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Good Enough to my madness - Suficientemente bueno para mi locura. por Bokutosama

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Notas del capitulo:

Hey Hey Hey! Capitulo 8!

> Farmacos antipsicoticos, una visita del hermano mayor, una gran diferencia, la historia un niño miedoso <

Cuando te diagnostican con TID, te imponen un mismo tratamiento casi universal que evoluciona dependiendo de tu “progreso”

En primera evalúan tu entorno, ¿Dónde vives?, ¿Con quién? ¿Qué haces diariamente?, ¿En que afectan tus conductas a ese ambiente en el que caminas día a día? Y según el dictamen que te den pueden trasladarte a un centro médico  puedes continuar con tu vida normalmente asistiendo a las sesiones que te sean programadas.

Yo viví ambas opciones, al inicio mi hermano se quedó conmigo y me llevaba a sesiones cada 3 días, no era malo según mi primera impresión, pero en una de esas sesiones conocí la terapia EMDR, en la que se intentaba indagar sobre mi otro “yo” cosa de la que yo mismo no tenía conocimiento, en esa sesión en particular estuvo presente mi hermano, Akiteru me sostenía de la mano fuertemente.

Ese día un psiquiatra me pidió que viera un video, fue abrumadora la sorpresa que me causo ver a mi propio cuerpo moverse y hacer cosas que no eran compatibles con mi comportamiento normal o si quiera con lo que yo sabía de mí mismo, habían conseguido el video de una cámara de seguridad de mi última recaída, y la que me condenaría a un recorrido por 6 hospitales psiquiátricos hasta el actual.

Luego de ver el video hasta el final, me pidieron que narrara los hechos mientras movía mis ojos de un lado al otro de la habitación.

- Entré a la estación caminando con las manos entre los bolsillos de mi sudadera – empecé a narrar tan detalladamente como me fue posible ya que eso me había pedido el psiquiatra, cuando mis ojos se acostumbraron el movimiento y se sincronizaron con mi voz, un leve zumbido como el aleteo de una abeja empezó a reproducirse en mi cabeza.

- Camine por el pasillo y me detuve frente a un grupo de jóvenes sujetándome de la barra sobre mi cabeza – el zumbido se hizo más fuerte conforme el desplazamiento de mi vista me producía un leve mareo.

- Al parecer converse con ellos pero no recuerdo que dije – en ese momento el zumbido dio un alto chillido que me cayó al instante, me incline hacia adelante apretando los dientes mientras sentía la mano de Akiteru acariciándome gentilmente la espalda.

Levante mis ojos hacia el psiquiatra que me miraba con una expectación digna de un demente, y por un momento me cuestione si yo era el único que tenía algo mal en la cabeza en esa habitación.

- Vamos continua – el psiquiatra se lamio los labios sin quitarme la mirada de encima, recuerdo esa sensación de asco que me produjo pero aun así intente proseguir.

- Uno de ellos se levantó de la silla y – mi garganta se cerró de un tirón provocándome arcadas, fue imposible continuar hablando en ese momento.

Desde ese día me enviaron a mi primer “residencia psiquiatra”, Akiteru lloro como si fuese el ultimo día que fuera a verme, y por los siguientes 6 meses desde ese momento no estuvo tan equivocado, no se me permitía verlo muy seguido, aunque el fuese a visitarme y a llevarme cosas no me dejaban verlo, apenas cada 20 o 25 días lograba tener unos minutos con él.

En mi primer centro empezaron a realizar más seguido esa misma terapia pero no funcionaba, no lograban que narrara completamente los hechos del video, se añadió a mi historia clínica que mi “alter” como ellos lo llamaban ósea mi otro “yo” era violento y muy inestable, en mi concepto era un obsesivo compulsivo, para mí eso que me mostraba el video y lo que todos decían era una persona aparte que yo no conocía, por lo que la línea entre mi personalidad y la suya se marcó notablemente, y esa no era la idea, y que según las terapias yo tenía 2 metas.

La primera era procesar el estado de pánico en el que entraba cuando intentaba recordar, y esa llevaría a la segunda que era derrumbar mis barreras amnésicas, y ese solo era el primer pequeño paso.

Para controlar mis arrebatos psicológicos, me empezaron a rellenar de antipsicóticos y antidepresivos, sin embargo las medicinas funcionaron y a la vez no, llegue al punto en que podía narrar todo con tranquilidad pero aún estaba lejos de aceptar esas acciones como propias, incluso más que al principio.

Ya que el incidente no había llegado a mayores y los médicos no lograron encontrar nada malo en mí, me dieron un permiso, que consistía en volver a vivir con mi hermano temporalmente pero asistiendo a las terapias que en esos días resultaba un completo éxito.

Akiteru estaba feliz, recuerdo como redecoro mi cuarto para mi regreso, y me preparo una tarta de fresas que me supo a gloria, ya que mi boca no sentía nada más que el asqueroso sabor de las medicinas, pero esas mismas no eran mágicas, adormecer mi cerebro y mis ideas con fármacos no era algo que el resto de mi cuerpo pasara desapercibido, sufría de jaquecas extenuantes, dolores de estómago, calambres y mareos constantes, por lo que debía tomar más medicación que contrarrestara los efectos secundarios.

Luego llegó el segundo incidente en las vacaciones de verano una tarde en que Akiteru me dejo solo en casa mientras iba a recoger a su pareja al aeropuerto, de ahí en adelante me empezaron a llenar de neurolépticos y risperidona además de probar suerte en 3 “residencias psiquiátricas” mas.

Ya no tenían duda alguna de la existencia de mi “alter” por lo que se le intentaba adormecer mientras me obligaban a tratar de entrar en mi subconsciente y romper la barrera que nos hacía dos personas diferentes en un mismo cuerpo. La risperidona me provocaba sueño al principio, luego empecé a notar lo inhibido que me volvía, era un antipsicótico fuerte que podría generarme adicción si no se controlaba con los neurolépticos adecuados, el punto era que esa medicina me permitía apoderarme de mi cuerpo sin la odiosa intromisión de mi “alter” sin embargo lo que se apoderaba de mi cuerpo resultaba ser mi instinto más primitivo.

Bajos sus efectos yo comía, caminaba, dormía, leía, hablaba, lloraba, o iba al baño por inercia sin que mis pensamientos o mi mando central emitieran ninguna orden, y esa noche había descubierto que también podía desactivar mi moral y liberar mi libido más salvaje.

Seguía ahí tirado en el piso como mi madre me trajo al mundo, con un vergonzoso problema en medio de mis muslos que al parecer no había tenido suficiente esa noche.

Sus ojos castaños estaban abiertos de par en par, su sonrojo le llegaba a las orejas, mientras apretaba sus labios igual de desubicado que yo.

La voz de Takeda-san aproximándose por el pasillo me erizo hasta el último vello que cubría mi piel, de un salto me perdí tras la puerta del baño en un segundo.

- Buenos días – esa era el tono alegre del director del hospital que ya irrumpía en la habitación, mientras yo me pegaba a la puerta para escuchar lo que decían, pero el pecoso no respondió nada, no que yo pudiera escuchar, ¿Que hacia Takeda-san a esa hora en nuestro cuarto? Era lo único en lo que podía pensar, además de la obvia desnudez del pecoso afuera que yo rogaba por que pasara desapercibida.

- Y Kei? – esa voz me produjo una cálida sensación en medio de mis costillas, era Akiteru, estaba ahí afuera, repentinamente un impulso de saltarle encima y abrazarlo se apodero de mí, pero tuve que retenerme a mí mismo ya que mi situación podría, no realmente seria mal interpretaba o quizá no tanto.

- Está en el baño Yamaguchi-kun? – pregunto Takeda-san, no se escuchó ninguna respuesta por lo que supuse que el pecoso había asentido, ya que luego Takeda le pidió a Akiteru que lo acompañara en un recorrido mientras yo estaba listo.

La habitación queda en completo silencio, yo me di una ducha rápida y salí sin pensármelo mucho a buscar ropa que ponerme, pero para mi sorpresa la habitación estaba vacía. No podía negarme lo inquieto que me dejo no encontrar al pecoso.

Baje rápidamente al comedor donde pensé que los iba a encontrar, la mayoría ya estaba allí pero no había rastros de Takeda-san ni de Akiteru mucho menos del pecoso.

Tanaka-san iba con su bandeja llena de huevo de gelatinas hacia la mesa donde estaban sentados, el verme me hizo señas ya que llevaba la boca llena de pan para que me sentara con ellos. Sugawara-san estaba sentado frente a Asahi-san mientras le ayudaba a destapar el envase de la gelatina, a su lado contra la ventana estaba Kageyama, al parecer ya había salido de aislamiento, tenía su mirada perdida en el paisaje fuera del edificio, y no había tocado la comida que se enfriaba en su bandeja, me sorprendió no ver al enano de cabello naranja.

Tome una bandeja le puse lo primero que vi sin prestarle mucha atención y fui a la mesa tratando de fingir tranquilidad, la misma frívola tranquilidad que exteriorizaba siempre, aunque por dentro estuviera ardiendo en frustración e incertidumbre.

- Tienes visitas hoy verdad? – Sugawara-san me sonreía como lo hacía usualmente, asentí con la cabeza en afirmación.

- Ooh! Eso es cierto???, el joven rubio que estaba aquí hace un rato? Es tu hermano menor?? – pregunto Tanaka aun con el pan destrozándose entre sus molares.

- Es tu hermano mayor, verdad? – añadió el peligris, para mí fue obvio que Akiteru le debió haber hablado de un montón de cosas si tuvieron la oportunidad de platicar, él siempre fue un libro abierto dispuesto a compartirse a quien fuese.

- Es mayor que tú?? Pero es más bajito!! – Casi gritó Tanaka-san

- Mi hermana menor también es más alta que yo – la voz cantarina del pelinaranja nos llegó por la espalda.

Sentí el fuerte tirón que dio la mesa en lo que el pelinegro de un salto se lanzó a los brazos del enano apretándolo con fuerza. Sugawara soltó un suspiro de alivio mientras los demás solo sonreían ante la escena.

Hinata al parecer no podía emitir palabra de lo apretado que estaba contra el pecho del pelinegro, lo vi acariciarle la espalda torpemente mientras subía y hundía sus delgados dedos en el cabello del mayor.

El comedor se llenó de una extraña tranquilidad, ambos tomaron asiento mientras Hinata se tallaba las lágrimas que al parecer se le habían escapado, el pelinegro no le quitaba la mirada de encima, con la intensidad que solo ese pobre loco sabia poner sobre el pequeño, que nervioso le regaño suavemente por no haber desayunado aun.

- Kei! – unos brazos gruesos y cálidos se colaron hacia mi pecho mientras me apretujaban, sentí la suave caricia que Akiteru me daba en la cabeza con su mejilla, muchas veces mi hermano mayor parecía más un animalito indefenso y necesitado de mucho amor. Sentí mis mejillas arder al verme blanco de la mirada de todos, en el comedor, incluso los dos catatónicos a los que la enfermera rubia les intentaba dar de comer se quedaron viéndome.

- Akiteru – pronuncie alejándolo de mi suavemente, él era la única persona con el que sentía que no podía ser grosero o indiferente.

- Buenos días a todos – Takeda-san tomo asiento junto a Kageyama y Hinata mientras mi hermano salto prácticamente al asiento a mi lado.

- ¿Cómo estás? ¿Has dormido bien? ¿Qué tal es la comida? ¿Si te gusta? ¿Te has abrigado bien en las noches? ¿Cómo te han tratado? Te traje tarta de fresas! Takeda-san dijo que estas socializando? ¿Eso es cierto? ¿Ellos son tus amigos? – Akiteru hablaba como si fuese una especie extraterrestre que no necesitara del oxígeno para sobrevivir.

- Tranquilo – lo detuve poniendo una mano sobre su hombro.

- Estoy bien, he dormido bien, la comida no está mal, si me he abrigado bien, me han tratado bien, gracias por la tarta, te lo agradezco, y creo que ya los conoces a todos – Todos abrieron sus ojos de golpe, y pude sentir como sus mandíbulas se desencajaban de su lugar, Akiteru sonreía de oreja a oreja.

- Whoaaaaaaaaaaaaaaa puedes hablar!! – grito Hinata levantándose de golpe de su asiento. Mientras el resto asentía confundidos.

- Qué? – en ese momento me di cuenta que no había cruzado más de un par de palabras con ninguno desde que llegue, pero realmente yo soy alguien de muy pocas palabras, el único ser extraterrestre que lograba hacerme conversación era Akiteru y también el único por el que sentía la cantidad suficiente de respeto o quizá culpa que me impedía dejarlo hablando solo o no responderle.

El desayuno termino entre una animada conversación en la que obviamente no participe, Akiteru sonreía alegre, y hablaba con los demás como si no estuviese entre un montón de locos desquiciados.

Finalmente Takeda-san se disculpó y se fue, ya era hora de empezar un día más en el hospital, Sugawara-san fue con Tanaka y Asahi a su terapia, Kageyama y Hinata salieron al patio con Ukai-san, Akiteru y yo nos quedamos en la sala de estar, mi primer terapia del día no sería hasta las 11:00 así que teníamos tiempo para estar juntos un rato, aunque eso solo significara escuchar todo lo que se había aguantado Akiteru en esta semana que no nos habíamos visto.

- Takeda-san dijo que puedo venir cuando yo quiera! No es genial eso? Kyoji (Chiisai no kyojin) quiere venir a verte también! Sabes!! Sabes!? Me propuso que viviéramos juntos! – de pronto Akiteru se quedó callado y helado como una piedra, seguro eso se le había salido sin su permiso.

- Em bueno eso… etto no... bueno yo – empezó a tocarse los dedos mientras se iluminaba como un semáforo.

- Deberías vender la casa, no es necesario que vivas tu solo ahí – Akiteru estaba preocupado por mi opinión con respecto a la casa de nuestro padres, que obviamente era casi imposible para el solo mantenerla, y que aun así lo había hecho cada día sin falta.

- No era eso a lo que me refería, no pienso vender la casa – la voz de Akiteru rara vez sonaba tan fría y enojada, yo apenas podía apretar los puños y maldecirme internamente por hacerlo enojar, nunca había tenido el valor para verlo a los ojos cuando eso pasaba.

- Solo quería saber si, bueno, si te molestaba que el viviera con nosotros ahora, ya sabes cuándo regreses a casa tenernos ahí juntos te molestaría? – su tono suave y dulce había vuelto a su voz, ese optimismo de mi hermano a veces me sacaba de mis casillas, pero si él quería creer que yo aún tenía alguna oportunidad de volver a la casa que alguna vez compartimos con nuestros padres y tener una vida normal yo no sería quien le arruinara sus ingenuas esperanzas.

- Por mi está bien, Chizaru-san (Chiisai no kyojin) te hace feliz no? – sus ojos brillaron mientras apretaba sus labios mirando al suelo.

- Si, él es una gran persona, aunque a veces sea un gruñón tsundere como tú – en sus labios se dibujó una suave sonrisa mientras sus mejillas se sonrojaban, y un par de lágrimas se atoraron en sus pestañas. Hubo un silencio que no fue para nada incomodo, era algo que compartíamos como hermanos incluso antes de que nuestros padres murieran, Akiteru entraba a mi cuarto mientras yo hacía mis tareas, se ponía sus audífonos y se quedaba junto a mi sin necesidad de decir nada.

Y mientras mi hermano se recostaba en mi hombro jugando con mis dedos, recordé la calidez que el cuerpo del pecoso despertó en mi la noche anterior, ¿donde estaría? Me permití preguntarme, no lo había visto en el desayuno y tampoco se había parecido por la sala de estar, apenas habían un trio de catatónicos y un par más viendo televisión.

- Oh que bueno que los encuentro – Takeda-san apareció por el pasillo acercándose a nosotros.

Akiteru se levantó enseguida del sillón, Takeda-san nos pidió que lo acompañáramos a su oficina, una vez ahí empezó a hablar sobre mis supuestos logros, también le reitero a Akiteru que las puertas del hospital estaban abiertas para cuando él quisiera ir a verme y que estaría complacido de que el fuese parte de mi tratamiento.

Takeda-san me dio el resto de la tarde libre para compartirla con mi hermano pero mi cabeza parecía dar saltos de la habitación a mi creciente preocupación por el pecoso, quería preguntar pero no me atrevía.

Salimos de ahí y nos dirigimos a mi habitación, Akiteru quería que probara la tarta que me había traído.

En cierta manera yo también quería regresar al cuarto, con la esperanza intermitente de verlo ahí, gire el pomo de la puerta con cierta ansiedad, Akiteru lo noto, no había nada sobre mí que se le escapara, pero antes de poder preguntarme que me pasaba el ruido de unos libros cayéndose sobre el piso de madera llamo nuestra atención.

Ahí estaba el pecoso, con su cabello peinado hacia atrás sujetado en una coleta, unos cuantos mechones rebeldes le caían sobre la frente, tenía puesta una playera negra manga larga y unos jeans rotos, estaba descalzo y ruborizado intentando levantar los libros que había dejado caer.

- Oh tú debes ser el compañero de cuarto de mi hermano, mucho gusto mi nombre es Akiteru Tsukishima – Akiteru paso por mi lado yendo hasta el pecoso que se contrajo y retrocedió un paso.

- Cómo te llamas? – pregunto ayudándole a levantar los 4 libros que habían caído al suelo.

- Ya… Yamaguchi Tada... Tadashi – le escuche decir con voz temblorosa.

- Oh estabas leyendo esto?, whoaaa hace mucho no veía un libro de estos – El pecoso le contesto con un leve asentimiento, mientras Akiteru sostenía un libro de cuentos infantiles en su mano revisando algunas hojas.

- Vaya mira Kei, está la historia que nos contaba mamá de pequeños! – Akiteru emocionado tomo asiento en el piso abriendo el libro sobre sus piernas, para mi sorpresa el pecoso lo imito sentándose junto a él, y yo seguía como un idiota sosteniendo el pomo de la puerta parado en toda la entrada como si estuviese congelado.

Saliendo de mi repentino trance tome asiento junto a Akiteru, mi corazón ya de por si estaba a mil como para forzarlo aún más sentándome junto al pecoso, ya sabía muy bien lo que podría pasar.

Akiteru empezó a leer un cuento sobre un par de hermanos lobos blancos, que habían perdido a su madre en una avalancha, yo intentaba ponerle atención pero mi mirada se escurría fácilmente hacia el pecoso llevando mis pensamientos con ella.

Los mechones que le caían sobre la frente se movían suavemente ante cualquier movimiento que el pecoso hiciera, las manchitas sobre sus mejillas eran suaves y contrastaban perfecto con el color de su piel, sus largas pestañas adornaban sus parpados relajados que mantenían su mirada baja concentrado en el libro que Akiteru leía, en momentos pasaba sutilmente su lengua por los labios para humedecerlos un poco, y yo era víctima de cada movimiento, sonido, postura o gesto que el pecoso hiciera.

Sin mucho esfuerzo los recuerdos de la noche anterior volvieron a mí, eran flashes de cada recuerdo lo que atacaban mi memoria, y atrapaban mi completa atención, podía ver como su sonrojo había logrado expandirse hasta su cuello, la calidez de su piel que se rozaba con la mía quemándome gentilmente, sus ojos entrecerrados que me miraban brillosos, esos labios entreabiertos que dejaron escapar los más dulces e insinuantes gemidos.

Sin darme cuenta de cómo, ni de cuando Akiteru ya estaba encima de mí tocando mi frente con una mano.

- Que sucede?, no pareces tener fiebre pero estas rojo como un tomate! – Akiteru soltó una risa mirándome divertido, yo voltee la mirada avergonzado acomodándome las gafas, no podía estarme pasando por poco y hubiese tenido que explicar también cierto problema entre mis pantalones.

- Ten – su suave tono de voz me hizo mirarlo de golpe, el pecoso me extendía un pañito húmedo con la mano temblorosa, pude sentir como Akiteru nos escaneo con la mirada y antes que empezara con sus cosas trate de fingir lo mejor que pude.

- No es necesario – le conteste parándome de mi lugar, le dije a mi hermano que lo vería en un rato y hui de la habitación.

Cuando me di cuenta ya estaba en las escaleras del primer piso, camine por el pasillo hacia la sala de estar, los grandes ventanales de los pasillos siempre captaban mi atención, afuera estaba sentado sobre una manta azul Kageyama, mientras una mata pelinaranja asomaba por su regazo, el enano estaba durmiendo plácidamente sobre los muslos del mayor que solo miraba a lo lejos y le acariciaba los cabellos gentilmente.

Esos dos empezaban a irritarme, el día anterior estaban que se mataban y ahora parecían una pareja dulce y enamorada, entonces pensé en mi hermano, aunque todo estuviese yendo bien, eso no duraría mucho, volvería a lastimarlo, la sonrisa de Akiteru desaparecería de nuevo por mi culpa, y eso yo lo sabía, por supuesto que lo sabía, pero no estaba seguro de poder evitarlo.

Deje escapar un largo suspiro, me frote la sien cansado, en que se había convertido mi vida? Vivía del remordimiento, de la culpa y me alimentaba del dolor que le acusaba a Akiteru, en que momento encajaba en ello tener deseos sexuales alocados por un desconocido?, o sentir empatía por un par de locos que se autodestruían el uno al otro.

En donde en mi cabeza cabía la calidez de otro cuerpo y esa tranquilidad proveniente de otras relaciones.

Sugawara-san estaba cruzado de brazos viéndome desde el final de pasillo, se acercó a mi sacándome de mis ideas y mirándome con cierta seriedad que me intrigo.

- Tsukishima-kun – me llamo haciéndome voltear hacia él.

- Sabes hay muchas cosas que nuestras mentes no son capaces de procesar – empezó a hablar mirando hacia afuera la escena del par de irritantes raritos.

- A pesar de tener la habilidad más desarrollada entre las demás especies hay cosas que simplemente no entendemos, no podemos predecir o no podemos evitar – seguía hablando con su voz suave mientras yo lo mirada fijamente.

- Yamaguchi es un chico especial, el no percibe las cosas como lo hacemos la mayoría, sufrió mucho desde pequeño y sus cimientos sociales están más distorsionados de lo que el pobre diagnostico que dan los médicos sobre el deja ver – definitivamente el peligris ya tenía toda mi atención.

- Takeda-san definitivamente tiene una buena razón para ponerlo en una habitación con alguien más, tu eres la primera persona con la que comparte cuarto desde que llego aquí, yo lo conocí apenas el año pasado, pero para el son ya 10 años de vivir en este lugar – algo dentro de mi cayo hasta el suelo al escuchar las palabras de Sugawara-san, quien me volteo a ver como examinándome.

- Hoy estuve con él un rato, luego de dejar a Tanaka y a Asahi en su terapia, me dijo que no quería salir de la cama en todo el día, parecía adolorido pero no quiso decirme ni comer nada – su tono de voz se había inundado de una sincera preocupación.

- Algo paso? – pregunto sin dar más rodeos, mi sangre se helo al instante, aunque Sugawara-san fuese alguien que confianza simplemente no podía llegar y soltarle que había tenido sexo con el pecoso la noche anterior, que prácticamente yo lo termine obligando, que aunque no habíamos cruzado si no apenas una frase yo me había aprovechado de él.

- Se muy poco sobre él – fue lo único que atine a decir.

- Sé que no debería pero supongo que está bien – hizo una pequeña pausa tomando aire, yo estaba seguro que Sugawara-san no confiaba mucho en mí, y bueno tenía motivos por los cuales no hacerlo.

- Veras Yamaguchi nació en hokkaido, como ya te habíamos contado tiene esquizofrenia pero el tipo que el padece le hace escuchar voces que lo obligan a hacer cosas, cosas que él no quiere hacer, también suele tener alucinaciones, pero en el fondo es un chico amable y bondadoso pero eso lo hace débil también, influenciable y fácil de romper, desde niño su padre y sus compañeros de escuela se aprovecharon de eso para hacerle cosas crueles – la voz del peligris se detuvo un momento antes de continuar.

- Su madre los abandono cuando el cumplió apenas cuatro años, ya que Yamaguchi ya tenía un severo cuadro clínico, tenía amigos imaginarios y parecía vivir en un mundo paralelo a este,  veía cosas, tenía terrores nocturnos y en ocasiones entraba en estado vegetativo voluntario, se encerraba en sí mismo y podía no hablar ni moverse por prolongados espacios de tiempo, todo eso fue quebrándolo poco a poco, a los 8 años Yamaguchi asesino a su propio padre con un cuchillo, y huyo de su casa – la pausa que realizo el peligris para dejarme procesar lo que me acaba de decir no fue suficiente, mi mente se perdió del resto de cosas que dijo, mientras el eco de su voz se repetía en esa última frase.

En medio de mi evidente e inmadura ceguera, siempre creía que mis problemas eran demasiado para mi e incluso en ocasiones me preguntaba que había hecho mal para merecer todo ello, y aun así tenía el descaro de mantenerme indiferente, pero ahí la vida llegaba con una amable bofetada a indicarme que eso estaba lejos de ser cierto, que yo era un cobarde, pero eso yo ya lo sabía, desde aquellas veces en la escuela donde prefería correr tras la falda de mi madre en vez de jugar con los demás niños, o cuando prefería ponerme los audífonos e ignorar al resto de mis compañeros solo para no crear un lazo del cual pudiese salir herido.

Me mire las manos temblorosas, eso ya era costumbre pero en ese momento sentí que no temblaban por los efectos nefastos de la medicación, temblaban de miedo. De lo desconocido que podía abalanzárseme encima y terminar conmigo.

Cerré los ojos y Sugawara se detuvo, supuse que se había quedado viéndome, entonces sentí esa palma cálida acariciar mi espalda, justo como solía hacerlo Akiteru, y me sentí mejor, y peor a la vez. Era un cobarde de primera.

- Tus padres murieron en un accidente verdad?, quizá esa sea la razón por la que Takeda-san te puso con Yamaguchi, ustedes dos han pasado por momentos difíciles de una índole parecida, quizá puedan terminar ayudándose más de lo que piensan – el peligris sonrió dejándome solo en el pasillo.

- Kei! – Akiteru apareció detrás mío con un plato de tarta en las manos

- Vamos a comer! – fuimos al comedor y disfrutamos de la tarta juntos, nunca había agradecido tanto tener a mi hermano cerca.

Pronto anocheció y yo me había quedado dormido en el hombro de Akiteru, cuando desperté ya era la hora de la cena, Akiteru se empezó a despedir de todos ya que el viaje de regreso a casa era largo y según me contó Chizaru-san llegaría en la madrugada así que tenía que recogerlo en el aeropuerto.

- Cuídate mucho, abrígate bien, come bien, cuídate mucho – repetía Akiteru en la entrada del edificio mientras me sostenía de los hombros.

- Te deje más tarta para que comas mañana, vendremos en dos días con Kyoji, lo prometo! Desempaque por ti, así que por favor mantén todo organizado y limpio, te voy a extrañar te quiero mucho, lo sabes verdad? – Akiteru me apretaba ambas mejillas mientras hablaba, yo solo asentí con la cabeza.

Luego de unas cuantas recomendaciones más sobre mi ropa y el baño se despidió de mi con un fuerte abrazo y se marchó, regrese al comedor encontrándome con el pecoso sentado solo contra la ventana, al parecer no se había dado cuenta de mi presencia y su mirada estaba perdida en el paisaje nocturno que se veía al otro lado del ventanal.

- No no… no puedo... – lo escuche susurrando suavemente apenas audiblemente.

- No lo hare no puedo – articulo un poco más fuerte mientras apretaba los puños con fuerza.

Era la primera vez que lo escuchaba hablarme, bueno no me hablaba a mí pero éramos los únicos en el comedor, decidí sentarme a su lado haciéndolo dar un brinco por la sorpresa, pero aunque hubiese querido no pude decir nada, solo nos quedamos ahí sentados uno al lado del otro hasta que los demás llegaron y fuimos por la medicación.

Por primera vez quise rehusarme a tomarla, sabía que esa capsula blanca no era otra cosa más que risperidona, no quería que lo de la noche anterior se repitiera.

Al pecoso lo inyectaron esa noche, pude escuchar que el mismo lo pidió, subió a la habitación unos 20 minutos antes que el resto.

Takeda-san anuncio que al siguiente día habría actividades en el patio, cosa en la que yo no podría participar, por lo que significaba un día más encerrado en ese edificio.

Todos subieron a sus cuartos como lo hacían usualmente, cuando llegue a la mía me encontré con el pecoso ya dormido plácidamente en su propia cama abrazando una almohada y sin arroparse.

Me sentí culpable, y estúpido, me senté frente a él en el suelo, descanse mis codos en el borde del colchón y sin quitarle la mirada de encima me quede dormido.

Notas finales:

Para la proxima actualizacion esperen un especial de dos caps! esta vez tendremos la version de nuestro adorable y perturbado tadashi sobre los recientes acontencimientos y su situacion, ya que contarla desde el punto de vista de nuestro rubio sexy no seria lo mismo. 

Tengo una pregunta, alguno quiere lemon kagehina????

Ya saben dejen su review! en verdad leerlos me divierte mucho y tratare de responder todos los que tenog pendientes!

Matta nee!


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