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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

Capítulo 3 Pesadilla.

***1***

Albafica temía por su cangrejo, por su amado, por su destino, con un temor que le paralizaba el corazón, que le hacía perder el control de sus emociones, aferrándose a su collar como si fuera su única salida.

*****

La misma clase de temor era la que se apoderaba en ese momento de Manigoldo y en sus sueños podía verse asustado, pensando que su maestro lo había entregado al que por mucho tiempo pensó era su mejor amigo y su alfa.

***

— ¿Que dijo mi maestro?

Necesitaba saberlo, temiendo que le dijera que lo habían nombrado su compañero, que le obligarían a aceptarlo apenas terminara su entrenamiento, pero no fue así, al menos eso pensaba su alfa.

— No creo que le haya dado una respuesta y de haberla dado, no creo que sea positiva.

Albafica suponía que de haberle dado una respuesta afirmativa querrían saber dónde estaba el joven omega, para darle la gran noticia.

— ¿Cómo lo sabes?

Manigoldo parecía de pronto muy vulnerable, demasiado asustado de Aspros, pensando en lo peor.

— Pero no importa eso, lo importante es que te prometo que jamás volverá a tocarte... mi omega, mi padre, Lugonis, decía que las rosas eran la barrera defensiva más poderosa del santuario y de qué sirve poder usarlas si yo no puedo proteger a mi compañero.

Le informo a punto de tocar su cuerpo, tal vez rodearlo con sus brazos, pero se contuvo de hacerlo, no debía tocarlo, no quería hacerle daño.

— Tal vez no te guste que yo sea tu alfa, no me veo como uno, pero te prometo que entrenare para ser poderoso y que seré fuerte para poder protegerte, ya lo dijiste tú, los alfas deben proteger a sus compañeros.

Se quejó de pronto, recordando que no era varonil, ni fuerte, mucho menos se veía como Aspros o Hasgard, suponiendo que su omega desearía un compañero masculino, no uno que tuviera una belleza casi femenina como la suya.

— ¿No esperaras que yo cocine?

Manigoldo hizo de pronto un puchero, no quería aprender a cocinar, prefería utilizar sus puños y que Albafica cuidara de su hipoteco futuro hogar.

— Si tú quieres, yo también cocinare, aunque no creo que sea seguro.

Él era venenoso, su sangre lo era y suponía que su sudor, su cabello, cada parte de su cuerpo debía ser mortal para los demás, aun para su omega.

— Puedo tocar tu mano y tu piel, no eres tan venenoso como todos dicen.

Manigoldo negó aquello con un movimiento de su cabeza, rosando su mano de nuevo, agarrándola con fuerza para recorrerla poco después, notando que no era tan peligroso como Albafica lo imaginaba.

— No quiero que me toques, no es seguro.

Albafica intento liberarse, pero Manigoldo no se lo permitió aplicando un poco más de fuerza, sonriéndole de pronto cuando recorrió su mejilla con las puntas de sus dedos.

— Pero si eres mi compañero, como podremos estar juntos si no puedo tocarte siquiera.

Quiso preguntar Manigoldo cuando Albafica por fin logro soltarse, estaba asustado, como si pensara que caería inconsciente de pronto.

— Es por eso que mi padre quería que te regresara tu collar, para que pudieras tener a alguien junto a ti.

Albafica volvió a desviar su mirada, quería que Manigoldo le hiciera compañía, pero debía comprender que jamás podrían estar juntos como las otras parejas, no era seguro.

— Tu ya estas junto a mí, no es verdad, Albachan.

Le informo de nuevo, sonriendo con aquella expresión tan contagiosa, logrando que el también sonriera, imaginándose un futuro junto a su omega, uno que era mucho más real de lo que lo fue unos días antes.

— Sí.

Asintió, él ya estaba con su omega y nunca dejaría que nadie le hiciera daño, eso se lo juraba a su cangrejo y a el mismo, él sería un buen alfa.

— Y jamás dejare que Aspros vuelva a lastimarte, te lo juro, siempre estaré a tu lado, jamás dejare que nadie me quite mi collar, nuestro collar.

Manigoldo asintió, aquella promesa era graciosa porque hasta ese momento comprendía lo que significaba tener un alfa, aunque el suyo dijera que jamás podrían estar juntos, él saberse protegido y acompañado era una sensación tan agradable que le hizo creer en las palabras de la rosa, que le miraba seguro, con una expresión que le hizo sonrojarse de pronto.

***

— A...chan.

Susurro de nuevo en su cama, Aspros no sabía qué clase de sueño tenía con su alfa, pero no le gustaba escuchar aquel nombre en sus labios, por lo cual, supuso era momento de hacerle despertar.

— Ni siquiera te ama lo suficiente para quedarse a tu lado Manigoldo, yo esperaba enfrentarme a él, pelear por tu mano para poder matarlo, pero escapo...

Le explico, esperando que con unos cuantos empujones en su hombro despertara, agitándolo después con un poco más de fuerza.

— Yo soy el único que de verdad te ama.

Pronuncio acercando sus labios a los de su conejito, quien, al verle jadeo, alejándose de pronto, evitando que lo besara de aquella forma.

— ¿Albachan?

Aquella pregunta le molesto, pero no hizo notar sus celos, en vez de eso se mantuvo en el mismo lugar en su cama, esperando a que su cangrejo recordara en donde estaban, quien era su alfa y que tal vez en unos nueves meses nacerían sus gemelos.

— Se fue sin mirar atrás, te ha dado la espalda, el que dices es tu alfa no está dispuesto a pelear por ti, no como yo que atravesaría el inframundo sin armadura por una oportunidad para tenerte en mis brazos.

Le explico, notando su confusión y su dolor, acercándose un poco más a su conejito, quien salió de la cama con demasiada prisa, apartándose de su lado como si le tuviera miedo.

— Puedo jurar que lo hice.

Aspros lo había hecho en más de una forma, pero su conejito seguramente no le creería por el momento.

— Ustedes le hicieron algo, él jamás me abandonaría.

De nuevo aquella falsa acusación, él no le había hecho nada a Albafica, tampoco Shion, el muy cobarde se había marchado dejando a su omega bajo su cuidado.

— Yo no le hice nada.

Le informo un poco más molesto, apartándose de su camino, invitándolo a moverse pero Manigoldo no lo hizo, en vez de eso, trato de buscar una manera de salir de aquella habitación.

— Pero sí eso te hace sentir mejor, mi conejito, está bien.

Aspros trataría de ser paciente con su conejito, demostrarle que lo amaba y que lo protegería, pero al ver que Manigoldo observaba aquella habitación con detenimiento, la puerta y la ventana supuso que trataría de marcharse, buscar a esa rosa envenenada, su sirena.

— Sin embargo, ya que por el momento te encuentras un poco afectado y tu comportamiento es errático, después de todo atacaste a Hakurei, el hermano gemelo de tu maestro y un anciano venerable.

Quiso explicarle, encontrando una solución a sus temores, llamando la atención de Manigoldo inmediatamente.

— Lo mejor será que no uses tu armadura por un tiempo, no hasta que decidas comportarte de manera adecuada.

Manigoldo negó aquello, no le quitarían su armadura, él se la había ganado, era suya, como lo era su paraíso, aquel que trataban de arrebatarle, sin importarles las leyes del santuario, las ordenes de la diosa Hera, ellos no eran objetos.

— No puedes hacer eso...

Susurro, logrando que Aspros sonriera al ver que esa amenaza estaba funcionando con su conejito.

— ¡No puedes quitarme mi armadura!

Le grito, tampoco podían obligarlo a aceptarlo en su cama y lo hicieron, Cid no podría estar muerto pero ya no vivía más, Sage estaba en coma y su maestro era el hombre más fuerte que conocía, además, su alfa jamás le daría la espalda, nunca lo abandonaría, pero no estuvo presente cuando Aspros lo tomo a la fuerza haciendo que temiera lo peor, así que aunque no debían quitarle su armadura, bien podrían hacerlo.

— No te la estoy quitando, pero no tendrás misiones hasta que decidas comportarte como un buen omega, no quiero que la sangre envenenada de Albafica mate a nuestros pequeños.

Le informo de pronto usando su cosmos, sujetándolo del cuello llevando una mano a su vientre, imaginándoselo abultado, con sus gemelos a punto de nacer, su omega a días de dar a luz, una imagen que estaba seguro para el representaría el paraíso.

— ¡No estoy embarazado y no puedes ordenarme eso!

Manigoldo trato de soltarse, pero Aspros no lo hizo, en vez de eso lo rodeo con ambos brazos, pegándolo a su cuerpo, admirando su aroma natural, el que seguía siendo dulce pero mucho menos fuerte, su celo se había terminado.

— Es demasiado pronto, pero después de anoche, estoy seguro que lo logramos y aunque no pueda ordenarte no vestir tu armadura, no estoy dispuesto a dejarte correr detrás de Albafica.

Manigoldo lo escuchaba perplejo, un poco más tranquilo al saber que su alfa estaba vivo, pero preguntándose porque le dio la espalda cuando le juro que nunca permitiría que Aspros le hiciera daño.

— Aunque me siento magnánimo para perdonar a Albafica, dejarle regresar al santuario, pero lo tendré que nombrar como un traidor, si tú también te vas.

Aspros llevo entonces una de sus manos a sus mejillas, guiando su rostro en su dirección, notando el temor en sus ojos, la impotencia que sentía, observando como aquellos hermosos ojos azules parecían reflejar la decepción que Manigoldo sentía al ser emparejado con él.

— Y sabes muy bien lo que pasa con los traidores.

Le informo, besando su frente, escuchando un jadeo de Manigoldo quien no se movió aun en sus brazos, de nuevo lloraba, cerrando los ojos al imaginarse a su rosa en alguna parte de aquellas tierras, solo, desesperado, tal vez malherido, o en las desagradables manos de Shion.

— ¿Porque me estás haciendo esto?

Aspros al escuchar esa pregunta beso sus labios, atrapándolo en contra de la pared, recorriendo la cintura del menor, quien parecía demasiado desolado.

— Yo te amo.

En verdad lo amaba, lo quería tanto que no le importaba que lo odiara con tal de verlo seguro, lejos del veneno.

— No es verdad, tú no me amas, tú sólo quieres poseerme, convertirme en tu propiedad, como si fuera un objeto, una mula de cría.

Le dijo de pronto, empujándolo con fuerza suficiente para lograr soltarse, pero no trato de irse, mirándolo como si se tratase de un demonio.

— No sé quién les ha enseñado a ustedes omegas esas palabras tan desagradables y perversas, pero tú eres mi compañero, lo que te convierte en mi propiedad, mi tesoro… no una mula, el omega que me acompañara en mi destino, el omega de mis futuros hijos, mi fortuna y tarde o temprano, lo comprenderás.

Manigoldo negó aquello, él se trataba del compañero de Albafica, no el de Aspros y no le permitiría tocarle de nuevo, en dos días regresaría su cosmos, en ese momento le haría pagar el infierno por el cual estaba transitando por culpa de su amor, el que no era otra cosa más que una obsesión malsana, un sentimiento corrupto.

— Termina de arreglarte, esta tarde será el anuncio oficial de mi nuevo puesto y de mi amor por ti, todos los omegas del santuario sabrán que el gran Manigoldo es la pareja del patriarca.

Le informo dándole la espalda, esperando tal vez que se pusiera algún ropaje de omega, pero no lo haría, no estaba dispuesto a eso, tampoco asistiría a esa ceremonia falsa, ni aceptaría su lugar a lado de géminis.

— Un omega de élite para un alfa de élite, eso es lo justo.

No era lo justo, si en ese santuario hubiera justicia, si su maestro estuviera despierto, él le pertenecería a su rosa, como esta lo haría con él, una vez que tuviera la bendición del patriarca.

— ¿Qué hay de Albafica? ¿Qué hay de mi alfa?

Le pregunto, no le daría la espalda a su amor, sin importar lo que dijera ese falso patriarca, él no era su compañero ni jamás lo aceptaría como tal.

— Shion fue por esa sirena, cuando regrese si es que regresa veremos si se atreve a enfrentarse a mí por ti, pero no lo creo, su engaño será desenmascarado.

Aspros pronuncio con demasiada seguridad, a punto de salir de aquella habitación, necesitaba alimentar a su omega, después de todo debía comer por tres.

— ¿Cual engaño?

Manigoldo no lo entendía, pero lo haría una vez que diera el gran anuncio.

— Él no es un alfa y ese feo collar no es tuyo, sino de esa rosa.

Al escuchar esas palabras Manigoldo negó esa información con un movimiento de su cabeza, su collar era una obra de arte, al menos eso era lo que ambos pensaban, sin embargo, ese alfa enloquecido podía decir lo que deseara, no era su collar, sino el de su alfa y sólo su opinión era la que le importaba.

— ¿De qué hablas?

Aunque su curiosidad pudo más que él, debía saber a qué se refería con eso, porque estaba tan seguro que su rosa le daría la espalda, que más estaban planeando esos dos, porque sus instintos le gritaban que los dos estaban moviéndose al mismo tiempo, de alguna forma, ellos eran quienes ganaban lo que deseaban con la destrucción de su paraíso.

— Ya lo veras Manigoldo, te tengo una grata sorpresa.

***2***

El silencio comenzaba a impacientar a Luciano, Kardia estaba demasiado tranquilo, como si no sintiera temor por el destino de ese joven alfa, tal vez creyendo que pronto llegaría por él.

No obstante, estaba seguro que pronto comenzaría a intentar liberarse, ese joven omega estaba demasiado controlado, comportándose de una forma contraria a lo que esperaba, necesitaba de ese fuego, no de esa calma.

Sin embargo, seguramente no podía contar cuanto tiempo llevaba lejos de su alfa, sin embargo, Kardia estaba tranquilo porque sentía a Degel acercarse a él, estaba vivo, estaba moviéndose, sólo eso le daba la paz necesaria para empezar a planear una forma de escapar.

Luciano al ver que cerraba los ojos e intentaba dormir un poco le observo por unos minutos, sonriendo, recordando la forma en que dormía su primer omega, ese que no pudo querer como se lo merecía.

Para después cruzar sus brazos delante de su pecho y cerrar los ojos, sumiéndose en la oscuridad de sus propios sueños, sin notar que algo se escurría en ese naufragio para observar a quien por momentos fue su madre, pero que no tuvo la fuerza para darle a luz.

Aquella sombra que sintió por unos momentos, que al ver que Kardia estaba encerrado decidió ayudarle, no tenía nada que ver con él, aunque su fuego le alimento el tiempo suficiente para que pudiera despertar y moverse.

Contactar a esos tres dioses para que le sirvieran como herramientas, por lo cual debía devolverle el favor, así que de pronto, esa criatura milenaria se acercó a la celda de hielo y comenzó a derretirla.

Kardia abrió los ojos al sentir su energía, observando como una pequeña figura, como la de un niño se acercaba a su celda, tocando los barrotes con sus manos desnudas, derritiéndolos.

El vapor dejándole ver su cuerpo por momentos, era un niño, un pequeño de extraña apariencia, quien le miraba sin verle, su rostro difuminado, pero por un momento creyó que era él.

Quien no pudo nacer, pero aún estaba presente, mirándole con agradecimiento, Kardia se levantó de un salto, llevando sus manos a las del pequeño invisible que movía su cosmos al igual que si fueran tentáculos, como cientos de estos agitándose enloquecidos, los que no le asustaron.

—Eres tú.

Pronuncio llevando sus manos a las mejillas del niño que sería Tifón, pero cuyo cosmos destruyo su cuerpo mucho antes de que pudiera dar a luz, como consumió el cuerpo de aquel hombre llamado Ilias de Leo, quien pudo nacer y casi despertar, pero que su cuerpo no fue lo suficiente poderoso para dejarle abrir sus ojos inmortales, necesitaba otro cuerpo, uno mucho más fuerte aún.

—Yo sé que eres tú.

Susurro, esperando poder sentirlo, llevando sus manos a las suyas, sintiendo como Tifón le acariciaba la mejilla, para después voltear en dirección de su captor, quien seguía inconsciente.

“Márchate”

Fue la única respuesta que recibió de aquella figura fantasmal con apariencia de niño antes de que desapareciera cuando el estrepitoso sonido de un relámpago pudo escucharse, el cual fue seguido de un águila, el grito de uno de aquellos animales.

—Gracias.

Kardia se levantó, llevando sus manos a sus mejillas creyendo que su pequeño era esa ave gritando, no que esa criatura fuera uno de los pocos vestigios del dios Zeus, quienes aún actuaban como sus ojos y oídos, para que pudieran decirle cuanto habían visto en el momento en que despertara.

El joven santo de escorpión por un momento pensó en despertar a ese alfa enloquecido, pero prefirió dejarlo dormir, se veía que sufría de una desagradable pesadilla, por lo cual sonrió, alejándose con lentitud al principio para después comenzar a correr en cualquier dirección, no cualquiera, sino hacia donde su vínculo le gritaba que debía dirigirse.

*****

Al mismo tiempo Luciano soñaba con el pasado, su primera encarnación, con él mismo pastoreando un rebaño tan hermoso que aun los dioses sentirían envidia al verlo, pasaba del medio día y el calor del mediterráneo calentaba su piel.

A esa hora generalmente entrenaba como se le había enseñado, era un hombre frio pero que esperaba conocer el amor de un compañero, esperando que fuera hermoso, porque su pareja debía tener sus mismas cualidades, siendo el conocido por su belleza por aquellas tierras.

De pronto escucho un grito extraño, el de un águila y levantando su mirada en dirección del cielo pudo verla, un ave inmensa, demasiado grande para ser una criatura común, la que se abalanzaba en dirección de su rebaño.

O eso supuso en un principio, porque de pronto se dio cuenta que esa inmensa águila a quien tenía en la mira era a él, esa criatura deseaba capturarlo e intento correr, alejarse de esa monstruosidad, buscar su espada o un arma con la que pudiera liberarse.

Sin embargo, fue demasiado tarde porque la criatura lo tenía pescado de la cintura, encajando sus garras en su torso, heridas que hicieron que gritara por el dolor, intentando liberarse con fuerza, desesperado por imaginarse devorado por un monstruo de leyendas.

Que lo llevo a una velocidad y una altura tales que apenas podía darse cuenta del sitio a donde se dirigían, hasta que lo dejo caer en el frío mármol de lo que parecía un palacio, una construcción de pesadilla, rodeada de más construcciones fastuosas, hermosos jardines, fuentes de inigualable belleza.

De alguna forma sabía que se trataba del Olimpo en donde su sangre comenzaba a formar un pequeño charco, pero eso no era lo peor, ya que de pronto, el águila cambio de forma por la de un gigante de cabello blanco y ojos brillantes, el que sonrió al verle, como si se tratase de una presa.

*****

Luciano abrió los ojos entonces, llevando su mano a su costado preguntándose qué estaba pasando, imaginándose en aquel sitio con aquel hombre, no obstante, estaba en su amada Siberia.

Aún era de noche y lo seguiría siendo por varios días más, se dijo en silencio, constatando que no tenía ninguna de las heridas que imagino, para poco después posar sus ojos en la celda de su amado Kardia.

Una celda que estaba derretida, cuyo tesoro había escapado en algún momento después de haberse quedado dormido y seguramente trataba de llegar con su alfa, regresar por todo el trayecto que habían cruzado.

***

Kardia comenzó a usar su cosmos para moverse a mayor velocidad, tratando de enfocarse en el vínculo, moverse hacia él, de alguna forma este también se movía y su pequeño parecía acompañarlo, de alguna forma su cosmos estaba ligado al suyo, lo sabía, lo sentía en su piel.

Nunca supuso que le vería, pero allí estaba, hermoso, de pie, aunque no había nacido se tuvo que recordar sintiendo de nuevo que sus ojos se mojaban, que lloraba a causa de la desesperación.

De alguna forma, en ese momento, sin tener una respuesta de la diosa Hera había tomado una decisión, volvería a intentarlo, lo harían de nuevo y esta vez lograrían lo que tanto deseaba.

Un pequeño nacido de ambos, con los ojos de su padre y su inteligencia, con su fuerza y su cabello, o una mescolanza de los dos, la verdad no le importaba lo que fuera, el solo necesitaba cargarlo entre sus brazos.

Kardia incendio entonces su cosmos, moviéndose cada vez más rápido, alertando a Luciano, quien al sentirlo apretó los dientes, como lo supuso esperaba llegar con su alfa, quien esperaba aun estuviera encerrado en aquella tumba de cristal.

***

Degel al mismo tiempo, aunque estaba demasiado alejado de Kardia al sentir su energía a través del vínculo supuso que lo estaba buscando, debía apresurarse, su amado escorpión le necesitaba.

Sólo era cuestión de tiempo para llegar a donde estaba su omega y en ese momento los dos podrían derrotar a ese hombre, encerrarlo en el cristal, para que les dijera que estaba pasando, porque los atacaban.

Que Dios estaba detrás de aquella pesadilla, suponiendo que el santuario estaba a salvo, sin saber que el infierno se había desatado en su amado hogar, que los necesitaban a ellos y cada uno de los santos que aún se mantuvieran sus ideales firmes.

***

Kardia sintió el cosmos helado de su enemigo mucho antes de verlo siquiera, deteniéndose antes de caer en una de sus trampas, esquivando un poderoso rayo de luz que parecía una aurora boreal.

Saltando, dando una media vuelta en el aire para cortar los pocos árboles que había en su camino, logrando que Luciano tuviera que abandonar su seguro puesto en las sombras.

—No quiero tener que lastimarte.

Era una lástima, porque el si deseaba lastimarlo y si lo mataba era mucho mejor aún, e inmediatamente utilizo su mejor técnica, la que fue esquivada por una pared de hielo, una técnica aprendida de su maestro, el que usaba esa clase de paredes, pero de cosmos.

—Es una pena, porque yo si quiero matarte.

Kardia se relamió los labios e inmediatamente corrió en su dirección esquivando otro de los rayos de energía, golpeando a Luciano en el estómago con la uña afilada encajándose en su cuerpo recibiendo un reconfortante grito del santo de hielo.

Luciano sostuvo su mano y la congelo, escuchando el quejido de Kardia, quien aguantando el dolor de su mano, pateo la rodilla del santo de cristal para derribarlo, soltándose de sus manos e intentando matarlo varias veces, maldiciendo cuando logró esquivarlo.

Alejándose lo suficiente como para poder contraatacar, Kardia gruño al ver que su ejecución de aurora esta vez podría darle, sin embargo, un rayo de color verde se interpuso entre ambos, desviando aquel golpe con su propia técnica.

— ¡Tu!

Kardia sonrió al verle, estaba seguro que su alfa no era débil y allí estaba, evitando que lo dañaran, sonriendo cuando vio su sorpresa, notando de pronto que su armadura era la misma que usaba ese santo de cabello rojo.

— ¡Degel!

Su alfa asintió, apretando los dientes cuando Luciano dejo de atacar, relamiéndose los labios, su cosmos aumentando su poder, también podía ver que su armadura era la misma que portaba, así que ya estaba hecho, lo que su maestro no deseaba que pasara.

— ¿Viste a la diosa Hera?

Pregunto, manteniendo su guardia, pero sin atacarlo, Degel frunció el ceño porque no había visto a la diosa Hera y esa armadura no tenía que ver con la historia que les dijo, esa coraza no era una de las armaduras de los ángeles de afrodita, no sabía que era, pero su enemigo únicamente les estaba mintiendo.

—Tú sabes que no, así que no hagas preguntas que te hagan ver como un idiota.

Kardia de pronto se preguntaba que estaba pasando, porque no seguía peleando con el extraño alfa que lo secuestro, quien decía amarlo, que comprendía todo acerca de él, pero que no se atrevió a levantar una mano en su contra.

—Lo viste a él entonces, al hijo de la diosa Hera.

Degel asintió, sorprendido cuando Luciano bajo la guardia, desviando la mirada con algo de molestia, estaba enamorado de Kardia, pero sabía que ese hermoso escorpión amaba a alguien más, sin embargo, en esos diarios leyó que casi pudo seducirle, tal vez, con algo de suerte en esa ocasión lograría lo que no pudo en esos diarios que no estaban firmados.

—Y él te dio esta armadura, no es verdad, para que mates a sus enemigos.

Los que podrían en sus sueños más desquiciados pertenecerle a él, no a su alfa, cuya pintura estaba a medias, cortada como si hubieran arrancado a la tercera persona de ese cuadro, el que deseaba ver con sus propios ojos.

—Porque tú eres, el primer santo de la diosa Hera, aunque ella les dice verdugos.

Degel bajo la guardia, al mismo tiempo que Kardia se preguntaba que estaba pasando, porque dejaban de pelear, tal era su sorpresa que Luciano sonrió, su escorpión sí que era hermoso, mucho más aun cuando estaba enojado.

— ¿Verdugos?

Aquella pregunta llamo la atención de Luciano, Degel observaba su armadura sin entender que estaba pasando, porque parecía que ese hombre lo sabía todo de ellos, quien le daba el derecho a saberlo.

—Hera ha buscado la forma de seducir a los hijos de su esposo Zeus, para eso ha creado a los omegas, una representación de sus deseos más oscuros, una criatura a la que no podrán rechazar, cuya belleza para el alfa es superior a la de cualquier otro.

Luciano había escuchado las enseñanzas de su maestro, del antiguo patriarca después de haber sido traicionado por quien pensó era su omega, pero al mismo tiempo, supuso que le mentía, después de todo ese hombre fue quien le dejo al embaucador arrebatarle a su omega y comenzó a buscar por todo el mundo, encontrando información, hallando el mismo sitio en donde Degel fue encerrado, hablando con el herrero, quien le dijo que esa armadura era suya por derecho.

—Ha reunido un ejército poderoso con el cual vengarse de su amado Zeus por sus múltiples traiciones, para eso existimos, para vengar a nuestra madre y nosotros, con gusto pelearemos para permanecer a lado de nuestros amados compañeros.

De alguna forma que no alcanzaba a comprender, esa armadura era su herencia de sangre, lo que fuera que eso significara, lo único que sabía era que Kardia despertaba el amor en su corazón, le hacía pensar en alguien querido y eso era suficiente para sentir que el fuego lo quemaba, para intentar bañarse en él, sin importar el destino o su futuro.

—Yo sólo hice lo que era necesario para que esa armadura cayera en las manos correctas, como te lo dije Kardia, yo te amo y quiero demostrártelo durante el tiempo que permanezca en este lugar.

Sin importar lo que Degel tuviera que decir al respecto, el mismo que le observaba como si deseara matarlo, celoso de su conocimiento, temeroso de que lastimara a su amado Kardia, cuando eso era lo único que jamás podría hacer.

—Tú debes ser quien porte la maldición, no yo.

***3***

Valentine había buscado por todo el Inframundo a su amado señor, por un momento pensó en atacar los cuartos de Minos para que le dijera que le había hecho a su omega, sin embargo, tratando de calmar su temor creciente de perderle regreso una última vez a sus habitaciones, esperando contra todo pronóstico verlo recostado en su cama esperando por sus atenciones.

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Hola, juro solemnemente que esta historia no será abandonada, me gusta demasiado para eso, e intentare actualizar más seguido, espero que les siga gustando.

Mil gracias.

Se que les encantara. HolaHo


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