31-Un estanque en el cual ahogarse
Miraba el estanque artificial en la residencia de los Kaiba, era un espejo de agua hermoso, los cerezos en flor habían alfombrado su superficie. A su lado Ikabe bebía su té en una de esas simpáticas tacitas mientras ambos se sentaban en tela. Más temprano todos los habitantes de la casa habían compartido una comida en dicho lugar pues al parecer era una tradición japonesa el picnic bajo los cerezos en flor.
Wilfred pensaba que en casa había una costumbre semejante. ¿Cómo era que lo había olvidado? Recordaba de niño almorzar con sus padres tirando de la cuerda de una cometa. Hacía tiempo que en su tierra no se veía nada así. La guerra había tornado gris la tierra que una vez el conoció.
¿En que estas pensando, Shmidt san?—preguntó de pronto Ikabe dejando su tacita a su lado.
En nada importante—respondió en seguida el rubio.
Tenías la mirada como ida. Debes estar pensando en tu tierra natal. La gente siempre tiene esa mirada cuando piensa en lo que ha dejado atrás—dijo el pelinegro con una sonrisita.
Para cambiar de tema el ojos mieles le preguntó--¿Y como le va a tu hermano con su entrevista matrimonial?—
Extrañado el japonés contestó—En realidad no tiene mucho que objetar, según creo. Mis padres han elegido una linda chica con dinero y posición. Es más que seguro que se casarán para la próxima primavera. ¿Qué te hace preguntar por eso? ¿Acaso ahora te interesa también mi hermano?—
No seas tonto. Él es un niño. Además no deja de enorgullecerse y hablar de que es un viento divino—dijo el alemán.
Una mano se aferró con fuera a su brazo y volteó para ver unos ojos que le miraban con vehemencia.
¿Qué has dicho?—preguntó Kaiba con voz alarmada.
¿Qué? ¿No lo sabías? Pues él no deja de mencionarlo. Que es especial por ser un viento divino y todo eso. ¿Acaso tu hermano no te habla de esas cosas?—preguntó algo sorprendido Wilfred.
Esto es diferente—dijo Ikabe con rostro cenizo.
¿Qué está pasando?—preguntó el alemán con un mal presentimiento.
Ikabe le había dicho que era algo familiar y normalmente lo hubiera dejado así, pero… ¿Por qué no dejaba de pensar en el asunto? Se preguntaba Wilfred mientras caminaba por la casa.
ÉPOCA ACTUAL
De… tente—la palabra salió despacio de la boca del rubio.
¿Detenerme?—preguntó el otro--¿Contigo moviendo tus caderas y gimiendo de esa manera arriba mío? ¡Imposible!—sus manos aferraban las caderas sobre su regazo mientras Joey con movimientos rítmicos se alejaba y acercaba de su pelvis--¿Estás pensando en él, eh?—tomó su cabeza y la giró para acaparar sus labios, luego los dejó para seguir—No me molesta. Puede que sigas intentándolo pero pronto dejará de venir a tu mente. Tu cuerpo y el mío se conectan muy bien. ¿Verdad? Sé que puedes sentirlo—las manos se aferraron con más fuerza a las caderas obligándolas a estrechar el espacio hasta doler—Voy a volverte loco. Tengo ganas de dejarte encerrado aquí para tomarte. O tal vez te de algo que te haga sentir más relajado. ¿No quieres?—