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Una Nueva Oportunidad por Arizt Knith

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Capitulo 15

¡Escena del capítulo anterior!

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-- Esto no se quedara así… -Murmuro Kardia mientras le daba una mordida a su manzana y miraba jugar al pequeño pelirrojo. El Cid tan solo bufo molesto y le dio un trago a su bebida. Muy compañeros, camaradas y amigos podían ser pero ninguno de ellos estaba dispuesto a dejar a aquella joya en las manos del otro-

-- ¿Quieres apostar, mi querido Kardia? –El español no se pudo privar de sonreír ladino al ver la mueca de desagrado en su camarada.

Todo el mundo seguía disfrutando de la fiesta, todos comían, todos bebían y platicaban. Todos jugaban y contaban algunas anécdotas o simplemente peleaban de manera juguetona, inclusive avergonzaban a los que aún no se declaraban y seguían de solterones; pero al final de cuentas la pasaron bien. Shion no pudo evitar sonreír levemente desde su asiento, y Dohko lo noto. Sabía que el peli verde estaba feliz de ver a sus compañeros, a sus pequeños retoños y a aquellos niños que ahora formaban de esta gran familia, jugar entre ellos. Poco a poco el Santuario empezaba a volverse más bullicioso y esto que aún faltaban otros pequeños más por llegar.

Acabada el dichoso almuerzo el Patriarca Shion decidió darles la tarde libre a todo el mundo, además de que aun debía escuchar el reporte de los caballeros de Escorpio y Capricornio. Aunque para ser sincero el jamás se esperó tales cosas, pero podía verlo. Podía ver muchas cosas en aquella mirada carmín del menor, ¿Qué tanto había tenido que presenciar aquel niño, para tener esa mirada tan melancólica? Además aun había muchísimos temas por tratar…

-- Patriarca Shion… -El mencionado tan solo vio con calma a los caballeros de Escorpio y Capricornio. Estos últimos tenían un semblante serio mientras que los Escorpiones lucían más que ansiosos. Nunca en todos sus años de vida o siquiera en los antiguos libros o pergaminos había visto algo sin igual, aquel niño, aquel pequeño de cabello y mirada rojiza se encontraba regido por dos constelaciones. Si era verdad que había escuchado de tales rumores, pero solo eran eso, rumores y nada más.

-- Esto es algo que deberé consultar con la señorita Athena –Hablo- Aunque confió en que por el momento, podrán cuidarle bien entre ustedes cuatro –Aquello no había sonado para nada bien, aun así, tuvieron que aceptar a regañadientes la propuesta del mayor para luego retirarse, no sin antes dedicarse una mirada mortal entre ellos – Estos niños… nunca dejaran de pelear entre ellos… -Murmuro el Santo Pontífice una vez solo en la estancia, pero la felicidad no le duro mucho al escuchar la risa de alguien que se escondía entre las sombras – Ya sé que estás ahí, más te vale que salgas

El dueño de aquella risa negó con la cabeza y salió de su escondite. Mientras caminaba se podía escuchar el ruido que provocaba su armadura a cada paso. El peli verde apoyo su codo en el brazo del trono y su mejilla derecha en su puno mientras le miraba acercarse. Por alguna extraña razón, a Dohko se le había pegado la manía de esconderse entre los pilares y vigilarle.

– Así que por este motivo fue que estuviste alegre, ¿eh? –El castaño solo sonrió ameno y se postro ante el de orbes amatistas, quien había dejado su semblante serio atrás por uno de sorpresa. La mirada esmeralda de Dohko se encontró con aquel bello par de amatistas. Por otro lado, Shion tan solo se hizo el desentendido en cuanto al tema. –Ah… ¿Así que no me vas a responder?

Y dicho y hecho el Pontífice negó con la cabeza y se levantó del trono, provocando que el castaño sonriera divertido. Aquello siempre resultaba ser como un juego por parte de los dos. Parecían como dos jóvenes enamorados rememorando las cosas que hacían en aquel entonces, disfrutando, gozando, amándose una y otra vez.

Cada uno de ellos había empezado ò vuelto a retomar sus vidas por donde quedaron después de morir. Unos habían iniciado a hacer cosas nuevas, vivir al máximo, experimentar y disfrutar de las cosas que les habían privado al convertirse en guerreros. Pasear, ir de compras, inclusive aprender a patinar, andar en bicicleta, ir a los antros a pasarla bien un viernes por la noche mientras bebían algo y bailaban en la pista atrayendo las miradas de todos, pues no era normal ver a tremendos hombros de distintas nacionalidades y con talle de modelos. O sino, ir a un parque o a la playa a divertirse, el punto era ¡VIVIR! Pero había algo que no había cambiado en ellos. Eran esos mismos sentimientos, era aquel calor, ese fulgor. Esa pasión, esos besos. Esa misma pasión, ese mismo deseo y fulgor parecía no solo estarse desatando en los aposentos del Patriarca Shion, sino que también en el sexto templo zodiacal y para ser más exactos, en la habitación del mayor.

El menor de los gemelos echo la cabeza hacia atrás, su largo fleco color índigo se movió un poco y nubló su vista. Pero no quería, no deseaba y no se perdonaría el perderse aquello. Sintió una fuerte descarga recorrerle el cuerpo. Y no era para menos, su miembro, aquel pedazo de carne se encontraba totalmente erecto y en aquella dulce labios le besaban, su lengua recorría el falo de arriba hacia bajo con gran parsimonia, dejando que los dientes de su pareja rozaran en su virilidad. Sentía que moría, sentía que vivía. De repente la temperatura del cuarto empezó a subir y con ello, un calor se apoderó en su vientre bajo.

-- Espera... -Pidió. Su voz sonaba ronca por el placer. Una mano morena se apoyó sobre la cabeza del rubio, quien levanto ligeramente la mirada. El miembro hinchado de Defteros seguía en su boca, de la cual, delgadas hileras de líquido pre-seminal se escapaban. El hindú soltó aquel trozo de carne y se esperó a que el otro hiciera o dijera algo. Las manos de Defteros acunaron aquel terso rostro, sus labios se apoderaron de los ajenos. Lamia, besaba, mordisqueaba con gran de guste aquellos labios carnosos hasta hacerlo jadear. Sus manos fueron recorriendo aquella lechosa piel; sus cuerpos se juntaron y tal parecían haber sido creados el uno para el otro.

-- Deft... -Aquel nombre se escapó de su boca en medio de un fuerte gemido, al sentir como su cuello era atacado por los dientes del griego quien lo iba posicionándose sobre la cama. Asmita apoyo los antebrazos y rodillas sobre la cama, alzo sus caderas y abrió lo más que podía sus piernas, dejando aquella rosada entrada a la vista del mayor.

Por otro lado, Defteros trago grueso. Sin importar cuantos años pasaran el siempre seguiría reaccionando de la misma manera. Sus manos morenas se pasearon por aquella estrecha cadera hasta llegar a las nalgas del otro. Asmita era un joven bello, de cuerpo esbelto y flexible. Larga y sedosa cabellera rubia, hermosos ojos celestes, labios rosados y carnosos pero finos. Su piel era blanca y lechosa, demasiado tersa y con un delicioso olor a sales minerales. Ambas manos tomaron y masajearon aquel bien formado trasero.

-- ¿Te gusta lo que sientes? -Pegunto al escuchar como varios gemidos queditos se escapaban de aquellos dinos labios--

-- Mjhg n...no... -Gimió- Oh... ¿Es así? -Él también podía ser malo. Los dedos de su mano derecha empezaron a trazar suaves caricias por aquella zona, hasta llegar a aquella rosada entrada la cual empezó a rozar con su dedo índice. El joven hindú soltó un jadeo al sentir aquellos dedos tocando esa zona, su cuerpo templo y mordió su labio inferior.

Defteros sonrío al notar aquel cuerpo temblar preso del placer, así que sin más le dio lo que deseaba. Sus manos volvieron a tomar aquellas nalgas, y su lengua empezó a pasearse por ellas, lamiéndolas, besándolas y mordiéndolas como si se tratara de algún fruto. Asmita Gimió esta vez mas fuerte al sentir las mordidas, seguramente más tarde tendría varias marcas rojizas y amoratadas pero no importaba el tan solo deseaba sentir a aquel hombre poseerle. La lengua del griego trazó un camino húmedo hasta llegar a aquel lugar, sintiendo como el cuerpo de la virgen temblaba del placer. Sonrío. Nuevamente sus manos le tomaron con firmeza y su lengua se movió en aquel lugar. Asmita gimió y movió un tanto sus caderas al sentir como aquella lengua experta le penetraba, pero mayor fue al sentir como el otro le masturbaba. Defteros había soltado su cadera izquierda para empezar a masturbar el miembro del rubio, que a este punto se encontraba despierto.

-- Nmhgg... N-no... -Gimió fuerte y el otro se deleitó. La lengua experta de Defteros siguió moviéndose, entrando y saliendo de aquella zona, llenándole con su saliva, lubricándome lo más que podía. Gemía, jadeaba. Tantas veces lo habían hecho y él no se acostumbraba. Jamás lo haría. No cuando su cuerpo ardía, no cuando su respiración estaba agitada y su corazón amenazaba con escapársele- Amhg... -Se separó un poco de él, tan solo para observarle. La espalda de Asmita se encontraba balada con una finísima capa de sudor. 

-- "Hermoso" pensó. Seguidamente bajo la mirada hasta su virilidad. Dolía. Su miembro estaba completamente erecto y aún seguía goteando algo de aquel líquido. Con su mano derecha empezó a masturbarse el mismo, y a conducirlo hasta aquella entrada.

-- Mhgghb Aahhh... Deft... Fteros... -Sintió como aquel trozo de carne de adentraba en él, tan solo era la punta pero claramente sintió como su entrada se extendía y daba paso al otro. El griego gruño molesto al ver que le era difícil entrar. Como siempre. Él había nacido bien dotado al igual que su hermano. Ambos tenían un miembro grande y grueso, perfecto en pocas palabras--

-- Perdóname... -Murmuro en el oído del otro. Asmita solo le vio de reojo al momento que sus caderas volvían a ser tomadas con fuerza y sentía como era penetrado con fuerza. Un fuerte gemido se escapó de los labios de la virgen. Mitad placer, mitad dolor. Defteros se encargó de ir trazando un camino de besos desde los hombros níveos hasta la espalda del otro, esperando que con ello pudiera calmar el dolo en su amante. Mientras, Asmita debía admitir que las atenciones que estaba recibiendo por el otro le hacían olvidar del dolor que sentía. Los labios carnosos del moreno bailaban sobre su piel, y nuevamente sintió como este volvía a masturbarle a medida que movía sus caderas a un suave compas adentrándose en su estrecho interior.

Un, dos, tres. Un gimoteo. Cuatro, cinco, seis. Varios gemidos. La larga cabellera rubia de aquel joven se mecía a medida que su cuerpo recibía aquellas fuertes y certeras estocadas. Sus antebrazos se encontraban apoyados en la cama, sus caderas estaban alzadas y eran tomadas por aquellas fuertes manos. No podía evitarlo, su cuerpo vibrar, sentía aquel calor envolverle a medida que aquel miembro entraba y salía de su entrada, produciendo un sonido morbosos por causa del líquido pre-seminal y el lubricantes que momentos antes el griego había utilizado.

-- Ahhmng m...Mnhg... -Una más, dos más. Los cabellos azules del moreno se mecían también, otros se pegaban a su frente por causa del sudor. Defteros sentía que no podía más, el interior del hindu apretaba en demasía su miembro hasta el punto de hacerle delirar de placer. Era absorbido, era apretado con ganas, friccionaba con ganas- Defte... -El de hebras rubias volteo a ver de reojo a su amante, su mirada tan azul como un cielo despejado, estaba sumida en la más grande lujuria. Sus labios estaban entre abiertos y de la comisura derecha de sus labios se escapaba un hilito de saliva- M..mas... -Pidió. Rogó, Imploro. Y Defteros se lo dio. Las caderas del moreno se fueron meciendo más rápido, más fuerte, más delicioso. La cama emitía un crujido por las fuertes arremetidas del griego. Los gemidos se mezclaban con los jadeos.

Asmita, aquel hombre más cercano a los dioses moría y vivía una y otra vez con cada penetración. Le gustaba, le encantaba pero el solo podía disfrutar de aquel acto carnal con el moreno.

-- No puedo más... -Gruño. El rubio se sorprendió al encontrarse de nuevo con la espalda apoyada en la cama. Defteros le tomo de las caderas para volver a arremeter y seguir con aquella danza erótica en la que ambos se fundían y proferían palabras llenas de amor y promesas por cumplir.

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Esa misma noche Shion se despidió de Dohko con un beso en la mejilla, el pobre asiático había quedado más que exhausto después de una tarde llena de pasión. Sonrió levemente al ver la expresión tan pacifica que el otro tenía en su rostro, quería quedarse más tiempo con el pero ya iba siendo hora que partiera a StarHill. Aun habían pequeños por encontrar y no se permitiría perderse una sola noche para ir a consultar las estrellas.

-- Ten dulces sueños –Murmuro quedamente después de depositar un pequeño beso sobre la frente del asiático, quien solo se removió entre sueños y murmuro cuanta cosa que logro sacarle una pequeña risilla al peli verde.

Al llegar se dio cuenta de que todo se encontraba en total calma, dio un hondo suspiro y realizo unas cuantas plegarias a su diosa por el bienestar de los pequeños que aún faltaban. La mirada pacifica del ariano se posó sobre el enorme lienzo nocturno, esa noche era serena. El cielo estaba despejado, la luna brillaba amena al igual que las estrellas que tintineaban con sus bellos colores que transmitían desde aquella distancia a años luz. Dio otro suspiro y tomo asiento en aquella misma roca que había estado ocupando las últimas semanas y se ponía a jugar con los pliegues de su túnica y los adornos de esta.

A excepción de las otras noches Shion no tuvo que esperar largas horas para que las estrellas anunciaran algo, apenas habían pasado unos treinta minutos, cuando la constelación de Tauro fue la primera en brillar. Curiosamente las estrellas más grandes, eran las que más brillaban mostrando que el pequeño iría a ser alguien muy fuerte y de corazón noble justo como sus maestros. Sonrió de solo pensar que los guardianes de Tauro estarían contentos con esta noticia. Segundos después fue el turno de Virgo, siendo Spica la más brillante de la constelación. El brillo dorado de ambas constelaciones mostraba un futuro próspero para aquellos jóvenes. Dio otro suspiro acompañado con una sonrisa, sus largos cabellos y lo largo de su túnica empezaron a mecerse por causa de una suave brisa.

–Así que, dos pequeños mas ¿eh? Las cosas se pondrán más y más ruidosas con ellos –Murmuro desde su lugar, esa noche decidió regresar antes a sus aposentos de por sí, las estrellas ya habían anunciado a los pequeños. Mientras descendía se sorprendió un poco, últimamente las estrellas habían estado mostrándose de a dos en la misma noche, pero al menos podía estar agradecido de encontrar lo más rápido posible a los pequeños. Detuvo sus pasos por unos instantes y nuevamente dirigió la mirada hacia el cielo. Por los reportes que había recibido de los caballeros, la vida de aquellos niños no había sido para nada fácil y los únicos que aún tenían familia eran los gemelos. Suspiro. Al menos se sentía más tranquilo de ver que los dorados se esforzaban por hacer felices a los menores

Mientras descendía una constelación empezó a emitir un tenue brillo dorado, la cual luego fue acompañada por otras dos más. La primera tenía un tenue brillo dorado mezclado con uno plateado. La otra tenía el mismo brillo dorado con uno rojizo, igual que la sangre y la tercera al igual que las otras dos tenía un brillo dorado acompañado con uno color sangre. Aquello sin duda no parecía ser nada bueno.

Eso… Eso solo sería el comienzo de una nueva contienda…

Poco a poco los aprendices iban a apareciendo, ya solo hacían falta unos pocos y en especial la persona destinaba a aquella constelacion

 

Continuara...

 

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