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Good Enough to my madness - Suficientemente bueno para mi locura. por Bokutosama

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Notas del capitulo:

Hey Hey Hey! Capitulo 9! Parte 2 

> Un calido despertar, una amnesia bien fingida, el cumpleaños de un hermoso angelito pelinaranja, una situacion comprometedora <

 

 

 

Aun no quería abrir los ojos, no me quería despertar aun, algunos sonidos alcanzaban a llegar a la habitación, un par de pájaros en algún árbol cercano, las llantas de algún auto que pasaba junto al hospital, la respiración tranquila de alguien muy cerca de mí.

Alguien muy cerca de mí????! Abrí los ojos de golpe, no fui capaz de mover ni un solo musculo, el rostro del rubio estaba recostado sobre su brazo, dormido a unos 20 centímetros de mi cara, no llevaba puestos sus lentes, tenía la expresión tranquila y relajada.

Terminé conteniendo la respiración unos largos segundos, tome una bocarada de aire que entró gloriosamente a mis pulmones, mi cuerpo no respondía así que decidí quedarme detallando su rostro, sus largas pestañas de un color castaño muy claro, sus labios pálidos y gruesos, estaban  ligeramente entreabiertos, la pequeña marca en el puente de su nariz muy recta y bien formada delataba la posición habitual de sus lentes, los rebeldes mechones que le caían por la frente algunos más largos que otros, y unos cuantos más que se iban hacia atrás dejando ver las raíces de su cuero cabelludo, sus mejillas, su frente su mentón, la piel de su brazo pintadas de un tono quizá muy pálido.

El chico de pocas palabras, frio y que siempre fruncía el ceño, ahora parecía un niño tranquilo descansando en algún mundo de sueños que no compartía con nadie.

No era la primera vez que lo veía dormido, pero si la primera donde se veía tranquilo.

Mi corazón se estrujo un poco, y mi cuerpo recupero la movilidad cuando lo vi fruncir suavemente sus labios tratando de abrir los ojos, sus movimientos fueron lentos, sus parpados dejaron a la vista sus hermosos ojos ámbar que no enfocaban bien lo que tenía enfrente, lo que empeoraba porque no llevaba puesto los lentes, se alejó suavemente del borde del colchón, tomó los lentes que supuse recordó que los había dejado junto a sus piernas en el suelo, y se los acomodó con pereza.

Parpadeo un par de veces, cuando sus pupilas se acostumbraron a la luz, su perezosa expresión se convirtió en una de sorpresa, todo mi cuerpo se estremeció al notar el ligero sonrojo en sus pálidas mejillas mientras apretaba los labios.

Yo no sabía si Tsukishima me recordaba o no, pero el que se hubiese quedado dormido en el borde de mi propia cama mirándome tan de cerca no fue una casualidad, no había manera alguna de que lo fuera, traté de controlar mi tembloroso cuerpo moviendo los brazos frente a mi cuerpo tratando de articular palabra.

- Bue… Buenos di… días – apenas logré que las palabras asomaran por mis labios, baje inmediatamente la mirada, ya se había terminado el cupo de mi débil valentía.

- Buenos días – lo escuche responderme, luego escuche sus paso alejándose, luego el sonido de la puerta del baño cerrándose.

Me levanté de un brinco de la cama, fui por algo de ropa a mi desbaratado armario, y me senté de nuevo en la cama esperando mi turno de entrar al baño, no podía mentirme estaba nervioso.

Escuché el sonido de la ducha, tardo unos cuantos minutos y luego volvió a quedar todo en silencio, cuando el click del pomo de la puerta hizo el mínimo sonido toda la piel se me erizo violentamente.

Ni siquiera lo vi, entre como rayó con mi ropa entre mis brazos encerrándome en el cuarto, estaba helando ahí dentro, supuse que era por el agua fría con la que se había bañado el rubio, no me pareció extraño yo también disfruto de los baño helados y vigorizantes en su mayoría lograban calmarme.

Me di un duchazo rápido, me ajusté un jersey rojo oscuro con un polo blanco debajo y unos jeans desgastados,  no es que hiciera frio afuera pero no acostumbraba a dejar mucha piel expuesta por la cantidad de cicatrices que tenía, generalmente usaba la ropa del hospital, en su mayoría colores entre el negro y el blanco pero ese día tome el suéter que me había regalado suga-san sin pensármelo mucho, aunque no era un rojo vivo ni brillante más bien era el de una hoja al finales del otoño o un charco de sangre seco.

Salí con el cabello aun húmedo intentando secármelo, por lo que use la toalla para limitar mi visión de la habitación, camine a mi cama sentándome en ella, no logre escuchar ningún sonido alrededor, empezaba a suponer que el rubio ya se había ido.

- ¿Tu, tu cuerpo está bien? – me temblaron los mismísimos huesos, lo que había escuchado era un tono de preocupación?, asentí con la cabeza sin atreverme a mirarlo a los ojos.

- ¿Me tienes miedo? – pregunto con un tono de voz que yo no pude interpretar, era uno enojado o ¿confundido? ¿A la defensiva quizá?, mi garganta se secó de golpe, aun con la cabeza agachada negué con la cabeza un par de veces sin mucha energía.

- ¿Por qué? – pregunto de nuevo.

- ¿Qué? – realmente no fue premeditado, yo simplemente no supe cómo reaccionar,

- ¿Porque no me tienes miedo?, soy un completo desconocido, y además… te hice algo – su voz se fue apagando conforme termino la frase pero yo lo escuche fuerte y claro, y en mi mente hubo lo que menos creí alguna vez tener, completo y crudo silencio, ni yo mismo sabía que pensar en algo o que si quiera pudiese responderle, era obvio que él no sabía nada de mí, yo solo era su muy perturbado compañero de habitación en este maldito hospital psiquiátrico, cuando logré reactivar mis desgastadas neuronas, decidí hacerle un favor al pobre y fingir “demencia”.

- No se dé qué hablas – susurre tratando de sonar tan poco perturbado como mi cuerpo me lo permitía.

- Ah?! – esta vez sonó perfectamente la confusión y frustración en su voz, ese era un reclamo bastante obvio, pero mi ya natural cobardía me hizo encogerme de golpe y temblar intimidado por su reacción.

- Perdón Tsukki – susurre entre dientes temblorosamente, levante un poco la mirada y lo vi abrir la boca en un intento de reclamarme algo más.

- Buenos días! – suga-san apareció abriendo la puerta salvándome de la conversación y dejando al rubio con la mirada perdida y las palabras atoradas en la garganta.

- Yamaguchi! ¿Cómo te sientes hoy? oh pero que lindo jersey! – me pregunto con su tono animado yendo hacia mi sentándose en mi cama, a unos centímetros, vimos como el rubio chasqueo la lengua y salió del cuarto sin decir nada más.

- Que sucede suga-san? – le pregunte, era extraño que me buscara tan temprano.

- Eh? Tsukishima-kun tuvo se levantó del lado equivocado de la cama? – preguntó mirando hacia la puerta por donde había huido el rubio – bueno ayer me quede bastante preocupado por ti – añadió regresando su mirada a mí, no le conteste nada, solo me puse un par de calcetines y el sobreentendió que también quería irme de ahí así que salimos juntos de la habitación.

- Yamaguchi! – la voz cantarina y enérgica del naranja nos encontró apenas se abrió el ascensor, salió de un brinco y se plantó frente a nosotros, Hinata era quizá mi único amigo en el edificio, si es que podía llamarle así, no era que no hablara con el resto, pero él había encontrado algún tipo de confidente en mí, y me contaba todo, aun lo que le escondía a suga-san y al mismo Kageyama, quizá era porque teníamos la misma edad, y pues así mismo yo también me di el lujo de contarle algunas cosas, además de la rara aceptación que obtuvo de mis voces, en ese momento me di cuenta que no habían mostrado señales de vida en lo que llevaba despierto, y esa noche tampoco tuve pesadillas, pero supuse que fue por la medicina que aún no expulsaba completamente de mi cuerpo, quizá esta vez sí funcionó como debería.

- Buenos días suga-san! – saludo con su energía habitual.

- Hola Hinata, pareces de muy buen humor hoy – comento suga-san acariciándole el cabello.

- Hinata – escuchamos la voz de Kageyama que ya lo había escuchado y lo estaba llamando desde su habitación.

- Bueno el deber me llama! – mi pequeño y alborotado amigo nos hizo una pose de militar llevándose una mano a la frente para salir corriendo hacia la puerta de su novio y entrar saludando animadamente.

Nos enfrascamos en la lata de sardinas descompuesta que era el ascensor, odiaba esa cosa, pero no tenía ganas de usar las escaleras.

- “No seas tan débil Tadashi” –

- “No es bueno que te dejes usar así! –

- “No digas nada, lo usarán en tu contra” -

- “Tienes que comer algo” – ahí estaban de nuevo mis fieles compañeras, y si a veces lo que decían parecía no tener contexto pero con el tiempo, descubrí que eso no era cierto, tendrías sentido cuando llegara el momento, entramos al comedor con suga-san, Tanaka ya estaba en la fila llenando su bandeja de comida, Asahi esperaba que suga-san regresara para comer con él aunque se le enfriara su desayuno ya servido frente a él.

- Buenos días – en cierto modo note la hostilidad en mi débil voz, pero lo que había hecho un momento atrás me había sacado de mis lugares, hasta una gritería de mis voces no me harían irritar más en ese momento.

- Yamaguchi! Qué bueno que hoy si decidas socializar! – Tanaka llegaba a la mesa con su bandeja rebosante de pan con jalea y mantequilla.

No respondí nada pero no era extraño, a veces decidía hablar, a veces solo me temblaba la voz, a veces solo había silencio, comí como pude unos huevos y un par de tajadas de pan, ese día nos acompañaron nuestros catatónicos favoritos, Narita y Kinoshita, ese par no vivían en el mismo plano real que nosotros, realmente ningún plano real era similar, cada uno tenía una galaxia de ansiedades y dolores que nos negábamos a compartir, pero ese par en si eran muy tranquilos, no hablaban apenas hacían unos ruidos con su garganta, que no significaban nada, solían sentarse con nosotros cuando suga-san decidía leernos, parecían ponerle atención pero según Takeda no era muy probable que entendieran algo de lo que su pupilo leía, Yachi les ayudaba a comer su desayuno, esa rubia aunque era nueva se había logrado incorporar al ambiente muy fácilmente, aunque nerviosa era de esas personas como Suga-san, su vida se debía a ayudar a los demás.

Me levante de la mesa y me disculpe con ellos, era día de estar en el patio y yo no tenía permitido salir, bueno eso nunca había sido un impedimento pero ese día decidí subir directo a la oficina de Takeda.

- Puntual como siempre – me sonrió Takeda en cuanto me vio entrar.

- Querías una sesión temprano, aquí estoy – le sonreí falsamente, mi enfermedad no tenía una cura amable, y las sesiones no ayudarían en nada, mi esquizofrenia Hebefrenica solo se podía adormecer con fármacos,  clorpromazina, el haloperidol o algunos neurolépticos, como la risperidona, el castaño me frunció el ceño ligeramente sin borrar su sonrisa. Yo era uno de los pacientes más antiguos ahí, excepto por uno en el edificio Aoba que llevaba un par de años más que yo, Takeda apenas llevaba unos meses de practicante cuando yo llegue, a pesar de su apariencia ya ronda los 40, al principio no era más que un psiquiatra más como Ukai, pero después de unos 4 años ya había metido sus manos en todo el sistema y había realizado algunos cambios, el antiguo director que ya lo obligaban a retirarse, le dejo su puesto de mala gana ya que las doctrinas que ejercían eran demasiado diferentes. Ese maldito anciano me había hecho mantenido prácticamente dopado casi 4 años.

- Bien, que te parece si empezamos con algunas preguntas? – me miro recuperando el espacio natural entre sus cejas, asentí con la cabeza.

- Como se llama tu compañero de habitación –

- Tsukishima Kei –

- ¿Sabes cuántos años tiene? –

- Tiene mi edad, 18 –

- ¿Sabes qué día es hoy? – apreté los labios maldiciendo internamente, no solía mantenerme al tanto de la fecha, simplemente ya no le veía sentido a eso.

- ¿Junio? – 

- 21 de junio para ser exactos – una suave revelación vino a mi cabeza.

- 21? – pregunte, si eso era cierto ese día era el cumpleaños de Hinata.

- Sí, eso te da alguna idea? –

- El cumpleaños de Hinata –

- Cuantos años cumple? –

- 19 no, 18 – respondí

- Muy bien Yamaguchi, ese es un buen avance, has permitido que Hinata sea ahora tu amigo no es así?  -

- Eso creo –

- Muy bien, porque no te unes a Sugawara-kun y le preparan la fiesta a nuestro pequeño Shouyou? – me sonrió, asentí con la cabeza parándome de la silla.

- Tsukishima-kun tampoco tiene permitido salir, así que asegúrate de incluirlo en los preparativos – añadió esta vez su sonrisa estaba cargada de malicia, Takeda era un hombre perceptivo, en un nivel inhumano, uno de los cambios que el realizo fue el de quitar las cámaras de seguridad en los dormitorios, los pasillos, y los consultorios de los psiquiatras, el resto los pabellones médicos, las salas de recepción y los ascensores si tenían una, así que no podían mantenerse al tanto de cada cosa que hacíamos, con el tiempo me di cuenta de que era innecesario, el había predispuesto todo de esa manera porque podía percibir nuestros pensamientos y conductas sin tener un ojo encima de cada uno todo el tiempo, con sus simples preguntas y observaciones ya había deducido que tenía un interés especial por Tsukishima, que Hinata se había vuelto más cercano a mí, y sabrá dios si ya sospechara sobre lo que pasó la noche anterior, quizá también le pregunto algo a Tsukishima.

Salí de la oficina sin darle una respuesta real, aun no quería tener que enfrentar al rubio, así que lo primero en lo que pensé fue en ir directo a la azotea, descansar un rato y luego con algo más de fuerzas unirme al festejo.

Salí por la puerta de emergencia que siempre solía estar cerrada, al menos para el resto, subí con calma, arriba me recibió una brisa fría bastante agradable. Junto a nuestro edificio, estaba el Aoba y el Nekoma, detrás de ese el Fukurodani, el nuestro era el más alto, por un par de pisos así que las azoteas de las demás estaban a plena vista desde la nuestra, el mismo diseño, la misma posición del tanque de agua y del portón de las escaleras, la única diferencia era la altura, de resto todo era la de la misma forma, incluso por dentro en los otros edificios había una habitación en el 8 piso igual a la que compartía con el rubio, pero con otros ocupantes, quizá más locos, quizá más cuerdos.

Me pare al borde y vi como Hinata halaba a Kageyama de ambas manos, haciéndolo tropezar varias veces, Tanaka ya se había adueñado de la cancha de voleyball y estaba alzando sobre su cabeza un balón viejo y desgastado. Yachi estaba recogiendo flores con Kinoshita y Narita, Asahi tembloroso se acercó al pelón, un rato después ya estaban pasándose el balón, a lo que Kageyama y Hinata también se habían unido, me sorprendía siempre que Kageyama ya fuese capaz de tocar un balón sin perder la cabeza.

Del edificio Aoba también salieron algunos pacientes, un castaño y un pelinegro estaban recostados en el pasto, un rubio estaba arrancando la mala hierba de un pequeño arado de flores con fiereza mientras otro de cabello café claro a su lado intentaba pedirle que lo hiciera con más delicadeza pero sin detenerlo, Un par de pelinegros más, estaban sentados junto a la entrada con las piernas cruzadas disfrutando del sol mañanero.

Estire las piernas recostándome en el frio concreto mirando hacia el cielo, se veía muy azul, ni una nube por ahí.

- Que haces aquí? – la voz del rubio me hizo dar un brinco quedando sentado del susto.

- Ehh? Que... que ha… haces tú aquí? – me puse nervioso de golpe, pero no logre captarlo en mi campo de visión, acaso había sido mi imaginación?.

- Llegue antes que tú, responde tu primero – no, no fue mi imaginación

- ¿Qué…? ¿Qué? – el rubio estaba sentado de espaldas a mí, recostado en el tanque el agua, del otro lado de la azotea, desde donde yo estaba apenas podía verle las piernas y el brazo izquierdo.

- No… no deberías subir a este lugar, no es para los pacientes – añadí, las manos ya me estaban sudando.

- ¿Y que eres tú? – me respondió con tono altanero.

- Hoy… hoy es el cumpleaños de Hinata, Takeda me… me pidió que le ayudáramos a suga-san a pre… preparar algo… –  mi voz temblorosa se fue apagando hasta que ya no dije más, intente cambiarle el tema, realmente no quería tocar nada que tuviese que ver ni con nuestras situaciones o con lo que había pasado la otra noche, que para el rubio debía quedar como si yo no recordara nada.

Asomó la cabeza pero no me miro, se levantó y se dirigió el portón y yo lo seguí, conservando una prudencial distancia de al menos 2 metros.

Bajamos por las escaleras hasta el primer piso, fuimos directo al comedor, donde suga-san tenía una enorme bolsa negra llena de cosas.

- Oh que bueno que están aquí, me ayudarían a inflar algunos globos? – nos sonrió pero en definitiva había algo que estaba molestándolo y era muy evidente al menos para mí.

Ambos asentimos sin decir nada, Tsukishima tomo la bomba y empezó a inflar algunos, yo fui con suga-san que me pidió colgar algunas serpentinas de papel muy coloridas y un enorme letrero que decía “Otanjobi Omedeto”, al rato llego Ukai con una caja de color naranja, le indico a suga-san que había llegado a la recepción a su nombre, el peligris al tomo. Corto los bordes en cinta y la destapo, dentro había un pastel que decía feliz cumpleaños en inglés, estaba decorado con crema blanca y naranja, se veía delicioso.

Suga-san aprovecho la altura de Tsukishima para pegar los globos en el techo, lleno todo el techo del comedor, por lo que el rubio ya se quejaba de dolor en los brazos, yo me aleje un poco hacia la entrada, todo se veía demasiado diferente a como lo era usualmente, hasta las mesas se habían acomodado en una sola formando una gran mesa con el pastel, platos y vasos de colores y un par de bolsas de regalo.

- Muy bien, terminamos! – celebró Suga-san sacando un pequeño paquete más de su mochila, era gris con rayitas negras, lo dejo en la mesa y se unió a nosotros que ya estábamos sentados en el suelo contra la pared cansados, no había cruzado palabra con el rubio y tampoco me atrevía a sostenerle la mirada, pero en cierto modo no nos mantuvimos alejados ni un momento.

- Le va a gustar mucho – comente mientras Suga-san se sentaba junto a mi

- Si estoy seguro! Ya quiero ver su enorme sonrisa! – unió sus manos con una expresión de esperanza y alegría en su rostro.

- Whoaaaaa Muy buen trabajo chicos! – esa era la voz emocionada de Takeda, entro al comedor con Ukai sonriendo de oreja a oreja.

Ya eran las 11:00 los chicos volverían a entrar a la hora del almuerzo, así que teníamos una hora para descansar un rato, Suga-san y Takeda salieron del comedor, Ukai fue a la caseta medica con la Yachi que también se había sorprendido cuando vio las decoraciones, otra vez nos quedamos solos y los nervios regresaron de golpe haciéndome sudar.

Quería ir a darme una ducha, me sentía cansado, parecía que en verdad el rubio estaba irritado, tenía el ceño claramente fruncido y apretaba las manos de vez en cuando, duramos así por lo menos 20 minutos en completo silencio, aún tenía algo de tiempo así que decidí subir a darme otro baño, me fui sin decir nada, llegue al cuarto y me encerré en el baño, el agua helada fue tranquilizante.

- Whoaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! Que es todo esto??? – la voz de Hinata rompió el silencio en el comedor, Suga-san, Kiyoko-san, Yachi, Takeda, Ukai y yo ya estábamos sentados esperándolo a que llegara, Tsukishima no estaba por ningún lado pero no habíamos pensado en buscarlo o al menos nadie dijo nada sobre su ausencia, Kageyama iba detrás de él sujetando de la playera del menor con una mano.

- Feliz cumpleaños! – dijimos todos a coro, la emoción en la expresión de mi pelinaranja amigo era indescriptible.

- Es para mí????? – grito emocionado llevándose las manos a la cara.

- Para quien más iba a ser idiota?! – le grito Kageyama, pero esta vez no parecía enojado.

- De hecho, fue idea de Kageyama-kun – sonrió suga-san provocando un ligero sonrojo en el pelinegro que chasqueo la lengua, desviando la mirada avergonzado.

- Eh? Eso es cierto Kageyama-kun??! – pregunto Hinata con su tono divertido, Kageyama no respondió, solo le dio un pequeño empujoncito haciéndolo avanzar sin soltarle el pedazo de playera que seguía atrapado en su mano.

Le cantamos alrededor del pastel, apagó las 19 velitas que Suga-san le había puesto cuidadosamente, comimos y hablamos, todos estaban alegres, hasta Kinoshita y Narita parecían estarlo disfrutar el momento, luego de un rato Takeda y Ukai se retiraron, Yachi y Kiyoko se quedaron y Tanaka empezaba a pedir que jugáramos algo entre todos para aprovechar la ocasión.

Kageyama no se había despegado ni un instante de Hinata, para mi sorpresa y yo creo que para la de todos, estuvo muy tranquilo, e incluso esbozo un par de sonrisas, un chico con un Trastorno Obsesivo Compulsivo disfrutando de una fiesta de cumpleaños que no era suya, era un gran avance a mi manera de verlo.

El pelinegro y Hinata se conocían desde la primaria, ambos eran un par de locos por el deporte, no pensaban en nada más que en voleyball, al principio eran muy unidos, los mejores amigos, su equipo se había convertido en uno de los más fuertes en Miyagi, llegaron a las nacionales a finales de su primer año de secundaria e inclusive llegaron a las finales a nivel nacional, hasta que se encontraron con rivales americanos que no pudieron derrotar, Kageyama estaba ya demasiado obsesionado con el hecho de ganar y ganar a toda costa, unos partidos antes de que en realidad perdieran comenzó a mostrar comportamientos extraños, Hinata me contó que había empezado a gritarlos, y se mostraba muy agresivo, inclusive con sus senpáis, parecía otra persona y realmente empezó a preocupar a todos, Hinata ya había visto esa faceta suya tiempo atrás, pero solía ser en partidos donde iban perdiendo o tenían un score muy reñido, pero nunca cuando iban ganando o después de ganar, un par de semanas y 3 partidos más que quebraron a Kageyama, lo habían sacado dos veces, pero el armador suplente no daba la talla del pelinegro por lo que el entrenador se había resignado a incluirlo de nuevo en cada partido, para cuando llegaron al último que jugarían en ese torneo, el entrenador decidió no incluirlo en el primer set, donde el equipo de Brasil obtuvo una abrumadora victoria aplastándolos 25 – 16, Kageyama demando entrar al partido con su actitud agresiva y explosiva, Hinata lo intento detener llevándolo afuera del gimnasio pero este lo mando de un golpe contra uno de los bebederos de agua, recuerdo como lloró Hinata contándome como le dolió ese golpe,  a pesar de que eran de ese tipo de amigos rudos y que no era la primera vez que sentía la mano de su amigo contra su cuerpo, ese golpe en especial le rompió algo más que el labio inferior, cuando volvió a la cancha había logrado disimular su pequeña herida, el set ya iba a empezar y Kageyama estaba en medio de la cancha con esa mirada fiera y ansiosa que solía poner antes de comenzar a jugar, pero tenía algo diferente, y eso lo aterrorizó.

Para cuando el partido terminó, forzosamente, su equipo había sido descalificado, y Kageyama termino con su frente rota y sangrando por el golpe que le asestó a su capitán en pleno partido, varios miembros de su equipo intentaron calmarlo pero fue inútil, Kageyama parecía un animal endemoniado y ferozmente salvaje, era la final del torneo nacional, estaba lleno de equipos de todo el mundo, porristas, personas que iban de espectadores, entrenadores, también reclutadores, habían miles de personas ahí ese día, pero todo permanecía en silencio, lo único que retumbaba en el enorme gimnasio eran los gruñidos y gritos de sus compañeros intentando detenerlo, a la final la vigilancia del lugar intervino y se lo llevaron, tuvieron que sedarlo y unos meses después, lo diagnosticaron, Hinata había prometido no alejarse de él, porque se sentía profundamente culpable, Hinata sabía que Kageyama se comportaba así algunas veces, pero había creído infantilmente que era parte de su espíritu competitivo por lo que nunca dijo nada y soporto las actitudes del pelinegro, pero no era porque no le importara, simplemente estaba muy enamorado de su mejor amigo como para pensar algo malo sobre él; Hinata me había contado todo su historia con el pelinegro una noche en que tuvo uno de sus ataques rabiosos y fue llevado a aislamiento, el pelinaranja no pudo soltar la almohada del pelinegro y humedecerla con sus lágrimas hasta que amaneció.

Mordí el pedazo de pastel que llevaba varios minutos en mi boca, sin quitarles la mirada, los dos parecían muy buenos amigos en ese momento para mí, y cualquiera que los viera así no creería que habían pasado por cosas como esas antes.

- “Tsukishima” –  sentí que esa había sido una de mis voces, pero en cierto modo mi tono de voz no diferenciaba mucho de la que pronuncio ese nombre en mi cabeza.

Kiyoko pidió que Hinata abriera sus regalos, todos se emocionaron un poco pero el pelinegro se sonrojo de golpe.

Hinata al parecer no se dio cuenta y tomó una de los 4 paquetes de regalo que había sobre la mesa, el primero fue el de Suga-san, un jersey negro con estrellas naranjas bordadas, el pequeño salto de alegría agradeciéndole, luego siguió el de Yachi, un pequeño libro que al parecer Hinata quería leer desde un tiempo atrás, Kiyoko le dio unos audífonos negros, luego llego el momento del pequeño paquete que suga-san había dejado de ultimo sobre la mesa.

- Vamos a ver, este no tiene nombre? – se preguntó examinando el paquete por todos lados.

- Bien vamos a ver que es! – Suga-san sonrió con picardía mirando al pelinegro.

- Esto… - Hinata quedo mudo mirando el contenido del paquete sin moverse un ápice, parecía que también había dejado de respirar.

Todos nos quedamos en silencio, sorprendidos por la reacción del pelinaranja, las lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas inevitablemente, tenía la boca medio abierta y una expresión de sorpresa congelada en los músculos de su rostro.

- Di… di algo – Kageyama escondió sus ojos bajo el cabello que le caía en la frente agachándose un poco sobre la mesa.

- To… tobio – todos nos sorprendimos aún más, Hinata nunca llamaba al pelinegro por su nombre y este también dio un pequeño brinco al escucharlo.

- Gracias – una profunda y suave palabra salió de la garganta de Hinata raspándola un poco, despacio se coló entre los brazos del pelinegro, escondiéndose en su pecho.

En el paquete había, dos rodilleras negras desgastadas marcadas con el nombre del pelinaranja, ese había sido un regalo de Kageyama por ganar la Spring High que los clasificó a las nacionales, estaban hechas a la medida y Hinata me había contado que se le habían perdido el día de las finales. Los sollozos de Hinata se mezclaron con las risas de Tanaka y Suga –san que parecían muy entretenidos con la reacción de Hinata.

- Hasta que algo lo logra callar! – se burlaba el pelón, el lugar se volvió cálido y acogedor e incluso yo estaba esbozando una pequeña sonrisa también.

- Bien hecho Kageyama! – agrego Suga-san con una de sus mejores sonrisas. Kageyama solo le acariciaba el cabello a Hinata apretándolo contra sí mismo, la expresión que mantenía el pelinegro en su rostro era realmente pacífica.

- Muy bien ahora que estos cursis ya terminaron vamos a jugar! – Tanaka se levantó de la silla emocionado

Paso un rato en el que Tanaka obligo a Suga-san a cantar a dúo con Yachi una canción a capela mientras el resto se reía, luego hubo un juego de adivinanzas, y uno de retos donde Asahi termino con la cara cubierta de crema de pastel.

Tanaka logró convencer a todos de jugar algo sobre adivinar nombres, yo apenas le puse atención, Kageyama se levantó de la mesa con Hinata de la mano que aún se tallaba los ojos por las lágrimas que aunque se divirtió también en los juegos no dejaban de salir sin su permiso, se disculpó y lo llevo al baño para que se lavara la cara y se calmara un poco.

El juego consistía en escribir nuestros nombres al azar en papeles, luego los repartiríamos secretamente y los pegaríamos en nuestras frentes mientras tratábamos de adivinar el nombre de quien nos había tocado haciéndonos preguntas.

Yo tome uno y lo pegue en mi frente, tuve que recogerme de nuevo el cabello en una coleta para participar en el juego, aunque no estaba prestando mucha atención, al rato en su turno Tanaka logró adivinar el suyo dando un brinco que logro mover mesa, algunos vasos que aún tenían nuestras bebidas se fueron al suelo.

Yachi se levantó para limpiar pero yo me ofrecía en ir por el limpiador, así que salí del comedor directo al almacén por el pasillo que guardaba ese tipo de cosas, no encontré nada, el pequeño cuarto estaba vacío quizá lo habían limpiado hace poco, así que fui al salón grande donde guardaban los nuevos que redistribuían cuando los otros ya estaban muy gastados, era una habitación grande que tenía puerta al patio también, pero esta estaba más que sellada, por fuera, apenas tenía una pequeña rendija por donde entraba algo de luz natural, el sitio era espacioso y tenía un aroma a cosas nuevas, habían una pila de colchones blancos en una esquina que aun conservaban su forro de plástico, unas camas desarmadas en una esquina, unos estantes grises con cosas de limpieza, utensilios de cocina, sabanas, cajas de pañales para adulto, ropa, y otras cosas empacadas en bolsas y listas para estrenar, el hospital solía estar bien dotado.

Los estantes hacían un laberinto por el que me entre buscando un limpiador, para mi enorme sorpresa unos pies colgaban por el borde de la pila de colchones nuevos, di un brinco atrás asustándome.

- Qui… Quién?! –

El rubio se incorporó mirándome desde arriba, alzo una ceja y se volvió a recostar.

¿Me estaba ignorando?, no dije nada hasta que empezó a bajarse de un salto cayo frente a mí con su ridícula estatura aun me miraba desde arriba.

- Que haces aquí?, me estas siguie -  se calló de golpe, alguien se acercaba por el pasillo, sin decir nada y en un segundo me halo del brazo, ahí adentro también había un pequeño cuarto más que parecía un armario, donde oh sorpresa estaban los limpiadores nuevos.

- Ka… Kageyama que… que estás haciendo? – la voz agitada Hinata nos llegó clara y sonora, aunque el parecía estar susurrando.

- Lo, lo siento, ya… no puedo… aguantar más – la voz del pelinegro también agitada sonó ronca y entrecortada.

- Perdón, perdóname – no me podía creer que esa fuera la voz de Kageyama, sonaba suplicante y suave.

- Idiota, no… no tengo que per… perdonarte nadaaahmmm! – ahí, si ese fue un claro gemido de mi pequeño amigo.

Ese sonido me hizo consciente de mi situación, estaba encerrado contra el cuerpo del rubio en ese pequeño cuarto, apenas nos separaban un par de centímetros y sus piernas se rozaban con las mías en una incómoda posición, ya que el techo estaba más bajo por unas bolsas que estaban colgadas de arriba Tsukishima tenía que encorvarse hacia mí.

- Qué demonios están haciendo esos dos? – susurro muy bajito y muy irritado, su cálido aliento choco contra mi mejilla y parte de mi cuello, en un segundo sentí el calor sofocando cada poro en mi piel, escuchamos afuera el sonido de un plástico arrastrándose y la puerta trabándose con seguro.

Notas finales:

Esperen la siguiente actualizacion muy pronto!! :3

Matta nee!


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