

Pero a los pocos meses de  haber descubierto que se trataba de un alfa, un ave que se atrevió a cruzar el jardín envenenado con un tesoro en sus garras cayó en picada a sus pies, la pobre criatura no comprendió su destino cuando escapo de un águila, un ave de presa que desvió su vuelo cuando sintió el aroma de las rosas, demasiado lejano para poder lastimarle.

 

Albafica recogió el collar que tenía una forma extraña en el, una esfera azul con una mancha que tenía la forma de una calavera, la que al tocarle con sus dedos desnudos, como si absorbiera parte de su cosmos cambio de forma, unas zarzas envolvieron a la mancha para que de pronto se convirtiera en una rosa con una calavera a la mitad de sus pétalos.

 

El santo de Piscis recordaba haber corrido con su padre para decirle lo que había encontrado, como el collar cambio de forma cuando lo toco, Lugonis de pronto le sonrió con pena, diciéndole que no debió tocarlo, que ese dije era uno de los regalos que la diosa Hera les hacía a los omegas, mostrándole el suyo, uno rojo con una rosa formada por acero en su interior.

 

No obstante sin atender a las palabras de su padre Albafica lo colgó de su cuello con una sonrisa, lo recordaba bien, el sentimiento de dicha al saber que había una criatura creada para él, un omega perdido en la inmensidad del mundo que también lo buscaba para estar a su lado, para que ambos pudieran descansar en los prados de su madre cuando por fin la muerte viniera por ellos.

 

Pasaron varios años de soledad, la sangre en sus venas cada vez era más poderosa, solo Shion de Aries, quien era tres años menor que él visitaba su templo, manteniéndose a una distancia prudente, su amigo había visto en más de una ocasión el collar de su cuello, preguntándole si era un omega, una respuesta que nunca respondía porque pensaba que no tenía caso decirle que se trataba de un alfa, nunca le creerían a causa de su belleza.

 

Con forme pasaron los años comenzó a perder la esperanza de conocer a esa criatura que estaba hecha para él, como podría si nunca saldría de su templo a menos que fuera para realizar misiones, buscando espectros u otras huestes enemigas de la humanidad, su padre le decía que eso era lo mejor, que su veneno mataría a su amado, pero de pronto, una noche, el destino se lo presento.

 

Recordaba estar sentado en las escaleras del doceavo templo, una extraña sensación le dijo que tenía que permanecer en vela, el collar brillaba tenue, como si se tratase de un corazón, un resplandor que pensaba solamente podía verlo él porque Lugonis no se percato de aquel cambio.

 

Esa noche era diferente a las demás, Albafica estaba seguro de eso, tan seguro como que en ese momento su omega se aferraba a su cuerpo, tratando de disfrutar de las últimas horas de su celo, el cual se los habían robado para entregárselo al santo de géminis.

 

Recordando aquellos instantes podía imaginar al joven Aspros caminando detrás de Sage, a varios metros de distancia, siguiendo al patriarca que confiaba en que su padre le hubiera explicado todo lo que tenía que saber acerca de su condición, el anciano lemuriano también pensaba que se trataba de un omega, no un alfa especialmente hermoso.

 

Sin embargo, eso no le importaba, su omega estaba fuera del santuario buscando por él, tal vez solo, esperando recibir una señal justo como Albafica lo hizo todo ese tiempo, la que llego en forma de un niño mayor de cabello azul, el que vestía unos andrajos, estaba cansado y hambriento, el que se perdió en su mirada ese primer instante, pero intento ignorarle en un principio.

 

Los primeros meses Aspros y Manigoldo pasaban demasiado tiempo juntos, el agresivo aspirante a cangrejo admiraba al futuro santo de géminis, eso no podía ignorarlo, mucho menos su dolor al tener que mantenerse en las sombras, observándolo de lejos para mantenerlo vivo.

 

Manigoldo no le prestaba atencion, pero sabía que los seguia a todas partes, sin embargo, al ver su collar su mirada cambio de pronto por una de completa ira, reconociendo el dije que colgaba de su cuello como el suyo, actuando de forma contraria de cómo se imagino sería su primera reunión con su omega, ni siquiera el instante en que por fin comprendiera que era su alfa, porque recordaba perfectamente que Manigoldo estaba furioso.

 

Su omega camino en su dirección acusándolo de ser un ladrón, de no respetar los regalos de los dioses, exigiéndole que le devolviera su collar, Albafica aun recordaba ese día con claridad, él estaba sentado en uno de los pilares alejado de todos los demás observando a Manigoldo, su padre aun seguía vivo y de pronto, el insensato cangrejo se le lanzo encima para intentar recuperar su collar por la fuerza.

 

Aun podía verse a sí mismo luchando con Manigoldo en el suelo, tratando de mantener su tesoro en su cuello, sintiendo los puñetazos del mayor contra su cuerpo, viendo su furia desbordada, su desesperación cuando él se negó a regresarle su collar.

 

Ese día estaba fresco en su memoria, porque fue en ese momento que confirmo sus deseos, cuendo estos se hicieron realidad, el cangrejo era su omega, su collar simplemente llego primero, hasta encontró gracioso que su compañero fuera fuerte y masculino.

 

Albafica de solo cerrar los ojos podía rememorar ese momento, viéndose a él mismo en el suelo, forcejeando con el otro niño para mantener consigo su regalo, haciendo que Manigoldo cada vez se enojara más y utilizara mucha más fuerza para recuperar el regalo de la diosa Hera para su alfa, su collar que era legítimamente suyo, porque el aspirante a cangrejo tenía que ser su compañero, así lo dictaban los dioses.

 

Y de pronto no pudo más que perderse en sus recuerdos de aquel primer día…

 

***********

 

— ¡Regrésame mi collar, maldito ladrón!

 

Manigoldo no entendía el peligro de su sangre envenenada y él por momentos le olvido, siendo esa la primera vez que otra persona que no fuera su padre lo tocaba, una sensación extraña que le hizo sonreír, haciendo que su omega pensara que se estaba riendo de sus esfuerzos.

 

— ¡No, este collar es mío, las rosas me lo regalaron!

 

De pronto Lugonis al ver lo que pasaba entre su hijo y el alumno de Sage no pudo creer lo que veía creyendo que dentro de poco el niño de cabello corto perdería la vida, siendo el patriarca el primero en actuar, separando por la fuerza a Manigoldo de su cuerpo, quien seguía retorciéndose, tratando de recuperar el regalo que las rosas le habían hecho.

 

— ¡Detente Manigoldo!

 

Le ordenaron al mismo tiempo que Lugonis le ayudaba a levantarse, sin atreverse a decir nada, él era el único que sabía que era un alfa, que tal vez lo que decía Manigoldo era cierto, ese collar era suyo pero lo tenía su hijo porque era su compañero, admirando el hecho que su omega no resulto herido por el veneno de su retoño.

 

— ¡No! ¡Es mi collar y lo quiero de regreso!

 

Albafica se aferro al collar, llamando la atención de Lugonis, al mismo tiempo que Sage suspirando, se llevaba a Manigoldo a rastras para tratar de convencerlo de su error ya que no recordaban un día sin que portara esa perla con orgullo, y en efecto ese collar era suyo, pero porque él se trataba del alfa de su alumno, no porque fuera un omega.

 

— Deberías regresárselo.

 

Pronuncio de pronto su padre muy serio, esperando que solo así entregara el collar de su omega, seguro que se trataba de su alfa pero que nadie más, ni siquiera su padre le creería.

 

— No, este collar es mío, Manigoldo es mi omega.

 

Su padre se lo había dicho, el collar lo guiaría a su omega y así fue, Manigoldo llego unos años después pero lo encontró, sin importar que nunca pudieran estar juntos, su cordura dependía de esa ilusión, de pertenecerle a alguien, aunque no pudiera tocarle, aunque fuera ese aspirante tan grosero, el que era de cierta forma lindo, como un perrito o un conejo.

 

— No es justo que lo conserves, solo evitaras que Manigoldo encuentre una pareja si no tiene su collar, mi pequeño milagro, aunque ese niño sea tu omega, nunca podrás estar a su lado, no crees que lo mejor es dejarlo libre.

 

Pero el negó aquello, no estaba dispuesto a dejarlo ir, no era justo que por culpa de su veneno tuviera que permanecer toda su vida solo, sin importar que su omega no pudiera tener otro alfa, que tuviera que pasar el resto de su vida solo como Sage, él no entregaría su única oportunidad para estar con una persona, para ser amado, sólo porque tuvo la desgracia de nacer bajo la estrella de la casa de Piscis.

 

— No.

 

Lugonis jamás le había escuchado desobedecer, jamás le había visto comportándose de aquella forma, así que le miro fijamente, su pequeño estaba decidido, no le robarían a su lindo omega.

 

— Este collar es mío, las rosas me lo regalaron y sé que Manigoldo me reconocerá como tú lo hiciste con mi padre, tu lo dijiste cuando pensabas que era un omega, el me buscara ahora que sabe que yo soy su compañero.

 

***********

 

Esa fue la primer discusión que tuvo con su padre, pero no fue la única, no hasta que su sangre lo asesino y en ese momento supo que no podía poner en peligro a su omega, por lo que comenzó a alejarse de su lado, aunque aun mantenía su collar consigo como prueba de que aun él pertenecía a otro ser.

 

En aquel tiempo Albafica no estaba seguro que eso pasaría, pero necesitaba aferrarse a esa esperanza, como en esos momentos tenía que convencerse que encontrarían la forma de estar juntos, cuando se daba cuenta que su omega no lo creía de esa forma, él había perdido la confianza en su futuro, por eso trataba de pasar todo el tiempo que les quedaba juntos, porque Aspros regresaría de su misión, cuando eso pasara, ese alfa trataría de lastimar a su omega.

 

— No dejare que te lastimen.

 

Manigoldo asintió, inseguro de su promesa, pero no quiso contradecirlo porque sabía que eso le dolería demasiado a su alfa, el que no sobreviviría una justa contra el futuro patriarca, él no era tan fuerte si el veneno de su sangre se encontraba disminuido.

 

— ¡Manigoldo! ¡Sage ha despertado y necesita verte!

 

Albafica lo sostuvo de pronto de la muñeca, no quería que se marchara de su templo, su instinto le gritaba que eso era una mentira, Sage estaba en muy mal estado, era imposible que se hubiera recuperado con tanta rapidez.

 

— ¡No vayas!

 

Trato de suplicarle, pero Manigoldo se soltó deseoso de hablar con su maestro, nadie podía mentir de aquella manera tan cruel se dijo, corriendo detrás de los tres santos de plata, aquellos que Albafica reconocía como de los más cercanos al santo de géminis, eran después de todo, quienes le admiraban mucho antes de tener su armadura.

 

— ¡Manigoldo!

 

Grito y lo hubiera detenido de no chocar contra la barrera de cosmos que solamente una persona podía producir, ese era Shion, quien sin duda a sus quince años era demasiado poderoso, tanto como los dos ancianos juntos.

 

— Mi maestro no quiere que estén juntos Albafica, lo siento mucho. 

 

***30***

 

Kardia después de compartir su secreto con Degel guardo silencio, manteniéndose varios pasos adelante que su compañero, todo ese tiempo con un extraño sentimiento que lo sofocaba, era como si sus instintos le gritaran que debía tener cuidado, protegerse del peligro.

 

Degel no se atrevía a acercarse a él, respetando su deseo momentáneo por estar solo, sabía que en ese momento Kardia buscaba un poco de privacidad, seguramente recordaba aquellos felices meses en los que pensaron que todo saldría bien.

 

Y así era, Kardia aunque trataba de no recordar su embarazo, generalmente en aquella época del año terminaba por hacerlo, en especial cuando creía que por fin lograría tener a su pequeño en sus brazos, si la diosa Hera así lo deseaba.

 

Kardia recordaba la debilidad de aquel año, la que siempre llegaba con el deseo absoluto por su compañero, en algunas ocasiones era el quien forzaba a Degel a permanecer en su cama todo el día, cada minuto de su celo, ni siquiera tenía apetito en aquellos momentos en que podía admirar el aroma de su alfa.

 

Mucho menos sentirlo en su cuerpo, apoderándose de su cordura, sentirlo entre sus piernas o acariciarlo en su cama, cuando le ordenaba que le diera el control a él, en algunas ocasiones intercambiaban el placer, otorgandolo o recibiendolo, con ellos jamas era sobre el control.

 

Aunque Hakurei pensaba que su alfa era el dominante, quien siempre tenía el control, Degel con mucho gusto le dejaba hacer lo que deseara con sus cuerpos, permitiéndole poseerlo, abriendo sus piernas para que se volvieran uno.

 

Pero aquel día, lo único que deseaba era ser poseído por su amable alfa, quien se fundió en su cuerpo y aquella ocasión, su sexo, con la característica física que lo señalaba como un alfa, se anudo en su cuerpo evitando que su semen se desperdiciara.

 

Los omegas durante el celo producían un perfume que atraía a los alfas, indicándoles que estaban deseosos y dispuestos para ser fecundados, su cosmos se dividía a la mitad cuando eran poderosos, cuando no lo eran estaban casi indefensos, preparando su cuerpo para la gestación de la nueva vida.

 

Su cuerpo de la misma forma se sentía mucho mas caliente, deseoso de tener relaciones sexuales con su compañero, un simple roce le hacia gemir, un beso lo desarmaba por completo, de tal forma que siempre estaba excitado, llegando a ser doloroso en aquellos omegas que no tenían pareja o que esta realizaba alguna clase de misión.

 

Pero Degel nunca lo abandonaba, siempre estaba al tanto de sus celos y de sus deseos, admirando su cuerpo desnudo, su humedad, una característica de los omegas era que su cuerpo se humedecía durante los actos sexuales, pero mucho más aun durante el celo, pero esta humedad por molesta que fuera les servia como un lubricante natural, así como una forma de atraer a sus amantes, indicarles que ya estaban listos para tenerlos en su cuerpo.

 

Degel en aquellas épocas del año se comportaba de una forma posesiva, siempre estaba a su lado y en algunas ocasiones, le comento, que deseaba romperle la cara a Manigoldo, por pensar que se trataba de un alfa intentando robarle a su compañero.

 

Una noción extraña, pero que le divertía demasiado, su pacifico y mesurado Degel estaba dispuesto a lastimar a uno de sus compañeros porque pensaba que le arrebataría a su corazón, un apodo que le gustaba, que significaba tanto para ambos, porque comprendían que eso eran para ambos.

 

Pero no sólo era por el placer de tener sexo con su alfa que amaba esa época del año, sino por la seguridad que irradiaba, su presencia y su cosmos rodeándolo, así como su amado cubo de hielo como le decían sus hermanos omegas, Cid y Manigoldo, podía admirar su aroma natural, el perfume que decía eran sus feromonas, las que le hacían perder la cabeza, desearlo más que nunca.

 

Todos los omegas pasaban por lo mismo de una u otro forma, algunos padecían sus celos, encontrándolos dolorosos y molestos, otros los disfrutaban, pero según parecía, la intensidad del celo estaba ligada al poder del omega y ellos, que eran especialmente poderosos, tenían un celo cuya fuerza los dejaba vulnerables.

 

Los malestares comenzaban unos días antes cuando su deseo iba incrementando su intensidad, para el, durante el tercer día su humedad, la que estaba localizada entre sus nalgas, le hacia encerrarse en su templo, a él y a casi todos los omegas, por esa razón existía un santuario en donde podían guarecerse.

 

Los pocos omegas de rangos inferiores del santuario le utilizaban, creía que Yato pensaba pasar en ese sitio sus celos, aunque todavía no estaba en edad para sentir el primero, pero no así los omegas que vestían armaduras doradas.

 

El no la necesitaba porque tenía a Degel, Manigoldo era protegido por Albafica, quien lo encerraba en su templo para que Aspros no pudiera llegar a su amigo, al que era su omega, Cid, siempre se encerraba en sus habitaciones, pocas veces padecía su celo, pero de necesitar ayuda, él se encargaría de proteger al mayor los días que faltaran para que el celo de capricornio terminara.

 

Cada año lo visitaba para llevarle provisiones, sabanas limpias, todo lo que suponía podría necesitar, esperando serle de ayuda, como Cid le brindaría la suya de necesitarla.

 

Los omegas eran quienes padecían la debilidad de movimiento durante los celos, aunque después de un orgasmo, dependiendo la fuerza que tuviera, tenían cierta libertad, podía salir al pueblo o realizar cualquier clase de tarea, su diosa madre no quería que murieran por inanición o cansancio.

 

Pero ese celo en particular su cosmos no regreso como lo suponía, como siempre regresaba, los primeros días no pensó nada de eso, creyendo que se trataba de algo normal, nada de que preocuparse, pero cuando cumplió la tercera semana y su debilidad seguía presente no pudo más que comentarle a su alfa lo que sucedía.

 

Degel recibió la noticia con miedo, pensando que su omega necesitaba cuidados especiales, tal vez lo hacia, pero aguardaron una semana más, en espera de que la fuerza de Kardia regresara a ellos.

 

Sin embargo, esta no volvió, en realidad, creía que se sentía un poco más débil que antes, por lo cual, Degel comenzó a buscar ayuda, creyendo que lo mejor era acudir con Sage, él era un omega mayor, sabría lo que estaba pasándole a su compañero.

 

***********

 

— Gran patriarca, necesitamos hablar con usted, es de suma importancia.

 

Degel estaba nervioso, pero Sage no podría adivinar que estaba pasando, muchos decían que era virgen, un santo como su diosa, a quien le ofrendo su vida como su cuerpo.

 

— ¿Que ocurre?

 

Sage pregunto con curiosidad, mirándolos de pies a cabeza, para el no se veían en mal estado, no creía que hubieran peleado y su bendición la habían obtenido mucho tiempo atrás, no obstante, al ver que Kardia se sonrojaba ladeo un poco la cabeza.

 

— Degel, porque no nos dejas a solas unos minutos, te prometo cuidar muy bien de tu omega en tu ausencia.

 

Degel no quiso alejarse en un principio, pero después, asintió, dejando sólo a Kardia, quien se cruzo de brazos ligeramente molesto, escuchando como Sage se levantaba de su trono, caminando en su dirección.

 

— Han peleado acaso, porque pareces tan molesto, Kardia.

 

Kardia suspiro sin decir nada en un principio, para después, desviando la mirada, susurrar unas cuantas palabras que no pudieron escucharse, haciendo que se sonrojara aun más.

 

— No pude escucharte, Kardia, porque no hablas con un poco más de fuerza.

 

Sage parecía consternado, no era para menos, Kardia estaba demasiado nervioso, como si le ocultara información valiosa.

 

— Mi cosmos no ha regresado...

 

Susurro, notando como Sage abría los ojos un poco más de la cuenta, parecía sorprendido, preguntándose tal vez, si acaso había escuchado bien su respuesta, si en verdad había dicho lo que supuso que dijo.

 

— Después de tu celo...

 

Kardia asintió mordiéndose el labio, sin saber que más decirle, suponiendo que eso era lo único que necesitaba confesarle al patriarca.

 

— Ustedes dos tuvieron relaciones durante su celo y tu cosmos, en vez de regresar como cada año, ha decidido mantenerse oculto, eso es lo que me estas diciendo, que aun sigues débil, Kardia.

 

El joven escorpión volvió a asentir, mirando fijamente a Sage, quien parecía tranquilo, para después sonreírle con delicadeza, llevando sus manos a sus hombros.

 

— Aun eres muy joven Kardia, esperaba que aguardaran al menos un año más, pero supongo que tu deseo por tu joven alfa fue demasiado para poder soportarlo.

 

Kardia asintió, recordaba que su patriarca le había solicitado esperar antes de tener relaciones durante un celo, dándole la libertad de amarse fuera de este, pero no pudo soportar el ardor de su cuerpo, el deseo por su alfa desde el primer celo.

 

— ¿Que es lo que me pasa?

 

Le pregunto asustado, esperando que no fuera grave, su omega murió demasiado joven y el no deseaba apartarse de su alfa, lo amaba demasiado para dejarlo solo.

 

— Estas embarazado, eso pasa cuando tienes relaciones sexuales con un alfa durante tu celo.

 

Kardia en un principio guardo silencio tratando de comprender lo que su patriarca le había dicho, para después sonreír, emocionándose por la idea de ser padre, de dar a luz a un pequeño de ambos.

 

— ¿Esta seguro gran patriarca?

 

Sage asintió, por supuesto que estaba seguro, que mas podría ser se dijo en silencio, tratando de compartir la felicidad del joven santo dorado, comprendiendo que se trataría de un embarazo muy difícil, que probablemente no llegaría a termino debido a la edad del escorpión.

 

—¿Estoy embarazado de verdad?

 

De nuevo Sage asintió, acariciando su mejilla con delicadeza para después llamar a su alfa, quien ingreso con un paso rápido, creyendo que su omega estaba en peligro.

 

— Kardia esta embarazado, Degel, como su alfa es tu deber mantenerlo cómodo, alimentado y tranquilo, las emociones fuertes no son buenas para el embarazo, ademas, su temperatura debe ser constante mas que nunca.

 

Degel observo a Kardia de pies a cabeza por algunos instantes para después cargarlo de la cintura, dando vueltas emocionado, imaginándose un hermoso futuro con un pequeño propio corriendo en los templos del santuario.

 

— Kardia no podrá realizar misiones en los próximos dos años y su entrenamiento debe detenerse, en algunos días haré llamar a Luco, el era el hermano de Lugonis, también es un partero, tendrán que obedecerle en todo por el bien de su pequeño o pequeña.

 

***********

 

Luco los visito dándoles una larga lista de lo que debían hacer, como debía alimentarse y descansar, prometiéndole que cada mes lo visitaría para ver como transcurría su embarazo.

 

Por primera vez en todo ese tiempo, Kardia siguió las ordenes del medico al pie de la letra, ya no entrenaba ni realizaba ninguna clase de esfuerzo, manteniendo su espíritu tranquilo, paseando en Rodorio vestido como un aldeano cuando se aburría, buscando ropa que le gustara en pequeñas tiendas, muebles, aun aquel sitio en donde su pequeño crecería, porque un bebé necesitaba de un hogar adecuado, con pequeños de su edad con quien jugar.

 

Su pequeño sería un santo de Athena, pero tendría una vida alegre, la de cualquier niño de su edad, sin embargo, el destino no quiso que su deseo se volviera realidad, porque cinco meses después de la gran noticia comenzó a sentirse mareado, mucho más débil de ser posible.

 

Kardia sentía que su cuerpo se quemaba, su corazón empezó a latir con fuerza y esa misma noche, cuando el dolor fue insoportable, lo supo antes de que Sage o Luco le dijeran las malas noticias, su pequeño había muerto, su cuerpo, su cosmos lo mato.

 

Degel quiso decirle que eso era normal, aun el propio Sage se lo dijo, Luco no los corrigió, pero él sabía que fue su culpa, su cosmos mato  a su pequeño y desde ese momento, ya no dejo que su alfa le tocara durante los celos, suplicándole por ayuda a Cid y a Manigoldo, quienes actuaban como sus chaperones, evitándole que buscara la cura de su dolor.

 

— Ya no te sigas atormentando.

 

Le suplico Degel, comprendiendo muy bien que sus pensamientos, sus recuerdos estaban enfocados en aquellos momentos llenos de dolor.

 

— A veces me lo imagino, habría sido hermoso...

 

Susurro, pero de pronto se detuvo sintiendo ese cosmos gélido a sus espaldas, haciéndole una señal a Degel para que guardara silencio.

 

— Esta aquí...

 

Degel asintió, era momento de confrontar a ese guerrero, saber que era lo que deseaba, porque los estaba siguiendo como su sombra.

 

— Lo sé.

 

***31***

 

Radamanthys apretó los dientes al verlo acercarse, sus hilos ondulando a sus espaldas, como una amenaza silenciosa, su sangre ya no era la misma pero en su alma siempre serian hermanos, sus recuerdos los unían desde su primera encarnación.

 

***

 

Hola, espero que este capitulo les haya gustado y hasta el momento las parejas originales van ganando, con dos excepciones, Oneiros y Aspros, aunque Minos tiene varios votos a su favor, junto a Regulus.

 

Les tengo las mismas preguntas de antes, las que estoy tomando en cuenta para los sucesos que vienen, pero debo decirles que por el momento, todos tienen las mismas posibilidades de vencer.

 

Así que...

 

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

¿Cuantos de ustedes desearían que hubiera dos capítulos por semana en vez de uno?

 

E intentare actualizar dos veces por semana, una el lunes, otra el jueves, dependiendo de la recepción que siga teniendo la historia.

 

Y en festejo por haber publicado el capitulo 30, escribiré un capitulo especial dedicado a una sola pareja... ¿pero cual quieren que sea?

 

Como saben, sus comentarios me animan a seguir escribiendo.

 

Muchas gracias, nos vemos el próximo capitulo.


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