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Si aún no es muy tarde por KiwiSonata

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Shinya tocó la puerta tres veces. Nadie atendió. No quería volver a hacerlo; si tenía que ser sincero, no quería ver a Guren. Tenía miedo. Todo aquello en lo que evitó pensar durante las últimas dos semanas, estaba arrasando con su cabeza.


Tocó dos veces más, porque no quería quedar como un cobarde frente a si mismo. Para su mala fortuna, Guren abrió de inmediato, como si hubiera estado esperando a que tocara de nuevo.


Sus ojos chocaron contra los del pelinegro, que se veían algo aburridos. Vio el brillo en ellos cambiar, luego un rayo de furia los atravesó. Por un segundo, parecía que Guren iba a decir algo referente a las últimas dos semanas, pero no.


—Tú jamás tocas, ¿por qué fastidiarme hoy precisamente? —bufó el mayor, haciéndose a un lado para que su amigo entrara.


No lo hizo.


Shinya estaba paralizado, mirándolo fijamente. El peso de la revelación de hace dos semanas aumentó. Su corazón comenzó a arder, latía con fuerza y furia. Una profunda tristeza lo apuñaló, se clavó en su pecho como una daga y quiso comenzar a llorar, pero no lo hizo.


Las lágrimas que reprimió se convirtieron en una sonrisa forzada, pero Guren no prestó atención a eso.


—Vaya, esperaba lágrimas y abrazos —bromeó el rubio con la misma sonrisa—. Cualquiera diría que no pasamos lejos dos semanas enteras. ¿Me extrañaste, Guren?


—No. Puedes irte dos años, no me importa —atacó en respuesta el aludido—. ¿Qué quieres?


—Ah, pues yo si te extrañé —finalmente el peliplata entró a la casa de su amigo—. Y por eso he venido a verte —canturreó la última palabra, alargando las vocales.


—Apenas me mandas un mensaje, pero ¿dices extrañarme? —Guren chasqueó la lengua y cerró la puerta con más fuerza de la necesaria.


En condiciones normales, Shinya atacaría la cocina en busca de dulces, que usualmente el mayor no tenía; aunque Shinya siempre dejaba un frasco de mermelada de moras. Bien, pero las condiciones no eran normales, aunque ambos quisieran pensar que si, había algo molestándolos a ambos y eso hacía que las cosas fueran de cualquier manera, menos normales, incluso incómodas.


El peliplata se sentó en la sala, en el sillón de tres plazas y Guren se sentó en el mismo, pero en el otro extremo. Un silencio incómodo llenó el lugar, el pelinegro solo podía recordar todo lo que había pasado en ese sillón en el último periodo de tiempo. Desde Mika dormido sobre su regazo hasta Mahiru intentando tener sexo con él, sin olvidar, claro, a Shinya durmiendo apoyado en sus piernas.


El rubio suspiró sin querer, llamando la atención de Guren, que se le quedó viendo fijamente por un rato. Shinya le sostuvo la mirada, se dejó caer en el púrpura de los ojos de Guren y entonces su mente voló. Era como sumergirse en gelatina, sabes que no puedes nadar en gelatina, no puedes flotar en ella y solo te arrastrará más y más al fondo... Pero por alguna razón te gusta —o al menos a Shinya le gustaría—. Así era ver a Guren a los ojos.


Sobre todo ahora.


Si, sobre todo ahora.


El ambiente hizo que Shinya viajara al pasado, específicamente a la última noche que pasó con Guren. Estaba volviendo a vivir todo, lo recordaba a la perfección. Todo el camino desde que se quedó dormido después de la pizza y cuando Guren lo guió a su habitación. Recordaba haber fingido dormir, un momento, para que Guren pudiera dormir también; sabía que el pelinegro, a pesar de que siempre decía que no le importaba, en realidad se preocupaba por él.


En cuanto Guren se había quedado dormido, Shinya abrió los ojos y se quedó mirando a su mejor amigo por un momento. Se acercó un poco, buscando que el calor le hiciera sentir más sueño o algo.


Después de un rato, Shinya bailaba en el filo de la navaja, en la delgada división entre sueño y vigilia. Estaba esforzándose para dormir, pero no podía, aunque estaba ya algo adormilado. Pero es que eso solía suceder a veces, estaba quedándose dormido y en el instante en el que estaba a punto de hacerlo, se despertaba y el sueño se iba, haciendo que tuviera que empezar de nuevo.


Pronto una extraña desesperación le llenó el pecho. Comenzó a sentir miedo, su cuerpo cosquilleaba. Sus deseos de quedarse dormido aumentaron unas veinte veces y su cabeza comenzó a dar vueltas, su estómago se revolvió y apretó los dientes.


El sueño pesaba, sabía que lo tenía sobre él esperando a aplastarlo, pero una fina capa de algo que no conocía los separaba y se negaba a desaparecer. Cada vez pesaba más, cada vez podía sentirlo más y más cerca, la capa empezaba a disolverse, pero seguía presente.


La desesperación comenzó a fugarse de su cuerpo. Shinya empezó a extrañarla un poco, porque lo único que quedaba era un miedo creciente.


Su baile le hizo caer del lado del sueño, sus manos se aferraron a la navaja figurativa y comenzó a doler. Ya no quería dormir, tenía miedo. Sabía que en ese estado solo bastaba cerrar los ojos y no sabría nada más de él hasta que despertara.


Entonces comenzó a llorar. Su cuerpo se había dormido y una pequeña fracción de su conciencia seguía despierta. Sus ojos estaban cerrados, estaba casi dormido.


"Tengo miedo" quiso decir, pero de sus labios únicamente salió un jadeo.


Y entonces Guren lo abrazó.


Lo abrazó y se dio cuenta de que el miedo comenzaba a disiparse, se desvanecía o evaporaba. Sus sollozos se fueron y lo único que sentía eran los brazos de su mejor amigo envolviéndolo. El sueño por fin llegó por él, se entregó por completo.


Recordaba haber visto a Guren en sus sueños.


Para ser sincero, no recordaba el tiempo que había dormido, pero cuando despertó, Guren seguía dormido y aún lo abrazaba. La luna había permitido a sus rayos iluminar un poco la habitación, aunque no demasiado; así que cuando abrió los ojos, pudo ver el rostro del pelinegro sin problemas. Estaban cerca. Muy, muy cerca.


Tan cerca...


Su estómago dio un brinco, sus ojos revolotearon por las facciones del mayor y luego sintió sus mejillas calentarse súbitamente. Sus dedos decidieron moverse por si mismos, acariciaron la piel del rostro dormido y luego se detuvieron al tocar sus labios.


"Shinya..." La voz dormida de Guren era perfectamente entendible, aunque tenía algo raro también, algo que hacía obvio que estaba dormido.


Su pecho cosquilleó gustoso y una sonrisa se escapó en sus labios.


Dios, quiso tomar a Guren y esconderlo de todo y todos. No quería que nadie fuera capaz de presenciar algo similar a esto. Ni siquiera Mahiru. Sobre todo Mahiru. Ella no lo merecía. No.


Quiso...


Y entonces vino aquella revelación. No quería proteger su futuro matrimonio, no quería mantener a Guren lejos de Mahiru por miedo de que ella se marchara. Tenía miedo de que Guren se marchara, él lo necesitaba en su vida, para siempre. Nadie debería interferir con eso.


No se dio cuenta, pero pronto, estaba a solo un par de centímetros de Guren. Y entonces comenzó a asustarse, escondió el rostro en el pecho de su amigo e intentó dormir.


Todo aquello le dejaba a Shinya un mal sabor de boca, su conciencia estaba manchada, se sentía culpable al no haberse dado cuenta lo cerca que estuvo de besarle, aunque en realidad no era algo que él había buscado intencionalmente. Pero, si se había acercado, probablemente, era porque algo dentro de sí estaba deseando hacerlo. Besarlo.


El presente lo golpeó en cuanto sintió su hombro ser sacudido. Guren estaba frente a él, llamándole. El rubio parpadeó algunas veces y tomó una bocanada de aire.


—Guren, creo que... —las palabras se habían apresurado a salir de sus labios, pero se detuvo.


"Estoy enamorado de ti" completó en su cabeza.


—¿Qué?


—Nada —una sonrisa cubrió todo lo que sentía, se levantó del sillón y voló a la cocina, intentando hacer todo como antes.


• • •


La ansiedad crecía dentro de su cabeza, se expandía en su pecho. Algo realmente estaba mal con él si de verdad había estado a punto de aceptar algo como estar enamorado de Guren en voz alta. Y frente a él. Pero... por primera vez los filtros en su cabeza hicieron algo de provecho y le hicieron callar a tiempo. Demonios, ¿qué hubiera pasado si se le ocurría simplemente soltar todo de una vez? Ni siquiera tenía un plan, ni siquiera debería pasar. Dios, no solo era su mejor amigo, era el novio de... Mahiru. Su hermana, su prometida. Ella... ella merecía ser feliz con alguien como Guren, ¿no?


"No" gritó su cabeza en respuesta.


Nadie merecía a Guren. Nadie. Ni siquiera él mismo. Es más, mucho menos él mismo, que era un total desastre.


Mordió con fuerza su labio inferior, provocando que sangrara un poco. Se apresuró a levantarse para enjuagarlo, pero luego simplemente se quedó mirando su reflejo en el espejo, mientras un hilillo de sangre caía por su mentón. El espejo no podía mentir, la imagen tampoco podía estar distorsionada, era el mismo espejo que siempre había tenido en du baño. Pero... ¿Cuándo se había puesto así de pálido? ¿Cuándo había bajado de peso? ¿Cuándo había dejado que...? Bueno, las ojeras eran fáciles de explicar, pero todo lo demás no.


Escuchó su celular anunciar un mensaje, pero lo ignoró. Uno más y luego nada. Se limpió el labio y decidió tomar un baño. Como fue de improviso, salió a su cuerpo con solo una toalla cubriéndolo.


—Hola —una voz, su voz, le llamó. Se dio la vuelta de inmediato, sosteniendo la toalla con fuerza. Guren le miraba con una ceja alzada, pero alejó la vista rascando su nuca—. No esperaba verte así jamás en la vida.


Shinya tragó en seco, mientras se apresuraba a tomar su ropa.


—Tampoco estaba en mis planes —respondió intentando sonreír, pero solo obtuvo una mueca incómoda. Guren se la atribuyó a que estaba desnudo, prácticamente.


—Tendré que borrar los últimos segundos de mi vida en mi memoria —gruñó el pelinegro, en realidad le daba igual.


—Ah, debiste avisarme que venías, Guren —dijo con una sonrisa el rubio, aunque no llegó a sus ojos. En realidad estaba demasiado concentrado en encontrar al menos ropa interior. Pero se negaba a aparecer.


—Te he pagado con la misma moneda, te mereces esta incomodidad —el tono de voz del Ichinose denotaba una completa falta de interés, pero en el fondo llevaba un tinte de burla—. Tú siempre eres inoportuno.


Una ráfaga de ira cruzó su cuerpo; miles de respuestas, denotantes de una profunda molestia, también se le ocurrieron. Fue como perder el control por un momento.


"Jamás en un momento así"


"Mira quién lo dice"


"A veces puedes llegar a fastidiarme en serio"


"Vaya idiota"


"Lárgate de aquí"


Cuando se recuperó de aquello, se sintió ligeramente culpable. Él realmente no pensaba nada de esas cosas.


—Ah, supongo que tienes razón... —aceptó Shinya, tomó su ropa limpia y entró al baño nuevamente.


Cuando salió, estaba completamente vestido, a excepción de sus pies, pero eso no importaba. Se dejó caer sobre su cama, en la que Guren estaba sentado.


—¿Qué te trajo aquí? —preguntó el rubio.


—Hace una semana que no contestas mis mensajes. Y hace tres que no te veo, pensé que estabas muerto, venía a darle el pésame a tu familia —respondió Guren, alzándose de hombros.


Shinya soltó una ligera risa.


—Ah, tú siempre exageras demasiado —comentó—. Hace solo 18 días que no nos vemos, eso definitivamente no son tres semanas... Y hace solo seis días que no te respondo... —hizo una pequeña pausa—. Pero, pensé que estarías aliviado~


—Idiota. Es más molesto que me acostumbres a tu acoso y de repente me lo quites. ¡Te llamé mil veces!


—Exageras.


—Mil veces —insistió el Ichinose—. Mahiru dijo que tampoco te había visto... ¿Cómo quieres que no me preocupe, eh? Krul dijo que le habías pedido días libres y...


—No quería ver a nadie.


Guren no pudo decir nada con una respuesta como esa. No cuando él conocía esa sensación. Lo entendía, pero se sentía... Incómodo. Es decir, sintió como si le hubieran golpeado en el estómago, porque Shinya siempre le buscaba aunque estuviera de mal humor —cosa que casi nunca sucedía—. Se supone que uno era el soporte del otro, el rubio siempre estaba ahí para apoyarle y sacarlo de sus casillas, pero aclarar su mente también.


"Pero no me permite hacer lo mismo..." Pensó el pelinegro.


Aunque, pensándolo bien, aquí estaba. Frente a un Shinya que aparentemente brillaba un poco menos que de costumbre. Ni siquiera se había dado cuenta de eso antes de que dijera aquello de no querer ver a nadie.


—¿Viniste a qué? Mahiru está en la biblioteca —preguntó el rubio, con un profundo suspiro—. Ella debe ser más interesante que yo justo ahora...


—Siempre es más interesante.


Después de un pequeño silencio, una risilla leve llenó el silencio de la habitación.


—Por supuesto que si —dijo finalmente Shinya.


• • •


El tiempo pasaba volando. Antes de que alguien se diera cuenta, ya había pasado un año entero desde la casi confesión de Shinya Hiiragi.


Él se hundió


Doce meses pasaron casi sin nada memorable, el rubio podía nombrar 7 cosas que sin duda nunca olvidaría, sin contar todo lo que pasó entre el día en que Guren le dijo que se acostaba con Mahiru y el del incidente en casa de Shinya, cuando salía de bañarse y recibió aquella visita sorpresa.


1. Su cumpleaños.


Para bien o para mal, su cumpleaños número 19 iba a quedar grabado en su memoria por siempre.


Por la mañana, despertó con Shinoa sentada sobre su estómago, saltando levemente, mientras le gritaba sin parar "Feliz cumpleaños, feliz cumpleaños". Esa pequeña bestia con cabello morado, como solía llamarla Guren, estaba demasiado emocionada, cantaba aquella frase con cualquier tono que se le viniera a mente y le dio una tarjeta en una hoja con la forma de un corazón mal recortado.


"Feliz cumpleaños, Shinya viejo".


Le seguía un dibujo de un pastel y un helado, luego, en la parte trasera, decía:


"Te quiero, pero no tanto. De: Shinoa Hiiragi".


Había sido un tierno detalle, sabía que su hermanita bromeaba sobre no quererlo tanto. Eso venía de otra cosa que no olvidaría, pero eso entraría en otro punto.


Ese día había sido bastante bueno. Obtuvo algunos regalos de su familia, pero salió casi toda la tarde con Guren. Comieron en su restaurante favorito y luego decidieron ir a alguna plaza comercial. Todo iba bien, hasta que llegó Mahiru. No iba sola, una chica más o menos de su edad, con una coleta color caramelo recogida en lo alto de su nuca, la acompañaba.


El regalo de su hermana y prometida, era una cita. Con una americana que apenas hablaba adecuadamente. No, todo se ponía mejor. Era una cita doble. Mahiru y Guren, con Shinya y Clarissa.


Ni siquiera podía pronunciar bien su nombre.


Shinya lo entendía. Mahiru estaba marcando su territorio, le estaba vendiendo a Guren la idea de Shinya heterosexual, con novia... o al menos amante.


Guren le había ayudado a planear todo, eso fue lo peor.


2. "Te quiero, pero no tanto".


Unas semanas antes de su cumpleaños, Shinya guardó un bote de helado en el congelador. Shinoa estaba ansiosa por comer un poco. El mayor se negaba a darle antes de la comida y así siguió hasta que finalmente terminaron todos de comer.


— Dame, dame, dame — dijo Shinoa, mientras arrastraba a su hermano hasta la cocina, frente a la nevera— . ¡Quiero helado!


— Bien, bien —el rubio sacó el postre y le sirvió un poco en una taza de plástico.


—¡Más!


—No.


—¡Quiero más! —insistió la pequeña.


—No tanto, Shinoa.


—¡Pues ya no te quiero! —se cruzó de brazos, hizo un puchero y Shinya, rodando los ojos, sirvió solo un poco más.


—¿Ya me quieres?


—No tanto —la pequeña sonrió y tomó su helado, se dio la vuelta y se fue a sentar al desayunador dando pequeños saltos. 


3. Noche buena


Fue bastante mala. Su familia viajó unos días antes, hubo una tormenta y no pudieron regresar, tuvo que quedarse con Mahiru... Ella llamó de nuevo a Clarissa, dejó que Shinya la atendiera y luego escapó para ir a casa de Guren, quien se supone que estaba en camino para visitar a Shinya. No a Mahiru. No a ambos. A él.


Y ella lo arruinó.


4. Navidad


Mahiru regresó por la mañana con pinta de haber trasnochado. Llevaba a Guren del brazo, para Shinya, él se veía radiante. No había nada de distinto en él desde la última vez que lo vio, hacía un par de días. Parecía haber descansado bien.


Este día fue especialmente bueno, porque Mahiru estaba algo pegajosa con Guren, quien le dedicó su primer mala mirada de la vida de la chica. Su reacción no tenía precio, Shinya decidió que iba a perdonarlo solo por eso, además de que la sonrisa avergonzada de su amigo cuando se disculpó por no haber ido el día anterior, lo derritió bastante.


5. Año nuevo


Guren había estado algo distante desde navidad. Eran cerca de las 10 cuando el pelinegro le llamó para invitarlo a su casa.


Solo tú y yo.


No pasó mucho, ni siquiera celebraron. Se quedaron dormidos en la sala viendo un especial de fin de año. Quizá por eso lo recordaría siempre, porque se sintió como si nunca hubiera pasado nada, como si Clarissa, Mahiru y todo lo malo que acechaba a su mente, fuera irreal.


6. Cuando tuvo una discusión con Mahiru.


Fue en mayo, después de las primeras dos semanas. Ya había discutido un poco con ella, sobre todo en las cenas donde su padre se proponía hablar sobre su futuro e inevitable matrimonio. Ella podía mentir impecablemente, ponía su mejor sonrisa, actuaba con normalidad antes, durante y después de la charla. Hacía comentarios alegres, pero llenos de un doble sentido que hería al rubio, aunque intentara ignorarlo.


Fue después de una de esas cenas cuando la chica lo enfrentó cuando todos estuvieron en sus recámaras.


—¿Qué te crees llamándome caprichosa y engreída frente a mi padre? —dijo ella, tomándolo por el brazo—. Tienes suerte de que yo no dijera nada de lo que tuviste con Clarissa, él te hubiera echado de inmediato.


Shinya se quedó en blanco por un momento. Él solo la llamó de ese modo porque se negó a beber en un vaso que no era el que usualmente usaba y porque... ¡Era engreída de verdad! No había podido desperdiciar el momento, en cualquier otro no lo habría dicho. Fue el calor del momento.


Y además, ¿qué pretendía con eso de Clarissa? ¡No había tenido nada con ella! Y Mahiru no tenía derecho a opinar sobre eso, ella se acostaba con su mejor amigo desde hace siglos.


Lo peor solo vino después, al día siguiente. Despertó con el sonido de notificación de su celular, un mensaje:


"Si vuelves a insultar a mi novia, voy a matarte"


El remitente era Guren, lo sabía incluso antes de confirmarlo.


7. Cuando habló con Guren luego de la discusión con Mahiru


—No sé de que me hablas —dijo Guren. Shinya había decidido disculparse con él. No quería problemas, ni perder a su mejor amigo.


—Sobre esto —el peliplata le mostró el mensaje. Guren abrió los ojos sorprendido.


—Debió enviarlo ella. Estuvo aquí por la mañana... olvidó algo el otro día...


"La otra noche, mejor dicho" había respondido Shinya en su mente.


—¿Qué olvidó? —preguntó. Esperaba una respuesta molesta, un bufido o quizá una orden de no meterse en los asuntos ajenos, pero no. Obtuvo algo mil veces mejor.


—Su dignidad.


Luego de eso, la vida de Shinya comenzó a cambiar. Con los problemas de Guren y Mahiru, su vida comenzó a destruirse, se fue en picada y no consiguió salir a flote.


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