19-Lo sucedido
¿Es que has estado evitándome?—preguntó el castaño al parecer con humor mientras veía reflejos ambarinos en los melados ojos.
Joseph estaba preocupado, no había que ser un genio para adivinarlo. Pero había un problema. Si algo tenía en el mundo Seto Kaiba era orgullo propio y el ver semejante cara en el rubio lo hacía revolverse incómodo y como siempre eso lo volvía un incordio.
La mano de Joey estaba afirmada suavemente en uno de los barandales de la camilla y de un saque Kaiba se hizo con ella para tirar de esta después haciendo que el melado acercara sin pretenderlo sus labios a los del ojos azules que fogosamente los oprimió con los propios como era de esperarse mientras su otra mano empujaba la nuca de Wheeler para evitar su fuga.
Seto pueden…--fue el intento de réplica del rubio mientras sus labios eran absorbidos por el maremoto de las sensaciones que el contacto con el castaño le provocaban.
¿Crees que me importa?—contestó Kaiba luego de alejar su boca un momento para luego devolverla a la de Wheeler quien dejó de luchar mientras tras el espejo falso, Ikabe observaba con estupefactos ojos lo que ocurría ante él.
Desde su lugar el mafioso podía ver en parte los rostros de ambos y la sensación de verlos en tan inesperado acto no provocaba lo que el creería que ver a dos hombres en tal acción le provocaría. Es mas en ese momento su cuerpo retrocedió hasta la pared y apoyando su espalda rememoró aquella visión del cuerpo del rubio mientras llegaba al orgasmo en la boca de aquella chica.
Joseph en la habitación se separó de Kaiba y le dijo—Es hora de que pensemos como sacarte de aquí—
Seto sonrió de lado y luego contestó--¿Acaso piensas sacarme a los tiros de aquí?—luego recordó la escena del tiroteo y cambiando el talante añadió--¿Qué pasó en ese lugar, perro?—
¿En ese lugar?—preguntó el melado con cara confundida.
No te hagas el idiota, hablo durante la balacera—contestó el castaño.
No sé de que hablas—dijo el rubio tratando de evadir el tema—Lo importante es…--
¿Wheeler? ¿Acaso entiendes que asesinaste personas? Hagamos lo que hagamos tu no puedes volver—dijo el empresario.
La mano del ojos mieles se agarrotó mientras el pánico y la confusión se expandían por su cuerpo, pues aunque no recordaba nada de lo ocurrido después de recibir el rozón, las palabras de Ikabe y de Seto calaron hondo en su psiquis instalando el miedo a lo que desconocía de si mismo. Ser capaz de asesinar a alguien era algo que creía ser incapaz de hacer. El recuerdo de aquellos raros sueños que estaba teniendo y lo que había descubierto de ese tipo alemán que había aparecido en ellos y que había investigado intensificaron su miedo aún más.
Del pelinegro podía dudar pero el castaño estaba cantando la misma versión y eso volvía todo más tenebroso.
Prometo que te sacaré Seto, pase lo que pase—exclamó.
Azul y miel se miraban intensamente.