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El descongelar de un corazón. por Corgi

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Notas del capitulo:

¿Quién tiene dos pulgares arriba, un nuevo capítulo y casi dos meses que no actualizaba? ¡Esta nena! Bueno, ya ¡Perdón! Los que estarán al alto de mi página (Publicada al final del 3er capitulo) sabrán que estuve muy ocupada, examen de la universidad, trabajo y demás cosas. Luego de eso vinieron muchos más pendientes los cuales me hicieron imposible el terminar de escribir. ¿Pero adivinen qué? ¡Este capítulo es enorme! (Casi a nada de las 5000 palabras) Así que pónganse cómodos porque esto esta largo.

P.D: Bienvenidos nuevos lectores. 

“¡Ah! ¡Basta! ¡Dije que duele!” La protesta del príncipe fue tan escandalosa como para asustar a la humilde sirvienta que justo ahora se alejó unos pasos atrás tomando distancia entre ella y el hombre. Temerosa por el tono de voz en el que se habían dirigido a ella, volteó en dirección a la reina de Arendelle que se encontraba observando la escena.

“Es suficiente, puedes retirarte”. Ordenó Elsa a la mujer, esta asintió más tranquila luego de que la reina le ofreciera una sonrisa amable, sonrisa que no duró mucho pues en cuanto se escuchó el cerrar de la puerta, la rubia miró con molestia al quejumbroso caballero.

“¿Quieres por lo menos ser más amable? Asustas a mi gente” Habló la real mujer.

“Disculpa, no estaba pensando con claridad, ya sabes, el oxígeno no me llegaba al cerebro” El reclamo salió de los labios del príncipe acompañado con un fruncir de su ceño que reflejaba esa molestia con la que cargaba ahora ¿Y cómo no estarlo? La reina de Arendelle lo había sometido a un cambio de imagen bastante riguroso, mando bañarlo hasta 3 veces y sin contar el hecho de que ordenó que le afeitaran. Adiós a sus perfectas patillas. “Necesitaras mandar a pedir otro más grande” dijo volteando a verla.      

Elsa suspiró agotada. Habían pasado más de dos horas y todavía no han podido siquiera ajustarle un corcet a Hans, tal vez porque las repetidas quejas del príncipe sobre el que le era imposible respirar era su principal retraso. Durante ese valioso tiempo desperdiciado la reina había mandado a sus sirvientes en repetidas ocasiones al pueblo; a las tiendas de sastres y costureras buscando tallas más grandes para el príncipe, pero por más que consiguieran, el pelirrojo continuaba rechazando y quejándose insistiendo en que no respiraba al momento del primer ajuste. Esta situación ya estaba acabando con la paciencia de la reina de Arendelle y aunque en un principio le causo mucha gracia ver al más joven de los príncipes de las Islas del sur con ropas interiores femeninas, ahora solo quería que esto terminara.

“De acuerdo, iré a ver si han traído otra talla más grande y si no, procurare a que se le expanda a uno de los tantos que rechazaste. Solo espera aquí”. Más que una indicación fue un orden, así que luego de decir aquello, se retiró.

El pelirrojo se quedó en aquella gran habitación. El cuarto era una recamara muy limpia, amplia y pulcra. Constaba de una cama, un vestidor, tocador y closet. Ese lugar en el que esperaba era mientras tanto el que se le había asignado al príncipe, resguardándolo ahí hasta que tuviera que marcharse para casarse.

La sola idea de pensar en que iba a contraer nupcias le causo escalofríos, más por el simple hecho de que se casaría con un hombre mientras él fingía ser una mujer, más en específico: mientras fingía ser Anna. Era una idea descabellada en lo que se estaba involucrando y aún tenía sus dudas sobre el éxito del plan pero, Elsa no era tonta, seguramente sabía lo que hacía ¿No? No lo mandaría sin haber pensado antes las consecuencias y en lo que podría perjudicarle a ella y a su propio reino en todo caso de que nada resultara bien.

Aquellos pensamientos y dudas le hicieron distraerse, olvidarse por completo que debía retirarse el corcet suelto que traía sobre aquellas ropas algo flojas y de seda que eran interiores de una dama. Lo único que le hizo salir de aquel transe fue el sonido de la puerta abriéndose, imaginó que se trataba de Elsa es por eso que ni siquiera se inmuto.

“Oh por dios…” La voz risueña e hilarante de la princesa Anna se hizo presente justo en cuanto entró a la habitación y observó al hombre con aquella vestimenta, contenía las ganas de soltar una carcajada. En el momento en que Hans escuchó esa familiar vocecita se asombró de golpe volteando a ver en dirección a la puerta viendo a la pelirroja.

“Uhm, digo, Hola… Hans” La actitud de Anna cambió drásticamente en cuanto sintió como aquellos ojos verdes se posaban sobre ella. Se mostró firme, recta y con un aire de superioridad como si quisiera dar una imagen madura igual a la de su hermana. El príncipe primeramente arqueó una de sus cejas en señal de indiferencia ante esa actitud por parte de la princesa de Arendelle, seguido solo soltó una leve risa un tanto cínica mientras negaba con la cabeza.
  
“¿En qué te puedo ayudar? ¿Vienes a golpearme nuevamente?” Indagó el hombre con un tono de provocación. La pelirroja entrecerró los ojos.

“No, creo que ya has tenido suficiente, además, no creo ser capaz de golpear a alguien vestido así” Las palabras de la princesa hicieron efecto en Hans haciéndole recordar la vestimenta que cargaba. Su cara tomó un color rojo por la vergüenza y aunque que quiso defenderse no hizo más que voltear a ver en otra dirección derrotado, esto le causo satisfacción y gusto a Anna demostrándolo en una sonrisa. Sonrisa que se desvaneció en cuanto se escucharon unas voces por el pasillo a lo que Anna respondió rápidamente cerrando la puerta con seguro. 

“Algo me dice que la reina no sabe que estás aquí” Se atrevió el pelirrojo a declarar tras la acción de la princesa, no tuvo que esperar respuesta verbal puesto que la sola reacción de Anna ante la suposición le dijo que estaba en lo correcto.

“Ella no quiere que me acerque a ti” Habló la más joven.

“No puedo entender el porqué” Respondió Hans con clara ironía en sus palabras.

“¿Eres siempre tan… así?” Anna preguntó curiosa y de igual forma irritada.

“¿Cómo? ¿Apuesto y noble?” La sonrisa altanera del príncipe de la Islas del sur se hizo presente luego de ese poco modesto comentario a lo que la pecosa mostró su desaprobación cruzándose de brazos. “Ya deberías conocer como es en realidad el hombre del cual te enamoraste”.

“No eres él en este momento” Afirmó la pelirroja con franqueza y nostalgia.

“Tampoco es aquel que conociste en ese baile” En ese instante todo rastro de superioridad, altanería y cinismo que tenía consigo el joven príncipe desde que llego a Arendelle; había desaparecido. Su mirada reflejaba decepción y Anna podía notarlo.
¿No era extraño? La princesa antes juraba conocer a ese hombre, juraba que era el gran amor de su vida y ahora, ni siquiera podía decir que lo conocía ¿Quién era el decimotercer príncipe de las Islas del sur en realidad?
Ante el incómodo silencio y el ambiente para nada agradable, Hans decidió hablar.
“… ¿A qué vienes de todas formas?”

“Escuché entre la servidumbre que has causado muchos problemas con el corcet, quería comprobarlo” Anna sonrió casi en una especie de burla mostrándose ya recuperada después de lo recién ocurrido.

“Muy bien, ya lo hiciste. Ahora vete” Ordenó dándole la espalda a la princesa con intenciones de que esta se marchara al ver como no era bienvenida a permanecer en la habitación.

“Oh, vamos. Tú no me das ordenes, además…” La joven princesa se acercó hasta el pelirrojo llegando por detrás y tomando los cordones de corcet que yacían flojos y colgando. ”… ¿Cómo es que no han podido ajustarte un simple corcert” Dicha esa frase, jaló con todas sus fuerzas de los cordones provocando en Hans un sobresalto.

“¡Ey! ¿¡Pero qué crees que…!? ¡Auch!” Las quejas del hombre se escucharon con potencia y molestia mientras intentaba apartarse de su ex prometida.

“Solo estate quieto” Pedía Anna entre leve quejidos debido a su lucha por ajustar la prenda.

“¡Aléjate de mí!” Exclamó el príncipe.

“¡Si te mueves no lograre cerrarlo!” Respondía la pecosa con el mismo tono de voz que Hans, el zangoloteó del príncipe se detuvo en cuanto Anna pudo ajustar una talla en el corcet dejando a Hans inmóvil al sentir como perdía el aliento de una.

“¡Me lastimas!” Se quejó frunciendo el entre cejo luego de apoyar ambas manos contra la madera del ropero al cual habían llegado ambos entre su ajetreo.

“¡Tú me lastimaste a mí!” Ajustó la princesa un poco más la prenda entre su esfuerzo.

“¡¿Y esta es tu venganza?! ¡Aahh!” Replicó Hans.

“¡Si! ¡Esto es por engañarme!” Utilizó su fuerza para jalar más del cordón mientras el príncipe se quejaba debido al dolor. Los reclamos de Anna servían para motivarse a utilizar toda su fuerza y lograr ajustarle por completo la prenda al pelirrojo, sus dedos incluso comenzaron a dolerle debido al fuerte amarre de los cordones en cada una de sus manos. La escena era extraña más por el hecho de que en un momento la princesa de Arendelle se reclinó hacía atrás apoyando su pie sobre el trasero del príncipe para conseguir un punto de apoyo. La cara de la pelirroja y manos se encontraban rojas como tomate y ni hablar del color que igual tomo el príncipe de las islas del sur que de igual manera seguía con sus protestas. “¡Prácticamente me morí congelada!”

“ ¡Aguarda, ese ‘prácticamente’ no fui yo! ¡Fue culpa de tu hermana!” Se excusó con los últimos alientos que le quedaban aferrándose a la madera, casi enterrando las uñas sobre esta. 

“¡Pero tú no me besaste para evitarlo!” Anna tironeó nuevamente con descontrol sintiendo leves gotas de sudor cayendo por su frente a causa del esfuerzo.

“¡Ahg! ¡No habría servido de nada que lo hubiera hecho!” Continuó excusándose.

“¿¡POR QUÉ NO?!” La voz de pelirroja se alzó sonoramente con furia.

“¡PORQUE NO TE AMO!” Ahí, ahí se fue el último aire dentro de los pulmones de Hans.

El inhalo que tomó Anna con indignación luego de escuchar eso resonó en los oídos del príncipe como si de una advertencia se tratara. Oh oh.

“¡Eso fue todo!” Con aquello dio por concluida su discusión y obteniendo fuerzas escondidas sujetó bien lo último que le queda por ajustar dando un tirón que contrajo todas las entrañas del pelirrojo de una sola vez ¿Cómo es que no se le rompió una costilla? Quién sabe.  

“Ah…” La apenas voz Hans se perdía entre los jadeos de la pecosa que victoriosa y con orgullo hacia un amarre en la prenda.  

“Vaya, eso fue… Uff”. La joven princesa declaró con alivio orgullosa de lo que había logrado. Le pareció extraño no escuchar nada más por parte del hombre por lo que con curiosidad avanzó unos pasos para estar frente al príncipe, ¿Su sorpresa? ¡Este lucia como si estuviera a punto de desmayarse! “Oh, santo cielo ¡Respira!” Sobresaltada comenzó a hacer señas con sus manos, haciendo mucho más interactiva la tarea de que el contrario hiciera lo que le señalaba.

Fueron unos cuantos minutos de ejercicios con intenciones de que Hans pudiera acostumbrarse a la ajustada prenda, cuando por fin pudo respirar con tranquilidad; dirigió su mirada a la princesa.

“¿¡Que fue eso!?” Alzó la voz con molestia en aquella pregunta.      

“Un buen ejercicio de desahogo y la forma correcta de como ponerte un corcet” Respondió la joven con la sonrisa.

“¿Desahogo para quién?” Indagó el príncipe intentando tranquilizarse.

“Para mí, por supuesto” Esa respuesta solo hizo que Hans se diera la vuelta dándole la espalda a Anna para poder alejarse de ella, esta reacción solo hizo que se formara una sonrisa de satisfacción en su rostro de la pelirroja ante la sensación de victoria. “Entonces, ¿Qué color crees que te sienta mejor? Yo opino que un rosa quemado no te lucirá tan TAN mal” Comentó con un tanto de entusiasmo la princesa ya frente al armario mientras abría este e inspeccionaba todas las prendas, en su mayoría vestidos dentro de este.

Hans quien había dado un pequeño paseo por la habitación volteó a verle con confusión a lo que únicamente respondió con un: “¿Disculpa?” 

“No vas a quedarte así ¿Verdad? Oh, oh ¡Me gusta este!”

El entusiasmo por parte de Anna era bastante evidente y extraño, al príncipe le resultaba desconcertante la actitud de la joven puesto que esperaba más una actitud fría, con odio y resentimiento después de todo, atento contra su vida y esta se encargó de recordárselo pero ¿Por qué ahora ella actuaba tan despreocupada sobre el asunto? ¿Acaso con un simple “desahogo” descargo toda su ira hasta que acabara? ¿Era posible? ¿O estaba compadeciéndose de él? ¿O quería seguir burlándose? Lo que fuera, Hans prefería mejor rechazarla.   

“… Anna, creo que es mejor que te… Espera, ¿Qué es eso?” La petición fue interrumpida por sí mismo con desagrado luego de ver el horroroso vestido (a su parecer) que ahora mostraba la pelirroja. “Es espantoso”

“¿Qué? ¡No! Es lindo, vamos; ¡Póntelo!” No se hicieron a esperar los pasos rápidos que la joven hizo hasta llegar al príncipe y obligarle a ponerse aquella extravagante prenda. Otra vez la pelea comenzó entre los dos pelirrojos que simplemente parecían una especie de dúo cómico.

“¡No me toques!” Se escuchaba de Hans.

“¡Solo mete la cabeza!” Se oía de Anna.

La lucha por vestir al príncipe termino con la princesa de Arendella vencedora, terminando su buena acción del día vistiendo a la futura novia y finalizando con un lindo sombrero color amarillo con flores azules que para nada combinaba con el vestido. En cuanto Anna le pidió que se viera en el espejo; la cara de Hans mostró completo disgusto y pena por si mismo. El vestido estaba bastante justo que apenas y le quedo sobre puesto pues su complexión física no se comparaba con la de ambas hermanas.

“Y yo que pensaba que Elsa tenia mejor gusto” Comentó el príncipe con un tono de voz agotado.

“¿Elsa? ¡Pero si esta hermosura es mía!” Dijo Anna con orgullo asomándose entre los hombros del caballero para ella igual reflejarse en el espejo.  

“ . . . Ahora entiendo todo. Únicamente tu serias capaz de tener tan peculiar gusto” Ese comentario por parte del hombre hizo que Anna arqueara una ceja como si estuviera pensando en si sentirse ofendida o alagada, claro que al final no fue ninguna de ambas opciones y se apartó.

“Si no te gusta tengo muchos más ¡El azul te fascinara!” La vida y entusiasmo regresó a ella al recordar ese preciosos vestido que mando hacer para un baile y que nunca pudo usar debido a que Elsa no se lo permitió. Así que con su energía de siempre camino hasta el ropero tomando un el vestido gracias a que había dejado la puerta abierta de este anterior mente. “¡Uh! Lo olvidaba, también necesitaras zapatos… ¡Estos! Ah, un moño” Hablaba mientras parecía que los aparatosos vestidos la succionaban dentro del armario. El príncipe se quedó observándole en silencio, en otra situación quizá hubiera soltado una risa al ver la escena pero, ahora solo se mantenía pensando. Anna era una chica en verdad única, algo tonta quizá pero desbordaba alegría, alegría que no había desaparecido aun cuando el atento contra ella, dándole recuerdos desagradables sin duda. Ese sentimiento de culpa, pena y nostalgia le invadió.        

“¿Por qué haces esto?” La pregunta salió de los labios del príncipe con ese tono serio.

“¿Uh? ¿A qué te refieres? ¿A ayudarte a vestirte? Bueno, antes hacía esto con Elsa, me encantaba que nos vistiéramos pero eso fue hace muchos, muchos años y ahora que ya por fin podemos volver a hacer ese tipo de cosas, ella nunca quiere que le ayude a pesar de que es ella siempre la me ayuda a mí y me dice como vestir…” Compartió esa historia con una voz casi de berrinche tras recordar como Elsa jamás aceptaba lo que ella le proponía vestir. Hans con esa respuesta solo pudo hacer un comentario mentalmente de: “No puedo imaginar el por qué” ¡La chica tenia enserio un gusto curioso! Pero en fin, a ese tema no quería llegar el príncipe.

“Me refiero a quedarte aquí, conmigo. Ayudarme con esto, sabes que no merezco estas atenciones por tu parte” Declaró el hombre con toda honestidad en sus palabras, esa honestidad que le hizo a Anna sentir calidez y algo de confianza. Con pasos tranquilos la princesa se acercó hasta él aun con unas pila de prendas y accesorios entre sus manos; regalándole una pequeña sonrisa.

“Gracias a ti me quedare aquí, yo debería ser la que este en tu lugar, preparándome para casarme con un completo desconocido que…”

“¿Podría asesinarte y quedarse con tu corona?” Interrumpió con un atrevido humor y una sonrisa cómplice que hizo sonreír a Anna con un toque pícaro fingiendo molestia para luego darle un pequeño golpe con su puño sobre el hombro del príncipe.

“Exactamente” Respondió Anna sin deshacer el puño en sus manos para luego tomar una posición de defensa que le causo gracia a Hans al punto de soltar una leve risa que llegó a contagiar a la princesa haciendo que se relajara y riera igual. El momento que ahora compartían era agradable, cómodo e hizo sentir al príncipe bien. Desde que había llegado al palacio solo obtenía tratos fríos y él se había preparado para soportarlos, su comportamiento hostil era debido a que de nada le servía ser amable y cortes en un lugar donde no se le quería pero Anna había sacado a relucir un tanto de su verdadera personalidad.

“Oh, ¡Debemos maquillarte!” Exclamó la pelirroja con emoción de tan solo pensar la idea.

“No dejare que te me acerques con un lápiz labial” Mencionó con algo de preocupación en su voz, si la chica no tenía ni la más mínima idea sobre vestirse ¿Qué sería de él si la dejaba maquillarlo? 
Así comenzó otra pequeña discusión un tanto más tranquila que las anteriores, Anna continuaba opinando y en ocasiones burlándose a lo que Hans solo se mostraba ofendido fingiendo que se tomaba los comentarios muy a mal. Durante esa pelea se escucharon los pasos de alguien acercándose reconociendo a esa persona inmediatamente como Elsa gracias a que su voz se alcanzó a escuchar atreves de la pared del cuarto, y como si del mismo demonio se tratara ambos pelirrojos guardaron silencio y mostraron sorpresa.  

“¡Es Elsa!” Afirmo Anna en un murmuro de alarma. “¡Si me ve aquí estaré perdida! ¡Debo esconderme!” Conservando el mismo tono de voz no espero respuesta del príncipe cuando Anna ya se encontraba corriendo por la habitación escondiéndose entre las cortinas, bajo la cama, en el ropero.

“¿Aquí?” “Te veo los pies” “¿Y aquí?” “¡No!” “¡Aquí!” “No entras ahí” En eso se resumía los segundos de tención dentro del cuarto. La desesperación invadió a la princesa en cuanto escucho el picaporte y la voz de su hermana.

“¿Por qué está cerrado? Hans, abre la puerta” Ordenó la reina.

“Un momento…” Respondió el príncipe observando a Anna corriendo de un lado a otro, provocando desastre por donde pasara al igual que un huracán. Era imposible que Elsa no escuchara el alboroto.

“¿Qué está pasando ahí? ¿Por qué te encerraste? ¿Y que hay con ese ruido? Abre la puerta” La voz de la rubia sonaba intranquila más que preocupada justo ahora, el ruido que escuchaba no le agradaba y por su cabeza paso la idea de que el príncipe estaba escapando, un miedo que le hizo entrar en desesperación rápidamente. “ABRE LA PUERTA, AHORA”.


“No estoy” Habló Anna imitando la voz de Hans de una manera que casi se escuchó burlona. Elsa se extrañó tomando eso como una falta de respeto. Eso había sido todo, la paciencia de la rubia no estaba para más por lo que usando sus poderes congelo la perilla estropeando el mecanismo al momento de moverla con fuerza.

Anna se mostró alarmada al escuchar el crujir por lo que como última opción dirigió su vista a la gran falda del vestido que traía puesto el príncipe. Una idea desesperada le llegó a la cabeza por lo que se tiró al suelo rápidamente y gateó hasta esconderse dentro la falda, ocultándose a la perfección. El príncipe no alcanzo siquiera a protestar por el atrevimiento cuando la puerta se abrió de golpe y la reina de Arendelle entró con una mala cara.

“Te dije que esperaras un momento” Habló el príncipe con una voz tranquila como si no hubiera pasado nada.

Elsa se detuvo a observar el caos que había en la habitación, miró las prendas en el suelo y siguió recorriendo el desorden hasta ver a Hans de pies a cabeza ya vestido (Mal vestido si le preguntan a ella)

“Perdona, yo solo…” La voz apenada de la rubia resonó en los oídos de Hans, el cual ni se inmuto, permanecía quieto ahí, tal vez porque tenía a cierta inquilina bajo sus faldas y lo justo tanto del corcet como del vestido no le brindaban demasiada movilidad.

“Pensabas que me había dado a la fuga” Completó Hans con una leve sonrisa pretenciosa con el único afán de molestar a la reina recalcándole su equivocación.

“. . . No, quería decirte lo más pronto posible que no había más tallas extra pero creo que ya no es necesario”. Declaró encubriendo la verdad con tal de no darle la razón y haciendo señal al hecho de que el caballero ya se encontraba inclusive vestido. “Supongo que fue una tarea difícil”.

“¿Hacer qué?” Preguntó iluso el pelirrojo.

“Ponerte el corcet, ¿O por qué otra razón debería estar todo tan desordenado?” Indagó Elsa alzando una ceja en alto demostrando duda e indiferencia a la respuesta del príncipe. “… Aunque, creí que tendrías mejor gusto para vestir ¿Acaso así piensas presentarte a tu futuro esposo?” Aquellas palabras fueron con completa intención de hacer sentir mal al contrario pero en su defecto, solo logró que una contorsionada Anna bajo las faltas aguantara la indignación.

Hans no respondió nada, se mantuvo callado esperando a que la reina se marchara y así poder tomar un respiro y que la pelirroja se marchara, era bastante incomodo tenerla ahí. Mientras tanto la pecosa aguantaba hasta la respiración con tal de que su presencia pasara desapercibida, temía por el regaño de su hermana en caso de que la descubriera. La tensión tenía a ambos jóvenes con el corazón a millones por segundo, ahora más que escuchaban los pasos de la real mujer acercándose a ellos.

“Quítate eso, lo romperás con tan solo respirar. Buscare algo que te quede y te luzca mej-…” Las palabras de Elsa fueron interrumpidas por un pequeño y escandaloso aullido de dolor luego de sentir como pisaba algo. La impresión que ahora tenía le dejo helada, abrió bien los ojos con asombro al igual que Hans. Anna por su parte se cubrió la boca con ambas manos, el terror le hizo hasta olvidarse del dolor.

No pasaron más de unos cuantos segundos cuando la rubia volvió en si mostrándose un tanto indiferente. No hizo preguntas, tomó la tela de la falda y la levantó dejando en descubierto a su hermana ahí abajo. La expresión en el rostro de Elsa fue simplemente indescriptible, era asombro, inquietud, desconcierto, hasta enojo de cierta manera.

“Hehehe, hola” Saludo la menor con nerviosismo mientras a su vez, Hans suspiraba con decepción.
 
“¿Anna? ¿Qué está…?” La reina no terminó la pregunta cuando otra vez su imaginación voló proyectando una idea que le llenó de furia. Dirigió su vista al príncipe, esa mirada que lanzó hacia Hans fue una declaración de guerra en caso de que lo que estuviera pensando fuera acertado.

“Aguarda, no es…” De igual manera el pelirrojo completo la oración pues fue interrumpido por Anna.

“ ¡No, no, no! ¡No es nada de lo que piensas!” Declaró la princesa mientras salía de por debajo de la falda, ahora mismo estaba temerosa por temor a que su hermana pensara cosas que no era y desatara sus emociones provocando quizá hasta congelarlos.

“Si no es así, quiero un explicación. Ahora” Ordenó con una voz tan fría como su mirada.

“Yo fui quien entró aquí, escuche que él estaba en este cuarto y hubo un buen ejercicio de desahogo…” Explicó con rapidez esperando que sus palabras se perdieran o confundieran a Elsa y vaya que la confundió.

“Aguarda, aguarda… ¿Qué?”  Elsa se mostró confundida.

“Solo quería ayudar” La pelirroja juntó ambas manos y miró con pena a la de su sangre.

“¡Anna!”  

“¡Lo siento!”

 

[ Dos días antes ]

La carta había llegado al valle de la roca viviente el mismo día en que se había enviado. Uno de los guardias del palacio dejó el mensaje sobre una gran roca en la entrada del valle (Como ya era costumbre) para luego marcharse para regresar al castillo e informar que se cumplió el trabajo.
Aun en caballo el viaje era largo, es por eso que el sol ya estaba ocultándose cuando apenas el hombre salía del curioso y retirado lugar. El mensajero y guardia real no estaba enterado del motivo de las cartas ni el porqué de entregarlas a la nada, él solo cumplía su trabajo pero una vaga idea en su cabeza le hacía pensar que quizá era un mensajero del amor y eso le llenaba de orgullo.

En el momento en que el uniformado hombre se marchó, la roca donde se había dejado el mensaje; comenzó a temblar. Tembló y tembló hasta que paso de ser una simple roca a un curioso troll que ahora se encontraba sacudiendo la cabeza. La criatura tomó el sobre en sus rocosas manos, lo inspeccionó y luego de reconocer el sello en este; sonrió animado.

“¡Ha llegado una carta del palacio!” Exclamó con fervor tomando de nuevo la forma de una roca para seguido rodar hasta el centro del valle.

La redonda roca llegó interrumpiendo el barullo entre los troll, así en aquella forma seguía exclamando la misma oración, pero claro; no se le entendía.

“¿Qué? ¿Qué está diciendo?” Indagó uno de los trolls y los demás le siguieron con la misma pregunta.


“¡Tranquilos! Yo lo arreglo” Dijo uno saliendo de entre sus compañeros, se acercó mientras todos los ojos se posaban en él esperando ver que hacía. Esperaban que le tradujera pero lo único que ese troll hizo fue darle un golpe a la roca para que este volviera a su forma de troll. “A veces se le olvida como volver” Explicó antes de cualquier malentendido.

“¡Carta del palacio! ¡Ha llegado una carta del palacio! . . . Gracias” Dijo por ultimo agradeciendo a su compañero. Los trolls tardaron unos segundos en digerir la noticia hasta que en coro soltaron un aliento de asombro y comenzaron a gritar hasta que Bulda y Gran Pabbie aparecieron integrándose entre su gente.

“¡Silencio!” Con esa orden del gran jefe, todos callaron. “Veamos…” Tomó la carta que se le entregó al apenas llegar, abrió el sobre mientras todos esperaban ansiosos a que el sabio troll les revelara el contenido de esta.

Fueron unos minutos de mucha intriga, hasta la mismísima Bulda buscaba asomarse sin éxito para leer. Todos parecían estar sincronizados pues cada que Pabbie mostraba impresión o desconcierto todos se miraban de la misma manera.

“Vaya, esto es inesperado” Dijo el jefe de los Trolls con aquella voz tranquila mientras bajaba la carta.

“¿Qué ocurrió?” Bulda preguntó ansiosa y preocupada mientras esperaba respuesta de su padre.

“La reina Elsa no contraerá nupcias con nuestro querido hijo porque…” Pabbie no pudo siquiera continuar cuando el descontrol se desató en el valle con todos los presentes. Los gritos, llantos y las alarmantes carreras en círculos de algunos como si se tratara del fin del mundo no se hicieron a esperar.

“¿Cómo puede rechazar a mi Kristoff? Puede ser una reina, pero nadie rechazaría a mi niño” La troll replicó con molestia un segundo antes de que el gran troll volviera a silenciarlos a todos provocando que le hicieran caso terminando todo en una escena congelada de lo que estaban haciendo.

“No me dejaron terminar” Dijo un tanto exhausto el sabio troll. “Elsa no acepta casarse porque ya se encuentra comprometida”.

“¿¡Qué!?” Se escuchó al fondo.

“Si, no hay nada que se pueda hacer, si la reina de Arendelle ha encontrado el amor, nosotros ya no podemos interferir” Ante esas palabras la gentecilla no sabía como actuar, estaban razonando acerca de lo que estaba sucediendo entre ellos. La única desanimada ahora era Bulda, pues más que como solución a la profecía; pensaba esto como una oportunidad para su hijo de encontrar el amor.

“Supongo que ya no habrá boda”
Comentó con desanimo la troll y al igual que ella la multitud compartió la tristeza en un abatido coro.

“No, por supuesto que la habrá” Intervino Pabbie a lo que los demás soltaron un: “¿Ah?” en coro como siempre. El jefe acercó a su hija entregándole la carta. Esta con confusión la aceptó y comenzó a leerla con rapidez hasta finalizarla con una cara de sorpresa que pronto reflejo completa felicidad.

“¡Nuestro Kristoff se casa!” Exclamó Bulda con gran entusiasmo a lo que los demás reaccionaron de la misma manera, ese grito de celebración llegó hasta todos los rincones del valle y la noticia se esparció en segundos hasta para los recién llegados.

“¿¡Qué dicen?!” Se escuchó bastante alto haciendo que los trolls callaron y dirigieran su mirada hacia donde había provenido aquel comentario.

Las miradas cayeron directo en aquel fornido hombre de cabellos dorados y ojos avellana los cuales ahora se encontraban bien abiertos por la sorpresa luego de escuchar la noticia. Su acompañante tuvo la misma reacción, el cuadrúpedo de grandes astas volteó a ver a su amigo con indignación ¿Se iba a casar y no le dijo? ¡Vaya mejor amigo!

“¡Nuestro Kristoff ha vuelto a casa!” 

Notas finales:

¡Primera aparición de Kristosfosforo! *Llora* ¿No es hermoso? Ahora si andamos cerca del Hansoff, lo prometo. Se que mi fic parece todo menos un Hansoff pero es que tengo mucha historia y quiero abarcar esas pequeñas relaciones entre los personajes (Como la de ahorita con Hans y Anna) y cosas por el estilo como terminar los viajes en el tiempo de hace tantos días explicando hasta llegar Elsa llamando por Hans.
¡Muchas gracias por tenerme paciencia y haberme esperado! ( ; ; )
Hoy tuvimos una gran participación de Annita, quiero aclarar que el apego que Anna pueda tener hacia Hans es mucha nostalgia del primer amor pues recuerden que en esta historia ella no conoció a Kristoff, no tiene ese otro amor que fácil le ayude a superar al ex patilludo ¡Sus patillas! ¡Sus sensuales patillas! <’3 Pero bueno, era necesario, me hubiera gustado escribir más sobre eso pero era mucho relleno una escena de Hans bañándose y cuando le rasuraran (u u)
   
¿Ahora qué cosas se nos vienen? Pues, veamos si Elsa no termina haciendo otro invierno con su coraje. Y a ver que hace nuestro hermoso güerito cuando le expliquen que se va a casar, haha.

Por cierto, con respecto al Easter Egg del capitulo pasado… ¡Era Gerda! La protagonista del cuento original en el cual se basa Frozen y Hana Midori fue la única que lo menciono por lo que te ganaste un beso virtual <3 :Feel like pobre: Bueno, no. ¡Piensa en algo a ver que puedo darte! Y de igual manera, un saludote especial porque siempre me has dejado Rewiew en cada capitulo ¡Eres un amor! Espero que el capitulo te haya gustado.


Me hace muy feliz leer sus reviews hasta los comentarios y mensajes que me llegan a la página, son tan lindos, creo que los amo.  
Como último, quiero volver a dejar el link de mi página donde doy avisos referentes con el Fic: https://www.facebook.com/TheCorgi

Sin más, nos leemos en el próximo capítulo que desde ahora vuelve el ritmo de máximo una semana en actualizar


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